Sanji decide morir.
Parte III
Zoro Pov’s.
Camine entre los pasillos, todos se veían jodidamente iguales, por lo que la mayoría de las veces me perdía –por no decir siempre–. Veía a las personas que pasaban, algunos que trabajaban en el lugar, otros que solo eran esquizofrénicos, al igual que yo. Solo les dirigía la mirada para hacerles saber que vi su saludo, no era necesario hablarles.
Este día en especial, sentía que algo iba a pasar.
Camine hasta la entrada por enésima vez durante este día, y esta estaba llena de personas con el mismo uniforme que yo. Y vi como las personas se arremolinaban alrededor de algo o alguien, los “enfermeros”, traían una camilla, con un chico rubio en esta. Obviamente esta sedado. Pero tiene demasiados tubos conectados, ¿Estará bien?... ¿Qué? De que va esto, ahora resulta que me preocupo por un desconocido.
-Tsk… -vi como algunos enfermeros trataban de alejar a los demás del chico mientras otros lo llevaban al cuarto donde duermen las personas enfermas. Menos enfermas que yo, que envidia les tengo, jaja.
Un chico pelinegro con pecas se acercó hasta a mí con una sonrisa.
-¿Y eso que era? –pregunte desinteresado.
-Un chico nuevo –dijo el de pelos negros mientras sonreía.
-Creo que eso lo se muy bien… me refiero a ¿Por qué llego uno nuevo y no me informaste sobre ello? –pregunte mientras empecé a caminar hacia otro lado. Tenia que tratar de encontrar mi dormitorio, estaba cansado, y quería dormir en una cama en estos momentos.
-No lo se hombre, que no todo lo voy a saber Zoro, no soy Santa Claus, no tengo magia, pero intentare investigar –dijo mientras me seguía y me daba unas palmaditas en la espalda. Lo mire fulminándolo con la mirada por aquel acto, pero el solo se rio.
-Que hoy tienes un humor de perros ¿Ha pasado algo, mi malhumorado amigo? –dijo mientras pasaba su mano por mi hombro, lo retire bruscamente de mi.
-Solo déjame en santa paz y serenidad, vez a por la información, no quiero ver tu horrenda cara hasta que la encuentres ¿Entendido Ace? –bufe molesto sin mirarlo. Ese era el nombre de aquella persona que me jodia en estos momentos. Portgas D. Ace. Un chico pelinegro que alcanza mi altura, delgado pero fuerte, y con unas pecas y una risueña personalidad que me irritaba la existencia.
-¡Dios! –dio un gritito Ace. Lo voltee a ver alzando una ceja, pero con igual cara de molestia.
-Zoro… No me digas que… ¿No será…? –dijo mientras me veía como si fuera alguien de otro planeta.
-¡Ya vale, que no soy ningún bicho raro para que me veas así! –le dije furioso. El me seguía viendo como quien no cree tal cosa, aunque yo me preguntaba “¿Qué demonios era la cosa que no se creía?” Bueno en todo caso, siempre veía a todos como estúpido ese chico, así que supongo que no es nada de importancia. Seguí caminando.
-¿No será que te gusta ese chico? –logro formular la pregunta y yo solo me quede petrificado ante eso.
-Pfft, no, claro que no, ni siquiera lo conozco –dije disimulando enojo.
-Te ha gustado ese chico –dijo Ace mientras me plantaba cara y me tomaba el rostro con las manos, y me jalaba las mejillas y los cabellos, como viendo que no tuviera algún maleficio o alguna que otra bobada.
-Claro que no, ¡Y deja de hacer eso que me estresa! Solo sabes hacer babosadas Ace, vete a jugar a que llegas a la Tierra de Nunca Jamás o a Narnia –le dije mientras lo alejaba de mi cara.
-Oyes eso me ofende, no estoy tan sacado de quicio mentalmente como tu, no se ni siquiera cual es la Tierra de Nunca Jamás, o la otra –dijo mientras me seguía.
-Oye no te pases, una cosa es que nos llevemos bien, otra cosa es que digas algo sobre mi estado mental –le advertí molesto, sin mirarlo. El también se puso serio y murmuro un ‘Perdón’, a lo cual al último le reste importancia al asunto.
