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El regreso del Club de los Inadaptados por DagaSaar

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Notas del capitulo:

Los amigos de Afrodita se enteran sobre los efectos secundarios del alicorno. Seiya y Saori comentan algunos secretos de familia. La diosa Eris llega a hacer una visita sorpresa. Y Kanon tiene un (muy) mal encuentro con Aioria en las escaleras.

Capítulo dos

Con amigos así, ¿quién necesita enemigos?

 

O, lo que es lo mismo,

La llegada de Eris

 

 

Santuario de Atenea (a unos metros de la entrada)

Eris, hija de Ares y Afrodita (la diosa, no el caballero) no era la más querida entre los dioses Olímpicos. A decir verdad, ni siquiera se contaba entre los menos queridos.

Para ser completamente sinceros, era odiada con pasión por la gran mayoría de los dioses.

Eso le había dolido bastante cuando era más joven, pero en algún momento de los últimos milenios acabó por acostumbrarse.

O quizá simplemente se volvió lo bastante cínica como para no darle importancia.

A pesar de las apariencias, no carecía del todo de amigos. Era solo que sus (pocos) amigos rehuían la luz, por lo que era muy raro que hicieran amistad con los Olímpicos, siempre tan dispuestos a alabar hipócritamente la luz del día.

A esas alturas de la existencia, lo único que le importaba a Eris era su familia: sus padres, sus hermanos y sus medio hermanos. Solamente ellos, aparte de sus pocos amigos provenientes de las zonas más oscuras del universo, se tomaban la molestia de no despreciarla abiertamente.

Y era por eso que ese día en particular de ese verano abrasador la diosa de la Discordia avanzaba con paso majestuoso (o al menos eso esperaba) hacia la entrada principal del Santuario de Atenea.

Era hora de poner las cosas en movimiento para, como diría Anteros con su tono más burlón, “desfacer unos entuertos”.

 

Casa de Piscis

Asclepio sonrió satisfecho. Les había costado una noche en vela y muchas preocupaciones, pero Afrodita (el caballero, no la diosa) finalmente estaba mejor.

Veía con claridad la inquietud de los Caballeros de Atenea, eso era uno de sus dones, ser capaz “leer” a sus pacientes era importante para hacer un diagnóstico y, por lo que podía percibir en ese momento, cual más, cual menos, todos los presentes habían sentido algo de angustia por el Caballero de Piscis, lo cual alegraba al dios menor más de lo que pensaba admitir en público.

Después de todo, Afrodita originalmente había pertenecido a la Orden de Apolo, y los miembros de dicha Orden no se resignaban del todo a haber tenido que renunciar a sus lazos con él cuando el propio Apolo, en una decisión que había confundido a todos los mortales que lo servían (y a no pocos inmortales) lo cedió a la diosa Afrodita quien, a su vez, lo cedió a Atenea. Desde el punto de vista del dios de la Medicina, uno de los pocos que le seguía el rastro a las reencarnaciones de sus parientes, no importaba qué apariencia o qué nombre adoptara en cada vida, ese muchacho seguía siendo el niño que había conocido en su primera vida y le había dolido mucho tener que dejarlo ir.

Por eso era fácil olvidar que su destino como adulto estaba ligado al de la Orden de la diosa de la Sabiduría desde su primera existencia, y que aquella alma se limitaba a volver con Atenea en cada reencarnación, sin importar dónde naciera.

-Bien, esta vez ha tenido una suerte loca, como todas las anteriores –declaró, ya era hora de tranquilizar a sus amigos.

-¿Se pondrá bien? –preguntó uno de los gemelos… Aunque la memoria de Asclepio quería jugarle la vieja jugarreta de reconocer no a la persona que era ahora sino al alma que llevaba dentro de sí, se obligó a sí mismo a recordar que en esa vida ese sujeto era Kanon, no Cástor, por sencillo y cómodo que pudiera ser llamarlo por el que había sido su primer nombre.

-Sí, la intoxicación pudo haber sido realmente grave, pero fue atendida a tiempo y de la mejor manera posible.

-¿Realmente fue envenenado? –preguntó Shion.

La reencarnación de Tíndaro de Esparta. Todavía hablaba como el rey guerrero que había sido en su primera vida, al punto de hacerle una pregunta a un dios como si en realidad estuviera dándole una orden. Eso divirtió un poco a Asclepio. Sin duda el Patriarca no se daba cuenta que un dios más quisquilloso que él se habría sentido insultado.

-Si no fuera porque la evidencia indica lo contrario, te diría que es inmune a todos los venenos que existen –Asclepio apartó el cabello de la frente de Afrodita con un gesto cariñoso-. Salgamos de este armario de escobas y dejémoslo dormir.

Saga tuvo la extraña impresión de que Asclepio no era el primero en comparar esa habitación con un armario. Esos déjà vu repentinos estaban empezando a volverse molestos.

-¿Entonces, no fue una recaída? –preguntó Kanon.

-Solo un conflicto con algo que forma parte del entrenamiento del Caballero de Piscis desde tiempos mitológicos –explicó Asclepio-. Por la coloración de sus labios, diría que ha cumplido fielmente con la tradición hasta ahora…

-¿Qué tiene que ver…? –empezó a preguntar Kanon.

-Casi nunca usa lápiz labial –lo interrumpió MM-. Cultiva plantas venenosas y debe comer de ellas regularmente, la savia de una de ellas es lo que le tiñe la boca. El único maquillaje que usa a diario es el que cubre la cicatriz… y cuando usa lápiz labial, es para disimular las manchas que deja el veneno, porque a veces quedan irregulares.

-Nunca lo hubiera adivinado.

