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Danza Húngara por Nasuada

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Notas del capitulo:

!Hola a todos!

Mi actualización, un capítulo exageradamente largo que viene a aclarar el panorama.

Quiero agradecer a todos por sus comentarios y sus motivaciones en el cap anterior, muchas gracias. :D

 

Disfruten y ojalá les guste:

VIII

La hipocresía se medirá en horas

 

    Nadie podía creer que por fin el tan esperado evento sería en unas pocas horas. Bueno, no pocas: treinta y cinco y media para ser exactos.

 

    Lawrence despertó en su habitación a las ocho de la mañana; y treinta minutos después estaba preparado para ir a la casa de Liam y comenzar con los verdaderos preparativos. Su hermana Alex le había dicho el día anterior que había rentado un hermoso vestido de color coral para esa noche tan especial. Incluso su madre, que nunca gastaba en ese tipo de “barbaridades” —como les llamaba—, había mandado a la tintorería el hermoso vestido de encaje que usó cuando se casó por el civil con su ahora ex esposo.

 

    Courtney y Evan tampoco se quedaban atrás. Evan rentó un esmoquin de color azul oscuro y Courtney, a quien siempre veían con un look relajado, los dejó boquiabiertos con un despampanante vestido azul cobalto de corte imperio que parecía muy costoso. Ella llegó la noche anterior con sus amigos, sumamente emocionada, diciéndoles que lo había encontrado en una venta de garaje de los barrios más lujosos de Manhattan.

 

    Y ahora, comenzaba la verdadera presión.

 

    Lawrence caminó hasta la cocina de su departamento y encontró a su hermana aun con la pijama puesta. Estaba preparando huevos revueltos y bostezaba cada cinco minutos.

 

    — ¿Hoy es tu día libre? — preguntó Lawrence sacando la leche del refrigerador y tomando un sorbo directo del cartón.

 

    —Sí, y toma un vaso, puerco.

 

    Lawrence tomó un mechón del cabello de su hermana y lo jaló con poca fuerza. Alex le dio una patada en las piernas mientras le enseñaba su lengua.

 

    — ¿Quieres un poco? —le preguntó ella, señalando el pequeño sartén que estaba en la estufa y, por cierto, olía bastante bien.

 

    Lawrence lo miró. Su hermana tenía una sazón que debía haber sido utilizado para que fuera una excelente estudiante de gastronomía y, posteriormente, una gran chef. Sin embargo tenía que negar su ofrecimiento.

 

    —La madre de Liam me invitó a desayunar con ellos.

 

    Alex frunció el seño y su voz se tornó melodramática.

 

    — ¡Bien! Vete con mi cuñado Liam, ya no me importa.

 

    —Tú sabes que a mí siempre me gustará tu comida más que la de cualquier otra persona— exclamó Lawrence abrazándola por la espalda y colocando su barbilla en el hombro de Alex.

 

    —Anda, aléjate, que mi delicioso desayuno se quema.

 

    Lawrence sonrió y se alejó de su hermana. Del frutero cogió una manzana y la empezó a mordisquear.

 

    —Por favor dime que serás mi acompañante en la fiesta— exclamó Law.

 

    Alexandra lo miró y exclamó con voz sardónica:

 

    —Jajaja, ni lo sueñes traidor, iras solo. No quiero que algún chico rico nos vea y piense que tengo novio. ¡Debo aprovechar esta magnifica oportunidad para conseguirme un guapo y rico pretendiente!… mamá piensa lo mismo, así que nos apoyaremos la una a la otra.

 

    Lawrence la  miró soltando una carcajada.

 

    —Eres malvada.

 

    —Lo sé… ¿Pero por qué no vas con Liam? No creo que los miren mal. O… ¿Acaso es un amor secreto?

 

    Law sonrió con ironía y se sentó en el desayunador a comer su manzana.

 

    —A estas alturas ya deberías saber que todo lo que dije era mentira…— exclamó sin dejar de mirar la fruta que se estaba comiendo.

 

    — ¡¿Qué?!

 

    —Les dije que salía con Liam para que mamá dejara de pensar que me acuesto con cualquiera.

 

    Alex lo miró y puso una mueca intensamente decepcionada.

 

    —Ay, no es justo. ¡Me parecían buena pareja! —Se sentó al lado de su hermano para comer su desayuno— ¡Pero entonces…! ¿Con quién te acuestas, Lawrence?

 

    Law apartó la mirada haciéndose el interesante.

 

    —No lo conoces.

 

    —Ah vamos, no te hagas el señor misterioso. ¿Ira a la fiesta? Porque sí va, tengo que saber quién es para no intentar ligármelo y que resulte ser un maricón ¡y, peor aun, el novio de mi hermano!

   

 

    — ¡Law!

 

    Como siempre, la encantadora madre de Liam lo recibió con un fuerte abrazo, mientras que William le dio su característico apretón de manos acompañado de su ya típico “Bienvenido, muchacho”.

 

    Todos se sentaron en la mesa un instante después de que llegara Law. Había muchos platones pintorescos en el centro y estaban compuestos por diversos platillos de huevo, papas horneadas, verdura, fruta, jugos naturales, entre otras cosas que hicieron que a Lawrence se le hiciera agua la boca.

 

    Emma le dijo a Lawrence que se sentara al lado de Liam, quien no había quitado la vista de su novia Sandra. Se decían cosas al oído, se besaban y reían juntos. Lawrence, en algún momento del día anterior, había pensado que aquella escena en los vestidores había sido muestra plena de los sentimientos que Liam tenía hacia él. Sin embargo ahora lo dudaba, creyendo que solo había sido uno de sus juegos de junior idiota.

 

    —Cariño, ¿podrán ensayar después de que desayunemos? Necesito que ensayen lo mas que puedan en casa porque después estaremos muy ocupados con los últimos preparativos del banquete— dijo Emma dirigiéndose a su hijo.

 

    —Ah, no lo creo mamá. Después de desayunar iré de compras con Sandra— respondió Liam en un tono que a Lawrence le pareció insoportable.

