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Danza Húngara por Nasuada

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Notas del capitulo:

!Hola!

Quiero agradecerles a todos los que han leido mi fic y dejado algun rr de verdad que me inspiran y los AMO :D

    Les dejo con otro capitulo ojalá les guste. Disfruten ;)

III

Relájate

 

    Rompió un tiempo record acabándose su preciado pastel de chocolate. A quien fuera que lo hubiera cocinado, le había quedado delicioso y, además, era el postre favorito de Law, así que habían dado al blanco por mantenerlo ocupado. Estaba sentado en una silla alta y cogía con el dedo los sobrantes de betún que habían quedado en el plato. Se sentía algo incomodo por estar solo en una casa ajena, pero el pastel lo reconfortaba.

 

    Cuando terminó su postre lo llevó hasta el lavaplatos y fue entonces cuando entró a la cocina una chica veinteañera de piel oscura, ojos negros y rostro sumamente lindo. Llevaba muchas bolsas de supermercado en sus manos y miraba a Law con escepticismo.

 

    Debía ser Abbie, la chica que mencionó la madre de Liam.

 

    —Hola. Soy Lawrence...Le daré lecciones de piano a Liam— dijo sintiéndose algo extraño por la presentación.

 

    —Ah, sí. Soy Abbie— dijo ella con una sonrisa, sin poder estrecharle las manos a Lawrence por la cantidad de bolsas que tenía en sus manos. Él fue hasta donde estaba y le quitó de encima algunas bolsas para ponerlas en el desayunador.

 

    —Déjame ayudarte— dijo Lawrence amablemente.

 

    —No, no. Está bien ¿Dónde está Liam?

 

    —No lo sé. Permíteme… me volveré loco si no hago nada en una casa tan grande.

 

    —Bueno, en esta casa hay muchas cosas por hacer— respondió ella con una sonrisa.

 

    —Te ayudaré. Después de todo, nos veremos las caras un buen rato.

 

    Abbie asintió divertida.

 

    —De acuerdo, solo tengo que acomodar las cosas que traje del supermercado.

 

    Tras un minuto de silencio, en los que ambos acomodaron cosas, Law siguiendo las indicaciones de Abbie, terminaron bastante rápido y ella decidió acompañarlo hasta que Liam apareciera.

 

    —Por cierto…— dijo Abbie en cuanto se hubieron sentado en el desayunador— mis respetos.

 

    — ¿Por qué? —preguntó Law, soltando una ligera carcajada.

 

    —Yo jamás me atrevería a enseñarle nada a Liam. Me cae bien, pero es un poco… especial.

 

    —Ya estoy aquí.

 

    Lawrence y Abbie, voltearon sus caras rápidamente y sonrieron ante la situación. Liam había aparecido en la cocina, vestido completamente de negro y con cara somnolienta.

 

    —Llegas tarde— dijo él cruzándose de brazos, apoyado en el marco de la puerta.

 

    — ¿Bromeas? He estado esperándote más de quince minutos— replicó Law señalando estúpidamente su plato que anteriormente tenía la deliciosa rebanada de pastel de chocolate.

 

    —Es cierto, Liam— se apresuro a decir Abbie con una sonrisa de burla plasmada en su rostro.

 

    Liam miró a ambos arrogantemente y luego fue hacia el refrigerador, tomando una botella de agua natural.

 

    — ¿Empezamos? —preguntó, algo más amable que cuando apareció.

 

    —Claro— respondió Lawrence, levantándose de la silla y cogiendo su mochila del suelo—. Adiós, Abbie.

 

    Law siguió a Liam hasta la sala ocupada por el majestuoso piano. En el taburete había un libro de partituras que leía “Johannes Brahms” en su portada. Lo tomó y comenzó a pasar las páginas, fascinado. Brahms era de lo que más le gustaba tocar.

 

    Liam se sentó en el taburete y esperó pacientemente a que Lawrence le hiciera preguntas.

