Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

-Diamond Virgin- [Todakanu tegami] por aiko shiroyama

[Reviews - 78]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Han pasado 84 años (?)
 
Bueno, pero dicen que mejor tarde que nunca.
Actualmente quien escribe, es psicóloga titulada. Sigue sin tener tiempo, pero sí tiene motivación para cumplir sus promesas.
 
Esta es una de ellas.
Nunca está demás pedir perdón. Lamento la terrible tardanza.
 
Sólo recordarles que las letras en cursiva a la derecha SIEMPRE son canciones, generalmente de la canción que le da título al capítulo.
 
Dedicado a todos los Team Yo-ka (?) que aún queden por ahí.
 
Y sobre todo, a los poquitos pero siempre leales lectores que han esperado mucho tiempo por esta actualización.
 
Gracias, de todo corazón.
 
Si algún lector nuevo o antiguo aparece por aquí y desea ir sabiendo cosas de las actus antes de que se publiquen, puede seguirme en el siguiente instagram: @alma_caleidoscopica
 
Ahora sí, ¡a leer!

Capítulo XII: Kairi  

Pensó que tal vez caminando y recreando la vista con el paisaje, ya invernal, podría dejar de estar ensimismado en los recuerdos, pero lo cierto es que le estaba costando. Pese a eso se sentía cómodo estando afuera, aunque no iba lo suficientemente abrigado. Quizá porque al asilo de la noche, del silencio y de la vereda húmeda, no se sentía expuesto a las miradas incisivas de las personas, más con su desgarbado aspecto. Además, el ambiente reflejaba exactamente como se sentía en ese momento; un poco lluvioso, un poco frío y quizá inclusive, un poco ajeno a este mundo.

 

 

En modo automático, Yo-ka entró al convini y tomó los primeros cigarrillos que vio sin ni siquiera fijarse si es que eran los que fumaba a menudo y en tanto esperaba que el joven tras el mostrador atendiera a otra persona antes que él, nuevamente se dejó llevar por los recuerdos en apenas segundos.

 

 

Aún con el tiempo que había pasado desde ese entonces, le costaba creer que Shoya tuviese una canción de Valluna en el móvil. Su mente se remontó a la primera navidad que pasaron juntos. El cómo había sucedido se reducía a una simple pregunta del bajista a último momento.

 

 

Mientras Kei y Yuu se habían ido de inmediato luego del acústico navideño para llegar a sus casas a tiempo, tanto él como Shoya se habían dirigido a la compañía a "buscar unas cosas", "resolver unos pendientes", etc. Pese a que llegaron juntos, cada uno por su lado vio pasar las horas, lo suficiente como para poder irse a sus respectivas casas sin que nadie les hiciera preguntas incómodas.

—¿Yo-ka? —Recordaba su semblante abruptamente pálido al encontrárselo de frentón en la salida fumando, pero con todo, hermoso.

—¿Te vas? Te acompaño a casa.

 

Habían hecho el camino en silencio, bordeaban las nueve y las luces multicolor brillaban por la ciudad.

 

—¿No vas a casa de tu familia en estas fechas?

—¿Y qué hay de ti? —rebatió, evadiendo la pregunta.

 

Recordó su semblante aproblemado, pero realmente tenía curiosidad.

 

— No me llevo mucho con mi familia... a decir verdad, prefiero pasar estas fechas por mí cuenta a fingir cosas que no siento.

 

 

«Una deslumbrante sinceridad», pensó. Cada cosa nueva que descubría de él le gustaba más, aunque en la actualidad recién pudiese caer en que su querido Shoya se guardaba muchas cosas en realidad.

 

 

Que lo había idealizado.

 

—Disculpe, ¿se le ofrece algo más? —Yo-ka no escuchó la pregunta, parecía completamente fuera de la realidad, con la vista fija en algún sitio—. Discúlpeme… ¿Se siente bien? —. Sólo pudo reaccionar al tacto cálido de la mano del dependiente, quien se sobresaltó cuando el joven vocalista retiró su brazo un poco brusco.

—Estoy bien… —Soltó un poco apurado, escueto. Sólo dejó un billete que ni miró sobre el mesón y añadió —: quédate con el cambio —, antes de salir deprisa del lugar.

 

 

Se sintió algo enceguecido con el farol que estaba fuera de la tienda, aunque la luz amarilla que este proyectaba lo transportó de regreso a su escafandra de recuerdos.

 

 

Notó los ojos miel del bajista escrutando su rostro, haciéndole la misma pregunta que él le había hecho. ¿Y qué podía decir? No lo pensó mucho, era imposible ser abiertamente honesto, así que dijo la mentira más cercana a la realidad que se le ocurrió; que sus padres habían muerto en un accidente y por obvias razones, pasaba la navidad solo en Tokio.

