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Danza Húngara por Nasuada

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Notas del capitulo:

Hola, hola

Como se los he prometido, actualizo cada semana!

Ultimamente no tengo nada de inspiracion, y este capitulo me costó mucho terminarlo. Pero recuerden que hago lo que puedo para actualizar siempre, siempre, un cap, por semana :D

 

¡Disfruten y a leer!

 


 


VI


Tres para joderme


 


 


    Justo tres días antes de que la suntuosa cena de Liam se diera lugar en un hermoso salón del Hotel Plaza, llegó la invitación al correo del modesto edificio de departamentos en donde Lawrence vivía con su familia. Solo entonces, Law descubrió con alivio que Liam le había hecho caso al incluir en la lista de invitados a su madre, Alex y sus dos mejores amigos.


 


    Lawrence se alegró de no tener que enfrentar aquella farsa solo.


 


    Se había encontrado con sus amigos en la parada de autobuses, y ambos le habían enseñado, ceñudos, la elegante invitación a la fiesta de Liam. Para ese entonces todos estaban enterados de la Seria relación de Liam con su hermosa novia Sandra.


 


    Y Lawrence necesitaba ordenar su cabeza de todo aquello que tenía que ver con sus sentimientos por Liam. No podía creerlo. Parecía ilógico lo que sentía.


 


    —No tengo qué ponerme, joder ¿Por qué nos invitó? Parece que se estuviera burlando de nosotros— decía Courtney mientras se sentaban en los pocos asientos libres del autobús.


 


    —No se está burlando. Yo le pedí que los invitara.


 


    — ¿Por? ¿Estás loco? — Dijo Evan— Courtney lucirá patética con el único vestido que tiene desde los quince años.


 


    — ¡Cierra la boca! — dijo Courtney, dándole un empujón a un sonriente Evan por ser tan desconsiderado con ella y su preciado vestido.


 


    —Por supuesto que Courtney no irá con ese vestido— respondió Lawrence, haciéndose el arrogante—. Tengo mucho dinero, así que te daré un poco para que rentes uno.


 


    — ¿Crees que voy a dejarte hacer eso? —preguntó su amiga con cierto aire de indignación impregnado en su voz. Su ceño estaba fruncido y, como siempre, enfatizaba cada palabra que salía de su boca con algún gesto de manos.


 


    Lawrence le replicó en silencio tratando de encontrar una solución al, al parecer, herido orgullo de su mejor amiga. De repente él, Lawrence, sonrió encontrando de pronto una buena excusa que sabía que Courtney no rechazaría.


   


    —Recuerda que hace un año me prestaste dinero en esa crisis familiar que tuve.


 


    —No era un préstamo.


   


    — ¿No me dejarás devolverte el favor?


    Courtney lo miró entornando los ojos, mientras comía una paleta de caramelo.


 


    —Vaya, Law, de verdad estás desesperado por no quedarte solo…


 


    —No es verdad.


 



   


 


    —Sandra, detente— Liam trataba de detener a su ansiosa novia y su pesado intento por tener sexo, descarado sexo, en su auto. Ella intentaba quitarle la camisa, encima de él, en el asiento del copiloto.


 


    Habían pasado tan solo un poco más de una semana saliendo y ya comenzaba a asfixiarlo. Liam siempre había sido sumamente discreto acerca de sus relaciones sentimentales, por lo menos con su madre y con William, pero ahora incluso el sujeto que limpiaba la piscina sabía de su vida sexual y eso era, de verdad, desastroso.


 


    — ¡En serio, detente Sandra! — exclamó de nuevo, alejándose de plano de aquella ansiosa chica que ahora lo miraba con rostro de furiosa decepción.


 


    — ¿Por qué? —Preguntó Sandra, ceñuda— Parece como si yo fuera la única que lo desea.


 


    — ¡Porque así es! Quieres tener sexo en todas partes: en los baños públicos, en mi auto, en tu auto, en mi casa, en tu casa…


 


    — ¿Y tú no? Por favor, Liam. Sabes que tu también quieres— replicó ella.


 


    Liam rodó los ojos, mientras su cariñosa novia volvía besarlo, sin embargo, un golpe en el cristal de la ventana los alarmó a ambos, haciendo que se separaran instantáneamente.


 


     Liam miró, con ojos sorprendidos hacia donde estaba el ruido.


 


     Era William.


   


     Mierda.


 


    Liam bajó el vidrio cerrando los ojos, bastante avergonzado y resignado. Sandra para ese entonces ya se había quitado de encima, yendo rápidamente al asiento del piloto mientras fingía retocarse el maquillaje con una sonrisa pícara.


 


    —Liam, tu madre te llama, dice que es importante. Hola, Sandra.


 


    —Hola— dijo Sandra, sonriéndole como si nada.


 


    Que descarada.


 


    Liam salió del auto rápido, agradecido por la oportuna intromisión. Sandra lo siguió y se puso a su lado tomándole la mano. Él se sintió completamente acorralado. Era Tan empalagosa.


 


    — ¿Qué pasó? —preguntó Liam a su madre en cuanto entró a la casa.


 


    Emma se encontraba en la cocina terminando de ponerle betún a una preparación de pastel de zanahoria especial.


