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Bloodstained Doll por carina_mew12

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Notas del capitulo:

TT.TT no me maten!! por favor!!

sé que tardo demasiado en actualizar, tanto que ya no tengo cara para ponerles excusas, pero como recompensa les digo que tenemos doble capitulo!! wii~

aunque no sé si sea bueno o malo para ustedes... pero bueno...

los dejo con el capi, que lo disfruten!!

16. The Last Feather

“Lo que te ha pasado el día de hoy no fue un accidente, me di cuenta al ver que mi sombra se ha ido. Está manipulando todo a tu alrededor para matarte”

Recordaba las palabras del rubio tan nítidamente que parecía estarlas escuchando en ese momento. la sola idea era ridícula, incluso para un fanático de lo sobrenatural como Ace y su hermano; pero ya había visto cosas igual de increíbles desde que se encontró con Sanji, comenzando por la forma en que le había conocido.

- menuda estupidez…- murmuró el peliverde, aun renuente a creer en la sombra “asesina”

- ¿dijo algo joven Roronoa?- se escuchó una masculina voz

- no, nada profesor- se apresuró a responder mientras bajaba la mirada a su cuaderno; había olvidado que estaba en clase.

Tras un suspiro, Zoro regresó su atención a las palabras del profesor mientras escribía apresurado en las hojas de su cuaderno al igual que el resto de sus compañeros; aquel hombre tenía la manía de hablar excesivamente rápido, dándoles tiempo apenas de escribir lo más importante de lo que decía. En eso estaba el peliverde cuando, en el piso, algo se movió. Miró de reojo hacia aquel punto sin dejar de escribir, pero no parecía haber nada, así que le restó importancia.

De nuevo, su rango de visión captó algo moverse, por lo que esta vez sí detuvo su mano y se concentró en aquel sitio; debajo de la banca de una de sus compañeras estaba la sombra de la chica y algo más que se reflejaba. Alzó la vista un poco, no encontrando a qué pertenecía esa sombra, no parecía corresponder ni a la banca, ni a su mochila, ni siquiera a algo que se asomaba desde afuera de la ventana…

Fue en ese momento que, ante la atónita mirada del peliverde, la sombra comenzó a estirarse por el suelo, serpenteando en busca de algo. Se detuvo unos instantes al encontrar la sombra del ventilador del aula y literalmente la golpeó; en ese momento, Zoro sintió algo caer en su cabello, por lo que se llevó una mano a la cabeza y tomó lo que había… eran pequeñas moronas del techo. De nuevo la sombra golpeó a la del ventilador, esta vez con más fuerza. Un fuerte crujido alertó al peliverde, y al alzar la mirada, se dio cuenta que el ventilador caía hacia él...

- “¡¡ZORO!!”

La voz del rubio resonó en su cabeza haciéndole reaccionar, escapando apenas de que aquel ventilador le cayera de lleno. Mas al ver una de las aspas dirigiéndose hacia él supo que no estaba a salvo, así que tomó la banca más cercana y la interpuso entre él y el mortal proyectil, deteniéndole apenas al incrustarse la aspa contra la banca.

Tanto el profesor como sus compañeros corrieron hacia él para asegurarse que estuviera bien; por suerte sólo había recibido algunos rasguños y un susto de muerte…

*************************

 - joder, que estoy bien- se quejaba Zoro mientras estaba sentado en una de las camas de la enfermería del instituto, con un termómetro en la boca

- es sólo precaución, chico- la enfermera que lo atendía revisó la marca del termómetro, y tras verificar su temperatura por enésima vez, comenzó a medir su presión arterial- mmm… todo parece en orden, pero te quedarás aquí un rato sólo pasa asegurarnos. Te dejaré descansar- la mujer le sonrió amable antes de salir de la enfermería, seguramente una siesta le caería bien después de lo ocurrido.

Apenas la mujer salió, Sanji tomó su forma humana y abrazó fuertemente al peliverde, besándolo fugazmente antes de refugiarse en su pecho. Aunque se sorprendió un poco al principio, Zoro le correspondió, acariciando suavemente su espalda y las alas que brotaban de ella.