 

    — ¿De compras? ¿Y yo que hago aquí? ¿Que haré mientras espero? —Preguntó Lawrence. Emma lo miró avergonzado y trató de convencer a su hijo de que las compras esperaran.

 

    —Mamá, lo tenemos planeado desde hace días.

 

    — ¡Quiero comprarme un vestido! — exclamó Sandra con una sonrisa de oreja a oreja, esperando que todos los presentes entendieran su justificación.

 

    Abbie salió de la cocina para servir el postre, interrumpiendo a tiempo el horrible e incomodo silencio que se había formado.

 

    —Hola Law ¿Cómo has estado? —preguntó de la nada. Law le sonrió y pensó en algo que probablemente le sacaría de muchos apuros.

 

    —Hola Abbie… Oye, por favor dime que no tienes pareja para la fiesta.

 

    Todos se quedaron callados de nuevo. Incluso Liam, que no había quitado los ojos de encima a Sandra, volteó a ver a Abbie, quien sonreía. Emma también sonrió, pensando en lo bien que ese par se verían juntos.

 

    —Pues no— respondió Abbie bastante sorprendida— ¿Me  puedes ayudar con algo en la cocina? — dijo en un claro intento de hablar en privado.

 

    —Ve Law, ve— interrumpió Emma antes de que Law pudiera decir algo.

 

    Law sonrió y se levantó de la mesa caminando después que Abbie. Ambos llegaron a la cocina. La chica se sentó en el desayunador y lo miró divertida.

 

    — ¿Por qué no vas con Oliver?

 

    Lawrence sintió una especie de lombriz en sus entrañas. ¡¿Cómo es que Abbie sabía de su relación con Oliver?!

 

    — ¿Qué?

 

    —Soy más observadora de lo que crees. Pero tranquilo, si su relación es algo así como un secreto, con gusto seré tu compañera. Seré la envidia de todas (y de todos) si me ven con alguien tan atractivo como tú.

 

    Law la miró a los ojos y sonrió.

 

    —Pues yo también tengo suerte de ir contigo.

 

    Abbie fingió estar avergonzada.

 

    —Como sea, tú y Oliver…

 

    Law imaginó lo que quería preguntar. Suspiro al tiempo que formulaba su respuesta.

 

    —No es que sea un secreto. El y yo lo hablamos anoche… sabemos que el ambiente de la fiesta será bastante serio y que irán muchas personas importantes a los que no les gustará ver como dos sujetos se besan en la pista de baile… el irá con una amiga suya.

 

    Abbie se levantó de la silla y fue hasta el refrigerador para sacar una botella de té helado. Sus zapatos de piso resonaban en el suelo y su cabello formaba ondas en la espalda como una especie de cortinas sacudidas por el viento. Law jamás se había puesto a observarla de una forma meramente física. Sabía que su oscuro rostro era bello y sus ojos mostraban una sinceridad que pocas personas poseían.

 

    —Bueno, es un hecho. En la entrada triunfal tomaré tu brazo y seremos la pareja más sexi de la noche, ahora ve a terminar el almuerzo— dijo Abbie acercándose un poco a él. Después, para asombro de Lawrence, ella se acercó a su oído para susurrarle algo—. Y no dejes que Liam te saque de quicio.

 

    No le dio tiempo al chico de responderle nada, pues desapareció por la puerta de la cocina dispuesta a seguir trabajando en alguna otra habitación de aquella gran mansión.

 

    Lawrence avanzó hasta donde estaba el comedor y al observar a la familia reunida, escuchó algo que le erizó la piel, por muchas cuestiones.

 

    —Lawrence es marica, mamá. No te emociones tanto— la voz de Liam se escuchó en toda la sala, quien se notó sorprendido ante la presencia tan inoportuna de Lawrence y volteó la mirada para ver su expresión, logrando que también Emma y William se giraran para verlo. Estaban hablando de él y les había descubierto.

 

    Lawrence se sintió incomodo al ser expuesto por aquel idiota. Un desagradable remolino de furia inundó su cuerpo y, dando media vuelta, fue hacia la puerta de entrada. No quería soportar la reacción de todos al averiguar aquel aspecto que jamás  gritaba para que cualquiera se enterara y que, el estúpido de Liam, le había hecho el favor de revelar.

 

    Caminó hasta la puerta de entrada ignorando todo. Incluso a Abbie, que pasaba por allí con un montón de ropa por planchar, y lo llamó por su nombre de forma desconcertada. Salió por la puerta y caminó dirigiéndose a la salida. Escuchó la voz de Emma llamándolo cuando el huía por el jardín y, aunque lo que quería era dejarlo pasar, se detuvo para escucharla. No podía ser tan maleducado.

 

    — ¡Law!...Law, lo siento— dijo la madre de Liam en cuanto llegó a donde estaba—. Liam esta de tan mal humor hoy, no lo entiendo. Debió ser penoso para ti…

 

    —Si…Emma, discúlpame pero lo único que quiero es salir de aquí, así que…— Lawrence no sabía que decir. No podía mirar a nadie a los ojos pues sentía que, en cualquier momento, golpearía a cualquiera que se cruzara en su camino—. De cualquier manera Liam iba a salir con Sandra.

 

    —Bien… solo quiero que sepas que no me importa— dijo la mujer, tocándole el hombro— Ni tampoco a William, querido.

 

    Law asintió con la cabeza.

 

    —Gracias.

 

    Emma le dio la espalda después de sonreírle y tomarle el hombro de forma maternal, caminando a su hogar. Lawrence también comenzó a caminar del lado contrario, sin darse cuenta de que, justo al lado de Emma, corría Liam dispuesto a alcanzarlo.

 

    — ¡Lawrence!

 

    Law se detuvo de nuevo, esta vez con brusquedad y miró a Liam, reprochándole.

 

    —Escucha no se que es lo que te ocurre ¿Si? Pero déjame fuera de esta mierda, porque la verdad no tengo ganas de soportarte.

 

    Le dio la espalda de nuevo para marcharse.

 

    — ¡Espera, Law…!

