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Danza Húngara por Nasuada

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Notas del capitulo:

¡Aquí estoy otra vez!

Tengo algunos anuncios al final del capítulo, espero que puedan quedarse a leerlos n.n

 

A disfrutar, que ya me había tardado jjejee

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XXXII


Cambiar es bueno


 


—La fiesta terminó— exclamó Sandra, y dio la espalda a todos con los brazos cruzados para regresar al patio de la casa. Dentro, todos parecían haberse olvidado de lo que había pasado minutos atrás. El Dj nunca había dejado de tocar, y la piscina climatizada estaba repleta.


Courtney, después de dar una mirada a su alrededor y darse cuenta de que ya no pegaba nada allí, alcanzó a Sandra a paso apresurado. Sabía que ella estaba demasiado tomada, y parecía que quería urgentemente desahogarse con alguien.


—Eso fue extraño— se escuchó la voz de Evan después de unos horribles segundos de silencio.


—Sí— fue lo único que atinó a decir Lawrence. Se sentía incomodo, enfadado, confundido y culpable. Todo a la vez.


—Bueno, nos vemos mañana— dijo Evan otra vez, tomando a Abbie de la mano. Se notaba que morían por huir. Desde el principio la fiesta parecía destinada a ser un sabotaje.


—Adiós.— Abbie los miró solo un momento, y su despedida sonó tan incorpórea y débil que se desvaneció en el aire.


 


Oliver permaneció en silencio. Y sonrió levemente al percatarse de que Liam y Lawrence estaban demasiado ofuscados como para reparar en su presencia.


—Hola, Law— saludó. De pronto los ojos del aludido se posaron en él, con una sorpresa difícil de explicar.


Liam permaneció con la cabeza baja y los puños apretados. Todo él era un contraste con su ceño fruncido y una sonrisa en el rostro.


—Hola, Oliver— respondió Lawrence con una sonrisa, y después bajó un poco la voz—. Mierda, eso no estuvo nada bien.


Liam por fin levantó la mirada. La satisfacción que sentía lo había puesto de un extraño y quebradizo buen humor, pero aquel comentario de Law lo hizo volver a la realidad. Y se enfadó.


—Él se lo merecía— exclamó, ignorando por completo la presencia de Oliver, quien no sabía como quitarse de en medio—. Tu no lo entiendes porque no fue a ti a quien expuso en toda la escuela. Y los cuchicheos de niña estúpida y maricón cobarde no iban dirigidos hacia ti tampoco.


Lawrence observó con atención. No sabía ni qué decir, puesto que los escándalos nunca le habían gustado. Había sido horrible y cruel, pero Liam tenía razón. Ellen se lo merecía, o eso se veía muy claro desde su punto de vista; solo que no le gustaba sentirse parte de la trampa, y menos después de descubrir que para Ellen no era solo un cuerpo que quería tener. Siempre había pensado que solamente estaba encaprichado, y le habría gustado seguir en la ignorancia hasta que cualquier relación que pudo haber sucedido entre ambos se enfriara.


—De acuerdo, pero esto no tenía que haber pasado. Nosotros fuimos parte del plan secreto de Sandra. ¿Acaso te gusta sentirte parte de la trampa?


—Él dijo que está enamorado de Lawrence— de pronto la voz de Oliver se escuchó sobre las demás. Sabía que no tenía derecho a opinar, pues era algo que le concernía tan poco como a cualquiera, pero no pudo evitar abrir la boca. Ambos voltearon para mirarlo y de pronto no supo que más decir—. Lo siento, yo...


—No nos hagas sentir culpables, Oliver, por favor— habló Liam sin delicadeza—. Se lo merecía. Es una mierda de persona y esto le ayudará a darse cuenta— y agregó, con un susurro:— No sabes toda la historia.


—Liam, lamento si te ofendí. No pretendía defender a Ellen— continuó Oliver al observar como su amigo seguía sin mirarlo—. Ni tampoco hacerte sentir culpable, es solo que el chico... se veía realmente mal. Ustedes son mejores que eso.


—No— dijo Liam, mirándolo por fin—. No somos mejores. No me importa que piensen que somos unos bastardos por hacer esto. Ellen se lo merecía. Y no me siento culpable, ni un poco.


Dio media vuelta y avanzó hasta su coche. Sentía tensos todos y cada uno de sus músculos.


Lawrence le sonrió a Oliver sin saber qué decir, y con un ademán se despidió para seguir a Liam.


