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Danza Húngara por Nasuada

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Notas del capitulo:

Todavía tengo internet :D

Aunque la advertencia sigue, porque soy demasiado pobre como para pagarlo a estas alturas de la semana :( Pero, como siempre, recuerden que se hace lo que se puede. ¡No quiero perder la constancia que he tenido hasta ahora!

Bueno, disfruten el capítulo n.n

XII

El descubrimiento de la princesa

 

 

        Una semana había pasado desde la discusión. Una semana y Liam no podía recordarlo sin que una ola de enfado le recorriera todo el cuerpo. Cuando comía, cuando se duchaba, cuando hablaba con sus amigos, todo el tiempo. Y tenía que reprimir sus deseos de arrojar con mucha fuerza cualquier objeto que se atravesara por su vista.

    Lo peor era que su madre tenía que aguantarle todo el mal humor que se cargaba, y eso lo hacía sentir mal. Emma era una persona que se deprimía con bastante facilidad y el hecho de ver a su único hijo enojado todo el tiempo le provocaba una tristeza increíble.

    En ocasiones también descargaba su ira con Sandra, y eso era mucho peor. Ella empezaba a sospechar, eso ya era seguro; aunque por alguna razón, que Liam agradecía profundamente, aun no le hacía preguntas de ningún tipo.

    Aun así, últimamente había intentado más que nunca decirle a su madre lo enamorado que estaba de Lawrence. Incluso parecía que practicaba en sueños. No podía huir del tema en ninguna parte y eso le resultaba desesperante. Cada vez que su madre, William y él cenaban juntos en el comedor era como una pesadilla. Todos los días estaba preparado para decirles, pero por más que modulaba, abría la boca y el apetito se iba con cada respiración, las palabras se detenían en su garganta como si se atragantara y lograban que el nudo en su estomago se hiciera más grande, y que la tensión en su espalda fuera más profunda.

    La última noche sucedió lo mismo. Liam subió hasta su habitación y se tumbó en la cama con un profundo suspiro. Palpó por su cama hasta que encontró el control remoto de su estéreo y lo encendió. Se escuchaba Creep y Liam comenzó a cantarla, sintiéndose bastante identificado con la letra.

    Cada vez se sentía peor. Dormía menos, comía menos, prestaba menos atención a la universidad…

    Y todo por aquella horrible preocupación que solo le causaba más problemas y lo hundía más en el mundo de las mentiras donde se encontraba…, aunque no lo quisiera admitir.

    Además, sin Lawrence apoyándolo, sentía que no tenía sentido. Y estaba experimentando un tipo de tristeza que jamás había sentido. Una mano invisible apretaba su corazón de forma perpetua, y cada vez que sonreía era como si las ganas de ser feliz se esfumaran.

    Varias veces se había sentido como un idiota, por el hecho de que aquella discusión le hubiese afectado tanto. Pero no podía evitarlo.

    La madre de Lawrence había preparado un desayuno completo para los tres. Se trataba de su platillo especial: enchiladas. Corey Pullman adoraba la comida mexicana, y gracias al internet, a sus múltiples trabajos como mesera y cocinera, y a unos consejos que una anciana mexicana que era cliente frecuente en su actual trabajo le proporcionaba, se le había dado bastante bien el sazón.

    Lawrence se encontraba colocando en la mesa los platos y los cubiertos. Con un rostro que delataba lo mal que había dormido, no solo esa noche, si no todas desde la discusión con Liam. Parecía un zombi, con la mirada perdida en el infinito de sus pensamientos.

    En la universidad, el y Liam lo único que hacían era evitarse mutuamente. Y no eran para nada discretos en ese aspecto, aunque sus amigos no le preguntaban la razón, cosa que le parecía extraña pero creía comprender las razones:

    Les daba bastante corte hablar de él y Liam. Por el simple hecho de que era Liam.

    Desayunaron rápidamente pues ambas mujeres tenían planes para consentirse, como siempre una vez al mes, en un Spa bastante lujoso por el que ahorraban buena parte de su sueldo cada semana. Las dos hablaban de ello emocionadas, mientras Lawrence sonreía y comía en silencio, escuchándolas.

    Se sentía mal. Se había sentido mal toda la semana. Aunque no lo sabía, su orgullo no le dejaba disculparse con Liam. Sabía que había actuado mal por no tener la paciencia suficiente, pero seguía enfadándole el hecho de la poca cooperación.

 

    —Law, ya nos vamos— replicó su madre, colocándose la chaqueta, ayudada por su hija— ¿Tienes planes para hoy?