 

    — ¿Y cuál vas a tocar en tu preciosa fiestecita de cumpleaños? — preguntó, sentándose en el piso  mirando cada una de  las partituras. No podía evitar el toque de burla que siempre tenía al intercambiar cualquier palabra con el chico frente a él.

 

    —Bueno… mi madre me dice que la de Danza Húngara número dos…

 

    —No, elige otra. La número dos es a cuatro manos— dijo Law, en tono despreocupado, pero al notar que Liam no decía nada, levantó la vista, encontrándose con un Liam que no le sostenía la mirada— ¿Qué tienes?

 

    —Bueno… mi mamá ama esa canción. Y es la única que quiere que toque— dijo claramente incomodo.

 

    — ¿Y quién te acompañará? —Preguntó Law con debida sospecha ante la sonrisa culpable del chico frente a él— O sea que, aparte de ser tu maestro, ¿Quieres que toque en la fiesta contigo?

 

    — ¡Y además tendrás todos los beneficios que tiene un invitado!— se apresuró a decir, tratando de convencerlo.

 

    —Pero ese tono… ¡Tú desde el principio tenías planeado que te acompañara! ¡…Y hasta ahora me lo estás diciendo!

 

    Liam debía estar loco. Lawrence no podría tocar junto con un “junior” en medio de cientos de espectadores. Seguramente tendría que ponerse esmoquin y todas esas formalidades hipócritas que tanto lo hacían vomitar.

 

    —Bueno, olvídalo. Escoge otra o no haré nada por ti. Consigue a otro.

 

    —Por favor, eres mi única esperanza. Mi madre está sumamente emocionada y si no hago esto la decepcionaré. Solo… cometí el error de decirle que somos buenos amigos y ahora no puedo quitarle la idea de la cabeza de que me acompañes en la celebración— explicó Liam, algo desesperado.

 

    Law soltó una carcajada de puro aturdimiento.

 

    — ¿Le dijiste a tu madre que somos amigos? ¿No pudiste decirlo algo mas jodidamente falso?

 

    — ¿¡Y qué querías que le dijera!? ¿¡Qué soy un puto gilipollas, que te trato a ti y a tus amigos como mierda, que te contraté por cien dólares la clase y que en el concurso de talentos nos dimos por el culo!?

 

    Hubo un silencio sepulcral en el cual ambos trataron de tranquilizarse. Law suspiró para controlar su voz. Normalmente nunca gritaba pero al parecer, Liam era bueno en lograr que lo hiciera.

 

    —Bien. Por lo menos esa es la verdad— respondió, sonriendo al procesar las extrañas palabras de Liam— ¿Y lo último que mierda tiene que ver?

 

    —Nada. —respondió Liam cortante, volviendo a sentarse en el taburete del piano, pues en medio de la discusión se había puesto de pie. Miraba fijamente las teclas del piano y tocaba alternadamente las teclas Re, Mi y Fa— Podrías recordar que te pagaré…

 

    — ¿Sabes, Liam? En estos momentos el dinero me importa una mierda. No quiero tocar en tu fiesta.

 

—   ¿Y si te lo pido como un favor?

 

    — ¿Por qué tendría que hacerte a Ti un favor?

 

    Sucedió otro silencio. Esta vez uno más frío y más incómodo. Law maldijo en su mente al niño rico frente a él. A ése que no se atrevía a mirarlo, y tocaba con desaliento tres teclas del piano.

 

    Suspiró con fastidio y rodó los ojos levantándose del piso. ¿Por qué en ocasiones le ganaba su bien educada moral?

 

    Se sentó en el taburete al lado de un Liam que lo miraba sorprendido. El orgullo de Law lo obligó a hacer como si ninguna discusión hubiera pasado. Y sin decir nada más, carraspeó y abrió el libro en donde estaba la partitura de Danza Húngara número dos.

 

    —Bien ¿Qué tanto sabes de piano?

 

    Liam le dio las gracias con una sonrisa.

 

    —Solo lo básico.

