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-Diamond Virgin- [Todakanu tegami] por aiko shiroyama

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Notas del capitulo:

Vengo tarde, pero vengo.

 

Bienvenidos a la otra puerta de esta historia.

 

Yo-ka viene y va  en mi mente y ha empezado a hablar muy tarde, por lo que se ha terminado abriendo la otra puerta.

 

Quería subir un capítulo de 14 hojas máximo, pero estoy subiendo alrededor de 25 de un total de 40. Quería que Yo-ka doliera, pero voy a dejarles sin ojos si lanzo lo uno y lo otro a la vez. Por lo que el capítulo del maestro irá después.

 

Es una actualización algo extensa, para su fortuna o dolor (?)



Comente más abajo, que opina de esto. 

 

Nos leemos

Capítulo XIX : Another gate [Irogoto]

 

 

 

 

Su sangre iba y venía de su cerebro, parecía que por momentos se estancaba en su cabeza y un pitido agudo se le instalaba, pensaba que moriría. Quizá le había despachado a Reita su último trozo de cordura. Con el pasar de los minutos mientras la ambulancia tardaba, mientras Shoya se desangraba y palidecía cada vez más en los brazos de Kei, todo empezó a perder sentido. Todo empezó a darle vueltas. Ya no entendía el lenguaje humano y todo lo que hacía era instintivo.

 

 

Se había subido a la discreta ambulancia privada empujando a Kei fuera de ella, sin ni siquiera sacarse el traje y sin ser en lo absoluto cuidadoso de la remota posibilidad de que un fan lo viese y se esparciera el rumor.

 


El terrible rumor de que Shoya estaba inconsciente y frágil allí adentro.

 

 

Se sentía histérico pero no podía ni escuchar, ni razonar, ni hacer más nada que mirarlo a él, cubierto de blanco, con unas agujas en el brazo, con más gente de blanco alrededor…

 

 

 

¿Es que iban a llevárselo a otro dios?

 

 

Malditos ángeles, maldito dios, maldito día, maldito el momento, maldito él mismo.

 

 

Mil veces maldito.

 


—No…—soltó de repente, tomándole la mano a uno de los ángeles que le sostenía el brazo al bajista.

—Por favor, tiene que calm…

—¡NOOO! —Gritó. Y luego todo sucedió deprisa.

 

Shoya…

 

 

Shoya….

 

 

Shoya…

 

 

 

Medio gritaba, medio susurraba. Su nombre se repetía con cada uno de sus latidos.

 

 

De pronto estaba afuera, se tambaleaba y su visión se volvió borrosa. Se sostenía el brazo, pesaba casi como su cuerpo entero, no lo entendía.

 

 

 

 

 Los tipos de blanco… ¿también se lo llevarían a él? No quería ser ajusticiado, no quería ser juzgado por ser un dios profano y cobarde incapaz de cuidar a su criatura.

 

 


—Shoya…—Musitó una vez más, mientras caía al suelo, ya no podía sostener su cuerpo repentinamente entumecido.  Vio un auto, haciendo un esfuerzo por sostener la vista antes de ceder  a causa de la brutal cantidad de sedantes que le recorrían la sangre,  por intentar sacarle a Shoya el suero y pegarle al paramédico.

 

Vio una Van que había visto ese día antes y un hombre que descendió de ella que se acercaba a lo lejos, alguien que estaba con ellos en la locación… seguramente, pero… ¿quién? 

 

 

 

 

La escena se volvió negra dejando su pregunta sin respuesta.

 

 

 

Lo primero que vio al abrir los ojos fue la cara demacrada de Kei mirándole directamente, se removió confuso y al intentar incorporarse se notó amarrado de un brazo como un demente.

 

 

 

—¡Qué mierda es esto Kei, dónde está Shoya! —Vio al guitarrista suspirar con pesadez, antes de responderle de manera calma.

—Dijiste que los ángeles querían llevarse a Shoya al cielo y le has pegado a los paramédicos, así que te han sedado y enviado aquí hasta que regreses a ser tú mismo—. Se quedó de una pieza con los ojos muy abiertos, intentando responderse a sí mismo en qué momento pudo haber dicho o pensado semejante estupidez. Un sudor frío le recorrió la espalda.

 

 

Ante la cara incrédula de Yo-ka, se vio en la obligación de seguir explicando.

 

 

—El médico ha dicho que tuviste un quiebre psicótico…o algo así, que en realidad la situación te superó y deliraste , que fue demasiado para ti y bueno llevas dos días aquí…—  El vocalista hizo ademán de hablar, pero Kei de pronto se exasperó—. Me enviaste al suelo como un maldito enfermo, ¡corrí detrás de la ambulancia, idiota! —Suspiró y se llevó las manos al cabello, haciendo una pausa, retornando a la calma—. Lo siento… estoy cansado.

