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Danza Húngara por Nasuada

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Notas del capitulo:

Hola-a-a-a

...

Bueno, disfruten el capítulo jejeje

 

EDITADO ASÍ RAPIDISIMO

Estoy tonta, y olvidé decirles que...

!Comenzó la tercera parte!

Hermoso, hermoso xD

Bueno, ahora sí.

Disfruten

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tercera parte

“El amor es gritar tanto su nombre que olvidas el tuyo”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

XIX

El precio estar solo

 

    No supo de Liam en todo el fin de semana. Caminó lentamente hasta la entrada de la universidad. El frío intenso había comenzado. De hecho, la nieve parecía a punto de aparecer. A punto, significaba, a unas horas de iniciar una tormenta.

     Muchas personas lo miraban. Alumnos, sobre todo, de primer año; que habían sido testigos de su determinación que lo nombraba como el gran ganador del estúpido juego de botella en casa de Ellen Bradbury.  Esperaba que aquello fuese temporal, y en la siguiente fiesta, a la que definitivamente no asistiría, se olvidaran de los acontecimientos que sucedieron en la primera. Seguramente así sería, solo necesitaba aguantar hasta que los preparativos de la segunda estuvieran en marcha. Creía que, con la diversión que se habían llevado, no esperarían demasiado.

    Pero no era eso lo que más le importaba. Podía ignorar las miradas divertidas de los novatos de la escuela. Necesitaba hablar con Liam, seriamente. Ya sin todo el alcohol consumido aquella noche que le obligó a decir cosas de las que se había arrepentido todo el fin de semana. Pero aun así, su orgullo le obligaba a estar enfadado. Estar enfadado con Liam porque le hizo a un lado.

    Encontró a Evan y a Courtney sentados en una banquita de cemento construidas sobre las aéreas verdes. Estaban desayunando.

    Tampoco los vio a ellos en los días anteriores. Todo el domingo estuvo en una especie de transe en el que intentó con todas sus fuerzas llamar a la casa de Liam para explicarse.

    Courtney lo miró con un deje de desdén.

    — ¿Han visto a Liam? — preguntó en cuanto llegó hasta ellos y les saludó.

    —No— respondieron ambos, cortantes, desvelados y enfocados en acabarse sus respectivos cafés.

    Lawrence se sentó a un lado de Evan y éste le miró de reojo.

    — ¿Me van a decir que les pasa o esperaran a que les ruegue?

    —Ruéganos, gracias.        

    Law fulminó con la mirada a su amiga.

    — ¿Qué no recuerdas nada? —preguntó ella.

    —Claro que sí. Dime porque estás enojada y porque arrastraste a Evan.

    — ¿Eres tonto? ¿Ya te disculpaste con Liam? — Courtney miró hacia todas partes. Asegurándose de que nadie los escuchara.

    Law desvió la mirada  y tomó un sorbo a su termo lleno de café bien cargado.

    —No.

    —Pues hazlo ¿o qué esperas? — se acercó un poco más para susurrarle—. Besaste a Ellen… ¿por qué aceptaste entrar a ese juego en primer lugar? Fue lo más estúpido que has hecho últimamente.

    —Yo no acepté. Fue Oliver. Y si mal no recuerdo, Liam me puso en ese aprieto de fingir estar con alguien. No podía zafarme, no es todo culpa mía.

    Courtney se quedó callada y suspiró.

    —Pues si lo dices así… aun así fue de muy mal gusto, Law. Pobre Liam.

  

    La conversación con su amiga, en lugar de animarlo a pedir disculpas, logró que el enojo fuera peor y más profundo.

    Aun así, observó muy bien durante todas las clases. No hubo ni rastro de Liam. Le pareció extraño, pues ese día compartían la mayoría de las clases. Que recordara, Liam no faltaba ni aunque estuviese enfermo de muerte.

    En el almuerzo, la cafetería principal se mantuvo tranquila. Courtney y Lawrence se sentaron junto a Evan en una mesa alejada de la mayoría y conversaron del recital de navidad, que sería el último día de clases antes de iniciar con las vacaciones de invierno.

    —Court, ¿de verdad estás haciendo migas con Sandra?

    La conversación salió a relucir en cuanto su amiga les dijo a ambos que saldría con Sandra a pasear el fin de semana.

    —Pues sí ¿qué tiene de malo?

    —No nada. Solo… pues, no han tenido la mejor relación en el último año— Evan también se notaba curioso.

    —Al igual que Liam y Lawrence. Y, a diferencia de ellos, yo no me acuesto con ella.

    Evan soltó una carcajada, pero Law se mantuvo serio y distraído.

    —Está bien, tranquila— dijo Evan, riendo a ratos.

