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Albus & Scorpius por ChiiNerak

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Notas del capitulo:

Mil años después, pero al fin pude terminar otro capítulo; una súper y enorme disculpa, pero espero que este capítulo sea de su agrado ;^; les juro que me esforcé... Y bueno, ahí van dos personajes de propia creación que, aunque ustedes no lo crean, los adoré. Disfrutad :D

Capítulo 4

 

 

- Entonces…

- Si, me siento mejor.

La clase de Herbología me encantaba. Siempre me alegraba el ánimo. Salimos en tropel, algunos aun susurrando los detalles de su salida a Hogsmeade, otros intentando recordar lo visto en clase y los restantes hallaban más temas de conversación. Eché la mochila al hombro, intentando alcanzar a mis compañeros de clase y a Noir, que me esperaba en la salida con el gesto preocupado. Le sonreí intentando despreocuparlo.

- Te juro que estoy bien, Noir.

- ¿No me estás mintiendo? –Me preguntó de nueva cuenta, después de otras muchas preguntas iguales.

- No te estoy mintiendo –respondí, como otras tantas veces iguales. –Anda, vamos a comer y luego… me ayudas con mis deberes de Encantamientos. Sigo sin poder hacer el Wingardium bien.

- Eso es porque mueves mal la varita –Noir sujetó mi mano derecha, señalando hacia el frente–, tienes  que hacer una curva y luego una sacudida y tú haces la sacudida primero.

- Es más fácil hacer curvas en Pociones –reconocí, avergonzado. –Sólo son de dos formas; hacia las manecillas del reloj o en contra.

 

Noir soltó una carcajada que me calmó los nervios. Hasta cierto punto era verdad. Me era más sencillo preparar pociones; los hechizos tenían movimientos a veces complicados para mí. Para mi fortuna, Noir era bastante bueno aprendiendo y enseñándome. Caminamos junto a nuestro grupo, esta vez dirigiéndonos al Gran Comedor. Las clases habían finalizado por aquel día, y me sentía un poco cansado. Una vez en los asientos, saqué el libro de encantamientos de primer curso, y me dediqué a memorizar el Wingardium, apenas fijándome en el plato que Noir colocaba frente a mí. El olor de la calabaza dulce apenas logró distraerme de mi tarea, y no me digné a ver el plato hasta que Noir me arrebató el libro.

Un chico al lado mío me pidió el puré de papa, y se lo pasé con una sonrisa tranquila, apenas correspondida. Los chicos de nuestro curso apenas nos hablaban, pero era mejor que al principio, cuando comenzaban a molestarnos porque éramos un par de jotos, y nos empujaban o nos hacían menos, hasta que Noir y yo tomamos cartas en el asunto. Bastaron un par de duelos mágicos de su parte y una guerrilla de palabras mía para cerrar la bocaza de todos, y les habíamos demostrado que éramos un par de chicos normales, que ser pareja no nos impedía actuar de forma normal con todos ellos, que éramos orgullosos y astutos Slytherins, dignos de nuestra casa.

– Tal vez si te estés volviendo un gallito –me susurró Noir, una vez acabásemos con todos. Y le había sonreído, feliz de poder demostrar que no era una chiquilla indefensa.

Noir atacaba sin piedad dos piezas de pollo y una porción de ensalada rusa agria que parecía gustarle. Esta vez, en Hogwarts, habían llevado comida extranjera, y hoy tocaba comida rusa sin faltar obviamente comida de nuestro país. Después de acabarme la calabaza que me había dado Noir, me había servido un humeante bol con borscht y lo comía lentamente, maravillándome del sabor nuevo. Mi paladar lo aceptaba con ansias, y yo también.

Tom Weller, el compañero que me había pedido el puré, me observaba con los ojos grises llenos de curiosidad. Le ofrecí el cucharón del borscht para que pudiera servirse, y pasó poco tiempo para ver en su rostro una sonrisa sincera. También le había encantado.

– Si no te lo viera comer, no lo habría probado –me dijo, justo al terminar de comer. –Sabe delicioso, Potter.

– Gracias.

– ¿Has aprendido ya el Wingardium?

– Aún tengo dificultades –le dije, sin pizca de vergüenza. Era agradable poder conversar con un compañero sin escuchar un tono de asco o extrañeza de por medio.

– Estamos en pares –Tom sujetó su varita y la examinó con cuidado–, yo aún no puedo memorizar el movimiento, o se me atoran las palabras. Tengo un poco de dislexia.

– Es cuando no puedes leer o escribir bien, ¿cierto? –La voz de Noir sonó detrás de mí. Solté una risita cuando lo descubrí con la boca un poco llena.

– Así es… eh…

– Scorpius.

– Eso. –Tom chascó los dedos de la mano derecha y señaló al techo. –Tengo problemas también con los nombres.

– Es un lelo, no sé cómo terminó en esta casa –la arrogante voz de Nicolás Gwendom, otro compañero de piel morena y ojos oscuros, respondió antes que yo.

- Definitivamente, si no es por la inteligencia, es por ser cabrón, idiota de mierda.

Nicolás abrió los ojos ante las palabras, y volteó a su plato, sin dar señales de responder. Noir y yo observamos a Tom, sorprendidos por su altanera respuesta. Sí que sabía defenderse.

– ¿Qué? –preguntó, esta vez curioso.

– Bonitas palabras –rio Noir, aplaudiendo un par de veces. Tom soltó una carcajada casi a la par de Noir, y volvió a llenar su plato de aquella sopa roja deliciosa y condimentada.

– En Slytherin, si no te defiendes bien, todo mundo te creerá un Hufflepuff intentando ser machito*. – Los chicos de morado y gris que nos escucharon giraron a vernos, con rencor en la mirada. –Estaré algo mal de la crisma y tendré mala memoria, pero si alguien intenta hacerme enojar o me ofende, les daré una razón para callarles hasta el alma.

– Tienes agallas –señalé.

– Y tú eres muy bueno para ser Serpiente –añadió, más un comentario que una burla. Me encogí de hombros, sin darle explicaciones. ¿Qué podía decirle?