 

 

Hasta ese momento habían ido caminando a paso calmo, pero vio a Shoya detenerse de improviso, llevarse las manos al rostro y llorar.

 

 

Lo tenía grabado en la mente, ¿por qué lloraba? Le costaba entender. Él era capaz de sentirse triste por lo que le pasaba.

 

Lo abrazó.

 

—Está bien —le había dicho para calmarlo —, ya lo he superado.

 

 

 

Suspiró, abriendo la ventana y deteniendo a la vez el hilo de sus recuerdos. De pronto el aire se hacía escaso y es que desde que había regresado a casa de la tienda no había hecho más que fumar y pensar.

 

 

Si Shoya supiera, si sólo pudiese dimensionar lo terrible de la verdad que no quiso revelarle, ¿lloraría y se quedaría a su lado?, ¿seguiría siendo el mismo Yo-ka para él? No podía no preguntárselo, mientras fumaba el último cigarro de la primera cajetilla.

 

—¿Quieres venir a casa?

—¿Eh? Y comeremos ramen navideño —bromeó, secándole algunas lágrimas. Él sonrió dulcemente.

—He comprado pollo y pastel ayer, no te creas que por pasarla solo no como bien.

 

 

Shoya siempre pensaba en los detalles. Esa era otra de las características típicas de su personalidad. Cuando se vestía para los MV solía sugerirle cosas que combinaran, tenía muy buen gusto.

 

Al final, acabaron borrachos imitando que tocaban Sonzai Riyuu “raison d’etre” de Valluna, cortesía del móvil de Shoya. Se había partido de la risa cuando el castaño imitó a Kei haciendo el solo, efectos de guitarra incluidos. Es que a Sho le salía la personalidad ebrio, era un encanto. Él sólo se había representado a sí mismo, mientras el bajista imitó a la banda entera cambiando de posición de vez en vez; realmente se atragantaba con su propia risa.

 

 

Rio también en la realidad, mientras se secaba una traviesa lágrima, tenía los ojos vidriosos. Realmente, tenían varios momentos ridículos y felices juntos.

 

 

 

Lo extrañaba.

 

 

La cosa cambió de matiz cuando imitando la escena del Rokumeikan, aquel agitado y algo lejano last live de Valluna, le había dicho que correspondía el fan service. Le dijo que fuese Kirimaru y Shoya se había puesto furioso, él se había reído de su berrinche, mientras el bajista con la lengua traposa soltaba improperios contra el bajista de su antigua banda. Lo escuchó hasta que se cansó, sentado a su lado en el sofá, Shoya parecía en mal estado sentado de medio lado en el sillón con el costado izquierdo de su cuerpo reposando en el espaldar.

 

 

—¿Estás muy ebrio? —El castaño asintió de inmediato, torpemente—. Y odias a Kirimaru por besarme —, volvió a asentir, con los ojos cerrados.

—Entonces bésame Shoya, muéstrame que eres mejor que él.

 

 

Había fuego en sus ojos.

 

 

Y había fuego en su piel y en sus manos cuando le sintió colarse debajo de su ropa, sentado a horcajadas sobre él.

 

 

Aquel día hizo un esfuerzo sobrehumano por no concretar aquel juego, estaban ebrios y en medio de todo eso, de su nerviosismo, Shoya había confesado que nunca se había acostado con nadie. Desde ese momento, ya no estuvo más ebrio. Alguna parte suya quiso intentar encontrar la manera de darle una primera vez digna de recordarse y no iba a ser en ese momento, ni en esas condiciones, se sentía dándole caricias torpes y pensó, que su preciado Sho merecía mucho más que eso.

 

 

Era romántico y tonto reprimirse así, pero quería que fuese algo especial, de alguna manera, para él también sería una primera vez, la primera vez que tomaría el cuerpo de alguien con un sentimiento distinto de la lujuria pura, algo más… aunque no pudiese definirlo bien.

 

 

Para ese punto, varias lágrimas habían escapado de sus ojos y de la segunda cajetilla ya quedaba menos de la mitad. Es que era ridículo como su torpe deseo se había hecho pedazos, «ojalá no hubiese esperado tanto», pensó.

 

 

¿Habría sido todo diferente?

 

 

Aún le quemaba no haber sido el primero, nunca podría superarlo. Pero le dolía más ese terrible sentimiento y necesidad que tenía por Shoya.

 

 

Y que él no estuviera ahí a su lado para compartir esos ridículos recuerdos y reír juntos.

 

 

Tomó el teléfono, las 22:50 pm, ¿qué estaría haciendo en el departamento de Kei? Lo imaginó con sus lentes revisando fotos de las nuevas colecciones de ropa de la Sex Pot y la Jury black, mientras inevitablemente apretaba su número en la pantalla.

