2.- Marcas
A Naruto nunca le había gustado hacer aquello, consideraba que él mismo tenía un límite autoimpuesto y aquella era una de las pocas cosas que superaban ese límite, nunca había podido aprender a cogerle el gusto y tenía claro que nunca podría llegar a hacerlo aunque lo intentara. Pero a Sasuke si le gustaba y bastante, por lo que no podía oponerse, o su chico empezaría de igual manera a negarse a llevar a cabo ciertas prácticas que a él de igual manera no le gustaban.
Era cuestión de mantener un balance entre lo que ambos disfrutaban por igual y lo que al uno u otro les desagradaba para que aquello no comenzara a tornarse aburrido y soso, arruinando su especial relación.
Tenían una palabra de seguridad(*) para esas ocasiones, Naranja, irónicamente el nombre del color del objeto que apretaba con más fuerza de la necesaria en su temblorosa mano derecha, y del cual salía de uno de sus extremos nueve largas cuerdas hechas de cuero negro.
Las mismas cuerdas que golpeaban una y otra vez la espalda, nalgas y muslos de Sasuke que estaba en cuatro sobre el piso, dejando unas notorias marcas rojizas, al punto de incluso levantar su piel cuando alguna de ellas volvía a golpear una herida que había sido hecha con anterioridad.
Pero Sasuke no se quejaba, soltaba algunos jadeos mezclados de vez en cuando con sollozos, incluso su nombre había salido una que otra vez cuando el cuero había tocado su suave y delicada piel. Pero de sus labios jamás había salido aquella palabra segura, ni en esa ocasión ni en ninguna de las anteriores que habían llevado a cabo aquello. Naruto siempre rogaba internamente que su novio la dijera pero eso no pasaba.
Su mano descargaba una vez más aquel látigo contra la espalda nívea, notando como nuevas delgadas líneas adornaban su piel. Le daba unos segundos para que se recompusiera y él mismo los tomaba para apretar un momento los ojos intentando no ver las notorias muestras del acto que llevaba a cabo.
Sin embargo cuando volvió a azotarle y Sasuke soltó un grito ahogado no pudo resistirlo más.
—Naranja. —era el mismo quien siempre acababa por decir aquella palabra como si fuese quien estaba siendo azotado escasos segundos atrás. Pero no podía seguir, sentía que lastimaba al otro y no podía con eso.
Y así era como Sasuke sabía que aquella sesión de azotes había acabado. Era muy bueno mientras duraba aunque sabía que a Naruto nunca le había gustado hacerlo, y no entendía el porqué, si se había cansado de decirle que no sufría con eso. Dejó su posición en el suelo, levantándose hasta quedar a la altura del otro, el látigo había quedado tirado en el piso mientras que él tomaba el rostro de su amo entre sus manos, uniendo sus labios con los de él en un suave y lento beso, intentando tranquilizarlo, haciéndole saber que se encontraba bien aunque no lo pareciera.
Y cuando Naruto le correspondía entendía que todo había vuelto a su curso normal. Le tomaba de la mano, arrastrándole hasta la cama y volvía a ocupar aquella posición que tenía en el piso pero ahora sobre el mullido colchón, mientras que el rubio se ocupaba de pasar sus labios y su lengua por todas aquellas marcas como si con eso pudiera borrarlas, o al menos hacerlo sentir mejor.
—Lo siento.
Decía y Sasuke ni siquiera se molestaba en responderle que no tenía porqué hacerlo. Prefería ocupar su boca degustando con ella la contraría, ahogando sonoros gemidos en la misma, mientras sentía como de nuevo su amo se dejaba llevar enterrándose desde atrás con fuerza y brusquedad por completo en su interior, en un acto que ambos disfrutaban por igual.
Quizás nunca se lo diría, no sentía la necesidad de hacerlo, pero aunque tenía un gusto insano por aquel juguete que habían usado, prefería mil veces que fuera él quien le marcara.