- pensé que esta vez sí te alcanzaría- susurraba afligido, aun escondiéndose entre sus brazos- perdón por no hacer nada para ayudarte

- pues me alegra que no lo hicieras. Hubiera sido demasiado extraño que un muñeco de trapo se transformara en un chico con alas a la mitad del aula, seguramente se habría armado un escándalo…

- supongo que sí…-sus alas se batían suavemente en el aire, con una gracia que Zoro no había visto- aunque creo que el escándalo sería más de sorpresa que de susto. Después de todo, mi apariencia es casi igual a la de aquellas criaturas que llaman ángeles…

- aun así no sería buena idea, no debes llamar la atención ¿entendido?

- claro musgo- rió un poco al escuchar el gruñido del peliverde, mas pronto se puso serio de nuevo- tenía tanto miedo de no volver a verte

- estoy bien, tonto- respondió Zoro entre enfadado y alegre- no me ha pasado nada, ¿ves? Además, puedo cuidarme solo

- contra cosas normales seguramente tengas razón, pero mi sombra es tan normal como yo. Un solo descuido y te costará la vida

- eso no pasará. Aun debo cumplir la promesa que te he hecho- mas el rubio no parecía estar del todo convencido con sus palabras- bueno, si tanto te preocupa la sombra, debemos deshacernos de ella…

- sólo conozco tres maneras de deshacernos de ella. La primera sería que te matara; una vez eliminada su amenaza, regresaría a ser sólo una sombra bajo mis pies. La segunda es que mis alas cambien por completo antes de que te lastime; de esa forma desaparecería mi lado oscuro, y la sombra sería eso, sólo una sombra. La tercera sería que yo muriera; después de todo, su existencia depende completamente de mí

- ¿puedes morir?- aquella revelación le sorprendió bastante

- soy un demonio, Zoro, no inmortal. Quizá un humano no pueda matarme, pero algo sobrenatural puede incluso borrar mi existencia de este mundo

- me niego, no dejaré que eso pase. Como yo lo veo, la única opción que tenemos es la número dos- miraba atento aquellas alas que en un principio eran oscuras; ahora resplandecían con los rayos del sol, a excepción de la base, la cual seguía tan negra como en un principio

- ¿cómo haremos que mis alas cambien? Ni siquiera sé cómo empezaron a cambiar en primer lugar, solo sé que, con cada día, las plumas se vuelven cada vez más claras

- quizá sólo debamos esperar

- no sabemos cuánto pueda tardar y lo que menos tenemos es tiempo. No quiero que te alejes de mí de ninguna manera… prefiero morir yo antes que ver cómo mueres….

- eso no va a pasar, Sanji. Nadie va a morir, te lo prometo

******************************

Tuvo que esperar hasta el término del horario escolar para que la enfermera le dejara ir a casa, por suerte Sanji había estado con él todo el rato o su estancia en la enfermería lo habría matado de aburrimiento. Caminaba entre los tumultos de estudiantes cuando, entre todos ellos, pudo distinguir a sus amigos, por lo que no dudó en acercarse

- hola- saludó neutral el peliverde, a lo que Nami, Ace, Luffy y Law respondieron con un ademán de la mano para luego comenzar a seguirle

- ¿te sientes mejor Zoro?- le preguntó la pelirroja mientras caminaba a su lado

- sí, estoy bien. Law, ¿dónde está Trafalgar?- aunque no hablara mucho con ellos, el pelirrojo siempre hacía el recorrido a casa junto con ellos, básicamente porque quería estar con el moreno

- tenía cosas que hacer- respondió indiferente el pelinegro, pero podía notarse el sonrojo en su rostro al mencionar a Kid

- Ace, ¿podemos ir por una hamburguesa? ¡me muero de hambre!- exclamó el menor de los hermanos D., comenzando a babear por la sola idea de tener frente a él una enorme hamburguesa con papas

- otro día Luffy, Zoro tiene que descansar

- vayan ustedes si quieren, no se preocupen por mí

- no es lo mismo si no vas con nosotros, Zoro. Iremos mañana todos, ¿te parece? También puedes invitar a Sanji

- pero  a Zoro le han pasado cosas extrañas últimamente- Luffy hacía un pequeño puchero- ¿y si termina en la enfermería mañana?

