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Danza Húngara por Nasuada

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Notas del capitulo:

!Hola!

Se que les dije que actualizaría jueves o viernes en el cap anterior (aunque ahora creo que será los sabados xD) pero tendré que hacerlo antes porque me voy de viaje, y si no lo hago ahora, será hasta la prox. semana.

Espero que disfruten el capitulo, dejenme sus comentarios.

IV

Cena de prejuicios

 

    Ahora solo faltaban tres semanas.

 

    En la clase del profesor Keller los alumnos sabían que tenían dos sencillas opciones: dormirse plácidamente apoyados en la comodidad que les otorga su mesa; o segunda, hacer cualquier cosa exceptuando siempre el escuchar las aburridas y redundantes palabras del anciano barbudo que parecía hablar lentísimo a propósito.

 

    Liam, como siempre, optaba por la segunda opción. Y su manera de distraerse era conversar con Daniel de cualquier estupidez que hacía que Lawrence deseara callarles la boca con un puñetazo. Law, cuando le apetecía escuchar a aquel aburrido profesor, podía ver su clase de un interés fascinante y poco usual. Sin embargo, esa lección en particular, hablando de la historia del origen de los bemoles y sostenidos, era especialmente tediosa.

 

    Estaba sentado justo al lado de la mesa en la que estaban Liam y Daniel y su inteligente conversación consistía en quién de las de primer año estaba más buena que todas las demás y cuál podía ser la mejor opción para sexo rápido y sin compromisos de ningún tipo; en pocas palabras, cual parecía ser la más zorra. Law rodó los ojos y comenzó a hacer dibujos en su cuaderno tratando de distraerse de ese par de imbéciles. Sabía que no tenía porque escucharlos pero ¿quién no escucharía a Daniel? Si parecía que estuviese hablando con un maldito sordo.

 

    Después de treinta minutos restantes de dibujos en el cuaderno y silencio perpetuo que solo lograba tensar más aquel aburrido ambiente, por fin el profesor observó su reloj y dio por terminada su clase encargando para la próxima un resumen escrito de la lección. Los alumnos comenzaron a salir del aula, entre bostezos y somnolientas conversaciones. Law, a diferencia de todos los demás, recogió sus cosas apresuradamente para alcanzar, en la próxima clase, el lugar más apartado y recóndito del salón y así no tener que aguantar a Liam y  sus estúpidas conversaciones con el idiota de Daniel. Puso la mochila en su hombro y cuando estaba a punto de irse sintió una mano helada en su muñeca. Volteó su rostro, enfadado con quien fuere que hubiera arruinado su hermoso plan.

 

    Y se encontró con el rostro de Liam diciéndole un rápido “¡Espera!”. Entonces se irritó aun más.

 

    — ¿Qué? — preguntó, un poco mas cortante de lo planeado.

 

    —Lo siento, es que…— comenzó Liam, dirigiendo a ambos a una parte alejada de Daniel, quien lo esperaba fuera del salón de clase— Ayer olvidé decirte que Abbie y Leonor no estarán en casa hasta la próxima semana, así que, como mi madre está ocupada, tengo que comprar la despensa para la semana. Supongo que… tendrás que ir mas tarde.

 

    —No puedo ir mas tarde…—replicó Lawrence, algo irritado porque no le gustaban los cambios de última hora— Te acompañaré al supermercado ¿Si?

 

    —Oh. Ah… de acuerdo— dijo Liam. Sin embargo, Lawrence ya había salido a toda prisa, dispuesto a seguir con su plan.

 

 

   

    Al terminar las clases Liam esperó ansioso a Lawrence, junto a su automóvil: un increíble mustang del modelo más nuevo, deportivo, y una de las pocas razones de envidia entre los alumnos de la universidad.

 

    Lawrence salió por la puerta principal y abrió los ojos sorprendido, sin poder ocultar el asombro que le producía ver aquel increíble automóvil propiedad de Liam. Se acercó a él lentamente y miró el auto de arriba abajo, silbando al acariciar la suave defensa del deportivo.

 

    — ¿No crees que es algo exagerado ir al supermercado en un auto de lujo? —preguntó con cierto sarcasmo.

 

    — ¿Celoso?

 

    Lawrence lo fulminó con la mirada pero no respondió nada. Solo subió al auto al mismo tiempo que su acompañante y esperó a que este saliera de la universidad a toda velocidad sin una pizca de modestia.