 

 

Aoi sólo pudo recuperar la noción del tiempo cuando sintió algo vibrar cerca de su cuerpo. En cuanto sintió el calor del bajista alejarse, percibió como su corazón bajaba de su garganta y regresaba a su lugar normal, en su pecho. Aunque a la vez, se sentía algo decepcionado de sí mismo y confuso al ver como el semblante del castaño cambiaba de pronto al mirar su teléfono, para luego regresar rápidamente al automóvil.

 

—¿Shoya? —preguntó luego de subir a la camioneta, raudo. Estiró su mano hacia él sin atreverse a tocarle, luego de verlo con los codos sobre las rodillas sosteniendo su cabeza con ambas manos. Su cabello, algo desordenado por la leve ventisca de la intemperie, cubría su rostro por completo.

 

¿Lloraba?, ¿estaba enojado?

 

—Yo… necesito volver a casa… yo sólo…

—Todo está bien —dijo, abriendo los vidrios para que el otro pudiera respirar, al notar su voz ahogada—. Tranquilo.

 

 

Aunque no estaba seguro de que eso fuera cierto, sólo piso el acelerador a toda prisa.

 

 

Kei llevaba un rato apartando el molesto aparato que vibraba sobre su cama negándose a abandonar la primera siesta reparadora que había tenido en mucho tiempo, pero no pudo evadir por demasiado tiempo el insistente sonido del timbre del departamento. Se removió torpemente sobre la cama. La primera señal de alarma al abrir los ojos fue que salvo los ronroneos de Buri justo a su lado, no había sonido alguno más en la casa, así que en cuanto el timbre sonó de nuevo, se levantó algo más despierto y comprobó el reloj antes de chillar escandalizado y abrir la puerta recibiendo justo a quien se esperaba.

 

—¿Y dónde se supone que estabas? —le plantó, omitiendo el hecho de que por alrededor de cinco horas había olvidado por completo la existencia de su castaño amigo. Pero Shoya sólo se limitó a pasar de largo directo a su habitación, cerrando la puerta tras de sí.

 

 

“Lo siento”, leyó una última vez en la pantalla de su móvil, antes de ocultar su rostro lloroso entre las almohadas de su cama.

 

“Lo siento”, repetía a su vez el vocalista, tan sólo moviendo los labios y sin emitir sonido alguno, mientras miraba el techo y las luces tenues que se reflejaban en él por el visillo de la ventana. No necesitaba ser adivino para entender, que luego de tres llamadas no contestadas y un mensaje sin respuesta, su impulsiva pero sincera primera estrategia de acercamiento había fracasado.

 

 

Era la primera vez que le pedía perdón por algo sinceramente, aunque empezaba a sospechar que no era la primera ocasión en que debió decirlo. Y eso hacía acaso más intensa, la profunda sensación de soledad y el frío de esa noche, que amenazaba con volverse nuevamente interminable.

 

 

El pasar de los días lluviosos no ayudó en nada a disipar el creciente ambiente melancólico, bien parecía cierto aquello de qué, detrás de la ira y luego de que las cosas explotan, lo único que queda es la tristeza. A Kei poco le quedaba de la repentina y momentánea adrenalina que sintió aquel día en que se atravesó con Yuu en aquella absurda situación en la compañía y sinceramente, no se le estaba ocurriendo ninguna razón medianamente aceptable para volver a salir sin ser víctima de Shoya en modo detective del amor, en cuyo papel lo irritaba en demasía.

 

 

Sin embargo, el castaño bajista parecía de todo menos preocupado por los absurdos pensamientos de su compañero guitarrista. Se había vuelto inusualmente inactivo, ya ni luchaba por asomar la nariz a la calle como cada día antes de aquel en que llegase tan tarde, así también le hablaba más a Buri que a Kei y este tenía que obligarlo y observarlo durante la cena para que comiera lo que fuera que improvisara o pidiera al delivery, porque ya no se estaba dignando ni a cocinar, aún sabiendo que el guitarrista era bueno para muchas cosas menos para preparar comida; hasta el arroz le iba mal, aún existiendo una arrocera flamante y cara en su departamento.

 

 

¿Estaba deprimido?, ¿qué había pasado esa noche en específico? Kei sabía que ambos no eran los seres más conversadores del mundo (y probablemente por eso habían hecho buenas migas desde el colegio), pero el silencio se estaba poniendo un poco extremo, por decirlo de alguna forma; no era posible que Buri maullara más de lo que ellos dos llevaban hablando en los últimos cinco o seis días.