-No eres el único; cuando éramos niños, uno de los otros aprendices intentó besarlo una vez, justo cuando acababa de tomar su dosis de veneno, el pobre diablo estuvo a punto de morir… -MM sonrió para sí-. No se me quita la idea de que a Milo todavía le queda algo de veneno de ese entonces.

Kanon empezó a reír a carcajadas, pero no por lo que había dicho MM, sino por la cara que acababa de poner Saga. Era tan fácil escandalizarlo…

-Podría haber pasado el resto de mi vida sin esa imagen mental, Cáncer –murmuró Saga.

MM lo miró con extrañeza.

-¿Imagen mental, dices? Fue en la época en la que Milo estaba convencido de que Afrodita era una niña. ¿Es que no lo recuerdas? Tú estabas ahí, fuiste el único que mantuvo la calma. Si no hubiera sido por ti, a nadie se le hubiera ocurrido pedir auxilio, y Milo no habría vivido para reclamar su armadura…

-Pasaban muchas cosas entonces –murmuró Saga, sin comprometerse.

-Bueno –continuó Asclepio, interrumpiendo el silencio incómodo que siguió a eso-, me atrevería a asegurar que fue esta costumbre de los Caballeros de Piscis lo que le permitió resistir el tiempo suficiente como para que le administraran el alicorno.

-Pero luego se puso peor –dijo Jabu.

-Fue un efecto secundario del antídoto.

-Mi Maestro me aseguró que el alicorno no tiene efectos secundarios –insistió Jabu.

-En una persona normal, no; pero, dado que su sangre prácticamente es veneno puro… bueno, el alicorno está purificándola.

-¿Toda su sangre? –exclamó Shun, alarmado.

-Piensa en ello como en una hemodiálisis llevada al extremo.

-¿Qué podemos hacer por él? –preguntó Kanon.

-De momento, esperar que el alicorno termine su trabajo. Una vez que su sangre esté limpia, tendrá que empezar su entrenamiento con venenos desde el principio. Es una lástima, pasarán por lo menos diez años antes de que pueda volver al nivel que tenía.

-No entiendo, ¿por qué consumir veneno, a fin de cuentas? –dijo Shun.

-Es tradición que el Caballero de Piscis sirva como guardaespaldas del Patriarca y colabore con él para asegurar del bienestar del resto de la Orden –dijo Saga-. La idea no es volverlo venenoso, sino que su sangre pueda ser empleada como una medicina.

-Es cierto. Verás, muchacho, esto se remonta a los Tiempos Heroicos. Cuando Perseo mató a Medusa, recogió su sangre y se la dio a Atenea, ella me la entregó a mí… -Asclepio le mostró a Shun un frasco de vidrio cuya tapa tenía la forma de una serpiente enroscada-. Parte de la sangre cayó en el suelo y, al mezclarse con la tierra, produjo plantas venenosas (precisamente las que se cultivan en la Casa de Piscis) y todas las serpientes de Etiopía… Pero, bien empleada, la sangre de Medusa es un tesoro para un médico. Claro, la muestra que recogió Perseo hace siglos que se agotó, pero desde la Era del Mito los Caballeros de Piscis han sido capaces de duplicar sus propiedades al alimentarse de las plantas que brotaron de ella. De esa manera, su sangre puede salvar vidas, con la misma facilidad con la que puede matar en cuestión de minutos. Todo depende de la dosis y de cómo sea administrada, como ocurre con muchas medicinas.

-Ya veo.

El dios de la Medicina suspiró tristemente mientras guardaba el frasco.

-Me queda muy poco Elíxir de Medusa. Tenía intención de venir un día de estos y pedirle a Afrodita algo de su sangre para preparar más…

-Lo lamento –dijo Jabu, cabizbajo-. Todo esto ha sido mi culpa.

-Tranquilo, pequeño. Es mejor tener al Caballero de Piscis vivo y esperar diez años por la sangre de Medusa, que perderlo y tener que esperar quince años a que su sucesor esté listo. Alegrémonos de que siga con vida y esperemos que no queden secuelas.

-¿Qué más podría sucederle? –preguntó Shion.

-Hum… El alicorno ha ido a buscar la mayor concentración de veneno directamente a su médula ósea, así pues… algo de anemia, para empezar, pero lo mantendremos vigilado para que no pase a mayores. Sus huesos y músculos podrían resultar algo frágiles durante unos cuantos meses, su sistema inmunológico definitivamente va a resentirse… Pero todo eso será temporal. Lo que me preocupa es que pueda haber algún efecto a largo plazo, como que el alicorno no abandone su organismo por completo.

-¿Eso es posible?

-El alicorno es un elemento mágico y la magia es impredecible. En este momento está haciendo todo lo que puede por saturar su sangre y superar así las toxinas que ha estado acumulando desde que era niño. Temo que termine por hacer que su cuerpo pierda la capacidad de absorber veneno. Si eso llega a suceder, no podrá volver a duplicar la sangre de Medusa.

-Y será un obstáculo para cuando tenga que entrenar al siguiente Caballero de Piscis –dijo Shion-. No podría realizar la ceremonia final. El alicorno en su sangre purificaría la del sucesor.

-Justamente.

 

El Palacio del Patriarca

Seiya esquivó la mirada de desaprobación de Tatsumi y entró a lo que ahora era oficialmente la oficina de Saori. Al secretario le hubiera encantado echarlo de ahí (seguían llevándose igual de mal que cuando el Caballero de Pegaso era niño), pero no podía, ya que estaba ahí por invitación de Saori.

Resultaba un tanto incongruente encontrar una habitación decorada al estilo más moderno y equipada con las últimas tecnologías en el corazón mismo del Santuario, pero Seiya concordaba con Saori en que si iba a ocuparse al mismo tiempo de la Orden y de las Empresas Kido, tenía por fuerza que contar aunque fuera con un teléfono y una laptop. Por supuesto, la chica no iba a conformarse con lo mínimo.