    Era un día lluvioso en la gran manzana, de las últimas lluvias cálidas antes de que el frío recorriera todo Nueva York.

    —Quizás. La verdad no lo había pensado.

    Corey Pullman asintió con una sonrisa y, acompañada de Alexandra, salió del departamento. Law ya sabía que hacer si un plan se le presentaba: asegurarse de que el departamento estuviera bien cerrado y tener la cena lista antes de que su madre y su hermana regresaran.

    Pensó en ir con Courtney para que ambos fueran a la casa de Evan a jugar videojuegos en su enorme pantalla Led, así que, después de preparar una cena rápida, cogió su chaqueta de cuero, un paraguas de color negro, y se fue.

    Le ayudaría a despejar su mente, y olvidar a Liam durante unas horas.

 

       Sandra llegó a su casa quince minutos después de que su madre le informara a Liam la noticia de que la había invitado para cenar. Y con mucho pesar, no pudo objetar nada sin una buena excusa.

    Había planeado toda la tarde y se había hecho del valor necesario, o eso creía el, ahora que no debía hacerlo, de poder por fin decirle la verdad a su madre. Aunque analizándolo con calma comenzó a pensar que primero debía de hacer algo muy importante que lograría un paso grande: Terminar su relación con Sandra.

    Leonor preparó para ese día un rico banquete que consistía en filete de res con salsa de tomate y champiñones que, como siempre, estaba deliciosa.

    — ¡Qué delicia, Leonor! — exclamó Sandra. Ella siempre adulaba la comida de la anciana trabajadora, pues su servicio de mayordomos en la casa de sus padres no era tan eficiente como las dos mujeres que trabajaban para los señores Rotwood.

    Sandra siempre había sido cuidadosamente educada con todos allí. Quizás para ganárselos a todos, quizás porque así la habían formado. Liam creía que era un poco de ambas, pero aun así siempre le había gustado eso de Sandra.

    No se había dado cuenta de lo mucho que la consideraba su amiga hasta que la palabra novios se interpuso entre ellos, al mismo tiempo que el tema de Law.

    Liam permaneció en silencio, y habló solo cuando la situación lo requería. Y tomaba un poco de vino tinto para evitar hablar cuando la conversación entre su madre y su novia (William tampoco hablaba mucho) se volvía un poco indeseada.

    Después de cenar, Sandra se llevó casi a rastras a su novio hasta el jardín, sentándose en la terraza mientras la chica le pedía a Abbie que les preparara a los dos un par de cocteles de limón y frambuesa bien fríos.

    El cielo estaba nublado y amenazaba lluvia, pero a ninguno parecía importarle demasiado.

    —Hace unos días tu madre me comentó algo bastante peculiar— dijo Sandra, de pie, disfrutando del viento fresco que hacía que su largo sweater tejido ondeara sin cesar.

    Liam la miró fijamente con curiosidad en los ojos. El estaba sentado en un camastro de mimbre, cubriéndose lo más que podía del viento. Siempre había sido muy friolento.

     — ¿Sobre qué? —preguntó.

    Sandra por fin lo volteó a ver y se sentó a su lado, en el mismo camastro donde él estaba.

    —Me dijo que ella se casó exactamente a nuestra edad…cuando se casó con tu padre— replicó Sandra, enredando sus dedos y jugueteando con ellos. Liam sintió que se le revolvía el estómago—. Dijo que ella había sido muy feliz, y que nosotros estábamos en la edad perfecta para…

    —¡No sigas!— replicó Liam, soltando sus manos e incorporándose con sorpresa. Sandra sonrió de oreja a oreja.

    —Qué locura ¿No?

    Liam asintió con vehemencia.

    —Mis padres se divorciaron cuando yo tenía cuatro años ¿No crees que es una señal de que esa no es la edad correcta?

    Sandra desvió la mirada y volvió a sujetarle la mano, observando el horizonte, hacia la playa.

    —Fue lo que le dije…— contestó—. Fue entonces cuando ella me replicó que no me dejara engañar. Me dijo que se había casado totalmente enamorada, y que, aunque al final descubrió que el señor Schmitt no era para ella, piensa que la edad no tuvo nada que ver— sonrió otra vez para volver a mirarlo—. Está entusiasmada porque nos casemos ¿puedes creerlo?

    A Liam le asustó la emoción con la que dijo aquello.