- no digas eso, Luffy. Nada le pasará a Zoro

- aunque Luffy tiene razón- analizó perspicazmente Nami- a Zoro le han estado pasando cosas extrañas últimamente

- ¿no estarás pagando algún karma, Zoro?- dijo un tanto burlón el pecoso

- ¿qué es karma?- Luffy ladeó su cabeza, confundido y curioso a la vez

- es la ley universal que dice que todo lo que hagas, se te devuelve- interrumpió esta vez Law- según la ley del karma, si haces cosas buenas, te pasarán cosas buenas y viceversa. En pocas palabras, se puede decir que el karma es “darle a cada quien lo que se merece”

- ¿darle lo que se merece?- una idea atravesó la mente del peliverde, fue algo tan fugaz como un rayo, por lo que tenía que darse prisa antes de que esa idea desapareciera- ¡tengo que irme chicos! ¡los veo mañana en la escuela!- y tras decir aquello, Zoro corrió por las calles con un entusiasmo latente en su rostro.

- “¿Qué ocurre marimo?”- le preguntó la voz del rubio en su cabeza

- “¡Es karma!”- exclamó contento el otro

- “¿Qué cosa?”

- “¡La solución a todo esto! Es el karma. Si se supone que lo que hagas se te regresa, si haces cosas buenas, te pasarán cosas buenas… tus alas se volverán blancas completamente”

- “no lo sé. En ninguna de mis vidas pasadas le hice daño a alguien, fui una persona buena mil veces, pero el universo nunca hizo algo por mí…”

- “pues es hora de que el universo te dé tu recompensa”

Mas un extraño ruido interrumpió aquella silenciosa conversación. Fue como un crujido, algo rompiéndose y desmoronándose no muy lejos de donde estaban. Zoro miró hacia todos lados mas todo parecía normal… o al menos así fue cuando vio la mano de un transeúnte apuntando justo arriba de él. Giró su atención arriba, mirando cómo trozos enormes de vidrio caían hacia su dirección, resplandeciendo con la luz del sol mientras caían en cámara lenta hacia él, o al menos así lo vio.

Le tomó un par de segundos actuar; colocó su mochila sobre su cabeza y se tiró al suelo, protegiendo el muñeco que llevaba en su chaqueta con su cuerpo. La letal lluvia de cristal comenzó a caer y desmoronarse sobre Zoro… los vidrios se estrellaban estrepitosamente contra el suelo, haciéndose pedazos más pequeños que rozaron su piel. Hubo cristales más grandes que caían directamente sobre su espalda, algunos rompiéndose, otros no, pero por suerte ninguno le causó una herida importante… o eso pensaba. El último fragmento de vidrio cayó con mayor velocidad que los otros, incrustándose directamente en uno de sus hombros.

- “¡¡ZORO!!”- Sanji podía sentir el creciente dolor que el peliverde sentía, podía escuchar la sangre brotando de sus venas, esparciéndose en el piso debido a la herida

- “no te transformes, estoy bien”- le pidió de la misma forma silenciosa que el rubio había usado- “hay muchas personas aquí, ellas me ayudarán”- tal como había dicho, las personas se reunieron alrededor de él para ayudarle.

Uno de ellos llamó a la ambulancia mientras los demás se aseguraban de controlar a los curiosos y asegurarse de que el joven de cabello verde estuviera relativamente bien. Le quitaron la chaqueta que llevaba puesta, quitándole los restos de vidrio y el pequeño muñeco de trapo que estaba en ella; Zoro no pudo hacer nada al respecto, pues en ese momento se quedó inconsciente. La ambulancia llegó tan pronto como pudo, levantó al herido y se marchó rumbo al hospital.

*************************

- hey, chico…- una voz le llamaba desde la lejanía, le costaba enfocar de dónde provenía- chico, despierta- insistió la voz- si te quedas dormido, no te aseguro que te despiertes…- la voz se escuchaba cada vez más clara, y pronto, lentamente, abrió los ojos- ¡despertaste al fin!- exclamó emocionado el hombre sentado a su lado

- revisa sus signos vitales- le sugirió el que iba al volante. Con un asentimiento, el hombre comenzó a ponerle toda clase de aparatos para asegurarse que estuviera bien

- [[eso estuvo cerca…]]- pensaba el peliverde mientras miraba a su alrededor. El ruido, la luz y el movimiento eran tan molestos como se pudiese imaginar; los frasquitos chocaban uno con otro, provocando que un tintineo que resonaba como un taladro en su cabeza

- oi chico, ¿cuál es tu nombre?- la prioridad en esos momentos era mantener despierto al joven; preguntarle de su vida individual siempre funcionada

- Roronoa Zoro- estaba menos herido de lo que había pensado

- ¿cuál es tu edad?