 

    Por fin, ese junior de mierda, había conseguido sacarle de quicio. Lo tomó por el cuello de la camisa y lo miró sumamente enfadado.

 

    — ¿¡Qué hubiera pasado si a tu familia no le hubiera agradado el Lawrence maricón!? ¿Ni siquiera pasó por tu egoísta cabeza lo mucho que eso te afectaría a Ti?

 

    —No yo…—Liam no sabía que era lo que pasaba por su cabeza al haber dicho eso. Estaba muy enfadado. Enfadado porque, en el hotel, había puesto todo de su parte para besar a Law y había dejado al descubierto sus sentimientos. Eso le hacía sentirse como un idiota—. Yo sabía que te aceptarían de cualquier forma…—intentó justificarse sabiendo que era el argumento de un cobarde.

 

    Lawrence lo soltó dándole un brusco empujón.

 

   —Como sea…tu estúpida fiesta es mañana y no me gusta pensar que soy el único idiota al que le importa— respondió fríamente dándole la espalda para marcharse.

 

    Liam se enfadó. Se sentía tan desarmado que era desesperante. Se sentía expuesto y por eso había tenido la necesidad de que Lawrence se sintiera igual y no había sido educado correctamente como para dejar de pensar solamente en sí mismo.  No pudo evitar hacer otro comentario porque necesitaba sentirse de nuevo el que controlaba la situación al ver como Lawrence, como siempre, era excelente alegando con argumentos en extremo convincentes:

 

    —Pareciera que estás enamorado de mí. Y no es mi culpa ¿Sabes? — “mierda…”

 

     Se sintió como un completo idiota. De esas veces en las que se odiaba a sí mismo y estaba de acuerdo con Lawrence en que jamás dejaría de ser un junior insoportable.

 

    Lawrence abrió mucho los ojos y se detuvo de golpe. Debía de ser una broma. Se volteó de nuevo para mirarlo.

 

    —Creo que lo que dijimos en el salón— comenzó a decir Lawrence después de una sonrisa irónica. Liam no podía arruinar más las cosas—, lo de ser amigos y esa mierda… es imposible ¿verdad?

 

    A Liam le dolió mucho escuchar aquello pero, como siempre, lo ocultaba en un escudo de completa apatía.

 

    —Es verdad— respondió tragando saliva tratando de deshacer ese nudo en la garganta que se le había formado desde el momento en que dijo la frase que acabó por romperlo todo.

 

    Lawrence lo miró unos instantes, dispuesto a acabar con todo de una vez. Ahora que habían aclarado las cosas, podía sincerarse con facilidad. Pues después no volverían a dirigirse la palabra, ni en la universidad ni en ningún otro lugar.

 

    —Y tienes razón— dijo, mirándolo a los ojos— No es tu culpa.

 

    Ahora si se marchaba, definitivamente. Le dio la espalda otra vez tomando el camino opuesto que lo llevaría a la estación.

 

    Liam se quedó como una roca. Ni siquiera se dio cuenta de que Abbie corrió hasta alcanzar a Lawrence y se fue con el, a algún lugar que desconocía…

 

    ¿Qué acababa de decir?

 

 

        Se perdió en sus pensamientos por unos segundos en los que solo existía el y la estupidez que le había dicho a Liam. Es cierto que él era impulsivo, y que en ocasiones se arrepentía por ello; pero en esos momentos no lo hacía. Había sido liberador el haber sido sincero con Liam por primera vez en mucho tiempo. Y además, sabía que Liam era un cobarde y que no le diría nada sobre esos sentmientos no correspondidos para no quedar mal ni tener ninguna excusa para que su reputación quedara arruinada. Todo seguiría como antes o incluso, quizás, las cosas, respecto a su relación universitaria, empeorarían un poco.

 

    — ¿Qué tienes, Law? —preguntó Abbie, caminando a su lado.

 

    — ¿Qué haces aquí? ¿No se supone qué tienes que trabajar? — preguntó, sorprendiéndose al no darse cuenta de la presencia de la chica.

 

    —Emma me dijo que te acompañara a casa— dijo Abbie con una sonrisa—Pero no puedes contestarme con una pregunta.

 

    Law se quedó en silencio unos segundos mirando al frente. Al contrario de lo que pensaba, se sintió mucho mejor después de todo aquello. Por fin sabía lo que sentía Liam: Nada. Absolutamente, nada por él.

 

    —Liam logró sacarme de quicio… gritando a los cuatro vientos que soy maricón.

 

    Abbie se quedó pensándolo unos momentos.

 

    —Pero eso es cierto.

 

    —Ya lo sé. Pero nadie anda por allí demostrando a quién se coge.

 

    Abbie rio divertida y abrazó a Lawrence del costado, tratando de apoyarlo.

 

    —Desde ayer, Liam esta de un humor de los mil demonios— dijo la chica observando el semblante de Lawrence— ¿Quieres cambiar de tema? — Law asintió—. Pasemos a temas más agradables ¿Sabes bailar?

 

    Lawrence soltó una carcajada.

 

    — ¿Eso es agradable?

 

    —Pues sí. En la fiesta pondrán mucha música, de todo tipo. La madre de Liam ha organizado otras fiestas, esta no es la primera. Y en la pista de baile, en cada género, es como una especie de competencia entre millonarios por ver quién baila mejor. Una silenciosa, pero mortal competencia.

 

    Lawrence frunció el ceño, demostrando lo ridículo que le parecía.

 

    — ¡Ah, vamos! Yo sé bailar, y sí acepté ser tu compañera debes bailar conmigo. Ponen todo tipo de música: Vals, country, rock´n roll, salsa…

 

    — ¿Salsa?

 

    — ¡No me interrumpas! Merengue, tango…

 

    —Sé bailar tango.

 

    Abbie lo miró, sorprendida.

 

    — ¿En serio?

 

    —Sí, tomé clases en un centro comunitario.

 

    Abbie frunció el ceño.

 

    — ¿Por qué?

 

    —Eso no lo preguntes.