    —Y tú… ¿estás de acuerdo con eso? —preguntó con cautela. La sonrisa deslumbrante de Sandra habló por ella. Liam negó con la cabeza. No se lo creía—. Sandra, escucha lo que dices. ¡Es una completa locura! ¿Cuánto tiempo llevamos saliendo? Menos de un mes seguro…

    La decepción surcó la expresión de Sandra, pero no le quitaba esperanzas.

    —Se que es algo muy poco probable, pero es lindo pensarlo.

 

    —Les presentó a… mi novia— Evan se apartó de la persona a la que cubría con su cuerpo y Lawrence y Courtney abrieron los ojos con asombro al descubrir detrás la sonriente figura de Abbie, posando como modelo en broma.

    — ¡Abbie! — replicó Law sonriendo de oreja a oreja y abrazándola. Como felicitación y como saludo, pues hace bastantes días que no la veía—. No puede ser que estés con este cabrón, no te merece.

    Se separaron y Evan lo golpeó en la nuca con fuerza.

    —Lo sé, lo sé— dijo Abbie, siguiéndole el juego mientras abrazaba por la cintura a su nuevo novio—. Pero he decidido darle una oportunidad, está tan loco por mí.

    Los cuatro rieron.

    Courtney y Abbie fueron hasta la cocina del gran departamento de Evan y sirvieron bebidas para todos, (a pesar de los intentos caballerosos de sus amigos de ir ellos mismos) en parte por ser serviciales, en parte por cotillear un poco cosas de chicas.

    Porque Abbie quería saber las buenas nuevas acerca del asunto entre Lawrence y Liam.

    Después regresaron al cuarto de Evan, uno de dos que tenía, que utilizaba como salón audiovisual— pues le encantaban las películas y los videojuegos— y jugaron Gears of war durante horas interminables.

    Cuando las botanas se hubieron acabado, y Lawrence y Evan estuvieron bastante frustrados al no poder pasar de un nivel muy complicado, comenzaron a conversar. Y minutos después se oyó que alguien tocaba la puerta de madera con mucha insistencia.

    — ¡Está abierto! — gritó Evan.

    La puerta se abrió y apareció un muchacho bastante parecido a Evan, aunque solo en el rostro. Pues era bastante robusto y sumamente alto.

    Courtney y Lawrence lo conocían. Era el primo de Evan, de nombre Miles: un sujeto bastante pesado que lograba pasar todos los niveles de cualquier videojuego. Lawrence nunca lo había visto perder contra nadie, y se tomaba demasiado en serio aquellos gráficos computarizados. De una forma que le parecía un tanto ridícula e infantil, pero conocía mucha gente de ese tipo como para sorprenderse.

    Era un friki,en pocas palabras.

    — ¡Hola! — saludó mientras se sentaba al lado de Abbie. Miles la miró con desdén, pues no la conocía— ¿Quién eres?

    Abbie lo observó, alzando las cejas. Y Law se percató de que ella en seguida captó ese tono típico de quien desearía ser una caricatura.

    —Me llamo Abbie. Soy novia de Evan.

    Miles alzó una ceja y volvió a mirar el televisor, hundiéndose más en el confortable sofá que acomodaba su trasero.

    — ¿Qué juegan?

    —Gears of war— dijo Courtney, a pesar de que los tres amigos sabían que Miles conocía ese juego, y solo lo preguntaba para que, discretamente, lo invitaran a unirse.

    Y comenzaron a jugar de nuevo, y la atmosfera bromista y escandalosa de antes no tardó en aparecer.

    Ni siquiera supieron cómo llegaron hasta ellos cervezas y botellas de vodka de sabores. Las conversaciones cada vez se volvían más amenas, y el alcohol lograba que rieran por cualquier cosa y que los gráficos del juego dejaran de tener sentido.

    Courtney no soportaba el Alcohol, eso todos lo que la conocían lo sabían, y apenas había tomado una botella de cerveza y media de vodka de fresa y ya había comenzado a soltar la lengua.

    — ¡Me alegro tanto por ustedes! ¡De verdad! — dijo mientras abrazaba a Abbie y se dejaba caer. Abbie no estaba tan borracha, por lo que aquella actitud le daba mucha gracia—. Desde la fiesta de… ¿Cómo se llama? El niño rico que le gusta a Lawrence…

    —Liam— replicó Evan, quien estaba recostado en el piso alfombrado y reía a cada rato. Era quien estaba peor de todos, además de Miles.

    — ¡Exacto, Liam! — Dijo la chica, señalando abiertamente a Evan—. Desde ese momento supe que eran el uno para el otro, te lo digo.

