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Albus & Scorpius por ChiiNerak

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Notas del capitulo:

¡He vuelto!

Ah sí, eh... Pensamientos nocturnos de Albus, palabras sorpresa de Nicolás, un encuentro pequeño pero tenso y una propuesta interesante. ¿Aún siguen esta historia? OwQ 

Capítulo 5

 

Sin darme cuenta apenas, llegó noviembre al mundo, y en Hogwarts anunció su presencia bajando la temperatura y aumentando las corrientes de aire. Ir a las clases en la mañana era horrible porque teníamos que abandonar la calidez de nuestra cama, y tener clase de Cuidado de Criaturas Mágicas nos parecía una tortura tal que estábamos tentados a no asistir y volver bajo las cobijas.

Aún no había nieve, pero el frío comenzaba a aumentar, y poco a poco preferimos no salir al lago y quedarnos en la Sala Común, o ir a la Biblioteca para terminar nuestras tareas lo más pronto posible y no hacer nada después. Tom y Nicolás nos acompañaban a todos lados, siempre riendo ante las locuras que se le ocurrían a mi compañero con su dislexia. Noir me tomaba de las manos cuando nos dirigíamos a nuestras clases, y Tom siempre saltaba a la espalda de Nicolás, sabiendo que él lo llevaría cargando a donde quisiera. Por las mañanas Tom iba a despertarnos teniendo cuidado en no caer en los brazos de mi Noir y, si no nos levantábamos, Nicolás iba a nuestro dormitorio y nos caía encima de forma pesada, sacándonos risas mientras lo empujábamos fuera de nuestra cama y del lugar. En poco tiempo, ambos chicos se mudaron a nuestra habitación, ya que nuestros compañeros originales pronto se fastidiaron de nosotros. Nos trataban algo mal, sí, pero les molestaba más el escándalo que armaban Tom y Nicolás juntos cada mañana. Ni siquiera solicitaron un permiso especial; el profesor Slughorn consintió de inmediato la petición al notar el mal humor y la urgencia de cambiar de dormitorio. Así, en nuestro lugar sólo quedamos los cuatro, y los demás nos siguieron hablando, aunque con más reservas de lo habitual.

– ¿Es que no les gusta que estemos juntos? –Pregunté en voz alta una noche, justo antes de ir a dormir, a mis excompañeros de cuarto. La Sala Común estaba casi vacía, a excepción de los tres chicos, Noir y yo – ¿Tanto nos odian?

– No es que los odiemos –susurró un chico después de un silencio incómodo –, es que…

– ¿Les gusta Albus? Lo lamento mucho, pero ya está marcado. –Noir, sin dejar que la frase terminara, me abrazó por la espalda, mirando al frente con burla. –Y ya me marcó también –me sonrojé ante sus últimas palabras.

– C-claro que no es eso –se defendió nuestro compañero, cruzando los hombros con evidente molestia –; pero no estamos acostumbrados a tanto afecto. Entiéndalo de una buena vez, los dos –los ojos castaños del Slytherin nos observaron fijamente –: no los odiamos por que sean pareja y ambos sean hombres. Lo que nos molesta es que Albus sea medio lelo y que Nicolás se haga el gracioso en voz alta cuando sabe que seguimos dormidos.

– Nos levantamos puntuales –señaló otro compañero –, pero él los despierta antes y hace demasiado ruido.

– ¿Medio lelo? –intervine enfadado.

– Pues ya van dos veces que vas a la enfermería. ¿Por qué otra cosa es si no porque eres medio lelo?

– Váyanse a la…

De pronto Noir quiso soltar un amago de carcajada, pero bastó una mirada de mi parte para que la aprisionara. A pesar de todo, me sentía con ganas de soltar una carcajada. Pensaba que nos discriminaban por ser pareja, pero eso en realidad ni siquiera les importaba.

– Además, Albus –dijo el primer chico que había hablado y cuyo nombre solía olvidar a menudo –; nosotros tenemos novia.

– Pobre chica –atajó Noir, agravando su voz –, ¿ella anda con los tres al mismo tiempo? ¿No la dejan exhausta?

– ¿De qué ha…? ¡Ah, serás…!

De un instante a otro, la sala común se volvió un campo de batalla, donde nos comenzamos a arrojar tinta, pergamino, las almohadas de los sofás, zapatos, capas, libros y cualquier cosa que estuviera a la mano y pudiera ser arrojada. Noir y yo nos refugiamos tras uno de los mullidos sillones, y los tres chicos corrieron bajo uno de los escritorios, observando con reto y diversión el menor descuido para comenzar de nuevo a arrojarnos cosas. Giré a ver a mi compañero, queriendo preguntarle por un proyectil, cuando Noir chocó sus labios contra los míos, mordiendo levemente mi labio inferior. La sorpresa me hizo exhalar un débil jadeo, y mi vientre se congeló lleno de vértigo. Después me sonrió con su mirada de cazador que siempre me emocionaba, y se levantó para arrojar un frasco de tinta semivacío.

– ¿Ya vieron la hora?

Nuestra guerra campal se vio interrumpida por la molesta voz de Nicolás, que nos lanzaba una cabreada mirada desde las escaleras donde había subido. Los chicos levantaron una mano, pidiendo tregua, y salimos de la misma forma, acercándonos a nuestro compañero.