 

 

 

 

        Sandra corrió hasta el auto de Liam con una determinación difícilmente imitada por su novio. Traía un vestido muy primaveral, quizá demasiado para la época del año en la que encontraban. Aun así hacía calor, así que podía pasar más o menos desapercibida.

 

    — ¡Corre, amor! — dijo ella desde el asiento del copiloto a un Liam que no parecía estar en sus cinco sentidos. Se acomodó en el asiento del piloto y, después de un gran y ruidoso beso en la mejilla por parte de Sandra, arrancó el motor, tomando camino hacia el centro comercial.

 

    —Fui con Mel y Luli hace un par de semanas a la tienda que te comenté— comenzó Sandra, mientras Liam fingía que la escuchaba atentamente y, sobre todo, que le interesaba—, y vi un vestido precioso. Era dorado, sin mangas, con una pedrería finísima y…

 

    Sandra seguía hablando, pero una columna de recuerdos en su cerebro le provocó dejar de escucharla. Lo había arruinado todo. Cualquier sentimiento que Lawrence hubiera tenido por él alguna vez, seguramente ahora se convertiría en odio. Y todo por su estúpido orgullo y por sus celos.

 

    Quería pensar con claridad pero nada lo dejaba. Ahora no tenía sentido seguir con nada. Nunca se había puesto a pensar en lo feliz que le hacía que Lawrence le hubiera propuesto ser algo más que inmaduros sujetos que pelean en la universidad por cualquier estupidez: le había ofrecido ser amigos. Y ahora todo había cambiado.

 

    No. En realidad no habría ningún cambio. Todo seguiría como antes.

 

    —Liam, hazme caso— escuchó a Sandra, haciendo su peculiar tono mientras decía su frase favorita. Lawrence jamás diría algo como aquello, Lawrence quizás lo golpearía y le gritaría algo como ¡Escúchame, cabrón!

 

    Y Ahora no podía dejar de comparar. Definitivamente era un completo idiota.

 

    Por un momento se preguntó cómo sería su vida si, por algún milagro del destino, se presentara la oportunidad de compartir su vida con Lawrence como lo hacía con Sandra.

 

    —Te escucho— dijo Liam, mirándola y sonriéndole débilmente.

 

    —Después de comprar el vestido hay que comprar unos accesorios ¿Si?

 

    Liam sonrió otra vez.

 

    —Claro.

 

    Lo que pedía era demasiado.

 

 

 

    Law no entendía como acabaron en el departamento de Abbie, el cual, por cierto, también estaba en Queens. Ella le había contado al cabo del trayecto que vivía con una amiga en una unidad de departamentos muy pequeños pero acogedores. Dijo también que estudiaba diseño en una universidad al norte de la ciudad y trabajaba para poder costear la nada barata educación neoyorquina. Lo que le sorprendió saber fue que estaba en su último año y que, la chica que consideraba menor que él, tenía veintitrés años.

 

    —Empecemos con el vals.

 

    — ¿Por qué quieres enseñarme esto?

 

    Abbie lo miró, colocando las manos en su cadera.

 

    —Porque quiero que todos nos vean y digan: Wow, son geniales. ¿No te gustaría dejar a Liam como un idiota?

 

    Lawrence sonrió.

 

    —Joder, sí.

 

    Abbie se acercó y le enseñó la postura. Cuando ya la hubieron practicado, la chica puso en su computadora portátil el vals del emperador.

 

    —Ese vals es muy bonito. Escuché a una amiga tocarlo cuando estaba en una orquesta de la secundaria— explicó Law refiriéndose a Courtney.

 

    —Lo sé, es de mis favoritos.

 

    —Se nota que te gusta la música.

 

    —Si… es de los extraños aspectos que me gustan de Liam… el me enseñó mucho de música.

 

    Law asintió con la cabeza, tratando de no pensar en Liam. Abbie lo observó entornando los ojos… atando cabos.

 

    — ¿No será que a Liam le agradas? —Preguntó Abbie— El siempre hace cosas tan sospechosas… y tu también. ¿Te gusta Liam?

 

    — ¿Qué? ¿De dónde sacas esas conclusiones? — Lawrence comenzaba a sentirse ligeramente intimidado.

 

   Abbie lo observó por unos segundos con una indescifrable y misteriosa sonrisa.

 

    —Olvídalo, me estoy volviendo loca. ¿Continuamos?

 

    Law, ceñudo, asintió. Sintiéndose desnudo por unos cuantos segundos.

 

 

 

    Cualquier hombre en sus casillas ya se habría llevado a su novia a cualquier lugar para coger si lo provocaran de aquella forma.

 

    Sandra había puesto todo de su parte para seducir a su novio mostrándole todo tipo de poses indecentes mientras se probaba una gran cantidad de vestidos. Sin embargo, Liam parecía que estuviese en otro planeta, y cuando fueron a buscar accesorios, ella explotó definitivamente.

 

    — ¿¡Qué ocurre Liam!? — le preguntó soltándole la mano de un tirón, logrando que muchas personas en el centro comercial se voltearan a verlos.

 

    — ¿Qué estás haciendo, Sandra? — preguntó Liam llevándola hacia un rincón, avergonzado de aquel grito melodramático por parte de su novia que había alertado incluso a los dependientes de las tiendas cercanas. Sandra no lo veía, y se mostraba sumamente enojada con él. Cruzada de brazos, con el entrecejo fruncido y masticando bruscamente el chicle que tenía en la boca desde hacía rato.

 

    — ¿Qué crees que he estado tratando de demostrarte todo el día, Liam? Desde hace días que no quieres tocarme ¿Qué te sucede?

 

    Liam apartó la mirada.

 

    —No sucede nada.

 

    —Haces que sienta que no soy suficiente para ti.

 

    — ¿Qué? Vamos, Sandra, no digas eso— replicó tomándola de los hombros—. Solo… estoy algo obsesionado con la fiesta y todo eso. No puedo evitar sentirme nervioso.

 

    Sandra lo miró escéptica, borrando su semblante enojado mientras que, poco a poco, se transformaba en una mueca de humilde comprensión.