    Lawrence, apoyado en una columna en la pared bebiendo su tercera lata de cerveza de la noche, rió ante tal panorama. Sus amigos ebrios. Los hubiera grabado si tuviera cámara.

    Abbie se soltó del fuerte agarre de Court, que en ese momento cantaba y los amaba a todos, y comenzó a recoger las botellas vacías y las aun sin abrir, para que ya no bebieran más. Law la miró. Eran los únicos más o menos en sus casillas, aunque Lawrence se sentía un poco mareado y sentía más confianza de lo normal.

    Lawrence le ayudó a arreglar un poco el tiradero que habían dejado y lo llevaron todo hasta la cocina.

    — ¿Cómo has estado? — Preguntó él, mientras se sentaban un rato en el desayunador para cambiar de ambiente—. Supe que salías con Evan, pero no pensé que fuera algo tan formal.

   Abbie rió y sonrió radiante, demostrando lo feliz que estaba.

    —Pues ya ves…— se quedaron en silencio unos minutos, hasta que Abbie se atrevió a hablar—. Supe de tu discusión con Liam.

    Lawrence desvió la mirada sorprendido y sonrió con ironía. Había dejado de recordarlo unos minutos atrás.

    —Sí, bueno…

    —Quiero decirte que es verdad lo que dice— continuó ella, acercándose a su rostro con cara comprensiva y abrazando sus manos entre las propias—. Yo que diario veo a su familia, y sé lo que pasa. Emma puede ser muy buena persona pero no es nada observadora respecto a su hijo— lo siguiente lo dijo con cautela: —. Liam ha tenido muchas novias en el pasado que no le duran más de seis meses pero con todas y cada una, Emma tiene preparada una boda mental.

    Law no supo que decir. Se quedó mudo al escuchar como Abbie defendía a Liam, pues sabía que lo que decía era verdad.

    —Además, la familia de William es sumamente conservadora— agregó, poniendo detrás de su oreja un mechón de cabello rebelde—. A pesar de que no los has visto juntos mucho tiempo, para William Liam es como su hijo legitimo. Prácticamente lo crió, porque el papá de Liam se fue cuando era aun un niño (lo se porque Leonor me lo contó). William no es tan conservador como sus padres y sus hermanos, pero aun así, entiendo lo difícil que es para Liam. Créeme.

    Lawrence analizó con cuidado aquellas palabras.

    —Te creo— replicó, de mal humor—, no es eso lo que me molesta. Es el hecho de que no lo intente, ni siquiera un poco y…— soltó un suspiro frustrado y tapó su rostro con sus palmas un instante—. Ni siquiera estoy enfadado con el ahora.

    Abbie mostró una mirada de que no entendía nada.

    — ¿Entonces por qué están haciendo el tonto?

    Lawrence soltó una carcajada, pero se encogió de hombros al no tener una respuesta para esa pregunta.

    —Arréglenlo. No pretendan que están bien solos— dijo Abbie, como si fuese lo más obvio del mundo.

    Law sonrió y asintió. Abbie le dio un abrazo.

    —Llamaré un taxi y me iré con Courtney— dijo Law—, vamos a ver que tan borrachos están.

     El lunes por la mañana Liam fue hasta la cafetería para prepararse un café bien cargado. Encontró a Daniel en el casino comprándose un jugo de zanahoria, y ambos fueron al estacionamiento, pues Daniel se quería fumar un cigarrillo.

    Por primera vez desde hacía años, Daniel le pasó la cajetilla, ofreciéndole.

    — ¿Estás loco? —Replicó Liam, incrédulo—. Soy saxofonista,  Dan.  Sería un estúpido si fumara.

    —Fumaste en octavo grado— replicó Daniel, guardando sus cigarros—. Tienes unas ojeras horribles, y te ves mal. Por eso te ofrecí.

    —Pues gracias, pero no— dijo—. Y solo fumé un año porque era un idiota adolescente que no sabía lo que quería.

    Guardaron silencio unos segundos, en los que solo se escuchaban las exhaladas de Daniel.

    Liam debía contarle a alguien…

    —Sandra dijo que casarnos sería una buena idea— replicó por fin, alzando su rostro y entrecerrando sus ojos por la intensidad del sol, que pronto se vería envuelto entre densas nubes de lluvia.

    Daniel lo miró y alzó una ceja.

    —No me jodas— dijo después de una exhalación con una sonrisa incrédula.

    —Es verdad.

