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Danza Húngara por Nasuada

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Notas del capitulo:

!HOOOLAAA!

Me inspiro más escribiendo en las notas finales...

 

Disfruten...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Segunda parte

“Ahora ambos debemos saber que las cosas no son siempre lo que parecen”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

X

Conversaciones importantes

    

    Cinco personas se acomodaron como pudieron en un automóvil amarillo que se detuvo justo al hacerle la típica señal, que indicaba que algún taxista había conseguido trabajo en aquella pesada noche de sábado. La madre de Lawrence parecía fascinada con el arreglo floral que se había adueñado del centro de la mesa y Courtney llevaba su pequeña bolsa de mano repleta de bocadillos de queso crema y de zarzamora. Evan lo único que se había llevado de recuerdo de aquella fiesta era un número telefónico perteneciente a Abbie Simons, por lo cual estaba más que satisfecho.

 

    Lawrence miraba por la ventana las luces multicolores urbanas y mecánicas que daban la sensación de estar en un océano oscuro, con olas y criaturas de tamaño místico, de colores mixtos y simulando llamas de centros blanquecinos. El cielo estaba nublado, a excepción de pequeños tramos por donde podían verse apenas los fantasmas contaminados de hermosas estrellas brillantes que se opacaban con el smog. No pudo evitar sonreír como idiota al recordar la escena en la que Liam y el se besaban como si no hubiera mañana.

 

    —Law, tuve una charla con Liam en la fiesta— dijo su madre despertándolo de su ensoñación. Su rostro volvió a la realidad y volteó la cabeza hacia la señora que se encontraba del otro extremo del automóvil—: Me mentiste.

 

    Law fingió demencia por unos segundos hasta que recordó de qué se trataba todo aquello. Con tantas cosas que habían pasado ya no sabía la razón del siguiente problema que se asomaba por sus narices.

 

    — ¿Qué te dijo? —preguntó sin poder reprimir una sonrisa culpable.

 

    Courtney escuchaba atentamente aquella discusión con mirada sospechosa, algo incomoda por estar en las piernas de Evan, al ser la única manera de que cupieran todos en el taxi.

 

    —Me dijo que no estaban saliendo juntos.

 

    Lawrence suspiró y volvió a fijar la vista en las luces multicolores que se veían a través del cristal de la ventanilla.

 

    —Perdón. — dijo él en cuanto la discusión se tornó seria.

 

    —Pero mamá, no es del todo mentira. — Se oyó la voz de Alex, quien estaba enseguida de Law—. A tu hijo le gusta ese hijo de papi…

 

    — ¡Alex! — exclamó Lawrence ante el descaro de su hermana.

 

    El taxista subió el volumen de la radio, que en ese momento sintonizaba una canción espantosa.

 

    — ¿De verdad? — esta vez Corey Pullman le hablaba a su hija.

 

    —Si ¿Te la puedes creer?

 

    —Bueno, no es como si tuvieras buenos gustos. Michael también era bastante mal portado. — dijo la madre de Law a su hijo, pareciendo que todo el enfado se hubiera esfumado.

 

    —Uff… a mi Michael nunca me cayó bien. Incluso me cae mejor Liam. — dijo Courtney uniéndose a la conversación.

 

    —Muy bien, cuando dejen de hablar de maricas me despiertan. — replicó Evan apoyándose en el respaldo mientras cerraba los ojos.

 

    —A Evan tampoco le caía bien Michael, ¡Es que estaba loco! — dijo Alexandra.

 

    Lawrence puso los ojos en blanco. Se notaba que no lo conocían…

 

    — ¿Y cuando cojones empezamos a hablar de Michael?

 

 

 

    Liam llegó a su habitación completamente agotado. Se quito el saco de un tirón y lo lanzó como pudo a su escritorio, mientras se arrojaba en la cama tratando de desanudar la camisa y el corbatín con los ojos cerrados. Había sido bastante agotador, pero entretenido de cualquier forma. Divertido, incluso…

 

    A quién engañaba. Lo que más le había gustado era un secreto entre Lawrence y él.

 

    Sonrió al recordarlo y, en un movimiento casi automático, tocó sus labios. Había sido el beso más real en muchos años, aunque le daba miedo admitir el por qué.

 

    Y de solo pensar en ello su estomago daba un vuelco.

 

    Se escuchó un rechinido que anunciaba que alguien había entrado sin permiso a su habitación. Se levantó de inmediato dispuesto a reprocharles, hasta que se encontró con Sandra, cerrando con seguro, y avanzando hasta él lentamente.

 

    — ¡Sandra! —Exclamó Liam—, pensé que había venido tu chofer a recogerte.

 

    —Le dije que se retirara. — Respondió ella con una sonrisa coqueta, mientras avanzaba a la cama y se ponía encima de su novio—. Pensé que sería romántico el que viniera a visitarte para dormir contigo.

 

    Sandra se despojó de su vestido mostrándole su provocadora ropa interior roja, de encaje, y Liam se sintió ligeramente intimidado.