- 17 años. En un par de meses cumplo los 18 años

- oh, entiendo. ¿Y tus padres?

- mamá murió hace mucho. Papá siempre está en el extranjero

- ¿hay algún tutor al que podamos llamar?

- llame al trabajo de papá, aunque debo advertirles que no le gusta que le interrumpan

- correremos el riesgo, ¿cuál es el número?

- es…- cuando levantó su mano para buscar su teléfono, se dio cuenta que no llevaba la chaqueta- ¿en dónde está el resto de mi uniforme?

- la chaqueta debió quedarse en el lugar del incidente. Descuide, alguien la devolverá

- ¡No me importa la chaqueta! ¡Había algo importante en ella!- gritó mientras se tironeaba contra los cinturones que le ataban hasta que por fin logró liberarse para luego sentarse en la en la camilla

- ¡recuéstese joven Roronoa!

- ¡tengo que ir por él!- se giró hacia todos lados buscando cómo salir cuando repentinamente, en cuestión de instantes, lo vio… todos en la ambulancia lo vieron.

Una figura apareció de pronto en la carretera, quedando justo en frente de la ambulancia. El conductor giró el volante para evitar atropellar a aquel tipo, más al hacerlo perdió el control de la ambulancia y ésta dio varios giros antes de caer al canal de agua. Todo pasó tan rápido para los pasajeros que ni siquiera tuvieron tiempo de reaccionar.

Cuando Zoro abrió los ojos la ambulancia estaba de cabeza; aun podía escuchar las ruedas del vehículo girando y el motor trabajando hasta que finalmente se apagó. Miró a su alrededor, el paramédico que manejaba había salido disparado por el parabrisas, al parecer la bolsa del aire no había sido suficiente. El segundo estaba tirado no muy lejos de él, con el brazo torcido de una forma más que extraña; su cuerpo palpitó unos instantes antes de quedarse completamente inmóvil. Zoro auto examinó su estado; tenía dos costillas rotar en el lado derecho y una en el lado izquierdo, un hombro dislocado, y al parecer, por la sangre que bajaba por su frente, tenía una herida importante. También podía percibir un ligero olor a gasolina en el aire

- aghh… joder…-Zoro prácticamente se arrastró hasta llegar a la puerta, abriéndola a patadas. Como pudo, tomó a la única persona con vida además de él y la sacó del auto, no era seguro permanecer junto a la ambulancia.

Una vez que estuvieron lo suficientemente lejos, el peliverde se dejó caer en el piso completamente exhausto; estaba más débil de lo que había pensado, quizá por la pérdida de sangre. Sus ojos comenzaban a cerrarse cuando escuchó unos pasos aproximándose a ellos, quizá había llegado la ayuda… no, no había escuchado sirenas, ni siquiera escuchó a alguien estacionarse. Cuando aquel estruendoso chillido estalló en sus oídos supo que estaba en problemas.

Fueron apenas un par de segundos, pero Zoro logró verle; era exactamente igual a Sanji, al menos en la silueta, pues no había ni una marca o curva de músculos sobre su cuerpo; era, literalmente, una sombra. Mas esa sombra no era como las otras, pues tenía vida y pensamientos propios, pensamientos que estaban enfocados en asesinar al patético humano que tenía bajo sus pies. Sus dos largos brazos se convirtieron en afiladas lanzas que no tardaron en abatirse contra el peliverde, quien apenas y logró esquivar el ataque.

Las oscuras lanzas siguieron cayendo pesadamente contra él una y otra vez, lastimando superficialmente su piel, pero haciéndole perder tanta sangre que, en poco tiempo, supondría un peligro. Como último recurso, Zoro lanzó una patada hacia la sombra, mas su pie le atravesó fácilmente, como si realmente no estuviera ahí. Aun cuando sabía que no le haría daño lanzó varias patadas más, convirtiendo a su agresor en una simple bruma negra, dándole tiempo suficiente como para levantarse y huir.

