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A tu lado siempre estaré... por koru-chan

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—Taka…—

 Escuché su grave voz. Me giré y antes de abrir aquella puerta de vidrio, lo observé con los ojos ya inundados en lágrimas. Vi como Akira se paraba con una mirada sorprendido, se veía pálido mientras se acercaba a mí, la vista se me nubló e insistentemente con el dorso de mi brazo me sequé las lagrimas para enfocar mejor mi vista, pero todo, poco a poco se volvió negro junto con un fuerte dolor en mi vientre.

 

 

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Un aroma a alcohol me trajo de vuelta a la realidad. Una luz blanquecina cegaba mis ojos asique rápidamente los cubrí con mi antebrazo quejándome levemente, me sentía adolorido y aquella lucecita cegadora no me ayudaba mucho– ¿Dónde estoy…?- murmuré bajito, mas para mí que para quien estuviera cerca.

—Te trajimos a un hospital… — aquella voz…

— ¿A…Akira…?—dije intentado enfocar mi vista. –Sí, soy yo… – cogió mi mano entre la suya enterneciéndome, ¿cuándo tiempo desee un gesto como aquel? ¿Cuánto tiempo quise sentir la calidez de su mano acariciando la mía? Demasiado, de hecho ni siquiera cuando estábamos juntos recibí un gesto como este.

Por fin, y después de mucho intentarlo, pude enfocar mi vista. Miré su rostro, chocando mi aguada vista con la suya. Su rostro aun seguía pálido  su mirada se mostraba asustada y preocupada.

— ¿Estará así por mí?— pensé mientras intentaba sentarme de mejor forma en aquella fría camilla típica de un hospital de urgencias.

—tranquilo, te puedes marear. – dijo intentado que no me incorporara. Tenía razón, me sentí horrible, tuve deseos de devolver todo lo que había ingerido aquel día pero me contuve, respirando hondo y volviendo a recostarme. —Ves, te lo dije, Taka— sonaba tan preocupado, que de verdad no lo creía, de hecho aun no soltaba mi pequeña mano.

—estoy bien, gracias, Aki por preocuparte… —hablé bajito mientras respiraba intentando calmar mis nauseas.

No sé si me habré dormido o me medicaron pero luego de un rato me sentí bien.

 Producto de murmullos me removí inquieto sobre mi camilla, pero no podía captar de quien se trataba, — ¿aun seria Akira?— Lo dudo, su voz, no suena como la de él…

Me desperté perezosamente mientras veía la mirada llena de preocupación de Uruha. – ¡Ah! Pequeño, ¡como me asustaste! cuando me llamaron casi me desmayé pensando que te había pasado algo grave. — lloriqueaba cogiéndome  una mano. Siempre tan exagerado aquel chico, le esbocé una sonrisa mientras acariciaba el dorso de una de sus manos, la cual yacía en mi vientre. Me había despertado tan bien…  me sentía feliz.

Pero ¿y si todo lo que pasó fue un sueño? Y si ¿Akira jamás estuvo conmigo?

– Uru, no te preocupes, no fue nada. —  hice una pausa mientras veía como el rostro de mi castaño amigo se transformaba en uno completamente de regaño y antes que me digiera algo, hablé: —Uruha, ¿cómo supiste que me había desmayado?—pregunté con temor. – bueno… Kai… él me llamó y… estaba con tu ex novio…—

—Entonces no fue un sueño, quizá yo si le importo. — pensé Esbozando una sonrisa mientras mi amigo hacia una mueca de no entender nada, y ¿quién no? Hace días me lamentaba de no estar con él, lloraba a solas y ahora, sonreía como bobo pensando en Akira.

El amor nos vuelve imbéciles…

 

Pasaron tres días después de mi encuentro con mi rubio ex, tres días  donde no supe nada de él, pensé que me vendría a ver para hablar sobre mi embarazo, porque era más que obvio que se dio cuenta de mi estado, ya con cinco meses mi pancita de nota cada vez más, es casi imposible taparme con ropa anchan cuando aun así igual se nota.