– No creas –Noir me despeinó–, cuando se enoja también tiene sus ratos tremendos.

– Hey…

Tom y Noir rieron, y aunque puse una expresión molesta, ésta apenas me duró unos segundos. Para qué mentirles.

– ¿Qué van a hacer ahorita?

Noir y yo nos miramos, confundidos. Usualmente íbamos a la Sala Común y… El sólo pensarlo me iluminó las mejillas, y volví a atacar mi plato de Borscht, dejando caer una lágrima al notar lo caliente que estaba. Genial, ahora me escocía la lengua y el esófago.

– Íbamos a caminar a los jardines –respondió Noir, sirviendo un vaso con jugo de calabaza y colocándolo frente a mí–, no tenemos deberes, y el viento comienza a enfriar. ¿Vas a hacer algo en especial?

– No, es que no tengo nada que hacer. Normalmente me meto a la Biblioteca y me pongo a leer libros sobre historias de Quidditch, pero son difíciles de encontrar y leo los mismos. O hago torres con los Naipes Explosivos, pero siempre las termino y alguien más las derriba. O me aplasto en la Sala Común y me duermo, o camino por Hogwarts, usualmente hasta que un prefecto me regaña y tengo que regresar.

– No tienes amigos, entonces –susurré, con la lengua aun ardiendo. Tomé un trago más de jugo, sintiendo alivio gracias a la fría bebida.

– Todos me creen un idiota por la dislexia, pero cuando se burlan, les respondo. Entonces mejor me dejan solo. Ya viste al feo ése. –Al instante Nicolás se levantó de su asiento, lanzándole a Tom una advertencia con la mirada. Después sujetó sus cosas y salió del Gran Comedor con prisa y un resoplido de furia. Reí por lo bajo, y en cuanto observé a Tom para intentar reír juntos, noté una extrañada mirada. ¿Y si no sabía cómo hacer amigos y por eso actuaba así?

– ¿Quieres ser nuestro amigo? –solté sin pensarlo. Mi compañero me miró curioso, y algunos más comenzaron a susurrar en voz baja. Tal vez sí era demasiado bueno para ser de esa casa. Seguro que ahora soltaría una risa despectiva burlándose de mi intención, y me vería feo y…

– ¡Vaya, claro! ¡Es la primera vez que alguien me dice eso! ¡Claro que somos amigos! –Tom sujetó mis manos y las sacudió arriba abajo hasta hacerme tronar los codos. – ¡Es genial tener amigos! –De pronto me soltó, se acercó a Noir y volvió a estrecharle efusivamente ambas manos. –Estoy de verdad agradecido, con ambos, por aceptarme y verán que seremos muy buenos amigos, los mejores de los súper mejores, nadie podrá separarnos jamás y…

– ¿Eso último no es de una canción? –Noir se reía ante las rápidas pronunciaciones de Tom, y sin evitarlo, reí incontrolablemente.

– ¡Quién sabe!

 

 

El martes nos recibió impasiblemente, y el frío del lago bajaba la temperatura de nuestro dormitorio a cada momento. La destemplanza me hacía castañear los dientes y me hice bolita en el pecho de Noir sin dejar de temblar como gelatina. Para mi fortuna, Noir era térmico, y enseguida me volví a amodorrar. Apenas tuvo un instante para abrazarme, antes de que unas manos nos separaran con fuerza pero sin lastimarnos.

– ¡Arriba, chicos! Ya son las 6:30 y van a llegar tarde a la primera hora.

– No molestes –susurramos Noir y yo al mismo tiempo. La voz de Tom soltó una carcajada, y volvió a interponerse entre nosotros. Solté un gruñido de molestia, intentando no separarme de Noir hasta que Tom se dejó caer entre ambos, mordiendo nuestros brazos juguetonamente.

– Ñam, ñam, si no se levantan comeré carne fresca –canturreó, haciéndome cosquillas. Soltando risitas, me levanté al fin de mi cálida cama, y observé curioso una llave que Noir le había hecho a Tom, sin aplicar tanta fuerza. Tardé aproximados tres segundos para notar que seguía dormido, y que aquello no lo había hecho consciente. Tom comenzaba a fingir jadeos de ahorcado.

– Tom, si no te zafas, va a apretar más fuerte. Sigue medio dormido.

– Demonios, yo pensé que… ¡Pero qué mierd…! –Sin previo aviso, Noir lo volcó sobre la cama, y fue donde tuve que intervenir rápidamente, logrando por los pelos salvar al chico que esta vez comenzaba a soltar auténticos gritos ahogados. Me acerqué a Noir, mordiéndole la mejilla derecha, y al fin reaccionó después de la cuarta mordida.

– Albus, ¿qué…?

– Es tarde muy tarde–canturreó Tom dando vueltas sobre sí mismo –, tarde para ir a clases, tarde para el té, tarde que se te hace, tarde encantada, tarde mágica, tardes que vienen, tardes que van, tardes buenas tengas tú, tarde no llegues hoy, tardes de clases hay, tarde de tarta y tarde de… Umm, tartas… dije tartas y ya tengo hambre…~

– ¡McGonagall!  –Gritamos Noir y yo al mismo tiempo. Tom dejó escapar nuevas carcajadas, y salió del lugar antes de susurrar “los espero en la Sala”. La prisa nos hizo tropezar más de una vez, y estuvimos a punto de plantar a Tom y quedarnos esas dos horas encerrados, pero la Profesora ya nos había hecho una advertencia. No íbamos a arriesgarnos a una segunda y un castigo incluido. Nos vestimos lo más aprisa que pudimos intentando no distraernos, y bajamos a la Sala Común, donde Tom observaba el tablón de anuncios, interesado al parecer en el próximo partido de Quidditch.

– ¿Les gusta el Quidditch?

– Claro que si –Noir dejó escapar una media sonrisa, mirando el tablón mientras caminaba al lado de nuestro compañero, soltando mi mano. La serpiente de Slytherin estaba a la derecha del águila de Ravenclaw –, no hay nadie en Hogwarts que no lo disfrute. No me vengas con que no te agrada.