 

 

Decidido (¿lo estaba?) a acabar con esa situación, el guitarrista abrió la boca para preguntarle de frentón por qué demonios se había vuelto mudo, pero justo cuando Shoya por arte de magia hizo contacto visual con él prestándole atención, el sonido del timbre retumbó como si fuera una campana por toda la estancia.

 

 

Ambos miraron la puerta y luego se miraron mutuamente con sorpresa, sosteniendo los palillos ante el ramen instantáneo que Kei había comprado, por tercera vez en la semana.

 

— ¿Esperabas a alguien? —Shoya fue el primero en verbalizar la pregunta que se había formulado en ambos a la vez.

— No, ¿tú…?

— Ah, sí. Esperaba la muerte Kei, qué genio…—respondió de malas, rodando los ojos. Al parecer además de deprimido, encima estaba irritable.

— Ya cállate, mejor ni te hubiese preguntado —. Y antes de que su compañero pudiese arremeter, se levantó de la mesa para abrir la puerta a quien fuese que estaba llamando en plena hora de la cena.

 

 

Casi le había dado un infarto cuando se lo topó casi de frentón afuera del edificio de Kei, Yo-ka  apenas si había alcanzado a lanzarse tras los arbustos de la entrada y el baterista, que —afortunadamente— tenía la costumbre de usar audífonos gigantes e ir con la música a todo volumen por la calle, no logró percibir ni el sonido del bulto cayendo al suelo ni menos notó el movimiento de las ramas con el viento que había, absolutamente ensimismado en sus pensamientos referente a lo que estaba a punto de hacer. En ese instante, el vocalista recuperaba la respiración en las escaleras, exactamente un piso más abajo del departamento de Kei, luego de haberse pasado casi de rodillas y a toda prisa el recibidor mientras el conserje se daba la vuelta a poner el libro de visitas en su lugar, después de estarlo revisando un rato más desde que Yuu lo firmase.

 

 

Últimamente le parecía que todo lo que estaba haciendo era absurdo y poco propio de él, pero estaba francamente desesperado y en su cabeza sólo podía repetirse aquella frase que lo alentaba a respirar cada día, luego de tener que soportar en la más absoluta soledad sus pensamientos y recuerdos durante aquella semana y unos tantos días: 

 

“Al menos tienes que intentarlo, por Shoya”.

­

 

 

 

Fueron probablemente los cinco segundos más largos de su vida, Kei se había quedado de piedra: nada más y nada menos que Yuu en persona, con una parka de casi el doble de su talla y con los labios pálidos, yacía justo frente a él con las manos en los bolsillos.

 

 

Parecía que ambos habían olvidado cómo interactúan las personas normales, contemplándose aquellos eternos instantes en silencio. El baterista que, normalmente y cuando todo iba bien, ya le habría hecho alguna broma logrando sacarle alguna risa a su compañero, en ese momento sólo tragaba saliva, cuestionándose en medio segundo en qué momento ir al departamento de Kei sin avisar, cuando anochecía, a pie y por una razón tan tonta, le había parecido una buena idea.

 

 

Pero es que, a decir verdad, en cuanto pasó por la tienda de música, su mente o tal vez su corazón no pudo pensar en otra cosa y simplemente improvisó. Sin embargo, haber pensado al menos que decir, habría sido genial.

 

Intentando acabar con aquella insostenible situación, fue directo al grano.

 

—Aquí tienes —le espetó de pronto, estirando una pequeña bolsa que había sacado de uno de los enormes bolsillos de su indumentaria. Al no ver en el guitarrista ninguna reacción salvo un gesto acaso más confuso que cuando le abrió la puerta, agregó—: ¿No estabas enfadado por ella, la vas a tomar o no?

 

Kei intentaba procesar la información, pero en primer lugar ni se podía creer que Yuu estuviese ahí a esa hora, con el frío que hacía y en segundo lugar, parecía que había olvidado hasta como leer. Eso le habría permitido adivinar el contenido del pequeño paquete que el pelinegro sostenía con insistencia frente a él, aunque la lentitud de su cerebro le impidió hasta asociar a algo el evidente dibujo de la guitarra en el logo de la bolsa y con ello también, resolver aquel efímero enigma.

—Kei, ¿sabes? Tengo frío y no estoy como para esperarte toda la vida, así que toma—. El frío contacto de la mano del baterista con la suya entregándole un envoltorio con un encordado nuevo de guitarra, lo hizo reaccionar. Yuu continuó hablando—: No sabía cuál de todas rompí así que he comprado el paquete completo. Espero que esté bien…

— Yo… — Soltó apenas.

—Bueno, eso es todo. Adiós—. Se dio la media vuelta, dispuesto a irse.

—¡Espera! — Reaccionó de improviso Kei, agarrándole por el gorro de la parka.