—Eso es porque eres un imbécil.

—Yo-ka —. Lo miró con irritación.

—Kei, sólo dime que Shoya está bien.

 

 

 

Tomó aire de nuevo, para buscar la manera de no alterar más a Yo-ka.

 

 

 

—Shoya… bueno, lo de la cabeza fue un traumatismo craneo… lo que sea. En sí, no fue tan tan grave, es decir, aún no despierta pero la operación…

—Qué operación Kei, de qué mierda me hablas —.Exasperado, se levantó de la cama por el costado de la amarra que traía en el brazo, intentando quitársela. Parecía que acabaría por  arrancarse la extremidad.  Kei entonces lo abrazó, pero no de manera amable, lo inmovilizó sin saber de dónde sacó la fuerza.

 

 

—Kei, voy a matarte, ¡necesito verlo!

—Yo-ka, siéntate o voy a pedir que no te dejen salir más de esta mierda, ¿me explico?

 

 

Resignado, intentó tomar aire lentamente. La paciencia no era una cualidad en él en lo absoluto.

 

 

—No te quedes ahí mirándome como idiota y habla de una maldita vez.

—Le han puesto puntos, se cortó la piel muy profundamente pero tenía inflamado el cerebro o algo así porque se azotó en el suelo, ¿sabes? , entonces los médicos le cortaron…

—Kei, empiezo a pensar que se está muriendo.

—Maldita sea Yo-ka no soy un maldito médico, la cosa es que en realidad Shoya estaba muy deshidratado y delgado, su presión estaba por el suelo. Al examinarlo se dieron cuenta que fuese probable que se lo hubiese pasado vomitando la mitad de la gira, por eso le estaban poniendo suero cuando tú, grandísimo imbécil se lo arrancaste del brazo y encima le hiciste más sangre—, se jaló el cabello, desesperado—, mencionaron algo de sus dientes o no sé qué, ya no me preguntes más… me pone mal todo esto Yo-ka, siento que nos hundimos—. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

—No estoy para tus mariconadas Kei y no vamos a hundirnos en ninguna parte porque éste no es el puto mar—. El guitarrista perdiendo la paciencia, apretó los puños y se decidió a largarse de ahí antes de acabar yéndosele encima al idiota de su vocalista. Al notarlo, Yo-ka sintió que vomitaría su corazón—.  ¡Kei!, ¡Kei, espera! ¿Dónde vas?

—Me voy con Yuu a ver a Shoya y tú vas a quedarte aquí hasta que pienses en las mierdas que dices.

—No, no…Kei, Kei espera, ya…vale, sí, la jodí. Tienes que sacarme de aquí, por favor—. El guitarrista se giró aún furioso, antes de soltarle cualquier cosa sin pensarlo.

—No, vete a la mierda.

—¡Kei, si no me sacas de aquí cuando rompa esta mierda me lanzaré por la ventana! ¡VOY A MORIIIIIIR! ¡Kei…!

 

 

El guitarrista, se devolvió sobre sus pasos y cerró la puerta antes de que Yo-ka volviese a gritar cualquier otra clase de estupidez.

 

 

—Cállate Yo-ka, ¿es que perdiste la cabeza?

—Me volveré loco si es que sigo aquí, morderé esta basura hasta sacármela Kei —, hizo una pausa y le miró, el guitarrista tragó saliva lento—. Sabes que soy capaz de hacerlo.

 

 

 

 

En tanto, en el estacionamiento del hospital Aoi daba vueltas en círculos con un polerón hasta el cuello, un gorro y unas gafas de sol gigantescas. Hace rato que buscaba la manera de entrar sin ser percibido por los demás de la banda y sabiendo que Yo-ka estaría ahí. No es que le tuviese miedo pero sin duda metería a Shoya en problemas y dios sabía en qué estado se encontraba. Se revisó los bolsillos con desesperación y luego el pequeño bolsito que se había traído con otro polerón por si necesitaba cambiar su apariencia aunque fuese levemente. Lo único que encontró fueron al menos 50 pequeños envases plásticos de Mochi vacíos; estaba desesperado. Se había comprado una caja y se los había comido uno a uno en el transporte público que no tomaba hace años rezando para que nadie lo reconociera. Necesitaba llevarse algo a la boca o iba a explotar, la ansiedad lo consumía.

 

 

Encima su maldito teléfono no paraba de vibrar en el bolsillo. Se había escapado hace dos días y pese a que había terminado la gira aún tenían cosas que hacer de regreso y nadie había podido dar con él. Ni siquiera a Reita le había contestado, pese a que había sido el primero en respaldarle contra todo pronóstico la locura de robar la Van de la banda para seguir la ambulancia. Aun así, fue él mismo quien al final le impidió ir a reventar a Yo-ka cuando parecía estar dándole problemas a los paramédicos. Comprendió que si quería ser realmente estúpido pero honesto, iba a tener que hacerlo solo.