– Venga, que luego están jodiendo con “me levantan muy temprano”. Ya lárguense todos a dormir. Peleen un viernes, y así ya no importa si el sábado se levantan tarde.

– Sí, ‘mamá’ –susurré burlón, y Nicolás me observó con más enfado. Los tres chicos, llenos de tinta y trozos de pergamino, se despidieron y corrieron a su nueva habitación, riendo a carcajadas.

– A ver si te parece gracioso cuando la ‘mamá’ no te despierte y llegues tarde a clase de McGonagall.

–Ya, ya –solté, revolviendo su aplastado cabello –. Sólo fue una broma.

– Además, si no nos despierta Tom, tú nos caes encima –Noir me abrazó, caminando detrás de mí cual pingüino.

– Al menos ya se llevan bien con sus compañeros.

– Fue tu culpa –repliqué, entrando a nuestra habitación y caminando a mi cama para buscar mi ropa de dormir –; dicen que pidieron el cambiazo porque ibas a hacer escándalo para despertarnos.

– Maricas de mierda –susurró el joven de piel morena, arrancando una fuerte carcajada de Noir.

– ¿Quién quiere con quién? –preguntó Tom. Estaba sentado en la ventanilla que daba al lago, y que mostraba un brillo azulado tenue. Se acercó a nosotros con desfachatez, dejándose caer en la cama de Nicolás.

– Que tres chicos quieren con Nicolás, a ver si “lo dejan exhausto” –dijo Noir, haciendo que esta vez yo soltara una fuerte carcajada. Al instante Tom se lanzó a la espalda de Nicolás, mordiéndole un hombro.

– No fue… ¡Ay! ¡Cálmate! –Nicolás sujetó los brazos de su compañero –No fue nada gracioso, Scorpius. Uno le echaba ojos a Albus.

– Más te vale que no los mires… ¿Quién echaba ojos a Albus? –Intervino Tom mientras me dirigía una mirada llena de interés y burla.

– Los mataré si se atreven a verlo por más de tres segundos –Noir me abrazó fuertemente, haciéndome tropezar hasta chocar mi rodilla derecha contra el piso. Enojado y luego risueño, le revolví el cabello hasta que conseguí que me observara con enfado infantil.

– Que genio tienen tú y Nicolás. Sólo nos dicen algo y van a ponerse enfrente como si las palabras pudieran mordernos.

– Nunca se sabe… –susurró el joven moreno, abrazando a Tom a su pecho.

Tras las risas de todos, apagamos la luz y fuimos a dormir. Noir me abrazó fuertemente a su pecho, y Tom abrazó a Nicolás, susurrándole algo que le provocó algunas risillas en susurros a su acompañante. Aspiré aire lentamente mientras me dejaba envolver por el aroma de mi Noir, y aunque pensé que me costaría trabajo dormir, caí rendido en pocos segundos.

Mis sueños, amorfos y llenos de siluetas oscuras, me despertaron antes de tiempo. Abrí los ojos con sobresalto, y el brazo alrededor de mis hombros apenas se movió un poco. Noir seguía inmerso en sus sueños pero no me habría soltado así tuviera una terrible pesadilla.

Miré al joven que dormía frente a mí, un poco avergonzado; me sentía así cada que lo miraba a los ojos, cada que me dirigía una sonrisa especial, cada que cruzaba sus dedos con los míos. Siempre que estaba cerca, me invadía la culpabilidad. Noir susurró un “grageas” entre sueños, y dejé escapar apenas un amago de risilla; no quería despertarlo e interrumpir aquel sueño seguramente lleno de dulces. Como pude, me escabullí de sus brazos sin despertarlo, y subí a la Sala Común, que era apenas iluminada por la chimenea. Sentado en el sofá frente al fuego, Nicolás tenía la mirada perdida en las llamas y los dedos entrelazados sujetaban sus piernas en una posición fetal que se me antojó extraña. Me acerqué con cuidado intentando llamar su atención, pero no fue hasta que le di un par de toques en el hombro que giró a verme con sobresalto.

– ¿Albus?

– ¿Qué haces aquí a esta hora?

– Yo podría preguntar lo mismo.

Con una sonrisa resignada, tomé asiento a su lado, cruzando las piernas.

– No logro dormir bien –susurré después de un rato.

– ¿Pesadillas?

– Más o menos.

Mi compañero me observó un rato sin cambiar de posición, quizás decidiendo si podía decirme algunas palabras o tal vez viendo a la figura que solía ser patética o lela. Al final decidió morderse los labios y giró la vista al fuego sin hablar, observando atentamente las llamas. Nos centramos en el mismo punto mientras el silencio se acomodaba entre nosotros de una manera tranquila y el calor nos envolvía pero sin lograr provocarnos sueño. Nicolás cruzó las piernas después de un rato largo, y se inclinó hacia el frente sin despegar la vista de la chimenea. Intrigado por su cambio de posición, lo observé, pero mi compañero no parecía tener la intención de hablar o expresar algún pensamiento interno en voz alta. Opté simplemente por volver la mirada al fuego y volver a mi sopor.

