Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

-Diamond Virgin- [Todakanu tegami] por aiko shiroyama

[Reviews - 78]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola, tiempo que no nos vemos.
La vida pasa deprisa y me lleva, la carrera, el trabajo,el amor, las cosas que cambian, la incpacidad de sentir y luego de la nada, desbordarse.

Mi historia es turbulencia pura.
Shoya, también.

No está completo el capítulo, mi cerebro no ha tenido el tiempo y mi humanidad tampoco. Pero, ya que alguien hizo reviir estas letras y esta historia con su recuerdo, le regalo a ella, Sabrina, querida fan de Diaura hermana Gumin, este mezquino avanca, espero poder luego darte un poco más de esta historia, luego del 9 de agosto que acaba mi infernal semestre.
Quiero y necesito mucho ser Shoya acá, es un desbalance anímico necesario ponerse en la piel de alguien que está pero que tú XD (?)

 

Bien, para Sabrina, para Hiro, para Momo y para Mila si llega a leerlo y para todas las personitas que vayan pillarlo en su inicio esta noche, aquí tenemos un poco más del diamante virgen.

ACLARACIÓN:

Las cursivas corresponden a recuerdos, la letra normal, al presente.

Cada vez que lean letra normal, estamos hablando del presente , no lo olviden. No tuve tiempo de editar pero si resultya muy confuso aún, por favor háganme llegra sus dudas en un review o a mi facebook, ¿bien?

 

Recuerden que Yukito era el nombre de Shoya en Dizly y Gyou era el vocalista de Dizly :) acá nos remontamos algo ma´s a la historia de Shoya y Yo-ka.

Ahora sí, a leer.

Capítulo VII -Catalejo

 [parte I]

 

 

Voy en la penumbra hasta el lugar donde la luz me hizo estallar ...
Flores, besos, para ti .
Tu respiración es como un mar... 
Invisible, violento 
Y en su ritmo va rompiendo ...
Flores, besos, que te di .

 

 

 

Recordaba como en cortometraje, cosas sueltas, escenas, intensidad, alegría, amor, tristeza, miedo y dolor, luego, deseos extraños de morir, de quedarse inerte, de volverse polvo y de pronto estaba abriendo los ojos. Se preguntó si estaba suspendido en una dimensión de sueños, más bien de pesadilla, mientras las sensaciones físicas volvían; un dolor punzante le recorrió por completo y unas extrañas náuseas, aunque no había comido nada.

Se talló un ojo, le estaba ardiendo y la piel le dolía, había estado llorando, quizás también mientras dormía… ¿en qué momento se durmió? Se giró, la casa parecía silenciosa y solitaria, la habitación sobre todo. Sólo aquel dolor, marcas y su propia desnudez le confirmaban todo lo que había sucedido. Cerró los ojos otra vez… ¿Había alguna manera de huir de la realidad?

La puerta estaba abierta, pero su campo de visión no alcanzaba a atisbar a Yo-ka sentado en el sillón, bañado, vestido y sin dormir. Cansado, en un estado emocional extraño con la mirada fija en la mesa de centro pero sin mirarla realmente. Estaba tal vez en un momento de desrealización, algo no estaba encajando y no sabía qué hacer. Debía de estar en su casa, pero su cabeza andaba en otra parte, tal vez de masoquista, parecía querer aferrarse a aquellos momentos pasados, no entendía por qué los veía repetirse, una y otra vez.

 

Tal vez porque estaba en su casa, Shoya estaba en todas partes, con esa sonrisa, con esa timidez, con ese algo diferente…

—¿Y ese, quién es? Nos ha estado viendo todo el rato, podría deshacernos —Gyou rio, viendo al aludido a una cierta distancia, mientras este se paseaba esperando su turno para el maquillaje.

—Ese es Yukito, es el bajista

—ah ¿es de tu banda?

—¿En serio nunca te diste cuenta?

No, hasta ese momento nunca lo notó y luego de todo quizás nunca debió haberlo hecho. Pero de alguna manera, cuando al voltearse de improviso varias veces se encontraba con la mirada escrutadora de aquel sujeto delgado, de cabello grisáceo y lacio se empezó a interesar. Alguna parte de él, una narcisista, le gustaba ser contemplado y aquel acoso visual se contraponía a la falta de carácter de ese tipo.