 

    —Sandra, no tendremos sexo en la casa de mis padres.

 

    Esa era su regla número uno en cuanto a sexo se trataba. Su madre y William no debían enterarse de su vida sexual. No es que no supieran, pero lo que más odiaba eran comentarios y sermones paternos acerca de la responsabilidad. Además, le ponía incomodo y pensaba que era una total falta de consideración. Irrespetuoso, incluso.

 

    Sandra le comenzó a dar besos en el cuello, pero Liam la tomó de los brazos para hablarle frente a frente.

 

    —Sandra, por favor. Sabes lo que opino de esto.

 

    —Ay, pues vámonos a un hotel.

 

    —No… mira, no estoy de humor. — trataba de ser lo más amable que podía, pero Sandra no lo dejaba con su sonrisa lujuriosa y su ropa interior que, seguramente, había comprado solo para impresionarlo aquel día.

 

    —Los hombres siempre están de humor… Tócame. — Ella tomó la mano de Liam y la puso en sus pechos.

 

    Liam bajó la mirada y, con el movimiento más suave que pudo, quitó a su novia de encima.

 

    —Sandra, te lo pido. Vete a casa.

 

    Sandra cambió su rostro a uno lleno de tristeza. Liam sabía como se ponía cuando la rechazaba, pero se sentía culpable. No podía pensar en nadie más que en Lawrence.

 

    — ¿Puedo al menos dormir a tu lado? — preguntó ella.

 

    Liam suspiró con resignación.

 

    —Si puedes.

 

    Definitivamente debía arreglar las cosas lo más pronto posible.

 

 

 

 

    Lawrence despertó de su corta siesta al sentir unos mínimos rayos de sol que indicaban que comenzaba la mañana del domingo. No podía seguir dormido debido al nerviosismo, pero sentía que nada podría hacer a esas horas de la mañana cuando, seguramente, todos seguían dormidos.

 

    Necesitaba aclarar las cosas. Y, justo en esos momentos, no precisamente con Liam…

 

    Con Oliver.

 

    No podía seguir con aquella farsa. No quería que nadie saliera lastimado.

 

    A las siete y media se dio una ducha y se arregló. No había nada de desayunar, así que preparó un almuerzo para todos y dejó en el sartén lo que comerían Alex y su madre, si es que despertaban antes del medio día.

 

    Luego salió del departamento. Cuando estaba así de ansioso no soportaba el tamaño tan reducido de su hogar, se sentía acorralado.

 

    Tomó el autobús que lo dejaría muy cerca del apartamento de Oliver. No le importaba despertarlo. Quería terminar con todo lo antes posible.

 

    El edificio donde vivía Oliver era moderno y muy bien ubicado. La fachada parecía la de un hotel. Tenía puertas corredizas y ventanas de cristal. Law entró y saludó al guardia, al que había visto ya muchas veces. Subió por el elevador hasta el sexto piso y llegó a la puerta que leía en letras doradas el numero veintitrés.

 

    Tocó sin pensárselo ni un segundo, y minutos después se escuchó el ruido de la puerta al abrirse.

 

    Oliver estaba tras ella, con obvios indicios de que se estaba despertando, pues aun tenía puesta la ropa de dormir. Abrió los ojos sorprendido al ver a Lawrence de pie frente a su departamento, con pantalones de mezclilla y una camisa con un estampado de The Rolling Stones.

 

    — ¡Law! — Exclamó abriendo la puerta completamente, para invitarlo a pasar— ¿Qué haces aquí? —le preguntó mientras cerraba la puerta.

 

     Lawrence no sabía ni por donde empezar.

 

    —Necesito hablar contigo. — dijo mientras avanzaba desde el umbral hasta la sala. Oliver se extrañó.

 

    —Claro ¿Quieres sentarte? Traeré algo de tomar…

 

    —De hecho seré rápido. — respondió Law, sentándose en el sofá haciéndole a Oliver una seña de que se acercara. Oliver fue hasta el y se sentó a su lado—. Yo… no se por donde empezar.

 

    Oliver lo miró a los ojos intensamente.

 

    — ¿Vas a terminar conmigo? — preguntó lo mas franco que le permitió su nerviosismo— Es el típico dialogo que utiliza todo el mundo…

 

    Lawrence se sintió algo intimidado. No esperaba que todo aquello sucediera tan rápido y de una manera tan aterradoramente directa.

 

    —Oliver yo…

 

    —No lo entiendo, ayer estábamos bien— dijo sonriendo, tratando de adivinar el por qué de la situación.

 

    Lawrence suspiró. Y un remolino de culpa surcó su mente. Era un idiota, eso es lo que era.

 

    —No es tu culpa— dijo lentamente— Yo no me sentía cómodo desde hace mucho tiempo.

 

     Oliver borró su sonrisa y se quedó callado por unos cuantos segundos, muchas veces se notó en su boca la intención de hablar, pero no salían las palabras.

 

    — ¿Es… por alguien más? —preguntó por fin.