– Albus –dijo Nicolás de pronto, girando el rostro hacia el mío –, ¿crees que Thomas quiera en verdad estar a mi lado?

– ¿Thomas…? Ah… Pues creo que sí… ¿Por qué le llamas por su nombre completo?

– Lo prefiero. Completo, Thomas suena elegante y con porte regio. Además, todo el mundo le dice Tom. Es como tú con Scorpius. Te cabreas si alguien más le llama “Noir”, ¿no es cierto?

– Si –admití, algo avergonzado.

– Pues nadie más le dice ‘Thomas’, y por eso me gusta llamarle así. Todo él, hasta su nombre, me gusta demasiado, y por eso lo llamo así… Pero me pregunto si él está conmigo porque me tiene lástima, porque está aburrido o porque realmente me quiere tanto como yo a él.

– Claro que te quiere, Nicolás.

– En el Expreso de Hogwarts estábamos juntos en un compartimiento, ¿sabes? Y comenzamos a llevarnos bien… Hasta que, a mitad del viaje, le dije que me gustaba. Me vio como si estuviera loco. –Nicolás dejó que un deje divertido le matizara la voz mientras sus ojos volvían a la cálida chimenea. – Supuse que no me había tomado en serio; después de todo, ¿quién te dice algo así si acabas de conocerle? Pero no me di por vencido. Nunca me había sentido así antes, y aquel día, sólo al verlo cuando preguntó si podía acompañarme en el viaje, me di cuenta que no querría a otra persona a mi lado si no era ese joven altivo, disléxico, de carácter explosivo y arrogante si lo molestaban. Intenté hacérselo saber, pero creyó que lo molestaba, y terminó por salirse del lugar con su equipaje de mano. Miré la puerta largo tiempo, convencido de que volvería –la mirada de Nicolás se tornó un poco melancólica –, pero esperé demasiado. Nunca regresó.

– ¿Qué hiciste?

– Pues me quedé solo hasta llegar a Hogwarts. Cuando bajé del tren lo encontré en el piso, rodeado de alumnos y con una bufanda enredada en los pies, así que lo ayudé a levantarse mientras le pedía perdón. Me observó extrañado, después apretó un poco la mano que le ofrecí… Y subió al mismo bote que el mío, pero me dio la espalda durante el trayecto.

– Vaya… –No supe qué decirle. ¿Cómo sabría yo las palabras que le hacían falta escuchar?

– Sólo giró un poco la cabeza para decirme un “gracias” en voz baja, y cuando quise volver a hablarle, me ignoró. Entonces le dije que iba en serio lo que había dicho antes, y todo se fue al demonio.

– ¿No te creyó?

– Peor –mi compañero soltó un suspiro –, creyó que me burlaba de él. Ya has visto que sabe defenderse.

– Vaya que sí…

– A partir de ahí, me insultó cada que me veía; no acerca de mi preferencia, sino de que parecía un… gorila. Nunca le respondí, pero cada insulto me dolía. Y no quise contestarle, así que sólo huía. Y ahora que los conoció, a ti y a Albus, y de pronto me corresponde como si nada… ¿No te hace dudar, aunque sea un poco?

– Pues… Cuando lo cuentas de esa forma, haces dudar de todo. Hasta de ti.

– ¿De qué hablas? –La voz de Nicolás adquirió de pronto un matiz de enojo que extrañamente me calmó más.

– Creo que, simplemente, eres tú quien no cree en él.

Mi compañero dejó que la voz se le muriera en la garganta, y me miró con un desconcierto tal que incluso yo me sentí algo aturdido. Me aclaré la garganta un par de veces, y giré el cuerpo para quedar frente a él.

– No lo sé… Quizás son imaginaciones mías –continué –, pero creo que dudas de los sentimientos de Tom por la forma en que te trató al conocerle. Creo que él te quiere de verdad, pero a lo mejor tuvo alguna mala experiencia o algo similar y por eso es un… “poco” agresivo cuando alguien no le agrada. Pero no he visto que juegue contigo o lo haga sólo por ganar algo. No cualquiera puede decirte “Nico”, ¿a qué no?

Mis palabras hicieron efecto inmediato: mi compañero se sonrojó casi al instante, y sus dedos comenzaron a entrelazarse nerviosos. Su mirada buscó la mentira en la mía, pero al no hallarla, bajó hasta volver a posarse en las llamas. No supe decir si el calor que irradiaba su rostro era debido al fuego de la chimenea o a la sangre que lo coloreaba de escarlata.

– ¿C-cuándo dijo eso…?

– Aah… ¿quieres saber? –pregunté con una voz traviesa. Mi compañero sonrió y por primera vez le escuché un amago de risa que me sorprendió. Se escuchaba más dulce de lo que parecía.

– Claro que quiero saber.

– La vez que te llevamos a la enfermería. Me buscó para golpearme porque pensaba que te había coqueteado, pero cuando le dije que tenías Spattergroit y que estabas muy mal, salió corriendo con toda la velocidad de la que fue capaz. ¿No te sorprendió verlo en la enfermería?

– Para ser sincero, creí que alguien me había lanzado un confundus cuando lo vi de pie en la entrada. Vaya, así que fuiste tú quien me lo envió.