No habría pasado de un juego extraño, de hacerse el desentendido si no lo hubiera visto luego en un concierto de Valluna, posteriormente, prácticamente en todos ellos. Ridículamente pensó que el chico tenía alma de psicópata, pero cuando no lo veía aparecer se sentía raramente decepcionado. Era el único del público que se dedicaba a más que nada observarle y se sentía adulado, realmente adulado.

Hasta que un día se atrevió a devolverle una mirada y él escapó. No volvió a aparecer, pensó que quedaba hasta ahí, Valluna se separó y parecía que todo estaba yéndose al infierno. Había discutido con Kei y Yuu les había abandonado mucho antes.

Rio, entre todo, recordando cuando demasiado impulsivamente al enterarse del último live de Dizly, había ido, más que por su conocido Gyou a manera de quitarse las ganas de ver al chico. Así acabó pidiéndole ser el bajista de una banda que aún ni existía, sin motivo.

 

 

Se apoyó en el respaldo del sillón, soltando un suspiro.

Recordó cuando las cosas empezaron realmente, cómo su mirada no se quitaba de él. Al principio, le pareció una buena conquista más, tal vez le besaría, se acostaría con él y luego podía desaparecer o tirarse a otro, lo que se le antojase, pero no.

Se extrañó de su reacción desbordante la primera vez que le besó y le dio miedo, ¿qué clase de sujeto era ese? Quizás si era psicópata o loco, si tan sólo lo había besado, ¿cómo podía casi llorar?

Y es que entonces ciertamente, no conocía ni un ápice de lo que las personas llamaban amor. Nunca le interesó, jamás lo necesitó de nadie o eso pensó, hasta aquella distante segunda vez.

Una celebración más, alcohol y más alcohol. Estaba disfrutando de ser observado simplemente, Shoya nunca hablaba casi nada. Bromeando con Yuu acabó  con salsa en la cara y entonces sintió su mano. Volteó, aquello era extraño, sus ojos también lo miraban de manera extraña. Se quedó estático mientras el otro le limpiaba con la manga de la camisa. Por alguna razón aquello le sorprendió, pero más que eso, le gustó.

—¿Estás ebrio? —le oyó decir a Kei con incredulidad, dirigiéndose al bajista quien sólo bajó la vista, balanceándose, un poco inestable.

—¡Lo está!—rio Yuu y luego todos los demás, sus conocidos y amigos.

“Pobre chico”, comentaron casi todos.

—¿Qué estás haciendo? —Kei lo miró con desdén mientras se volvía a ensuciar un poco con salsa, dibujando un camino por la mejilla hasta la comisura de los labios. No sabía qué estaba haciendo, también estaba bebido, pero se le antojó desafiarlo, no supo por qué.

Cómo esperó, Shoya se acercó de nuevo como si fuese su obligación quitarle la mancha, pero antes de que su mano le alcanzara, le detuvo.

—No —hizo una pausa y le miró intensamente—, así no.

Todos se quedaron en silencio, algo sorprendidos y otros curiosos. Nadie sabía lo que había sucedido entre ellos, tiempo atrás. Lo miró, sus ojos no expresaban mucho, casi se podía ver como el único reflejo en ellos. Lo vio acercarse lentamente, no podía dejar de mirarlo… ¿Iba a hacerlo?

Sintió su lengua como una caricia húmeda y lenta, en su mejilla. Vio como Kei se ponía de pie, algo alterado, mientras algunos aplaudían, reían o comentaban. Y luego sosteniéndole de la cintura no le dejó terminar el recorrido, lo besó, ahí delante de todos… Estaba realmente ebrio como para permitirse algo así, pero había sido como un impulso irreprimible.

¿En qué estaba pensando? No sabía. Kei se lo llevó. Ellos eran amigos desde pequeños aparentemente y nunca lo supo hasta que le presentó al entonces “Yukito” a Kei, se reconocieron casi de inmediato y se hicieron unidos, aun así la actitud de Kei le molestaba, tan mandón y aprehensivo. Parecía querer esconderle a Shoya.

—¿Estás bien?

—No.

Lo encontró en el baño cerca de dos horas después, había visto hacía casi nada a Kei prácticamente huyendo de un tipo, supuso que si lograba encontrar a Shoya lo hallaría solo.

—¿Te llevo a casa? —Estaba teniendo pensamientos poco sanos, el bajista sentado en el suelo parecía al borde de la inconsciencia.