    —No es tan odiosa como parece si la llegas a conocer. Además, necesito a alguien con ovarios en mi gran círculo social— hizo comillas imaginarias con sus manos en la palabra

    Lawrence estaba tomando un sorbo a su café. Casi lo escupe. Por la puerta de entrada de la cafetería estaba Liam. Vestía con ropa deportiva negra que jamás le había visto y su cara estaba completamente seria. Law frunció el ceño en cuanto lo observó con atención. Estaba completamente pálido y tenía unas ojeras impresionantes.

    Lo siguió con la mirada e hizo un gesto para levantarse y seguirlo, pero lo pensó mejor. Liam se dirigió hasta donde Sandra estaba a punto de comprar su desayuno. Hablaron. Sandra se puso seria y lo guió hasta una mesa que estaba sola. Hablaron de nuevo. La expresión de Liam no le decía nada. Parecía fría y distraída. Pero Sandra se notó completamente sorprendida; incluso llevó una mano a su boca.

    Y lo abrazó. Liam le correspondió el abrazo. Se abrazaron durante largo rato, fuertemente.

    Lawrence bajó su termo con brusquedad, chocándolo con la mesa. Y asustó a sus dos amigos que seguían conversando alegremente.

    — ¡Ay, Law! — dijo Court, frunciendo el ceño— ¿Qué s…?— ella y Evan dirigieron su mirada hasta donde Law tenía clavada la suya.

    Liam llegó a la escuela con el cabello empapado. Se dio en el hotel una buena ducha, para alejar el olor a alcohol que emanaba de sus poros. Le dolía la cabeza y se prometió no volver a tomar tanto. Promesa que, con la misma rapidez, desapareció en sus pensamientos. Compró un café, el más cargado, y lo tomó a sorbos largos, quemándose la garganta.

    Por lo menos había logrado llegar en la hora del descanso, y no se perdería su clase con Edelman.

    Entró a la cafetería y la buscó. Sandra estaba preparándose una ensalada en la barra. Fue hasta ella esperando que, por esa vez, pudieran ser los amigos de años que siempre habían sido.

    —Sandra— le llamó suavemente. No había escuchado su propia voz desde hacía horas, por lo que le pareció extraño escucharse tan monocorde y ligeramente ronca. Ella se volteó. En seguida que lo vio su expresión se tornó preocupada. Lo miró de arriba abajo, viéndose ella aun más extrañada—. ¿Puedo hablar contigo?

    —Claro— aceptó ella sin dejar de mirarlo con el ceño fruncido.

    Sandra le dirigió hasta una de las mesas vacías y lo miró, como Emma le había mirado la noche anterior, antes de decirles todo; cuando llegó a la casa y su madre estaba preocupada.

    Desvió la mirada.

    — ¿Estás bien?... desapareciste todo el fin de semana. Desde la fiesta. Mira, se que Lawrence fue un idiota pero…

    —Ya les conté todo. A mi madre… y a William.

    Sandra abrió los ojos de par en par y cubrió su boca con las manos, totalmente sorprendida de aquella revelación. No tuvo que preguntar nada. Supuso completamente que, por la expresión de Liam, no había salido demasiado bien. Le miró con ojos resignados y lo abrazó. Él le correspondió el abrazo con fuerza.

    Además, Sandra supo también que, si había recurrido primero a ella que a Lawrence, ambos no estaban en el punto más fuerte de su relación.

    Ellen parecía mucho más entusiasmado que días anteriores. Lawrence había preferido ignorarlo todo, hacer como si nada hubiera pasado. Esto pareció quitarle un poco a Ellen las ganas de sonreír sugerentemente durante las lecciones del Cascanueces. Faltaba muy poco para el recital navideño y ellos ya casi habían terminado. Catherine los observaba, asintiendo cada vez que alguno de los dos, o ambos, hacían un movimiento que se viera realmente impecable. Law hacía caso omiso a cualquier indicación, palabra o broma sucedida mientras tocaban el piano. Estaba totalmente sumido en sus pensamientos; a pesar de su gran y patético encuentro con el alcohol aquella noche, lo recordaba todo con una agudeza terrorífica. De hecho, podía recitarlo mejor que estando sobrio, puesto que el alcohol había intensificado sus sentidos de una manera asombrosa. Pero se arrepentía. Se sentía mal. Se sentía enfadado.

    Pero, por su orgullo, no solo estaba enfadado consigo mismo. Necesitaba disculparse pero no podía, porque no se lo permitía. Seguía manteniendo tercamente aquella causa en la que Liam era el principal culpable, por no poder hacerle frente a sus sentimientos como tal.

    Aun así, recordar cuando le tomó por los hombros y le zarandeó, logrando que Liam soltara agrias lágrimas de coraje le producía una horrible sensación de ansiedad en el pecho. Y la amargura pasaba por su propia garganta con más frecuencia cada vez que rememoraba.