– Claro que me agrada. ¿No te he dicho al conocernos que, como no tengo nada que hacer, me quedo leyendo libros de Quidditch en la Biblioteca? Me gustaría entrar, pero me temo que no soy muy bueno en la escoba. Además, como soy de primero, no me dejarían entrar a las pruebas de selección.

– Yo puedo volar decente, pero es Al quien tiene talento. Creo que es de familia. Mi padre también es bueno volando, pero nunca tuvo tiempo para enseñarme mucho. –La mirada de Noir bajó un momento, y volvió a levantarla tras dos segundos. – ¿Y no eres bueno en la clase de vuelo tampoco? La señora Hooch no ha comentado nada de ti.

– Es porque no me ha visto –Tom giró el rostro –, cuando se acerca a examinarnos, tengo que fingir serenidad, pero me cuesta trabajo. Soy un poco nervioso.

– Suele pasar, pero tranquilo. Te echaré la mano.

– ¡Vaya, gracias! ¡Es en verdad agradable confiar en ti y en Albus! ¡Ya los quiero más!

Ambos chicos comenzaron a reír, y al verlos, me quedé paralizado. De pronto me sentía excluido de la conversación, aún después de escuchar mi nombre. Ambos chicos soltaron carcajadas que no logré comprender del todo. ¿Pero qué demonios…? De pronto comenzaba a arrepentirme de haberle hablado al chico de mirada clara.

– Se nos hacía tarde, ¿recuerdan? –Susurré con un poco de molestia. Ambos chicos se miraron antes de recordar las clases, y tras un respingo sujetaron sus útiles. Noir tomó mi mano, plantándome un beso rápido antes de jalarme hacia la entrada de la Sala Común. La molestia se evaporó en menos de un desarme de Expelliarmus.

 

 

– Ha mejorado, señor Potter. Hoy se puede ir sin deberes extra.

– Muchas gracias, profesor Flitwick.

Tomé asiento en mi lugar una vez terminara mi demostración del Wingardium. Dejé escapar un discreto suspiro, aliviado de no hacer deberes. Noir sonreía, y Tom me levantó el pulgar en señal de ánimo. Me sentí doblemente aliviado.

– A las personas que no lograron elevar bien la pluma, van a traerme una redacción de 30 centímetros, acerca del ángulo en que debe moverse la muñeca, dónde fue su error y… Señor Weller –Tom miró al profesor con un poco de timidez –, por favor, se lo pido. No me traiga una redacción de 40 centímetros con letra demasiado grande de tres renglones, o me veré obligado a dejarle deberes extraescolares y se hará acreedor a un castigo por gracioso. –La clase entera soltó una carcajada, y Tom sólo asintió con una risita divertida. –Nos veremos el jueves, y espero que no pierdan la práctica. Pueden irse.

Salimos en montón del aula, armando un típico bullicio al salir al pasillo. Nicolás Gwendom nos observaba con un poco de molestia una vez nos encontráramos con Tom, y apenas se dignó a lanzarnos un gesto de desprecio cuando pasamos a su lado.

– Perdedor –le escuché susurrar cuando le dimos la espalda.

– Lo dice el idiota que no pudo elevar la pluma más de un centímetro –me dijo Tom de pronto, rodeándome los hombros con un solo brazo –, y aparte la incineró con una explosión digna de muggle en pañales.

La sangre se agolpó en las mejillas morenas de Gwendom, y apenas hiciera ademán de venir hacia nosotros, la profesora Sinistra salió por la puerta de un salón, cargando algunos rollos largos en un brazo mientras detrás de ella flotaba una caja con más rollos aún. Nicolás Gwendom chocó con la caja al no notarla, y la profesora giró bruscamente, mirando al Slytherin con molestia.

– Tenga favor de fijarse en dónde camina, joven. Estos rollos son muy importantes para los estudiantes de cursos avanzados.

–Disculpe, profesora Sinistra –Nicolás pasó una mano por su frente, donde el golpe le había dejado una marca ligera pero notoria–. No miré mi camino. No volverá a suceder.

– Con permiso, estudiantes. –La caja flotante comenzó a avanzar por encima de la marejada de escolares que caminaban por el pasillo, guiando a la profesora hacia su querida torre de Astronomía. Gwendom nos observó duramente unos instantes antes de perderse en la multitud, y Tom le volvió a dirigir una mirada extrañada. Por un momento me quedé pensando si Gwendom no era alguna clase de acosador que molestaba a mi amigo.

– Hey, Al. Más vale que vayamos a dejar las cosas antes de ir a buscar algo de comida al Gran Comedor.

– Pero Noir, apenas terminaron las clases, no me vengas con que tienes hambre.

– ¿Noir? –La voz de Tom nos sobresaltó. Ambos debíamos de vernos raros, porque nuestro compañero comenzó a reír, y después cayó de rodillas al piso, intentando atrapar aire en sus pulmones. – ¡Sus caras! –su voz apenas era entendible entre tanta risa. Noir y yo nos observamos, aturdidos de aquella reacción. ¿Tan tonto era que le dijera por un apodo y no por su nombre? Quise ir y sacudirlo de los hombros.

– Tranquilo, Al –la voz susurrante de Noir sujetó mis ansias de querer callar a nuestro amigo.

– No le veo la gracia –farfullé, molesto.

– No, no, es que… –Tom siguió riendo unos minutos más, y se calmó al cabo de diez, volviéndose a poner de pie. – Es sólo que nunca imaginé que se pusieran apodos. Creí que se llamaban por sus nombres.

– A mí no me gusta mi nombre –susurró Noir, intentando aparentar serenidad. –Y Al me hizo el favor de ponerme otro que es muchísimo mejor.

– Es que me gusta, pero se me hizo extraño que tú no le pongas un apodo a él. Por cierto, ¿yo también puedo decirte Noir?

– ¡No!