– Yo no lo envié. Él solito corrió. Si dudas de él, ahí tienes una buena razón para creer que de verdad te quiere.

Un asentimiento lento me indicó que Nicolás ya no dudaba de mis palabras… O quizás sólo albergaba menos dudas. Mi compañero se puso de pie, estirando sus brazos, y miró la chimenea por unos segundos antes de girar a verme con una soñolienta expresión.

– Iré a dormir un poco más. Gracias, Al… Por escuchar.

– No agradezcas, Nicolás. Ve y descansa.

Giré el rostro al fuego mientras escuchaba los pasos alejarse de mí. Intenté volver a mis pensamientos, cuando la voz de Nicolás me distrajo, y sus pasos regresaron al sillón.

– ¿Tú estás bien?

Me hizo la pregunta de forma tan abrupta que me desconcerté. Lo miré como tonto unos segundos, y Nicolás volvió a tomar asiento a mi lado.

– Eh, Al –reaccioné hasta que sus dedos chasquearon dos veces frente a mi nariz –, no te duermas.

– No, yo… l-lo siento. Sí, todo está bien.

– Lo dices como si alguien fuera a pegarte.

– Claro que no… Sólo estoy cansado, pero no podía dormir.

– ¿Qué sucedió entre tú y Scorpius?

La pregunta dicha tan de repente me provocó una punzada en el estómago. Sin querer abrí los ojos de forma abrupta apenas unos milímetros, y mi boca se abrió en señal de desconcierto. ¿Podía contarle a Nicolás lo que nos había… la estupidez que había hecho? Tenía un tiempo de no pensar en eso, y regresarlo a mi memoria me hizo sentir el dolor que había querido dejar atrás para siempre. Nicolás esperaba mi respuesta, pero no quería siquiera decirlo en voz alta. Era como si, de pronto y sólo al mencionarlo, todo volviese a ocurrir apenas unos segundos y acabara de ver el rostro de mi hermano alejarse recientemente con la mirada de desconcierto plasmada en sus facciones y el pecho subiendo y bajando marcando su respiración.

– Yo…

– ¿Es tan feo que no quieres decirlo?

– Algo así… –susurré con la voz temblorosa. –Nicolás… ¿Alguna vez has sentido que eres una basura o algo similar…? Me refiero a… una envoltura en el piso o…

– Claro que sí. Cada que Thomas me ignoraba, me miraba de mala leche, me insultaba.

– No, es decir… No me expliqué bien. ¿Alguna vez has sentido que un envoltorio en el piso tiene mucho más valor que tú? Es decir… –La mirada de desconcierto de mi compañero me puso aún más nervioso, pero intenté buscar las palabras que pudieran expresar lo que sentía. –Como si…

– ¿Cómo si hubieras sido una persona y de pronto fueras peor que una rata?

Asentí, aturdido aún. Había dicho las palabras exactas que seguían enredadas en el fondo de mi mente.

– Pues… no, la verdad es que no me he sentido así… No exactamente. Si no quieres decirme lo que realmente sucedió, respetaré tu decisión, Al. –Nicolás miró el fuego unos segundos, antes de volver a mirarme. –Pero entenderte es un poco más confuso. Mira –dijo, dando un golpe a sus piernas con ambas manos al mismo tiempo como si quisiera dejar zanjado el asunto –; no sé lo que sucedió ni puedo opinar algo porque desconozco el asunto, pero Scorpius te quiere. Lo que ya pasó ya quedó atrás, o ¿es que acaso cada que recuerdas lo que pasó lo haces como si fuera la primera vez?

– N-no…

– Pues ahí lo tienes. Si has hecho algo malo, y a pesar de ello Scorpius te perdonó, entonces creo que estás perdiendo el tiempo mortificándote solo y recordando cosas innecesarias. Dicho así suena sencillo, aunque no te lo parezca, pero creo que es lo que deberías hacer. Dejar lo que sea que haya pasado atrás, y recordar lo mucho que Scorpius te quiere cada que hablas con él o se ven a los ojos.

Lo miré, sorprendido. Sus palabras resonaron en mi cabeza como si dentro tuviera una campana con un gran eco. Nicolás tenía toda la razón, y yo solamente me seguía recriminando mi error sin encontrar descanso. Casi al momento sentí un enorme peso desaparecer de mi espalda, y una sonrisa natural subió mis labios. Nicolás había tomado mi caos de culpas y lo había roto a la mitad, lanzándolo lejos. Gracias, Merlín, por ponerlo en mi casa.

– Casi parece que te pusieron una lámpara encima del rostro –apuntó mi compañero mientras soltaba una risilla traviesa –; se te ha quitado el ceño fruncido y tímido, Al.

– Gracias, Nico… lás. –Mi compañero frunció un poco su frente, y dejé escapar una carcajada que sonó tranquila y libre de preocupaciones. En poco tiempo Nicolás la continuó, y ambos nos sujetamos el estómago, recordando de pronto que era de madrugada y podríamos despertar a nuestros compañeros de casa. Respiramos para calmarnos sin dejar de vernos, y Nicolás volvió a ponerse de pie.

