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Danza Húngara por Nasuada

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Notas del capitulo:

Hello, my darlings!

Hola, por fin actualización, siento la demora. Pero he estado ocupada y así...

Muchas gracias por seguir leyéndome. Decidí traerles ya el capítulo y no hacerles esperar más.

(Una parte de mí quería publicarlo hasta el sábado, pero no, no no)

Ah, sí. Es el comienzo de la cuarta parte, ;) Que creo que será mas larga que todas las demás, aun no estoy segura. 

Sin más,

disfruten

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Cuarta parte

 

“Si los amorosos callaran no sabrían a quién amar”

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

XXVIII

Aquella mentira olvidada

 

    Liam intentó aclarar su mente, pero Lawrence no le ayudaba en nada. Su lengua se deslizaba por su cuello, y no podía pensar nada más. Desde que Law lo empujó a la cama, supo que estaban rompiendo cada una de las normas sometidas al término siempre respetado de “no sexo en mi casa”.

    Pero no podía pensar. Y lo peor era que, mientras su interior se debatía con aquella parte racional que seguía de pie, sus labios comenzaron a besarlo apasionadamente, y su mano izquierda se había colado por un costado del abdomen de Lawrence, levantándole la camisa poco a poco.

    —Espera— dijo por fin en uno de esos fastidiosos espacios para tomar aire, apartándole sin muchas ganas.

    Lawrence lo observó con sus verdes ojos ardientes y un poco opacados por la excitación, pero poco a poco volvió a sus casillas y procesó con razonamiento lo que Liam le había dicho.

    —Tu casa está sola— respondió Law, y volvió a repartirle aquellos torturadores besos en el cuello. Liam cerró los ojos por un momento y levantó la cabeza en un mero reflejo físico, pero su terca mente no cedió.

    —No…— dijo, esta vez sin apartarlo y con muchas menos ganas de negarse. Lawrence, por supuesto, no le hacía el menor caso.

    Pero Liam volvió a la realidad de un respingo en cuanto escuchó el sonido de la puerta del auto de William. Apartó a Lawrence empujándole de los hombros para escuchar mejor. Afortunadamente, su oído alcanzaba a distinguir, por alguna razón, ruidos característicos en las pertenencias familiares; el motor del auto, la puerta de entrada y el enorme llavero de su madre, por ejemplo. Estas peculiaridades le permitían tomarse su tiempo para volver en sí sobre algo que últimamente era demasiado frecuente: flirteo pre sexo que nunca llegaba a tal. Era frustrante.

    —Ya llegaron— exclamó Liam. Su voz se escuchó decepcionada, sin pretenderlo.

    Lawrence sonrió, con cierta ironía y lo besó por última vez antes de dejarse caer de espaldas sobre la cama, liberándolo.

 

    A pesar de que las fiestas habían pasado, Lawrence iba todos los días a su casa. Y solo se acompañaban. Escuchando música, conversando, tocándose. En ocasiones Liam se sentía culpable, pues Lawrence hacía más de una hora de transporte público de Queens a Los Hamptons.

    Además, seguía sin comprender lo bien que estaba tomando todo. Lawrence lograba que todo pareciera completamente normal, como si las anteriores semanas no hubiesen sido la mayor mierda. Hablaba con la familia como el hijo pródigo y sonreía con toda sinceridad. Era increíble. A Liam le alegraba un poco aquel aspecto, pues la verdad pensaba que la reacción principal sería otra. Lawrence, conociéndolo, era una persona con cierto grado de rencoroso; pero en cuanto al caso de Emma era todo lo contrario. Ese tema parecía completamente olvidado.

    Liam también trataba de olvidarlo poco a poco. Las cosas iban perdiendo tensión con el paso de los días. Emma aun se notaba reticente e incómoda en algunos aspectos. Y era obvio que no sabía cómo actuar ante la situación de “el hijo gay y su pareja”. Ya no le hacía preguntas indiscretas como cuando era de Sandra de quien hablaban, y se lo tomaba todo con muchísimo más pudor. Y ello le quitaba a Emma gran parte de su personalidad materna, y Liam lo notaba; y era entristecedor para él, de cierta forma.