—Liam— le llamó, antes de que el aludido se encerrara en su coche con un portazo. Suspiró y miró al cielo maldiciendo todo. Pasó una mano por su frente para liberar tensión, y entró al auto por la puerta del copiloto—. Liam, lo siento. Estoy de tu lado.


Liam lo miró más enfadado aún.


—No se trata de eso, Lawrence. No hay lados, es que Oliver no lo entiende y hubiera preferido que cerrara la boca.


Lawrence miró al parabrisas. Sabía que lo que lo tenía tan molesto era el hecho de que había sido Oliver quien lo dijo y no otra persona.


—Y además— continuó. Tenía entre sus manos el volante como si estuviera estrangulando a alguien—. De pronto Ellen está enamorado de ti, ¡estupendo! ¿Y tu qué hacías defendiéndolo? Se lo merecía. Se lo merecía. Se lo merecía. Mierda, es un imbécil. Ojalá nunca se hubiera cruzado en nuestro camino.


Lawrence de pronto comprendió todo. Liam estaba tratando de convencerse a sí mismo. Salió del auto y abrió la puerta del piloto. Liam lo miró, realmente irritado.


—Ven— dijo, tendiéndole la mano. El aludido negó con la cabeza y dejó de mirarlo.


—No— se apoyó en el volante con más fuerza. Law le tomó del brazo, pero Liam se soltó con brusquedad—. No, Lawrence.


Lo intentó de nuevo, con más suavidad. Y ésta vez, como supuso, cedió; y cuando estuvo frente a él lo abrazó con fuerza.


—Estoy muy enojado, Lawrence— dijo Liam, y sin embargo buscó sus manos para entrelazarlas y apoyó la frente en su hombro.


—Pero no estás enojado con Oliver precisamente— le respondió Law, deshaciendo el abrazo para poder mirarlo—. Ni siquiera estás así de enojado por Ellen.


Liam negó con la cabeza, con el ceño fruncido.


—Estás enojado contigo mismo— siguió, sonriéndole en cambio para que se relajara; y ésta vez, Liam asintió.


—Porque me siento como mierda por lo que le hice hacer— respondió, y a diferencia de lo que pensaba, no le costó trabajo confesárselo a Lawrence. De hecho, fue sorprendentemente fácil contarle algo así, que con cualquier otra persona hubiera callado.


Lawrence le sonrió. Y solo esa sonrisa lograba que su enfado disminuyera poco a poco.


—Lo sé.


Y de verdad, Lawrence lo sabía. Liam podía ser muy amigo de Sandra, pero no era como ella. Ella dormiría con una sonrisa de regodeo en el rostro y la sensación de que pudo haberlo hecho mejor. Y no la juzgaba por eso. Pero Liam necesitaría desahogar aquellos sentimientos contradictorios del lado impulsivo que en ocasiones podía ser despiadado, y el otro lado único en él que, sin importar quién o qué había pasado, aparecía; sintiéndose culpable y enfadado en las mismas proporciones.


 


...


 


Cuando despertó, sintió una muy cargante cruda moral. Y fue aún peor porque la noche anterior, a diferencia de lo que tenía planeado, ni una gota de alcohol pasó por su garganta. El ultimo pensamiento de la noche había sido sobre Ellen, pero decidió ponerle punto final a aquello. Suponía que éste, después de lo que le habían hecho, no volvería a cruzar palabras con él. Se convenció a sí mismo de que Ellen sabía que él había sido parte de la trampa, y que ahora lo odiaba por ello.


De igual forma, no tenía tiempo ni ganas de seguir con ese asunto. Lawrence tenía sus propios problemas y no podía preocuparse por un chico que había sido bastante partícipe en dichos asuntos problemáticos que aún estaban cicatrizando.


 


Eran las ocho de la mañana del sábado. Percibió el aroma a café que venía desde la cocina, y a canela, pues esta especie era el toque especial que a Alex le encantaba poner a la que, según ella, era la bebida de los dioses.


Se levantó de la cama lentamente, frotándose el rostro con las manos para eliminar cualquier signo aún presente de somnolencia. Se bañó en un santiamén, e intentó que toda la ola de extraños sentimientos, que iban desde la culpabilidad hasta la felicidad provocada por satisfacción, se fueran con el agua.