    — ¡Law! — la voz de su profesora lo sacó de sus pensamientos, encontrándose con un Ellen que le miraba y también sus propias manos tocando un acorde con fuerza excesiva—. Delicado.

    —Lo siento.

    Después de ello logró, con bastante esfuerzo, mantener sus confundidos pensamientos en un plano meramente personal.

    La clase terminó con una felicitación general y una Catherine que, saliendo distraída, les saludaba con un gesto de manos. Seguramente iría directo a la cafetería por su tan ansiado café matutino. Se quedaron solos. Lawrence imaginó el hecho de que quizás Liam estaría en el salón de al lado practicando saxofón con el profesor Edelman. Apresuró el paso y guardó con una prisa descomunal las partituras en su mochila. Se despidió de un Ellen que le miraba fijamente y salió a toda prisa por la puerta.

    Se detuvo en seco. Liam estaba hablando con Edelman en la puerta de su aula respectiva. Ambos se voltearon a mirarlo por la intempestiva fuerza que había mostrado al abrir la puerta. El profesor solo lo saludó con un gesto de la cabeza, después de haberle reprochado la interrupción mirándolo serenamente. Pero en esos momentos no era la expresión de Edelman lo que le preocupaba. Liam también le miraba, pero no podía descifrar lo que aquellos ojos le decían. O quizás no le decían nada.

    Liam dejó de mirarlo y se despidió de su profesor con un apretón de manos. Le dio la espalda, comenzando a caminar por el pasillo. Lentamente, sin hacerle el menor caso. Law avanzó hasta él.

    — ¡Liam! — le llamó, al ver que él apuraba el paso.

    Pero no pudo seguirlo más porque una mano helada tomó su muñeca y le obligó a voltearse.

    —Law.

    Era Ellen.

    Por primera vez, deseó con todas sus fuerzas que las personas dejaran de entrometerse en su camino.

    —Law— repitió. Parecía nervioso y le soltó la muñeca con cautela— ¿Puedo hablar contigo?

    — ¿Podría ser en otra ocasión?, tengo algo de prisa.

    Hizo un ademán de voltearse otra vez, pero Ellen volvió a hablar:

    —Me gustas.

    Liam había dado la vuelta en la esquina derecha del pasillo y escuchó cómo, a causa de Ellen, Lawrence había dejado de seguirlo. Se apoyó en la pared, cerrando los ojos y tratando de respirar con facilidad. Cada vez que veía a Lawrence le daban unas tremendas ganas de ir y gritarle.

    Escuchó atentamente la declaración que hizo Ellen y se quedó petrificado. Pero no quería escuchar cómo iba a acabar aquello, así que volvió a caminar.

    Se encontró con Daniel a medio camino. Iba a comenzar una clase de contrapunto que no podían perderse, pero faltaban diez minutos para que aquella clase comenzara, así que caminaron lentamente; conversaron.

    Por primera vez, Liam se puso a analizar cómo se lo tomaría Daniel si le dijera su secreto. Quería decirle; después de todo era su mejor amigo. Pero no estaba completamente seguro de que lo tomaría bien. Quizás, incluso, fuese igualmente un desastre.

    — ¿Qué con esas ropas? — preguntó Dan, mirándole perplejo. Era cierto. Liam no acostumbraba usar ropa deportiva más que cuando iba al club.

    Liam soltó una risilla sin humor. Más bien irónica, pero Daniel no lo notó.

    —La compré en walmart— dijo Liam—. No llegué a dormir a mi casa.

    Dan frunció el ceño.

    — ¿Y eso por qué?

    —Solo… una pelea sin importancia.

     Últimamente le era mucho más fácil ser un farsante.

     Aquello se lo esperaba, pero no de una forma tan extrañamente apresurada. Se quedó tieso, mirándolo. Ellen lo observaba y esperaba con una paciencia bastante calificada. Lawrence no sabía que decir. Aunque después vio aquella simple declaración como una especie de salida fácil para aclarar las cosas sin que fuese exageradamente incomodo.

    Recordaba a la perfección el beso que le había dado. Se sentía mal por ello, pero para él un beso sin sentimientos no significaba nada; obviamente debía recordarse a sí mismo que no todos opinaban lo mismo.

    —Pues gracias Ellen, pero… yo estoy con alguien— claro que no se refería a Oliver, pero Ellen se iba a hacer esas conjeturas que no iba a desmentir—. Y lo quiero de verdad.

    Ellen bajó la mirada al piso, tragó saliva y asintió. Lawrence se maldijo a sí mismo, porque seguramente había malpensado la intensidad de aquel beso.