    Ella no lo trataba como antes, eso lo sabía y lo daba por hecho cuando todo pasó. Pero no podía evitar sentirse mal por ello.

    En fin, poco a poco las cosas tomaban forma. Y, esperaba, todos se acostumbrarían tarde o temprano.

    El hecho ahora eran sus preocupantes pocas ganas que tenía de que las vacaciones terminaran. No quería enfrentarse a vida real, a la rutina. Aquella realidad en la que ya todos aquellos estudiantes cotillas lo sabían, y que no habían tenido tiempo de digerirlo, o de acabar con el chisme con el tiempo, como cualquiera. Liam sabía que le estaba dando demasiada importancia a un puñado de universitarios que probablemente ya habían olvidado el asunto; o lo tenían presente pero les importaba bien poco, porque no lo conocían. ¿Por qué iban a darle importancia a un chisme de un sujeto a quien no conocían?

    Ese pensamiento era su mayor consuelo. Pero lo sentía insuficiente.

    Al final, simplemente intentaba pensar que él no era el centro del mundo, y era su mayor consuelo. Pero aquellos argumentos que parecían perfectamente razonables en el día, perdían fuerza en la noche, cuando todos dormían y el tenía que lidiar con ese tormento de nerviosismo nocturno. 

   

    —Espera aquí— replicó Liam, y dejó a Law solo en su habitación. No tenía ganas de explicarles a sus padres una visita que, suponía, ellos ya daban por hecho. Ya no eran necesarios los saludos algo incómodos (por lo menos para él).

    Emma y William entraron saludando a Leonor. Si mal no recordaba Liam, habían ido a una reunión social con los miembros de las diferentes franquicias del gimnasio. Debían estar agotados, y se irían a dormir en cuando supiesen que todo estaba en orden en casa.

    — ¡Querido! — exclamó Emma al verlo pasar la mampara que separaba las escaleras del vestíbulo principal. Le dio un abrazo, ya que no había visto a su hijo en todo el día.

    Liam también notó que Emma había sustituido las palabras y el dialogo directo, por más muestras de cariño como abrazos y besos. No sabía si eso era positivo o negativo, tomando en cuenta la ya de por sí dulzura maternal de su progenitora.

    — ¿Está Law arriba? — preguntó, con una sonrisa.

    Liam siempre se ponía nervioso con esa pregunta, y el tono en que su madre la hacía como si le estuviese preguntando algo más.

    —Sí…— respondió, carraspeando un poco.

    — ¿Le ofreciste un refresco? O también hay ahí un pastel— intervino William. Liam asintió, sin responder a la pregunta directamente. Le divertía un poco que su padrastro tratara a Lawrence como cualquier invitado formal, siendo que era más que eso.

    —Sí, estamos bien.

    Emma le sonrió, William asintió con la cabeza; y le dieron la espalda para seguir hablando de otras cosas triviales mientras subían a su habitación. Le pidieron a Leonor que les preparara unas bebidas y Emma arrojó despreocupadamente su bolso a uno de los sillones. El bolso desparramó su contenido en el cojín, mostrando maquillajes, sus lentes de sol, chicles de menta y otros productos femeninos indispensables. Y un libro.

    Liam avanzó con curiosidad, puesto que no reconoció la portada como ninguna de los muchos libros que tenían en los libreros de la estancia. Se acercó lentamente, sigilosamente sin saber porqué. Era un libro simple de tapa blanda y un chillante color púrpura. Y rezaba, con grandes letras rosas, la frase ¡Mi hijo es gay!

    Liam no supo si reír o llorar. Al final optó por soltar una carcajada sin humor alguno y, con más sigilo aún, levantar aquel objeto para ojearlo un poco. La palabra gay estaba escrita en una fuente que degradaba los diferentes colores del arcoíris. El marcapaginas indicaba que Emma estaba por terminarlo. Reconoció la editorial como una de muchas que imprimían libros de superación personal con pésimas portadas y apariencia barata.  