    —Hombre, llevan saliendo una semana…— bromeó,  riendo con burla y tirando la colilla—, ¿qué ella no piensa hacer nada de su vida?

    Liam suspiró y guardó sus manos en los bolsillos de su abrigo negro.

    —Creo que te aceptaré el cigarrillo. Solo uno.

 

    — ¿Terminaste?

    Liam salió de su trance y maldijo en silencio. El profesor Edelman lo miraba con severidad cruzado de brazos.

    Se encontraba en medio del salón con el saxofón en sus manos y cara de idiota… se había detenido a media pieza por no poder coordinar sus enredados pensamientos y separarlos del saxofón. Cerró los ojos frustrado e instantes después volvió a mirar a su profesor, que estaba sentado frente a el y hacía notas.

    Había vuelto a alucinar acerca de todos los problemas que parecían acumularse.

    —Discúlpeme, profesor.

    Volvió a tocar. Esta vez sin un solo error ni ningún desvarío. Edelman le felicitó— a su manera—, y continuó con la clase teórica que había pausado la clase anterior.

    Catherine volvió a ver a Lawrence y levantó una ceja, bastante frustrada. Era la cuarta vez ¡la cuarta vez!, y no lograba memorizar un simple final de tres pentagramas de Claro de Luna.

    La joven profesora se levantó del taburete y vio a su alumno tocar desde lejos. Estaba sumamente desconcentrado.

    —Deja de tocar — le ordenó ella con fuerza. Lawrence la miró y la chica soltó un suspiro de frustración—. ¿Qué te ocurre?

    Lawrence puso la tapa al piano y dejo caer su cabeza.

    —Estoy muy cansado.

    —Cuando se te quite el cansancio, búscame— dijo ella cogiendo sus cosas con brusquedad—. Estaré en la sala de maestros.

    Lawrence escuchó que la puerta se había cerrado y, colocando ambos brazos alrededor de su cabeza recostada en la superficie lisa del piano, se dispuso a tomar una siesta. Cerró los ojos pero por más que intentaba, no podía dormir. A pesar de que en las clases no se concentraba, a pesar de que bostezaba todo el tiempo, a pesar de que sus ojos se cerraban lentamente solo con escuchar las palabras del profesor de contrapunto y de historia de la música; en las noches sus ojos nunca se cerraban.

    Pero en esos instantes se sentía tan cansado que prefirió dejarse llevar por ese repentino y especial momento de relajación. Pensando por última vez en lo que había dicho Abbie…

     Liam salió del aula seguido por el profesor Edelman. Se estrecharon las manos y, después de haberse despedido con un hasta mañana, tomaron diferentes direcciones.

    Liam se dirigió al salón de al lado.

    Ya no lo soportaba. Le pediría disculpas a Lawrence e intentaría que, de nuevo, lo apoyara. Sabía que era un idiota por no atreverse, pero intentaría razonar con él. Después de todo nadie nunca le había retado de esa manera, y no había sido capaz de comportarse correctamente. Intentaría hacerle entender que sus sentimientos por el valían más que su comportamiento tan inadecuado.

    Y allí estaba. Frente a la puerta del salón donde, seguramente, estaba Lawrence con Catherine Burwell. Respiró y tomó la manija. No se atrevía a mirar por la ventanilla.

    Así pasaron dos minutos… treinta segundos más…, tres minutos.

    A punto estaba de girar la alargada manija cuando una presencia le hizo voltear la cabeza. Catherine caminaba por el pasillo con notable prisa.

    —Liam— dijo ella en cuanto se volteó para mirarlo—, ¿Entrarás con Law?

    Él asintió.

    —Genial ¿Podrías entregarle esto? — Catherine le extendió unos papeles, y antes de que pudiera echarse para atrás y huir despavorido, unas partituras de piano estaban en sus manos— ¿Puedes decirle que es la lección que quiero que estudie en la semana? Menciónale que es muy importante— la joven maestra comenzó a alejarse a paso rápido—, tres puntos de la calificación ¿Si? ¡Gracias!

    Le saludó con la mano y desapareció tras la esquina inferior del final del pasillo.

    Y Liam volvió a mirar hacia la puerta, tragando saliva. Ahora si que no podría arrepentirse.

    Giró la perilla y abrió la puerta con una lentitud nada propia en el. Al poco rato se dio cuenta de que había cerrado los ojos y, sintiéndose como idiota, los abrió de nuevo, conteniendo la respiración. No podía creer que algo tan simple le resultara complicado a esas dimensiones.