 


     —Pregúntale a Sandra si quiere pastel.


 


    Liam rodó los ojos. Sabía que eso no era lo que su mamá le iba a decir, pero a ella siempre le había gustado el “suspenso”.


 


    Fue a preguntar. Sandra respondió un escandaloso <si> y Liam le sonrió, tratando de ocultar su reciente y muy familiar irritabilidad. Regresó a la cocina.


 


    —Si quiere. ¿Qué pasa?


 


    Su madre levantó la mirada y sonrió, dispuesta a darle a su hijo la buena noticia.


 


    —Hoy vamos a revisar los últimos detalles en el salón, y haremos un pequeño ensayo.


 


    Liam dio un gran suspiro y ladeo la cabeza en señal de decepción.


 


    — ¿Era eso lo que me querías decir?


 


    —Si— respondió ella— ¿Qué acaso interrumpí algo importante?


 


    Liam desvió la mirada.


 


    —No.


 


    — ¡Genial! Entonces llama a Lawrence, iremos a recogerlo a su casa… ¿Dónde vive?


 


    Se le revolvió el estomago. No tenía idea de cuál era el numero de Lawrence, mucho menos sabía donde vivía. Lo único que se le venía a la mente era el borough en el que estaban sus departamentos, pero aparte de eso no sabía nada acerca de aquel aspecto que se supone que cualquier amigo cercano debería saber.


 


    —Amm… vive en Queens…— respondió él, esperando que su madre, sin darse cuenta, le diera más tiempo para resolver aquel pequeño conflicto.


 


    —Ajá…—respondió ella abriendo un paquete de queso crema. Liam maldijo en silencio.


 


    — ¿Sabes qué? Voy  a llamarle para decirle que vamos a recogerlo ¿sí? — Dijo, huyendo discretamente, saliendo de la cocina a pasos lentos— Amm… mi celular está en mi habitación, ahora vuelvo.


 


    Corrió hacia las escaleras que daban al segundo piso y, al llegar a su habitación, cerró la puerta poniéndole el pestillo. Sacó su celular del cajón de su mesita de noche y, sentándose en la cama más tranquilamente, buscó el número de Oliver. Seguramente el sabría la dirección de Lawrence.


 


    Frunció el seño al tiempo en que colocaba el celular en su oreja. Unos insistentes pitidos se escucharon a través de la línea, y después se oyó la característica voz mecánica que le pedía dejar un mensaje en el buzón de voz.


 


    Liam frunció el seño otra vez.


 


    —Mierda.


 


    Volvió a marcar. Siempre había sido insistente en ese aspecto. No importaba lo que los demás estuvieran haciendo o si estaban ocupados, debían atenderlo de todos modos. Y conocía a Oliver, el no era de los que no contestaba el teléfono.


 


    Sonaron de nuevo varios pitidos. Al quinto Liam estuvo a punto de cortar, sin embargo, un instante antes de colgar escuchó la voz masculina del entrenador de tenis.


 


    — ¿Si?


 


    — ¡Oliver! — Saludó Liam—. Que bueno que me contestas, necesito que me des una información.


    Liam escuchó un suspiro muy profundo.


 


    — ¿No puede ser en otra ocasión, Liam? Estoy…— hubo una ligera pausa—, estoy un poco ocupado.


 


    —Es urgente, no te quitaré mucho tiempo— dijo Liam ligeramente extrañado. Buscaba a su alrededor una pluma y un papel—  Ocurre que algo pasó con la memoria de mi celular y se borraron algunos números. Y necesito el número de móvil de Lawrence… es urgente.


 


    Otra pausa. Liam junto sus cejas. Por alguna razón comenzaba a sospechar la razón de aquellos innecesarios silencios.


 


    — ¿Oliver? — le llamó, desesperado al no escuchar ninguna respuesta.


 


    — ¡Sí! — Oliver sonaba sorprendido, como si le costara mucho trabajo el pensar como formular una respuesta—. Si claro, tengo su número… el…está conmigo ¿No quieres que te lo pase?


 


    Ahora el que hizo una larga pausa fue Liam, quien apretó su móvil con demasiada fuerza mientras un horrible nudo se formaba en su estomago.


 


    — ¿Lawrence está contigo? —preguntó encapsulándose en un refugio de frialdad.


 


    —Si ¿Te lo comunico?


 


    Esta vez, tomó sus sabanas y las estrangulo entre sus dedos.


 


    —Si, por favor.


 


    Liam percibió ruidos y algunas risas. Eso lo irritó más. Quería, en cuanto oyera la voz de Lawrence, gritarle que era un maldito idiota… pero eso sería totalmente estúpido.


 


    — ¿Liam?


 


    De repente se quedo en blanco.


 


    —Amm, Lawrence…— se sintió como un gilipollas. ¡Pero era verdad! No sabía que jodidos decirle.     Definitivamente debía ordenar sus ideas.


 


    —Necesito que me digas exactamente dónde vives.


 


    — ¿Para qué?


 


    —Porque mi madre dice que debemos ir al salón donde será la fiesta para hacer un ensayo.


 


    Lawrence soltó un suspiro de frustración. Liam lo escuchó afligido ¿Tan difícil era para él dejar a Oliver?