 

 

 

Poco le importaba todo en realidad, pero, por más que había entrado y salido del lugar una y otra vez siempre daba con Kei a lo lejos o el manager, parecían unos malditos guardias. Ni siquiera había podido preguntar por él, porque de manera estúpida, se dio cuenta de que no sabía ni siquiera su verdadero nombre.

 

Hartándose de sí mismo, decidió ir a la suerte. Se metió en la boca un chicle de menta que encontró en el bolsillo y se inmiscuyó dentro del hospital. La gente lo miraba como si fuese un vagabundo, le sudaban las manos. Mientras caminaba se preguntaba si sería buena idea ir y agarrar a un médico en su hora de descanso, noquearlo y robarle la ropa como en las series de televisión.

 

 

 

Se detuvo en seco en la cafetería pensando en lo irrisorio que era eso y se le perdió la vista  en una caja de chocolates. En eso, alguien chocó contra él.

 

 

 

—Lo lamento señor, es que se ha parado de repente…—Se quedó helado; era nada más y nada menos  que Yuu de Diaura. El chico se le quedó viendo  al no recibir respuesta, cayó en cuenta de lo descortés que estaba siendo.

—Lo lamento también —dijo, fingiendo una voz casi de anciano, se sentía ridículo—, no me fijé…—Se inclinó y Yuu le imitó el gesto, para luego avanzar por el lugar.

 

 

 

 

Dado que sólo tenía noción del piso en el que estaba el bajista y no de la puerta, se decidió  a que aunque le tomase el día entero, esperaría al baterista y lo usaría de GPS intrahospitalario.

 

 

 

Yuu tan sólo se tomó un café viendo el móvil y mirando para todos lados como buscando a alguien. Luego de unos 20 minutos, se levantó y su persecución dio comienzo.

 

 

 

 

Lo seguía a cierta distancia y con al menos 3 personas de diferencia, estaba seguro de que si el baterista no hubiese estado marcando una y otra vez por el móvil totalmente inmiscuido en eso, él jamás habría pasado desapercibido. Entonces, finalmente se detuvo en una puerta y entró, el corazón le latió desbocado, observó el número en ella y siguió avanzando, doblando por la esquina que venía.

 

 

 

¿Y ahora qué?

 

 

 

—Kei, ¿dónde estás? Ya va siendo tu turno, necesito ir a casa a bañarme al menos, ¿qué hay de Yo-ka?

 

 

De repente acercándose, escuchó una conversación con los nombres claves. El baterista había salido de  la habitación y por el volumen cada vez más alto, seguro iba acercándose a la esquina donde él estaba. Fingió estar simplemente esperando a alguien apoyado en la pared, mirando el reloj. Prestó máxima atención.

 

—... ¿Que se ha puesto qué? Ah… Yo-ka a veces es  tan… sí, ya. Iré, pero debes quedarte tú luego, ajá, ajá… —Y siguió caminado, pasando justo por el frente. Aoi contuvo todo el aire y lo soltó en cuanto al fin desapareció.

 

 

Ahora o nunca.

 

 

Perdiendo el cuidado por completo, giró y tomó el pomo de la puerta con la mano que ya le temblaba ante la expectación, se dijo a sí mismo que era una fortuna que al fin no hubiese nadie y que sería sólo un momento.

 

 

 

Pero cuando entró, el mundo empezó a derrumbársele. Se quedó quieto, sin poder respirar.

 

 

Shoya estaba ahí, con la cabeza envuelta en vendajes, los ojos morados y la cara algo hinchada, los brazos calados de cables.

 

 

Le dolió cada parte del cuerpo.

 

 

Se acercó apenas, como teniendo miedo de que sus pasos alteraran el tiempo de la máquina de signos vitales y de pronto, no marcara más.

 

Aquella sola idea le causó un terrible mareo.

 

Su piel, su cara. Palidez dolorosa y enfermiza, cadavérica.

 

 

Al lado de la camilla se agachó y sin poder aguantar lloró amargamente. Estaba terriblemente delgado, era insano, ya lo sabía, él sabía que Shoya no estaba bien… ¿Pero qué había hecho exactamente todo ese tiempo?

 

Azorado, se quitó el gorro y sus otra vez negros cabellos, le cubrieron el rostro humedecido.

 

 

 

 

“Esto es mi culpa”

 

 

 

 

Se repetía dentro de sí, una y otra vez. Porque era un cobarde y se había ido, simplemente había renunciado pensando que eso le haría bien al bajista y ahora lo tenía enfrente así. Un golpe en la cabeza no te deja de esa manera, no te hace perder 10 kilos por lo bajo ni tener un aspecto tan terrible.