    Tardó unos minutos en darse cuenta de que dentro estaba totalmente silencioso. Incluso llegó  a la suposición de que Lawrence no estaba allí. O eso hasta que entró al aula completamente y observó el piano abriendo los ojos de par en par. Allí estaba, pero parecía que no había notado su presencia.

    Caminó con cuidado hasta Law y cambió de dirección para poder ver su rostro escondido entre los brazos.

    Casi ni se percató de que sonrió como idiota. Lawrence estaba dormido… profundamente, al parecer.

    Caminó aun con más cuidado para no despertarlo y se sentó en una banca que se encontraba al lado de él. Que seguramente Catherine utilizaba para observarlo tocar y tomar apuntes al mismo tiempo. Debía verse como un psicópata, o como un acosador; pero le daba igual. Jamás había visto a Lawrence en ese estado. Era como descubrir otra parte de él que no conocía. Y eso además le daba tiempo para formular con cuidado lo que le diría. Y estar frente a él lo hacía más sencillo.

    Suspiró y apoyó la barbilla en su hombro flexionado apoyado en la mesita de la banca.

    Recargó las partituras en la mesa y las observó, y comenzó a leerlas siguiendo los tiempos. Era algo que hacía siempre. No podía dejar de ver un papel con impresiones de partituras sin que comenzara a leerlas.

    Y estaba tan perdido en el mar de notas en clave de sol y de fa que no se percató del hecho de que Lawrence se había despertado y comenzaba, lentamente, a incorporarse, sorprendido de la presencia de Liam, mientras trataba de abrir los ojos completamente.

    A éste último, casi le da un infarto al levantar la mirada.

    —Lawrence… — alcanzó a decir. Con los ojos sumamente abiertos y sin moverse ni un milímetro.

    Lawrence lo miraba sin dar crédito. Aunque se le notaba un poco enfadado.

    Ninguno de los dos dijo nada durante unos segundos, en los cuales, Law dejó de mirar a Liam y trató de prestarle atención a cualquier cosa, menos a él.

    —Lawrence— le llamó Liam, armado de valor para comenzar, obligando a Law a verlo a los ojos—. Qu-quiero disculparme— se maldijo a sí mismo por tartamudear y demostrar su nerviosismo, pues se había propuesto mostrarse lo más seguro que se lo permitiera su cobardía—, perdóname por…

    Fue entonces cuando se dio cuenta de que no tenía algo específico por lo cual disculparse.

    No podía decir “Oh, discúlpame por no salir del closet”.

    Lawrence seguía observándolo de una forma penetrante. Y aunque sus ojos irradiaban frialdad por su forma tan gatuna de entornarlos, por dentro tenía una batalla silenciosa de emociones encontradas.

     —Yo…— ahora tartamudeaba más que nunca, y se sentía como un completo imbécil—, perdón por decirte vete a la mierda.

    Lawrence se quedó en silencio un segundo, analizando lo que Liam acababa de decir. Luego desvió la mirada hasta las teclas marfiles del piano y sonrió algo irónico. Ni siquiera estaba enfadado con el. Su frialdad era para consigo mismo, por no poder ocultar la irritación y tenerle tan poca paciencia a alguien que daba todo de si por él, aunque no le fuera nada sencillo.

    Y encima de todo, iba a disculparse con el cuando la escena debería estar al revés… Era el colmo de su fortuna.

    Después de pensarlo un buen rato fue hasta la puerta y cerró el pestillo, y acto seguido fue hasta una pared opuesta, un punto ciego; en donde nadie podía ver nada aunque se asomaran por la pequeña ventana de la puerta.

   

    Le hizo una seña para que se acercara.

    El corazón de Liam comenzó a latir con fuerza, y fue una extraña sensación. Como una nueva fase, pues de por sí su corazón ya estaba acelerado. Lawrence se recargó en la pared, apoyando sus palmas en la superficie de concreto, tras la espalda. Y lo miró. Esperando.

    Liam tragó duro discretamente y fue hasta el. No tenía miedo pero estaba… excitado.

    En cuanto estuvo lo suficientemente cerca, Lawrence le tomó la muñeca y lo jaló con suavidad, logrando, de alguna manera, acorralar a Liam entre su cuerpo y la pared. Liam no entendía como había pasado pues de repente, el tiempo y el espacio habían dejado de tener sentido al perderse en aquella mirada del color de las olivas.