 

    Lawrence asintió con pesadez y Oliver se alejó un poco.

 

    — ¿Me dejas por alguien más? — Preguntó subiendo la voz con una risilla nerviosa— ¿Quién es? ¿Lo conozco?

 

     —No, Oliver. No te he explicado bien… esto es por nosotros. No puedo seguir engañándote si pienso en alguien más cada vez que estoy contigo.

 

    Un silencio interrumpió el ambiente.

 

    —Pero… ¿Qué ha pasado? ¿Sucedió algo entre ese sujeto y tú…?

 

    El silencio de Lawrence lo dijo todo.

 

    — ¿Quién es? — Law seguía sin contestar— Dímelo.

 

    Law lo miró a los ojos y respiró profundamente, tratando de ordenar sus ideas. La rapidez del intercambio de palabras lo había abrumado y lo único que quería era salir corriendo. Intentó por todos los medios que se le ocurriera una forma de escapar de aquel interrogatorio, por él, y por Liam. Pero no lo logró, y quizás lo mejor sería ser sincero.

 

    —Liam.

 

     Oliver abrió los ojos de par en par.

 

    —Pero…—de todas las personas que pudo mencionar Lawrence, Liam era quien menos se esperaba—, Liam ni siquiera es gay.

 

    Lawrence se puso a pensar un poco en aquel aspecto. Ni siquiera el mismo estaba seguro de que pasaba por la cabeza de Liam.

 

    —Lo siento mucho, Oliver. — fue lo único que se le ocurrió decir—. Si estás enojado lo comprenderé.

 

     Oliver se quedó en silencio durante unos instantes, en los cuales se puso de frente y arqueó la espalda tratando de tragarse todo aquello. Sabía que su relación con Law no era del todo seria y que más bien se basaba en la diversión y en el sexo, pero como fuere. El había planeado que fuera algo más que eso… quizás el fue el estúpido por intentarlo.

 

    —No, descuida. Ambos acordamos (con palabras, incluso) que esto no era nada serio. — comenzó, volviendo a mirarlo—. Aunque no voy a ocultar que estoy un poco decepcionado.

 

    Lawrence se levantó después de mirarlo unos segundos y se fue con un nudo cubriendo su pecho. Sentía que era la peor persona del universo. Pero por lo menos había terminado con ello antes de que fuera, incluso, más complicado.

 

    Pero Oliver se quedó con una duda. ¿Por qué Liam?

 

    Comenzó a sospechar el hecho de que algo hubiera pasado entre ellos, y se sorprendió al volver analizar sus reacciones del pasado.

 

 

    Liam se levantó de su cama cuando el calor corporal de su novia abrazándolo le resultó verdaderamente sofocante. Caminó más de diez minutos alrededor de su habitación mordisqueándose el dedo pulgar mientras pensaba en Lawrence. No comprendía cómo había podido dormir tan tranquilo si en esos momentos se estaba retorciendo de nervios.

    ¿Qué iba a hacer ahora?

    Sentía, cada vez que pensaba en el día anterior, una oleada bastante agradable. Pero aun así no podía sacar de su cabeza aquella cobardía psicológica que le estaba haciendo pasar el peor momento de su vida. Al poco rato se dirigió al baño y se dio una ducha. El agua siempre aclaraba sus pensamientos y le hacía formular en su cabeza con un poco más de racionalidad. Era obvio que tenía que hablar con Lawrence pero, ¿qué mierda le iba a decir?

    Tenía muchísimo miedo aunque no quisiera admitirlo. Arriesgarse a perder a todo aquel a quien quería por Lawrence sería como lo más hermoso del infierno. Su cabeza no dejaba de dar vueltas a todo aquello. Tenía presente que Lawrence era un hombre, a cualquier punto. Hombre. Lo que significaba que él era gay, porque se había enamorado de un hombre. Eso ya lo sabía, aunque no quería admitirlo…

    Era extraño, increíblemente. No sabría como reaccionar ni como hablarlo. Sería como iniciar de nuevo, si es que su cobardía le permitía arriesgarlo todo.

    Se escucharon tres golpes suaves en la madera de su puerta.

    Liam se estaba secando el pelo con su toalla y acababa de ponerse unos vaqueros ajustados con una playera de rayas blancas y negras de cuello en V.

    Abrió la puerta con lentitud, como si no quisiera encontrarse con su realidad, y descubrió a Leonor fuera con el teléfono inalámbrico, que normalmente estaba en la lavandería, contra su pecho.

    —Buenos días, Liam.

    —Hola. — saludó él mirando fijamente el aparato.

    El no tenía teléfono en su habitación porque, en un ataque de ira seis meses atrás (que ya no recordaba ni porque había sido) lo había aventado contra la pared descomponiéndolo sin remedio, rompiéndolo en mil pedazos. Y a su madre le había dado tanto miedo que había decidido prohibírselo de por vida.

    Eso a Liam le daba igual. Nunca había utilizado demasiado el teléfono de su casa, prefería su móvil.

    —Tienes una llamada.