    Comenzó a ojearlo, levantando de vez en cuando la mirada por si alguien entraba a la sala. Puso una cara de repulsión ante la pomposidad y los estereotipos en los que aquel libro describían a los hijos homosexuales. Se sintió homofóbico aunque no tenía el más mínimo derecho. Guardó el libro en el bolso junto con las otras pertenencias para evitar conflictos y fue a la cocina por dos vasos y una botella de coca-cola.

    Al abrir la puerta de su habitación encontró a Lawrence estudiando la caratula de un disco compacto. Le sonrió en cuanto lo vio volver.

    — ¿Qué? ¿Cómo están Emma y William?— preguntó, volviendo a sentarse a la cama.

    —Mi mamá compró un libro muy culto— dijo Liam con sarcasmo, ignorándolo completamente—. Se títula: “Mi hijo es marica”

    Law lo observó expectante sin decir nada. Esperaba alguna otra reacción de Liam, para poder reírse abiertamente.

    — ¿Qué?— preguntó Liam, riéndose de su expresión— ¿De qué te ríes?

    —No me estoy riendo— dijo Law, aunque en esos momentos sí lo hacía.

   Liam se sentó a su lado. Se sentía irritado.

    —Es horrible. Piensan que todos los gays son amanerados y sensibleros, por favor.

    —No tienen nada de malo esos gays. Ningún tipo de gay tiene nada de malo— dijo Lawrence poniendo en evidencia que no estaba de acuerdo con las palabras de Liam.

    —Ya lo sé, pero odio esos estereotipos—  dijo Liam, algo avergonzado. La verdad, aunque no pensara que fuera algo malo, sí que le desagradaban un poco las personas amaneradas. No podía quitarse de su cabeza aquel prejuicio. Tampoco quería autonombrarse a sí mismo gay. Por alguna razón, por extraña y estúpida que fuese, una parte de él lo rechazaba. Había pasado años mintiéndose a sí mismo. Ya no sabía si sus anteriores novias habían sido queridas de verdad, o simplemente curiosidad adolescente. No le gustaba pensar en ello, porque se hacía un enorme e incomodo remolino en su cabeza.

    —Dile a Emma que eres bisexual. Quizás lo eres— Lawrence hablaba del tema como cualquier cosa. Y eso le cohibía aun más. Se removió incomodo..

    —Como si eso fuera a cambiar algo. Ahora para mi madre soy un marica cualquiera.

    —Por favor, Liam— Lawrence desvió la mirada y rodó los ojos. Liam se percató de que lo había ofendido indirectamente. Se dio una bofetada mental.

    —Lo siento— se acercó un poco para que volviera a mirarlo—. Es solo que, cada vez que veo a mi madre, ella me ve esperando que en cualquier momento doble mi cintura y endulce la voz.

    Lawrence asintió.

    —Ella está intentando comprenderte— respondió Lawrence—. Y puede que no ahora, pero después podrán hablarlo mejor. Ambos, William y Emma, irán descubriendo poco a poco que el mundo que ellos se imaginan no existe. Que los gays no tienen nada de especial.

    Liam le sonrió, aunque aun había algo que no entendía.

    —Me parece extraño que defiendas tanto a mi madre— no lo decía con la intención de que Lawrence entrara en razón o cambiara de opinión. Simplemente, conociéndolo, le extrañaba—. Pensé que ya no te agradaba tanto como antes. Por todo lo que pasó.  

    —Bueno… Supongo que no puedo juzgarla.

    Fue lo único que dijo. Pero Liam interpretó todo con aquella mirada tan pensativa. Lawrence estaba arrepentido de muchas cosas que hizo y dijo en las últimas semanas; estaría siendo bastante hipócrita si despreciara a Emma por lo que hizo, aun cuando al principio sí que se enfadó con ella. Lawrence estaba enfadado consigo mismo más que con cualquier otra persona.