 

 

De pronto toda la tristeza se le transformó en ira. Yo-ka… él sin duda tenía algo que ver con todo eso, pero en apenas unos segundos otra vez estaba triste. Sus sentimientos eran un péndulo  y con todo no era capaz de levantarse del suelo y mirarlo. Pedirle perdón, no sabía bien de qué pero, seguro que sí era necesario, quizá por haber siquiera puesto sus ojos en él.

 

 

Pero fue inevitable.

 

 

Tomando valor se puso de pie, aún esperó unos segundos tan sólo contemplado su frágil mano y decidirse a tomarla.

 

Tan, tan fría… Si estuviese a su lado, si pudiese ser quien cuidase de él…

 

 

—Shoya…—Le llamó tenuemente, pero no despertó. Tomó aquella preciada mano entre las suyas—. Lo siento mucho, lamento haber tardado tanto… lamento… haberme ido ese día.

 

 

No tenía idea de si él estuviese durmiendo o no, pero no importaba. Estaba ahí para quererlo, para derramar aunque fuese un poco de sí a sus pies, para que se levantara y abriera  los ojos de nuevo, para que lo mirase una vez más.

 

 

Atardecía y aún no era capaz de percibir cuanto tiempo llevaba ahí, pero sí que la habitación se estaba volviendo oscura, mientras afuera el sol estaba dando un brillo naranjo fuerte antes de agonizar. Se sintió como el sol.

 

 

Caminó hacia la ventana y corrió las cortinas, abriéndolas. Un haz intenso y anaranjado se  coló por la estancia, dándole calidez al pulcro y tétrico blanco muerte, impactando también en la camilla del convaleciente.

 

Entreabrió los ojos apenas, cegado por la luz que le dio de frente. Después de estar flotando en la oscuridad, confundido, semiconsciente.   Escuchó su nombre flotar a sus oídos como un eco y vio una sombra, un hombre de pie en medio de la luz, lo iluminaba, él…

 

 

¿De él provenía aquella luz?

 

 

Antes de poder pensar algo más, sus ojos volvieron a cerrarse pesadamente.

 

 

 

—¡Shoya! —Volvió a oír. Aoi le tocaba el rostro, pero no podía sentir nada, tan sólo sentía que lo llamaban y su cuerpo no era capaz de emitir una respuesta.

 

 

 

¿Quién era?

 

 

Pero quería responder, sólo quería poder decirle a ese alguien “gracias” por aquel momento tenue de realidad y de luz, o quizá… ¿quizá eso también era parte de un sueño? Regresó a la penumbra calma en la que se hallaba antes.

 

 

El guitarrista volvió a sentir fluir sus lágrimas, cuando vio un par de ellas rodar por los ojos de aquel a quien amaba. Se acercó a besarle la frente, pero entonces volvió a la realidad de bruces.

 

La puerta se abrió de improviso, su temperatura bajó a menos que cero, se giró rápidamente.

 

 

—¿Quién eres?... —Kei estaba casi perdiendo los nervios. Si era un fan de la banda y la noticia se sabía, la cosa se pondría aun peor.  Sólo podía ver su espalda—. Llamaré a los guardias…—dijo precavidamente. En realidad, no le convenía en lo absoluto, pero si amedrentaba al desconocido  quizá podría sobornarlo o algo, con tal de que no dijera nada.

 

Aoi sólo se maldecía a sí mismo, una y otra vez.

 

—… no hace falta, yo me voy, Kei — .Su mente se tardó un poco en asociar la voz del sujeto. Más cuando lo vio de frente al fin, levantando las manos en señal de rendición, su mente empezó a funcionar a toda velocidad.

—¿Aoi? —Un presentimiento terrible le empezó a revolver el estómago. Con esa clase de cosas nunca se equivocaba.

—Por favor no digas nada, necesitaba comprobar por mí mismo que estuviese bien—. Se sintió repentinamente triste,  no le importaba ya ser descubierto, más bien no podía con la idea de que aquel momento había acabado, no sabría cuando ni en qué circunstancias vería al bajista otra vez.

 

 

Le dio una rápida mirada antes de avanzar hacia la puerta, justo por el lado del guitarrista, quien parecía hundido en sus propias cavilaciones. Iba a tomar el pomo de la puerta cuando Kei le tomó de un brazo de improviso.

 

 

 Por su mente pasaron todas aquellas actitudes atípicas y desbalances emocionales que había estado presenciando en Shoya, las veces que los encontró conversando en situaciones extrañas y el actuar lleno de rencor e indiferencia de Yo-ka  hacia el bajista en el último tiempo…  todo cobraba sentido en ese inusual instante, recayendo en la imagen del hombre desalentado a quien retenía.

 

 

—Quiero que me digas exactamente qué sucede, Aoi. No es mi afán meterme en la vida de nadie pero este es el bajista de mi banda…y mi amigo, quien ha estado muy mal este último tiempo y tú no tienes por qué estar aquí—. Le miró a los ojos de manera seria, exigiendo una respuesta—,  ¿Qué tan cercano eres… a él?