 

 

 

    — ¡No, no! Lo estás haciendo mal— replicó Lawrence tratando de que su irritación no saliera demasiado a la luz. La paciencia nunca había sido una de sus virtudes.

 

    Era tan solo el segundo día y ya quería que todo se acabara. Ahora entendía a Abbie: Liam era demasiado difícil de enseñar, sobre todo cuando se irritaba como si fuera un mocoso berrinchudo de cinco años. Empezaba a compadecer a todos los maestros que le habían dado clases particulares a lo largo de su vida.

 

    —No está mal. Observa. Mis dedos están en la posición correcta— exclamó Liam, en un tono que sacaba su peor arrogancia.

 

    Aquello molestó un poco más a Lawrence, quien lo maldecía en su mente por ser tan malagradecido. Después de todo, había aceptado ayudarlo amablemente, a pesar de que se había comportado como un idiota. Supuso, en un momento de reflexión, que lo hacía por la madre de Liam, pues era una mujer bastante agradable que tenía el gran deseo de ver a su hijo tocar el piano con su “gran amigo”.

 

    Se levantó del taburete para ver a Liam tocando desde lejos. No había un progreso notable, y solo le había enseñado un par de pentagramas. Pensó en algo más. Primero debía enseñarle lo más sencillo, que sería el cómo sincronizar ambas manos y sobre todo, su postura frente al piano.

 

    Liam se veía como un terrorífico anciano tocando el piano en una película de terror. Su espalda estaba sumamente encorvada y sus manos parecían arañas engarruñadas encima de las teclas. Dio un suspiro y se puso detrás de él.

 

    —Deja de tocar— le dijo. Liam lo obedeció, tratando de voltearse hacia Law, pero éste lo detuvo poniendo una mano en su hombro izquierdo— No. Primero te enseñaré tu postura frente a un piano.

 

    — ¿Mi postura?

 

    — ¿Estas sordo? Sí, tu postura.

 

    Lawrence hizo que Liam enderezara su espalda, jalando sus hombros con ambas manos. Y tocando su espalda alta justo en el punto en donde se encontraba la columna vertebral.

 

    Liam se estremeció. Era demasiado quisquilloso cuando se trataba de su cuerpo siendo manejado por personas ajenas.

 

    —Debes enderezarte. Y mantenerte relajado… como si todos los días te sentaras con la espalda recta. Bien. Ahora… tus brazos— Law se acercó un poco más, hasta que su respiración rozaba en el cuello de Liam. Tomó ambos brazos e hizo que los soltara—. Tus codos no deben estar tan levantados. Exacto, así. —Liam tragó saliva… estaba demasiado cerca—. Relájate. Tus manos deben estar extendidas— se acercó otro poco y puso las frías manos de Liam entre las suyas, poniéndolas en las teclas correctas y en posición correcta.

 

    Y Liam tragó saliva de nuevo. Sentía un objeto rozando levemente su clavícula. Así que movió la vista discretamente tratando de ver de reojo que era: se trataba del collar que Law nunca se quitaba.  Siempre lo traía consigo y se había dado cuenta desde la noche del hotel, pues no lo arrancaba de sí incluso estando con la espalda desnuda…

 

    —Así— finalizó Law, y se alejó de él tan rápido como un rayo. Liam sintió el frío de una corriente de aire que provocó el que Lawrence se quitara tan de repente. Se quedó en aquella posición reprochándose a sí mismo el estar tan extrañamente aturdido.

 

    —Pero tú no tocas así— replicó Liam, sin deshacerse de aquella posición.

 

    —Por qué yo no lo necesito— dijo Lawrence, sentándose a su lado otra vez— Toco para mí mismo. Pero si vas a tocar para otras personas debes estar en la posición adecuada.

 

    —Deberías tocar para los demás. Eres bueno ¿No te gusta que se den cuenta de tu talento?

 

    — ¿Por qué lo preguntas? — dijo Law, atravesando a Liam con la mirada.