    —Lo siento. No pretendía que malinterpretaras lo de la fiesta…

    —No, en realidad no fue eso lo que malinterpreté… Pensé que lo tuyo con Oliver no era serio, porque no lo mirabas de una forma especial. O eso creí— dijo Ellen, mirándole y sonriendo—. Pero no importa. Está bien. Por favor, hagamos como que esto no ha pasado.

    A Lawrence no le gustaba que dijesen cosas como esas. Pasó y ya. Y cada quien podía asimilarlo como quisiera. Aun así asintió con la cabeza, y le dio la espalda para ir a buscar a Liam. Pero al doblar la esquina, él ya no estaba.

    Por supuesto que no estaba.

 

    Pasó una semana completa. Otro viernes había llegado con una velocidad sorprendente.  Y Lawrence comenzó a analizar todo con más claridad, pues se observaban cosas demasiado extrañas; como el hecho de que Liam llegara a la escuela con ropa que jamás le había visto puesta, pero eso era lo más insignificante. Se estaba enojando por la cuestión de que Sandra y él de nuevo parecían inseparables. Ahora no por el hecho de ser pareja, sino que un lazo profundo de amistad y algo más parecían unirlos.

    Liam lo estaba evitando. Y lo ignoraba. Ahora lo daba por hecho. Su comportamiento jamás fue el mejor, pero necesitaba hablar con él. Disculparse. Sabía que en la fiesta había actuado como un idiota, pero estaba borracho. Y, a pesar de su arrepentimiento, no pensaba que fuese para tanto. Incluso había comenzado a enfadarse porque pensaba que Liam le estaba dando una importancia ridícula a un hecho tan insignificante como una de sus muchas discusiones. Sin embargo, seguía creyendo fielmente en que había algo más tras esa mascara de frialdad que Liam no había tardado en poner a su alrededor.

    Pero sabía que algo más estaba pasando, porque Liam cada vez se veía peor físicamente. Estaba totalmente pálido, con más ojeras de las comunes y con una expresión permanente de abotagamiento. Además, faltaba muy seguido a las clases a las que los más irresponsables nombrarían como irrelevantes. Y, si llegaba, en ocasiones lo hacía con los ojos irritados y una carraspera muy difícil de pasar por alto.

    ¿Realmente aquello solo era por la discusión?

    Ahora sí estaba formalmente asustado. No pensó que su pelea significaría tanto para Liam.

    Pero aquello comenzaba a darle más oportunidad de pensar en todo lo que había hecho en la fiesta. Primero que nada, sabía que el aceptar, aunque hubiese sido indirectamente, a jugar botella había sido una completa estupidez. Una muy grande. Primeramente porque Liam se había sentido completamente traicionado, y ello era lo principal de su arrepentimiento. Y la segunda es que Ellen había creído que tenía una oportunidad.

    Levantó la mirada y suspiró. Era increíble la cantidad de cosas que podía pensar mientras tocaba el piano. Era como si, entre la ola de pentagramas y notas que revoloteaban rápidamente en su cabeza, se colaran sus problemas personales. En parte lo relajaba bastante, sí. Pero no estaba seguro si fuese el momento exacto para pensar en ellos. Como sea no podía evitarlo. El piano hacía que todo él fuera un libro abierto. Pero lo relajaba y le ayudaba a desahogarse.

     Suspiró y observó el reloj de pared. A punto de ser las cinco de la tarde.

   Lo miró para, instantáneamente, soltar una maldición en voz alta. Se le había hecho tarde. Muy tarde.

  

    En el departamento su instinto ansioso de hacer cualquier cosa para no pensar en Liam le hizo volverse un obsesivo compulsivo de la limpieza. Alexandra y su madre, en el poco tiempo libre del que disponían, habían comenzado a colocar los adornos navideños. Un árbol miniatura con esferas demasiado grandes adornaba la esquina del comedor donde antes estaba una maseta; y una guirnalda de pino artificial con luces estaba colgada en el mueble de la televisión. Además, su hermana había hecho unas manualidades demasiado raras que Law no concebía como objetos navideños. Solo eran bolas; bolas de fieltro rojas con lentejuelas que brillaban y simulaban colgantes en forma de saco. El saco con el que el gordo rojo repartía sus regalos. Y estaban colgadas en el techo.

    Alex no era precisamente la persona más creativa del universo.

    En fin, toda la extensión de su pequeño hogar estaba polvoriento y lleno de brillantina verde y roja. Tomó la escoba del armario de limpieza, comenzando a barrer. Pero el barrer lo llevo sacudir los muebles y a fregar el piso; también comenzó a divagar el hecho de mover unas cosillas para que su aun inexistente piano de pared cupiera en algún lugar. Al final, sin saber exactamente como llegó a eso, terminó lavando el refrigerador (después de que toda la cocina estuviera impecable).