—¡Pero qué demonios! —chilló el otro, asustado— Primero estás como de piedra y luego sales con…

—¿No vas a esperar a que de las gracias o algo, pensabas irte así nada más? —dijo, ridículamente irritado.

«¿Es en serio?», pensaron Yuu y Shoya a la vez, el primero con cara de estupefacción y el segundo palmeándose la frente, desde el interior del departamento.

—Tienes que estar bromeando.

 

«Aquí vamos otra vez», pensó el bajista, ya con la mano apoyada en el mentón rodando los ojos, mientras Buri se subía a la mesa y olía la sopa de Kei. Dentro del departamento mismo se escuchaba como la discusión subía de tono afuera entre los otros dos, aunque en realidad no hubiese otra razón para hacerlo más que gustarse mutuamente y no saber hablar como seres humanos normales ni mucho menos, como adultos maduros. ¿Era tan difícil decir «te extrañaba tanto que me inventé esta excusa para verte» y «eres un idiota, pero no te vayas todavía»?

—Esto va para largo, Buri…—Acarició al gato, mientras este se arrimaba cerca de él sobre la mesa, algo que Kei habría repudiado por su obsesión por la higiene.

 

Luego de alrededor de unos 15 minutos, ya dormitando sobre la mesa y con el porte de sopa vacío, se sobresaltó con el sendo portazo de Kei, acompañado por un “¡Qué idiota!” lanzado al aire, mientras se jalaba el cabello medio desesperado.

 

«El idiota eres tú», estuvo a punto de verbalizar, pero para ser honesto consigo mismo no es como que le apeteciera ponerse a discutir con su compañero justo en ese instante, por lo que sólo se limitó a levantarse de la mesa para dirigirse al sillón en cuanto el otro se sentó, al parecer con intención de empezar a quejarse: simplemente, no estaba de humor para nada.

 

 

Entendiendo y además sin apetito alguno, el guitarrista sólo suspiro pesadamente depositando sobre la mesa el paquete con el encordado de cuerdas. Cerró los ojos; quiso volver. Quiso abrir la puerta de nuevo y cambiar cada actitud y palabra que había dicho, antes de darle nuevamente con el trozo de madera casi por las narices al perder la paciencia con el sarcasmo típico de Yuu cuando se sentía atacado.

 

 «Gracias. En verdad no debiste molestarte», verbalizó en su mente, ¿qué hubiese seguido luego?: «Hace frío, ¿quieres pasar?... podrías beber algo e irte a casa luego».

 

O quizá no. Tal vez, sólo tal vez podría haberse quedado y hablar, hablar de cualquier cosa, olvidando que todo lo que habían hecho hasta ese momento era discutir como estúpidos y regresar de alguna forma, justo al instante previo antes de que todo se desvirtuara. Podría seguir acariciando su cabeza cada vez que lo veía cansado y haberle dicho que no había problema si se quedaba porque, de todas maneras, no había nada que hacer temprano en la compañía y luego, en medio de la noche…

 

 

Se detuvo en ese mismo instante, acalorado. Shoya lo miró, de todas maneras, se había levantado bruscamente del asiento casi llevándose la mesa por delante y, antes de que su amigo tuviese siquiera la oportunidad de emitir comentario alguno, pasó raudamente por su lado, soltando apenas un “me voy a duchar”, antes de acto seguido, encerrarse en el baño.

 

 

Volvió a quedarse solo, tomó su móvil por inercia para abrir nuevamente —y tal vez, de manera masoquista— aquel mensaje.

 

 

“Lo siento”

 

 

¿Por cuál de todas las cosas?

 

 

Se enfadó repentinamente pasando de inmediato a una intensa sensación de culpa, al recordar dónde estaba y qué estaba a punto de hacer exactamente, cuando recibió aquel mensaje. Si hubiese que hablar de culpables, claramente todos tenían una parte que aportar a la enmarañada trama que se estaba tejiendo entre ellos y en la que debía reconocer, era probablemente quien tenía el poder de romperla, pero que sencillamente, no sabía como acabar.

 

 

Se deslizó por la pantalla, saliendo del mensaje y revisando los anteriores. Yo-ka no era exactamente lo más romántico ni lo más comunicativo del mundo con él, no verbalmente al menos, pero de todas maneras en su especial forma de ser lograba hacerle entender que lo necesitaba.

 

 

 

“Sho~….

Sho~… ¿estás despierto?

Estoy en mi cama pero tengo demasiado frío y así no puedo dormir.

¿Puedo ir a tu casa?”