Se vistió con el primer conjunto que cruzó sus ojos y miró su reflejo en el espejo de cuerpo completo que estaba detrás de su puerta, pero sus ojos se detuvieron irremediablemente en el cuello.


No lo había notado hasta hace unas pocas semanas, pero el recuerdo de Michael se estaba haciendo una carga difícil de llevar. Tomó el collar entre sus dedos y lo observó con cuidado. Y de pronto, casi sin pensarlo, se lo quitó.


Lo sostuvo durante un tiempo que no pudo calcular, solo mirándolo. Fueron muchos minutos que ni siquiera percibió. Y después lo guardó en el cajón de su mesa de noche, sin ningún tipo de cuidado, con prisa, casi con rudeza. Ahí nunca se perdería, pero tampoco era como si abriese muy seguido ese cajón. Estaba lleno de cajas vacías de aspirinas y tickets de compra.


Se sintió estúpido, porque su corazón estaba agitado y su cuello vacío, extraño. Limpio.


Sonrió. Eso era exactamente lo que necesitaba.


...


 


—Mamá, voy a mudarme— susurró Liam—. Mamá, me mudaré.


Maldijo en su mente, y su reflejo en el espejo le devolvió una mirada de burla. Sí, tenía miedo de decírselo a su madre. Pero sabía que quería hacerlo. Lawrence le preguntó si no había sido demasiado impulsivo. Quizá sí, pero eso no le hacía querer echarse para atrás.


Pero no podía evitar pensar que probablemente eran demasiados cambios y que Emma apenas y estaba haciéndose a la idea. Liam necesitaba esos cambios, pero tal vez ella no.


Tendría que decírselo tarde o temprano. Y definitivamente era mejor temprano porque el departamento ya estaba pagado por los primeros seis meses. Podía mudarse cuando le apeteciera. Y quería empezar esa semana.


 


Emma y William estaban desayunando tranquilamente en el comedor. Ella, con una cuchara revolviendo su café negro, leía y releía una receta que Leonor le había pasado. Y William esperaba tranquilamente a que hiciera algún comentario. Liam apareció, y en cuanto lo hizo la anciana Leonor le ofreció las múltiples opciones de desayuno, y su madre alzó la mirada con una sonrisa en el rostro.


—¡Mi vida! Buenos días, corazón— exclamó radiantemente, y el aludido, con su poco ánimo matutino habitual, simplemente sonrió a medias—. ¿Cómo dormiste? ¿Qué tal te fue ayer en la fiesta de Sandra?


Tan solo aquél comentario le hizo fruncir el ceño. Lo que le faltaba: que alguien le recordase de pronto los sucesos de la noche anterior. Rodó los ojos y soltó un suspiro mientras untaba un poco de mantequilla a un pan tostado.


—Bien— respondió llanamente.


—Apuesto a que fue una fiesta encantadora. Sandra siempre ha sabido divertir a los invitados, ¿o no?—siguió su madre sin enterarse de nada.


—Vaya que sí— contestó Liam a su vez, con sarcasmo.


—¿Y cómo está Law, querido?


—Está bien. Mamá, quiero decirles algo— la mención de Lawrence solo hizo que se pusiera más nervioso. Su madre y William lo miraron con curiosidad.


—¡Estupendo! Porque nosotros también queríamos comentarte algo. Pero tu primero, mi amor, dinos.


Liam sintió curiosidad de pronto por lo que fuese que su madre quería contarle, pero estaba igual de ansioso de hablar. Y sabía que su asunto iba a ser largo de explicar y complicado. Por primera vez en mucho tiempo su madre le parecía una mujer impredecible, por lo que su manera de reaccionar era lo que más le tenía preocupado.


—Bueno, quería decirles que...— tragó saliva y de pronto le dieron muchísimas ganas de reírse, pero lo contuvo lo más que pudo para solo mostrarles una sonrisa tonta—. Creo que me mudaré ésta semana.


El creo en la oración le sonó terriblemente estúpido, pero sintió que era necesario para que fuese más sutil.


Emma y William se miraron mutuamente, con el rostro inexpresivo símbolo de que sus mentes apenas estaban procesando la información.


—¿Mudarte a dónde?— preguntó William, quien siempre había sido más prudente en ese tipo de aspectos, y reaccionaba mejor a las revelaciones drásticas de su hijo.


—Alquilé un departamento— respondió Liam en seguida, para no dejar espacio a silencios incómodos. Prefería soltar de una sola vez toda la información que requerían sus padres, para así ellos dijeran lo que tuvieran que decir y punto—. Es genial, está en...