– Voy a dormir un poco más, ¿vale? Vamos. No te quedes aquí solo. Mañana aún hay clases.

– Está bien.

Volvimos al dormitorio, donde Tom temblaba un poco y mi Noir se abrazaba a sí mismo con el rostro arrugado en una expresión temerosa. Nicolás se acercó a la cama que compartía con Tom, y giró a verme para indicarme que me recostara primero. Con señas me dio a entender que su pareja fingía dormir, y captando el mensaje, me recosté al lado de Noir pasando mis brazos por su cabeza y hombros para acercarlo a mi pecho. Noir se acomodó casi de forma automática, abrazándome por la cintura y evaporando su temerosa expresión en pocos segundos, dejando que una oleada fría de alivio me recorriera la espalda. Verlo así, abrazándome con miedo, pareciéndome un niño pequeño y desvalido, me provocó una pequeña punzada de culpa. ¿Cómo lo había dejado solo?

– ¿Dónde estabas? –Escuché una vez me acomodara en mi cama. Mi Noir soltó un pequeño ronquido, lo que me hizo notar que no había sido él quien había formulado la pregunta.

– En la Sala Común, secando mi pijama en la chimenea. –Respondió la voz de Nicolás a la pregunta que había hecho Tom. –Tenía un poco de baba que se te escurrió.

– Eres un tarado –exclamó su compañero en voz baja. Escuché un poco de movimiento, y después un suspiro largo. – ¿En serio babeé?

– Un poco nada más. Vuelve a dormir, Thomas.

– Si te vuelves a ir, te voy a llenar los zapatos de nieve cuando empiecen las nevadas.

– Vale, vale; me quedaré, pero si faltas a clases, no me eches la culpa.

Una segunda risita se escuchó en el dormitorio, y después se hizo el silencio, roto por el sonido del gran calamar pasando cerca de la ventana. Cerré los ojos, desprovisto ya de mi caos mental, cayendo en un ensueño profundo donde los sueños se evaporaron apenas abriera los ojos al amanecer.

La luz que se filtraba por la ventana iluminaba poco a poco el lugar de tonos naranjas y azules, y al rozar la luz la cama de nuestros compañeros, logró que Nicolás se levantara apenas el luminoso haz se posara sobre sus párpados. Por una vez desde que estaba en Hogwarts, me desperté al escucharlo levantarse, y me tallé los cansados ojos con lentitud mientras observaba el cabello despeinado frente a mí con una mezcla de modorra y cariño. Mi Noir seguía profundamente dormido, y poder observar a detalle cada línea de su mentón, los tranquilos párpados, los labios entreabiertos y su nariz inhalando aire de forma calmada me provocaba una sensación parecida a un vértigo suave en el vientre que me subía los labios en una tonta sonrisa. No podía creer que, hasta hace poco, le hubiera dicho que no sabía si me quería. Yo lo adoraba, y haber dudado de él se me hacía ahora una aberración. ¿Cómo había sido tan estúpido?

– Buenos días, pequeño flojo cara de tintero. –Las palabras que escuché de voz de Nicolás me hicieron soltar una pequeña risilla que disimulé con una tos pequeña. Era la primera vez que le escuchaba una frase similar.

– Cállate, carátula de libro de pociones…

– Es hora de levantarse, Thomas. A menos que quieras quedarte sin aire en los pulmones a esta hora…

Escuché un golpe ahogado y unas risillas, y sin girar a verlos deduje que Tom se había dejado caer de la cama para evitar que Nicolás le cayera encima. Dejé escapar un bostezo mientras estiraba un brazo, y acaricié la mejilla del joven recostado frente a mí de forma tranquila, sin ganas de querer separarme de él.

– Buenos días, Cendrillon –susurré de forma traviesa –; más vale que te levantes, o los pajarillos vendrán a cantarte al oído.

Nuwibigsshi… –Intrigado por aquellos murmullos sin significado, acerqué mis labios a los de mi Noir, apenas dejando una ligera sensación de tacto.

– ¿Qué?

– Que no me digas así, Phillipe.

Solté una carcajada floja ante el apodo que me había puesto.

– Estás mal, Noir. Phillipe es de la Bella Durmiente, y Cendrillon es…

– Shh… No voy a ir a clases, Al… Quiero dormir…

– Debemos ir a clases –reí, besando su frente con cuidado. –Además, si no nos levantamos, Nicolás va a caernos encima.

– No me importa…

 

Pero claro que nos importó. Veinte minutos más tarde, después de huir del aplastón, los cuatro subíamos hacia el Gran Comedor, quejándonos del poco tiempo en las noches y tratando de adivinar qué habría para el desayuno. Tom se quitaba las lagañas de los ojos, y Noir limpiaba una lagrimilla cada que bostezaba. A pesar de que yo me había desvelado un poco no tenía sueño, y eso me preocupaba porque estaba seguro que daría cabezadas en clase. Nicolás caminaba erguido como siempre, sin demostrar cansancio alguno, sujetando la mano de Tom con firmeza y cariño a la vez, y ambos hablaban acerca del desayuno intentando adivinar qué habían servido en el Gran Comedor. Noir me hablaba acerca de la poción que de nuevo había vuelto a salirle mal, quejándose de ‘esos malditos gramos’ de ingredientes que arruinaban todo si fallaba una mínima cosa. Todo parecía tan tranquilo que por unos segundos olvidé mi pasado y mis recuerdos… Al menos hasta que llegamos a las escaleras del vestíbulo.