 


    —Pero si se supone que hoy no había ensayos, joder.


 


    —Lo sé, pero…— presionó una vez más contra las sabanas. Comenzaba a sentirse más afligido que enojado—. En tres días todo será como antes ¿De acuerdo?


 


    —Si… ¿Tienes donde apuntar? — Liam respondió que sí y Lawrence le dicto su dirección al pie de la letra— ¿A qué horas será eso?


 


    —Lo antes posible.


 


    —Bien… recógeme en una hora.


 


 



 


 


    Sandra se encontraba en la cocina sentada y conversando con Emma.  Su romántico vestido rosa formaba ondas en la silla, y mientras sonreía, volteó hacia la entrada de la cocina para encontrarse con el rostro de su novio.


 


    — ¡Liam! ¿Dónde estabas? — Preguntó ella—. Tu mami me dio la receta de este pastel. Está delicioso. Cuando estés de cumpleaños lo prepararé para ti.


 


    Liam le sonrió asintiendo con la cabeza y después volteó a ver a su alegre madre, que estaba al lado de Sandra.


 


    —Iremos por el en una hora.


 


    Emma sonrió alegremente y se levantó de la silla.


 


    — ¡Perfecto!


 


 


    Liam llegó, acompañado de su novia, a los departamentos de Lawrence quince minutos antes de lo acordado. Se sorprendió de ver el lugar en donde Law vivía con su familia: era una unidad de diez departamentos horriblemente pintados y en una de las zonas más humildes de Queens. Las personas vestían discretamente y caminaban aquí y allá volteando a ver que hacía por esos lares aquel carro de lujo. Sandra miraba todo con el seño fruncido, nada familiarizada con el ambiente del lugar.


 


    Pero Liam se sorprendió de que, a pesar de ser un nada pintoresco vecindario, el ambiente se notaba acogedor. Los niños jugaban fuera y entraban alegremente a un centro comunitario que estaba justo del otro lado de la avenida.  Observó también unas canchas de basquetbol llenas de grafitti que se hallaban a un lado del pequeño estacionamiento.


 


    Liam abrió la puerta del auto diciéndole a Sandra que esperara en él. Ella asintió, comenzando a retocar su maquillaje sin ningún interés en visitar el departamento de Lawrence. Liam avanzó hasta una caseta vigilada por un perro sin raza y un hombre muy gordo que veía la televisión.


 


    —Buenas tardes— saludó él, para llamar la atención del señor que veía enajenado un horrible reallity show.


 


    — ¿Qué se te ofrece? —preguntó bruscamente el hombre, al voltearse para mirarlo de arriba abajo.


 


    —Quisiera saber en qué piso vive Lawrence Pullman…


 


    — ¿Law? Vive en el cuarto piso, puerta 133.


 


    —Ah, gracias.


 


    — ¡Dile que su madre me debe dinero! — escuchó Liam gritar al hombre en cuanto se hubo alejado varios metros.


 


    Se alejó pronto de allí y cruzó la entrada del edificio sintiéndose ridículamente nervioso.


 


    Pronto se encontró a sí mismo en el piso cuatro, a punto de tocar la puerta donde, suponía, se encontraba Lawrence. Dio tres golpecitos a la puerta y para su sorpresa no había pasado ni medio segundo cuando el pecho de Lawrence se encontró ante sus ojos después de escuchar la puerta abrirse, y este le empujaba bruscamente para salir con una prisa sospechosa mientras dentro de la casa se escuchaba un entrecortado grito femenino que lo llamaba.


 


    —Corre, vámonos— le dijo con voz rápida. Liam sonrió ante aquella absurda escena. Lawrence lo estaba empujando a la par que cerraba con fuerza la puerta de su departamento.


 


    —Amm ¿Ocurre algo?


 


    —No. — se apresuró a decir Law.


 


    Liam sonrió otra vez, arrugando el ceño al comenzar a atar cabos.


 


    — ¿Te da vergüenza que conozca a tu familia?


 


    —No seas idiota…


 


    — ¡Lawrence, que te esperes carajo! — Liam volteó rápidamente para encontrarse con una muchacha muy parecida a Law que le gritaba desde la puerta de su departamento. Ella sonrió y luego Liam pasó la mirada al chico a su lado, quien lo miraba con ademan de fastidio y después, para sorpresa de Liam, le susurro en el oído:


 


    —Sígueme la corriente, por favor.


 


    — ¡Oh, vaya! —dijo la chica sonriéndole a Liam y mirándolo de arriba abajo. Era atractivo, si. Se acercó a él y comenzó a presentarse—. Hola, soy la hermana de Lawrence, me llamo Alexandra— dijo ella estrechándole la mano.


 


    —Liam— respondió el, confundido por aquella provocadora sonrisa de la chica.


 


    — ¿Eres quien le enseña piano a mi hermano? —preguntó la chica apoyando el brazo en un tubo de las escaleras.


 


    —Si…—respondió.


 


    —Vaya… que bien.


 


    E instantes después, abrió los ojos desmesuradamente al sentir como uno de los brazos de Lawrence atrapaban su cintura.