 

    —Pero tú no eres así. ¿Desde cuándo sientes nervios de una presentación?

 

    Liam la miró pero no dijo nada. No le apetecía hablar.

 

 

 

 

    Law regresó a su departamento a las ocho y media de la noche, con los pies cansados y sin ganas de bailar ninguna otra pieza de baile. Abbie era sumamente buena bailando cualquier cosa y él, tenía dos pies izquierdos. O bueno, tenía dos pies izquierdos hace un par de horas, porque al salir del departamento de Abbie, ella le comentó que ahora bailaba como un completo profesional.

 

    Por supuesto que no se lo tragaba, de cualquier forma.

 

    Al entrar por la puerta principal, descubrió a su madre y a Alex sentadas en el sofá de la sala viendo un programa en la televisión con semblantes sumamente aburridos. Parecía algo así como una telenovela.

 

    —Lawrence ¿Cómo te fue? — preguntó su madre volteando a verlo dibujando una cansada sonrisa en su rostro. Law se dejo caer en el sillón individual completamente agotado.

 

    —Bien— respondió simplemente—. Abbie me enseñó a bailar.

 

    — ¿Quién es Abbie y por qué a ella le permites enseñarte y a mí no? —preguntó Alex viéndolo con los ojos dramáticamente entornados. Law rio con cansancio y volteó la mirada hacia el televisor ignorando a su hermana.

 

    —Oye, ¡no me ignores, cabronazo!

 

    — ¿Tienes hambre? —preguntó su mamá, levantándose para ir a la cocina. Le apetecía consentir a su hijo con alguna de sus cenas especiales que se hacían de vez en cuando en la semana cuando su amable progenitora estaba de buenas.

 

    —Un poco.

 

    —Te prepararé algo.

 

    Alex se levantó también, dándole de paso un golpe en la nuca a su hermano, sin muchas fuerzas.

 

    —Yo te ayudo.

 

 

 

    La noche de Lawrence pasó tan lenta como su día. No podía cerrar los ojos por una nube de preocupación que atisbaba todo su cerebro. Se movía de un lado a otro como si tuviera una pesadilla. En esos momentos, prefería tener una pesadilla a pasarla despierto desde las once hasta las tres de la mañana, sin nada que hacer más que intentar que sus parpados se cerraran, sin la necesidad de abrirlos por creer ver penosos sucesos en su cabeza, por lo menos, un par de horas. Necesitaba descansar si quería continuar despierto todo el día siguiente. Estaría de mejor humor si pudiera pensar el alguien que no fuera Liam. Lo peor, era que no podía sacar de su cabeza aquella vergonzosa imagen de él, en dos ocasiones, intentando besarlo. El no era así. Jamás lo había sido; no era de los que se enamoraban de idiotas.

 

    Bah, ni siquiera era de los que se enamoraban. Desde hace años que prefería no hacerlo. ¡Pero aun así, reprochándose a sí mismo una y otra vez, no podía apartarlo de su cabeza!

 

    Entonces fue cuando pensó en algo que jamás, ni una vez en su vida, se le había ocurrido:

 

    Tomar las píldoras para dormir que su ingenua madre creía ocultar debajo del falso piso de un cajón en la cocina, el cual, originalmente, guardaba los cubiertos de plata que siempre desempolvaban para navidad.

 

    Se levantó de un silencioso salto y, como una sombra en la oscuridad, atravesó el pasillo que daba a la cocina. Con cuidado de no hacer sonar los horrorosos y viejos cajones abrió el que le pareció en la espesa oscuridad que era el indicado. Falló. Había abierto el de las especies y ahora el aire estaba infestado de un excéntrico olor a curry y pimienta combinados con los viejos frascos del fondo que se habían mezclado formando una especie de olor dulce y picante.

 

    Lawrence palpó con sus manos una vez más, arrepentido de no haber llevado el celular consigo para que la gastada luz de la pantalla le alumbrara la vista aunque sea un poco. Sintió el borde de un cajón y luego del segundo, ese era el que acababa de abrir y el tercero, según la memoria de Law, era el de los trapos y mandiles; así que después de aquel, seguramente, se encontraba el cajón que buscaba.

 

    Lo abrió rápidamente y sacó la caja llena de polvo que guardaba la mencionada loza de plata. Después metió su mano hasta el fondo y presionó como si fuese un botón la tabla que cubría el verdadero piso. Levantó la madera sintiendo después, en sus manos, varios frascos de píldoras que hacían un ruido parecido al de las sonajas para bebé. Tomo uno y a las prisas puso todo en orden para volver a su habitación.

 

    Al llegar, colocó el seguro a la puerta y, de repente, se sintió como un anciano. ¿Quién a su edad que estuviera en sus casillas tomaría píldoras para dormir? Quizás solamente, un fracasado como él que no lograba separar sus problemas del hecho de tener un sueño meramente placentero. Como cualquiera a su edad, finalmente.

 

    Aun así, encendió su lamparita de noche y, sentándose en la cama, abrió el frasco, e inmediatamente después le llegó a la nariz ese olor característico de las pastillas comunes. Se sintió como un anciano de nuevo. El nunca se enfermaba. Parecía que Alex era la que lo hacía por los dos y, para él, era poco común pasar pasta amarga curativa por su garganta. Tomó una de las píldoras en su palma; eran grandes y redondas y por un segundo sintió un miedo recorrer su espina dorsal.

 

    Leyó las indicaciones: Adultos, no tomar más de cuatro píldoras al día, el uso excesivo puede causar dependencia, cansancio, insomnio prolongado y aturdimientos. Law sabía que también podían matar a alguien. No le gustaba recordar aquellas experiencias…

 

    Law tragó saliva y recordó las experiencias que había tenido con Michael que tenían mucho que ver con las píldoras para dormir y que no eran precisamente agradable. De hecho, había sido de lo peor que su vida de adolescente experimentó.

 

    Como sea, levantó su mano y, de un solo movimiento la tragó, en seco.