    Alexandra llegó justo en el momento en que extendía un trapo recién lavado en el fregadero. Ella lo miró ceñudo desde la entrada, pero se echó en el sillón, soltando un bufido completamente agotado.

    —Huele a manzana— dijo ella. Law se sentó a su lado, y Alex se recostó apoyando las piernas en su regazo. El también estaba agotado por lo que su hermana frunció el ceño—. ¿Qué hacías?

    —Limpiarme del pecado.

    Alex soltó una carcajada. Pero Law, a pesar de su broma, permaneció serio. Sabía que tenía que esforzarse más si quería que su hermana le creyera el hecho de que todo estaba perfectamente.

    —Oye, ¿cómo está Liam?

    Dando en el blanco, como siempre.

    —Bien.

    Sabía que tan lacónica respuesta no sería suficiente.

    — ¿Cuándo viene?

    De acuerdo, a esas alturas la honestidad era la salida fácil.

    —Discutimos, ¿sí? No hables de él.

    Le sorprendió la reacción de Alexandra. No dijo nada. Normalmente de ella esperaría algo así como una exclamación muy fuerte y una especie de súplica por más detalles; nada de eso llegó. Tan solo le miró fijamente y le tomó el brazo cariñosamente.

   No le había dicho a Sandra en donde se hospedaba a pesar sus suplicas. No era un hotel lujoso, aceptando el hecho de que había sido al primero al que había entrado al leer el espectacular luminoso que indicaba el nombre del negocio, justo cuando se sintió suficientemente alejado de toda la rutina que le recordaba su vida. Justo cuando llegó al extremo sur de Manhattan.

    Los cuartos no estaban dentro de un edificio con recepción. Más bien parecía un motel bastante decente. Pero tenían servicio a la habitación y la cerveza que más le gustaba. Eso era lo más importante.

    Se arrancó la ropa con una agotada suavidad, colocándose la parte de debajo de la piyama y recostándose en la cama. Prendió un cigarrillo. Si no fuera porque la mucama iba cada mañana a tender su cama y aspirar toda la habitación, el olor penetrante y picante de la nicotina se hubiese quedado impregnado de por vida. También cambiaba los ceniceros por unos nuevos, por lo que igualmente le era imposible contar las cajetillas que fumaba cada día.

    Prendió la televisión, incorporándose hasta quedar apoyado en el respaldo de la cama. Tomó un largo trago a su cerveza, hasta acabársela; y tiró la botella en algún lado de la habitación. El canal de porno estaba activado. Era curioso observar como el porno heterosexual aun tenía en su cuerpo resultados aceptables, ¿sería bisexual?

    No. No creía en la bisexualidad. Le parecía estúpido.

    Pero en esos momentos no estaba de humor, ni tampoco demasiado consiente, como para ponerse a analizar. Todo lo que quería era olvidarlo todo y actuar como el puto cobarde que era.

    Tomó de debajo de la cama su colección de botellas. Y abrió su cuarta botella de la noche.

    Se mantuvieron un largo rato en silencio, hasta que Alex encendió la televisión y ambos dispusieron a ver un programa de cambio de imagen.

    Hasta que se acabó, no dijeron una sola palabra. Pero era relajante estar así con su hermana, simplemente disfrutando de su mudo apoyo incondicional. En la televisión comenzaron a aparecer una serie de anuncios comerciales, pero Law siguió prestándoles una atención exagerada. No deseaba hablar.

    —Law, se te nota en la cara— calló un instante, como para observar la reacción que tendría su hermano con aquellas palabras—. Se nota en tu expresión que no estás bien. Y algo me dice que eres tú el más culpable.

    Law ladeó la mirada automáticamente, y la dirigió a Alex. Ella comenzó a incorporarse poco a poco, hasta quedar sentada apoyada en el respaldo del sofá.

    —Resuélvanlo.

    —No es tan fácil como parece.

    —Nada lo es— se levantó—. Bueno,  me voy a dormir. Hasta mañana.

    Alexandra siempre se dormía demasiado temprano. Lawrence la molestaba regularmente diciéndole que parecía una anciana, pero ella no se inmutaba. Le encantaba dormir. Parecía de sus hobbies favoritos, a pesar de que no se levantara excesivamente tarde. Siempre decía que era mejor aprovechar el día levantándote temprano, que gastar tu valioso tiempo acostándote tarde tan solo por mirar televisión.

    Law se quedó mucho más tiempo en la sala. Pero no miraba televisión. De hecho apagó el aparato justo después de que su hermana desapareciera tras la puerta de su habitación. Pensaba, realmente sin quererlo, en las simples palabras de Alexandra.

    Se mantuvo así durante un largo rato. Hasta que el sonido del teléfono inundó sus sentidos, atrayéndolo nuevamente a la realidad.