    —¿Quieres ir a algún lado? — preguntó Lawrence después de bostezar soberanamente.

    Solo faltaban dos días para regresar a la universidad. Liam lo que menos quería era salir de su casa, pero al parecer Lawrence pensaba exactamente lo contrario.

     —Vamos a comer— Law respondió por él y se levantó de la cama de un salto. Liam resopló fastidiado y se dejó caer en la cama.

     — ¿No quieres mejor, no sé, pedir algo? — preguntó. No tenía ganas de hacer nada. De pronto La Gran Manzana le parecía un lugar muy pequeño.

 

    Salieron de igual forma. Tomaron el metro, puesto que la idea de pasarse más de media hora varados en una calle debido al tráfico de hora pico hizo que Lawrence frunciera el ceño. Prefería mil veces el transporte público.

    Llegaron hasta la calle Broadway, al restaurante Dizzy’s. La ambientación de ese establecimiento traía a Liam buenas vibras. Se lo recomendó a Law y éste, al admitir que no se le ocurría ninguna otra buena idea más que comerse unos hot dogs de puesto, aceptó.

    — ¿No se supone que aquí es de reservación y eso? — dijo Lawrence al notar la fila de hombres trajeados que le daban un nombre al gerente (trajeado también) en el atril de bienvenida. La verdad buscaba una excusa para no tener que gastar la mitad de su sueldo en comida.

    —Nada que no se pueda resolver— respondió Liam con fingida arrogancia.

    Al llegar su turno, Liam comenzó a conversar con el gerente al darse cuenta éste de que no figuraban en la lista de reservaciones, y tenían un cupo muy limitado. Después de un par de frases intercambiadas los dejaron pasar con una sonrisa y un cordial agradecimiento por parte del trabajador, quien le susurró otro tanto más al mesero que los atendería el resto de la noche.

    — ¿Qué? ¿Les prometiste cupones de descuento en los gimnasios de William?— preguntó Lawrence con una sonrisa sarcástica.

    Liam se limitó a levantar las cejas. 

    —Oye, me gusta este lugar— los acomodaron hasta el fondo en una mesa de cuatro. Se sentaron uno al lado del otro y sonrieron. Lawrence le tomó una mano y la apoyó en su muslo por debajo de la mesa.

    —Aquí fue donde William le propuso matrimonio a mi madre. Desde entonces este lugar es como especial en la familia. Sirven buena comida.

    Pidieron al mesero dos órdenes grandes de costillas de cerdo con sus famosas papas fritas “estilo sureño” y cerveza.

    —Nunca me has hablado de tu oscuro pasado— dijo Lawrence tomando un sorbo de su cerveza negra.

    — ¿Qué quieres saber? — Liam soltó una risa nerviosa—. Si yo comienzo a contarte, entonces tú también tendrás que hacerlo.

    Lawrence de pronto se sintió acorralado, y bajó la mirada sin saber muy bien por qué. Pero asintió, de cualquier forma Liam era el de las preguntas, y hacer alguna demasiado específica era muy poco probable.

    —Bien. Pregunta por pregunta ¿te parece? — respondió Law.

    —Sí.

    —Comienzo yo. ¿Qué hay de tu padre? Tu padre real.

    Liam soltó un suspiro resignado y asintió en silencio. En ese momento el mesero los abordó con dos platos enormes repletos de costillas y papas fritas. Olía delicioso. Ambos masticaron un poco antes proseguir con la conversación.

    —Estará en Canadá. En alguna parte de Toronto— Lawrence lo miró con intensidad. No se había dado cuenta de la curiosidad que le daba conocer el pasado de Liam—. Era fotógrafo. ¿Quieres que te cuente que fue lo que pasó con ellos, cierto?