Aquella tarde después de que llegué de mi trabajo me recosté un rato, me sentía tan cansado que lo más seguro que me quedaría dormido de inmediato, pero justo cuando el sueño me estaba atrapando envolviéndome poco a poco…

Un estruendoso sonidito de mi teléfono celular hizo que saltara de un susto de la cama, con taquicardia incluida me acerqué mi bolso el cual estaba tirado cerca de mi cama y con insistencia busque el aparatito, el cual me había quitado de aquel acogedor lecho, miré la pantalla para ver quién era, pero el numero era desconocido, iba a rechazar la llamada pero decidí atender. –Aló…—atendí esperando una respuesta, hasta que una voz grave me dejó casi sin respiración. –Akira…—balbuceé. –sí, perdón por molestar, pero… quiero hablar contigo— dijo frio. Yo estaba como ido, no sabía que responderle y simplemente dije “está bien” susurrando de la misma forma como había dicho su nombre.

Quedamos en vernos en un parque que está cerca de mi casa a la hora de almuerzo del día siguiente.

Estaba que me moría de nervios, sé que quería hablar de mi embarazo, seguramente me diría que no se haría cargo y que no lo buscara o que se yo, sea lo que quiera decirme, yo… debía estar preparado.

Asistí a la hora acordada, de hecho llegué antes, estaba ansioso y mientras el tiempo transcurría mi nerviosismo se acentuaba.

Me senté en una banca cerca de un frondoso árbol. Los minutos transcurrían y nada que aparecía, me acaricié mi pancita mientras suspiraba. —No vendrá…—pensé.

Sentí que alguien se sentaba a mi lado mientras seguía acariciando mi abultado vientre por sobre mi polerón, suspirando calmadamente, hasta que una frisa hiso acto de presencia inundando mis sentidos con aquel aroma….

Jamás pude olvidar aquella esencia, su aroma, giré mi rostro y ahí lo vi, estaba perdido mirando a los niñitos pequeños corretear por doquier.

—Pensé que no  vendrías… — hablé girándome para ver su perfil. – Lo siento, algo se me presentó — giró su rostro para mirarme y yo inevitablemente bajé la mirada sonrojándome inevitablemente.

— ¿Cuántos meses tienes?— preguntó de la nada.  —tengo cinco meses y una semana. – dije con una sonrisa mientras acariciaba mi barriguita. Bajó su mirada hacia sus manos, las cuales movía nerviosamente. Nunca lo había visto así, siempre era frio y casi no demostraba emociones.

Suspiré largamente y luego hablé: — mira Aki… Akira, yo… no quiero nada de ti… — dije en voz baja mientras hacia una pausa. – No te voy a obligar a nada, yo decidí tener a la pequeña y sé que tu no me quieres y tampoco la quieres a ella, yo… saldré adelante solo —  me levanté dispuesto a marcharme, si no tenía nada que decir, entonces no sabía para que me había citado, era mejor dejar las cosas tal como están.

Transcurrió un mes desde mi encuentro con aquel rubio, que aunque pasen los días, y meses, aun no me lo puedo sacar de aquí, se ha incrustado de tal manera en mi corazón… es fuerte, pero siento que aunque fue un amor “ficticio” para él, para mí en cambio fue la única persona que he amado y lo sigo amando, a pesar de todo, a pesar que lo nuestro no funcionó, a pesar de los engaños por parte de él y de mi mejor amigo.

Aquella noche húmeda y fría desperté con un malestar horrible, sentía una punzada en mi bajo vientre que poco a poco se acrecentaba más y más, no sabía qué hacer, estaba asustado, no quería que nada le sucediera a mi pequeño bebé…

Comencé a sudar frio, mientras lagrimas, por el dolor, recorrían mis mejillas… decidí acomodarme evitando algún movimiento brusco ya que el malestar se hacía más fuerte, tomé mi celular entre mis temblorosas manos.

No sabía a quién acudir, ya era de madrugada… miré rápidamente la agenda de mi celular y mientras observaba  aquel numero con la vista nublada,  aquel quien llamaba o masajeaba siempre y que hace un tiempo pensaba borrar de mi celular…

 Decidí marcarle, deseando que por favor atendiera a mi llamado, lo necesitaba más que nunca en estos momentos. Cerré mis ojos con fuerza mientras sentía el sonido de la llamada. Del dolor caí tumbado de lado en aquella gran cama mientras con mi mano libre tomé con aprensión mi vientre. Gotas saladas recorrían mi rostro y fuertes espasmos a mi cuerpo los acompañaban…

—Diga…— se escuchó al otro lado de la línea. —Akir…—un fuerte dolor acompañado de un quejido bastante fuerte me hizo retorcer del dolor haciéndome volita en mi lecho. —Takanori, ¡¿Que sucede?! ¡¿Te encuentras bien?!— escuché su voz preocupada. — Akira... Disculpa… me… Pero no sé a quien recurri… r—hablaba en un susurro cargado de dolor, el cual se percibía en cada sonido, en cada palabra que salía de mis labios. —Taka, ¡¿Habla, que tienes?! —

—me duele, me duele mucho mi vientre, Akira… no la quiero perder… ¡ayúdame…! —

Después de aquello, lo último que recuerdo fue despertar casi ido en un hospital, ya era de día y Uruha estaba a mi lado, incondicional como siempre.