—¿No te gusta vivir aquí, querido?— dijo su madre frunciendo el ceño con aflicción.


—No, madre, no es eso— suspiró, e intentó que la conversación no tomara un rumbo peligroso.


—¿Entonces? No hay motivo para irse, Liam. Aquí hay mucho...


—Déjenme hablar. Desde hace tiempo lo he estado pensando— interrumpió, poniendo sus brazos sobre la mesa para iniciar un discurso razonable—. Está en Manhattan, muy cerca de la universidad. Mamá, me encanta vivir aquí. Digo, es mi hogar. Pero también quiero hacer esto..., El barrio es genial y el departamento mucho más, ¿quieren verlo? Pueden acompañarme hoy. Además, me gustaría probar que puedo sobrevivir solo. No es por ti mamá, ni por nadie más que por mí. No me estoy cambiando de país, vendré a verlos seguido. Ni siquiera notarán que vivo en otro lado.


Decidió parar antes de sonar desesperado.


William suspiró, cruzó sus brazos y se recargó en el respaldo de la silla; todo eso señal de que algo no le cuadraba.


—Ya lo pagaste ¿verdad?— dijo, más como afirmación que como pregunta.


—Los primeros seis meses— contestó Liam restándole importancia.


—¡Liam!— exclamó su madre, alterada—. ¿Cómo pudiste hacer algo como eso sin nuestra autorización? Es demasiado precipitado.


—Era ahora o nunca. El departamento tenía mucha demanda, si me ponía de indeciso me lo ganarían— se defendió, mostrando al chico mimado y consentido que su madre había criado.


Emma suspiró, pero en su rostro no había ni mínimo de reproche. Ella habría hecho lo mismo. Solamente se mostraba preocupada y triste. Bajó la mirada y, como si el universo hubiese ignorado los ruegos de Liam, lo miró con seriedad, dispuesta a iniciar una charla que seguramente no sería nada cómoda.


—¿Te vas a mudar con Law, mi amor?— preguntó, y lo miró a los ojos. Cosa que nunca antes había hecho al tocar el punto tan delicado aún de su relación con Lawrence.


—No— respondió con firmeza, pero decidió ser franco. Era hora de hablar de ello sin tapujos, sin censurar las cosas ni hablar tímidamente como si fueran niños—. Pero te mentiría si te dijera que no lo pensé.


—No te habríamos dejado— dijo William, mirando a su esposa. Tomaba el rol de padre estricto de vez en cuando—. Son demasiado jóvenes.


—¿Les preocupa que nos descuidemos y hagamos un bebé?— preguntó, sin saber de qué saco de valor venía la broma. Y para su sorpresa, ambos rieron.


—Los padres deben tener reglas— dijo Emma encogiéndose de hombros.


No pasó por alto el hecho de que cuando estaba con Sandra a ninguno de los dos parecía importarle que se quedara a dormir descaradamente en la casa familiar. Pero igualmente sonrió, asombrado y feliz. ¿Cuándo habían llegado a eso? No lo sabía. Pero por fin entendía que la paciencia era una buena compañera en esos momentos. De pronto las cosas habían cambiado, y ni siquiera se había dado cuenta. Sabía que no había sido repentinamente, ni mucho menos. Era paulatino y muy lento, pero siempre progresando. De pronto las cosas eran mejores. Y se daba cuenta por aquellos pequeños detalles.


—Como sea, Lawrence no vivirá conmigo— dijo—. No se puede permitir el coste del alquiler— siguió hablando al observar que sus progenitores no sabían como reaccionar a ese comentario. Ambos siempre le habían enseñado que era de mala educación hablar sobre el dinero de otros—. Como sea. Igual, no estoy esperando que me mantengan— miró a William—. Creo que estoy listo para comenzar a aprender sobre el negocio familiar.


William sonrió, cosa rara, con orgullo y algo parecido a la emoción. Siempre había tenido miedo de que Liam llegara una mañana y le dijera que no estaba en sus planes encargarse de los gimnasios, que iba a dedicarse a la música a tiempo completo, que iba a seguir sus sueños de ser un saxofonista de verdad, o algo así. Porque no habría sabido cómo decirle que eso no se podía.


Asintió, e iniciaron una conversación profesional que se había pospuesto por años, olvidando completamente que ambos, Emma y William como pareja, también habían tomado una decisión.