—Me pareces lo bastante listo como para entenderlo tú solo—. Soltó secamente. No le importaba en lo absoluto, ya estaba metido hasta el fondo. Vio al guitarrista abrir la boca de la impresión, tal vez ante su descaro, incluso, le había soltado.

—Tú… realmente no tienes idea de en lo que te estás metiendo…—Dijo sombríamente, antes de sentir la puerta cerrarse tras de sí, quedando a solas con Shoya.

 

 

 

 

“Lo sé”… pensó Aoi, mientras se subía el cierre del polerón hasta la nariz y se calaba el gorro de nuevo.

 

 

 

 

Pero ya no había punto de regreso.

 

 

Horas más tarde, hastiado, sin parar de formularse preguntas ni rascarse el cabello en un acto reflejo, estaba Kei sentado al borde de la cuneta a la entrada del hospital, fumando el último cigarro de la que prometió sería la última cajetilla del día. Sabía que si seguía fumando así, moriría demasiado joven, pero con lo peculiares que eran los integrantes de su banda  y en vista de la situación actual, no podía más que ser un manojo de nervios y estrés.

 

 

 

Se levantó adolorido por el desgaste de llevar el día entero allí y ya se aproximaba a la cafetería para  romper la promesa que se había hecho a sí mismo hacía medio cigarro atrás, cuando dio con Yuu, quien también traía unas terribles ojeras.

—¿Adónde vas?

—Necesito cigarros—.Estaba de mal humor como para darle explicaciones a alguien, incluso a él. Intentó avanzar.

—Sabes que no necesitas quedarte —, se atravesó en su camino, Kei bufó molesto—. El manager te lo dijo, que ellos se encargarían de todo.

—¿Ah, sí? Pues fíjate que son tan confiables que ambos estamos aquí, ¿o me equivoco? —Aunque no fuese prudente, Yuu se rio sin poder evitarlo ante lo tragicómico de la aseveración y de extraña manera el guitarrista acabó contagiándose de su risa.

 

 

 

Olvidando los cigarros, el líder accedió a remplazarlos por el café más cargado que le pudiesen brindar en la horrorosa cafetería del lugar. Ambos se sentaron en uno de los jardines internos del recinto, para despejar la vista. Necesitaban alejarse de todo.

 

 

—¿Shoya? —Empezó a interrogar el líder, apenas tomaron asiento.

—Sigue durmiendo, pero pareciera que sueña. Se remueve pero si le hablas no contesta.

 

 

Kei suspiró, tocándose el hueso de la nariz con cansancio.

 

 

—¿Y Yo-ka?, ¿qué dice el psiquiatra?

—Que se está portando mejor y que mañana lo dará de alta, pero que recomienda que reciba alguna medicación para los impulsos en adelante, porque es un jodido maniático—. Ambos rieron sin poder evitarlo.

—Nos lo ha hecho difícil… —El guitarrista apoyó su cabeza en el respaldo de la banca, cerrando los ojos. Tragó el café que había bebido lentamente,  Yuu se desconcentró un momento, observándolo.

—Debería quedarse ahí para siempre Kei, ¿en qué pensabas cuando lo aceptaste en Valluna y decidiste hacer Diaura con él?

—Oye, nunca te habías quejado…— Le miró, divertido.  Se quedó esperando una respuesta pero Yuu sólo se le quedó mirando.  Empezó  a ponerse nervioso, pero de pronto el baterista se levantó impredecible como era, derramando su café.

—Vámonos.

—¿Qué?

—Que nos vamos de esta mierda ya mismo Kei—. Sin esperar respuesta, lo cogió de un brazo y lo jaló consigo a dios sabía dónde.

 

 

 

Una hora más tarde, luego de un viaje tremendo y espantoso en múltiples trenes, Aoi llegó a  casa de Reita, necesitaba hablar con alguien todo, pero para su mala suerte Kai estaba allí. Haciendo caso omiso hasta a los insultos que le estaba gritando el otro, pasó de ellos hasta la habitación de invitados, cerró con pestillo y se lanzó a la cama dispuesto a dormir otros tres días. No le importaba nada.

 

 

—¿Qué es esto? —. Acercó su nariz al colorido vaso, arrugándola con desagrado al percibir el olor.

—¿Qué nunca has bebido en tu vida, Kei? — Yuu rio ante la cara despectiva con la que su compañero de banda miraba el vaso.

—Cuando dijiste que nos largábamos, pensé que podría irme a mi casa a comer y dormir, ¿sabes?

—Descuida, también pedí algo para comer…

—Quiero irme.

—Después de éste… anda, estoy estresado con todo esto… ¿tú no? —Otra vez, aquel gesto infantil endemoniadamente tierno que le podía. Se maldijo a sí mismo—. Bebe conmigo sólo uno, ¿sí?