 

    —Tranquilízate. No hay ninguna chica alrededor, así que no es necesario que pretendas ser genial.

 

    Liam, irritado, rodó los ojos y bajó la velocidad mirando de reojo a Lawrence, quien sonreía divertido ante la notoria reacción de Liam. A pesar de todo, Lawrence siempre encontraba una mínima razón para que Liam entendiera que parecía un idiota actuando como lo hacían todos los demás. Y Lawrence, por un motivo en particular que aun no descubría, deseaba que aquel niño rico cambiara, aunque sea un poco, su forma de actuar.

 

    Llegaron al supermercado diez minutos después, y bajaron del automóvil en silencio. La escena, para Lawrence, no podía ser más extraña. Ir con Liam al supermercado era algo que no hubiera imaginado nunca, a pesar de todo lo que últimamente habían vivido juntos. Era extraño tener un vínculo tan cercano—de alguna forma— con un chico que hace pocos meses le había parecido de lo más insoportable.

 

    — ¿Y qué es lo que tienes que comprar? —preguntó Lawrence mientras caminaban a la entrada.

 

    —Cosas para la cena, para la semana. Tú sabes, despensa en general. Mi madre me dio una lista— replicó sacando de su bolsillo un pedazo de papel bastante arrugado.

 

    Law rió por lo bajo ante aquella escena de Liam con una lista de compras.

 

    —Que ternura, déjame ver— dijo, sin  poder evitar el tono sarcástico. Una gran lista de víveres estaba escrita en el papel.

 

    Al entrar a la tienda Liam tomó un carrito y dirigió a Lawrence hasta donde estaban todos los congelados. Se detuvieron en una vidriera y Liam tomó un paquete de comida congelada que consistía en una chuleta ahumada, puré de papa y guisantes. Law frunció el seño al darse cuenta de lo que comerían.

 

    — ¿Comida congelada? ¿Estás loco? Todos saben que la comida congelada es asquerosa.

 

    Liam miró a Lawrence con una sonrisa, divertido ante aquel comentario.

 

    —Mi mamá no estará en casa y las que cocinan normalmente son Abbie o Leonor. Mira, este no se ve tan mal— dijo señalándole un paquete de pechuga de pollo empanizada que estaba acompañada por pasta en salsa de tomate.

 

    Law sonrió de nuevo. Liam en el supermercado provocaba en él una ternura extraordinaria. Pensó que la razón era el contraste de ver otro lado de Liam que no conocía: el sencillo Liam eligiendo y comprando víveres familiares.

 

    —Mejor compra esto— dijo Law poniendo un paquete de pechugas de pollo crudas después de revisar la fecha de empaque y la de caducidad. —Te enseñaré a hacer comida de verdad.

 

     Liam se quedó inmóvil, bastante sorprendido.

 

    — ¿Cocinas? — preguntó.

 

    Law se encogió de hombros.

 

    —Solo lo más sencillo.

 

    Liam sonrió. Y sintió unas ganas tremendas de abrazar a Lawrence.

 

    —Pero no puedo dejar que cocines para mí. Se supone que eres mi invitado.

 

    —No cocinaré para ti. Cocinaré para ambos. Y tú me ayudaras.

 

    Liam no hizo más preguntas. Se dedicó a observar a Lawrence colocando en el carrito los ingredientes para preparar la cena. No sabía ni siquiera que comerían, pero estaba bastante cómodo observando a aquel sujeto alto y de ojos verdes colocar ingredientes en el carrito. Por un momento todo lo demás, simplemente, no tenía importancia.

 

    —Bien, es todo. ¿Tienes que comprar otra cosa o solo ingredientes para la cena? — preguntó Lawrence al poner en el carrito un paquete de pasta de espagueti.

 

    —Tengo que llevar salmón. A mi madre le encanta el salmón.

 

    Se dirigieron justo a donde estaban los pescados y Liam tomó rápidamente un paquete de salmón fresco, importado y sumamente costoso.

 

    — ¿Por qué no llevas este? Esta en oferta. Lo he probado y es bastante rico— dijo Law tomando otro paquete de una marca más comercial, nacional y, obviamente, de menor costo.

 

    —No.

 

    — ¿Por qué no? —preguntó Law.

 

    —Mi madre siempre compra este.

 

    —Pero este está en oferta, diez dólares menos que el que tienes en las manos.

 

    — ¿Y qué? No necesito que esté barato.