    Soltó un respiro entrecortado, haciendo notar de mala manera su nerviosismo, pero Lawrence ignoró el gesto por completo y le acarició la mejilla de una forma sumamente delicada que hizo que Liam cerrara los ojos y sonriera ante aquel gesto. El roce había sido tan exquisito como cuando tocaba una muñeca de porcelana.

    O como cuando Lawrence pasaba sus largas manos sobre la superficie blanca y negra del teclado de marfil.

    Liam estuvo a punto de decirle que no se detuviera. Aunque la vergüenza hizo que las palabras frenaran en su garganta con un golpe seco.

    —La paciencia no es mi fuerte. Por lo menos respecto a… esto— dijo Law con una voz tan suave que parecía de terciopelo. Liam hacía un esfuerzo sobrenatural por escuchar cada una de sus palabras y hallarles un significado coherente ante las caricias de Lawrence, que ahora iban por su clavícula, y no se detenían— No esperes que todo sea rosa, pero haré un esfuerzo. Así que… sólo esta vez.

    Liam por fin abrió los ojos y se encontró con que Lawrence miraba sus labios tentativamente, y se acercaba. Liam comenzó a repasar toda la anatomía de su rostro que le pareció exenta de defectos. Después pasó la mirada a sus ojos… a sus labios.

    Lawrence juntó sus labios a los de Liam con tal delicadeza que éste último tardó unos instantes en asimilarlo completamente. Y como en su primer beso, Law colocó ambas manos en los extremos de la mandíbula de Liam, controlando e intensificando cada vez más, paulatinamente y con esa chispa romántica que hacía que Liam se saliera de sus casillas por unos instantes y comenzara a delirar de placer. Jamás los besos habían sido así de satisfactorios y, comparándolos con los del pasado, simplemente, no llegaban a la altura. Los gestos anteriores le parecían toscos y carentes de algo, aunque no sabía muy bien el qué. No podía definirlo como pasión porque, incluso, se quedaba corto.

    Quizás si aquel sentimiento se multiplicara podría alcanzar el concepto…

    Lawrence sentía una felicidad en sí que lo embargaba de un buen humor exasperante. Desde que se había enamorado de Liam parecía que los enojos eran tan efímeros como una obra de arte de vapor. Lo único que importaba era el hecho de que Liam siguiera intentándolo con todas sus fuerzas a la par que le decía ese tipo de disculpas. Y aderezaba todo con aquella timidez nada propia en el, pero que comenzaba a descubrir cada vez que las cosas subían de temperatura.

    Le encantaban sus tartamudeos nerviosos y aquellos suspiros entrecortados.

    Liam dobló las rodillas sintiendo como si Lawrence absorbiera toda su alma. Como si fuesen uno solo conectados en aquel bailar de lenguas, en el chocar de sus labios y la saliva compartida. De vez en cuando se separaban para tomar el vital aliento. Pero, ya fuere Lawrence o Liam, quien se recuperara primero, volvía a juntar los labios con el otro.

    Y así no separarse nunca.

     Liam sintió un cosquilleo en el estomago cuando Lawrence comenzó a desabrochar los botones de su camisa. Se preguntó que mierda estaba haciendo, antes de notar que no le importaba demasiado. Y fue entonces cuando el también se metió en el juego y, de un tirón, le arrancó la camisa a Lawrence separándose unos instantes que parecieron eternos.

    Le arrancó del cuerpo esa camisa de cuello en V de aquel color tan parecido a sus ojos que tanto se le veía bien…

    Lawrence sintió un escalofrío recorrer su espina al percibir el helado roce de las manos de Liam en su abdomen. Se apresuró con el ultimo botón que le daba mucha guerra y le quito la camisa, arrojándola a algún lugar desconocido del salón.

    Sus labios se separaron y esta vez se miraron fijamente mientras recorrían con sus manos la espalda, el pecho, el cuello y el abdomen del otro. De vez en cuando Liam bajaba la mirada, intimidado ante la intensidad de Lawrence en la suya, que parecía escupir llamas, pero éste lo notaba de inmediato y, con un solo empujoncito en la barbilla, le obligaba a mirarlo de nuevo; fundiéndose ambos en la pupila del otro mientras disfrutaban aquel juego de manos.

    Lawrence abrazó a Liam. De alguna manera, Liam se deslizó por la pared y ambos terminaron en el suelo, sentados y besándose. De vez en cuando los labios de Lawrence atravesaban el cuello de Liam y llegaban a su pecho, lo mismo pasaba con Liam. Aunque ambos sabían que no se podía hacer más que eso.