    Fue a contestar.

    — ¿Sí?

    Se escuchaban respiraciones agitadas a través de la línea. Law frunció el ceño, pensando que era una broma de mal gusto. Colgó y se alejó; pero a los dos minutos de nuevo los timbres rompieron la suave calma del silencio hogareño.

    Descolgó el teléfono, pero esta vez no dijo nada, simplemente esperó. Detrás de dos espesas y entrecortadas respiraciones, logró salir una voz aguda que Lawrence reconoció al momento.

    —Disculpa ¿habla Law?

    Era Emma.

    —Sí.

    —Ah. Hola, querido… Soy Emma.

   Law se sentía sorprendido. ¿Cómo es que la madre de Liam había conseguido el número telefónico de su departamento?

    No se detuvo demasiado a analizarlo. Emma se escuchaba nerviosa. Muy nerviosa.

    — ¿Le puedo ayudar en algo? — trató de ser lo más cortés que podía, pero por alguna razón el tono de su voz parecía distante y frío.

    —Sí, bueno, no sé. Espero— rio un poco. Una risa sin humor que provocó en Lawrence una oleada de preocupación. Obviamente se trataba de Liam—. Lo que pasa es que…

    Hubo un largo silencio en el que la estática se apoderó de su oído derecho. La ansiedad le hizo perder la paciencia, pero no dijo nada. Le daba miedo preguntar, por alguna razón.

    — ¿Liam está contigo?

    Sintió como si se le revolviera el estomago. Emma parecía sumamente preocupada, ansiosa, parecía suplicar con su silencio alguna respuesta.

    Apenas y logró formular una respuesta lógica. Un sentimiento desagradable de impotencia inundó sus pensamientos, bloqueándolos y haciendo de ellos un completo lío; que a la vez hacían a su mente trabajar más rápido. ¿Qué si Liam estaba con él? ¿Cómo era posible?

    —No. ¿Qué pasa con él? ¿Por qué me pregunta eso? — ya no había amabilidad en su voz, solo un intento vano de hacer que sus palabras salieran en una velocidad constante.

   Law adivinó, incluso a través de la línea, que Emma estaba contrariada.

    —Liam… él, ¿no te lo ha dicho?

    — ¿Decirme qué? — cada vez entendía menos.

    Emma se tardó nuevamente en darle una respuesta. Lawrence se sorprendió al escuchar un sollozo mal disimulado.

    —Ya me lo ha dicho. Me dijo que él y tú…

    Law no esperó a que dijera más. De cualquier forma parecía que Emma era incapaz de pronunciar cualquier otra palabra. Más sollozos. Ella tapó la bocina del teléfono para no escucharse, aunque Law no prestó atención a cualquier otra cosa. Estaba completamente contrariado. Sus ojos se abrieron de par en par, y su corazón comenzó a latir muy fuerte. Como al principio, su mente trabajaba a toda velocidad; ataba cabos sueltos inmediatamente. Y aquello hizo que todo tomara una forma inesperada.

    — ¿Cuándo?

    Esa respuesta era la única que necesitaba.

    —El… viernes, me parece. Un viernes en el que llegó muy tarde a casa.

    Law apretó con fuerza el aparato, haciendo que el plástico crujiera alrededor de sus dedos. ¿Cómo es que había pasado tanto tiempo…? Y Emma no se comunicó antes.

    —Law, si… si tienes noticias de donde se está quedando por favor, puedes hacérmelo saber a través de Sandra. Pensaba que tú y Liam tenían una relación. Pensé que tú sabrías algo sobre él. Perdona si te incomodé o fui indiscreta.

    Por primera vez desde que la conoció, la mamá de Liam le pareció desagradable. Se notaba sumamente preocupada, como lo estaría cualquier madre en sus casillas; pero no parecía tener la firme intención de hablar cara a cara con su hijo.

    ¿Tan mal había sido para ellos, para Liam?

    Salió de sus pensamientos en cuanto la llamada finalizó, y los pitidos clásicos retumbaron en sus oídos como martillazos. Esta vez de verdad se sentía como basura. Hasta entonces no había entendido el miedo que tenía Liam de que su familia lo rechazara, de que no les agradara en lo más mínimo la noticia que tenía para darles. A decir verdad, había sido todo ese tiempo un egoísta. Un egoísta que necesitaba gritar la relación a los cuatro vientos.

    Lo había entendido demasiado tarde. Ya habían pasado días enteros desde la fiesta de Ellen…

    Liam estuvo destrozado todo ese tiempo.

    Y pensó, siempre pensó, que había sido por la estúpida discusión. Por una pelea en la que era verdad lo que dijo Alexandra, la mayor parte de la culpa era de él. Había logrado que Liam no confiara en él; y traicionó aquel sentimiento de apoyo incondicional que le había prometido.