No pudo evitar sonreír al recordar la cara del Maestro Shion cuando los trabajos en la oficina quedaron terminados y Saori intentó reformar la oficina de él. Shion era de los que todavía usaban plumas de ganso para escribir (las cortaba él mismo para darles la forma adecuada) y costó mucho convencer a Saori esa vez de que lo dejara por la paz antes de que les fuera imposible entenderse mutuamente.

“Todo cambio genera resistencia” había dicho Marin, y Shion era capaz de oponer mucha resistencia a la tecnología.

Saori no estaba en el despacho, por lo que Seiya se entretuvo curioseando mientras llegaba. Fue así como terminó contemplando la colección de fotografías en el escritorio. Había algo nuevo: junto al retrato del señor Kido y a la izquierda del de los Cinco, estaba ahora un pequeño marco dorado con una fotografía de ella, Saga y Kanon.

Era una escena simpática en la que ninguno de ellos miraba a la cámara, tal vez porque el fotógrafo (¿Tatsumi o un paparazzo?) logró tomarla sin que se dieran cuenta. Saori estaba en medio de los dos, riendo junto con el gemelo a su izquierda, mientras que el de la derecha los miraba enarcando una ceja, como si no acabara de entender qué era tan gracioso… o como si las risas fueran a costa de él.

Nada de eso fue lo que incomodó a Seiya, sino el detalle de que los tres estaban tomados de las manos.

Las otras fotografías en el escritorio (Mitsumasa Kido solo y serio; Mitsumasa Kido con una Saori de seis años; los doce Caballeros de Oro y el Maestro Shion; las Amazonas de Plata, los Cinco, los otros cinco…) no mostraban ni una sola vez a Saori tomada de la mano con alguien más.

-¡Seiya! ¿Te hice esperar mucho?

-No, para nada –respondió él, y Saori se sorprendió de inmediato. ¿Por qué estaba tan serio?

-¿Está todo bien? –preguntó, preocupada.

Seiya tomó la foto nueva y se la mostró.

-¿Cuál es cuál?

-Saga está a mi derecha y Kanon está a mi izquierda.

-¿Y de qué se estaban riendo?

-De eso, precisamente. Cuando íbamos caminando, al principio estaban al revés (Saga a la izquierda, Kanon a la derecha), pero en el momento en que tomé la mano derecha de Saga y la izquierda de Kanon, los dos se detuvieron como si los hubieran clavado al suelo, se soltaron de mis manos (realmente creí que los había ofendido)… y cambiaron de lugar.

-¿Cuál es el chiste de eso?

-Que lo hicieron sin pensarlo siquiera y no se dieron cuenta de lo que estaban haciendo hasta que ya habían cambiado de sitio.

-Saori…

-Ya te explico. Saga es diestro y Kanon es zurdo. Cuando caminan juntos, siempre lo hacen de manera que ninguno estorbe la mano dominante del otro, en caso de emergencia. Pero cuando llegamos a Atenas estaban discutiendo; cuando discuten, procuran quedar al revés, para estorbarse mutuamente y que ninguno pueda empeorar las cosas… Y yo me metí entre ellos cuando estaban así para que dejaran de pelear, pero ellos siguieron discutiendo sin notarlo siquiera –Saori levantó una mano por encima de su cabeza-. Treinta y tres centímetros de diferencia, simplemente no me vieron hasta que tomé sus manos. Y, como eso detuvo la discusión, no pudieron seguir caminando sin primero cambiar de sitio. Fue tan instantáneo que yo no podía dejar de reírme.

-Parece que te llevas muy bien con ellos –dijo Seiya con suavidad, al tiempo que colocaba de nuevo la foto en donde correspondía.

-Eso me gusta creer. Después de todo, son mis hermanos.

El Caballero de Pegaso estuvo a punto de caerse de la esquina del escritorio donde estaba sentado.

-¡¿Tus qué?!

-Quisiera poder decírselo a todos –Saori tomó la foto y se sentó junto a Seiya, sobre el escritorio-, pero Saga no lo sabe y…

-¿Él no lo sabe? ¿No lo habrá inventado Kanon para manipularte?

-Kanon no se molesta en inventar tramas tan complicadas cuando pretende manipularme, sabe que tiene más oportunidad torciendo un poco la verdad que con una mentira completa. Esto es algo que Atenea sabe, no algo que le contaron a Saori.

-Y… ¿por qué me lo cuentas a mí?

-Necesito hablar de esto con alguien y sé que puedo confiar en ti.

-Hum.

-Además, no quiero arriesgarme a que te sientas celoso de ellos.

-¡Eh! ¡Yo no soy celoso!

-No, claro que no –rió ella-. Solo cambias hasta la forma de hablar cuando me encuentras tomada de la mano con alguien más en una fotografía.

-Oh, vamos.

-Creí que te agradaba Kanon –Saori se puso seria.

-No tengo mucho en contra de él, pero creo que me simpatiza más Saga. Él, por lo menos, no parece estar riéndose de mí la mitad del tiempo.

-Eso es porque solo lo ves la mitad del tiempo en que no se ríe de ti.

-…¿En serio?

-Solo bromeaba. Saga no se ríe de nadie ni tolera que se rían de él. Y Kanon solo se ríe de los demás cuando le conviene. Pero dejemos el tema de los gemelos, en realidad quería hablarte de otra cosa.

-Una pregunta más.

-¿Sí?

-¿Por qué no se lo dices también a Saga?

-Ah, eso… es complicado.

-Tengo tiempo, cuéntame.

-Bien…

Durante un largo rato, Saori habló acerca de su familia, mientras Seiya escuchaba atentamente.