 

    —Me habrías ganado en el concurso de talentos si hubieras tocado el piano…

 

     Lawrence sonrió con sorna.

 

    —El concurso de talentos es una estupidez.

 

    — ¿Por qué participaste entonces?

 

    —Es… difícil de explicar. ¿Podemos seguir con las lecciones?

 

    Liam lo miró entornando los ojos tratando de descifrar el misterio en su mirada, pero después de un rato apartó los ojos y volvió a colocarse frente en el piano.

 

    —Sigamos, entonces.

 

    Y así acabó el segundo día de lecciones al chico más arrogante que había conocido en su vida.

 

   

 

Al día siguiente Lawrence se concentró solamente en sí mismo y en avanzar en el piano. En sus dos horas libres del día fue al salón donde Catherine le daba clases y comenzó a practicar la melodía que su extraña maestra le había encargado. Tardó casi una hora en lograr las posiciones correctas, pues el nivel de dificultad de aquella sonata de Mozart era muy alto.

 

    Fue entonces cuando la hora de la clase llegó y Catherine apareció en el aula con seis minutos de retraso. Llevaba agarrado el cabello en una trenza francesa, un vestido negro y su ya indispensable pluma en la oreja. En sus brazos cargaba un montón de libros de partituras y su cuaderno de apuntes.

 

    —Hola, Law ¿Cómo vas?

 

    —Bueno… tengo algo de problemas con la clave de fa del cuarto pentagrama.

 

    Catherine se sentó al lado de él y acomodó sus lentes negros, observando la partitura.

 

    —Bueno, supongo que el problema es que tu Re no está sostenido— respondió ella señalando la nota como si fuera la cosa más obvia del mundo.

 

    Law sonrió, dándose cuenta de su estupidez.

 

    —Sí, claro.

 

    — ¿Qué pasa contigo? ¿Distraído por algo?

 

    Lawrence no respondió. Se limitó a seguir avanzando en su lección al haber por fin resuelto su, estúpida, había que admitirlo, duda. Catherine entornó los ojos con sospecha al observar la fingida concentración de su alumno. Observó que en el atril adherido a la tapa del piano donde reposaba la lección Mozartiana de Lawrence, había también otro libro justo detrás del primero. Así que, para llamar la atención de Lawrence, interrumpió su seria concentración para tomar aquel libro de partituras escondido.

 

    — ¿Brahms? —Preguntó ella leyendo el título de la partitura con curiosidad— ¿Quieres que te enseñe temas de él? Danza húngara, eh… Es excelente.

 

    Lawrence le quitó el libro de las manos con brusquedad reprimida. Aunque después le pareció que Cath podía ser de ayuda.

 

    — ¿Alguna vez has tenido que enseñar La Danza Húngara dos a alguien que no ha tocado el piano en toda su vida? —le cuestionó, pasando las páginas.

 

    —No ¿A quién se la estas enseñando?

 

    —A un chico de mi clase. Se llama Liam… algo.

 

    Catherine negó con la cabeza y hubo un silencio durante algunos segundos.

 

    — ¿Quieres tocarla? —propuso ella.

 

Lawrence sonrió y asintió con la cabeza.

 

    Durante los próximos cuarenta minutos trataron de perfeccionar la melodía y coordinarse para que sonara mejor. Al final ya habían completado los primeros cuatro pentagramas de manera perfecta.

 

    Law se divertía mucho tocando con Catherine, pues era muy buena pianista. Además le agradaba mucho como persona pues no era del tipo que rodeaba las cosas ni se comportaba agradable solo porque era una profesora muy joven. Sabía imponer autoridad, y vaya que lo hacía bien.

 

 

    Liam por fin había acabado su lección diaria con el profesor Edelman.

 

    En su opinión era muy buen profesor, a pesar de que se la pasaba llamándole “mocoso consentido”. Sus lecciones de saxofón no podían ir mejor. Sin alardear, sabía que podía superar a cualquiera de la universidad…o bueno, a casi todos.

 

    Lawrence también era muy talentoso y no solo en el piano.