 

    — ¿Un junior como tú no necesita que las cosas estén baratas? —preguntó Lawrence sardónicamente fingiendo seriedad.

 

    —No— respondió Liam con una sonrisa divertida que demostraba superioridad, aunque en realidad estaba bromeando.

 

    —Bah, vete a la mierda con tu salmón importado.

 

    —Tu vete a la mierda con tu salmón de plebeyo. El dinero lo saco de mis bolsillos, así que no sé porque te importa tanto, pordiosero.

 

    Ambos sonrieron divertidos. Lawrence debía admitir que, a veces, Liam podía comportarse lo suficientemente agradable como para que le cayera bien. Incluso para tratarlo como a cualquier amigo.

La discusión era sumamente absurda, y todos los clientes que pasaban por allí y los escuchaban, sonreían ante tales argumentos. Y varios pensaban que era una pareja muy singular.

 

    Después tan solo tardaron unos segundos más en llegar a la casa de Liam. Se dirigieron con premura a la cocina, la cual, se sentía extrañamente lóbrega por la ausencia de las dos trabajadoras que hacían realidad cualquier exquisitez digna de un simple antojo del joven y amo de la casa.

 

    — ¿Y qué cocinaremos? — preguntó Liam con un leve gesto de curiosidad en su voz. Observó el reloj y descubrió que eran las cuatro de la tarde, así que sugirió algo no muy tardado.

 

    — ¿Alguna vez has probado el pollo en salsa de cilantro? —preguntó Law mirándolo con intensidad.

    Liam frunció el seño, y negó con la cabeza tratando de que sus modales no lo delataran. Jamás le había gustado el cilantro, en ninguna forma, pero no podía decirle nada a Lawrence, pues había sido demasiado considerado al ofrecerle ayudarlo a preparar una cena decente.

 

    —Bien ¿Y eso cómo se hace? —preguntó un poco menos emocionado de lo que estaba antes de saber el origen de la cena.

 

    —Bueno…primero…­— comenzó Lawrence. Se alejó un poco de los utensilios hasta que quedó al lado de la entrada, y entonces sacó una liga del bolsillo de su pantalón para recoger su cabello. Luego se lavó las manos y tomo del lava vajillas un cuchillo— Hay que cortar las pechugas, y ponerlas a cocer y todo eso— Lawrence miró la cara de total escepticismo que tenía Liam y plasmó es su cara un ademán de completa incredulidad— ¿Ni siquiera sabes cómo cocer pollo? Pero que inútil, hombre.

 

    Liam soltó una carcajada.

 

    —Disculpa pero mis manos de músico no pueden rebajarse a tales actividades.

 

    —No me jodas— dijo Law sonriente, aventando a la cara de su acompañante una rama de cilantro.

 

    — ¡Ay!, era una broma, cabrón.

 

 

 

    Casi una hora después, Liam sirvió con extrema torpeza dos platos exageradamente llenos de pollo envueltos entre una aromática salsa de color verde. A pesar de que el cilantro jamás había sido una sutil expresión de sus gustos gastronómicos, debía admitir que aquel platillo olía bastante bien y, además, el hecho de que lo hubiera preparado Lawrence le daba un ligero toque especial.

 

    Se sentaron en el desayunador uno frente al otro observando la comida con gran determinación. Lawrence fue el primero en dar un mordisco a su creación, y su expresión no ayudó mucho a Liam. No había hecho ademanes de asco ni nada por el estilo, sin embargo, el gesto del chico frente a él era tan común que le hizo pensar que Lawrence comía eso todos los días.

 

    Entonces Liam partió un pedazo del pollo y lo embarró en la salsa, metiéndolo a su boca poco después. Lo masticó lentamente, como cualquier humano hace cuando un platillo le resulta desagradable. Y sin embargo, después de un par de masticadas a la carne, sus ojos tuvieron que delatar una sorpresa característica.

 

    Estaba delicioso.

 

    Liam sonrió y miró a Law.

 

    — ¿Sabes? Muchas chicas que conozco podrían considerarte el hombre prefecto. Cocinas, tocas piano…— evitó el decir <eres atractivo>

 

    Law lo miró perplejo.

 

    —Genial, excepto por el pequeño detalle de lo homosexual, si soy perfecto.

 

    Liam soltó una carcajada medio incomoda y desvió la mirada. Jamás habían hablado de eso, pero de alguna manera no pudo evitar sonreír de oreja a oreja. Estaba muy feliz; y, aunque le resultara muy extraño, la razón era el hecho de compartir ese simple momento con Lawrence.