 

No supe por qué lo hice. O de dónde saqué la fuerza. Lo cierto es que ahí estaba yo frente a Noir con ambos brazos extendidos, como si quisiera protegerlo, mirando a Tom con furia. ¡Decirle por su apodo! ¡El apodo que YO le había puesto! ¡Será cabrón!

Noir me observaba anonadado de aquella escena que de pronto se tornaba hostil. Tom tenía la misma mirada de inocencia tan sincera que me resultaba un poco falsa. Me enfurecí más.

 

– ¡Yo le puse así, y sólo yo puedo decirle así! ¡Es mío! ¡Sólo yo puedo llamarlo así! ¡Serás…!

– Hey, hey –Tom cortó mi voz a grito con una media sonrisa nerviosa. –Vale, ya entendí… Sólo fue una pregunta, Al… No tienes que ponerte así. No le llamaré de otra manera que no sea Scorp, ¿está bien? Yo… perdona.

 

 

El pasillo entero se quedó en silencio, y hasta que no escuché su disculpa, no me percaté que el estudiantado entero nos observaba con curiosidad. Quise avergonzarme, pero la furia me lo impedía. Seguía mirando a Tom con enojo, y Noir seguía manteniendo su extrañeza. No, no; por muy amigo que Tom quisiera ser de nosotros, jamás podría llamar a mi Noir por ese apodo. ¡Era mío! ¡Me pertenecía!

 

– ¡Ya basta, Albus! ¡Pareces niño pequeño!

 

Entonces la sorpresa.

Noir bajó mis brazos, y me miró enojado. Mi furia dio paso a una conmoción.

 

– ¡No tiene nada de malo que él me diga así también! ¡Deja de hacer dramas!

– N-Noir

– Eres un exagerado. Sólo es un apodo. Venga, vámonos de aquí. –Y sin más, tomó mi mano, la mano de Tom y nos llevó a los jardines, donde el frío mantenía a los estudiantes dentro del castillo. Noir seguía caminando, sin hacer caso de mi sorpresa ni de los comentarios de disculpa de Tom, y sólo se dignó a mirarnos sino hasta llegar a un arbusto demasiado grande para escondernos, soltando nuestras manos.

 

– ¡¿Qué mierda te pasa, Albus?!

 

La conmoción me volvió a sellar los labios. ¿Qué mierda me pasa?

Noir, yo… yo…

– ¡Es solamente un apodo! ¡No tienes que ponerte histérico ni furioso! ¡Ni que valiera tanto la pena! ¡No pasa nada si Tom me llama también de esta forma porque es nuestro amigo, y tú mismo lo dijiste! ¡¿Ahora te molesta que esté junto a nosotros?! ¡Deja ya de hacer de niño pequeño!

– Scorp, basta –susurró Tom, asustado de pronto. Noir pareció calmarse, y fue cuando notó que mi expresión se había tornado incrédula.

 

¡Ni que valiera tanto la pena!”.

Había dicho.

 

Sentí que alguien me lanzaba un Diffindo por el pecho, y dejé que el aire se me fuera hasta marearme. Di un par de pasos hacia atrás y tropecé en el húmedo césped haciéndome daño en la cadera. No podía separar mis ojos de la mirada ausente de Noir, ni pasé por alto su arrepentimiento al notar mi rostro desencajado. No valía la pena. Eso había dicho.

 

– Al, yo… L-lo lamento…

– No, vaya… Lo has expresado bastante bien… – Como pude, me levanté y retrocedí de nueva cuenta –. Perdóname por… por ser una molestia…

– ¡No te vayas! ¡No me escuchaste bien! –Justo cuando me daba la vuelta, sentí la mano cálida de Noir sujetándome. Apenas pude bajar el rostro. Yo le molestaba, eso era obvio. Y lo entendía, no me sentía furioso. Sabía que me odiaba un poco por mi estupidez con mi hermano, pero… pero ¿por qué tenía que vengarse así?

– Tengo una buena audición, gracias –susurré con molestia.

– ¡No lo parece!

– ¡¡Suéltame!!

 

Mas al final, fui yo quien sacudió el brazo hasta soltarme y eché a correr hacia el castillo, deteniéndome sólo cuando se agotó el aire de mi pecho y apenas podía respirar. Quise llorar, pero mis ojos se quedaron secos y me ardían. Quise seguir de pie, y mis rodillas me temblaron tanto que tuve que dejarme caer al piso lentamente, aspirando aire con desenfreno. Maldito Tom. Maldito Tom. Maldito Tom y su amistad. Maldito Tom y su sonrisa. Maldito Tom y su estúpida sonrisa falsa. Maldito…

– ¿Potter?

Levanté la vista hasta quedar a menos de cinco centímetros de Gwendom. Automáticamente retrocedí, pero apenas pude alejarme. Mi compañero de Casa sujetó mi brazo, y aunque su agarre fue un poco brusco, me ayudó a levantarme, sin decir una sola palabra. Anonadado, le observé, susurrando un “gracias” a queda voz.

– No agradezcas. No deberías. –Su voz comenzó a asustarme. Sonaba preocupada, carente de aquel acento altanero que solía mostrar –. Qué extraño que estés solo. ¿No te habías ido con Malfoy y Weller?

– Yo… yo no…

– Creí haberte visto con ellos hace unos minutos. ¿Sucedió algo malo? ¿Weller te molestó?

Lo miré embobado. Aquel Nicolás preocupado me era demasiado extraño. ¿Qué le había pasado al que era arrogante y grosero? Gwendom pareció darse cuenta de mis pensamientos, y movió una mano frente a mi rostro, haciéndome reaccionar.

– N-no… bueno, en realidad… Lo que… es que sucede que… Tom, él… No, nada.

– Rebobina, Potter. No logro comprender.

Suspiré, intentando poner en claro mi mente.

– Venga –me dijo de pronto, tomando mi mano y jalándome un poco –, hablemos en un lugar mejor. Aquí comienza a enfriar.

 

Atontado, le seguí sin poder entender aquella situación tan extraña en la que me había enredado. Sus pasos rápidos y largos me hicieron trotar un poco, llevándome hasta la biblioteca, y mi ya sorprendido ser se exaltó al notar que, caminando raudo entre librerías y esquivando libros, tomaba un libro de Quidditch. ¿Sería en realidad un acosador de Tom?