...


 


—Ay, Law, por fin— exclamó Alexandra cuando vio a su hermano aparecer por el pasillo—. Íbamos a despertarte para que fueras por el desayuno.


—Buenos días, Alex ¿cómo dormiste?— dijo el aludido con sarcasmo. Se moría de hambre, y no le agradaba demasiado la idea de tener que hacer todo un viaje para traer comida.


Se sentó en la mesa del comedor y su madre, con una sonrisa, le acarició el cabello.


—Mira, te traes cuatro bagels de huevo con tocino— le dijo, y Lawrence sonrió ante aquel ademán cariñoso que ocultaba las verdaderas intenciones—. Con jarabe de maíz.


Lawrence suspiró y se tomó el último sorbo de café que quedaba en la taza de su hermana.


—Muy bien— dijo con resignación. Se levantó de la mesa y Alexandra lo tomó de la muñeca discretamente, con el rostro serio.


Se había dado cuenta de que ya no llevaba el collar, y le pedía una silenciosa explicación que, estaba segura, no le daría en frente de su madre. Corey Pullman no sabía la procedencia de aquél collar simplón que Lawrence nunca se había quitado, por lo que no le dio mayor importancia. Su hermana lo soltó en un instante, pero Law se sintió terriblemente acorralado.


...


 


Cuando Liam le dijo a su madre y a William que, si querían, podían ver el departamento ese mismo día, no imaginó que de verdad quisieran hacerlo. De pronto estaban subiendo el elevador del edificio en Manhattan con una Emma que casi se deshacía en llanto, sin tener la menor idea si era de emoción o de tristeza. Liam había aprendido a lidiar con las lágrimas de su madre, por lo que decidió no preguntar.


Avanzó, guiando a ambos para darles un pequeño recorrido por el departamento. Su madre miraba los alrededores con suma concentración. Muchos pensarían que era el rostro emocionado de su mamá dando el visto bueno al que sería el nuevo hogar de su único hijo, pero Liam sabía que aquello era una equivocación; y que detrás de la sonrisa encantadora y los ojos de profunda emoción, se encontraba su madre intentando encontrar algún defecto para posponer la mudanza un poco más.


—Los muebles son de muy buen gusto— dijo William, tan serio y sincero como siempre—. Podemos hacer que Leonor o Abbie vengan dos veces a la semana. Les pagaremos el transporte.


Liam negó con la cabeza rotundamente.


—No contrataré servicio, yo haré todo el mantenimiento que se necesite.


Para su sorpresa, William y su madre soltaron una carcajada y se vieron mutuamente con esa complicidad tan única de los esposos de años. Liam no daba crédito. Estaban convencidos de que era una broma.


—¿Qué es tan gracioso?— preguntó, no sin cierta brusquedad, aunque con una sonrisa sarcástica asomándose en sus labios ligeramente.


—Ay, mi vida, pero si tú no sabes cocinar. Ni lavar ropa... Y no recuerdo cuando fue la última vez que te vi con una escoba en la mano.


—¡Se usar una escoba, madre!


—¿Qué planeas hacer sin ayuda?— preguntó William, dejando de lado las bromas.


—Todo— respondió Liam simplemente—. Aprenderé a sobrevivir, no puedo depender de alguien para las tareas domésticas toda mi vida.


Estuvo a punto de decirles que quizás Lawrence podría enseñarle algunas cosas, pues era obvio que pasaría mucho tiempo allí, pero prefirió no hacerlo.


—¿Quién te ha metido esas ideas tan raras de independencia?— preguntó Emma con el ceño fruncido—. Será mucho más practico que venga una muchacha para limpiar y hacer comida, puedes contratar a cualquiera, Liam.


Bufó, comenzaba a ponerse de mal humor. Le parecía inconcebible que su madre lo creyera tan inútil, y sabía que ella pensaba que todas sus ideas acerca de independizarse habían sido por influencia de Lawrence.


—No voy a cambiar de opinión acerca de nada, así que no me hagan enojar— respondió. Y luego agregó, decidido a dejar el tema:— ¿Qué les parece el departamento?


Emma miró hacia todos lados, no muy convencida. Suspiró y sonrió.


—Es muy bonito, amor.


—Sí, es una muy buena decisión. Está muy bien ubicado, y es de lo mejor que podrías encontrar— siguió William, dando el consentimiento práctico que Liam necesitaba.