    Liam tragó duro y cogió el teléfono que Leonor le extendía.

    — ¿Quién es? —preguntó sin tomarse la molestia de tapar la bocina.

    —El joven Lawrence.

    El corazón de Liam dio un vuelco casi desgarrador y sintió que caería al piso en cualquier momento. Le pareció irónico el hecho de que Leonor se mostrara tan tranquila, serena, pensando que no era nada especial. Ajena completamente a sus sentimientos.

    Si tan solo supiera…

    —Ah, gracias. — respondió tratando de no tartamudear ni hacer ningún sonido innecesario que pudiera delatar su nerviosismo ante Lawrence.

    Esperó a que Leonor se fuera y caminó por el pasillo de la planta alta para ir hasta el balcón que daba una espectacular vista de los hermosos jardines de Hamptons y, más allá, la playa neoyorquina fría, agitada y adornada por el puente que separaba a la ciudad de Nueva York de Manhattan.

    Colocó el teléfono en su oreja sintiendo de repente una calidez inigualable.

    — ¿Si? — maldijo en su mente porque su tono de voz había sonado terriblemente agudo.

    —Hola, Liam.

    No pudo evitar sonreír como idiota. Incluso quería gritar. Le dio la espalda al paisaje como si eso le aplacara las ganas y miró fijamente el pasillo alfombrado que tenía muchas puertas a sus alrededores. Aun con todo el peso de sus miedos encima, la voz de Lawrence era tan relajante como la brisa cálida de una playa europea.

    —Hola.

    —Me pasé casi una hora buscando tu número en el directorio.

    Liam recordó que jamás habían intercambiando números. Sonrió. Se había sentido especial al darse cuenta de aquel detalle.

    —Si…— dijo Liam, riendo con una alegría jamás experimentada antes. Pero aun así no sabía que decirle—. ¿Q- Qué pasa?

    Por unos segundos bastante largos para Liam, Lawrence se quedó en silencio. Solo se oían sus respiraciones a través de la línea y Liam comenzó a reprocharse el hecho de que su pregunta había sido demasiado estúpida. Se notaba que él no era el primero que quería iniciar una conversación para comenzar con las explicaciones.

    —Tú me besaste y yo dije que estaba enamorado de ti— dijo Lawrence después de un rato tan prolongado que hizo que Liam se sobresaltara al interrumpir sus pensamientos—. Creo que eso merece alguna explicación ¿No lo crees?

    —Tú me besaste y jamás oí esas palabras en tu boca— le reprochó de mala gana, como un niño mimado. “Liam, pero qué idiota eres”

    De todas maneras sabía a lo que Lawrence se refería y recordaba perfectamente el momento en el que le había dado a conocer sus sentimientos de una forma muy discreta. Y lo recordaba por el simple hecho de que jamás, en los últimos días, había dejado de pensar en ello. Era esa clase de momentos cuando le resultaba bastante incomodo el ser tan bocón.

    Además, sí. Prácticamente él había besado a Lawrence, solo que este último se le adelantó un poco.

    Lawrence no le respondió, hasta que Liam carraspeó desesperado al no obtener respuesta.

    —Sabes a lo que me refiero. — Replicó Law con tanta frialdad que desconcertó a Liam, quien pensó en disculparse por su estúpida interrupción—. Como sea, quiero hablarlo… y no por teléfono.

    —Podemos ir al club, o…

    —Te esperaré en la cafetería que está en frente del campus a las dos de la tarde ¿Sabes a cual me refiero?

    Liam tardó en responder, sorprendido ante la seca interrupción.

    —S- si…

    —Bien.

    Lo siguiente que escuchó fue el pitido de llamada finalizada.

    Parecía que Lawrence se había enfadado más de lo esperado.

 

    Lawrence colgó el teléfono con furia. ¿Por qué Liam tenía que comportarse como un niño pequeño cuando él se sentía tan mal? Terminar con Oliver le había afectado más de lo que había creído; y aunque no se arrepintiera de ese hecho no podía dejar de pensar en que Oliver no se lo merecía. Era una muy buena persona y con él había pasado momentos muy reconfortantes.

    — ¡No… me lo puedo… creer! — se escuchó la voz de su hermana saliendo de la cocina y Lawrence se sobresaltó mirándola con los ojos abiertos.

    — ¿Estabas escuchando? —Preguntó, más avergonzado de lo que creyó— ¿Desde hace cuanto que estas en allí, eh?

    Alexandra se sentó al lado de su hermano, todavía en pijama, en el sofá que estaba frente a la televisión.

    — ¿Qué pasó anoche, Lawrence? —preguntó ella mirándolo como quien escucha el chisme más picante del momento.

    —No hablo sobre mis cosas con las personas que espían desde una cocina como si fuesen delincuentes. — respondió desviando su mirada.

    — ¡Ah, vamos!

    Lawrence suspiró ante la mirada suplicante de Alexandra. Eran las doce del medio día y no tenía ningún pendiente por hacer ni ninguna lección de piano que terminar. Antes de llamar a Liam, incluso, había acomodado todo el departamento. Había quedado reluciente de limpio a pesar de que solo fuese algo impulsivo por controlar sus nervios.