Estaba a punto de insistir en que Saga debería saber el “secreto” y añadir, de paso, que sería bueno interrogar a Shion (si era el padre de los gemelos… lo lógico sería suponer que era también el padre de Saori, ¿no? ¿Por qué no había dicho nada al respecto hasta el momento?), cuando Tatsumi entró.

-¡Señorita! Ese niño… Kiki, acaba de llegar, dice que la diosa Eris se encuentra en la Casa de Aries y pide una audiencia… ¿Por qué está sentada sobre el escritorio?

-Eh… Hum. Seiya, ¿serías tan amable de recibirla y escoltarla hasta aquí?

 

Casa de Aries

La diosa de la Discordia y el Caballero de Aries aguardaban en silencio la respuesta del palacio.

El protocolo era diferente para las divinidades que para los humanos, y Mu se encontró a sí mismo repasando mentalmente lo que se suponía debía hacer. La noche anterior, Asclepio simplemente se había saltado el protocolo amparado en la emergencia médica, y, ahora que lo pensaba, era muy probable que Atenea todavía ignorara que el dios de la Medicina estaba en la Casa de Piscis, a menos que Shion hubiera encontrado algún momento libre para decírselo.

Le había ofrecido asiento a la diosa, pero ella lo había rechazado con un movimiento de cabeza y permanecía en pie, con la mirada perdida en el paisaje.

-El niño que enviaste al palacio, ¿es tu aprendiz? –preguntó ella de repente.

-Sí, Señora.

-¿Cuál es su nombre?

-Kiki, aspirante a la armadura de Appendix.

-No conozco esa constelación.

-Es otro nombre de Serpens Cauda, una de las tres partes de Serpentario, el Domador de Serpientes.

-Es curioso, siempre me he preguntado por qué Atenea necesita tres caballeros para Serpentario, mientras que solo tiene uno para Géminis y otro para Piscis, que deberían ser signos dobles. Las otras dos partes de Serpentario son Ofiuco y Serpens Caput, ¿verdad?

-Es correcto, Señora.

La diosa volvió a quedarse callada y Mu miró de reojo hacia su taller. En efecto, ¿por qué el “treceavo signo del zodiaco” tenía tres armaduras (una de plata y dos de bronce) mientras que Géminis y Piscis solo tenían una cada uno?

Una semilla de cizaña plantada en tierra fértil. Nada como un poco de inquietud meramente intelectual para producir algo que escalaría inocentemente hasta convertirse en un desastre de proporciones épicas. Sin embargo, Eris no se sentía contenta. Los conflictos de ese tipo solían tardar mucho tiempo en desarrollarse y si Aries tenía la ocurrencia de consultar el tema con otro estudioso, la cuestión de las armaduras acabaría convirtiéndose en un tema de conversación para mientras jugaban al ajedrez o algo así.

Quizá debería escarbar un poco más por otro lado…

-¿Hay más aprendices en el Santuario de Atenea? –preguntó, con tono aburrido, dando la impresión de que solamente preguntaba para pasar el tiempo, no porque le importara realmente.

-Solo uno más, Polemos, aspirante a la armadura de Serpens Caput, su Maestro es Shura de Capricornio.

-¿Tu aprendiz y el suyo se preparan para usar las dos armaduras de bronce de Serpens? Deben ser buenos amigos, entonces.

Esa declaración sorprendió a Mu. ¿Amigos? Para nada. Kiki, tan abierto y amigable por lo general, era bastante receloso con Polemos, quien siempre estaba metido en problemas. Y no era que Kiki no se metiera en problemas, pero los que se buscaba Polemos eran realmente serios por lo general, de modo que Mu más bien estaba agradecido de que no hubiera cercanía entre ellos.

-Aries y Capricornio están bastante lejos, Señora, no se ven con mucha frecuencia.

-Supongo que tienes razón. En fin, ya tendrán tiempo de hacer amistad cuando ambos sirvan a Atenea bajo las órdenes de la Amazona de Ofiuco, ¿verdad?

-Perdón, ¿cómo dice?

-Ofiuco, Serpens Caput y Serpens Cauda tradicionalmente son un equipo, ¿no?

Era cierto…

Eris sonrió para sus adentros cuando la siguiente pregunta se abrió paso en la mente del Caballero sin que ella tuviera que molestarse en formularla. ¿Por qué él y Shura estaban entrenando a Kiki y Polemos? Lo lógico habría sido que ambos fueran discípulos de Shaina de Ofiuco, ya que las técnicas ancestrales de las tres partes de Serpentario eran complementarias.

 

A medio camino entre Leo y Cáncer

-¿Tiene hermanos, señor Aioria?

La pregunta del aprendiz de Shura tomó totalmente desprevenido al Caballero de Leo.

-Solo uno, el Caballero de Sagitario –respondió de inmediato.

-¿En serio? –Polemos lo contempló ladeando un poco la cabeza, como si estuviera buscando el parecido familiar sin mucho éxito, cosa que extrañó a Aioria. Todos en el Santuario sabían que eran hermanos, y además, se parecían bastante-. Él es menor que usted, ¿verdad?

Eso logró que Aioria se detuviera en su camino hacia la entrada de las Doce Casas y apretara los puños. Al regresar del Hades, se habían encontrado con la sorpresa de que Aioros había vuelto a la vida con la misma edad que tenía al momento de morir: catorce años.

Y Aioria tenía veinte, casi entrando a veintiuno.

La inversión en sus edades había sido causa de dificultades entre ellos que nadie se habría imaginado jamás. Para sorpresa de Aioria, en algún momento de los trece años transcurridos desde la muerte de Aioros, había perdido la costumbre de obedecer sin rechistar, y además le costaba demasiado aceptar sumisamente la autoridad de alguien que aparentaba ser seis años menor que él.