    »Te voy a decir algo que puede que te sorprenda: no siempre fui un niño rico. De hecho, me atrevo a sugerir que a los cinco años yo era más pobretón que tú— al ver que Lawrence se limitaba a sonreír, continuó: —. Mi padre, Adam se llama, es fotógrafo… hasta donde sé. Antes vivíamos en Brooklyn, en un apartamento. La verdad lo recuerdo muy borroso, mi madre me contó esta parte. A mi papá no siempre le iba bien. En realidad, mi mamá odiaba su trabajo. Mi abuelo, el padre de mi padre, era un beat generation. ¡Imagínate! Mucho jazz, mucho arte. Mi papá tomaba fotografías artísticas y tuvo una que otra exposición. Pero la mayoría de las veces, no le iba muy bien.

   » Un día consiguió trabajo en el periódico. No era ideal para él, pero tenía sueldo fijo. Fue entonces cuando mi madre pudo darse el lujo de ser totalmente ama de casa… Pero entonces le dio una especie de crisis de madre prematura que no pudo disfrutar su juventud. Comenzó a arreglarse más de la cuenta, a ir al gimnasio… Allí conoció a William.

    Lawrence esperaba que no fuera a decir lo que estaba a punto. Era increíble.

    —Y sí… se enamoró de William. Es lo que recuerdo con más claridad y fue horrible. Mi padre se enteró, comenzó a tomar más de la cuenta, las cosas empeoraron. Mi madre le pidió disculpas, pero ya no había nada que hacer. Se había enamorado de William. Entonces mi padre se fue a Canadá. Le ofrecieron un mejor trabajo en una revista. Firmaron el divorcio. Todos felices. Ahora mi padre está casado con una de las modelos que conoció en sus sesiones y tiene otros dos hijos, creo.

    — ¿Crees? — preguntó Lawrence, anonadado.

    —Es increíble como las cosas se pueden enfriar entre él y yo. Es como si fuéramos viejos conocidos que, si alguna vez se vuelven a ver, se darán un abrazo pero no tendrán nada de qué hablar. A veces me habla por teléfono. Me envía tarjetas de feliz cumpleaños. Mi madre siempre le manda videos de mis presentaciones con el saxofón. Pero no he contactado con él en casi dos meses.

    —No sé qué decir— dijo Lawrence, limpiando su boca con la servilleta de tela.

    —No es tan malo. Realmente no tengo muchos recuerdos. El más significativo es que mi amor por el saxofón viene de él. Pero eso te lo contaré luego. Me toca a mí hacerte una pregunta.

    Lawrence pidió en su mente, con todo su corazón, que no le preguntara nada sobre su pasado amoroso. Porque nunca le había gustado hablar de ello. Le traía malos recuerdos y un horrible sabor de boca.

    —Pregunta— le alentó, en contra de todos sus pensamientos.

    — ¿Qué hay de tu padre?

    Sintió como si su cerebro soltara un suspiro de alivio.

    —Está en Connecticut. Alexandra lo ve más que yo. A mí no me agrada demasiado. Yo recuerdo mejor las peleas que tenía con mi madre. No sé por qué, si ella es mayor que yo. Tal vez lo bloqueó, los niños hacen eso cuando algo no les gusta…

    Liam abrió mucho los ojos.

    — ¿Le pegaba? —preguntó.

    —No, no. Nada de eso. Simplemente se gritaban, se arrojaban cosas mutuamente. Era extraño. Recordar así a mi madre me hace sentir raro. ¿Cuántos años habré tenido? Unos diez, yo creo. Los odiaba porque nunca peleaban en frente de Alexandra, pero no les importaba si yo estaba. Después de las peleas tenían sexo también.

    Liam abrió mucho los ojos y puso cara de asco.

    — ¡No es cierto! — replicó. Liam se hubiera cortado las venas si hubiera escuchado alguna vez a sus padres teniendo sexo. Incluso ahora, no quería ni imaginárselo—. Cielos, lo siento. Ya entiendo porque eres tan depravado.

    Lawrence soltó una carcajada y le dio un empujón en el hombro.