 

    Se recostó y comenzó a sentir, poco a poco, como los efectos de aquella droga, lo envolvían con esa deliciosa y enorme manta llamada sueño.

 

 

 

 

    Fueron los rayos de sol en su ventana los que pudieron despertarlo. Lawrence dio un largo suspiro y miró al techo de aquella forma tan perdida que siempre hace alguien que no está completamente despierto. Al sentirse por fin en sus cinco sentidos comenzó a atar cabos… El siempre despertaba antes que el sol.

 

    Se levantó de un tirón y tomó de su mesita de noche aquel celular pintado de rojo.

 

    — ¡Mierda!

 

    Así es, en quince minutos serían las diez de la mañana y, recordando, había quedado de verse con Emma hace veinticinco.

 

    Corrió al baño a darse una ducha y cinco minutos después ya  estaba poniéndose los pantalones. Tomó su mochila en la que llevaba varios objetos de limpieza por si no regresaba a casa.

 

    Al llegar a la cocina vio a su hermana preparándose un café.

 

    — ¿Por qué no me despertaste? —preguntó tragando a toda prisa el pan que su hermana había preparado para ella.

 

    — ¡Oye…!— exclamó Alex, aunque demasiado seria como para reprocharle aquel robo— Te grité como veinte veces, dejaste puesto el seguro a tu habitación… Tuve que forzar la puerta y aun así no despertabas.

 

    Lawrence la miró seriamente comenzando a comprender el ceño fruncido de su hermana.

 

    — ¿Por qué había un frasco de Ambien en tu mesa? — Preguntó Alex— Son prescritas ¿De dónde las sacaste?

 

    —Alex, no me interrogues, por favor. Es la primera vez que tomo esas mierdas ¿de acuerdo? No importa de dónde las saqué.

 

    — ¿Te las dio Liam?

 

    — ¿De dónde sacaste esa conclusión?

 

    —No lo sé, últimamente son muy amigos…

 

    Definitivamente, necesitaba actualizarle las noticias a su hermana.

 

    —Pues no, no fue Liam— dijo, cogiendo sus llaves del desayunador para irse— Si no regreso a casa ¿Las veré en El Plaza a las nueve?

 

    —Claro que sí, no renté un lindo vestido para nada.

 

    —Genial… y para que sepas fue Liam la causa de todo.

 

    Le dio un beso a la confundida frente de su hermana y salió.

 

    Fue en el subterráneo cuando lamentó no haberle pasado su celular a Liam. Así, podía decir una excusa y no quedar como un idiota impuntual. Una de sus extrañas manías era que odiaba llegar tarde a cualquier lugar.

 

     Llegó al condominio de Liam con poco más de una hora de retraso.

 

 

 

    A Liam siempre le había parecido que su madre era ligeramente liberal en ciertos y extraños aspectos que cualquier otra madre, ceñuda y regañona, prohibiría a su hijo.

 

    Como el hecho de que no hubiera ningún comentario desaprobatorio (en realidad, solo hubo comentarios alentadores) al hecho de que Sandra pasó la noche en su habitación. Y aunque él, por extraño que pudiera parecerle a todo el mundo, solamente quería dormir, su novia obviamente quería hacer más que eso. Pero para orgullo de Liam, logró perfectamente frenar su impulso ante las provocaciones de la chica.

 

    Podía hacer cualquier cosa, cualquier estupidez. Pero tener sexo en una casa en la que también se encontraba la mujer que hace quince años le leía cuentos antes de dormir, era sobrepasar sus límites de cinismo.

 

    Además, la imagen de Lawrence en su cabeza era, simplemente, el detalle perfecto para quitarse de su cabeza cualquier provocación de Sandra.

 

    Pero que idiota se sentía.

 

    Estaba en su habitación tratando de leer unas partituras de saxofón que había dejado bastante abandonadas por tocar el piano. Sandra se estaba bañando y su mamá, como siempre los fines de semana, ayudaba a Leonor a preparar el desayuno que, ahora, probaría también un reciente pero constante invitado: Lawrence.

 

    En su computadora portátil había comenzado a escribir el ensayo que Edelman le había dejado de tarea acerca de los cinco saxofonistas más talentosos de todo el mundo. No lograba pensar ni una palabra.

 

    Su cabello negro, húmedo por haberse bañado hace tan solo unos minutos, se le adhería a la piel. Se había vestido con un pantalón de mezclilla negro y una camisa púrpura de cuello en polo. Fue hasta la puerta del baño, que Sandra siempre dejaba entreabierta, para sacar un cepillo y, por una razón que no quería reconocer, se miró en el espejo.

 

    Era atractivo, y lo sabía porque todos se lo decían. No parecía una estrella de cine ni mucho menos. Su rostro consistía en la anatomía de un mero atractivo… normal.

 

    Se preguntó, estúpidamente, si Lawrence lo consideraba de “su tipo”. Después de todo, aunque hubiera estado borracho el día en que tuvieron sexo después del concurso de talentos, Lawrence no era ciego. Bien podía haberlo rechazado si lo considerara feo o nada atractivo para él.

 

    Cinco segundos después se sintió como una total basura. Sandra estaba en la ducha y el, como un total idiota, pensaba en Lawrence.

 

    ¿Cómo quitárselo de la cabeza ahora que le había dicho aquel comentario que lo había sacado completamente de la órbita en que se encontraba?

 

    Pero si Lawrence estaba enamorado de él ¿Por qué entonces se preguntaba todo eso? ¿Por qué no estaban juntos si él sentía exactamente lo mismo?

 

    Oh, ahora lo recordaba. No estaban juntos porque era un idiota que había arruinado todo.

 

   

   

 

     La casa de Liam podría redactarse tan solo en una palabra: caos. Leonor le había abierto la puerta a Lawrence casi diez minutos después de que el tocara el timbre y al entrar, nadie lo recibió más que la sencilla sonrisa de la anciana que trabajaba allí.