Sonrió.


—Genial.


...


 


—Ya te habías tardado— dijo Alexandra, desde el marco de la puerta de su habitación.


Lawrence la miró con una sonrisa, sin saber ni qué decirle.


—Supongo que sí— respondió.


Su hermana avanzó con los brazos cruzados y se sentó al lado de él, sin importarle que Lawrence estaba a punto de salir y sus manos en los cordones de sus botas lo delataban.


—¿Apenas te lo quitaste porque te sentías culpable por Liam o porque no lo habías olvidado?— le preguntó, sin mirarlo.


Lawrence si que la miró, sin dar crédito a lo que escuchaban sus oídos.


—Me lo quité porque...— respondió, haciendo una pausa para ordenar sus ideas—, me di cuenta de que nunca voy a olvidar a Michael. Y no tengo porque olvidarlo, solo tengo que dejarlo atrás.


Alexandra no dijo nada, pero después de un momento supo por su semblante que ella también creía que era algo bastante razonable.


—Pues me alegro mucho por ti— dijo, y con una sonrisa pícara agregó:—. Vaya que te ha pegado duro el amor, ya me di cuenta.


Law sonrió ante ese comentario tan infantil, y terminó de amarrarse las botas, mientras Alexandra tomaba camino hacia la puerta, y justo cuando estaba a punto de salir, la llamó.


—Alex— su hermana volteó, con una media sonrisa—. Si vuelves a dudar de mis sentimientos hacia Liam tendré que enojarme contigo.


Ella bajó la mirada y sonrió un poco, aunque sabía que su hermano hablaba muy en serio. Asintió con la cabeza.


—Eso es lo que quería oír— dijo, contagiando a Lawrence sus aires de victoria.


 


...


Le llamaron de la recepción cuando la antes reconfortante soledad comenzaba a asfixiarlo, porque lo único que había hecho desde que sus padres se fueron había sido pensar en la logística de su mudanza, y en lo poco que se había preparado para ese momento.


Lawrence había llegado.


Bajó hasta el recibidor, y encontró a Lawrence observando unos cuadros de hortensias en acuarela que estaban colgados en la sala de espera. Caminó lentamente, sin hacer ruido. Law estaba de espaldas y no se había percatado aún de su presencia.


—Mis padres me preguntaron si vivirías conmigo— habló de pronto, haciendo que volteara con rapidez y sorpresa al mismo tiempo.


—¿Ah sí?— preguntó Law, dispuesto a seguirle el juego—. ¿Y qué les dijiste?


—Les dije que ni muerto— respondió Liam con un suspiro—. Ya es demasiado tenerte en la universidad todos los días.


Lawrence levantó las cejas con sarcasmo, pero decidió cambiar el rumbo de la conversación. Y aunque su comentario fue en serio, lo dijo con una sonrisa:


—Me alegra verte de mejor humor. La verdad no sabía como te encontraría.


Liam borró su sonrisa de inmediato y bajó la mirada.


—No quiero pensar en ello ya. Pero gracias por recordármelo, Lawrence— dijo, cruzándose de brazos y fulminándolo con la mirada antes de voltearse.


Avanzó hasta el elevador, dándole la espalda. Sabía que Law lo seguía, y quería que lo hiciera. Solo necesitaba unos momentos para que el mal humor desapareciera. Esperando a que el elevador llegara, Lawrence entrelazó sus dedos, y con la otra mano le extendió una bolsa de papel que, hasta ese momento, había ignorado por completo.


—¿Aún no has traído tus cosas de la mudanza, verdad?— preguntó Law, con suavidad. Era una forma discreta de disculparse.


—No, apenas y les dije a mis padres— respondió Liam, en un tono brusco que no pretendía. Tomó la bolsa y la estudió, era mediana, café y con asideras de papel blanco enrollado. Nada que delatara su contenido—. ¿Qué es esto?


—Es lo más importante que un universitario independiente debe de tener en su departamento.


Liam abrió la bolsa y soltó una carcajada.


Era una bolsa de café molido.


—Tendrás muchas noches en vela sin Leonor a tu lado— continuó Lawrence, con una sonrisa de oreja a oreja—. Más te vale estar despierto.


—Pues mejor me hubieras comprado la cafetera, que así solo no creo que sirva de mucho.


—No seas ignorante, es café instantáneo— respondió Law a su vez, fingiendo irritación y rodando los ojos.