 

 

 

Se sentía engañado, iban de camino a casa en su auto cuando Yuu empezó con que quería ir al baño. Se estacionó donde pudo y lo perdió de vista pero luego de un rato de que no volviese, lo llamó, siguió sus indicaciones y había acabado allí.

 

 

 

 

 

Estúpido Yuu y estúpida su credulidad.

 

 

 

 

Sólo porque tenía hambre y mucha, aceptó quedarse. Vio al pelinegro beber un vaso tras otro,  poniéndose cada vez más hablador y en tanto, le hacía chocar el vaso y le hacía beber también. Uno, dos, luego cinco tal vez.

 

 

Luego de un pestañear el plato estaba vacío y Yuu lo miraba riendo. Beber se le daba mal, muy mal, por eso no lo hacía nunca cuando salían todos juntos como banda. Encima que Yo-ka y el mismo baterista siempre se pasaban, cuando no era Shoya el que se desmedía cuando estaba con mucho estrés y él tenía que liárselas con los muertos. Chocó el vaso contra la mesa, enojado.

 

 

—¿Qué sucede mi líder?... ¿estás molesto? —¿Mí líder? Le plantó la vista encima, estaba mareado, el otro se sonrió. Qué bonito y agradable era el estúpido de Yuu, lo odiaba. Su sonrisa tonta y sus gestos de quinceañero, sus bromas absurdas y esa manera que tenía de sacarlo de la rutina.

 

 

Se inclinó sobre la mesa con los ojos fijos en los suyos, el pelinegro lo observó emocionado, pero para su decepción sólo se apresuró a arrebatarle el vaso y bebérselo de una vez.

—Al parecer tienes sed…

—Quiero otro—. Lo escuchó reír de nuevo. Se balanceó con el codo apoyado en la mesa. Verdaderamente, no quería pensar en nada. Y sí, sí seguía sonriendo y riéndose de ese modo, se bebería todo el bar.

—Está bien, haré lo que tú quieras—. Levantó el brazo, para pedir otro trago.

—Entonces sonríe.

 

 

Le clavó la mirada con intensidad y al otro se le olvidó lo que hacía. Aunque luego volvió a sostenerse la cabeza que le daba miles de vueltas, apenas  esos pocos segundos le habían acelerado el corazón a Yuu. No sabía si era porque estaban ambos muy borrachos pero no podía dejar de pensar que Kei estaba flirteando con él o estaban haciéndolo ambos en verdad. Tuvo ganas de ser abiertamente descarado y besarlo ahí delante de todos como llevaba imaginando hace tiempo, aunque alguien los reconociera… pero tomó aire. Era hora de salir de allí.

 

 

 

El guitarrista apenas entendía algo hasta que sintió frío y el agua empezó a caerle encima.

—Está lloviendo…

—Pues sí, Kei… ¿dónde tienes el auto?

—¿El auto?

 

 

 

No tenía ni la más mínima idea de donde estaba el jodido auto, era de madrugada y ya llovía con ganas. Estaba a punto de empezar a estresarse cuando escuchó la cantarina risa de Yuu alejándose.

 

 

 

—¿Yuu? , ¿Dónde vas?

—¡Corre Kei, que te mojas! —Soltó sin dejar de reír, mientras se iba corriendo.

 

 

 

Empezó a seguirlo sin pensar. Mientras lo veía casi caerse en su errática carrera a causa del alcohol no podía dejar de reírse, todo era tan ridículo pero lo disfrutaba, le costaba respirar y a ratos al parecer a Yuu también, porque se paraba y se quedaba con  las manos sobre las rodillas.

 

 

 

Se miraban y se reían. Entonces volvían a correr.

 

¿Dónde estaba el auto? Realmente importaba poco.

 

No tenían ni idea de donde estaban y probablemente tampoco les importaba.

 

 

 

Corrieron un poco más, hasta que Yuu se detuvo para abrir las manos como si fuese Cristo bendiciendo algo mientras miraba al cielo o el cielo fuese el que lo bendecía a él con la lluvia, a él; un hermoso pelinegro incapaz de madurar.

 

 

 

 

Ojalá no lo hiciera nunca.

 

 

 

Era una visión hermosa. El también quería ser así, libre, desenfadado…

 

 

 

 

 

“Bendíceme Yuu,  estoy cansado…”

 

 

 

 

 

Y se desplomó.

 

 

 

 

Sintió al batero dándole palmadas en el rostro, luego alejarse y se extrañó porque no sentía la lluvia más.

 

—Gracias a dios, que idiota que eres, pensé que estabas muerto…—Le dolía la cabeza, no entendía del todo lo que estaba pasando, el lugar estaba oscuro y vio a Yuu sin remera, estrujándola en el suelo de… ¿un gimnasio?