—Llévame donde quieras. —Sonrió, era lo que esperaba escuchar.

No supo cuántas veces tuvo que detenerse en el trayecto a su propia casa para que el otro vomitara, por aquel entonces se le hacía molesto, pero no podía más que reírse de eso al recordarlo. Nunca había tenido tanta paciencia con nadie, al final había acabado cargándole el resto del camino, arrepintiéndose de habérselo llevado a casa en ese estado, no le servía para nada tan mal.

Como si fuera su niñera, había terminado ayudándole a vomitar una última vez en el baño de su casa, le había lavado la cara y limpiado un poco el cabello recientemente teñido de un tono dorado, a sugerencia suya. Para cuando lo arrojó a la cama lo único que estaba deseando era dormir y Shoya se reía como idiota sin ningún motivo.

Cuando se tendió a su lado, se hizo silencio. Cerró los ojos agotado, sin embargo, en poco los abrió para ver si el otro dormitaba o algo, pero en vez de eso, lo estaba mirando.

—¿Qué… sucede? —A veces le ponía de los nervios aquella mirada.

Otra vez, escuchó su risa. Le vio levantar su mano como si fuera a tocar su rostro, pero la dejó caer antes de llegar a destino, desviando así también su vista. Se preguntó qué le sucedía, parecía querer romper a llorar.

—ya, en serio… ¿qué te pasa? —No sabía si reírse o ponerse histérico. Lo vio negar con la cabeza, pero aun así no le quitó la vista de encima, como exigiendo una respuesta. Cuando al fin se rendía, escuchó su voz.

—es que…

Silencio.

—¿Es que…? — se acercó un poco más a él, susurraba.

Una vez más, de pronto, se encontró con esos ojos de un extraño marrón claro, fue la primera vez, tal vez por la cercanía, que los miró en serio, parecía que sus pupilas fuesen a romperse en cualquier momento.

—Te amo, Yo-ka.

Y se cerraron. No supo cuánto tiempo se demoró en procesarlo, repitiéndoselo a sí mismo como si le hubiesen hablado en otro idioma. ¿Qué lo hacía diferente?, quería preguntárselo, pero estaba dormido, su respiración era lenta, pausada.

Podía ser la voz suave, los ojos marrones, quién lo sabía, pero las veces que había recordado oírlo no se asemejaban a esa, no, ninguna de ellas. La última vez que lo escuchó de alguien había sido de un amante casual, mientras se revolcaban en la cama. Se había reído en su cara, pero en esa ocasión no quería reírse.

Porque raramente, sonaba a verdad.

Y lo era.

 

 

 

 

Sintió ruido en la cama y salió de su ensoñación, Shoya tenía que haber despertado.

Tomó el teléfono y marcó a Kei, mientras sentía unos pasos cercanos, luego lejanos y otra vez, el ruido de su cuerpo metiéndose a la cama de seguro al darse cuenta de que aún estaba ahí.

Con su mente negándose a permanecer más que segundos en la realidad, se halló en lo pronto divagando otra vez.

 

 

—¿Dónde está Shoya? —preguntó al ver a otro sujeto colgarse el bajo.

—Ya no vendrá más, Yo-ka, él es el nuevo bajista.

Se le detuvo el corazón por un momento.

 

 

Cerró los ojos tocándose el hueso de la nariz, extinguiendo el efímero recuerdo.

El móvil de Kei marcaba ocupado, mientras el móvil de Shoya vibraba en el velador, sin ser contestado. Colgó, esperando a que cesara aquel ruido sobre la madera. Marcó una vez más.

 

 

 —¿Yo-ka?—Le vio botar las bolsas, escudado detrás de aquel paraguas.

Sonrió.

 

 

 

Marcó al móvil de Yuu, estaba apagado. Volvió a marcar a Kei.

Las escenas seguían desfilando en su mente, contra su voluntad, sin dar tregua…

 

 

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—No sé, desde hace unas horas, qué importa.

“Sólo quería verte”. Nunca salió de sus labios, aunque era lo único que pensaba, mojado hasta los huesos.

 

 

 

Prendió un cigarrillo, se preguntó por qué Kei luego de haberle marcado unas 15 veces previamente no era capaz de atender su maldito móvil cuando le devolvía el llamado.

 

 

 

 

—¿Por qué estás aquí? —Recibió el café de sus manos—. ¿Cómo supiste dónde vivo?