Al último termine por que aquel chico me llevara a mi propia habitación, a lo cual agradecí entre pensamientos y entre a la habitación personal que yo había pedido, y mi padre concedió pagar. Mi padre Dracule Mihawk era un gran amigo del director de este lúgubre lugar, de un tal Cocodrilo, el cual era muy frio y distante con todos, además de sarcástico y arrogante, o al menos daba esa impresión, yo nunca había hablado con el durante mucho tiempo, si acaso unos segundos.
Me metí en la cama para poder descansar.
-Oh… marimo, marimo despierta –una dulce voz me despertaba con besos y caricias. Se sentía bien. Abrí lentamente los ojos para encontrarme con el rubio que estaba conectado a muchos tubos, el nuevo.
-¿Qué?... ¿Quién eres? –pregunte mientras tocaba su mejilla. El tomo mi mano entre las suyas y la beso. Me miro feliz y me beso. Era extraño, podría jurar que ese cejillas de sushi no estaba bien de la cabeza por estar aquí conmigo, si cuando llego al internado estaba realmente mal.
-Vamos a jugar marimo –dijo el rubio mientras pasaba sus delicadas manos por mi rostro, sin llegar a tocarlo, y solo rozarlo muy apenas. Acerco su rostro con la clara intención de besarme.
-Mnnn –gemí mientras abría los ojos, malhumorado. Aquel maldito cejillas me estaba molestando en sueños y eso que ni siquiera lo conozco.
Me acomode mas a mi gusto, cuando a alguien se le ocurre tocar a mi puerta, y después entrar sin que yo diera la aprobación para tal cosa. Pero yo era un loco mas ahí, aunque fuera el hijo de una persona extremadamente famosa, eso poco importaba en realidad, solo era un loco más ¿Por qué habrían de hacerme caso?
-Es hora de tu medicamento Zoro –dijo una voz femenina, que de inmediato reconocí. Era Nami, una de las enfermeras personales que mi padre contrato para darme los medicamentos de siempre. Como veinte pastillas, mil jarabes y todas con un agua de vitaminas, un suero para ser más exactos. No necesitaba vitaminas ni nada de eso, pero aun así mi padre hacia que me lo diera para poder curarme mas rápido de mi ‘mal’, tal y como le decía mi padre.
-Sigo pensando que son demasiados medicamentos –dije mientras veía todo con cara de asco.
-Al menos sabemos que no morirás con estas pastillas, así que tómatelas –dijo mientras soltaba una risilla. Me tome todas de golpe y ella negó con la cabeza mientras sonreía. Ella siempre me decía que las tomara pausadas, pero si hacia eso me daban ganas de vomitar por estar tan drogado.
-¿Qué tiene el nuevo? –pregunte mientras tomaba mas suero. Ella se sentó al lado mio y espero a que dejara de beber.
-Intento suicidarse –dijo con simplicidad cuando había dejado de beber.
-¿Y eso? Es nuevo, hace mucho que no veía algo así –dije mientras cerraba los ojos y esbozaba una sonrisa burlona. Con que aquel rubito intento matarse… me pregunto por qué. De verdad que si me dan ganas de saber, no lo niego.
-Dejo la típica notita de sufrimiento y se lanzo de un edificio ¿Es eso? –dije mientras me reía. Era tan típico ver a alguien sufriendo y dejar una notita patética, mientras pensaba que con desaparecer de este mundo todo se resolvería y todo seria mejor, pero no se daba cuenta que solo se enredaba más y hacia que lo inevitable pasara. El llegar aquí.
-Lo mas curioso es eso Zoro, dejo una nota, pero al parecer no tenia problemas, el mismo lo escribió en la nota de suicidio –dijo ella, algo pensativa.
Me sorprendí, pero no lo demostré, lo peor era que eso me atraía y me picaba más la curiosidad.
-¿Curioso eh? –dije mas para mi mismo que para ella.
-Bueno, me encanta chismear contigo y todo Zoro, no hay nadie muchos aquí que valgan la pena, pero aun así, tengo que irme a hacer mas trabajos del director –dijo ella. Yo solté un suspire y asentí. Cuando se fue, de nuevo me recosté en mi cama y dormí pensando en aquel extraño rubio.