- Sam…- Midane abrió bruscamente los ojos encontrándose solo en su cama. Estaba alterado. Había tenido un mal sueño.
Los datos eran realmente escasos, como siempre que se trataba de Necros. Ya habían pasado tres días y nada se sabía del muchacho. Todo el mundo lo estaba buscando, sin embargo, Sam se mantenía totalmente ajeno a ello.
Solo yacía, lamentándose, recordando. De a ratos lograba calmar el dolor físico e intentaba dormir. Pero no lo lograba. Sabía que los momentos en los que cerraba los ojos era porque se desvanecía debido algún bajón repentino de presión. Estaba cada vez más confundido. En ocasiones era presa de terribles ataques de pánico, temblando incontrolablemente. Tenía miedo de perder la cordura, aunque sabía que sus días estaban contados, quería morir de la manera más digna posible. Quería poder pensar en lo que quisiera hasta el último minuto. Quería morir con su imagen en su mente. Midane… sí pensaría en él… lo único que lograba despertarle un sentimiento benigno en su interior. Repentinamente una ráfaga de lucidez lo invadió. Abrió los ojos y pudo observar su alrededor. Dos pequeñas mangueras se encontraban a los costados de cada uno de sus ojos. No sabían a dónde conducían. Temía que en cualquier momento saliese de ellas algún líquido extraño que le quemara la vista, sin embargo, no estaban dispuestas para eso.
Estaba amaneciendo. Había tenido una noche difícil, y no había logrado descansar. No obstante, Sam lo necesitaba alerta, trabajando. Se levantó y se vistió prácticamente dormido. Bebió una taza de café, y abrió la puerta para salir de su departamento, pero un paquete lo interceptó en su camino.
Allí estaba. Una pequeña caja blanca con su nombre escrito en ella. No sabía cómo había llegado allí, y no podía dejar de imaginar qué clase de atrocidad moraba dentro de ella. Lo más sensato hubiese sido abrirla en la central, pero no había tiempo, no para Sam. El obsequio consistía en una pequeña botella, pero… ¿Qué era lo contenía?
- Son lágrimas- afirmó Fade arrojando sobre el escritorio del detective el informe del laboratorio dónde habían enviado a analizar aquella botellita.
Midane sintió como la sangre comenzaba a hervirle en su interior.
- Sabe quién es… - llevó la mano a su rostro, tratando de ocultar aquella expresión desesperada
- No es necesario que sepa lo suyo para que te envíe las lágrimas… - dijo Mijissu alzando la vista de unos papeles- después de todo puede haberlo hecho sólo porque sabe que tú lo buscas desde hace tiempo
- Sí lo sé, pero es la primera vez que este tipo de cosas llegan a mi casa y no a la central… además es… terriblemente simbólico- mirando la caja en dónde había venido la botella-… sus lágrimas
- Estás sugestionado con el tema, es todo- comentó Gore acercándose al detective- cálmate, Sam estará bien
- No puedo permitir que lo lastimen por mi culpa
- No lo hará… -dijo Mijissu casi susurrando al oído de Midane- lo encontraremos…
Sin embargo las palabras eran obsoletas para el detective. Siempre que una idea entraba en su cabeza, rara vez se iba a razón de argumentos. Necros estaba utilizando a Sam para perjudicarlo a él… no sólo lo sabía, lo sentía.
Mientras tanto, en el hogar de Sam, su madrastra revolvía la habitación del muchacho. Se quedaba por varios minutos doblando alguna prenda u observando alguno de sus dibujos. Sam era un extraordinario dibujante. Su cuarto estaba repleto de sus bellas imágenes pegadas en las paredes. Retratos en carbonilla, paisajes, imágenes cotidianas, siempre con aquel toque sensible tan característico de Sam.
Aquel lugar transmitía cierta paz, lo que hacía que aquella energía fuera interpretada por la mujer como una señal de que Sam ya nunca volvería allí. Lloró un buen rato. Realmente estimaba al chico; con el tiempo había a llegarlo a quererlo, y, desde la noticia de su embarazo, el joven había demostrado, también, tenerle un gran afecto.
Toda la casa se había vuelto gris salvo su cuarto, que se mantenía intacto. Con una cálida luz que se reflejaba en todos los objetos que tocaba. Aquel lugar transmitía juventud, libertad, frescura, simpatía, pero también melancolía y misterio; sí todo eso era Sam.
Y en ese momento, al igual que al departamento de Midane, un pequeño obsequio de Necros estaba esperando en la entrada ser descubierto por alguno de sus habitantes…
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