 

    Reconoció, entre todo el gentío de personas desconocidas, al sastre que había confeccionado los esmóquines, a la simpática y regordete chef creadora de los deliciosos bocadillos, al otro chef, un poco más serio, que se había hecho cargo del banquete y el pastel y al sujeto pelirrojo y afeminado que les había hecho ensayar el itinerario una y otra vez en el Hotel Plaza. Fuera de ellos, todos los demás le eran desconocidos. Aunque supuso que la mayoría eran familiares y amigos, pues caminaban por todos lados con una confianza digna de ese tipo de personas.

 

    Al poco rato también vio a Daniel, a quien saludó con un movimiento de cabeza. Daniel le devolvió el gesto de igual manera, después de desaparecer por el pasillo junto con su novia que Lawrence, en ese momento, no recordaba su nombre.

 

    Marcel. Si, es cierto. Marcel.

 

    Se quedó de pie en el recibidor sin saber que hacer exactamente. No encontraba a nadie a quien pedirle indicaciones, hasta que por fin, después de unos cuantos minutos de soportar una ligera incomodidad por sentirse fuera del lugar, apareció la madre de Liam recibiéndolo, como siempre, con un gran abrazo.

 

    —Law, que bueno que llegaste.

 

    —Perdón por llegar tarde yo… no pude despertar.

 

    Emma le sonrió maternalmente, aunque se le notaba bastante apurada.

 

    —Tengo que encargarme de algunas cosas, Law. Siéntete como en tu casa… puedes ensayar con Liam hasta que nos tengamos que ir al salón— Emma avanzó a la cocina cuando una voz femenina le llamó— ¡Liam está en su habitación! ¿Podrías ir a llamarlo?

 

    La mujer no esperó ninguna respuesta. Y como si Lawrence no estuviese lo suficientemente incomodo por estar en la casa del idiota al que se le había confesado, con docenas de sus familiares, sin encontrar a las únicas dos mujeres en ese lugar que realmente le agradaban, y teniendo que tocar piano para ellos, todos los presentes comenzaron a mirarlo y preguntarse si ese muchacho tan desaliñado con pantalones estrechos, playera de color ocre y aquel pelo largo con extraños bultos como trenzas sería el dichoso amigo que había hecho posible todo aquello y que por cierto, era encantador, según Emma.

 

    Lawrence sonrió en general a todos los presentes de la forma más amable que pudo y se dirigió a la habitación de Liam. No sabía que era peor en esos momentos: Si encontrarse con Liam o seguir siendo devorado por miles de millonarias miradas de los prejuiciosos seres queridos de aquella familia.

 

    Por cierto, que todavía no recordaba el apellido de Liam… se lo preguntaría.

 

    Subió las escaleras hasta la puerta que, según recordaba, era la habitación de Liam. Dio tres golpes a la puerta y desde dentro se escucho un grito malhumorado de voz masculina.

 

    — ¿Qué?

 

    Lawrence frunció el seño y se aparto de la puerta en un gesto de escepticismo. Parecía que su estupendo amigo Liam estaba algo estresado. Pero lo comprendía, después de todo en pocas horas tendría una exagerada fiesta de diecinueve años con invitados que en su vida había visto.

 

    —Soy Lawrence.

 

    Después no escuchó nada más que el conjunto de ruidos que se generan cuando se hacen muchas cosas al mismo tiempo. Law, para su sorpresa, no se encontraba nada nervioso. Estaba casi seguro de que Liam estaba acompañado de Sandra, así que frente a ella se comportaría como si nada pasara. Lo único que Law necesitaba era que ella no se despegara de su novio en todo el día.

 

    Liam tardó demasiado como para que Lawrence pensara que hacía cosas sin importancia, incluso se oyó una vez como si se hubiera dado un fuerte golpe en alguna parte de su cuerpo. Sonrió divertido ¿Se estaría cogiendo a Sandra?

 

    No. Sandra era demasiado escandalosa cuando hablaba y, suponía Law, también cuando tenía sexo con alguien.

 

    Lo que Lawrence no sabía era que Liam estaba hecho un total caos en su cabeza, y no quería comenzar a decir tonterías cuando abriera la puerta.

 

    Se escuchó el ruidoso pestillo de la manija de la puerta, y después, como sin pensarlo, Liam abrió la puerta para encontrarse con Lawrence.

 

    — ¿Ensayamos? — preguntó Law, secamente, Fue lo único que se le ocurrió decir al vislumbrar detrás de Liam la silueta medio borrosa de Sandra que se colocaba los tacones en la silla rodante del escritorio de Liam y le había sonreído con una mezcla de arrogancia y alegría.

 

    —Si…— Liam no quería irse de allí sin su inseparable novia, y sin embargo tenía que hacerlo. Sandra se acercó al marco de la puerta e, ignorando a Lawrence, besó a su novio en la boca para luego decirle:

 

    —Voy con unas amigas al club— mientras hablaba le quitaba cariñosamente el labial que había permanecido en los labios de su novio al besarlo. Law no pudo evitar desviar la mirada, aunque no se daba cuenta que Liam también lo hacía—. Llegaré a las tres de la tarde para cambiarme. Adiós, te amo.

 

    Después de aquella primera declaración, que Sandra había tenido previamente preparada para dejarlo sin aliento hasta que volviera, se fue apurada y bajó por las escaleras elegantemente.

 

    Liam debía de admitir que se había percatado de aquel Te amo en su oración y, sin embargo, le importaba mas el tener a Lawrence en frente que el supuestamente importante hecho de que su novia le decía algo como eso.

 

    Se sentía como la persona más horrible y egoísta del mundo, pero no podía evitar sentir lo que sentía. Y muchas veces, en esos últimos días, había planeado dejar a Sandra. Pero ahora, que Lawrence no quería que fueran amigos ni algo más, sentía que no tenía ninguna razón para tener que hacer sufrir a una amiga que había conservado desde hace años y que, a pesar de todo, era su mejor amiga.

 

    Liam se quedó unos segundos más en el marco de la puerta hasta que se percató de que Lawrence ya estaba bajando las escaleras. Lo siguió a pasos lentos.