 


    —Bueno tenemos muchas cosas que hacer, Alex— se despidió de su hermana con un gesto de su brazo y luego, sin dejar de abrazar a Liam huyó del lugar.


 


    Liam sentía que los latidos de su corazón se oían a kilómetros de distancia, pero le tranquilizaba saber que, al parecer, Lawrence no se había percatado.


 


    Le había dicho que le siguiera el juego, pero ¿Cuál puto juego?


 


    — ¿Qué mierda? —preguntó con una media sonrisa, cuando por fin estuvieron fuera del alcance de las miradas de la hermana de Lawrence y éste por fin lo soltó.


 


    Law le sonrió con culpa y colocó una mano en su nuca dispuesto a explicarse.


 


    —No estoy muy seguro de cómo pasó todo, pero le dije a mi familia que tú y yo…—intentó que el silencio se explicara por él.


 


    —Oh…— dijo Liam al adivinar lo que ocurría. Por lo cual, obviamente arrugó el ceño de puro escepticismo— ¿Por qué?


 


    Lawrence suspiró fastidiado.


 


    —Mi madre dice que me acuesto con cualquiera, así que fuiste el primero que se me ocurrió.


 


    Liam sonrió con algo de amargura.


 


    — ¿Por qué no le mencionaste a Oliver?


 


    Lawrence sintió un poco de nerviosismo, como si estuvieran tocando un tema muy delicado… e incomodo.  


 


    —Ya dije, mi mamá cree que me acuesto con cualquiera y le dije que solo salía contigo.


 


    En esas circunstancias a Liam le pareció adecuado citar un comentario dicho por Lawrence semanas atrás.


 


    — ¿No pudiste decir algo más jodidamente falso?


 


    Lawrence lo miró con intensidad, pero no alcanzó a decir algo más pues habían llegado al auto de Liam.


 


    Y para su pésima suerte, la agradable Sandra estaba sentada en el asiento del copiloto retocando su, perfectamente bien puesto, maquillaje.


 


    Ambos subieron al automóvil. Lawrence se sentía de mal humor, pues Liam no solo le había arruinado su día libre, si no que tendría que aguantar a aquellos dos enamorados diciéndose estupideces uno al otro.


 


    Además, últimamente se odiaba a sí mismo por no poder quitarse a Liam de la cabeza. No importaba lo bueno que era el sexo con Oliver ni lo bien que lo pasaban juntos. Nada de eso importaba porque en el único que podía pensar era en ese junior idiota, mimado e insoportable.


 


    Por lo menos con Oliver no tenía que fingir ser alguien que no era… la relación no iba en serio. Eso ambos lo sabían; no había citas y las únicas llamadas que se hacían era para planear una noche agradable. Incluso sentía que Oliver sospechaba que alguien más le gustaba, pero no decía nada. Se dedicaban solamente a reír. Pasar buenos ratos, al fin y al cabo.


 


    Law miraba por la ventana en un afán de distraerse de aquella escena: Liam manejando con una mano mientras que con la otra tomaba cariñosamente la mano de Sandra, quien sonreía alegremente y no dejaba de mirarlo con una fascinación intimidante. No cabía duda de que la chica estaba sumamente feliz de haber conseguido uno de sus más grandes caprichos que había tenido desde hace meses.


 


    —Law…— escuchó la voz de Liam llamándolo. Apartó distraídamente su rostro de la ventana para fijarse en el espejo retrovisor en el que se mostraba un poco de la cara de Liam.


 


    — ¿Si?


 


    —Después del ensayo mi madre quiere que te pruebes el esmoquin.


 


    Lawrence plasmó en su semblante un gesto que declaraba de plano que no quería hacerlo.


 


    — ¿Dónde? —preguntó lacónico. Por una milésima de segundo le pareció que el rostro de Liam se tornaba algo triste.


 


    —Supongo que allí mismo en el salón.


 


    —Bien.


 


    No intercambiaron ninguna otra palabra en todo el camino.


 


   


    Al llegar al hotel un trabajador los guió a donde se encontraba la madre de Liam. Cruzaron un inmenso pasillo alfombrado donde, justo al final, se encontraba una espectacular entrada de dos puertas que el botones abrió como si se tratara de la mismísima realeza.


 


    Lawrence no pudo ocultar su asombro. Era un salón enorme iluminado con elegantes candelabros. Se veía aun más grande por la ausencia de las sillas, mesas y los típicos arreglos florales que se encontraban en el centro de cada una. Comenzó a observar cada detalle de aquel grande espacio: Emma, Abbie y el padrastro de Liam, William, se encontraban conversando justo en medio de la pista de baile y más allá, había un escenario en el que pisaba elegantemente un impresionante piano de cola de color negro que resaltaba ante los colores rosas y aperlados que se vislumbraban a todo alrededor.


 


     Liam avanzó hasta su madre tomado de la mano de Sandra,  al parecer sin asombro alguno. Lawrence rodó los ojos. Como siempre, sentía que era el único en aquel lugar que entendía el concepto de mucho lujo.


 


    En cuanto la madre de Liam, Emma, se percató de la presencia de los universitarios sonrió alegremente, yendo hacia Lawrence sin siquiera echarle un ojo a su hijo y su novia.