—¿Por qué abandonas Diaura? —le increpó, sin responderle nada.

Vio sus ojos desviarse al suelo.

—Lo siento. —Se sentó a su lado, mirando su propio café.

Se estaba sintiendo frío, también por dentro, hasta que él habló de nuevo.

—yo… lo que dije esa noche…—hizo una pausa como tomando aire— lo siento.

Miró hacia el frente recordando ese detalle.

—¿Por eso te ibas?

—Hablé con Kei y…

—¿Se lo contaste a Kei? —Eso explicaba mucho, pensó.

—Él estaba preocupado, me comporté muy mal, ¿no?, de verdad que lo siento, yo…

—Ya cállate. —Estaba enojado, pero con Kei. Shoya obedeció—. ¿Es cierto lo que dijiste?

Jugueteó con sus dedos nerviosamente, delineando el borde de la taza. Pudo sentir su mirada sobre su persona, pero cuando él le miró la desvió de inmediato.

Vio cómo se sonrojaba y rio, sin saber por qué.

—Entonces, no te alejes de mí. —Le miró brevemente, su cara también empezaba a arder. Creyó ver una sonrisa formarse en sus labios.

—De verdad que te amo, Yo-ka —Abrió la boca, impactado. Le miró, él miraba el suelo ¿cómo podía decirlo así nada más?— Yo-ka… estás derramando tu café…

 

 

Hacía momentos que el tono de espera de la llamada había dejado de sonar reemplazado por una voz impaciente, pero Yo-ka no reaccionaba.

—¿Hola? Yo-ka deja de joder y háblame… ¿Yo-ka? ¿Estás ahí o no?

Se llevó una mano a la sien. ¿Qué demonios le sucedía?

—Sí, estoy… Kei, yo…

 —¿Dónde demonios están? Llevamos dos horas llamándolos a ambos ¡El manager te va a matar! ¿Dónde está Shoya?, ¿está contigo? ¿Por…?

—Sí Kei, cálmate, está conmigo y no iremos hoy.

—¡¿QUÉ?!

Aquel grito lo había escuchado hasta Shoya, tal era el silencio en la estancia, sólo  interrumpido por la  voz grave de Yo-ka.

Escuchó atentamente al vocalista explicándole que se quedaría a cuidarlo porque había amanecido enfermo, tan terriblemente que no era capaz de moverse y que si quería que aparecieran al día siguiente debía dejarlo descansar, continuó diciendo que nadie lo cuidaría mejor que él en el mundo y que no se preocupara. Ante eso, no pudo evitar temblar de miedo. Con aquella excusa Yo-ka se adjudicaba el dominio de su casa por todo el día y no tenía idea de qué podía suceder.

 

 

—¿Qué, es tu novio o algo? —la pregunta había sido dirigida a Shoya, a pesar de que era él quien se había inmiscuido entre los que hablaban, abrazando al bajista de forma posesiva.

Vio que Shoya abría la boca para responder y se apresuró en hablar antes

—Sí y te pediría que te mantuvieras lejos de él.

Y vio sus ojos clavarse en él con sorpresa, como preguntándole si aquello era verdad o no.

 

 

Otra vez, un incómodo silencio.

—Yo-ka ¿me escuchas? ¿Quieres que luego pasemos allá o algo, les hago la cena?

Sacudió la cabeza, tratando de alejar aquel recuerdo.

—No, estaremos bien, pediré algo para comer.

No podía controlarlo, era un ataque de profunda nostalgia.

 

 

—Yo-ka, tú… ¿Por qué… dijiste eso? —Las últimas dos palabras fueron casi un susurro. Estaban detenidos frente a la casa de Shoya, luego de haber hecho todo el camino en silencio, después de aquella extraña situación frente a aquel sujeto.

—¿No quieres? —No despegaba la vista del suelo, Shoya hizo lo contrario para mirarlo.

No tenía idea de qué demonios estaba haciendo, nunca había pedido a alguien algo así, era de esos que tomaba lo que quería y ya, pero cuando vio a aquel sujeto tan cerca del bajista quiso ir a matarlo. Simplemente no había sabido qué más decir.

Su corazón golpeteó fuertemente todo el tiempo que duró aquel silencio incómodo.

—¿Es… en serio? —No supo cómo más probárselo, tampoco sabía qué decirle, así que lo besó.