 

    Mierda. Por alguna razón no podía dejar de pensar en él.

 

    Salió del salón en cuanto terminó de limpiar y guardar su instrumento en su respectivo estuche de cuero negro. Necesitaba ir a su casa y tomar un buen descanso antes de retomar las lecciones de piano. Danza húngara. Jamás la música le había parecido tan complicada. Pero bueno, solo tendría que tocar esa sonata y después se olvidaría de aquel instrumento, el cual, simplemente, no se le daba. Cuando su madre le compró el piano de cola al cumplir quince trató de tocarlo.

 

     Pero el talento, había que admitirlo, no todos lo poseían.

 

    Al salir del salón, una melodía muy familiar le envolvió los oídos. Sonaba bastante bien, en comparación con los últimos y lamentables intentos en casa con Lawrence. Se detuvo buscando el origen de Danza húngara. Provenía, precisamente, del salón en donde Law recibía sus clases particulares de piano con la extraña profesora Catherine Burwell.

 

    Caminó con pasos cortos hasta quedar parado en frente de la puerta del aula y se asomó discretamente por la pequeña ventana. Se veían Lawrence y la profesora. Ambos de espaldas, ambos en el taburete del piano, ambos tocando, ambos disfrutándolo. Un irrazonable remolino de irritación recorrió las entrañas de Liam y apretó los puños hasta que sus nudillos se tornaron blancos. Quiso abrir la puerta e interrumpirlos, pero la parte razonable que le decía a Liam “no seas estúpido” le ganaba a su creciente pero controlada irritación.

 

    Sin pensar, ya estaba rodando lentamente la manija de la puerta. Iba a abrir, pero no quería que se dieran cuenta. Solo quería escuchar mejor.

 

    Pero el jodido rechinido de la puerta lo delató.

 

    — ¿Liam? —Dijo Lawrence en cuanto se hubo volteado hacia la puerta, deteniendo con brusquedad la melodía que tocaba con Catherine— ¿Qué haces aquí?

 

    —Bueno… yo. Estaba…—no le pasaba por su mente ninguna excusa por muy estúpida que fuera. Todo lo había hecho sin pensarlo, siendo guiado solamente por la rabia que sentía.

 

    — ¿Este es el chico al que le estas enseñando? —preguntó Catherine acomodándose sus anteojos.

 

    —Sí.

 

    Le acogió a Liam una felicidad fugaz pero placentera. Le agradó el hecho de que Lawrence había hablado de él.

 

    Catherine observaba a Liam con una curiosidad impresionante. No le agradaban los chicos ricos mimados y berrinchudos, y el parecía el perfecto estereotipo de uno. Con aquel peinado modistico y vistiendo ropa de marca más costosa que todo el guardarropa de ella y de Law juntos.

 

    Se quedaron en silencio unos segundos sin saber que procedía exactamente, hasta que Catherine se levantó del taburete tomando los muchos papeles que siempre traía en sus brazos.

 

    —Bien, seguiremos la próxima clase… un gusto, Liam.

 

    Y desapareció antes de que Lawrence pudiera decir palabra.

 

    Liam y Lawrence se quedaron en silencio unos segundos sin saber exactamente qué decir. Liam se sentía extrañamente incomodo por la mirada tan intensa que recibía de Law. Pedía respuestas con los ojos. Eso era seguro.

 

    — ¿Qué? —preguntó Liam haciéndose el ofendido.

 

    Law se encogió de hombros, ignorando aquel tono tan brusco. Y le dio la espalda a Liam dispuesto a ignorarlo si no se le ofrecía nada a Su Majestad…

 

    Y obviamente, Liam no supo qué hacer después de aquella reacción tan fría, pues estaba acostumbrado a que las demás personas prácticamente le rogaran por saber que surcaba la mente de un saxofonista tan talentoso como él.

 

    —Lawrence…—le llamó, arrepintiéndose del tono tan berrinchudo que se había notado en su voz. No había podido evitarlo, y ahora Lawrence se burlaría de él.