     —Eran motociclistas ¿puedes creerlo? Mi madre ha cambiado mucho. Cada vez que el tema sale, llora y me pide disculpas.

    — ¿Pero qué hay de él?

    Lawrence se encogió de hombros, dio otro sorbo a su cerveza y mordisqueó un par de papas fritas.

    —Ya no lo he visto.

    —Pero debe de ser especial para ti, ¿no? Digo, siempre usas ese collar— le señaló el collar de Michael con extrañeza.

    Lawrence sintió una sacudida y llevó su mano a aquel objeto. Había sentido el impulso de ocultarlo. Liam frunció el ceño y Law maldijo en su mente y abrió los ojos como si todo de pronto se iluminara en su cabeza: No recordaba aquella mentira. Había sido de más espontanea y en circunstancias tan poco importantes que el recordarlo fue como si le echasen en la cabeza un balde de agua helada. ¿Y ahora qué?, se preguntó.

    —Sí, bueno…— dijo, y se vio interrumpido por el mesero que los atendía.

    — ¿Les ofrezco algo más? — preguntó al ver los platos vacíos y las botellas casi por terminar. Colocó en la mesa discretamente el menú de los cocteles y Liam lo observó de reojo con una sonrisa.

    —Un Blue Lagoon— dijo, para después mirar a Lawrence.

    —Eh, un Cosmopolitan por favor— exclamó Lawrence distraídamente sin saber cómo negarse a un segundo trago.

    El mesero asintió y les retiró los platos. Liam sonrió con amabilidad y se volvió de nuevo a mirarlo. Su semblante se volvió serio de repente.

    —No quiero volver a la universidad— dijo. Law se sorprendió del cambio tan repentino de tema, pero su lado cobarde se sintió aliviado muy en el fondo.

    — ¿Por qué no? — preguntó cuando por fin pudo analizar aquella oración con claridad.  Liam no respondió, pero bajó la mirada. No tenía que preguntar la razón. La sabía perfectamente. No supo qué decirle—. Cuando yo “salí del armario” — hizo comillas con sus manos y torció el gesto, demostrando lo poco que le gustaba esa expresión—. La gente encontró por fin una excusa para molestarme del todo. Nunca fui de las personas más populares académicamente hablando. Pero… la preparatoria fue especialmente mala.

    Liam levantó las cejas y lo miró con una sonrisa que pretendía entender.

    — ¿Estás tratando de hacerme sentir mejor?

    —Yo solo digo— se apresuró Lawrence— que sobrevivirás. Que no es tan malo. Que al final ni siquiera importa. Son solo personas.

    Liam soltó una risa sin humor y desvió la mirada. No dijo una sola palabra hasta que el mesero llegó con sus respectivos cocteles. Le dio las gracias y tomó un sorbo de su Blue Lagoon mirando a Lawrence a los ojos con un deje de enfado. Lawrence suspiró. Liam se había puesto de malas y sabía la razón. Él pensaba que no lo entendía. Y puede que fuera cierto, pero le gustaría que supiese que hacía todo lo posible por hacerlo y por apoyarlo según su tan distinta experiencia.

    — ¿Estás diciendo que le reste importancia? — preguntó Liam por fin mirándolo a los ojos, su tono de voz seco y cortante.

    —Si las personas que te importan están contigo, lo demás no tiene porque ser tan importante.

    — ¿Y qué si no todas las personas que me importan están conmigo?

    Ahora estaban hablando de Daniel.

    —Los que son tus verdaderos amigos estarán contigo. Yo siempre tuve a Courtney a mi lado. Y que yo sepa, Sandra no te ha abandonado.

    — ¡Daniel es mi amigo! — exclamó. Así, de la nada. Lawrence bajó la mirada y frunció el ceño—. Creo que es el único en la universidad que de verdad sabe cosas reales sobre mí.