 

 

 

Aquel había sido uno de aquellos pocos mensajes antes de que todo se fuera al infierno. Suspiró, sintiéndose un poco abatido y acaso un poco más perdido de lo que había estado los días anteriores. Le dolía el pecho al pensar que, si probablemente su mensaje no hubiese hecho vibrar su teléfono justo en ese momento, quizá ni siquiera hubiese llegado al departamento de Kei aquel día.

 

 

De pronto, el timbre volvió a retumbar en el departamento, sacándolo de su ensimismamiento. Antes de poder pensar en cualquier cosa, escuchó alzarse desde el baño la voz del dueño de casa, quien había estado bajo el agua por casi media hora.

 

—¡Si se le quedó algo al idiota ese, dile que ni piense en moverse!, ¡Aún tengo cosas que decir! —Como respuesta sólo alzó una ceja poniendo una mueca de disgusto. Esperaba que al menos la ducha le ayudara a refrescar la mente a su amigo, pero no.

 

 

Sin mayor preámbulo, sólo se acercó a la puerta, giró la manilla y se apresuró en volver rápidamente al sillón. No tenía ganas de ser mediador entre sus dos compañeros de banda y estaba seguro de que Yuu no esperaba una cálida bienvenida si había tenido la brillante idea de regresar para avivarle el pleito a Kei.

 

 

—Shoya.

 

Ya casi llegaba a su destino, cuando de pronto un escalofrío recorrió su cuerpo. Y, no se trataba del frío que inmediatamente tomó posesión del lugar al abrir la puerta, sino que, aún en su estado parsimonioso era capaz de percibir que aquella voz, claramente no era la del baterista. Es más, reconocería esa voz donde fuese, entre miles de otras voces.

 

 

Cerró los ojos evocando en la reverberación de ese sonido, miles de imágenes y recuerdos mientras se giraba con extrema lentitud; como si alguna vez, hubiese querido o siquiera intentado, resistirse a él.

 

 

Yo-ka estaba frío, como si hubiera muerto y en cuanto notó que fue exactamente él quien abrió la puerta, había dejado de inhalar aire, exhalando un último suspiro en la forma de su nombre.

 

 

¿Lo había logrado?, ¿había llamado su atención?

 

 

Shoya se había girado y sus ojos lo estaban viendo. Lo tenía frente a sí después de alrededor de 15 días o algo similar, entonces, ¿por qué sentía que el valor se le había ido a los pies?

 

 

Un leve temblor se apoderaba del cuerpo del vocalista al tiempo que el castaño se acercaba lentamente hacia el umbral de la entrada. Separó los labios para decir algo pero en ese preciso instante vio como desde atrás aparecía Kei a extrema velocidad para interponerse entre ambos. En menos de dos segundos, el líder había sido capaz de vislumbrar el real desastre que ese encuentro significaría; aún era demasiado pronto.

—Espera… Kei, ¡Shoya! —Alcanzó a gritar interponiendo un brazo, antes de que Kei sencillamente intentase cerrarle la puerta en la cara.

—¡Te dije que te mantuvieras lejos, Yo—ka!, ¡No lo hagas más difícil!

 

 

¿Eso era todo?, ¿iba a quedar hasta ahí?

 

 

—Kei necesito… ¡Necesito a Shoya!... ¡Por favor! —Tal vez, por la angustia de ver como escapaba su única oportunidad, su voz se quebró hacia el final de la frase. De forma caótica como todo hasta ese momento, sintió su mano ser sostenida desde el otro lado de la puerta, por la persona que tanto anhelaba, quien contra todo pronóstico se estaba revelando ante los esfuerzos del guitarrista de expulsarlo de una vez por todas.

—Yo—ka… —sentía como si fuese a romperse con cada lágrima que le veía caer—, ¡Yo—ka! —Repitió, mientras el otro cerraba la mano sobre su antebrazo con fuerza, sosteniéndole la mirada en medio del forcejeo. Ver a Yo-ka llorar, era extraño para él y ahora se daba cuenta, que también era insoportablemente doloroso.

 

 

 

 

 

“Mirándome, con esos ojos tan profundos…
son tan transparentes, que puede verse claramente a través de ellos
¿Se puede describir tal rareza?”

 

 

 

A decir verdad, no tenía idea de si quería oírlo o no, sólo sabía que no quería que se fuese, ni que desapareciese de su vida de ninguna manera.

 

—¡Shoya, basta! —Intentó controlar la situación, pero parecía que ninguno de los dos estaba dispuesto a hacerle caso alguno

—… ¡Lo siento! —volvió a decir, antes de que al fin haciendo un esfuerzo sobrehumano, el líder por fin lograse cerrar la puerta, separando sus manos.

—No… ¡Yo-ka! — El guitarrista tuvo que ponerse frente a la puerta para evitar que el bajista casi fuera de sí se abalanzara sobre ella.