– En voz baja, por favor. No me gustaría que la Señora Pince me sacara de aquí. Moriría de aburrimiento.

– ¿De qué hablas?

– De que vengo a leer cuando terminan las clases, y si me sacan de la biblioteca, no tendría nada más que hacer. Así que baja la voz, Potter. –Asentí ante el dedo índice que dirigía a mi nariz –. A ver, ¿qué sucedió con Weller y Malfoy?

– Nada en realidad…

– Y no quiero ninguna mentira. Ya me encargaré de ponerle un alto a Weller si se atreve a molestarte.

 

Abrí la boca de la impresión.

– ¿D-de qué mierda…?

Gwendom se me acercó tan rápido que apenas pude reaccionar y cerré los ojos. Por un instante sentí su cálido aliento cerca de mi boca, pero nada más. Abrí un poco el ojo izquierdo al no notar movimiento de su parte y el Slytherin me soltó un cabezazo, rebotando mi cabeza contra el respaldo de la silla. Casi al momento, su mano cubrió mi boca, ahogando el jadeo doloroso que escapó de mi garganta.

– ¿Pero qué te sucede? –Mi voz fue un susurro deseoso de volverse grito, y la bibliotecaria no lo pasó por alto. Sus pasos resonaron en el silencioso lugar, y ambos fingimos concentrarnos en el libro de Quidditch que teníamos abierto casi por la mitad. Nicolás me señaló un párrafo tranquilo, cual si fuera una simple búsqueda, y dirigí mi atención a las palabras negritas de la hoja. Intenté aparentar tranquilidad ante la severa mirada de la Señora Pince, y tras dos minutos, setecientos veinte segundos, la bibliotecaria se fue, rumiando su “Silencio en la Biblioteca” con rabia.

– Si cierras los ojos, vuelvo a meterte otro golpe.

Asentí, curioso de pronto del párrafo en el libro que me había señalado Gwendom. Decía Sloth Grip Roll. Había escuchado ese nombre en…

 

“¡Bonito Sloth Grip Roll!”

James.

Me sentí una basura.

 

– Escucha, Nicolás… Vayamos a otro lado. Aquí no podemos hablar bien entre tanto libro y silencio. Nos escucharían…

 

Entonces Nicolás cerró de golpe el libro, sujetó con fuerza el respaldo de mi silla y me extendió una mano. La tomé, atontado de todo aquel enredo, y salimos de la biblioteca, ignorando la furiosa mirada de la señora Pince.

 

Las cosas sucedieron demasiado rápido.

Gwendom me llevó hasta un pasillo donde estaba una estatua de una bruja jorobada, me aprisionó con ambos brazos y me observó fijamente, intentando no jadear. Le brillaban los ojos casi con rabia. Me quedé petrificado. No, no, esto estaba mal…

– Dime la verdad, Potter. ¿Qué relación tienes con Weller?

–… ¿Qué mi…?

– ¡Dime qué te une con Tom Weller!

Entonces lo comprendí.

 

No pude evitarlo. Lo abracé con toda la fuerza que me sentí capaz. Nicolás apenas dudó en corresponder mi gesto, y enterró la cabeza en mi garganta, respirando con fuerza. Le acaricié el cabello y ambos nos arrodillamos con cuidado, sin soltarnos.

Pobre Nicolás, pensé. Pobre y atormentado Nicolás.

 

Estaba tan concentrado abrazando a mi compañero, que no me fijé en Tom, caminando solo por el pasillo, mirando a todos lados. No me fijé en su rostro sorprendido, ni en una pequeña lágrima que le brotaba del ojo izquierdo. No me fijé que susurraba algo extraño, y que se iba corriendo del lugar con algunos tropiezos.

Apenas podía darme cuenta del mundo.

Cuando Nicolás me soltó después de un tiempo, me tomó la mano y me llevó afuera del castillo, caminando cerca del lago. Me sentí nervioso por unos momentos, hasta que noté su expresión melancólica. No tenía los ojos rojos, ni estaba temblando, pero se veía desdichado y solo, cual persona que jamás hubiera tenido un amigo sincero en toda su vida. Me habló, una vez nos instaláramos a unos metros de la orilla del lago, de lo que lo atormentaba, de su torpeza al intentar conocer gente y sobre todo, de lo que realmente sentía. Cuando lo supe, no pude evitar pensar que yo había sido un tonto. Que todo había sido tan obvio desde un principio, que sólo había bastado un comentario sencillo y falto de insulto para causar todo el desastre que ahora sucedía.

– Por cierto, disculpa por llamarte perdedor.

– ¿A mí? ¿Cuándo me lo dijiste?

– Cuando salimos de Encantamientos… No me digas que no me escuchaste.

– Creí que le decías a Tom…

– Dime Albus, ¿me has visto alguna vez responder a sus comentarios despectivos?

Negué con la cabeza, sonriendo con algo de vergüenza. Ahora todas las piezas del rompecabezas estaban en orden

 

 

Al día siguiente, bajé solo al comedor una hora antes de lo común. El profesor Slughorn nos había puesto una prueba sencilla, y la había terminado demasiado rápido. Al pasar frente a Noir, bajé el rostro, y evité dirigirle la mirada hasta que salí de la mazmorra. Sentía su penetrante mirada en la espalda, a cada momento durante todo el día. Nicolás me acompañó a cada momento, comentando algo de las clases, y poco de él mismo cada que notaba a Tom acercarse. De pronto parecía una especie de guardia, como los cuidadores muggles siempre vestidos de negro, y aunque no me molestaba me sentía ligeramente incómodo. Una vez terminara de almorzar, me dirigí a la biblioteca dispuesto a realizar mis deberes de Transformaciones seguido de Nicolás, quien tenía el libro de la materia frente a sí, leyendo en voz baja algunos párrafos que podrían sernos de ayuda en la tarea (después de todo, la teoría también es importante).

 

Me sentía en compañía de un buen, aunque raro, amigo.

