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Necros por misteriane

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La familia de Sam consistía en su padre y su madrastra embarazada, unos diez años menor que su pareja. El trato entre ellos era realmente bueno, se podía decir que era una familia feliz.

En cuanto la noticia llegó a la pareja, ambos se dirigieron a la comisaría, donde los derivaron al equipo de investigación a cargo del detective Midane Nale. Allí respondieron casi la misma cantidad de preguntas que ellos mismos luego formularon. Todos querían saber sobre Sam, sin embargo nadie tenía aún ningún dato certero. Solo angustia, solo incertidumbre. Una familia totalmente atravesada por un suceso extraño y confuso. Su padre, solo podía canalizar sus sentimientos desde la ira, gritando y maldiciendo a cada cosa que se cruzaba por su cabeza, mientras que Kelly, su esposa, solo lloraba sentada en uno de los pasillos de la central, rodeando su vientre con ambas manos, tratando de calmarse.

A Sam debían haberlo subido a algún auto, ya que el rastro de sangre terminaba donde la calle comenzaba, sin embargo, entre los precarios testimonios no aparecía mención alguna de un auto. La oficina estaba inundada de gente trabajando incansablemente. Era un equipo realmente eficiente. Siempre resolvían los casos con rapidez, lo que los ponderaba como una herramienta preparada para casos difíciles. No obstante, había un pequeño agujero en el saco de arena. Desde ya hacía un año, exactamente once meses, un asesino en serie, autodenominado NECROS, se había convertido en la piedra de su zapato. Lograba evadirlos brillantemente, burlándose en sus caras. No dejaba pista alguna. Cada dato a rastrear terminaba indefectiblemente en la nada misma. Se trataba de alguien realmente riguroso en su macabro trabajo, tanto en la realización misma como en el entorno en el que se movía.

Y, en ese mismo instante, no escapaba de sus manías. En un amplio laboratorio, iluminado con una tenue luz verdosa, el hombre se movía tratando se seguir, a modo de juego, el ritmo de las agitadas respiraciones de Sam. Caminaba llevando cosas de un lado de la larga mesada de azulejos blancos, que ocupaba todo el largo de la pared, a otro, evitando pisar las líneas entre las baldosas, alternando su concentración con una especie de lista mental de cosas por hacer. El ambiente era un tanto frío y húmedo, sumergido en un escalofriante olor a desinfectante y otras sustancias químicas. En el centro del lugar se hallaba una gran pileta de metal, prácticamente plana, de sólo unos centímetros de profundidad. Era rectangular, de unas medidas suficientes para que entrase una persona acostada, y estaba a casi la misma altura de la mesada, para poder trabajar sobre ella. Una incandescente luz focal la iluminaba, encegueciendo a Sam que yacía inmóvil sobe ella. La luz natural era solo una idea que jamás tocaría aquel lugar sombrío.



Dos días hacían desde que Sam había desaparecido. Toda hipótesis que no fuese un secuestro ya se había descartado. Ante cualquier actividad de Necros, se había advertido a todos los cementerios de la zona para que informasen ante algún suceso extraño. Se había difundido la imagen del menor en autopistas y aeropuertos, así como en la televisión, ya que a su vez los medios principales se habían interesado en el tema. Sin embargo, nada nuevo surgía para aportar al caso.

En cuanto a Midane las horas corrían lentamente, como si cada segundo golpeara en su mente. Había cruzado solo unas palabras con sus padres, lamentaba haberlos conocido en aquellas circunstancias. No sabían nada de su relación con Sam, sencillamente poco sabían de él. Ante la pregunta de quienes eran sus amigos, o si salía con alguien, no sabían qué responder. No podían afirmar con seguridad si tenía problemas con algún compañero de la escuela, o si alguna vez había consumido algún tipo de droga. Como si siempre hubiesen evitado hablar esos temas con el menor. Pero Midane sí tenía respuestas para esos interrogantes, lo que hacía que, al descartar esas variables, su grupo manejase menos hipótesis, mientras que para el resto del equipo Sam y él nunca se habían conocido. El ocultarlo era un acuerdo entre él y sus compañeros, los cuales le tenían suma confianza, para evitarle problemas y descartar la posibilidad de que lo corrieran del caso.


- Ve a casa a descansar un poco

- No dicutiré de nuevo por eso Mijussu. Ya te dije que no estoy cansado.

- Mid… por favor. No te ves nada bien.

- ¡Basta! ¡no voy a descansar hasta encontrarlo! Y sabes que no es de obstinado, Mijussu- bajando la mirada- sólo que… no puedo… no puedo.

- Mid…- acomodándole el cuello de la camisa mientras éste se incorporaba de la silla- Sabes que tampoco descansaremos, pero no pidas que no nos preocupemos por ti- los sentimientos hacia aquel apuesto hombre se retorcían dentro de Mijissu ante aquel cálido contacto.

- …Gracias.


Midane tomó su abrigo y se dirigió a su casa. En el camino recordó nuevamente el día que conoció a Sam, mientras que una terrible idea rondaba su cabeza haciéndolo estremecer. ¿Era Necros quien se había lleva a Sam? ¿Lo había elegido a él sabiendo lo de su relación? No lo había protegido lo suficiente. No, no lo había cuidado. Todo era su culpa. Y ahora el pobre Sam estaba pagando las consecuencias de su estupidez y su mal desempeño en su trabajo. No podía figurarse todo las atrocidades a las que someterían a su pequeño Sam. Aquellas imágenes parecían incapaces de formarse en su mente, sin embargo, había una mente que no solo las albergaba, sino que también, poco a poco se las ingeniaba para llevarlas a la realidad.


Un chorro de agua helada corría entre aquellas manos blancas y prolijas. Luego de secárselas tomó una pequeña toalla blanca con la cual secó el rostro de Sam mojado por el sudor. Lo tenía amarrado a aquella mesa con unas correas, imposibilitándole el movimiento de sus brazos y piernas. El joven respiraba sonoramente y con dificultad, entornando sus ojos tratando de reconocer algo del lugar, sin embargo, su confusión era mayor. No sentía ningún dolor salvo el entumecimiento de ciertas zonas debido a la mala posición, los nervios y el frío metálico de la superficie sobre la que yacía. Sólo podía distinguir aquella silueta que lo rodeaba estudiándolo.

- Q quien…?- tomó aire para poder hablar mejor-¿Quién… eres...?

La respuesta solo fue una pacífica sonrisa, mientras un ruido metálico provenía de entre sus manos. Las intervenciones estaban a punto de comenzar…
Notas finales: espero les haya gustado.. como ven no puedo extender los capítulos así que serán mas o menos de ese largo.. pero actulizaré lo mas rápido que pueda!! gracia por leer!!

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