 

    Luego  comió otro pedazo, por si era alguna ilusión del simple hecho de que Law lo había preparado, pero no era así. Era rico en toda la extensión de la palabra.

 

        Y estaba tan ensimismado en el sabor tan bueno que le había provocado algo con cilantro, que no se percató del hecho de que Lawrence lo miraba intensamente con una sonrisa bastante arrogante.

 

    — ¿Qué? —preguntó Liam, guardando de nuevo la compostura perdida hace un momento.

 

    —Es bueno ¿No es cierto? — Preguntó Lawrence— Sobre todo para alguien a quien no le gusta el cilantro.

 

    Liam lo miró sorprendido.

 

    — ¿Sabías que no me gustaba?

 

    —Soy más observador de lo que crees.

 

    —Bien… ¿Y qué? ¿Querías torturarme o algo así?

 

    —No. Solo quería presumir lo bien que cocino. Tan bien, que incluso una verdura que odias te resultó deliciosa.

 

    Liam sonrió sarcásticamente, pero no dijo nada. No sabía que decir porque todo lo que había dicho Lawrence era, de hecho, cierto.

 

    Se observaron un par de minutos que a ambos les parecieron una eternidad y de repente la mente de cada uno se quedó en blanco. Borraron sus sonrisas. Sus ojos observándose mutuamente no se percataron de que, poco a poco, los rostros de ambos se acercaban… lentamente. Al punto de sentir en sus mejillas la respiración del otro.

 

    Fue entonces, cuando ya estaban tan cerca…

 

    El brazo de Liam rozó un vaso de vidrio haciendo que se cayera, provocando un ruido hueco y escandaloso en la mesa de mármol.

 

    Alejaron sus rostros tan rápidamente que no les dio tiempo de reaccionar y pensar con claridad que era lo que habían estado a punto de hacer y sus ojos se concentraron en cualquier objeto de la cocina. Liam sentía que su corazón latía con fuerza y miles de preguntas atravesaban como flechas su cabeza. ¿Qué mierda…? Lawrence no lo miraba. Parecía metido en sus pensamientos

 

    Fue entonces cuando se formó entre ellos una atmosfera de confusión e incomodidad.

 

    —Amm… ¿Seguimos con las lecciones?— preguntó Liam tratando de mirar cualquier cosa menos a Law. ¿De verdad habían estado a punto de…?

 

    Lawrence lo miró un momento y asintió con la cabeza.

 

    Salieron en silencio de la cocina y cuando se dirigían a la estancia en donde el suntuoso piano de cola los esperaba, se escuchó el ruido característico de la puerta de entrada abriéndose con mucha brusquedad. Ambos voltearon sus rostros para ver de quien se trataba.

 

    Y detrás de la puerta apareció Daniel vestido con ropa deportiva y cargando con un maletín y un estuche de raquetas de tenis.

 

    —Daniel, ¿Qué haces aquí? — preguntó Liam, acercándose a su amigo; un poco molesto por la interrupción.

 

    —Me apetece ir al club ¿Te apuntas? —respondió Daniel, moviéndose un poco para ver a Lawrence.

 

    —Eh, no puedo. Tengo lecciones de piano.

 

    —Vamos, podemos invitar a Pullman— replicó de nuevo, mirando a Law con supuesta superioridad. Liam se volteó para verlo también. Law  había puesto su mirada de frialdad que tenía preparada cada vez que veía a Daniel, pues ambos, siempre que se veían, tenían que competir.

 

    — ¿Quieres venir Pullman? ¿O es demasiado lujo para ti?

 

    El club al que iban Liam y Daniel, junto con otros amigos, era uno localizado al sur de Manhattan de socios completamente adinerados, y tan lujoso como podía ser cualquiera de ese tipo. Con hoteles, canchas de todo tipo de deportes, albercas, bar, salones de eventos, en fin.

 

    — ¿Qué es lo que quieres decir con eso, Daniel? — preguntó Lawrence, a la defensiva. También estaba irritado por la intromisión, pues de alguna forma y aunque se sentía extraño al admitirlo, últimamente se sentía tan cómodo en la casa de Liam que olvidaba que, precisamente, era Liam; mejor amigo del mayor estúpido que había conocido.

 

    —Nada, nada ¿Sabes jugar tenis, Lawrence? —preguntó.

 

    —Lo he jugado algunas veces.