 


    — ¡Law! —saludó la mujer, dándole un rápido abrazo al joven. Law, como siempre, se sorprendió del cariño con el que era tratado por la madre de un sujeto que odiaba y quería al mismo tiempo— ¿Cómo estás?


 


   —Bien, gracias— respondió sonriente en cuanto se hubieron separado—. ¿Y usted?


 


   —Oh, muy emocionada ¡Esto es precioso! ¿No crees?


    —Precioso, sí.


 


    William se acercó hasta su esposa y sonrió amablemente, estrechando fuertemente la mano de Lawrence.


 


    — ¿Cómo estas, Lawrence? Bienvenido.


 


    —Gracias señor— respondió, un poco intimidado.


 


    Lawrence pensaba que el padrastro de Liam era demasiado serio, incluso teniendo como esposa a  una mujer tan risueña como Emma. El hombre tenía aspecto pulcro, elegante y era sumamente alto. También musculoso; como si hubiera pasado gran parte de su vida practicando deportes.


 


    Por primera vez se preguntó que hacía el padrastro de Liam para ganarse la vida. Y vaya que se la ganaba bien.


 


    —El maestro de ceremonias estará aquí en unos veinte minutos. Pueden ensayar mientras esperamos ¿Se te ofrece algo, Law? ¿Tienes hambre?


 


    —No, Emma. Estoy bien, gracias— respondió Lawrence sonriendo avergonzado. No le agradaba mucho la idea de que Emma se comportara tan tremendamente atenta con él. Sentía que no lo merecía. Ahora sabía porque Liam era un niño tan mimado a veces.


 


    — ¿Trajiste las partituras, mamá? —preguntó Liam sin separarse un segundo de Sandra, quien apoyaba la cabeza en el hombro de su novio y le decía estupideces al oído.


 


    —Ah, yo las traigo— dijo Abbie, buscando por su mochila. Le tendió las partituras a Law (pues estaba más cercano) y aprovechó para saludarlo— Hola, Law.


 


    —Hola Abbie ¿Cómo estás?


 


    —Algo aburrida, pero bien. ¿Cuánto lujo, no?


 


    Lawrence suspiró. ¡Al fin alguien lo entendía!


 


    —Mucho.


 


    —Te acostumbraras. Pensaba que, siendo amigo de Liam, estarías acostumbrado.


 


    Lawrence se sintió acorralado por aquel comentario y por el tono de la chica ¿Acaso ella sospechaba algo…?


 


    —Nunca me acostumbraré a nada de esto— le respondió, mirándola de la misma manera sospechosa en que ella la veía.


 


    Abbie solo le sonrió y tomó asiento en una de las sillas solitarias que acababa de colocar el botones.


 


    Lawrence se sentó al lado de Liam en el taburete y colocó las partituras en la primera página.


 


    —Lawrence— llamó Liam, mirándolo.


 


    — ¿Qué?


 


    — ¿Crees que lo estoy haciendo bien? —preguntó algo dudoso.


 


    Lawrence lo observó un rato y entornó los ojos.


 


    — ¿Qué? ¿Comienzas a ponerte nervioso?


 


    Liam desvió la vista hacia las partituras y colocó sus manos en la posición inicial. Se mantuvo un silencio en que Lawrence puso sus dedos en el piano y sonrió para sí mismo. Liam se veía atractivo cuando le costaba decir algo.


 


    —Un poco—respondió al fin, echándole una rápida mirada. Lawrence era la persona más elegante del mundo al sentarse frente al piano. Con su cabello largo y castaño y su porte tan distintivo lograba verse como todo un profesional.


 


    Lawrence dio la señal y ambos comenzaron a tocar. Law vigilaba todos y cada uno de los movimientos de Liam. Definitivamente su instrumento era el saxofón, pero eso no significaba que no se desempeñara bien en el piano. Era disciplinado y eso era lo más importante en alguien que deseaba aprender. Aunque en ocasiones le ganaba su comportamiento de sabelotodo y testarudo, cada vez que se proponía algo se empeñaba mucho para lograrlo.


 


    Al terminar de tocar Danza Húngara, Lawrence miró a Liam con sus verdes ojos y le sonrió.


 


    —Lo haces bien.


 


    Ambos escucharon unos cuantos aplausos a sus espaldas, provenientes de las manos de Abbie, Sandra, de la madre de Liam, de William y de un hombre desconocido, pelirrojo y delgado; seguramente, el maestro de ceremonias.


 


   



 


 


    Al hacer las debidas presentaciones, el maestro de Ceremonias, llamado Hans, comenzó a dar las primeras explicaciones acerca de cómo se desarrollaría el itinerario de todo el evento. Emma parecía fascinada de poder dar sus opiniones y compartir acuerdos con aquel hombre. Ella, en realidad, era la única que participaba. Sandra en ocasiones daba su opinión, pero nunca decía nada demasiado inteligente.


 


    —El sastre llegará pronto— le recordó Emma a su hijo— Tu y Lawrence verán cómo les quedan los esmóquines en el vestidor de los baños ¿Si?


 


    —Si— respondió Liam con un tono que no podía ocultar su aburrimiento.