    Law tragó saliva e intentó tranquilizarle con el silencio. Sabía que ese día llegaría. Las vacaciones fueron como una burbuja que les permitió descansar de todo lo que les aquejaba, pero no sería así eternamente; y ese día era la viva imagen que probaba aquello. Regresarían a la escuela en tres días. Dos, si dejaban de contar las apenas doce horas que quedaban del presente. Recordó el semestre con cierta nostalgia y no sabía si prefería su presente relación en trabajos de mantenimiento, o el camino anteriormente trazado que culminó en la fiesta de Liam donde tocaron Danza Húngara y comenzó la otra parte de la historia, la que en esos momentos vivían. Ambas cosas eran, seguían siendo, temas complicados y no podía sino desear que llegara por fin un momento de tranquilidad.

    — ¿Preferirías mantenerlo en secreto? — preguntó Lawrence. No sabía que era peor, pero si Liam dejara de tener ese martirio, desearía con todas sus fuerzas que en la universidad siguieran ignorándolo.

    —Preferiría que la mierda de Ellen Bradbury hubiera sido solo un chorro de semen bien guardado en un condón. 

    Y se tomó casi medio vaso de su coctel de un solo trago.

 

 

    Decidieron pasar la noche en lo que ahora se había convertido en su lugar de reuniones: el hotel del club en el que Liam era miembro, que era bastante económico para los socios más exclusivos y tenía más servicios que el mejor hotel de cinco estrellas. La primera vez que a Liam se le ocurrió aquel lugar, fue el día antes de la fiesta de año nuevo. Cuando ambos sentían tanta urgencia el uno por el otro que podían bien compararse con animales en celo.

    Lawrence salió de la ducha, desnudo y secando con una toalla su cabello. Liam se estaba lavando los dientes, con la pijama puesta: señal de que estaba demasiado de perros como para pensar siquiera en cariños en la cama.

    —Por favor, no te enfades—  enrolló la toalla alrededor de su cintura y le abrazó por la espalda. Liam lo fulminó con la mirada a través del espejo del lavabo, pero sintió aquella labor imposible cuando Law comenzó a repartirle besos por el cuello.

   Lawrence lo tomó de la espalda y le hizo voltearse para quedar frente a frente y se acercó a él con rapidez; pero en el último momento, cuando podían sentir la respiración del otro, Liam apartó su rostro.

     —No puedo besarte cuando recuerdo que lo besaste a él— susurró.

    Lawrence se quedó petrificado mientras Liam salía por la puerta del baño.

   

    Law pensó que sería una noche larga, incomoda. Siempre que hablaban de esos temas así era. Apagaron las luces de las lámparas sin decir una palabra. Lawrence no hablaba, más que nada, porque se sentía culpable y deprimido. Podía contar con sus dedos los aspectos de su vida en los que se haya sentido realmente arrepentido, ese sentimiento le era más bien ajeno. Excepto, claro, al recordar aquel breve y estúpido suceso en la fiesta de Ellen.

    Pasaron varios minutos. Llegó un punto en el que se puso de mal humor por no poder dejar de pensar en ello. Era una tortura. Le ponía nervioso y el pesar le quitaba el sueño.

    — ¿Lawrence? — Escuchó la voz de Liam de repente—. ¿Estás dormido?

    —No.

    Ambos cambiaron sus posiciones al otro lado para verse mutuamente.

    —Quiero preguntarte algo— siguió Liam—. Aun tengo curiosidad por tu padre.

    Lawrence se arrepintió de haber dicho que estaba despierto.

    — ¿Por qué? No hay nada que contar, realmente— dijo después de un discreto carraspeo.

    Lawrence no distinguía casi nada en la penetrante y azul oscuridad. Las persianas de la ventana estaban bien cerradas, por lo que no entraba ni siquiera alguna línea de luz proveniente del alumbrado público exterior. Casi le da un infarto al sentir los dedos de Liam en su pecho, tomando aquel collar entre sus manos.

    — ¿Por qué nunca te lo quitas?