Mas la sombra era astuta, y no estaba dispuesta a dejar ir a su presa tan fácilmente. Se escuchó un fuerte rugido que paralizó al peliverde; sus músculos se tensaron y de pronto, aun cuando su mente le decía que huyera, se detuvo, temblando como nunca en su vida… estaba aterrado. Se giró a ver a la sombra por encima de su hombro; el ser se abalanzó contra él, apuntando sus afilados brazos en forma de lanzas contra su pecho… estaba muerto, sin duda moriría…

- perdóname Sanji… -murmuró mientras apretaba sus párpados; al menos así vería al rubio una última vez.

Una agradable calidez le envolvió el cuerpo, reemplazando todo el miedo que paralizaba cada uno de sus músculos en una reconfortante paz; no esperaba que la muerte se sintiera así de placentera. Zoro abrió lentamente los ojos, tenía curiosidad sobre qué era lo que había más allá de la muerte, tenía que comprobar si las excéntricas historias de Ace eran verdad o no, si en verdad había algo más allá de la muerte… pero lo que vio al abrir los ojos fue más aterrador que el mismísimo infierno.

Seguía en el mismo lugar, con un paramédico moribundo a un lado y una ambulancia incendiándose cerca del puente. Podía escuchar el correr del agua en el canal, el viento soplando entre las construcciones y el metal retorciéndose ante el calor de las llamas. Pero lo que le había dejado sin palabras fue lo que tenía justo frente a él; la sombra le había atacado, mas algo había interceptado el mortal golpe, recibiéndolo de lleno… Sanji le abrazaba con fuerza mientras la sangre bajaba rápidamente por su espalda, dándole ese aspecto ensangrentado que tenía el día que conoció a Zoro.

La sombra volvió  a chillar, esta vez de forma más aguda, como un animal recién herido, mientras se iba deshaciendo en el suelo, formando una espesa masa negruzca que bullía en el piso. su desgarrador grito se fue apagando y la sombra fue tomando poco a poco su forma y lugar original para ser nuevamente una sombra debajo de los pies del rubio.

- Sanji, ¿qué has hecho?- Zoro le abrazó con fuerza, intentando en vano detener el sangrado con sus manos.

- no podía dejar que te hiriera- su cuerpo se convulsionaba mientras vomitaba sangre; el rojo y espeso líquido se acumulaba debajo de ellos, formando un oscuro charco- te… ¿te encuentras bien?

- ¡no hagas preguntas estúpidas ahora! ¡no quiero que hables, ¿entendido?! Debes guardar energías, pronto vendrán a ayudarnos…

- un humano no puede salvar a un demonio

- te lo prometí, ¿no es así? Dije que curaría tus heridas, así que eso haré. Te pondrás bien Sanji

- ya has hecho suficiente por mí- sonreía levemente mientras se abrazaba con más fuerza a él- te lo agradezco mucho. Fuiste el único que me ha tratado bien… el único que se atrevió a amarme… a pesar de lo que soy…

- cállate idiota. Suena como si estuvieras despidiéndote- tenía un doloroso nudo en la garganta; trató de pasarlo, pero sólo hizo que las lágrimas comenzaran a brotar de sus ojos. Un brillo extraño llamó su atención; el rubio comenzaba a desvanecerse entre esferas de luz que se elevaban al cielo- no me dejes Sanji…- lo abrazaba con más fuerza, tanta como podía; no temía que se fuera a otra parte, tenía miedo que su destino fuera igual de cruel que los anteriores. La última parte oscura de sus alas comenzaba a desvanecerse; quizá si sus alas se volvían blancas antes de desaparecer, lograría convertirse en ángel- Sanji, sólo un poco más…

- lo siento Zoro, pero no puedo más. Estoy muy cansado- las alas comenzaron a desaparecer también, pronto no quedaría nada de su ser- tengo miedo Zoro…

- descuida. No importa cuánto tiempo tarde o qué apariencia tengas, te encontraré…

- Zoro… te amo…- con lo último de sus fuerzas, Sanji se levantó ligeramente, uniendo sus labios en un beso. Zoro no cerró los ojos en ningún momento, quería verle hasta el final.

Sanji quedó reducido a pequeños puntos de luz  que se arremolinaron ante él antes de perderse en el aire. Lo último que vio de él fue una pluma cambiando su oscuro color por un hermoso blanco, que finalmente desapareció en una estela de luz brillante. Zoro se quedó inmóvil en aquel sitio, buscando algún rastro de Sanji en el cielo… quizá en esos momentos le estaba mirando desde alguna parte…

 


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