 


    Lawrence comenzaba a sentirse como un bicho raro. No participaba ni había dicho una sola palabra en casi una hora; cosa que no era común en el, pues le encantaba participar y discutir cualquier asunto.


 


    —Disculpen, debo llamarle a mi madre— interrumpió educadamente y dando la espalda a todos para salir por la puerta principal.


 


    De alguna forma, logró llegar a la recepción y luego salió del hotel en un intento por respirar aire de la intemperie. Por primera vez, desde hace tres años, tenía ganas de poner un cigarrillo en su boca.


 


    Observó a la multitud de gente que pasaba de un lado a otro intentando darse paso entre todos los demás. Como siempre, la ciudad estaba caótica y llena de prisas. Notaba en el ambiente un nerviosismo general… o quizás, solamente él estaba nervioso y culpaba a todo el mundo.


 


    — ¿Intentas huir?


 


    Law ladeó su cabeza al escuchar la voz de Liam a su derecha. Él estaba ahí, con las manos en los bolsillos mirando el tráfico atascado lleno de personas malhumoradas.


 


    — ¿Y tú? —preguntó Lawrence.


 


    —Creo que ya me resigné a que allá adentro nadie me necesita… aunque se supone que la fiesta sea mía.


 


    — ¿Por qué le permitiste a tu madre que armara todo esto? Quiero decir, no pareces del tipo al que le emocione participar en eventos como este.


 


    Liam dibujó en su rostro una sonrisa divertida y miró a Lawrence, quien esperaba paciente una respuesta.


 


    —No tengo idea. Quizás porque mi madre quiere hacer algo como esto desde hace años. Ella quería hacer una gran fiesta cuando cumpliera los dieciocho, pero yo no se lo permití.


 


    Law lo miró divertido. Acababa de descubrir algo peculiar que no sabía.


 


    — ¿Aun no cumples los diecinueve?


 


    Liam desvió su cara ante la mirada tan intensa de su compañero.


 


    —No…


 


    — ¡Genial! Soy mayor que tú— exclamó.


 


    —Pues no parece, dada tu expresión al descubrir una cosa tan estúpida.


 


    Lawrence sonrió otra vez, golpeando a Liam en la espalda con bastante fuerza.


 


    Y de nuevo intercambiaron esas miradas que a Liam le sacaban de quicio. Sentía que, si volvían a mirarse de esa forma, no podría aguantar las ganas de besarlo.


 


    — ¡Señor Liam!


 


    Lawrence y Liam voltearon sus miradas hacia la entrada para automóviles privada del Hotel. Un taxi había llegado y de él salió un señor canoso y anciano. Era el señor Fuster, que llevaba entre sus brazos dos grandes porta-trajes a los que abrazaba como si su vida dependiera de ello. Lawrence corrió a ayudarle al viejo sastre y tomó entre sus brazos uno de las bolsas que transportaban el esmoquin. Liam lo siguió instantes después.


 


    —Señor Fuster ¿Cómo esta?


 


    —Bien, gracias. Lamento la tardanza pero parecía que ningún taxi quería transportar a este viejo.


 


    Lawrence y Liam se miraron de nuevo con complicidad, divertidos ante el comentario del señor Fuster.


 


    De nuevo, un trabajador del hotel los escoltó dentro del edificio, hasta que Liam le ordenó que dejara de hacerlo, pues sabían exactamente a donde se dirigían, y le dio un billete que a Lawrence le pareció que era de cincuenta dólares.


 


    En cuanto entraron al salón, Emma los recibió con una sonrisa y le pidió al maestro de ceremonias que detuviera un momento su discurso acerca de la hora precisa para servir el banquete.


 


    — ¡Robert! — Dijo la madre de Liam recibiendo al anciano con un fuerte abrazo— ¿Están listos?


 


    —Sí, señora Rotwood— respondió el anciano— Estará satisfecha con mi trabajo.


 


    Liam abrió el cierre del porta-trajes que tenía en sus manos y sacó el esmoquin con un cuidado nada propio en el.


 


    Emma y Liam miraron asombrados el trabajo del sastre, y Lawrence se sintió como un inculto. Pues él lo único que podía apreciar era un traje negro sin ninguna peculiaridad más que el tipo de tela negra que parecía de muy buena calidad.


 


    —Este es tuyo, Lawrence— dijo Liam, extendiéndoselo. Lawrence lo cogió con cuidado y comenzó a observarlo.


 


    —Para el joven Lawrence, un esmoquin de chaqueta cruzada, completamente negro, camisa de color marfil, puño doble y pantalón de corte clásico, como debe de ser— explicó el señor Fuster.


 


    Lawrence arrugó el seño y asintió, aunque no sabía cómo interpretar las palabras dichas por aquel anciano que parecía saber mucho de ese tipo de cosas. Law observó el traje, le dio la vuelta, quito el saco para ver la camisa y levantó el pantalón para observar de cerca; sin embargo nada de eso le hizo encontrar algo que, al parecer, todos los demás encontraban fascinante.


 


    —El del señor Liam es algo similar, solo que su chaqueta es recta, con camisa totalmente blanca y chaleco. Tu madre me dijo que no te gusta el fajín.