No, no alguien que aparentaba: alguien que era seis años menor que él y que además tenía justamente la madurez correspondiente a la edad que aparentaba. ¿Qué hacía un mocoso de catorce años diciéndole qué hacer a un hombre de casi veintiuno?

-¿No tienes que entrenar o algo así, Polemos?

-Sí, supongo que sí.

Dos tramos de escalera más abajo, la irritación que sentía Aioria, cortesía de Polemos, no había disminuido para nada.

Todo el desastre que era la relación con su hermano era culpa de Saga de Géminis…

Fue entonces cuando la mala suerte (¿o el Hado Misterioso, o un plan cuidadosamente trazado por algún dios particularmente malévolo?) hizo que se encontrara con uno de los gemelos.

~***~

Seiya bajaba a buen paso camino de Aries. Hacía uso de los túneles secretos para no desperdiciar tiempo pidiendo permiso para pasar por cada Casa, pero algunos tramos de escalinata eran inevitables, como la porción que había entre Leo y Cáncer.

Precisamente en esa zona del Santuario alcanzó a ver a lo lejos a Aioria y… ¿Saga o Kanon? En cualquiera de los dos casos, era raro verlos juntos. Seiya frunció el ceño y se apresuró un poco más, sin empezar todavía a correr.

Sabía (porque resultaba evidente para todos) que Saga evitaba encontrarse con los demás Caballeros de Oro, pero muy especialmente con Shura, Aioria y Aioros. Así habían sido las cosas desde el regreso y no había señales de que fueran a cambiar. Por eso comprendió que había problemas con solo verlos.

Al principio, Seiya se había reído a más y mejor de aquella absurda imposición del Patriarca por la cual los gemelos debían usar colores que ayudaran a diferenciarlos. El escándalo armado por Saga cuando Shion reclamó aquello en público, y la forma en que lo había resuelto Saori (obligando a los gemelos a acompañarla a Atenas en un viaje de compras) había hecho reír a toda la Orden durante muchos días, era lo más vergonzoso que habían presenciado jamás. Ahora, viendo la forma en que Aioria avanzaba y el gemelo retrocedía, comprendió que la cuestión de los colores, además de ridícula, podía resultar peligrosa… porque Aioria parecía estar dispuesto a atacar a Saga… pero algo estaba mal en medio de esa situación (además de lo obvio).

Al momento en que Aioria lanzó el primer golpe y el otro levantó los brazos para bloquearlo, Seiya comprendió lo que estaba mal y empezó a correr hacia ellos. Todos sabían que Aioria tenía una cuenta pendiente con Saga, y Seiya estaba convencido de que en algún momento tendrían que llegar a los golpes o no lo resolverían jamás, pero la persona a la que estaba atacando el Caballero de Leo, si bien tenía una camisa roja (el color de Saga), llevaba el reloj en la muñeca derecha…

Y, de acuerdo con Saori, Saga era diestro y Kanon era zurdo.

Kanon desvió el primer golpe y se las arregló para mantenerse firme. No había dicho una sola palabra desde que Aioria empezó a insultarlo, y en ese momento nada del mundo lo haría abrir la boca y dejar que el otro se diera cuenta de que estaba atacando al gemelo equivocado. Le impresionaba la amargura y el dolor en todo lo que había dicho Aioria, al tiempo que le asombraba la fuerza del Caballero de Leo, pero no había mucho que pudiera hacer al respecto, excepto proteger a Saga.

No era la primera vez que recibía una paliza en lugar de su hermano (y viceversa), ya que las primeras (y, afortunadamente, fugaces) manifestaciones de Arles habían conducido a Saga a cometer verdaderas diabluras que (lógicamente) siempre eran atribuidas a Kanon, junto con las que cometía por cuenta propia.

Tampoco era la primera vez que recibía una paliza por parte de un Caballero Dorado (solo le quedaba rezar para que a los nueve restantes no se les antojara atacarlo también). Incluso tuvo tiempo para reflexionar, un tanto sarcásticamente, que Shun debía estar contagiándole su pacifismo, todo eso mientras realizaba unos cuantos bloqueos más, apenas lo indispensable como para que Aioria no se diera cuenta demasiado pronto de que no tenía intenciones de contraatacar (por lo menos hasta que el Caballero de Leo estuviera cansado).

Si el muchacho lo mataba a golpes, tendría que convencer a Hades de que le permitiera visitar al alma de Mahatma Gandhi para expresarle su opinión personal sobre la resistencia pasiva. Al menos estaba seguro de que no le correspondería ser enviado al séptimo círculo infernal, ya que moriría precisamente por no ejercer la violencia…

-¡Aioria! ¡No lo hagas! ¡Él no es Saga!

Seiya se dio cuenta de su error casi de inmediato: Aioria estaba demasiado ocupado como para ponerle atención, pero Kanon sí lo oyó y eso lo distrajo… de modo que no pudo evitar el relámpago de voltaje que lo alcanzó un instante después.

Aioria lo contempló caer con amarga satisfacción. El golpe, recibido de lleno en el rostro y el pecho, no solo hizo caer a su oponente: lo lanzó por las escaleras. Kanon rodó por un tramo y se detuvo por fin gracias a unos pedruscos a un lado de la escalinata, que impidieron que fuera a dar al barranco más cercano.

Desde esa distancia, parecía una muñeca rota.

Sin embargo, no era suficiente, así que Aoria empezó a bajar las gradas para continuar.

-¡Espera!

Seiya lo adelantó y se detuvo unas gradas más abajo, con los brazos extendidos y la clara intención de bloquearle el camino.

-Hazte a un lado, Seiya, esto no es asunto tuyo.