El doctor me dijo que casi pierdo a mi bebé… me quería morir cuando escuché eso, no lo soportaría, no soportaría una perdida mas en mi vida.

Me tuve que quedar dos días en aquel lugar que apestaba a medicinas, me hicieron exámenes y controlaron que todo estuviera en orden antes que me pudiera marchar a casa. Aun estaba latente la posibilidad de tener síntomas de perdida. Estaba muy asustado, no quería que nada le pasase a mi bebé asique seguí paso a paso las recomendaciones del médico, diciéndome como advertencia que mi parto no iba a  ser fácil, iba hacer muy complejo si volvía a tener aquellos horribles síntomas.

Los días pasaron, al igual que los meses.  Mi “barriguita”, como le llamaba ya esta gigante, ya casi cumplía los nueve meses, sólo me faltaban un par de semanas para cumplirlos, que rápido pasó el tiempo…

 Gracias a no sé qué fuerza divina no había tenido ningún síntoma extraño, ni dolores como aquel día…aquel día, el cual gracias a Akira la pequeña se salvó, nunca le pude agradecer lo que hizo…

 

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La fecha de mi parto estaba lista, 11 de enero, nacerás en un día frio, amor, dijeron en el pronóstico que quizá nevaría, me encanta el invierno, pero esta fecha en particular será diferente, tu nacerás y no te digo el miedo que siento por tu llegada, no sé nada sobre cuidados de bebés, espero no ser un mal padre, amor.

Me senté junto a mi gran ventanal que daba hacia la calle, llovía insistentemente, gotitas golpeaban las ventanas y el viento mecía con fuerza los frágiles arboles del lugar.

Mientras preparaba y guardaba las últimas cosas en mi bolso, antes de ir al hospital comencé a recordar que debía llevar firmada un comprobante de quien me acompañaría al día de mi parto, lo miré una y otra vez con tristeza, aquel día estaría completamente solo…

Uruha y mi madre tenían inconvenientes para estar aquel día del nacimiento de mi pequeña, toqué mi vientre con aprensión sintiendo una leve punzada que me hizo cerrar los ojos un tanto extrañado. Suspiré respirando calmadamente, aun no era fecha, solo faltaban unos días, al cabo de un instante el malestar cesó, respiré mientras me recostaba, esperando que aquel dolor no volviera.

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Aquella mañana amaneció muy fría, no dan ganas de levantarse pero hoy es un gran día asique me debo alistar, debía estar en el hospital al medio día, asique  madrugué con suma pereza, me bañé con agua calentita lo que me vino muy bien, me abrigué, tomé desayuno y alisté mis cosas. Como se me era un poco difícil manejar decidí irme en taxi, el viaje duró casi veinte minutos, todo tranquilo, llegué a la clínica, hablé con mi doctor y él me derivó a una salita donde estaban las habitaciones para hospitalizarme.

Caminé por un largo pasillo siendo acompañado por una enfermera que me hablaba del procedimiento, poco la escuchaba, estaba nervioso y atento a todo lo que ocurría a mi alrededor, se escuchaban bebés llorar, madres y padres paseando a hijos recién nacidos, padres embarazados siendo acompañados por sus parejas… etc. Suspiré cansado, últimamente me cansaba muy rápido, acaricie mi barriga mientras entraba a una habitación de maternidad.

 En aquella habitación, no era el único futuro padre quien en pocas horas daría a luz, no, habían mas chicos, de distintas edades, en total habían tres, los saludé cordialmente con una reverencia y luego me situé en mi cama, saqué  mi bata y pijama y fui al baño para cambiarme y acostarme, por orden de la enfermera que me acompañaba.  Hice todo en total calma. Me acosté mientras esperaba a la enfermera que tomara mis signos vitales  antes que llegara el médico.

Los tres chicos restantes estaban con sus respectivos novios, sus familiares y amigos, yo solo estaba contigo, amor, pero ¿sabes? Siento envidia… acaso ¿nunca nadie me va a querer? Una traicionera lágrima rodó por mi rostro, no me podía poner triste, no hoy.