—Se fue, Shoya…

— Yo-ka…. —lo vio inclinarse en el suelo, mientras empezaba a sollozar. Bufó exasperado; era tal como pensaba, nadie estaba listo para hablar absolutamente nada y no tenía ni idea de cómo se supone que se reunirían nuevamente como banda en algún momento si todo seguía así. Sin poder hacerse el duro por mucho más tiempo, levantó a su delgado amigo del suelo, para luego abrazarlo.

 

 

En tanto, Yo-ka sólo intentaba calmar su cabeza, su corazón y sus manos temblorosas sosteniéndose del barandal de la escalera, que en algún momento debía descender para volver a casa.

 

Para cuando al fin sintió que podía respirar con tranquilidad, sus manos estaban cubiertas de pequeños cristales que, apilándose en las calles, empezaban a teñirlo todo de blanco.

 

 

 

“Escena en blanco, noche de lágrimas blancas
Quiero pelear, deseo luchar…
para apreciar cada segundo,
los rugidos de mi corazón”.

 

 

 

 

Rindiéndose a la idea de intentar conciliar el sueño, se acercó al ventanal de la habitación; nevaba de manera suave, pero aun así, gélida. Se sentó en la mullida alfombra del suelo y acariciando la textura afelpada de la misma, fue súbitamente invadido por una imagen en su mente.

 

—¿No tienes nada más para abrigarte?, ¿qué no es la toalla de mano del tour? —dijo medio a gritos, en medio del ruidoso lugar, mientras le acomodaba el trozo de género a modo de bufanda en el cuello. Yo-ka sólo lo chitó, mientras los acomodaba a ambos un poco más debajo de la ligera techumbre bajo una de las atracciones del parque de diversiones de Nagoya, donde se encontraban de tour en aquella ocasión.

—¿No se supone que sólo estaría nublado y ya? —lo ignoró, mirando al cielo.

—Te vas a enfermar de la garganta y Kei va a rega…

—Yaaaa —había dicho, un poco harto—. Ni me voy a enfermar, ni vamos a irnos antes de subirnos a algo que te cambie la cara que traes. ¡Insististe en que querías venir y ahora estás con estas cosas!

—Pero era Yuu el que me iba a acompañar…—musitó rápido y en voz baja, mirando para otro lado para que el otro no escuchase.

—Pues, llámalo. Me voy de vuelta al hotel—. El vocalista simplemente tomó rumbo a cualquier parte, se apresuró en seguirlo.

—Nononono… lo siento, no dije nada—. Rio tímidamente al tiempo que lo sostenía del brazo, mientras al rubio aún no le hacía ni media gracia que despreciara su compañía—. Ven, ven aquí —, lo arrastró bajo otra techumbre, mientras seguía nevando.

 

 

Nevaba, justo como en ese momento. Abrió un poco el ventanal, para poder sentir el aire frío sobre su rostro.

 


—Bien… ¿Y qué vamos a hacer? Seguro pronto cierran el parque, está nevando demasiado…

—Dame un beso.

—¿Qué?

 

 

Rio nervioso, al igual que aquel día. Cerró los ojos, para poder regresar a ese momento tan vívido en su mente.

 

—¡Mira, hay un carrusel por allí! —y se quedó mirándolo, mientras el vocalista como si tuviese cinco años en vez de estar sobre los veinte, se apresuraba en ir a montarse en el juego, olvidándose por completo de la petición que le hiciese antes. Probablemente nadie que lo hubiese visto sobre el escenario o diciendo cosas subidas de tono, borracho en las salidas con los demás músicos de la compañía, podría imaginarlo en una situación así. Sintiéndose quizá privilegiado y en secreto, lo estuvo grabando mientras giraba y las mamás de los niños lo miraban con cara de susto; después de todo, se trataba de un adulto rarito, con el pelo decolorado y una toalla amarrada al cuello, montado sobre un caballo de plástico en una atracción para menores de edad. No es que fuese lo más normal a la vista.

 

 

Dejó de grabar y tomarle fotos, cuando vio como uno de los dependientes del parque se acercaba a él sosteniendo al vocalista, quien de pronto estaba pálido; se había mareado.

 

 

Estalló en risa casi hasta las lágrimas, en cuanto vio al chico desaparecer con gesto cansino, mientras le sobaba la espalda a Yo-ka buscando con la mirada de donde sacar algo con azúcar.

—No me importa que te rías de mí. He cumplido mi sueño —. Soltó el otro, enfadado.

—¿Nunca te habías subido a…?

 

Un rayo de luz repentinamente lo encegueció, Kei había abierto la puerta de la habitación.