James estaba de pie con sus útiles escolares y dos rollos de pergamino en los brazos, balanceando un pie con hastío en lo alto de la escalinata. Lo noté apenas levantara la vista, y sin darme cuenta, presioné la mano de mi Noir con un escalofrío helado bajándome por la espalda. Siguiendo la dirección de mi mirada, levantó el rostro, y una sombra de enojo cubrió sus facciones al dar con mi hermano. Yo no sabía absolutamente nada de Oclumancia o Legeremancia, pero estaba seguro que por su mente cruzaban cientos de palabrotas, de golpes que quería estrellar en su rostro, de insultos hirientes que pudieran lastimarlo. Si bien estaba petrificado, salté hacia delante cuando Noir dio un par de pasos llenos de determinación hacia la escalera, y lo sujeté antes de que pudiera tocar el primer peldaño. No quería que hiciera nada que pudiera traerle problemas.

– No le digas nada, Noir

– Voy a decirle muchísimas cosas, Albus, empezando por la basura que…

– ¡No! –Exclamé en voz baja, jalándolo hacia mí. Sin darse cuenta de que nos habíamos quedado atrás, Nicolás y Tom subieron por la escalera, conversando aún sobre la comida sin soltarse las manos. James los miró de forma distraída unos segundos cuando caminaron frente a él, y volvió a observar al piso una vez salieran de su rango de visión.

– Suéltame, Al…

– ¡No te voy a soltar! ¡No si vas a golpearlo!

– ¿Por qué lo defiendes después de todo?

– Porque él no es el único culpable, Noir, y… –La mirada azul grisácea del joven se tornó sorprendida unos segundos. – Y… Porque es mi hermano… Si sucede algo, él le dirá a mis padres, y puede que nos saquen de Hogwarts… ¿Quieres que me vaya?

Había exagerado un poco, pero lo consideraba necesario si con esa mentirilla podía detener al Slytherin que derrochaba molestia. Noir calibró el asunto, pero su mirada tenía un matiz de miedo que no me pasó desapercibido. Si algo pasaba, sólo sucedería una llamada de atención, unos puntos menos, y una nota de regaño de nuestros padres (o un vociferador), pero la expulsión no sucedería a menos que de verdad hubiera alguna vida en peligro. Noir y James no sabían demasiada magia como para llegar a herirse, pero me preocupaba que llegaran a los golpes y entonces se descalabraran el uno al otro… O eso pensaba, ignorante de las habilidades de Noir.

– Voy a respetar su horrible cara sólo por ti, Al. Pero si se pasa, aunque sea un poco, te juro que voy a partirle la nariz. Por Merlín, podría romperle los dientes incluso si se atreve a hablarte.

Noir

– Vayamos a desayunar, mejor. –La actitud furiosa de mi compañero decayó un poco, y un profundo respiro terminó de calmarlo. –Lo siento, Al… Pero para mí, tú no tienes culpa de nada, y él es el que te hizo hacer tonterías. No sé por qué, pero así lo creo. Tú no habrías… sido capaz de hacer nada de no haber sido por él.

Me quedé sin palabras ante las de mi compañero, y sujeté su mano sin poder decirle nada. Él tenía un concepto equivocado de mí, y se aferraba a creerlo como si fuera la verdad absoluta. Me acerqué a su pecho sintiendo el abrazo que me estrujó un poco, pero esa brusquedad en su gesto fue hasta cierto punto reconfortante. Yo no era del todo inocente, pero decidí no insistir en aquel momento. Ya tendría otra oportunidad después.

– Te juro que me dan ganas de convertirte en pajarito y llevarte escondido en mi túnica para que ‘ése’ no te vea.

Solté al instante una carcajada sonora que me arrancó un par de lágrimas de los ojos. Mi Noir sonrió también ya más calmado, y me tomó la mano con fuerza mientras ascendíamos por la escalera. La risa se congeló gradualmente mientras más me acercaba a mi hermano, y una vez que pasamos frente a él, James dio un brinco, acercándose con determinación.

– Al, yo…

– Vamos, que Nicolás y Tom deben estar esperándonos. –Interrumpió Noir la voz de mi hermano, y sin dejarme detenerme caminó veloz hasta dejar a James atrás. Miré a mi hermano casi pidiéndole una disculpa, y su rostro adquirió un aire de tristeza que me provocó una punzada en el pecho. En verdad quería hablar con él y decirle que olvidara lo de aquel día… Pero cuando nuestros ojos se encontraron, me lanzó un mensaje claro que me hizo girar el rostro, esquivándolo a propósito.

No me voy a dar por vencido tan fácil.

 

– ¿Fueron a ver al calamar o se perdieron? Thomas ya casi termina de desayunar.

– Es que me tropecé en las escaleras –improvisé, apretando la mano de Noir –, y me torcí un poco el pie… pero ya estoy bien. –Levanté ligeramente el pie izquierdo, girándolo un par de veces como si aún sintiera molestia, y fruncí un poco el ceño. –Que malos son, no nos esperaron.