    — ¡Contéstame! — replicó su hermana sintiéndose completamente ignorada.

     Lawrence la miró levantando una ceja y después, de un salto, se levantó del sofá y cogió su chaqueta.

    —Te lo contaré si descubro que ha valido la pena. — le dijo antes de salir por la puerta.

    Sabía que aun faltaban dos horas. Sabía que no se encontraría allí, pero por alguna razón necesitaba ir a la cafetería. Había tomado el mismo subterráneo que usaba para ir a la universidad y la estación  destino había sido la misma. El mismo destino del taxi que lo llevaría de Nueva York a Manhattan. Eso lo hacía sentir en medio de la rutina, a pesar de que aun era domingo. Law ni de broma se pasaba por la universidad los domingos.

   La acera estaba repleta de personas que habían decidido pasar un buen rato de compras en su día libre. Era una calle llena de tiendas de ropa costosa y plazas con restaurantes lujosos y puestos de helado refinado. Parecía como un viaje al pasado. Las fachadas se comprendían de estilos barrocos o góticos y la arquitectura virreinal se hallaba en la mayoría de los edificios. Después, hace pocos años, para hacer el ambiente de aquel lugar un poco más oldie diseñaron el piso con pequeños caminos empedrados que le daban seguridad a la enorme acera. La calle estaba repleta de taxis y automóviles prácticamente detenidos por la intensidad del tráfico.

    Lawrence se había vestido con sus clásicos pantalones ajustados de un color marrón claro y una playera entallada de color beige. Y como era un día soleado se colocó delante de sus ojos unos lentes oscuros tipo John Lennon que Alexandra le había regalado en su cumpleaños. Casi nunca se los ponía porque el cielo de Nueva York no mostraba el sol espléndido todos los días.

     Parecía un idiota de pie, sin hacer nada, en frente de la cafetería. Solo observaba atentamente la publicidad que anunciaba sus nuevos lattes pegados en la vidriera. La fachada era como todo en aquella calle: De estilo barroco y cinco pisos hacia arriba, los cuales, principalmente, eran ocupados por pequeñísimos departamentos individuales para universitarios intelectuales que querían vivir en aquella céntrica parte de Nueva York, en donde se podía pasear de pie y estaban las estaciones más importantes. Sin duda un lugar encantador para vivir.

    La mesera del restaurante no dejaba de echarle unas miradas a través del vidrio que dividía el local de la calle, ya nerviosa por la presencia tan sospechosa de aquel joven con apariencia medio indie. Lawrence se percató de aquello, así que  comenzó a caminar hasta dar vuelta en la Avenida Broadway, donde había una impresionante acumulación de gente. Había metros y metros de personas haciendo fila para ver algún espectáculo, que se volvía visiblemente más impresionante al observar toda la publicidad frente a sus narices o paseaba por Time Square. Miles de espectaculares electrónicos promocionando shows, películas, refrescos y los restaurantes de comida rápida más famosos del mundo.

    Law caminó un rato más deteniéndose en uno de los teatros donde se presentaba un recital de piano de un chico prodigio que habían estado anunciando bastante en la televisión y en radio. Law quería ir, pero no podía gastar tanto dinero en la entrada, la cual, era exageradamente cara.

    Sacó su celular del bolsillo para ver la hora: Faltaban treinta minutos para la hora que había acordado con Liam… o más bien que le había dicho, casi reprochándole, a su compañero.

    Siguió caminando hasta llegar a una tienda de discos compactos a la que siempre entraba cuando le apetecía comprar algo de sus grupos favoritos. Últimamente había estado buscando un disco de Radiohead que estaba agotado en todas las tiendas en las que se había presentado. Entró al edificio quitándose los lentes. Sus botas estilo militar rechinaban en el piso de cuadros blancos y negros.

    Se acercó hasta uno de los trabajadores. Era un joven universitario con playera de uniforme color amarillo, muchos piercings por todas partes y cabello pintado de un rojo muy extravagante.

    —Oye, amigo— dijo Lawrence en tono amigable. El chico lo miró y le dedicó una sonrisa como saludo—,  ¿Tienes el disco In Rainbows de Radiohead?

    —Tienes mala suerte, hombre. Hace como dos días se nos terminó— respondió el de cabello rojo.

    —No me jodas.

    El chico le sonrió divertido.

    —Ya hicimos pedido, nos llega como en dos semanas.

    —Ok, ojalá venga a tiempo. Hasta luego.

    —Sí, hasta luego.

    Lawrence se alejó y el muchacho que lo atendió siguió acomodando una columna de discos por orden alfabético.

    Vaya suerte… Ni hablar. Tendría que descargarlo ilegalmente en alguna página de internet.