    —Lawrence…— dijo su nombre casi involuntariamente, mirando sus clavículas, adornadas por el listón negro del collar que le regaló su padre.

    Siguieron abrazados unos segundos más. Lawrence tomó la cabeza de Liam con delicadeza y comenzó a repartirle besos cortos en los labios. Liam no pudo evitar sonreír. Lawrence era un romántico cuando quería.

    Sintió como Law se incorporaba, y tendiéndole el brazo, le ayudó a que él hiciera lo mismo. Después de que ambos estuvieron de pie, Lawrence besó la frente de Liam y lo abrazó.

   Después fue hasta su oído izquierdo y le susurró en voz muy baja.

    —Te amo.

    Entonces, Liam pensó que no podría contener las lágrimas de emoción y se sintió como una adolescente. Aunque aquella sensación fue sustituida por una felicidad radiante cuando descubrió que le daba igual: adolescente o no, había escuchado a Lawrence decirle que lo amaba. Y eso era, sin duda, el sonido más maravilloso que había escuchado.

    —Te amo— replicó igualmente, sonriendo de oreja a oreja, como casi nunca lo hacía. Sorprendido de su mismo al notar como las palabras habían salido tan fácilmente, tan autenticas, tan honestas.

    Lawrence no dijo nada más, y lo besó otra vez.

    Lawrence se colocó de un movimiento su playera, dándole la espalda a un Liam bastante avergonzado. Aunque sonriendo por lo bajo cada vez que su mente recordaba todo.

    Cuando ambos estuvieron presentables, Law se sentó en el taburete y esperó a que Liam se sentara a su lado.

    —Que bien que Catherine no regresó— replicó con una sonrisa culpable—, hubiera sido un poco problemático.

    Liam recordó uno de los principales objetivos de su visita.

    — ¡Es cierto!— Cogió las partituras que le había dejado la profesora y se los dio a Law—. La encontré en el pasillo de camino aquí, me dijo que te diera esto para ensayar. Vale tres puntos de tu calificación. Parecía que tenía prisa.

    Law frunció el ceño, extrañado.

    —Gracias.

    Sucedió un silencio en el que se miraron y se sonrieron.

    — ¿Vamos a comer algo?

    Law asintió.

    —Seguro.

   

    Llegaron al casino y no había nadie de su grupo. Habían faltado a una clase sin darse cuenta y faltaban diez minutos para que comenzara la siguiente. Se sentaron en una banca alejada del resto. Lawrence con su pastel de chocolate, y Liam con un latte bien azucarado.

    —Yo también quiero disculparme— dijo Law, tan de repente que Liam se sobresaltó—. Sé que es difícil para ti, y lo entiendo. Solo que no soy paciente, así que cuando me ponga así no me hagas mucho caso.

    Liam sonrió y desvió la mirada. Comenzó a llenarse la cafetería al llegar la hora del descanso. Courtney y Evan se sentaron en una banca lejana, al no ver a Law por ninguna parte. Aunque Sandra si visualizó a su novio.

    —De acuerdo.

    Se sonrieron mutuamente, de esa forma ya tan característica, y comenzaron a comer.

 

    Sandra se detuvo justo en medio de un pasillo. Sentía que su corazón se había acelerado al percatarse de aquel gesto de Liam. Abrió sus ojos ampliamente y por poco pierde las fuerzas de sus manos. Inhaló y exhaló entrecortadamente.

 Liam había sonreído, de esa forma radiante que era sumamente rara en él. Esa sonrisa que siempre había estado esperando, y que nunca le había dedicado. Esa sonrisa por la que se había sentido tan incompleta semanas atrás. Y era para Lawrence…

    Y como si su mente trabajara a mil por hora, comenzó rápidamente a atar cabos.

 

 

 

 

Notas finales:

¿Qué tal? jujuju.

Hace como quince minutos que terminé el capitulo. Espero que haya quedado bien y no muy apresurado D:

Estoy en periodo de exámentes, y tengo que preparar además un evento para el Día de Muertos, entonces en mi mundo real fuera de la cibérnetica faceta de escritora, estoy muuuy presionada.

Espero que todo eso no me chupe mi inspiración C: 

Déseenme suerte en mis pruebas, por favor c:

Y, como siempre, un review para una autora feliz.

 

Pd. Estoy esperando a que una chica actualice su fic, se llama Toxic´s lights de Pepper (se los recomiendo xD)

 

Espero que les haya gustado la actualización :D

 

Besos.


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