 

 

¿Cómo habían acabado allí?  Se dio cuenta que estaba sobre una colchoneta.

 

 

—Casi te rompiste la cabeza y nos metí aquí no sé cómo, pero no hay nadie. Estás pesado Kei…

—¿En un gimnasio… estamos en un colegio?

—Ah… no sé, pero, ¿qué hora es? —.El guitarrista se subió la manga del impermeable que traía con dificultad.

—Las 3…—Intentó mirar los números de al lado, pero se rindió, aun se movían—…3 y lo que sea Yuu—. Se quitó el impermeable y lo lanzó a un lado, tendiéndose sobre la colchoneta de nuevo.

—Bueno, es sábado o domingo, pero no pasa nada, los colegios no abren los domingos, ¿sabes?

—Cállate Yuu, siento que voy a morir… —Lo escuchó reír de nuevo, sonrió con los ojos cerrados.

—Está bien líder, lo siento, no diré nada más —.Se tendió a su lado en la colchoneta dejando todo tirado y le dio la espalda, acurrucándose sobre sí mismo. Estaba cansado.

 

 

Dormitaba cuando de pronto despertó, algo se movía. Abrió los ojos y se dio cuenta de que ese tenue movimiento era el batero temblando fuertemente a causa del frío, se preocupó. Aún así, el otro parecía dormido dentro de todo. Se levantó, las ropas que traían puestas y las que se habían quitado estaban empapadas, no muy lejos atisbó un apilado de género, pensó que quizá eran los cobertores de los taburetes de salto, siendo así, eran grandes y servían.

 

 

 

Regresó y cubrió al imprudente pelinegro quien ni se había puesto la chaqueta aunque fuese por encima.

 

 

—Eres tan idiota Yuu… nunca tienes cuidado de nada—. Lo reprendía, aunque el otro no lo escuchase. El batero se giró hacia él aún dormido y aprovechó de sobar su brazo con sus manos, realmente estaba congelado, no sabía que tanto podía ayudar en realidad, entonces de manera demasiado veloz para alguien que se encuentra adormilado su compañero se aferró a él, pegando su congelado cuerpo al suyo, apenas tibio.

 

 

Sin embargo, en vez de terminar de congelarse, sintió como le empezaba a arder el rostro al percibir como el otro descaradamente le pasaba las manos por debajo de la polera hacia su espalda y le tiraba el aliento tibio en el cuello, incluso, podía sentir apenas el roce de sus labios allí. Tomó aire y lo soltó de prisa, tratando de no pensar en nada extraño.

 

 

Pero no podía.

 

 

Yuu estaba despierto y lo sentía.

 

 

 

Veía el pecho de su líder subir y bajar a demasiada velocidad y quizá cada vez más rápido, su pulso, ojalá pudiese morderlo. Rozó su nariz en aquel sitio sensible donde estaba cómodamente cobijado y le olió;  el aroma mezclado del perfume y del tabaco al que era terriblemente adicto le volvían loco. Llevaba mucho tiempo ocultándolo y sólo imaginándose cosas, cosas que podía hacerle que le ayudarían a relajarse y sentir mejor cada vez que los otros dos descriteriados de sus compañeros le hicieran enojar y fruncir el semblante bonito que tenía, ¿es que nunca lo habían visto reír? Quizá era algo tan poco frecuente que cuando ocurría le hacía ver torpe, tímido. Genuino.

 

 

 

Como el día en que lo conoció, audicionando para Valluna.

 

 

Se permitió acercarse, subir, poco, lento, sutil… ¿por qué no? Su corazón saltaba desbocado dentro…

 

 

 

¿Por qué no?

 

 

 

Lo halló con los ojos cerrados, pero sabía que no dormía, unió sus labios a los suyos apenas haciendo presión, se sentía idiota, como si hubiese olvidado como besar  y  Kei, su inalcanzable guitarrista se sobresaltó y se alejó, como si recién despertase.

 

 

 

Pero ya estaba sumido en su propio sueño y no iba a quedarse así. Sin despegarse de él regreso por donde venía hacia su cuello, no titubeó en acariciarle con su húmeda lengua como degustando su comida favorita por primera vez. Lo sintió removerse de nuevo pero lo aprisionó entre sus brazos hasta sentirlo suspirar, hasta que fue el mismo quien le demandó más enredando sus manos en su cabello, mientras Yuu empezaba a morderlo. Se aferró a su cintura y mordisqueó su oreja ladeándose sobre él, lo escuchó jadear y sonrió; había recuperado su confianza.

 

 

 

 

 

Siendo directo bajó su mano a su entrepierna topándose con una semi erección, casi temblaba de la emoción. Dispuesto a brindarle toda la atención necesaria continuó acariciándola con dedicación, lo vio apretar los ojos y deseando ver más de aquello, desabrochó su pantalón y bajó su cremallera para poder proporcionarle placer con mayor comodidad,  pero apenas comenzaba cuando Kei  lo empujó violentamente y se sentó, agitado.