Cuando las puertas de metal se abrieron y se cerraron, Liam presionó el botón que los llevaría al piso correspondiente, y como si esto hubiese sido la señal divina que ambos habían estado esperando, unieron sus labios con un ímpetu casi brusco.


—Ya no tendremos que pagar ninguna habitación de hotel— dijo Liam entre beso y beso.


—Es lo que más me alegra. Acostarme contigo me dejó en la ruina.


Estuvo a punto de besarlo de nuevo sino fuese porque Liam se hizo para atrás, con una sonrisa burlona. Pero al instante dejó el juego de orgullos y volvió a juntar sus labios.


El timbre del elevador sonó, tan distante para ellos. Habían llegado a su piso y las puertas se abrieron. Ambas.


Es maravillosa la sensación tan viva que da cuando sientes la presencia de alguien más en el espacio dónde estás, aún con los ojos cerrados, aún en la oscuridad. Y gracias a esa tan única percepción, ambos se separaron de inmediato.


Un hombre, de pie justo en las puertas del elevador vecino al de Liam, los miraba con gesto de sorpresa. Era alto y demasiado atractivo como para imaginar siquiera que se hubieran encontrado tan casualmente. Parecía sacado de una publicidad de perfumes. Debía rozar los treinta años, y su piel era muy morena.


Lawrence y Liam se miraron. Law, aguantando la risa; y Liam queriéndose morir de vergüenza.


—¿Los mandó Kate?— preguntó el hombre con una cautela casi ausente. Sus ojos eran de un impresionante tono miel, y resaltaban bajo unas pestañas ridículamente largas. Además sonreía, y su sonrisa era la de un hombre apuesto, rico y seguro de si mismo.


Ambos, Liam y Lawrence, intercambiaron miradas de nuevo, ésta vez de confusión.


—No— dijo el primero después de un carraspeo, acercándose al hombre con paso decidido, quien tenía un aura magnética—. Disculpa... soy tu vecino. Liam Schmid.


Se dieron las manos, y no dejaron de mirarse ni un segundo.


—André Geordyé— dijo, en exquisito acento portugués.


 


...


 


 


Doce horas antes.


 


 


Entraron al auto y él dejó de mirarlos cuando comprendió que había estado atento a toda una conversación que debía ser privada. Por un segundo pensó en regresar a la fiesta, pero ya no le apetecía. Su cabeza estaba ligeramente nublada por los caballitos de tequila que se había tomado con una Sandra cada vez más ebria, y su pecho comprimido por el reciente exceso de incomodidad que había sentido.


Miró por la dirección en la que el chico de cabello naranja se había marchado y, sin pensarlo demasiado, giró su cuerpo para comenzar a caminar.


No tardó mucho en encontrarlo. Estaba de pie debajo de una faro de luz, de espaldas a él. Se notaba la tensión en sus músculos a metros de distancia, y emanaba un aura llena de furia ciega.


—Hola— dijo, para que el chico notara su presencia. Éste se sobresaltó y volteó su espalda hacia Oliver, con una mirada llena de odio y los ojos inflamados. No supo de dónde salió la pregunta que hizo a continuación:—. ¿Te gustaría que te acompañara?


—Me gustaría que te fueras al carajo— respondió Ellen, volteándose de nuevo mientras comenzaba a caminar.


Oliver lo siguió. Quizás era arrogante pensar que él, un desconocido, podía aliviar las penas de otro desconocido tan solo con su compañía, pero sus pies no se detenían.


—¿A dónde vas?— preguntó, algo preocupado. Parecía que Ellen tenía el genio y los motivos para asesinar a alguien.


De pronto sintió cómo chocó contra su cuerpo. El de pelo naranja se detuvo de golpe, volteando hacia Oliver y haciéndole retroceder con un manotazo.


—¿Qué mierda te importa? ¿quién demonios eres de todos modos?— preguntó, aunque en seguida, cuando sus ojos se encontraron a una distancia prudente, lo reconoció—. Mierda.


—Mierda— respondió Oliver algo confundido porque un desconocido lo tratase tan bruscamente.


—¿Eres amigo de Law?— preguntó de pronto, con curiosidad. Lo recordaba. Era el chico que había acompañado a Lawrence a la fiesta que organizó meses atrás. El que se había presentado como su novio y quién por cierto, desde que tomó aquella foto de Lawrence y Liam que le aclaró sus presentimientos, no tenía muy claro cuál era el papel que había desempeñado desde el principio.