 

 

Cuando escuchó a Yo-ka decir “Adiós” a Kei por teléfono, cerró los ojos con fuerza, sintiendo el ruido de sus botas en el suelo al acercarse. Lo escuchó hurgar en su armario, sin saber por qué lo miró y se arrepintió cuando este le descubrió. Desvió la mirada sumisamente, con una resignación extraña.

—Levántate y báñate. —Lo vio señalar la ropa que había dejado sobre la cama.

Sin esperar una repetición, se levantó envuelto en sábanas, tomó la ropa y caminó hasta el baño. Una vez adentro al ver su reflejo soltó todo lo que traía en las manos. Cerró los ojos como si de pronto el mundo hubiese dado un giro y apoyó sus manos en la fría cerámica del lavamanos, tan fría como estaba todo él.

¿Era él? No podía abrir bien un ojo debido a la hinchazón, pero con el otro no le estaba gustando lo que veía. Un pómulo inflamado y amoratado, algunas parduzcas marcas en uno que otro lado de su cuerpo, sangre seca en el labio, prácticamente reventado. Se preguntó como en el momento de haber recibido ese daño, no lograba sentir nada… ¿Sería porque, en proporciones a lo que estaba sintiendo en su interior, el dolor físico no era nada?

Lejos de auto-compadecerse lo único que sentía seguía siendo miedo y una resignación abismante y terrible; debía obedecer como siempre. Comprobó que lo único que afiebraba en su piel eran las saladas lágrimas que escapaban por sus ojos y se iban borrando mientras el agua le caía encima y él, inerte, la contemplaba caer, gota a gota, por un cuerpo que no sabía si era de verdad suyo, por algo que no sabía si era él o no, en esa extraña pesadilla de verdad.

—Apresúrate. —No fue ni un grito, ni nada estremecedor su voz al lado de la puerta, pero lo despertó luego de estar prácticamente ido de pie sin hacer nada con el agua fría corriendo sobre él. Era una orden y no tenía más opciones que por aquel día tomar su rol de prisionero en su propia casa.

Y soportar… ¿Hasta cuándo?, ¿hasta dónde?

No volvió a mirar su reflejo al pasar, quería ser una sombra. Se lanzó la toalla encima, ni siquiera se secó realmente a consciencia sino como un automatismo que encima parecía mal desarrollado, a medias, a medio secar acomodó en su cuerpo las ropas, como si se tratase de un maniquí. Con una toalla encima de su cabeza que al final no cumplía ninguna función mientras su pelo estilaba caminó lentamente, demasiado lentamente los pasos que lo separaban de su habitación. Podía sentir al llegar al marco de la puerta abierta de esta, la densa presencia de quien sentado en un lado  de la cama ojeaba unos papeles. Soltó un largo suspiro y entró, con miedo de que el sólo ruido casi imperceptible de sus pies descalzos contra el suelo pudiese de pronto despertar la inusitada ira dormida de Yo-ka.

Pero nada perturbó el pesado silencio tenso que existía en el lugar. Se sentó en el otro borde de la cama, dándole la espalda, no se atrevía a mirar nada más que la punta de sus pies recogidos en la tensión que sentía desde el fondo de su ser. Se sentía como a punto de pagar sentencia, como si de improviso, todo pudiese ponerse aún peor y aquel ser humano sentado justo a  sus espaldas con quien antes el aire se respiraba tan agradable, pudiese agredirle nuevamente, hasta romperle el alma.

Pero, ¿y qué más daba? Él le había roto primero, de todas formas. Cerró los ojos, los abrió. Tomó el peine de su velador, apenas estirando el brazo y se quitó la toalla de encima, se sentía como quitarse un campo de fuerza, sus cabellos castaños que se veían más oscuros de lo común con aquella humedad emergieron de su escondite y se esparcieron rebeldes. Con desgano pasó el peine una vez sobre su cabello, se hizo un ruido un poco sordo, una hoja que iba a ser pasada y parecía ser arrugada de repente. Se detuvo en seco, el peine sin llegar al final de su destino y él, enfermo de los nervios sentía sus labios temblar, mientras el cuerpo de Yo-ka se desplazaba sobre la cama, hundiendo su peso cada vez más cerca de él.