 

    — ¿Conociste a alguien de mi familia? —preguntó Liam en un intento de tener aquellas conversaciones, triviales, pero especiales, que a veces compartía con Law.

 

    —No.

 

    Esa fue la respuesta que le hizo darse cuenta de que Lawrence no deseaba una conversación.

 

    Llegaron a la sala del piano. Estaba vacía, pues los familiares se encontraban principalmente en la gran sala de la casa y en las habitaciones que habían reservado para pasar aquellos días en que se quedarían solamente para asistir a la importante fiesta.

 

    Liam se sentó en el taburete y colocó las partituras en el atril. Lawrence al poco rato se sentó a su lado. Ahora un simple roce con el hombro de Lawrence tenía más significado que antes. Antes  del día en el que le había dicho aquel comentario que lo dejó pensando toda la noche y a todo momento a partir de ello.

 

    Incluso se preguntó alguna vez si aquella simple oración había sido un sueño, o una alucinación creada por sus propios deseos mentales.

 

    Law comenzó a contar para empezar las lecciones, sacando a Liam de sus vergonzosos pensamientos.

 

    Y empezaron a tocar Danza Húngara. Perdiéndose en aquellas notas, al principio bastante rápidas como si se tratara de un desastre que fuese arrastrando con todo sentimiento a su alrededor, enlazándose con unas cuantos tiempos lentos, para luego volver a la rapidez del principio. Y luego mas vertiginoso aun. Ambos con un gran desastre en sus manos. Como si fuese un volcán que por fin había estallado y que se detenía tajantemente dejando tras de sí un sentimiento de abandono, seguido por la confusión y la emoción.

    Lawrence no dejo a Liam detenerse y conversar, pero él, Liam, en verdad quería aclarar las cosas. Sobre todo, y fuera de cualquier sentimiento aparte, quería disculparse con él por haber sido tan estúpido en el desayuno familiar del día anterior y haber dicho a los cuatro vientos la orientación sexual de Lawrence de aquella forma tan desagradable que había salido de su boca. Lo único que pasaba por su cabeza era que la idea de que malpensaran la relación amistosa que tenían Lawrence y Abbie con algo mucho más pasional le  resultaba, simplemente, enfermiza. Y solo aquella vez que su madre comenzó a pensarlo fue como si estallara una bomba dentro de él. Precisamente como sucedía con Danza Húngara. Fue la primera vez que se pregunto porque a su madre le gustaba tanto.

 

    Terminaron de tocarla y ya iban por la quinta repetición.

 

    —Una vez más— dijo Lawrence, al igual que todas las demás veces en las que habían finalizado— Y recuerda la nota del final, es importante.

 

    —Law…

 

    — ¿Listo?

 

    A esas alturas Liam ya se había percatado de que lo interrumpía a propósito, pero no cedía. Para él era casi imposible ceder ante algo que consideraba importante.

 

    —Quiero hablar de…

 

    —Tenemos que terminar esto.

 

Lawrence miró las partituras nuevamente y colocó sus manos. Volvió a mirar hacia los pentagramas pero esta vez Liam, harto de aquella muestra de total negación, tomó el libro de Brahms y lo colocó a un costado, dejando un total vacío en el atril que no dejaba de mirar Lawrence con una insistencia desesperante.

 

    —Necesitamos hablar.

 

    Lawrence suspiró. Sabía que no iba a poder salir de esa tan fácilmente, así que trató de relajarse y se dedicó a escuchar a Liam.

 

    —Perdóname. No tenía porque decirle a mi madre que eres gay— comenzó Liam tratando de mirar los intensos ojos de su acompañante—. Tenías razón, fui un idiota.

 

    —Ya no importa. Lo único que me molestó fue el hecho de pensar que no me aceptarían.

 

    —Escucha yo quiero que sigamos siendo…

 

    — ¿Amigos? — acotó Lawrence fríamente—. Yo ya no quiero.

 

    Liam sintió un pequeño nudo en su garganta y tragó saliva tratando de que se fuera.

 

    — ¿Por qué no?

 

    Lawrence desvió la mirada.

 

    —El hecho de que ya no me importe no significa que no crea que lo que hiciste fue una mierda.

 

    —Ya lo sé, te pido disculpas pero…

 

    —Sigamos ensayando.

 

    Liam levantó la voz. Le desesperaba que Lawrence se mostrara tan frío. ¡¿Por qué entonces le había dicho que no era su culpa el estar enamorado de él?! ¿Qué acaso no sabía lo jodidamente vulnerable que lo hacía sentir? ¿Lo confundido que estaba? ¿Lo feliz que le hacía el pensar que podía tener una ligera oportunidad?

 

    — ¿Qué no entiendes que yo…?

 

    —Me iré con Oliver después de la fiesta— interrumpió Lawrence mirándolo con intensidad— Después de todo será lo único que tendremos en común cuando finalice esta mierda.

 

    Liam se quedó paralizado. Fue como si un balde de agua congelada cayera sobre él y lo hiciera aterrizar ante aquella sobria escena. El enojo que había sentido anteriormente lo había abandonado, dejándolo invadirse, como si de un fantasma se tratase, con una manta psicológica de tristeza y cobardía. Sus manos flaquearon y, por poco, tiraba al suelo el libro de partituras que leían a Brahms. Y, totalmente rendido, colocó de nuevo, con una dificultad sorprendente, las partituras. Ubicó sus manos en las teclas de marfil blancas y negras para seguir ensayando entre un silencio de voces casi aterrador y un nudo en la garganta que casi lo dejaba sin aliento.

 

 

 

Notas finales:

;)

Qué les ha parecido? Jajaja 

Pues si, es todo por hoy, espero que les haya gustado un montón y, como no, espero impaciente sus comentarios que tanto me hacen sonreír. Además de que estoy pasando por una severa crisis de inspiración, por suerte este cap ya lo tenía escrito desde hace tiempo, pero entre la universidad y unos problemillas por ahí han terminado por consumir todo mi tiempo :c

Así que Review review, para una autora feliz sin inspiración por el momento jejeje xD

!Besos y gracias por leerme!


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