Acaricie mi vientre mientras la enfermera procedía ha chequearme, me dolía mucho la espalda asique me recosté con su ayuda. – El padre de su bebé  ¿se retrasó?— me preguntó la joven mujer con una voz dulce. No pude evitar bajar la vista triste y le dije “—él no vendrá…— “la muchacha se dio cuenta de su error y me pidió disculpas apenada, yo le resté importancia mostrándole una sonrisa melancólica, ella se volvió a disculpar antes de retirarse.

Me cubrí con la manta cuidando mi brazo al cual habían puesto unos cables. Comencé a cerrar los ojos, estaba cansado  o tal vez solo quería dormir, quizá para evadir mi triste realidad.

No supe cuantas horas habían pasado desde que había cerrado mis ojos, pero unas dulces caricias provocadas en mi nuca hicieron que me removiera en mi lecho. –quien…— pensaba mientras débilmente abría mis ojos para descubrir quién me tocaba con aquella dulzura, se sentía tan bien, tanto que me encantaría estar así para siempre. Suspiré completamente relajado abrí mis ojos por completo al sentir que ahora tocaban mi vientre, sutilmente, casi rosando, cuidando de molestar a mi pequeño ser  el cual ya nacería después de una larga espera.

Mis mejillas se tornaron de un color carmesí al ver de quien provenía esas dulces caricias, no lo podía creer, ¿estaba soñando?

Acaricio mi mejilla y no pude evitar cerrar los ojos, estaba tan a gusto, no quería que aquel contacto terminara.

—perdóname… —

—Akira…— dije mientras me abrazaba protectoramente. Lloré por mucho rato, no me podía detener, ¿qué estaba pasando? Akira estaba Aquí, conmigo acariciándome, abrazándome y pidiéndome disculpas…

Hundí mi húmedo rostro en la curva de su cuello mientras que con dificultad producto de la infinidad de cables, respondía su cálido abrazo, después de unos minutos me calmé, el se separó de mi y con las yemas de sus dedos limpió el reguero de lagrimas que cubría mi pálido rostro. Me tomó de la mano mientras que con su dedo pulgar acariciaba el dorso de de ella. Se acercó a mí y depositó un delicado beso en mis labios, separándose unos centímetros, esperando quizá, alguna reacción negativa de mi parte, pero fue todo lo contrario. Dirán que soy estúpido, dirán que no me valoro, pero deseaba con toda el alma esto. Volví a unir nuestros labios en un beso necesitado, nuestras bocas de amoldaron la una a la otra como si ambas estuvieran hechas a la medida, ¿cuánto tiempo desee estar así con él? ¿Cuántas noches soñé con tenerlo en mis brazos como ahora?

El besó terminó pero no nos separamos, nuestros labios siguieron únicos sutilmente recibiendo el aliento ajeno, acaricie su rostro, aun no me creía que estaba con él, así de esa manera. Hice contacto con sus labios con la yema de mis dedos  y lo besé nuevamente. Me perdí en su húmeda y sonrosada boca, me perdí en su dulce aliento…

Sentí como acariciaba mi vientre con una de sus manos y se separaba de mis labios. –Perdóname… — volvió a repetir. –Olvídate de todo, ya no importa… — dije con la voz agitada.

Nos quedamos mirando profundamente, me sentía extraño, adolorido, débil pero con las pocas fuerzas que me quedaban  esbocé una dulce sonrisa, para él, solo para él, mi amado Akira.

Todo se volvió negro, ¿qué había pasado? ¿Todo fue un sueño? ¿Por qué tantas luces…?

Abrí mis ojos con dificultad, veía como enfermeras y médicos corrían de allá para acá, Akira sostenía mi mano, le sonreí débil, me sentía tan desganado que con suerte podía tener los ojos abiertos. – Tranquilo, todo va a estar bien— dijo, se veía triste y muy preocupado, yo solo moví mi cabeza de manera positiva.  Si, todo estará bien, todo pronto acabará…

 

De pronto silencio.

 

Podía escuchar un llanto de un bebé, muy a lo lejos, muy débil…

—Taka, reacciona, por favor, ¡¿qué tienes, amor?!—escuchaba la voz de Akira mezclada con el llanto de mi bebé, pero me sentía tan débil, tan cansado, tan… sin fuerzas… para seguir…

 

—Rápido, ¡está perdiendo mucha sangre!—se escuchaban los gritos de los médicos actuando rápidamente para poder hacer volver al pequeño castaño.