    Seguía sin ver gran cosa, pero sabía que Liam lo estaba mirando fijamente. Aquella mentira, de la que ni siquiera se acordaba, estaba llegando demasiado lejos. No había ningún secreto. Era de su pasado con Michael y no tenía nada de malo. Liam tenía todo el derecho a saberlo porque significó mucho en su momento. Michael no era una relación oculta, para nada. Jamás lo fue y no tenía por qué serlo ahora. Era cierto que no le gustaba hablar de ella, pues seguía pensando en todo lo que sufrió para poder superarlo. Sin embargo, si alguien le preguntaba sobre ello, podía decirlo. ¡No era un secreto!... Pero entonces, ¿por qué no podía decírselo?, ¿por qué las palabras se fundían en su garganta como si alguien las empujara de nuevo hacia dentro, para no ser jamás pronunciadas?

    Más de una vez, en aquel fugaz instante de silencio, su boca se abrió para explicarse con la verdad. Pero la verdad nunca salió. No pudo, y no sabía por qué.

   —Supongo…— dijo, y la frase fue tan inesperada e improvisada que no tuvo tiempo de arrepentirse—. Supongo que todos los padres son especiales, ¿no?

     En esos momentos Liam había bajado la mirada; aunque no lo veía, estaba completamente seguro. Sabía también que no le satisfizo esa respuesta; pero sus pensamientos estaban muy alejados de lo que realmente pasaba. Simplemente creía que para Lawrence era un asunto difícil.

    Lawrence quería urgentemente cambiar de tema.

    —Ahora tú dime— comenzó, tragando saliva y maldiciéndose una y otra vez—. ¿Por qué tu padre influyó en tu amor por el Sax?

    —Ah, no es nada demasiado interesante— respondió Liam, mirando hacia el blanco e impoluto techo con aire melancólico, que en la oscuridad parecía un negro espacio lleno de nada—. Yo era un niño. Fue poco antes de que él se fuera. Mi madre había ido al gimnasio, de hecho; y nadie podía cuidarme ese día. Mi padre me llevó con él a unas de sus sesiones de fotos de prueba para una muestra de publicidad. Me ordenó que me sentara en un sofá que estaba justo detrás de todas las cámaras que apuntaban a las pantallas donde estaban los modelos, y uno de ellos llevaba un saxofón— se rió un poco—. Lo miré sorprendido porque nunca antes había visto uno. Me pareció fascinante, no sé por qué. Era tan brillante y curioso. Le pregunté a mi padre qué era. Al parecer le divertí mucho con mis preguntas. Supongo que nunca antes me había interesado en la música. Mi padre me hizo escuchar el sonido que hacía y quedé encantado.

    »Después sucedió todo lo de mi madre y él se marchó a Canadá. Lo último que me obsequió fue un saxofón que era casi de mi tamaño y órdenes a mi madre de que me metiera a clases de música en cuanto fuera lo suficientemente grande como para tomármelo con seriedad.

    »El saxofón… ha estado ahí prácticamente toda mi vida.

 

    Lawrence se quedó sin palabras. Era una historia muy emotiva, realmente. El silencio los envolvió, y justo cuando pensó que Liam se había quedado dormido, su voz cortó el silencio con aquella última frase que le dejó con un nudo en la garganta:

    —Supongo que, al igual que tú con tu collar, todos guardamos objetos simbólicos de personas que, irremediablemente, siguen estando ahí.

 

 

 

Notas finales:

Qué tal? Les gustó?

Así es, mis queridos Law y Liam regresaron con sus conflictos de pareja correspondientes (?)

Déjenme saber sus opiniones, ya en los capis anteriores en los comentarios supe más o menos lo que se esperan de la historia. Ay dios, en qué lío me he metido... xD

Muchas gracias por leer y por comentar. Y por esperarme, que no puedo creer lo mucho que me tardo ultimamente en terminar los capítulos. Rayos.

En fin. De nuevo gracias a todos, son bellos.

MUACS

BESOTES.

C:

 


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