—Más bien de Liam— respondió—. Oliver.


Extendió una mano en forma de saludo que Ellen no correspondió. Estaba demasiado ocupado observándolo sin saber qué decir, atando cabos.


—Era una farsa— exclamó, más para sí mismo—. Fuiste la tapadera de Liam ese día, ¿o no?


—¿De qué hablas?— preguntó Oliver. Esa noche había sido de tan poca importancia para él que no sabía de dónde venían los tiros.


—Ay, la fiesta en la que nos presentó Lawrence y dijo que eras su novio— respondió con impaciencia—. Nunca fuiste novio de Law, ¿cierto?— Oliver no dijo nada, por lo que Ellen mostró su lado más explosivo—. ¿¡Porqué todos insisten en defender tanto a Liam!? ¿Qué mierda tiene de especial?


—Oye, tranquilízate— dijo Oliver, serio de repente y pareció tener una batalla mental acerca de lo que diría a continuación:—... No eres el único que salió afectado por la relación de Liam y Lawrence.


Ellen se quedó en silencio durante un tiempo que no pudo calcular. De nuevo su mente maquinaba, y quiso saber hasta qué punto ataría cabos esa noche. Maldijo en su mente. Pudo interpretar demasiadas cosas tan solo de los ojos fijos de Oliver, que lo miraban.


Entonces volvió a rememorar su fiesta y a Lawrence y Oliver tomados de la mano. Sospechó que algo pasaba entre ellos dos por la manera en que Lawrence no miraba a quien se suponía era la persona de la que estaba enamorado en esos momentos. Oliver había sido mejor actor.


O quizás no estaba actuando.


Sus músculos se relajaron.


—¿Tu también?— preguntó entonces, entendiendo los motivos de que lo hubiera seguido, y que la razón de que sus ojos se fijaban en él no era por la insoportable lástima de todos los demás, sino porque lo comprendía.


Bajó la mirada y se tragó a fuerzas el nudo en la garganta para no llorar otra vez. Se sentía extrañamente aliviado.


 


 


 


 


 

Notas finales:

Extrañé amor yaoi, aunque no lo crean jejeje. ¿Qué les pareció el capi???? RECUERDEN QUE SUS COMENTARIOS SON COMO AMOR HECHO LETRAS QUE LLEGAN A MI Y ME HACEN MUY MUY MUY FELIZ.

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Por fin tendré algo de estabilidad en mi vida, es lo que necesitaba. Soy una mujer que necesita irremediablemente cierta rutina ¡y lo logré! :DDD Después de meses de estrés y estudio ¡me quedé en la universidad que quería!!! :DDDDDDDD

 

Quiero darle las gracias a Nikita, Nadret y crimsonShadow por sus comentarios exteeeensos y bonitos. Son los que más me gustan, los que me platican largo y tendido qué les está pareciendo. Es como mi alimento inspiracional (?) 

Gracias de nuevo, que lindas son. (No podré contestarles a cada una personalmente porque la etapa de la vida que les comento implica mucha tarea y kjflsfjljdsflasdc,mn sd)

 

PRIMER AVISO: ¡Voy a subir mi historia a Wattpad! Estoy empezando a corregirla, puesto que un buen día me puse a leer Danza Húngara desde el principio y god, modestia aparte, si se me nota mi desarrollo como escribidora jajajaja. 

Bueno, como les decía, la subiré poco a poco CORREGIDA Y MEJORADA, por si quieren ir a echarle un vistazo y, no sé, darle a favoritos o dejarme un comentario o aumentar visitas, ya saben ;))))

Por el momento no sé cuando haré esto, porque hoy lo intenté y no le entiendo ni churro a wattpad, soy una cavernícola. Pero lo analizaré y termiinaré entendiendolo... espero. 

SEGUNDO AVISO: Quiero cambiar la sinopsis. Quizás primero lo intente en wattpad y después lo cambiaré aquí en amor yaoi. Tengo una, pero no sé si es lo suficientemente completa, que abarque todo lo que es Danza Húngara con sus ya más de treinta capítulos :`)

 

Eso es todo. Como siempre muchas gracias por leer y por dejar sus impresiones, espero que me den su opinión sobre los avisos que tengo y, obviamente, sobre el capítulo en sí. 

Perdón por tardarme, ya se saben mis excusas :)

 

 

 

BESOS ENORMES. 


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