 

—Taka…— con dificultad abrí mis ojos, ya entendía lo que estaba ocurriendo, por eso dicen que el embarazo masculino es de tan alto riesgo, pero yo quise afrontarlo por el fruto de nuestro amor y por la vida de esa hermosa criatura que no podré conocer…

Una lágrima recorrió mi mejilla mientras recibía un beso en la frente y sentía como gotas saladas escurrían del rostro de mi  querido y único amor, terminando estas en mi rostro.

—Cuida… protege a nuestra pequeña… — hablé en un susurro inaudible. —Taka, no digas eso, vas a estar bien, por  favor… — suplicaba con sus ojos llenos de lagrimas. Alcé mi mano y acaricie su mejilla. – No. Prométeme… promete que vas a cuidarla… —ya casi no me  salía la voz y mis ojos se cerraban solos. – lo haré amor, lo haré. Pero por favor lucha, debes vivir para ver crecer a nuestra bebé...

 –Akira… — dije llorando de igual forma que mi amado.

Un último suspiro… Un último beso tembloroso…

… el último beso que mis labios recibieron, aquel beso que dio fin a todo, pero un hermoso comienzo para una pequeñita de carita risueña, mi preciosa princesita…

Jamás pensé en verte crecer, jamás creí en ellos pero ¿sabes? Estoy a tu lado siempre, como tu estuviste conmigo dentro de mí, me acompañaste en tiempos difíciles, ahora, mientras te conviertes en una hermosa señorita, yo te cuido, al igual que a tu padre quien con los años se ha vuelto hermoso.

Después que han pasado más de siete años, aun tu me sigues visitando, cada día, a la misma hora, después de recoger a  la pequeña Ai del colegio, vienes al cementerio, compras una hermosa rosa blanca y te quedas horas mirando mi lapida, no sabes cuánto deseo abrazarte, mas solo te puedo consentir con una gélida y fría brisa. Te veo cerrar los ojos, acaso te das cuenta ¿qué son mis manos las que  te acarician a través del viento?

Veo como te acuclillas junto a mi lapida, depositas aquella hermosa flor junto a las demás, la pequeña se acerca a ti tú sólo le sonríes y le das un cálido beso en su mejilla. — ¡papi! ¡¿Me compras un helado de regreso a casa?!— hablaba con emoción mi pequeña criatura mientras emprendía marcha  hacia un hermoso sendero lleno de árboles y arbustos, adornados con sutiles hojas secas denotando el otoño que poco a poco se abría paso.

Akira le sonrió a nuestra hija, haciéndole señas para que lo esperara. Miraste una vez más mi lecho. —Desearías que estuvieras conmigo, pequeño…— comenzó a hablar mientras yo lo observaba de cerca. —tarde me di cuenta de cuánto te amaba… pero nunca lo vi… no me di cuenta antes de mis sentimientos... no me di cuenta hasta que te perdí…— vi como una lagrima recorría su rostro. Cuanto quise abrazarlo, cuando desee estar junto a él, mas no me podía dar ese lujo, debía estar agradecido de estar día a día junto a ellos… aun que fuese en este estado…

—te amo Takanori… nunca te lo dije, no sé si ahora vale la pena…— me aproximé a él depositando un beso invisible para él, pero para mí real…

Una briza se levantó justo en aquel momento producto de aquel “contacto”

Cerró sus hermosos ojos mientras una lágrima rodaba por su mejilla y una sonrisa se colaba en sus hermosos labios. Vi como llevó las yemas de sus dedos a sus labios, asiéndome sonreír “¿me había sentido…?”

Se giró para marcharse pero antes de irse dijo: — Taka, sé que siempre nos acompañaras, te siento… y eso me hace eternamente feliz… — miró al cielo y corrió hacia nuestra pequeña abrazándola dulcemente mientras emprendían marcha…

 

—A tú lado siempre estaré…—

 

Notas finales:

aqui el fin de esta pequeña historia :3
casi lloro cuando la escribí ._. ne, con los años me pongo mas sensible e.e ok, no tanto.
xD

espero de verdad que les haya gustado, me emocioné al leer reviews!! [pensé que nadie se interesaria por leerme .w.] animan mucho, de verdad gracias n.n)/

[Espero que igual comenten yl final para ver que tal, si le gusto y bueno, esu~ .w. ]

 


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