    Su prisa no le dejó siquiera coger su chaqueta del perchero tras la puerta. Corrió escaleras abajo. Le seguía sorprendiendo lo rápido que trabajaba su mente y las reacciones de su cuerpo que parecían tener vida propia. Apenas y lo analizó, estaba corriendo al departamento de Courtney. Si ella llevaba una buena relación con Sandra, quizás podría averiguar cosas.

    Corrió tres cuadras, y no aminoró la velocidad cuando comenzó a subir las escaleras del edificio en donde vivía su mejor amiga.

    Tocó la puerta con brusquedad. Ni siquiera se le ocurrió pensar en los pobres padres de Court que, tras haber trabajado todo el día en su negocio familiar— una abarrotera— estarían descansando en esos momentos.

    Se abrió la puerta, y tras ella apareció Courtney: con su piyama puesta. Pero parecía muy despierta.

    — ¿Hoy es el día de las visitas extrañas? — preguntó, completamente anonadada por ver allí a su amigo; sudoroso, jadeando y con una expresión totalmente desesperada.

    Pero no dejó que Law se extrañara ante la pregunta, pues justo después abrió por completo la puerta. Allí apareció Sandra, sentada en el sofá con una taza de café en las manos.

    Law entró hasta la sala de estar.

    — ¿Qué…?— trató de preguntar la razón por la que estaba allí la ex novia de Liam.

    —Vino a preguntarme tu número— dijo Court.

    — ¿Te llamó Emma? — preguntó Sandra con una curiosidad palpable—. Quería saber donde estaba Liam. Supusimos todos que tu ibas a saberlo con más claridad que yo.

    —No lo sé— estaba totalmente exasperado consigo mismo—. De hecho vine aquí porque pensé que Courtney sabría como localizarte, Sandra. Pensé que tú lo sabías.

    —Bueno…, supongo que está completamente desaparecido. Y con razón— Sandra lo miraba con algo de desdén.

    — ¿Tienes alguna idea de dónde podría estar? — Law sabía que estaba ignorando la mirada preocupada de su mejor amiga, pero en esos momentos sentía que el tiempo se le estaba agotando. Sandra parecía insegura, como analizando si debía decirle lo que sabía. Él volvió a preguntar, totalmente desesperado: — ¿Familiares?

    —No— ella lo dijo en un tono muy seguro—. La única familia que tiene Liam en Nueva York es política. Por parte de William. Y no es que no los estime, pero…, ellos son muy conservadores. Demasiado. Está en un hotel…

    Law se sintió un poco peor, si cabía. Sabía que era imposible el hecho de que estuviese acompañado por sus seres queridos. Emma ya habría agotado por completo esa opción. Esta vez fue Courtney quien habló.

    —Oigan, piensen con claridad. No debe ser tan difícil…

    —Sí, Courtney. En alguno de los miles de hoteles que hay tan solo en Long Island— Lawrence se arrepintió al momento de desquitar sus frustraciones ante cualquier oportunidad.

    Ella la miró. Claramente la había ofendido.

    —No, no. Courtney tiene razón— Sandra rompió el tenso silencio que se había formado—. La lista de opciones no es grande, de hecho— hizo una mueca, parecía estar disgustada consigo misma— me dijo el nombre del hotel, pero… lo olvidé.

    —No es cierto— Law soltó un bufido exasperado.

   — ¿Cómo pudiste olvidarlo?

    —Me lo dijo hace días, y no pensé que esto se agravaría tanto. Pero está en Manhattan, estoy segura.

    — ¿Manhattan? —Courtney se veía extrañada. Los Hamptons estaba alejado de Manhattan—. ¿En Midtown?

    —No. Dijo que era algún lugar en el distrito financiero.

    Law dio media vuelta y volvió a abrir la puerta de entrada.

    — ¿A dónde vas?

    —A buscarlo.

    — ¡Espera! Llévate mi teléfono, está guardado el número de Sandra. Te llamaremos si descubrimos algo— exclamó Courtney, tendiéndole un aparato de color blanco y pantalla táctil. Él lo tomó apresuradamente, agradeciéndole.

    —Pero no puedes…

    Sandra comenzó a hablar, pero Law ya había cerrado la puerta a sus espaldas, y volvía a correr.

    Llegó hasta un teléfono público que había tres cuadras más al oeste. Marcó el número de celular de Liam.

    Esperó largos pitidos hasta que el correo de voz se hizo presente. Sabía que no le iba a contestar, pero debía de intentarlo. Le dejó un mensaje en el buzón de voz:

    —Liam, por favor contesta. Dime dónde estás.