– Bueno, Thomas tenía hambre. Yo voy a la mitad de mi cuenco, y él ya va a por el tercero.

– No tenían que saberlo, Nico.

Solté una risilla ante el comentario de Tom, y tomé asiento al lado de Nicolás una vez me sirviera un poco de sopa. Noir se sentó al lado de Tom, y si bien una pequeña punzada me brincó en el pecho, la mirada que me echó al ver a Nicolás a mi lado fue suficiente para que la molestia desapareciera. Comimos sin dejar de hablar sobre si habían adivinado el menú del día, si las tareas habían sido complicadas, si los profesores eran o no estrictos, o si habíamos aprendido bien los hechizos junto con sus movimientos de varita. Éramos de primero, y queríamos ser simples alumnos, amigos, jóvenes normales que se divertían, aprendían, hablaban de cosas en común, intercambiaban gustos y algunos secretos también. Éramos de primero, y queríamos disfrutar cada segundo de nuestra estancia en aquella escuela tan maravillosa y llena de misterios que nos ofrecía conocimientos increíbles…

Éramos de primero, pero dos de nosotros eran ya equivalentes a alumnos de sexto o séptimo grado… por diferentes razones.

 

El día avanzó entre clases, errores, profesores llamándole la atención a Tom y dos cumplidos otorgados a mi Noir. En algunas clases el tiempo voló, y en otras parecía haberse trepado a lomos de uno de los Streelers* más lentos del universo. La clase del profesor Binns avanzaba cual streeler recién despierto, mientras que otra clase, como la del profesor Slughorn, avanzaba tan rápido que sentía que apenas tenía tiempo para hacer medio avance de una sencilla mezcla de ingredientes. Entregaba mis deberes con un suspiro discreto de alivio y realizaba los hechizos que me solicitaban, dejando ir otro día, otro día, otro día más… y dejando que el mes se escurriera poco a poco hasta que diciembre hizo su entrada con una blanca alfombra de nieve adornando la entrada del colegio, con una helada ventisca que nos quemaba los rostros de frío, con los típicos adornos navideños apostados en cada rincón de la escuela que nos hacían anhelar las vacaciones de invierno, cada vez más cercanas. Cada mañana era una tortura despertar, pues nuestro dormitorio amanecía helado, e incluso en dos ocasiones tuve que ser yo quien despertara a Nicolás. El frío se nos hacía tan intenso que estuvimos a punto de renunciar a las primeras horas de clase, pero recordar el carácter de McGonagall nos hizo luchar contra la desidia.

Cuando las vacaciones al fin llegaron, celebramos su arribo levantándonos de la cama hasta pasadas las dos de la tarde de aquel frío lunes. Noir y Tom roncaban tan a gusto que Nicolás y yo soltábamos risitas al escucharlos, y cuando por fin ambos abrieron los ojos, Nicolás se quejó un poco del hambre que sentía, mientras que yo solté un quejido de molestia ante la sensación aguda de mi brazo. Como la cabeza del Slytherin se había apoyado en él desde la noche hasta ese momento, sentía mi extremidad dormida, y los picotazos de agujillas comenzaban a provocarme cosquillas. Tom tenía rastros de saliva en las mejillas y el mentón, y se los quitaba con toda la flojera que un adolescente de once años tenía un lunes después de dormir más de 9 horas. Nicolás se reía de él, y Noir me pedía disculpas por mi brazo entumido sin dejar de bostezar, mirándome con ojos de lástima y diversión que me sonrojaron un poco mientras me arrancaban una risa divertida. Era el primer día de vacaciones, faltaba una semana para navidad y por primera vez en aquella escuela tan especial sentimos la libertad de los estudiantes que ya no deben tarea alguna o no piensan en abrir un libro académico sino hasta mucho tiempo después, hasta cruzar la fecha del último día de diciembre para pasar al año nuevo que se me asemejaba a una muralla de tiempo enorme.

– ¿Qué van a hacer en vacaciones? –Preguntó un entusiasmado Tom, mirando a mi Noir, a mí y al final a Nicolás. Subíamos hacia el Gran Comedor con paso tranquilo, y la plática de navidad se había desviado de pronto a las vacaciones familiares.

– Yo voy a volver a casa unos días –dijo Nicolás, pensando un poco. –Iré a ver a mi padre y a mi hermana.

– Yo me quedo en Hogwarts –Noir presionó un poco mi mano –; mis padres tienen… mucho trabajo.

– Yo no sé… Creo que volveré a casa. Seguro mis padres quieren que volvamos.

– ¿No te quedarás? –Noir parecía de pronto triste al escuchar mis palabras. Tardé un segundo en comprender su tristeza, y al siguiente presioné su mano con un poco de fuerza.

– Mis padres no querrán que me quede. Quieren celebrar Nochebuena y navidad con toda la familia de mi madre.