Ese olor que emanaba de él, esa humedad…

 

Recién vestido y se peinaba frente a él, con ese cabello estilando mientras al dedicarle alguna mirada seductora por el espejo el otro le devolvía una sonrisa, sonrojado. Estaba guapísimo, demasiado y estaba sintiendo la necesidad de abortar aquella salida al club de siempre con los miembros restantes de la banda para convertir aquello en una cita privada. Se preguntaba si el bajista podría también adivinar sus intenciones y a propósito le sonriera de esa manera tan inocente.

Intencional o no, aquella actitud le ponía demasiado.

Era tonto como, habiendo sido siempre tan bueno para acorralar a su presa no sabía cómo ir y acercársele, porque no quería parecer bestial ni necesitado, aunque en sí su cuerpo ya le estuviera demandando.

Medio jugando medio en serio fue y gateó hasta él a lo largo de la cama y acarició su cabello húmedo. Shoya volteó y le miró algo sorprendido… ¿qué clase de movimiento era ese? El nerviosismo ya se lo comía.

—Es que tu cabello se ve muy bien de ese color y encima, huele muy bien… —vaya excusa tonta que se había inventado.

—¿De… verdad?

 

 

 

Sintió su mano enredarse en su cabello cerca de la nuca, se le erizó toda la piel, cada músculo se le estaba contrayendo  de nuevo, como si quisiera echarse a correr y arrancar del inusual y desagradable momento.

Como si en realidad eso fuera posible, mientras  Yo-ka seguía metido en su propia fantasía.

 

 

—lo juro…—Hundió su nariz entre esos cabellos, acariciándolos, sintiendo el deseo incesante de jalarlo de los brazos para estirarle sobre la cama y lanzársele encima. No era mentira, no. Olía tan delicioso que se le antojaba comérselo, morderlo y devorarlo hasta el último rincón de su delgado y terso cuerpo.

 

 

 

Sintió esa nariz hundiéndose en su cabello y para su alivio esa mano sólo deshizo su agarre para deslizar los dedos suavemente por las hebras finas de su cabello húmedo, mientras el peine le era arrebatado sin mucho preámbulo de las manos.

Escuchó lo que pareció ser un hondo suspiro del vocalista. Yo-ka jamás suspiraba, Yo-ka en realidad pocas veces expresaba algo de verdad.

Se quedó quieto, sin hacer nada, sin decir nada, sin siquiera sentirlo, mientras como si fuese una muñeca siendo engalanada sentía el cepillo pasar por su cabello una y otra vez, dividiéndolo, peinándolo, hasta que estuviera perfecto.

Era la primera vez que los ojos de Yo-ka se llenaban tantas veces y con tanta insistencia de extrañas nubes contra las que luchaba, nubes aguadas que deshacía con ahínco mientras intentaba mantener los ojos secos. Aunque Shoya ensimismado y aturdido, en un estado de casi estupor no podía ser consciente de nada que no fuera sí mismo.

De alguna manera para Yo-ka , parecía más seguro permanecer en aquella acción que lo transportaba a tiempos mejores a través del recuerdo, donde  sabía que Shoya en verdad era suyo y que siempre sería así… siempre.

 

 

Vio su sonrisa y sus ojos almendrados hacerse quizás algo más pequeños, que brillaban ¿eran así las personas enamoradas? ¿Cómo era eso, cómo se sentía? Tenía mucha curiosidad y además le causaba cierta emoción el hecho de tener a una persona que sintiera eso por él, le hacía sentir como si esa persona, fuera SU persona. Río tontamente, el otro le miró.

—¿Qué pasa? —No obtuvo respuesta mientras sus brazos le rodeaban por la espalda y le plantaban un suave beso en el rostro. Como era de esperarse, acabó con la cara ardiendo con el sólo gesto.

—No pasa nada, Shoya, ¿no confías en mí? —le susurró, viendo ambos su propio reflejo en el espejo. Mientras el bajista aún los miraba fue y se coló entre aquellos cabellos para alcanzar la piel de su cuello y darle un suave y provocativo mordisco. Luego con un par de cortos besos en la zona se dirigió a sus labios, junto su nariz con la suya y lo miró cuando el otro pareció querer articular palabra, a centímetros o prácticamente milímetros de que sus labios se uniesen.

—Sí confío Yo-ka, más que en nada.

Y lo besó, para luego dejarse caer junto a él en la suavidad de aquella cama pequeña suya, en su habitación.

Notas finales:

Gracias por leer y espero regresar luego del 9 de agosto

Un beso, nos leemos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).