-¿No me escuchaste? ¡Ese no es Saga!

-¡Claro que sí lo es!

-¡Kanon!

Aioria miró sorprendido hacia atrás. Aquel grito llamando a Kanon… había sido la (inconfundible) voz de de Saga. En efecto, un poco más arriba en la escalinata estaban Saga y Aioros.

Lo que siguió fue completamente inesperado tanto para Seiya como para Aioria: Saga (que se había puesto pálido y ahora estaba adquiriendo un tono ligeramente verdoso) se sentó lentamente en una de las gradas, mientras que Aioros bajó la escalinata corriendo, pasó junto a Aioria y Seiya sin mirarlos y se arrodilló al lado de Kanon.

-¡Pegaso! ¡Ve a buscar al Maestro Shion! –gritó el Caballero de Sagitario.

-¡Sí!

Seiya echó a correr y pronto se perdió de vista escaleras arriba.

Aioria, ahora solo y a medio camino entre los dos gemelos, no sabía en qué dirección mirar, hasta que se dio cuenta de que Saga estaba llorando… sin sollozos, sin moverse, como si estuviera paralizado… el Caballero de Leo miró hacia abajo y su mirada se cruzó con la de Aioros, pero no logró leer nada en su expresión.

-Atiende a Saga –ordenó Aioros, en un tono que no admitía réplica.

Aioria subió las gradas hasta llegar cerca de Saga.

-Escucha… yo… -¿qué podía decirle? ¿“Lo siento”?

Saga cerró los ojos unos instantes, como si hacerlo le costara mucho esfuerzo. Luego los abrió de nuevo y lo miró directamente.

-Realmente me odias –declaró, como si no hubiera llegado a convencerse de eso hasta ese momento.

Aioria apretó los puños, Saga volvió a clavar la vista en Aioros y Kanon.

-Esperaba algo mejor de ti –continuó, con un tono extrañamente sereno, distante-. Pensé que me atacarías de frente, con honor…

-Saga…

-Nunca imaginé…

-¡Lo confundí contigo!

Saga lo miró de nuevo, interrogante.

-Lleva una camisa roja –añadió Aioria.

Luego de parpadear unas cuantas veces, con aire de profundo desconcierto, Saga empezó a reír sin previo aviso. Era una risa histérica, incontrolable.

-¡Entiende! ¡Pensé que estaba luchando contigo! ¡Nunca tuve intención de lastimar a tu hermano! –gritó Aioria, al borde de la desesperación.

Saga se cubrió la cara con las manos y continuó con aquella extraña mezcla de risa y llanto. Aioria se quedó inmóvil junto a él, sin saber qué hacer.

Así estaban cuando Seiya llegó con Dohko y Shion.

-¿Qué pasó aquí? –le preguntó Shion a Aioria mientras Dohko se encargaba de atender a Kanon.

-Fue mi culpa –dijo Saga.

Seiya frunció el ceño. ¿Para qué mentir al respecto? Aioria miraba a Saga boquiabierto, sin comprender.

-Estoy seguro de que fue un accidente –dijo Shion con firmeza.

Saga no respondió. Shion sacudió la cabeza con resignación.

-Cuídenlo un momento, por favor –dijo a Aioria y Seiya antes de ira reunirse con Dohko y Airos.

-Saga… -empezó a decir Seiya, pero se interrumpió al darse cuenta de que no sabía cómo continuar.

-Fue mi culpa –repitió Saga, en un murmullo apenas audible para Aioria y Seiya-. Yo le pedí que intercambiáramos colores hoy… Fue mi culpa que lo confundieras conmigo…

-Oh, rayos –replicó Aioria-. ¿Y por qué él no dijo nada? ¡Con solo que hubiera dicho “no soy Saga”, habría sido suficiente!

Saga sacó un pañuelo de uno de sus bolsillos y se limpió la cara. Parecía (por fin) completamente calmado. Se puso de pie y miró a Aioria a los ojos.

-Mañana, en el anfiteatro, a las 2:00pm. Un combate de acuerdo con las reglas antiguas para las deudas de sangre. Si no sabes qué es eso, pregúntale a alguien antes de acudir.

Aioria asintió, sombrío.

-Seiya, gracias por buscar al Maestro –dijo Saga con suavidad-, yo no podía moverme.

-No hay nada que agradecer.

~****~

Kanon volvió en sí para arrepentirse inmediatamente de haber recobrado la conciencia. Todo, absolutamente todo, dolía.

-¿Qu… qué pasó? –logró decir, al darse cuenta de que estaba con Dohko y Shion.

-Al parecer, tu hermano te tiró por las escaleras.

Eso no tenía sentido.

-Saga no haría algo así.

-¿No? –dijo Shion, sorprendido de que lo defendiera.

-Claro que no: él es más original –Kanon trató de reír, lo cual fue una mala idea, porque sus costillas protestaron rabiosamente contra ese abuso.

-Si estás de humor como para decir estupideces, debe ser que no he logrado librarme de ti, todavía –dijo Saga, acercándose.

Shion lo contempló, sombrío, mientras Saga ayudaba a Kanon a sentarse y le brindaba apoyo con lo que en realidad era un abrazo apenas disimulado. Kanon había dicho al menos una verdad: Saga no podía haberlo tirado intencionalmente, pero una caída accidental no explicaba por qué el menor de los gemelos tenía quemaduras recientes.

Dohko les informó que, aparte de una severa golpiza (y esas misteriosas quemaduras, que el Caballero de Libra “olvidó” mencionar), Kanon parecía estar bien. No había sufrido nada más grave que cualquier aprendiz en un entrenamiento excesivamente rudo, pero de todos modos le preocupaba el que hubiera perdido el sentido, aunque fuera por poco rato.