 

    —Liam…—adivinó. Lawrence sin voltearse hacia él dijo su nombre en el mismo tono en que él había hablado. Law parecía muy concentrado en sus partituras. Colocaba sus manos en las teclas, tratando de adivinar la mejor manera de acomodarse para aquella posición.

 

     Después de un minuto de silencio, Liam decidió que lo más concreto sería, simplemente, largarse en silencio. Y ya había dado la vuelta para salir, pero Lawrence dijo algo que le obligó a detenerse.

 

    — ¿Quieres practicar?

 

    Se mantuvo callado unos segundos ante tan extraña petición. Después se acercó tímidamente y se sentó en el taburete, aceptando en silencio.

 

    Debía admitir que le gustaba la manera en la que Lawrence le daba lecciones. Siempre tan… moderadamente paciente y complaciéndolo de un modo bastante discreto. Esperaba menos de él, pero como siempre, había juzgado antes de tiempo.

 

    — ¿Por qué divagas? ¿Estás aburrido? —preguntó Law al notar que Liam había dejado de tocar para concentrarse solamente en pensar en el.

 

    Liam se sobresaltó ligeramente y al notar su estúpido despiste maldijo en su mente… Empezaba a empeorar. Antes solo pensaba en Lawrence cuando estaba solo, pero ahora lo hacía mucho más seguido y era mucho más notorio.

 

    —Lo siento. Sigamos.

 

 

    Había que admitir que en la segunda semana de lecciones ya había un cambio notorio en Danza Húngara. Lawrence y Liam comenzaban a coordinarse mejor, y se pudieron vincular de una manera un poco más profunda.

 

    De nuevo practicaban en el condominio de Liam. Casi llevaban tres horas seguidas practicando sin descansar, a Liam se le habían acalambrado los dedos y nudillos de una forma en la que sentía que a cada movimiento tronarían muy dolorosamente. Sin embargo comprimía su dolor, pues no quería que Lawrence dijera alguna ocurrencia bastante irritante.

 

    — ¿Puedo tomar agua? —preguntó Lawrence, estirándose en su lugar. Liam se sorprendió un poco y después una ligera culpa le surgió. No le había ofrecido nada desde que llegó.

 

    —Sí, claro. ¡Leonor…!

 

Lawrence le interrumpió levantándose de donde estaba.

 

    —La cocina está a seis metros ¿No podemos ir nosotros? Necesito un descanso

 

    Liam refunfuño en silencio y se levantó del taburete. Lawrence era demasiado… pobre.

 

    Lawrence adoraba aquella cocina. Era del tamaño de una mitad de su propio departamento y tenía instrumentos fabulosos. Quería probar de nuevo aquel pastel de chocolate tan delicioso que comió el primer día en el que estuvo allí, pero se conformaba con la variedad de comida que se consumía en la casa de Liam.

 

    Liam sacó de la alacena dos vasos de vidrio. Luego tomó del refrigerador refresco y hielo. Preparó ambas bebidas y le dio una a Law.

 

    —Gracias.

 

    Tomaron en silencio. Law no dejaba de observar cada detalle de la cocina con una fascinación asombrosa que no pasó desapercibida por Liam, quien lo miró fijamente de arriba abajo. Después se detuvo en su colguije. Aquel que había visto diario desde la noche en el hotel. Era un objeto muy común: un cordón negro que tenía como dije el caparazón de un pequeño caracol de mar, y a los extremos colgaban unas piedras marinas de color blanco.

 

    Lo siguió observando hasta que Lawrence volteó hacia él. Entonces, Liam bajó la mirada, tratando de pasar desapercibido de cualquier sospecha. Levantó la mirada de nuevo, tratando de aclarar su duda.

 

    — ¿Quién te regaló ese collar?

 

    Lawrence lo observó con una sonrisa escéptica. Levantó las cejas y bajó la mirada hasta quedarse viendo aquel objeto.

 

    —Mi padre. —mintió, sin dudarlo un segundo.