    Caminó de nuevo cruzándose con miles de espectáculos en los teatros más concurridos que quería ir a ver, pero su pobre presupuesto mensual no se lo permitía. Era en esos momentos cuando se dio cuenta de que no tenía una vida realmente muy interesante. Desde hace años que prefería la rutina y, además, entre el trabajo, la universidad y las recientes clases de piano para Liam, habían terminado por consumir todo su tiempo.

    La búsqueda de ese disco era una prueba de ello. Hace tanto que lo había buscado para completar por fin su colección  de álbumes de Radiohead y, sin embargo, lo había olvidado por completo por estar enajenado en medio de las lecciones de Mozart que le dejaba Catherine y Danza Húngara. Suspiró, metió las manos en los bolsillos de su pantalón y continuó con su camino. Decidió que a partir de ese momento dedicaría más tiempo a sus pasatiempos informales fuera de la música… y fuera de Liam.

    Miró la hora en una de las pantallas electrónicas que estaba pasando las noticias de la tarde. Faltaban diez minutos para las dos. Abrió los ojos, sorprendido de que el tiempo hubiera pasado tan rápido tan solo viendo muros con anuncios publicitarios y fantaseando con los espectáculos de ópera y orquesta.

    Dio media vuelta y se dirigió a la cafetería volviendo a pensar en la chica camarera que lo había mirado con desdén por quedarse viendo la fachada del edificio como un psicópata.

    Sonrió, y después de varios minutos de andar de nervios, consiguió relajarse.

    Liam se sentía como un idiota. Había estado allí, sentado en la cafetería, treinta minutos antes de la hora que le había dicho Lawrence y por su cabeza solo pasaban escenas de situaciones en donde se disculpaba por haber sido tan idiota en la conversación por teléfono. Aunque en realidad, no se le ocurría explicación convincente alguna, pues había actuado sin pensar, como era su costumbre.

    Volvió, por undécima vez, a mirar el menú. Nunca había entrado a esa cafetería antes, pues en una calle pronta a Broadway había un Starbucks y era allí donde normalmente iba a comprar un café con sus amigos, a pesar de que el sabor de la bebida de esa popular franquicia era demasiado insípido para su gusto, en comparación con otros mucho  más refinados que tenían el sabor amargo característico y aquel aroma delicioso que tanto lo relajaba.

    A decir verdad, a él si le gustaba el café. En comparación a otros que lo tomaban por mera costumbre posesiva a aquella imagen guay de tener un envase de Starbucks en la mano con tu nombre escrito en el.

    El menú era interesante y tenía un diseño original. Entre sus especialidades estaba el expresso clásico y un capuchino que tenía crema de almendra y nuez. Todo natural. Todo orgánico. Todo muy hippie para su gusto.

    Comenzaba a sentirse nervioso y hacía cualquier manía compulsiva para desaparecer las mariposas en sus tripas: Sacudía de su camisa invisibles motas de polvo o la desarrugaba conforme los pliegues en su abdomen al sentarse se hacían más evidentes. También ordenó la cajita con azúcares, cremas en polvo y edulcorantes. Todo en su lugar. Hizo y deshizo el arreglo de falsas orquídeas que estaban en un jarrón anaranjado en medio de la mesita circular y limpió el poco polvo, casi invisible, que se había formado en la superficie de madera desde que la habían limpiado veinte minutos atrás.

    Volteaba hacia la puerta cada vez que la campanilla sonaba indicando que un nuevo cliente había entrado al establecimiento. Y, como cada vez, volvía su vista al descubrir que no era Lawrence.

    Miró su reloj. Faltaban solo diez minutos para las dos y, si Lawrence era puntual, podría estar allí en cualquier momento. Comenzó a dar golpeteos,  como si tocara el piano, en la mesa. Sentía que sudaba frío y de repente el local se había convertido en un espacio de cuatro paredes excesivamente limitadas. Pensó en salir y tomar aire cuando sintió que la claustrofobia se apoderaba de él, pero no podía irse sin nada en las manos cuando ya había ocupado durante media hora un espacio que cualquier otro cliente de verdad habría aprovechado al máximo. Le daba miedo voltear hacia el vidrio para observar desde la ventana a cualquiera que se acercara.

    Tragó duro y luego soltó un respiro e intentó relajarse. Quizás si comenzaba a ordenar el tiempo pasaría rápido, y no torturadoramente lento como lo sentía en aquellos momentos.

    Levantó la mano y alzó la voz hasta una de las meseras que miraba hacia la puerta con expresión ceñuda y, de alguna forma, preocupada.

    — ¡Señori…!

    La campanilla sonó otra vez  y en un movimiento automático volteó hacia la puerta sintiendo como si estuviera a punto de explotar. Allí estaba Lawrence. Quitándose las gafas de sol y mirándolo fijamente, caminando hacia él con una lentitud propia de un momento tan crucial como ese.

    Liam cambió su expresión al darse cuenta de que lo había estado mirando con los ojos excesivamente abiertos y la boca también. Se sintió como imbécil y desvió la mirada.

    Lawrence se detuvo justo enfrente de él y, de un rápido movimiento, se sentó. La mesera a la que Liam había estado a punto de hablarle lo saludó y le pasó el menú con una extraña expresión en sus labios.