 

– Potter… Quiero decir, A-Albus…

– ¿Qué pasa, Nicolás? – Giré a ver al chico a mi lado, notándolo algo nervioso. Por alguna razón, verlo así me daba un poco de risa, pero aguanté lo más posible.

– ¿Entiendes algo de Herbología? Me cuesta un poco seguir a la profesora, y no termino de entender.

– Claro, tú dime dónde tienes dudas. – Nicolás estaba temblando un poco de las manos, y el libro que me extendió se le resbaló, cayendo por muy poco al piso de no haberlo sujetado yo en el último instante.

– ¿Qué sucede?

– Nada… Me siento un poco mal, es todo, pero sobreviviré.

Lo miré con más atención y me sorprendí un poco; tenía la frente impregnada de sudor frío, y debido a su piel morena, apenas alcanzaba a distinguirle el rubor carmesí en las mejillas. Pasé una mano por su rostro cálido y me puse en pie. Estaba ardiendo en fiebre.

– Tenemos que ir a con la señora Pomfrey.

– Estoy bien, Albus…

– ¡Estás hirviendo en fiebre! ¡Arriba, perezoso! –Mi grito sobresaltado alertó a la señora Pince, quien -podría jurarlo- se apareció al instante frente a nuestra mesa, pero no dijo nada al verme recoger todos los cuadernos y libros con prisa y llevarme a Nicolás casi cargando afuera de la biblioteca. Las miradas de los estudiantes se posaron en nosotros, y las ignoré olímpicamente centrándome sólo en ir hacia la enfermería.

– ¡Albus! – El grito de Noir me detuvo tres segundos, y apenas se cruzara frente a mí, se colocó el otro brazo de Nicolás en el hombro, ayudándome. Le agradecí con una sonrisa sincera, y llegamos a la enfermería en el doble de tiempo menos que yo habría hecho si hubiera ido solo.

La señora Pomfrey nos miró curiosamente, y recostó a Nicolás en una de las camas mullidas. Lo examinó un poco mientras yo y Noir nos quedábamos apartados sin estorbar. Apenas le colocara un paño húmedo con esmero en la ancha frente y le murmurara algunas preguntas, la buena enfermera se levantó, preparó un rápido menjurje y lo dejó reposar quince minutos. Casi sin enfriarlo, lo puso con gran habilidad en un vaso y se lo llevó a Nicolás que, casi parecía, comenzaba a tener alucinaciones. ¿Pues qué había pasado que en un solo día se había puesto así?

– Nicolás, ¿estás mejor…? –Sólo terminar mi frase me hizo sentirme un idiota. ¡Claro que no estaba mejor! Apenas se había tomado la poción… ¡Pero qué idiota!

– Necesita reposar unos momentos. Si quieren acompañarlo, les pediré que, por favor –enfatizó, mirando de soslayo a Noir –, no hagan ruido.

– Muchas gracias, Madame Pomfrey –agradecimos los dos, Noir con una risita nerviosa. La enfermera se retiró, y ambos tomamos asiento en dos sillas que acababan de aparecer, una a cada lado de la cama. Miré preocupado a Nicolás, sin importarme el tener a Noir justo enfrente mío, atento a todos mis movimientos y palabras.

– Albus…

– Aquí estoy, Nicolás. ¿Te sientes mejor?

– Yo estoy bien… No tengo nada malo…

– Tu “nada malo” interrumpió los deberes de Herbología en la biblioteca, y casi nos cuesta la expulsión de la misma de no ser porque la señora Pince notó que en verdad estabas mal. A ver si te vas enterando que hay gente a la que si le preocupas –Noir cambió su expresión, algo dolido por mis palabras que estaba interpretando erróneamente. Ignorándole por el momento, me acerqué otro poco a mi compañero con la misma molesta actitud –. Hoy mejórate y ya mañana continuarás como si nada, fuerte toro español. ¿Qué hiciste para enfermarte así en sólo un día? Yo te dejé bien, de eso estoy seguro.

– ¿F-fuerte toro…?

– Español, porque estaba leyendo algo de las plantas de España y para que no se te olvide –enfaticé, poniendo los brazos en jarras –, no te salvas de decirme la verdad. ¿Qué hiciste anoche?

– Pues llegué a mi dormitorio, me puse el pijama y me senté cerca de la ventana mientras veía al calamar gigante. Me dormí ahí…  y luego desperté justo a tiempo para las clases.

– ¡Serás tonto! ¿Sabes el frío que hace en la noche? ¡Por eso te resfriaste! ¡Pareces niño pequeño, Nicolás! ¡No me digas que dormiste pegado a la ventana!

– ¿Cómo sabes…?

Solté un resoplido resignado, dándome un ligero golpe en la frente con la mano derecha. Era tan obvio como un niño pequeño. Llevé mi mano de la frente hasta posarla en su mejilla, sintiéndome mejor al notar que el calor ya comenzaba a bajar, y le regalé una sonrisa tranquila mientras él me devolvía el mismo gesto, aunque ligeramente forzado.

– Ya me siento mejor, Albus. Gracias por preocuparte.

– Está bien, pues. Voy a clases y le explicaré a la profesora que estás indispuesto.

– No hace falta, puedo…

– Nada de “puedo”. Te quedas a descansar hasta la siguiente clase; Madame Pomfrey dijo que unos momentos eran suficientes, pero es mejor que descanses un poco más. Yo copiaré los deberes y te los pasaré después, ¿está bien?

Nicolás asintió lentamente, y miró sin expresión a Noir, quien tenía la cabeza gacha y parecía apenas inhalar aire. Quise acercarme a decirle algo, más la mano de Nicolás fue más rápida y le dio un ligero golpecillo en la pierna, sobresaltándole. Noir levantó el rostro, dejándome ver sus ojos húmedos, intentando no dejar caer ninguna lágrima. El enfermo en cama sonrió y le extendió una mano cual si fuera a proponerle un trato peligroso, y por un instante casi lo creí. Noir se limpió los ojos, respirando con fuerza intentando tranquilizarse, y apenas le diera la mano, Nicolás lo atrajo hacia sí con fuerza, soltándole un cabezazo similar al que me había dado a mí el día anterior.