 

    — ¿Vives con tu padre? — Liam no vivía con su padre, por eso lo preguntaba.

 

    —No.

 

    Liam no le hizo caso a aquel tono que salía de la boca de Lawrence. Un tono de voz que daba a entender que no deseaba hablar de su padre.

 

    — ¿Murió? —preguntó de nuevo. Nunca había sido una persona con mucho tacto.

 

    Lawrence lo fulminó con la mirada, decidido a no responder ninguna de esas agobiantes y personales preguntas. ¿Por qué tendría que decirle a él algo sobre su vida personal?

 

    Sin embargo, Liam seguía mirándolo a los ojos en espera de una respuesta sincera, sin ironía y sin sarcasmos. No estaba seguro de que la recibiría de Law. De hecho, casi aseguraba que no le respondería; pero su autentica curiosidad le instaba a no rendirse y seguir fastidiándolo hasta sacarle algo.

 

    —No, no está muerto. No sigas jodiendo o me iré.

 

    De acuerdo. Lawrence sabía cómo sacar de la jugada a cualquiera que intentara preguntar o decir algo que, simplemente, le incomodara. Liam encogió los hombros y dejó de mirarlo, pasando sus ojos  a la bebida que tomaba a sorbos cortos; y su aura irradiaba una indiferencia falsa, pero creíble.

 

    —Lo siento— exclamó Liam, dándole la espalda para llevar su vaso hasta el lavaplatos.

 

    — ¿Por qué me preguntas sobre mi padre?

 

     Liam se quedó en silencio unos segundos, concentrado en enjuagar los vasos. Después volteó su cuerpo sobresaltándose al darse cuenta de que Lawrence se había acercado a él y sus cuerpos se encontraban tan solo a pocos centímetros uno del otro. Law lo miraba esperando la respuesta.

 

    Pero Liam no podía hablar. Estaba totalmente petrificado.

 

    —Pues…— se sintió estúpido. Jamás le había costado tanto trabajo el hecho de formular una simple oración justificable, pero la presencia tan cercana de Lawrence le hacía pensar tan solo en la noche del hotel. Cuando, por alguna razón que aun no lograba descifrar, se había acostado con él. Pues sabía, y sabía muy bien, que no había tomado tanto como para haber hecho tal cosa a causa del alcohol…—No lo sé. Curiosidad.

 

    Law suspiró y se alejó varios centímetros.

 

    —Mi padre y mi madre no se casaron. Jamás fue el mejor compañero para ella, pero bueno. Como padre no fue tan malo… Ahora mismo debe estar en alguna parte de Connecticut.

 

    Hubo un pequeño silencio en el que Liam procesó aquella simple información.

 

    — ¿Por qué me lo contaste?

 

    —Joder ¿No querías que te contara sobre él?

 

    —Pues sí. Pero no estabas obligado a hacerlo.

 

    —Pues ya lo hice ¿Podemos continuar?

 

    Liam sonrió y asintió con la cabeza, satisfecho al haber logrado que Lawrence le contara aunque sea una pequeña parte de su vida personal. De alguna manera se sentía identificado con aquella historia, pues la de sus padres era ligeramente similar.

 

    —Por cierto— agregó Lawrence—, mañana es mi día libre en el trabajo, así que puedo venir al salir de clases.

 

    — ¿Quieres venir temprano?

 

    —Sí. Necesito llegar antes a mi casa. Debo… arreglar unos asuntos.

 

    Lo único que tenía que hacer era ordenar su habitación para que su pacífica madre no le aventara toda la ropa en la cara mientras gritaba cosas acerca de sus obligaciones, pero ¿Para qué contárselo a Liam?

 

    —Está bien— dijo Liam con una sonrisa— Podrías venir conmigo en mí… auto.

 

    Lawrence asintió con la cabeza, dirigiéndose de nuevo a la sala del piano.

 

    —Por cierto…— dijo Liam en una extraña oleada de deseos por seguir manteniendo una conversación con el chico frente a él— Gracias, por hacer esto.