-Será mejor mantenerte vigilado las próximas doce horas –concluyó Dohko.

-Hablando de horas… -Kanon miró su reloj, resopló un tanto exasperado al darse cuenta de que estaba inservible, y tomó la mano izquierda de Saga para ver la hora en el reloj de su hermano-. Yo debería estar ya en la entrada. Marin, Shaina y June nos reclutaron a Jabu, a Shun y a mí para acompañarlas a Rodorio y hacer unos encargos del jefe de cocineros.

-Iré en tu lugar –dijo Seiya-. Oh, no, no puedo. Debo escoltar una visitante hasta el Palacio… Aioria irá en tu lugar.

-¿Yo?

-Gracias, Leo –dijo Kanon, con una sonrisa malévola.

Shion esperó a que Seiya y Aioria estuvieran fuera de la vista de todos para mirar de nuevo a los gemelos. Saga ya no disimulaba que estaba abrazando a Kanon, y la sonrisa de éste había desaparecido por completo. Ahí había gato encerrado.

-Muy bien –dijo el Patriarca-. ¿Qué fue lo que sucedió?

-Un pequeño desacuerdo con Leo y un tropezón en las gradas –declaró Kanon-. Nada de importancia.

-Esa caída habría matado a cualquiera –lo contradijo Dohko, antes de que Shion pudiera abrir la boca para decir exactamente eso-. La voluntad de Atenea acaba de salvarte la vida una vez más, porque de otra manera no me explico cómo es que no te rompiste ningún hueso.

Shion no podía ver el rostro de Saga, pero sí advirtió la forma en que se tensaron sus brazos al escuchar eso.

-No tan fuerte, hermano –dijo Kanon con suavidad-. Que no tenga huesos rotos no significa que no estén a punto de romperse.

Saga no contestó, pero aflojó un poco el abrazo.

-Leo no tenía intención de matarme –continuó Kanon, mirando a Shion a los ojos-. Es más, estoy seguro de que no pretendía hacerme daño.

-¿Ah, sí? –dijo Shion, con duda.

-Pegaso vio lo que pasó, él puede atestiguar que Leo no quería herirme. Me distraje en un momento inoportuno y me alcanzó con esa técnica suya…

-Relámpago de Voltaje –dijo Aioros.

-Eso. No la vi venir. Le aseguro que los dos hemos aprendido la lección y no volveremos a jugar en la escalinata, Maestro.

-Más vale que así sea. Porque si no, la próxima vez seré yo quien los tire a ambos escaleras abajo.

-Eso sería todo un espectáculo.

-Será mejor llevarlo a Géminis –dijo Dohko.

Saga se puso en pie e iba a ayudar a su hermano a levantarse cuando Shion los sorprendió a todos al tomar a Kanon en brazos, como si fuera un niño.

-Esto no es necesario, puedo caminar –protestó Kanon.

-No vamos a arriesgarnos a que haya otro accidente por el camino.

-¡Pero, Maestro…!

-Cállate, Kanon.

Kanon hizo un gesto de frustración que Shion ignoró por completo, pero no se dio por vencido.

-La última vez que alguien me cargó así, tenía nueve años –insistió.

-Tenías once –corrigió Shion automáticamente, sin poder evitar una sonrisa ante ese recuerdo, aquella fue una de las raras ocasiones en las que Kanon le había parecido sinceramente arrepentido de una travesura-. Estabas robando manzanas cerca de la aldea y te caíste de un árbol…

-Ese fui yo –intervino Saga.

-¿Tú? –exclamaron Shion y Dohko al mismo tiempo, incrédulos. Saga pareció encogerse un poco.

-Ah, sí, lo recuerdo –dijo Kanon-. Te rompiste un brazo y yo tuve que hacerme pasar por ti hasta que te quitaron el yeso. Fue una pesadilla ser el “gemelo bueno” tanto tiempo.

-Un momento –dijo Aioros de repente-. La vez que alguien tiñó de rosado el cabello de Milo… ¿cuál de ustedes fue?

-Yo –confesó Saga-. Él tenía varios días de estar haciendo llorar a Piscis –añadió, un poco a la defensiva, al ver que Shion parecía a punto de atragantarse.

-¿Y la vez que alguien puso pegamento en los aparatos de gimnasia? –continuó Aioros.

-Ese sí fui yo –dijo Kanon.

-¿Y la vez que aparecieron arañas por todo el campo de entrenamiento de las niñas? –preguntó Shion.

-¿Cómo? –Kanon lo miró, confundido-. ¿Eso cuándo fue?

-Ni él ni yo, Maestro –dijo Saga-. Fue cuando tuviste el sarampión, Kanon. Te pusiste bastante grave, por eso no te enteraste.

-Fue Aracné, pero se trató de un accidente –dijo Aioros.

-¿Cómo lo sabes?

-Tremmy estaba ahí y él me lo contó. Aracné no sabía que podía controlar a las arañas como hacía Jamian con los cuervos y esa fue la primera vez que se manifestó su poder, atrajo demasiadas, se asustó, perdió el control… el resto es historia.

-¿Pero por qué en el campo de entrenamiento de las niñas?

-Una apuesta. Él y Tremmy tenían que entrar ahí y robar algo como prueba.

Shion frunció el ceño.

-¿De quién fue la idea? –preguntó.

-Le prometí a Milo que no se lo diría, Maestro –respondió Aioros, perfectamente serio.

-Kanon… creo que te debo una disculpa –dijo Shion-. Siempre creí que eras tú el que causaba todos los desastres.

-No, Maestro, nada de disculpas. Soy responsable de al menos dos terceras partes de todas las maldades de las que me acusaron en algún momento.

-Lo que me gustaría saber es cómo no me di cuenta antes de que Saga era responsable del otro tercio.