 

 

—Shoya, ¿estás…?... dios, ¡qué frío hace acá! —El guitarrista ingresó cerrando el ventanal de golpe y cortando en el instante aquella alegre fantasía—. ¿Estás bien? —terminó su pregunta original, mientras se inclinaba frente al bajista, aún sentado en la alfombra.

 

«Lo estaba hasta que entraste», pensó. Pero dentro de todo, nada de lo que estaba sucediendo era culpa de su amigo—. Estoy bien—se limitó a responder, negándose sucesivamente al “té caliente”, “hablemos un rato”, “duermo contigo si quieres” y hasta al “te presto a Buri para que le hables”, que le había ofrecido el otro, medio desesperado por sacarlo de su ensimismamiento.

—Al menos métete a la cama, Sho… o vendré y me dormiré en el suelo contigo—. Acto seguido, saltó sobre la cama y se tapó hasta la cabeza, asomando la nariz sólo para comprobar que el guitarrista ya hubiese cerrado la puerta y no fuese a quedarse ahí en serio.

 

 

 

Suspiró y fue consciente al fin de su cuerpo luego de todo ese tiempo; estaba congelado, pero aún podía percibir la sensación de la mano de Yo-ka alrededor de su brazo. Acarició aquella zona, mientras su estómago se anudaba un poco al rememorar su semblante triste, tan diferente de aquel que se había regocijado de ver en sus recuerdos.

 

 

 

Hurgueteó nuevamente en su móvil, estaba seguro de que aún conservaba las fotos de ese día en algún lugar. En efectó halló el video y volvió a reír, observándolo esta vez en vivo y luego pasó las fotos una a una, hasta llegar a otras que no recordaba haber guardado.

 

 

Ya casi se iban del parque, luego de que inminentemente tuviesen que anunciar que debían cerrar por las evidentes condiciones climáticas. No se había subido a la rueda de la fortuna como deseaba, pero había visto a Yo-ka marearse en casi todos los juegos que se subieron y se reía cada vez que el vocalista algo irritado de ser el payaso de turno, le quitaba la vista de encima. Estaba en eso pensando que su nivel de disimulo alcanzaba para algo, cuando de pronto se vio arrastrado a una pequeña cabina.

—¡Ya deja de reírte! —le espetó el otro, aun cuando él algo perdido por la situación, ya había dejado de hacerlo.

—Qué… qué pas… —intentó decir, pero el vocalista ya se le había ido encima y había ahogado su pregunta con un beso.

 

 

Podía recordar a la perfección qué, pese a lo heladas que estaban sus manos que le sostenían el rostro, sus labios estaban increíblemente cálidos. Suspiró, en medio del recuerdo.

 

De pronto, una luz interrumpió aquel íntimo contacto.

—Pero que…
—Está tomando fotos, es una cabina de purikura —comprendió al instante.
—¿Qué?, ¿la pasaste a llevar, le hiciste algo?
—¡Fuiste tú quien me empujó!

Entonces pudo ver como en dos segundos miraba al dispositivo de flash y luego a él seguidamente.

—Al demonio...—soltó simplemente.
—¿Ah?... pero y las, las… —«las fotos», quiso decir. Pero no quiso oponerse más. Él lo había apegado a su cuerpo y lo besaba nuevamente, sin dejarlo respirar, casi.

 

Y no es como si no quisiera que eso pasara. No le hubiese molestado morir ahogado por sus labios en ese instante, si hubiese podido adivinar o al menos vislumbrar una mínima parte de todo lo que estaba sucediendo en la realidad, en el aquí y ahora.

 

 

 

«Ojalá pudiese regresar»

 

 

Pensó, apagando al fin la pantalla del móvil, mientras lentas lágrimas resbalaban por sus mejillas.

 



«Ojalá pudiese regresar»

 

Pensó seguidamente Yo-ka, mientras sostenía entre sus manos la tira de purikuras. Le había dicho a Shoya que se había deshecho de ellas cuando se las había pedido, pero en realidad, deseaba conservarlas en secreto, como si estuviese mal decirle sinceramente «no quiero olvidar este día…».

 

 

 

“Ni a ti, nunca”.

 

 

 

 

 

 

 

“Escena en blanco, noche de lágrimas blancas…
No te diste cuenta [a tiempo]


Escena en blanco, noche de lágrimas blancas…


Por lo tanto, estas manos no temblarán;
no quiero escapar.
Para que no haya más confusión,
no pienso vacilar ni por un segundo”.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer ♥
 
Cualquier crítica, mensajes de odio por la tardanza (?), impresiones de una primera vez (??) entre otros, puede dejarla en un review. Vendré por aquí a responderlos (debo algunos en este momento, pero mañan estarán ).
 
Un abrazo y nos leemos pronto ♥ (más pronto que la última vez, al menos jaja).


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).