 

    Law se quedó en silencio analizando aquellas palabras. Sonrió y asintió bajando la mirada en una fuerte emoción que sintió: Simpatía.

 

    ¿Por qué Liam se comportaba como un idiota en la universidad si no lo era?

 

   

 

    Al llegar la noche Lawrence llegó a su departamento después de un largo viaje en taxi y luego en subterráneo. Estaba de mal humor, y pensaba decirle a Liam al día siguiente que le diera diario la cuota del taxi, la cual era más cara de lo que recordaba. Si ese niño rico no viviera en Los Hamptons…

 

    Su madre no estaba en casa. Lawrence recordó que le tocaba el turno de noche en el restaurante, así que no se preocupó. Sin embargo no veía a Alex por ninguna parte. La llamó al celular y descubrió con pesar que esa noche se encontraría solo, pues su hermana trabajaría horas extras.

 

    Dio un largo suspiro después de aventar por alguna parte su teléfono móvil. Decidió ver la televisión hasta quedarse dormido, así que se tumbó en el sofá de la sala, tomó el control remoto y buscó algún programa de su interés.  Detuvo su rápido apretar de botones al visualizar en la pantalla del televisor un concierto de saxofón que estaban pasando por algún canal extranjero. Aquel sujeto tocando el saxofón le recordó a Liam. A Lawrence jamás le había parecido interesante tocar ese instrumento, y hasta ahora se había dado cuenta de que le gustaba su sonido. Era un sonido bastante particular.

 

    Escuchó el ruido seco del control cayéndose al piso. La mente de Lawrence volvió al mundo real. Abrió los ojos sorprendido de sí mismo, pues había dejado de prestarle atención a todo a su alrededor por una nube espesa de recuerdos que incluían a Liam.

 

    — ¿Qué mierda? — se dijo a sí mismo, mientras se levantaba del sofá dispuesto a tomar una bien merecida siesta. 

 

 

    — ¿Cómo te fue en tus lecciones, querido? —preguntó la madre de Liam, entrando a su habitación, como siempre, sin tocar.

 

    —Bien, mamá.

 

    Emma sonrió, comenzando a recoger la ropa de su hijo, como siempre hacía al ver algún tiradero.

 

    —Ese muchacho, Lawrence, es muy simpático, ¿Por qué no lo conocía?

 

    Liam se sintió acorralado. Jamás había sido muy bueno mintiendo. Aunque, después de todo, su madre nunca le  había descubierto ninguna mentira puesto que ella tampoco era buena observando las reacciones más obvias de las personas.

 

    —No lo sé ¿Jamás te había contado de él? — decidió hacerse el desentendido.

 

    —No, nunca.

 

    Emma se fue, al dar por terminada aquella leve conversación con su hijo. Liam se echó en su enorme cama y tapó sus ojos con las manos. Estaba agotado. Últimamente en los periodos que usaba para estar solo, analizaba lo que estaba pasando en sus extraños…Bah, ni siquiera sabía cómo etiquetar aquello que le pasaba.

 

    Como sea, acababa de descubrir que Lawrence le gustaba, de alguna forma; pues esa podía ser la única explicación ante aquellas estúpidas reacciones que tenía cada vez que se encontraban a una distancia considerablemente corta.

Notas finales:

Tal vez se pregunten por qué menciono tanto aquel collar de Lawrence... Pronto lo averiguarán (Quizás no tan pronto) :B

Por cierto, acerca de las actualizaciones... la verdad me gusta tener un ritmo más o menos constante. Así que trataré de actualizar los jueves o viernes de cada semana. Todo está en mi inspiración y, como ya pronto vuelvo a la escuela (T.T), pues tendré que dividir mis tiempos... pero haré todo lo que esté en mi para actualizar un cap por semana.

Gracias por leermee! Los Adoro!

Espero que les haya gustado el cap. Besos a todos n.n

(despues de subir el cap, contestaré comentarios)

 


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