 

    Daniel lo miró y esbozó una sonrisa burlona.

 

    — ¿Qué dices Liam? Podemos ir al club y jugar un partido de tenis. En equipos. Tu y yo… y Pullman puede jugar con Necker.

 

    Necker era el entrenador que supervisaba los partidos. Oliver Necker.

 

    —Daniel, tu sabes qu…

 

    —Está bien, Liam. Aceptaré el patético intento de provocación de Daniel. Me gusta el tenis.

 

    —Pero no tienes ropa de tenis…— era claro que Liam buscaba cualquier excusa para zafarse porque, a diferencia de ese par de imbéciles, Liam si tenía la necesaria obligación de aprender piano. O si no, su madre lo mataría.

 

    —Los veré afuera— dijo Daniel, saliendo por la entrada principal, jugando con las llaves de su automóvil.

 

    Liam suspiró, resignado a ser completamente ignorado.

 

    —Voy por mi billetera.

 

 

   

    El auto de Daniel era incluso más costoso que el de Liam. Era una sofisticada camioneta de color azul eléctrico que podía llevar a más de diez personas en su interior. Liam y Daniel iban al frente conversando de cosas incomprensibles para Law. Hablaban del club, y la verdad, el jamás había ido a ninguno, a menos que el modesto centro comunitario de su colonia pudiera considerarse como un club bastante desfavorecido.

 

    Después de bastantes minutos de camino, Daniel se detuvo en una caseta de seguridad que resguardaba un estacionamiento enorme y, más allá, varios edificios rodeados por hermosos jardines y enredaderas. Ambos chicos les enseñaron unas tarjetas de socio y el guardia miró a Lawrence a través de la ventana con el seño fruncido, sin embargo, Liam le dijo al hombre simplemente “Es amigo mío y de William”. Y, tan solo con eso, los dejó entrar.

 

    Law se quedó un rato con la pregunta de Quién era William incrustada en la cabeza.

 

    Al estacionar el auto, los tres abrieron las puertas al mismo tiempo, y luego ingresaron al edificio principal, el cual era muy elegante, con aire acondicionado y piso de mármol de color perla. Lawrence se sintió fuera del lugar entre tantos jóvenes—y no tan jóvenes— que irradiaban dinero por cada poro de su piel. Estaba caminando al lado de Liam con las manos en los bolsillos cuando un grupo de chicas pasaron al lado de él y le sonrieron sugerentemente. Law les devolvió la sonrisa, divertido ante aquella atrevida provocación.

 

    —No te emociones, Law. Las chicas te sonrieron porque, además de que les pareces atractivo, están seguras de que tienes dinero. Si pudieran observarte de cerca para que se percaten de que todo tu atuendo no vale más de cinco dólares— replicó Daniel mientras escribía en el escritorio de recepción los trámites correspondientes para utilizar una de las muchas canchas de tenis.

 

    Lawrence se acercó a Daniel, sonriendo burlonamente, con la intención de fastidiarlo

 

    —Tranquilo querido, sabes que solo tengo ojos para ti— le dijo sosteniéndole la barbilla. Después miró a la recepcionista, quien bajó la mirada rápidamente al mismo tiempo que sonreía y un rubor se asomaba por sus mejillas.

 

    Daniel se apartó rápidamente, tratando de no caer ante aquella provocación.

 

    —Maricón de mierda— dijo para después decir a la chica detrás del escritorio un rápido <Esta bromeando>

 

    Liam frunció el seño y Law se acercó a él, dejando a Daniel avergonzarse solo.

 

    —Oye Liam ¿Qué clase de uniforme utilizan? Porque no pienso usar pantalones cortos, es horrible.

 

    —Oh, ¿Prefieres usar falda, el uniforme femenino?

 

    Lawrence sonrió sarcástico y levantó el dedo corazón, justo frente a Liam.

 

    —Jódete.

 

    Liam solo sonrió.

 

    —Descuida, puedes usar pantalones, no son las olimpiadas.

 

    —Bien, ya está. Vamos— exclamó Daniel, avanzando por un pasillo de un lado de la recepción. Dieron vuelta en una esquina que daba a una puerta y, detrás de ella, salieron al lugar donde se encontraban las canchas de tenis y de frontón. Llegaron a la cancha que leía un enorme numero tres y allí, estaban jugando tres personas. Dos mujeres y un hombre.

 

    En cuanto pasaron por la puerta de malla ciclónica una chica interrumpió su juego bruscamente, corriendo hacia ellos.