 


    Liam sonrió.


 


    —Pues, veamos cómo les quedan. El vestidor esta de ese lado— dijo Emma, que no podía con su propia emoción.


 


    Liam y Lawrence intercambiaron miradas antes de darles la espalda a los mayores y caminar hacia una puerta que se hallaba en un pequeño pasillo junto a la puerta del bar.


 


    Law jamás había usado un esmoquin y solo recordaba haberse puesto un traje dos veces: en la boda de su tía Juddie y en su graduación de la secundaria. Caminaba decidido, pero la verdad es que en esos momentos tenía ganas de huir de todo y de todos. Quería volver atrás a cuando Liam lo estaba convenciendo de que tocara junto a él Danza Húngara; se arrepentía de haber aceptado y deseaba con todo su corazón haberle dicho un rotundo No y, de paso, darle un buen golpe por todas las malas jugadas que le había hecho pasar últimamente. Así no tendría problemas.


 


    Así, no se hubiera enamorado de él.


 


    — ¿Law? —escuchó la voz de Liam que lo regresó a su realidad inmediatamente. El vestidor se conformaba por un cubículo grande y, fuera de este, un gran espejo que dejaba ver todo tu cuerpo y una plataforma de madera para poder observarte perfectamente.


 


    —Escucha, he fingido todo este tiempo— exclamó Lawrence—, acerca de todo eso de asentir ante lo que decía el anciano porque la verdad es que no entendí ni una puta palabra de lo que decía y, por tanto, no sé cómo jodidos se usan estas mierdas.


 


    Liam se quedó en silencio unos momentos, hasta que, por fin, la risa lo venció. Comenzó a burlarse a carcajadas de la cara tan seria de Lawrence ante algo tan simple como un esmoquin, y por decir tantas innecesarias malas palabras en una simple oración.


 


    — ¿De qué te ríes? No es divertido— dijo Law.


 


    —Sí lo es— respondió Liam tratando de parar—. Ya sé que jamás has usado algo como esto. Los plebeyos, usualmente, no tienen en su armario un esmoquin hecho por uno de los mejores diseñadores de Nueva York.


 


    Lawrence le dio a Liam un golpe en la nuca.


 


    —Cierra la boca, junior.


 


    —Como sea— Liam entró al único cubículo que había y dejó a Lawrence con la palabra en la boca— Supongo que sabes como se coloca una camisa y un pantalón ¿No? Pues hazlo— le gritó desde dentro.


 


    Lawrence sonrió y le dio la espalda al cubículo, cerrando la entrada principal.


 


    —Cabrón— susurró, mientras se quitaba la camisa. Luego sacó con extremo cuidado la camisa color marfil.


 


    Liam empujó con cuidado la puerta para que quedara solo un espacio abierto por el que veía a Lawrence. Sin poder evitarlo, suspiró. Lawrence era delgado y alto. Y aumentaba más su atractivo por su cabello largo y de un castaño muy especial.  No podía dejar de ver aquella espalda, aquella que solo había visto un par de veces: en el hotel y justo ahora. Era blanca y ancha, pero su figura seguía siendo estrecha desde la cintura. Se notaba que, comiera lo que comiera, por su tipo de cuerpo, no iba a engordar demasiado, jamás. Miró de nuevo su espalda. Era de esas que todo el mundo desea abrazar…


 


    Cerró la puerta rápidamente. No podía arriesgarse a que Lawrence le descubriera mirándolo.


 


    Minutos después, Salió Liam del cubículo. Vestía todo menos el saco y anudaba con cuidado su moño en el cuello observándose en el espejo. Mientras Lawrence abrochaba su camisa y el pantalón.


    — ¿Queda bien? — preguntó Liam a Lawrence en cuanto se colocó el saco.


 


    Lawrence ladeó la cabeza y lo observó. Lucía muy atractivo con esa cosa.


 


    —Si… Por lo menos tú tienes porte— dijo Law con una sonrisa y mirándose en el espejo mientras se colocaba el saco— Yo parezco un vagabundo que de algún lado consiguió un esmoquin de diseñador.


 


    —No, tienes presencia— dijo Liam acercándose a el—. Quizás con tu cabello agarrado… deberías quitarte las rastas.


 


    —No. Me las quitaré cuando me haya vengado de Evan.


 


    — ¿Qué?


 


    —Digamos que estas rastas malhechas son un regalo de cumpleaños de su parte… cuando estaba dormido.


 


    Liam sonrió de oreja a oreja.


 


    —Oh... ¿Y tu moño?


 


    Lawrence se volteó para buscarlo en el porta-trajes.


 


    —Mmm, no lo veo— respondió, buscando también en el bolsillo de su saco y de su pantalón.


 


    Liam fue hasta la entrada y le gritó a su madre que no encontraba  por ninguna parte el moño de Lawrence. Emma respondió algo que ninguno de los dos entendió pero supusieron ambos que aun lo tenía el señor Fuster por algún lugar de la excéntrica bata que llevaba puesta. Viéndose aun más excéntrica en pleno verano.


 


    Liam cerró la puerta de nuevo, sin embargo a los pocos segundos esta se abrió unos centímetros dejando ver un brazo femenino que les extendía sin mirar un pedacito de tela negra.