 

 

 

 

 

Parecía que de pronto hubiese despertado por completo, aun así se tambaleo.

 

 

 

 

Se sintió despojado y hambriento, lujuriosamente hambriento. Se inclinó sobre el suelo, gateando hasta él, parecía entre asustado y agitado,  sin tener el dominio de sí mismo.

 

 

 

 

 

Le escrutó los ojos con las manos apoyadas en sus rodillas y como pensó, aquello  le agitó más. Estaba en sus manos.

 

 

 

 

 

Sentía que era malo seguir estando él así, pero ya no podía controlarse, por lo que arrodillándose, intentó alcanzar su boca de nuevo siendo esquivado. Kei realmente lo confundía con su actitud, era ambivalente; no sabía si sentirse rechazado o no.  Sujetó su rostro y volvió a su cuello, era presa absoluta del deseo por el otro que le quemaba por completo. No le importaban las condiciones, las cumpliría todas para poder darle un poco más, una pequeña parte de lo que sentía, de sí.

 

 

 

 

Aquel trozo de carne seguía al descubierto negándose a bajar, le tomó con firme  y tentadora cadencia, escuchando un gemido ahogado.

 

 

 

 

 

—¿No te gustó? —Se atrevió a soltarle en el oído, sensual,  moviendo su mano otra vez—...Parecías complacido —. Le soltó.  Se alejó y se quedó apoyado sobre sus manos, casi a horcajadas sobre él. Se miraron fijamente,  se quedó unos momentos embelesado en su mirada vibrante y desconcertante  a la vez, indecisa pero colmada de deseo.

 

 

—Mírame,  Kei .

 

 

 

 

 

Deséame,  Kei ”

 

 

 

 

 

 

 

“Porque te deseo desde el día en que te conocí”

 

 

 

 

 

 

Se llevó la mano a los labios para luego hacerla descender por su propio cuerpo y perderse en su pantalón. Lo vio dejar de respirar y tragar saliva, inmovilizado, tal vez esperando ver más. Sonrió con malicia.  Sorprendiéndolo, gateó y descendió hasta su miembro. En un último intento vano de lucidez Kei hizo ademán de detenerlo pero gimió sin poder evitarlo cuando lo sintió aprisionarle con los labios.

 

 

 

 

 

De ahí en más perdió su dimensión racional por completo. Cerraba los ojos y los abría, lo veía y se sentía arder, no lo creía. Perdiendo la fuerza en los brazos se dejó caer sobre la colchoneta y con Yuu observándole, habiendo reemplazado sus labios por una de sus manos, tuvo el orgasmo más intenso que recordó haber sentido. Hubiese querido decir algo cuando acabó o enojarse, sí, reprenderlo por hacerle sentir algo así… pero temblaba.

 

 

 

 

 

 

Se sintió expuesto, frágil y su sonrisa  nuevamente fue lo último que vio antes de  dormirse, sintiendo sus suaves caricias sobre su cabello.

 

 

 

 

 

 

 

Me besas, me besas… Incluso así, estás lejos.

Me tocas, me tocas, cerrando el espacio entre nosotros.

Estás vacío y yo te lleno, justo así, me convertiré en miel caliente.

(...)

Tenlo seguro, no seas ambiguo

“Quédate conmigo”

 

Este sentimiento, en un instante, es algo así como un rezo

“Quédate conmigo,  incluso si no lo juras”

 

 

[porque]

 

 


Mi yo completo, se entrega a ti
….y reluciente , se esparce.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Este capítulo está pensado en el fan vieja escuela de  Diaura (?) hahahha como si algo así pudiese existir en una banda de casi 6 años... bueno, a lo que voy es que estaba pensado para muchos de los que llegamos a amar a Yuu y a esta pareja del fandom.

 

En este fanfic, están incluidos  los 5 miembros actuales de la banda y Yuu, por ende como podrá imaginar, el mundo arderá por todas partes, incluso en "la otra puerta" , la vertiende de la historia de Kei y Yuu.

 

Me he valido de Yuu para poder explicar a Kei y su personalidad reprimida en esta historia, por lo que si le dio aversión :c (?) ¡tiene que resistir!

 

Me vi tentada a titular este capítulo "Genesis of the end" pero aún es demasiado pronto, ¿falta Tatsuya, no?

El capítulo que sigue, empieza con el encuentro de Yo-ka y Shoya, finalmente.

 

 

 

No le pierda la pista y  prepare sus pañuelos, porque Yo-ka va a doler.

 

Más bien, nos va a doler.

 

 

 

Gracias y lamento la terrible tardanza, estaré respondiendo sus review. 


¡Nos leemos!


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