 

    — ¡Daniel! —gritó la chica, tan agudamente que a Lawrence, le desagradó de primera instancia. Ella se colgó del cuello del rubio y le dio un apasionado beso en la boca.

 

    Los otros dos chicos también se acercaron, mucho menos escandalosos que la anterior. Y miraron a Lawrence con curiosidad.

 

    —Lawrence ellos son mis amigos, Oliver y Ashley. Ella es Marcel— dijo señalando a la muchacha que besaba intensamente a Daniel—. El es Lawrence mi… maestro de piano— Liam, en ese momento odió a su mejor amigo por dejarlo solo en aquella situación que le parecía bastante incómoda, mientras él no dejaba de besarse con la única mujer en su círculo de amigos con la que no se había acostado y que, por cierto, planeaba hacerlo pronto.

 

    —Hola, Lawrence— dijo Ashley con una sonrisa que a Law le pareció bastante agradable. Ella no tenía aquella aura de niña rica: su negro cabello estaba recogido en una trenza francesa y llevaba el uniforme típico del tenis. Y a pesar de que su figura no era muy esbelta, parecía tener excelente condición física.

 

    —Díganme Law.

 

    —Mucho gusto, Law—Lawrence le estrechó la mano al otro chico de cabello castaño y peinado en una cola, ojos de mirada intensa, nariz recta… y sonrisa bastante peculiar.

 

    Parecía que ese Oliver jugaba en su equipo. Y no hablaba precisamente del tenis.

 

    Qué interesante.

 

    —Bien…, ¿Jugamos? —preguntó Liam, tratando de que Oliver y Law dejaran de mirarse de aquella forma tan horrorosamente sospechosa.

 

    —Yo seré arbitro— dijo Ashley, yendo hacia las altas sillas que se encontraban a ambos extremos de la red.

 

    En cuanto se hubieron puesto ropa más adecuada (pantalonera y zapatos deportivos) en los vestidores, Liam, Daniel y Lawrence salieron a la cancha.

 

    —Saquen ustedes— dijo Daniel, de una forma totalmente arrogante. Lawrence lo miró francamente tomando una pelota. No era su plan perder contra ellos.

 

    — ¿Tu sacas? — preguntó Oliver sin dejar de mirarlo.

 

    —Si— respondió Law mirándolo de una forma igual de intensa. Sí, definitivamente se estaban dirigiendo indirectas mutuamente. A esas alturas ya sabía que ambos eran iguales, y hace mucho que no se desahogaba adecuadamente.

 

    Extrañaba de alguna forma el coquetear tan indiscretamente con alguien.

 

    Lawrence fue hasta un extremo de la cancha. Tan solo había jugado unas cuantas  veces en la cancha de su centro comunitario, pero sabía cómo hacerlo. Siempre había sido bueno en cualquier deporte que le llamara la atención.

 

    Lanzó la pelota al aire y cuando bajaba le pegó fuertemente con la raqueta. Daniel la recibió de una forma excepcional y volvió a lanzarla al contrincante, aunque esta vez fue Oliver quien la recibió, haciendo una espectacular maniobra que demostraba los años de práctica invertidos en aquel deporte. Liam la lanzó, frunciendo el seño ¿Por qué Oliver y Law no dejaban de sonreírse? Lawrence volvió a lanzarla con más fuerza que Liam. Y ese golpe ninguno del otro equipo pudo responderlo.

 

    — ¡Sí! — exclamó Law, chocando las manos con su compañero de equipo. Sonriéndose una vez más.

 

    Law tomó una pelota y, ya entrado de lleno al ambiente de la situación, puso la pelota en manos de Liam.

 

    —Saquen ustedes.

 

    Liam fulminó a Lawrence con la mirada y le dio la espalda yendo hacia la esquina de la cancha. Un nudo de rabia había invadido su estomago colándose por todo su cuerpo. Hace una hora él y Lawrence habían estado a punto de besarse y ahora ese idiota coqueteaba con el entrenador. Quería golpear a Lawrence en la cabeza con aquella pelota.

 

    —Sería tan fácil…— dijo para sí mismo, lanzando la pelota al aire. El era bueno jugando tenis. Lo practicaba desde hacía años.

 

    Lanzó la pelota con una fuerza cargada de rabia, e iba en dirección al lado de Oliver. El entrenador corrió a toda velocidad, y sin embargo, no pudo alcanzarla.