– Ya veo…

– ¿Quieres venir a casa? –Cuando las palabras que pronuncié alcanzaron al fin mi mente, abrí los ojos llenos de sorpresa, mientras que mi Noir abría los labios con asombro. –E-es decir… Es que… no me gustaría que te quedaras solo en Hogwarts y…

– No deberías preguntarle, Al. ¡Llévatelo! Así no estaría rodeado de los fantasmas o del Barón Sanguinario durante la navidad. – Tom, alegre y despreocupado, saltó a la espalda de Nicolás. – Ya que, si no quieres ir a casa de Al, te invito a la mía. Mi mamá estará feliz cuando vea que ya tengo amigos.

– ¿Sólo amigos? –Preguntó un curioso Nicolás, inclinándose hacia adelante y provocando que los brazos de Tom lo rodearan con sobresalto.

– ¡Levántate, enorme troll! ¡Vas a tirarme!

Noir y yo reímos ante la escena de nuestros amigos, simples y jóvenes. Los vimos jugar un poco más, y cuando giré a observarlo, sus ojos parecían esconder una súplica interna. ¿Quería ir a mi hogar? ¿Quería que me quedara en Hogwarts? Me recriminé mentalmente por no poder entender su mensaje tan sólo con mirarlo a los ojos.

– Vamos a desayunar, que ya tengo hambre –se quejó Tom, acomodándose por fin en la espalda de su compañero.

– No soy un caballo –replicó Nicolás, sin dejar de sonreír ni de saltar a cada paso.

– ¡Ea, ea! –Los dos caminaron por delante de nosotros sin dejar de lado su juego, mientras que Noir y yo seguíamos detrás de ellos sin saltar, mirando el piso sin encontrar las palabras que necesitábamos, pero caminando casi de forma automática.

– ¿No podrías quedarte en Hogwarts? –susurró de pronto mi compañero.

– Yo quisiera, pero… No sé si mis padres me den permiso. Siempre pasamos la navidad con mis abuelos y todos mis tíos…

– Es cierto…

Noir… –dije intentando sonar convencido. – Quizás no te agrade la idea, pero… ¿quieres ir conmigo en Navidad? Lo decía en serio.

Y de nuevo la mirada sorprendida de Noir me hizo brincar el pecho.

– ¿Era en serio? ¿Lo de ir a tu casa?

Asentí, un poco nervioso pero decidido. Si bien era seguro que habría roces porque James estaría cerca, prefería eso a pensar que mi Noir podría quedarse solo en navidad, en una Hogwarts semivacía y decorada… pero sin poder celebrar una fecha tan importante con la persona que más quería. Además no quería tampoco que volviera a una casa donde su padre lo maltrataba y le dirigía frías palabras en una época donde lo único frío debería ser el clima y los vientos nocturnos. Pensar en él, encerrado en una habitación sin poder tomar siquiera ponche caliente, me hizo sentir momentáneamente triste, pero cuando él me sonrió de forma tan alegre y sincera, aquella imagen mental se evaporó en menos de un instante.

– ¡Claro que acepto tu invitación!

– ¿Aunque puedas encontrarte a James…?

– Al –Mi Noir sujetó mi rostro, dándome un sorpresivo beso en los labios –, no me interesa encontrarme a tu hermano o a mil bowtruckles esperando en la puerta. ¡Estaré contigo en navidad! Ni siquiera ha llegado la fecha y siento que ya adelantaste mi regalo.

Anonadado, asentí ante sus palabras y su sonrisa, dejando que el rostro me hirviera cual caldero en su punto. Es cierto, podría haber problemas con James. Podría querer pelearse o insultarlo, o incluso hacerle alguna travesura… Pero qué importaba.

Mi Noir sonreía para mí.

Si ese era mi regalo de Navidad, era el mejor regalo adelantado que podría haber deseado.

 

 

Notas finales:

Antes que otra cosa suceda, he de excusarme simplemente diciendo que la carrera es preciosa, pero extenuante, en donde me he tardado milenios en volver a actualizar. He escrito en mis ratos libres, pero demasiado lento, además de que escribo también en algunas ocasiones en donde las tareas ya me tienen harta y relajo mi mente... aunque con Albus, a veces salga al revés.

La verdad es que terminé el capítulo justo cuando entregué uno de mis trabajos finales.  Estaba taaaaaaaan estresada y a nada de un colapso nervioso, que cuando menos me di cuenta, los personajes se me escaparon del cerebro y ellos solitos (técnicamente) escribieron el final del capítulo. Ya sé que muchos pensarán que meh, que eso no es posible... Y otros que saben a lo que me refiero. 

En fin, ¡basta de charlas! Espero que hayan disfrutado este pequeño capítulo que, para ser sincera, me costó bastante trabajo (en donde me tardé muchísimo). Ya ni quiero prometer que voy a intentar escribir más seguido, porque la carrera me lo impide, pero al menos no dejaré abandonada esta historia que me gusta demasiado. No pondré más explicaciones, que si no, nunca termino. Espero que hayan disfrutado el capítulo, porque a mí me encantó. ¡Gracias por seguir leyendo! Espero comentarios (de verdad QAQ), porque de verdad que me animan a continuar mis locuras y a seguir escribiendo. ¡Gracias!

Ah, y por cierto, un Streeler es un caracol enorme. Está en el libro de Animales fantásticos y Dónde Encontrarlos, del buen autor Newt Scamander (J. K. Rowling) 

Chii.


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