Con una paciencia admirable, acercó un carrito repleto de elementos quirúrgicos. Se colocó un par de guantes descartables y acomodó la luz que iluminaba el cuerpo de Sam. El joven por su parte estaba consciente, temblando y respirando con dificultad causa del pánico.
- Por… por favor, no…-
- Shhh… tranquilo- esbozando una pequeña sonrisa- no te muevas.
Tomó una gaza impregnada con un líquido incoloro y la frotó sobre el pecho del joven. Unos segundos después la sustancia comenzó a quemar su blanca piel, liberando un sutil vapor.
- ¡¡¡AHHHH!! ¡¡POR FAVOR BASTA!!! ¡¡¡¿¿¿QU…… QU… ES ESTO???!!! ¡¡AHH!!!
- Es para despegar un poco la piel… así es más fácil hacer mi trabajo. Ahora, no grites y no te muevas.
Sam lloraba debido al dolor que aquel ácido le provocaba. Tenía miedo de exaltar aún más a su captor ya que como temblaba involuntariamente, no lograba quedarse del todo quieto. Estaba confundido, todavía no lograba recordar con exactitud lo que le había sucedido, cómo había llegado hasta ahí.
El proceso había comenzado. Y sabía muy bien que nadie salía vivo de allí. Nunca había sido muy optimista, pero esta vez, tenía miedo. No podía estar seguro de nada, y no podía arriesgarse. Debía disculparse con Midane. Realmente estaba arrepentido de lo que le había dicho. Y ahora ya no podría decírselo. ¿O sí? A pesar de sus manías y de saber que había matado a más de una decena de personas, aquel hombre no se veía para nada violento. No perdía nada con intentar.
- Escuche…usted es…- tratando de normalizar su respiración- … ¿NECROS?- Midane le había hablado mucho de aquel asesino que le quitaba el sueño.
El hombre volteó lentamente y con una sonrisa en los labios, se acomodó al lado de la mesada donde tenía al muchacho.
- El mismo.
A pesar de que estaba casi seguro, no pudo evitar estremecerse ante la confirmación de su sospecha. Era él.
- Ya sé que no estoy en condiciones de pedirle nada pero…
- ¿pero…?
- Sé que va a matarme y… - ahogándose con su propio llanto- … quisiera despedirme de alguien… por favor… es muy importante. S… si lo hace prometo no resistirme… lo juro. Haré más fácil su trabajo…
El asesino no respondió nada. Sólo se quedó allí con la vista perdida en algún rincón. Aquel muchacho creía sólo poder ofrecerle el poco poder que le quedaba sobre su propio cuerpo, sin embargo, otra idea seducía su mente. El pequeño sabía que iba a morir, realmente estimaba su trabajo y no subestimaba su poder. Todas las personas que había matado habían sostenido la esperanza de salvarse hasta el último instante, incluso algunos lo insultaban y maldecían en nombre de la justicia o la policía. Pero, ¿era posible criticarlos? ¿Era eso esperanza o meramente instinto de supervivencia? Todos habían luchado hasta el último aliento. Pero este muchacho era distinto. …l sí lo estimaba, lo conocía. Su leyenda estaba surgiendo y su nombre estaba comenzando a saberse junto con el miedo que merecía inspirar.
Sin saberlo, Sam había dado un gran paso a su favor.
- ¿verdaderamente piensas que no volverás a ver a esa persona?- interrogó el hombre con un gesto pasivo
- …no- sollozó Sam
- Mmm… Interesante…- se apartó del muchacho, y comenzó a ordenar los utensilios metálicos que había traido en el carrito - Bueno pequeño, por ser un caso especial, cumpliré tu deseo… y esperaré que tú también cumplas lo que prometiste.
Sam lloró con más fuerza.
- G… gracias
- Ahora dime… ¿Quién es esa persona con la que debes disculparte?
- Su nombre es … Midane Nale
Un hilo helado atravesó a aquel hombre. No podía ser cierto. No podía haber dicho ese nombre.
- ¿Acaso es tu padre?- interrogó tratando de mantenerse lo más inmutable posible- ¿por qué.. primero no
me dices tu nombre?
- Sammuel… Jaun
- Y bien, Sammuel ¿Quién es entonces este hombre? Por el apellido puedo deducir que no se trata de un familiar… ¿cierto?
- … no- casi susurrando- él es… era mi pareja…
Una macabra sonrisa se dibujó en el rostro de aquel criminal. Era demasiado perfecto. Sin quererlo había tomado lo más preciado de su mayor enemigo. La suerte estaba de su lado y la oportunidad de realizar una verdadera hazaña tocaba a su puerta. Luego arreglaría los detalles de la despedida con Sammuel. Ahora se tomaría un descanso para festejar aquella magnífica noticia.
El cuarto quedó a oscuras, dejando al muchacho completamente solo con sus terribles pensamientos y recuerdos. Sólo quería poder decirle a Mid cuánto lo sentía. Todo lo que podía hacer era aferrarse a ese deseo… lo único que lo mantenía vivo…
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