 


    — ¿Qué ocurre mamá? No estamos desnudos— replicó Liam, irónico. Emma soltó una carcajada.


 


    —No es eso. Quiero verlos a ambos cuando estén completamente preparados.


 


    Liam suspiró. Ay, su madre.


 


    Liam lo tomó y se lo extendió a Lawrence. Este lo cogió con el ceño arrugado.


 


    — ¿Cómo se pone esta mierda? —preguntó mirándolo por todos lados, tratando de encontrar su complicado mecanismo.


 


    Liam rodó los ojos y se lo arrebató de las manos.


 


    —Dámelo, inútil.


 


    Lawrence lo miró con una sonrisa sorprendida.


 


    — ¿Disculpa, a quien llamas inútil? Tú, el inútil que no sabe cocinar ni aprender piano por sí mismo.


 


    —Cierra la boca, maricón.


 


    —Cállate tú, junior de mierda— replicó Law, mas divertido aun.


 


    —No seas idiota ¿Qué es esto? ¿Un inmaduro intercambio de patadas en las bolas?


 


    Lawrence sonrió de oreja a oreja contagiando a Liam su alegría, haciéndole sonreír como pocas veces lo hacía. Liam se le acercó y colocó la cinta en su cuello mientras trataba de amarrar el moño, sin poder hacerlo, por aquel collar que Law nunca se quitaba y que ahora sabía, era un obsequio de su padre.


 


    —Quítate el collar, me estorba— replicó jalando el cordón para ayudarle a quitarlo, sin embargo, Lawrence lo detuvo y volvió a colocarlo en su lugar bruscamente.


 


    —Jamás me lo quito, sigue con lo tuyo.


 


    Liam lo fulminó con la mirada, pero siguió intentándolo. Por suerte, Law había cambiado su collar de lugar para que quedara debajo de su ropa.


 


    —Sabes, me he estado preguntando últimamente…— dijo Law sin dejar de mirar a Liam.


 


    Liam, por su parte, sentía los ojos de Lawrence atravesarlo, mientras fingía estar muy concentrado en arreglar el moño.


 


    — ¿Qué pasara después de esto? — Agregó Law sin dejar de mirarlo— ¿Fingiremos que nos odiamos como antes o comenzaremos a ser amigos?


 


    Liam acabó con el moño pero no se movió de allí. La mirada de Lawrence lo tenía petrificado. Lo observó… estaba esperando una respuesta. No sabía que decir, ni tampoco entendía muy bien a qué se refería. Después de todo lo que había pasado en tan poco tiempo… sentía que lo que más había cambiado las cosas era el hecho de que se acostaran juntos y no el que se hubiera vuelto su maestro de piano; pero parecía que eso a Lawrence no le importaba. Incluso se veía que lo había olvidado.


 


    —Lo de ser amigos suena bien…— respondió. Después de todo lo que había pasado, para él, sería muy difícil volver a “odiar” a Lawrence.


 


    — ¿Si? —preguntó Law poniendo toda su atención en los ojos de Liam.


 


    Las palabras dejaron de tener sentido. Liam recordó la vez en que estaban comiendo pollo en salsa de cilantro. Fue tan solo unos instantes de acercamiento que, hasta ese entonces, había olvidado. Se acercaron otra vez, lentamente. Liam se atrevió a observar los labios de Lawrence los cuales parecían igual de dispuestos.


 


    Lawrence no podía apartarse. Tan solo habían pasado unos cuantos segundos pero aun así, miles de cosas surcaban su cabeza. No entendía porque no se alejaba. Liam estaba con Sandra, él con Oliver. Además ¡Así no eran las cosas! Liam no era…


 


    Entonces se atrevió a preguntar, cuando apenas se rozaban sus labios.


 


    — ¿Qué estas haciendo?


 


    Fue como si Liam recibiera un balde de agua helada. Todo volvió a la normalidad en unos instantes y entonces la escena se volvió confusa ¿El fue el único que se estaba acercando, y todo lo demás fue una especie de alucinación que reproducía los deseos en su mente?


 


    Jamás había estado tan avergonzado.


 


    Lo miró tan solo unos segundos antes darle la espalda a Lawrence para huir. Salió caminando deprisa por la puerta de los vestidores dejando a Law mas confundido que nunca. ¿Acaso Liam también lo deseaba al igual que el…?


 


   Colocó su saco rápidamente, y se dispuso a salir por la puerta, haciendo, al igual que Liam, como si nada hubiera pasado.


 


    A pesar de que todo pasó. Y no sabía si eran buenas o malas noticias.


 


    Por su bien, esperaba que fuera lo que su presuntuosa imaginación estaba formulando.

Notas finales:

Jjejejeje, me gustan los finales suspensivos, lo siento ;D

¿Que les pareció el cap, eh? Dejen sus comentarios.

Y aprovecho para dar un agradecimiento general a todos quienes leen mi historia, de verdad gracias :D :D :D :D Y a quienes dejan su opinion igualmente se los agradezco mucho mucho.

Recuerden, un review para una autora feliz (Y me ayudan con mi falta de inspiracion, jajajaja)

¡Besos!


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