    Colgó y marcó otra vez al pasar cinco eternos minutos.

    Nada.

    Los autobuses nocturnos habían comenzado sus rondas hace aproximadamente una hora. Lawrence tomó uno que le llevaría a Manhattan. No tenía idea de cómo buscar, ni en donde. Pero si tenía que ir a todos y cada uno de los hoteles en toda la extensión del distrito financiero, lo haría.

    Miró el reloj que se alumbraba con luz roja en la ventana del autobús. Eran las once menos diez.

    Se recostó en el asiento de plástico y cerró los ojos, tratando de calmarse. Antes había pasado bastante tiempo en Lower viendo exposiciones de arte o conciertos callejeros. Pero no le venía a la mente ningún hotel conocido. La lista era demasiado larga, pero alejó de su mente la negatividad que comenzaba a invadirlo y pensó. Seguramente Liam había llegado al sur de Manhattan porque lo único que podía hacer para pensar con claridad era conducir. Después de todo, ya estaba sumamente alejado de Long Island; por lo que creyó que tardarían mucho más en encontrarlo.

    Además, estaba su deportivo rojo. El cual no era demasiado discreto.

    Suspiró y trazó en su mente un mapa imaginario. Sonrió levemente cuando imaginó la ruta más lógica para llegar hasta Lower Manhattan con mayor rapidez, desde los Hamptons. Después hasta lo más al sur, el distrito financiero.

 

    En cuanto el autobús le dejó sobre una avenida cercana, Lawrence caminó más de dos horas sobre la calle principal en la que sospechó que podrían existir varios hoteles. Pero no encontró ni uno. Liam no aparecía por ninguna parte, y se le habían agotado las opciones. No podía buscar a pie en un barrio tan enorme, y le resultaría completamente inútil e imposible pasar calle por calle. Empezando a pensar con claridad, el realismo lo empujó al terrible hoyo de la negatividad.

    — ¡Mierda!— tomó su rostro con las dos manos y lo restregó. Se sentía como un idiota, porque la culpa le aplastaba sus órganos internos a más no poder.

    Se sentó en una maseta de asfalto que adornaba la acera. Por ser viernes, la actividad en cualquier distrito de Nueva York era total, incluso de noche. Había personas que esperaban entrar en los clubs y discotecas nocturnas, o que salían de los restaurantes principales. Pero no podía permanecer sentado.

    Piensa, piensa…

    Dio pasos hacia el norte y el sur, mordiéndose las uñas. Sintió algo extraño en el bolsillo de su pantalón. El teléfono de Courtney vibraba, y a los pocos segundos comenzó a escucharse una composición de guitarra eléctrica. Lo puso en sus manos inmediatamente, y contestó tratando de que no se escuchara la desesperación en su tono.

    — ¿Si?

    Escuchó la voz de Courtney:

    —Law, Sandra recordó el nombre del hotel.

 

 

 

Notas finales:

Antes que todo, FELIZ NAVIDAD (RETRASADA) :DD Espero que se la hayan pasado de lo mejor. Que hayan pasado un buen rato con sus seres queridos, !y que hayan comido una riquísima cena, ponche, sidra (mmm, Sidra) y postres! Y que el gordo rojo les haya dejado un montón de regalos bien hermosos ;D

Y gracias a quienes me lo desearon tambien por los comentarios. Y por comentar, por supuesto :))

Bueno... creo que es un capítulo muuy cortito, pero es lo que hay. He estado sumamente ocupada con las fiestas. Ustedes sabran... 

Y tengo que avisarles y pedirles perdón porque ultimamente mi constancia con los capítulos y demás ha ido en picada. Estoy intentando avanzarle al proximo capítulo lo más que pueda, porque mis padres han enloquecido y me invitaron a unas vacaciones improvisadas en el pueblo de mis lindos abuelos. Un pueblo en el que no hay Naaadaaa jajajaja.

Tecnología 0. Y es algo bueno... el pueblo es hermoso y relajante.Pero, por consiguiente, no podré actualizarles tan pronto como me gustaría...

En fin, era lo que quería decirles.

...

Ah! Sí! FELIZ AÑO NUEVO A TOOODOOOS~~

Tambien, pasenla de lo mejor, coman hasta empacharse y no se emborrachen demasiado jejeje

Uno de mis deseos para 2013 será una cantidad circunstancial de inspiración~! Porque la maldita me abandona con demasiada frecuencia...

Ok, creo que los maree con mi mega discurso. Ay yo y mis divagaciones. 

Ahora sí, los dejo. No sin antes recordarles que los comentarios me hacen tan feliz que creo que explotaría y de mi saldrían gnomos bailarines con arcoiris gays, así que no duden en dejarlos! 

BESOS, Y MIS MEJORES DESEOS. muacs!

 


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