-Porque Kanon no podía mantenerse serio el tiempo indispensable para parecer inocente: la risa lo delataba cuando era culpable… y cuando no lo era, lo hacía parecer culpable. Por cierto, no fueron dos tercios, Kanon, fue aproximadamente la mitad –aclaró Saga.

-Detalles, detalles. No vamos a ponernos a sacar cuentas a estas alturas de la vida, ¿o sí?

-Pues yo no estaría tan seguro –respondió Shion-. Siempre me precié de ser justo con las recompensas y los castigos. Tal vez tenga que rectificar unas cuantas cosas…

-¿Y eso implicaría una confesión completa? –exclamó Kanon-. ¡No, no! ¡Ni lo intente! ¡Por cada vez que me castigó en lugar de Saga, hubo al menos dos o tres diabluras de las que espero nunca llegue a enterarse!

-Además, muchas veces castigó o recompensó al gemelo correcto, solo que con el nombre equivocado –añadió Saga-. Hubo temporadas en las que cambiábamos de identidad de día por medio.

-Niños, ustedes dos son una verdadera pesadilla –sentenció Dohko-. ¿Cómo es que no volvieron locos a sus padres?

-Una pregunta más –dijo Aioros, en el silencio incómodo que siguió al comentario del Caballero de Libra-. Una vez alguien escondió mis zapatos y los de Aioria…

-Ah, eso lo hicimos juntos –respondieron los gemelos al mismo tiempo.

-¿Dónde los pusieron?

-Detrás de la estatua de Atenea Prómacos –dijo Saga.

-Tal vez todavía estén ahí –completó Kanon.

 

Casa de Aries

Eris miró al Caballero de Pegaso de arriba abajo.

-¿Atenea me envía a un Caballero de Bronce como escolta? –preguntó, sin darle una entonación particular a su voz.

-Seiya es uno de los caballeros más cercanos a Atenea –dijo Mu, inquieto.

-Sí, supongo que el rango es lo de menos –murmuró Eris, preguntándose para sus adentros si ese comentario bastaría para sembrar una semilla de cizaña más en la Primera Casa. Después de todo, a los Caballeros de Oro tenía por fuerza que sentarles mal el que Atenea mostrara tanta consideración hacia miembros del nivel más bajo de la Orden-. ¿Pero, por qué me envía precisamente al Asesino de Dioses?

Seiya casi dio un respingo, pero se las arregló para sonreír.

-En realidad, soy el que estaba más a mano. Me enviaba a mí o enviaba a Tatsumi y el pobre viejo no está como para subir y bajar tantas gradas.

Contrario a todo lo que podría esperarse, la respuesta, un tanto socarrona, le agradó a la diosa.

-Indícame el camino, Pegaso –dijo ella, con una sonrisa (la primera desde su llegada), ya es tiempo de que hable con Atenea… y, por cierto, traigo un par de cartas para algunos amigos de mis hermanos que viven aquí, ¿Crees que podamos detenernos un momento en la Casa de Piscis antes de llegar al Palacio?

-Sin duda, queda por el camino.

Continuará…

 

Notas mitológicas, astronómicas, astrológicas y ponderaciones de lógica ilógica en un manga:

            La constelación Serpentario, también llamada Ofiuco (en cualquier caso, significa “el Domador de Serpientes” o “el Portador de la Serpiente”), es bastante grande (pero con estrellas no muy brillantes) y una de las más antiguas, ya que forma parte de la lista creada por Ptolomeo.

            De acuerdo con la mitología, representa a Asclepio y la serpiente que le reveló conocimientos sobre medicina que ni los dioses poseían.

            Es común que esta constelación sea divida en dos partes: Serpentario y Serpens (“la Serpiente”), o incluso en tres: Serpens Caput (“la Cabeza de la Serpiente”), Ofiuco y Serpens Cauda (“la Cola de la serpiente”).

            Tiene además la particularidad de que está un poco atravesada en el camino que recorre el sol a través de las doce casas del zodiaco (está más o menos entre Sagitario y Escorpión), por lo que bien podría ser considerada el treceavo signo del zodiaco, si eso no echara a perder las agrupaciones tradicionales de los signos (por meses, por elementos, por activos y pasivos, etc.) al convertirlos en un número primo.

            El porqué de toda esta disquisición es el título del discípulo de Mu: Kiki de Appendix. ¿De dónde puede haber sacado Kurumada ese “Appendix”? No hay entre las 88 constelaciones una que se llame “Apéndice” XD Así pues, a menos que se trate del apellido (o del lugar de origen) de Kiki, voy a asumir que la constelación Ofiuco está dividida en tres partes y Kiki entrena para convertirse en Caballero de la Cola de la Serpiente (¡Juas! No sé qué es peor…).

 

            Eris es la diosa griega de la Discordia. Dependiendo de la versión, puede ser hija de Zeus (y gemela de Ares), hija de Nix (la Noche) o hija de Ares y Afrodita. También puede aparecer como dos Eris distintas (una buena y otra mala) que son gemelas e hijas de Zeus y Hera.

            Para efectos de este fic, es una sola Eris, hija de Ares y Afrodita.

Normalmente se le representa con alas y ligeramente parecida a las Furias, solo que sin serpientes en lugar de cabello.

Por cierto, estoy ignorando olímpicamente la existencia de las OVAs, por lo que “mi” Eris no tiene absolutamente nada que ver con la que apareció ahí ;D

           

            Lo de “Asesino de Dioses” aplicado a Seiya, yo juraba que era invento mío (lo usé por primera vez en “Ginsei”)… y un día de estos, leyendo “Lost Canvas” me encontré justamente eso… referido a Tenma de Pegaso ooU ¿Será casualidad o Shiori Teshigori es telépata?


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