– Solo para que te enteres, Malfoy –Nicolás cruzó los brazos –, Yo por Albus no siento nada más que amistad, así que deja tus pensamientos caóticos de que yo me lo comí; no haces más que tormentas en un caldero vacío. –El Slytherin dolorido se frotó el golpe, callándose ante las palabras del enfermo – Habla con él en vez de pensar tonterías. Al –miré a Nicolás curioso –, si Weller sigue de latoso, avísame para ponerle un alto.

Sonreí un poco nervioso, asintiendo con la cabeza. Mi compañero me hizo un además para que me fuera a clases mientras volvía a recostarse en la cama con cuidado. Tomé en una mano mis útiles y en la otra sujeté a Noir, saliendo tranquilamente del lugar. El chico no se atrevía a mirarme, y caminaba torpemente sin dejar de apretar mi mano. Así se quedó hasta llegar al salón de clases y sentarse a mi lado sin levantar  la mirada. Parecía avergonzado, tímido, un niño pequeño que sabe que ha hecho algo malo y se ha quedado sin nada en el mundo.

 

 

– Al…

– ¿Qué sucede, Noir?

– Yo… yo… Lo de…

– Señor Malfoy –La voz de la profesora McGonagall sonó fuerte y clara detrás de nosotros, y ambos dimos un pequeño brinco de sorpresa –, si tiene tan buena memoria para no haber prestado atención en toda la clase ni haber sacado su pergamino para tomar apuntes, no le molestará darnos un pequeño resumen sobre el tema de hoy.

Noir tragó saliva, levantándose del asiento lentamente. Daba pasos torpes mientras se dirigía al frente, pero habló tranquilamente sobre la historia de la transformación y el hechizo que habíamos hecho en clase. La profesora asintió una vez, dando por bueno su breve exposición y apuntando algo en su pergamino, para después indicarle que volviera a su lugar.

– Muy bien, señor Malfoy. Al menos presta atención y mantiene sus notas, pero si vuelvo a sorprenderlo con el pupitre vacío, se hará acreedor a un castigo. Y a toda la clase, quiero una redacción de 15 centímetros sobre las consecuencias del hechizo visto en clase si no se realiza bien. Buenas tardes a todos.

 

– Albus…

Miré a mi compañero a mi derecha, caminando por el pasillo de vuelta a los dormitorios. Me sentía un poco cansado, pero no quería bajar tan pronto a los dormitorios, de modo que le propuse ir a caminar al lago. Noir asintió una sola vez, tomando mi mano de nuevo, bajando la mirada. Volvía a ser un niño pequeño, extrañándome.

Noir, ¿qué sucede?

Tomamos asiento al lado de unos arbustos frondosos, dando la espalda al lago. Noté que los hombros le temblaban ligeramente, adivinando que su llanto quería desbordarse de sus ojos con ganas, pero lo reprimía sin dejar de presionar con fuerza ambos puños. Quise abrazarlo y decirle que no importaba nada, pero sabía que debía escuchar lo que fuera a decir, así tardara cinco minutos o incluso todo el día.

Noir, claro, nunca tardaba tanto.

   – Al… Yo… Yo te debo esta vez una… una disculpa… –sus ojos me miraron apenas un par de instantes antes de volver a bajarlos llenos de vergüenza –, me… me siento tan…

   – Noir, no tienes…

   – ¡Al, no me entiendes! ¡Claro que quiero, y debo! ¡Pensé que tú estabas… con Gwendom…!

   – Nicolás –corregí, llenándome de paciencia –; se llama Nicolás.

   El chico volvió a mirarme apenas unos segundos, y carraspeó, intentando calmar su frenético tono de voz.

   – Creí que… que tú y N-ni… Nicolás… Creí que… Que habías buscado a alguien más como… v-vengan…

   – ¡Eres un traidor, Al!

   La voz de Noir se ahogó bajo la exclamación de una voz recién llegada. Giré la cabeza y agradecí al instante a Merlín por haberlo hecho con fuerza, pues me desequilibré y caí de espaldas al césped esquivando por milímetros un puñetazo dirigido a mi rostro de parte de Tom. Noir sujetó sus brazos mientras yo me levantaba con celeridad, retrocediendo un par de pasos ante el frenético estado del chico. Advertí que una lágrima de rabia caía por su pómulo izquierdo, y comprendí al instante su reacción.

   – Tom, cálmate.

   – ¡No pienso calmarme! –Chilló mi compañero de casa sin dejar de posas sus ojos en los míos, revolviéndose ante el fuerte agarre de Noir y escupiendo sus palabras llenas de furia – ¡Eres un traidor! ¡A mí ni siquiera me gusta Scorpius! ¡Tú deberías llamarte Scorpius, porque tienes veneno en el…!

   – ¡Tom! ¡Cálmate! ¡Al no ha hecho nada malo!

   – ¡Claro que hizo algo malo! ¡Yo lo vi! ¡Estaba dándole de besos a Nico en la estatua de la bruja jorobada! ¡Yo lo vi primero, traidor ruin y…!

   – ¡Más vale que te calles, Thomas Andreu Weller! –Escuchar su nombre completo logró detener sus forcejeos, y su mirada frenó la furia que me lanzaba – Si quieres saber la verdad, lárgate ahora mismo y visita la enfermería. Yo no pienso decirte nada. Allá está tu respuesta, hirviendo en fiebre y posiblemente salpullido de Spattergroit. Si yo fuera tú, correría antes de perder toda oportunidad.

 

   Los ojos recelosos de Tom se rellenaron de angustia y pánico, y zafándose de los brazos de Noir, echó a correr al castillo sin mirar atrás ni un segundo. Volví a tomar asiento en el césped mientras mis ojos se dirigían al sorprendido rostro de mi Noir.

   – Por favor, no me digas que creíste las palabras que gritó Tom.

   – No, no… Lo que me sorprende es que supieras su nombre completo y… ¿De dónde sacaste eso del Spattergroit?