 

    Punto para Liam y Daniel.

 

    Liam sonrió de forma burlona, de manera completamente obvia para echársela en la cara de sus dos contrincantes. Chocó manos con Daniel y volvió a su lugar.

 

    Iban 15-15. Pero él, definitivamente, no podía perder.

 

    Y ahora, Daniel sacaba.

 

    Jugaron durante más de una hora, tratando de superarse mutuamente. Ambos equipos eran demasiado buenos y demasiado orgullosos como para querer perder uno contra otro. Liam sentía que explotaría si Lawrence y Oliver seguían sonriéndose tan provocadoramente. Parecía que en cualquier momento se marcharían al baño para poder cogerse en paz.

 

    Y Liam estaba tan enfadado que pensaba todo tipo de barbaridades. Una vez, incluso, lanzó la pelota con tanta fuerza que casi golpea a Lawrence en la cabeza, y no se disculpó. Siguieron jugando contra un aturdido Lawrence que pensaba que aquel comportamiento era simplemente por la adrenalina del juego y no por los celos que estaban consumiendo cada partícula de la piel de Liam.

 

    Y, finalmente, el equipo de Lawrence y Oliver ganó por las buenas. Decidiendo que era el momento de terminar, pues estaban más que agotados.

 

    Liam se sintió como un imbécil.

 

    Lawrence terminó de ducharse en las regaderas de los vestidores. Acababa de vestirse con su ropa de <no más de cinco dólares> y se secaba el cabello mirando los casilleros con una toalla blanca que tenía bordado el logo del club en uno de sus extremos. Entonces volteó la cabeza hacia la entrada y descubrió a Oliver observándolo con el cabello mojado y un intenso olor a desodorante.

 

    — ¿Me estabas observando? ¿Acaso eres un pervertido?— preguntó Law con la ahora característica sonrisa que se habían intercambiado en las últimas horas.

 

    —Algo así. Eres muy bueno en el tenis, aunque tienes un estilo bastante peculiar— le dijo, acercándose a él, hasta quedar demasiado cerca. Estaban más o menos del mismo tamaño, sin decir que, aun así, Lawrence seguía estando un poco más alto.

 

    — ¿Se supone que es un cumplido?

 

    —Si…

 

    Intercambiaron mas miradas intensas, mientras se acercaban lentamente hasta que estuvieron a la distancia suficiente como para que sus labios se rozaran.

 

    Y ninguno de los dos se daba cuenta de que un Liam vestido con jeans y playera negra se encontraba justo en la entrada de los vestidores observando todo, fulminándolos con la mirada. Después, Liam bajó la cabeza, fijando sus ojos en el suelo de cerámica. Le resultaba algo gracioso, pues nunca antes había sentido algo como eso. Algo como una pelea en su cabeza. Aflicción contra rabia.

 

    Dio la media vuelta y, con una sonrisa fría, fue hasta donde lo esperaba Daniel con Ashley y Marcel.

 

    —Vámonos— replicó Liam, sin poder decir más.

 

    —Faltan Pullman y Oliver— dijo Daniel, tomándole la mano a Marcel, comenzando a caminar al lado de Liam, quien  no se detenía.

 

    —Ellos… van a jugar más antes de irse.

 

    —Liam ¿Estás bien?— preguntó Ashley algo preocupada.

 

    —Estoy agotado. Necesito dormir.

 

    — ¿Qué? Yo tenía planes de ir al pub después de esto— replicó Daniel. Sin embargo Liam lo ignoró.

 

    Ignoró a todos.

 

 

 

    Ninguno de los dos dijo nada. Cuando se dieron cuenta de que todos los habían abandonado mientras ellos se besaban en los vestidores públicos, Oliver invitó a Lawrence a su departamento y, al estar allí, comenzaron a acariciarse y besarse como si su vida dependiera de ello.

 

    Oliver mantenía firmes sus manos, arañando la espalda de Lawrence mientras éste arremetía contra él. Se escuchaban los jadeos de ambos, acompasados y a un ritmo muy rápido...

 

    Apenas y habían logrado llegar a la cama medianamente vestidos. Lawrence sentía que necesitaba tener sexo con alguien sin ningún compromiso a pesar de que hace mucho que no lo hacía… antes de Oliver y de Liam, por supuesto.

 

     Oliver se había colocado alrededor de las caderas de Law y empujaba con fuerza, penetrándose a sí mismo.