    —Gracias. — dijo Lawrence tomando aquella lámina con cuidado y sonriendo amablemente. Echó una ojeada a lo que decía el menú y, casi enseguida, miró a Liam—. Hola, Liam.

    —H-hola, Lawrence. — contestó Liam, tratando de balbucear lo menos posible.

    Lawrence trató de mostrarse lo más sereno posible. Al parecer lo estaba consiguiendo, a pesar de que transpiraba bastante.

    — ¿Sabes que ordenarás? —preguntó en un intento por distraerse del tema principal para que pudiera ordenar sus ideas. Sabía perfectamente lo que iba a decirle. Lo había practicado incluso en sueños. Solo necesitaba distraerse un poco, relajarse. Y prepararse para lo que podía ser un episodio bastante feliz en su vida o, igualmente, su ruina.

    Sabía que ante todo debía de ser realista y no esperar que de la noche a la mañana Liam se le lanzara a sus brazos diciéndole que lo amaba. Eso sería algo bastante lindo, algo cursi para él, pero de cualquier forma no era eso lo que pasaría. No después de todo lo que había pasado.

    Pero, la madurez ante todo.

    —Pues…— dijo Liam siguiéndole el juego. Se sintió un poco más relajado al notar que Lawrence no se mostraba excesivamente enojado. De hecho, no lucía para nada enfadado, aunque aun así sentía la necesidad de disculparse por no haber sido la persona más reconfortable del planeta después del valor que había necesitado Law para hablarle por teléfono en aquellas circunstancias—, me apetece el mokaccino con crema de avellana.

    Law asintió y volvió su vista al menú. Era la oportunidad perfecta para Liam. Abrió la boca dispuesto a disculparse, su garganta vibraba ante el primer sonido de la primera letra. Y en ese preciso momento la camarera se paró frente a ellos para tomar sus órdenes.

    — ¿Qué les ofrezco? —preguntó amablemente sin enterarse de nada. Liam bufó en silencio y Lawrence ordenó por los dos las bebidas y agregó un par de rebanadas de pay de queso con zarzamora. Y después de que la chica se fuera a dictar el pedido al barista,  Liam lo intentó de nuevo.

    —El pastel de zarzamora que preparan aquí es delicioso— dijo Law a Liam en cuanto la camarera se hubo alejado.

    Hubo un silencio bastante prolongado. Todo el valor que había tenido Liam minutos atrás se había esfumado a causa de la inoportuna intromisión de la chica para tomar sus órdenes. Cada vez que abría la boca para hablar ninguna palabra salía de sí. Estaba totalmente petrificado por no saber qué era lo que le pensaba decir el chico frente a él.  Se sentía como un cobarde pero no podía evitarlo en ninguna forma. Tenía demasiado miedo… de todo. Incluso de la felicidad que le daba al estar con Law.

    Lawrence suspiró levantando un poco sus hombros para relajarse. Jamás había pasado por una situación como aquella. Una situación en la que le decía sus sentimientos a un heterosexual declarado, pero sabía que aquella no era una situación como cualquiera. Tenía muchas esperanzas. Y bueno, era ahora o nunca.

    —Liam, quiero decirte las cosas claras. — Dijo pensando que esa era, de todas sus opciones posibles que atravesaban por su cabeza, la mejor forma de iniciar la conversación—. Sé que no nos llevábamos bien antes de que pasara todo esto (la fiesta y eso) pero el hecho es que últimamente, cuando estaba contigo, me divertía mucho. Me divierto mucho estando contigo y me siento muy bien cuando hablas conmigo. — en su mente lo que le quería decir, el alcance de sus sentimientos, era demasiado largo en palabras. Pero a Law no le gustaba rodear las cosas—. No estoy muy seguro de cuál sea la razón, la verdad me gustaría saberla pero el hecho es…— suspiró una vez. Ahora o nunca, se repitió en su mente sintiendo el valor necesario para decirlo de una vez por todas, sin mensajes ocultos ni palabras malintencionadas—, que me enamoré de ti.

    Liam lo miraba con los ojos muy abiertos, perdido en su verde mirada. De repente la hora, los minutos, los segundos, el tiempo, las personas, dejaron de existir. Sentía cada latido de su corazón presionando en su pecho como si se le fuera a salir en cualquier momento. Jamás imaginó que Lawrence dijera eso tan rápido y fue la sorpresa más grande del mundo.

    Sintió, durante un instante, que todo por lo que tenía que luchar, valía la pena. No salían palabras de su boca. Lo único que pudo decir fueron un par de letras que se escurrieron agudas por su garganta:

    —Yo…

    — Déjame terminar, por favor. — dijo Law sintiendo de repente un impulso por decir todo lo que sentía. El miedo y los nervios ya no importaban—. Te estoy diciendo esto porque necesito que lo sepas claramente. Nos besamos, Liam. Nos besamos y aun así no sé qué mierda es lo que pasa por tu cabeza. Y espero que me lo digas para saber si vale la pena intentarlo… Así que ¿Qué me dices?