   – Ah, cuando papá nos llevó a San Mungo para ir a ver a mamá cuando tuvo a Lily, uno de los cuadros de los médicos le gritó al tío Ron que tenía Spattergroit, y otras cosas raras… ¿Sabías que le dijo que se metiera a un barril desnudo con vísceras y cosas asquerosas?

   – No logro imaginarlo –una risita escapó de los labios del Slytherin –, oye, ¿y cómo sabes su nombre completo?

   – Ah… Es que vi la lista del profesor Neville un día que la dejó olvidada. Tú eres Scorpius Hyperion, ¿o me equivoco?

   – ¿Pero cómo…? Ah, ya… No, no, no me gusta.

   – Tranquilo, Noir –el corazón me brincó de alegría cuando su sonrisa relajada, divertida y natural asomó a sus labios para mí –; nadie lo sabrá.

   – Y yo no dejaré que nadie más me diga Noir si no es de tu voz.

 

   Sin poder evitarlo, la sonrisa se escapó de mis labios, y al siguiente instante, mi compañero comenzó a morderlos con fuerza, robándome el aliento de forma tan repentina que me mareé. Las piernas comenzaron a temblarme, y las sensaciones de placer que se extendieron por mi cuerpo se llevaron las fuerzas de mis dos soportes. Caí en el césped sin lograr sostenerme, y Noir, hincado frente a mí, me abrazó con tanta fuerza que escuché mis huesos chasquear formando una espeluznante melodía. Una risa divertida me susurró un “lo siento” que supe era mentiroso, pues era obvio que no había sentido lo mismo que yo, pero a pesar de eso, me reí de la misma manera, sintiéndome de nuevo completo y sin preocupaciones.

   Tomé la mano que Noir me ofreció, dirigiéndonos hacia nuestra sala común con paso alegre, corriendo al notar en una esquina al celador Argus Filch y a esa extraña gata persiguiéndonos para darnos una infracción. Corrimos hasta llegar a la enfermería y entrar, interrumpiendo la conversación que se llevaba a cabo entre Tom, sentado en una silla de madera al lado de la cama, y Nicolás, quien ahora lucía mucho mejor y estaba sentado con las piernas cruzadas. Ambos nos observaron curiosos, y al escuchar a Filch, rápidamente nos hicieron ademanes para acercarnos y simular una visita normal.

 

   – Señor Filch –susurró la señora Pomfrey con una contenida voz molesta, amenazando al celador con el dedo índice de la mano derecha –; no toleraré que venga a hacer escándalo a este lugar donde se necesita reposo y paz. Los cuatro chicos son Slytherin y compañeros de curso, así que aquí no hay ninguna infracción por hacer. Gracias y siga haciendo su trabajo tan bien como siempre.

   El celador gruñó algo sobre cadenas y pulgares mientras caminaba hacia la salida de la enfermería, y una vez se fuera, la severa mirada de la enfermera se suavizó, mirándonos con resignación.

   – En cuanto a ustedes, Potter y Malfoy. Que sepan que es la única vez que les ayudo con el señor Filch puesto que intuyo que vinieron a ver a sus compañeros. Nada de escándalos, por favor, y… Desde hace rato he recordado que iba a mencionarle algo, señor Malfoy –Noir miró a la enfermera aprensivamente –; es la primera vez que veo que alguien se queda a dormir en la misma cama de un enfermo, y aunque eso es peligroso, puesto que suelen ocurrir accidentes… Si vuelve a hacerlo, sólo le pido que se quite los zapatos antes de subir a la cama. Gracias y buenas tardes.

  El silencio que nos envolvió tras la partida de la señora Pomfrey se vio interrumpido por las fuertes carcajadas que dejamos escapar una vez se cerrara la puerta del despacho y Noir lanzara un rápido muffliato. Tom, distraído y muerto de risa, casi logró caerse del asiento, mas Nicolás detuvo sus carcajadas y miró a Noir con sorpresa.

   – Malfoy, ¿dónde aprendiste ese hechizo?

   – Es un secreto –dijo el aludido con voz alegre y traviesa, y me observó rápidamente, llamando mi atención. Nicolás aún seguía curioso, pero no preguntó más, y en cambio, soltó un suspiro cuando Tom por fin cayó de la silla y se quedó sin aliento para seguir riendo. Nicolás se acercó al borde de la cama, extendiendo un brazo hacia Tom, quien lo tomó aún sin aire en los pulmones y dejando que el rostro se le coloreara rápidamente de escarlata ante el contacto de la mano del joven moreno.

   – Vaya, yo… Bueno, Al… – Miré a mi compañero con una sonrisa tranquila –. Perdona por haber dudado de ti y decirte de cosas; es que ese día…

   – No te disculpes de nada, Tom. Todo eso ya pasó, así que ahora ya está bien. ¿O quieres golpearme aún?

   – Sólo si es como forma de compañerismo –y al momento de decirlo, me dio una palmada en la espalda –, y si haces mal la tarea y yo la copio así.

   – Que tengas algo de dislexia y seas tú quien se equivoque no quiere decir que yo haga mal las cosas –reclamé con algo de puchero infantil, y al unísono, Noir y Nicolás comenzaron a reír ante nuestras palabras. Tom sonrió, pasando una juguetona mano por mi cabello hasta revolverlo, haciéndome sentir como si fuera su hermano pequeño y revoltoso quien apenas comprende el mundo a su alrededor; Nicolás me observaba con tranquilidad y Noir sonreía, cual niño alegre que sabe que ya nada podrá volver a molestarlo. Las cosas estaban bien por el momento, y tenía la esperanza de que todo fuera así por mucho tiempo más, que todo siguiera por un buen curso.

 

   Ni siquiera llevaba medio año en Hogwarts. Aún mi deseo era mucho pedir.

Notas finales:

TTuTT Gracias gracias gracias por seguir leyendo... Déjenmennnn rivius para seguir escribiendo, no saben cómo ayuda que dejen hartos reviews (rivius). Espero les haya gustado ;//u//; 


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