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Far Away por Kurai neko

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- Son seis años .. – suspiró desde el mismo lugar en donde lo había visto la última vez – Seis años y sigues igual ..

Se recostó en el árbol que estaba a sus espaldas, tomando sus antebrazos con las manos de piel dorada. Giró el rostro, contemplando la Primera Casa.

Sabía que había vuelto.

Los Once Caballeros de Oro vivos habían sido llamados al Santuario no hacía mucho.
Él entrenaba en una isla cercana y no le costó mucho llegar, pero el Caballero al que había estado esperando ver desde que se había enterado de la inusitada y repentina reunión, apenas hacía unas horas que había pisado el terreno.

Encendió su cosmos de forma llamativa.
Estaba nublado y era ya tarde. A esas horas empezaba a hacer frío y se dijo a si mismo que esa era la razón principal de su comportamiento.
Aunque en realidad él sabía que lo estaba llamando en silencio.

Pasó casi una hora antes de que otra presencia irrumpiera en la pequeña explanada.

- ¿No es demasiado tarde para que andes por aquí todavía?

La voz era más profunda de lo que él la recordaba, pero sin duda alguna era exactamente la misma.

- ¿No se podría decir lo mismo de ti, amigo? – se permitió sonreír libremente al abrir sus párpados caídos y verlo justo frente a sí – Hola, Camus.

El francés contestó el saludo con un movimiento parco de cabeza.

Milo no pudo evitar inspeccionarlo con la mirada mientras el otro contemplaba la vista que se apreciaba desde allí, un lugar próximo a su propia Casa.

Había transcurrido demasiado tiempo desde la última vez que sus pies habían tocado aquella tierra.

Aunque no lo quisiera admitir, la había echado de menos... y no sólo al lugar, si no a algunas de sus gentes.

- ¿Qué tal el entrenamiento? – indagó el Caballero de Escorpio, curioso, como antes, como siempre.

- Bien – respondió el otro, cruzándose de brazos y sin voltear a verlo.

Milo tomó una de sus muñequeras con la otra mano y empezó a darle vueltas.

Tanto tiempo esperando ese momento, y ahora no podía siquiera alzar sus ojos de la tela que cubría su muñeca derecha, temeroso a que notara su mirada en él.
Temeroso de incomodarlo y ver sus pies marchándose otra vez sin él.

- ¿Y tu?

Las palabras lo tomaron de improvisto.

- ¿Yo? – preguntó, mordiéndose la lengua ante lo estúpido que había sonado.

- ¿Cómo te fue?

Se rascó la barbilla por costumbre y creyó ver un brillo extraño en los ojos de Camus, cuyas cejas partidas se elevaban curvándose en un gracioso mohín de sorpresa.

- Supongo que .. bien.

- Eso oí, pareces muy popular. – Camus se acercó poco a poco, tranquilamente, hacia a él.

- Mmm .. ¿ya te dijeron? – preguntó con cierto tono de desencanto.

Camus ladeó la cabeza justo cuando paró a dos pasos de su amigo.

- .. sí.

- .. y .. tu? .. les crees?

El francés parpadeó y quedó en silencio, sin saber muy bien como expresar sus pensamientos, pero Milo tomó esta falta de palabras por una respuesta simple.
Se separó del árbol donde había estado recostado por un buen tiempo y miró al cielo, dándole la espalda al recién llegado.

Las nubes no dejaban contemplar bien el espectáculo que solía ser el anochecer desde allí.

Agachó la cabeza y emprendió el camino hacia su Casa.

Camus dio el par de pasos que hacía unos momentos le separaban de Milo y que ahora sólo lo acercaban a aquel tronco que había sido su apoyo.

Pasó la mano por la superficie rugosa.

- ... No .. yo no los creo... – susurró para nadie – .. si supieras lo mucho que te he echado de menos...


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