      Liam se quedó tieso por un largo rato. Petrificado totalmente ante la franqueza de Lawrence. Le asustó que se mostrara tan directo, tan seguro de lo que sentía. Liam sabía cuáles eran sus sentimientos pero ahora no podía expresarlos sin sonar totalmente igual a Law. No podía expresarse sin sonar redundante y meramente apegado a lo que Lawrence le había dicho. ¿Cómo haría para no escucharse como un idiota sin originalidad o sin resaltar obviedades?

    Liam suspiró sin caer en la cuenta de cuánto tiempo había estado sin emitir una palabra y dejando a Lawrence con la palabra en la boca. Law estaba que se moría de la frustración ante aquel silencio. En ese momento esperaba cualquier cosa. Buena o mala; cualquiera.

     Después se inclinó por lo más obvio: La sinceridad. Respondería tal y como su mente le ordenaba hacerlo con total espontaneidad, aunque se trabara o tuviera que repetir frases comunes.

    —Yo…

    Justo cuando terminó de decir aquello regresó la mesera con una pequeña bandeja plateada que llevaba encima las bebidas y los postres que habían ordenado. Liam emitió un gruñido de frustración y bajó la cabeza sintiéndose patético. Quería cubrirse con las manos y desaparecer en los límites del subsuelo.

    —Disfruten.

    —Gracias. — replicó Lawrence con una sonrisa demasiado irónica. El también se sentía incomodo.

    Liam suspiró y tomó de su mokaccino. Estaba hirviendo pero trató de ocultar su sorpresa sintiéndose como un imbécil sin nada de suerte. Lawrence tomó un sorbo a su frappe con crema chantilly y chispas de chocolate.

    —Cuando estoy contigo…— comenzó Liam jugando con sus manos. Se le cortó la voz y cerró los ojos. Estaba demasiado nervioso pero no quería dar marcha atrás. Su estómago vibraba, bailaba y quemaba como mil solitarias. Si eso era lo que quería, tendría que luchar y admitir las consecuencias de todo: El rechazo de su familia o de sus amigos era lo que más le daba miedo, pero Lawrence valía la pena, eso era obvio. Abrió los ojos y, esta vez, trató de demostrar la solidez de sus sentimientos por medio de las palabras—, cuando estoy contigo siento como si hubiera esperado toda mi vida para ello. Nunca me había sentido así con nadie más y quiero estar contigo, Law. Hice muchas cosas para demostrar lo contrario, pero te juro que aquel beso…— se detuvo un momento tomando aire. Lawrence lo veía fijamente y se notaba que había tensado los músculos—, aquel beso fue más real que cualquiera que haya dado antes. Y te quiero… Y lamento ser tan idiota a veces.

    Allí estaba, por fin, la disculpa que quería decir Liam. Y se sentía satisfecho a pesar de que hubiera estado fuera del lugar.

    Esta vez fue Lawrence quien se quedó mudo. Sintió como si aquel peso que había estado cargando se hubiera reducido a cenizas. Todo era lo que había esperado. Poco importaba que hubiera sonado muy cursi, o que le estuvieran temblando las manos en esos momentos…Era Liam. Era el insoportable junior que lo había ayudado a superar el dolor del pasado. Tomó la nerviosa mano de Liam por debajo de la mesa y la apretó, y aquel gesto valió más que cualquier beso o abrazo o sexo superficial que hubiese tenido antes. Otra vez, después de mucho tiempo, un sentimiento de verdad surgía entre el decepcionado y novato corazón de Law… de ambos.

    Se dedicaron a mirarse unos minutos más, hasta que Lawrence sonrió complacido y dio una mordida a su pay de queso. Lo que podía haber sido doloroso había pasado. Pero ahora venía la parte complicada. La parte complicada que incluía la razón por la que en esos momentos Liam no le había permitido juntar sus bocas y besarse allí, en medio de todos:

    Sandra y la supuesta heterosexualidad de Liam que todo el mundo daba por hecho. 

 

 

 

Notas finales:

Pues, sí... aquí es donde empieza lo complicado (por si creían que ya de por sí...)

Jejeje, espero que les haya gustado mucho. Como pudieron leer comenzó la segunda parte, y el nombre está inspirado en una canción que adoro.

Pues bien, el capitulo que aclara los sentimientos, como pueden ver. Y espero que tambien aclare mi falta de inspiración (crisis, como la he llamado anteriormente xD)

Algo más: Encontré una foto en tumblr.com que me gustó demasiado, veanla:

http://ixquetzal.tumblr.com/image/32548508614

Me pareció muy Lawrence (si ya la vieron, espero que no se hayan decepcionado demasiado por la falta total de rostro xD)

Bien, espero hayan disfrutando el capitulo. GRACIAS a todos los que me dejaron review en el anterior, y gracias tambien por leerme.

Besos (con forma de review)

JEJEJE no es cierto:

Besos n.n


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