 

    Lawrence sujetó el pene erecto de Oliver, y lo apretó con fuerza logrando que el entrenador de tenis soltara un gemido. Oliver jadeaba con fuerza cada vez que Law empujaba con mayor rapidez.  El cuerpo del entrenador de tenis estaba lleno de sudor; su cabello castaño se pegaba al rostro y enfocaba los ojos estaban vidriosos, borrosos por la excitación, aunque aun así se fijaban en Lawrence lujuriosamente.

 

    Law acercó su rostro al de Oliver y lo besó, pasando a su oreja, su cuello, parte del pecho, la clavícula y finalmente, a sus labios otra vez. Ambas lenguas danzaban entre ellas intentando dominar a la otra. Lawrence comenzó a empujar dentro de él. Cada vez a un ritmo más rápido.

 

    —Law… ¡ah! ¡Más rápido…!

 

    Oliver lanzó un gemido después de correrse y se tumbó en la cama completamente agotado. Lawrence aumentó la velocidad y después de otras cuatro fuertes embestidas, terminó; cayendo encima de Oliver, mientras recuperaba el aliento.

 

   Oliver mantenía los ojos cerrados, bastante satisfecho y con intenciones de dormir. Pero Lawrence seguía con los ojos abiertos de par en par, demasiado sorprendido como para que el sueño lo venciera.

 

 

 

    A la mañana siguiente Lawrence se encontró a sí mismo en una cama de sabanas de seda, al lado de una suave espalda perteneciente a Oliver. Estaba mirando la pared distraídamente, con la cabeza apoyada en sus antebrazos y totalmente distraído. Su cabeza le daba miles de vueltas. Recordaba las risas, los tragos de cerveza, las caricias impetuosas, los besos, la saliva, el sexo…

 

    Y sus pensamientos hacia Liam todo el tiempo.

 

    Recordó el sexo con Liam y no pudo olvidarlo en toda la noche. Recordó la noche del hotel, cuando, al hacerlo con alguien cuyo rostro no descubrió hasta la mañana, había sido una experiencia bastante satisfactoria.

 

    Pero eso no era lo que más le asustaba de aquello. Lo que más le asustaba es que, aparte de todo lo que atraía el sexo con Liam, lo carnal, lo apasionado; también recordó su sonrisa. Recordó sus burlas, y su risa al decirle algo sarcástico. Lo recordó a él diciéndolo que muchas lo considerarían el hombre perfecto. Y se sintió como imbécil al saber que recordaba esas cursilerías mientras que cogía con alguien por quien no sentía nada más que una fuerte atracción física.

 

  Recordó a Liam diciendo su nombre.

 

    —Buenos días.

 

    Law se sobresaltó al escuchar la adormilada voz de Oliver, quien lo observaba con una sonrisa, recostado en la almohada.

 

    —Hola…— saludó Law— Sabes, tengo que irme. Mi madre me matará. — Lawrence se levantó y comenzó a vestirse.

 

    — ¿Vives con tu madre? Que tierno…

 

    —Sí, con mi madre, en Queens. Así que si pensabas que era un chico rico como tú, lamento decepcionarte.

 

    Oliver lo miró intensamente, con un deje de sorpresa.

 

    —No me decepcionas. De hecho… me gustaría que saliéramos alguna vez. Si tú quieres.

 

    —Claro— dijo Lawrence, totalmente siguiéndole el juego. Demasiado distraído como para saber lo que estaba diciendo.

 

    —Genial… ¿Quieres darme tu numero?

 

    — ¿Tienes donde apuntar? — preguntó Law. Oliver le tendió una pluma y una libreta que estaba en su escritorio. Law apuntó su número de móvil rápidamente y sin pensarlo más entró en el baño. Como fuere ese fin de semana tenía que darle lecciones a Liam toda la mañana, así que se mantendría ocupado.

 

   Al salir del baño lo recibió un Oliver vestido con solo la ropa interior.

 

    —Parece que tienes prisa, así que te llamaré.

 

    Después de esto, le dio un largo beso en la boca y desapareció tras la puerta del baño.

 

 

Notas finales:

Chan, chan! Jejé es todo.

Como pudieron leer, hay un poco de acción en el cap, aunque no quise hacerla demasiado larga porque el honor tiene que ser de los protas, no?

Dejenme un comentario, dos, tres, los que quieran. Ya sea para criticas constructivas, criticas y ya, florecitas, en fin.

Ojalá les haya gustado... review, review xD

!Besos!


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