Ese era el Zoro que conocía, y del que se había enamorado, pensó Sanji, viendo a su amado a la distancia luego de asegurarse de que sus alumnos se encontraran seguros fuera del edificio. Pero ahora no era tiempo de alegrarse al ver que su novio cada vez recuperaba más cualidades de su otro yo.
Frunció el ceño, viendo a la distancia como una tropa de hombres empezaba a rodear el patio donde se encontraban sus alumnos y los demás maestros. Su sospecha era del todo cierta, y la batalla del todo por el todo, al fin daría comienzo…
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El caos reinaba en cada rincón de la escuela, en donde los profesores y los auxiliares intentaban por todos los medios posibles calmar a los alumnos, atender a los más heridos y ayudar a escapar de los escombros a aquellos que habían quedado atrapados en alguno de los salones en donde había ocurrido alguna de las explosiones.
Mihawk se encontraba ayudando a sus demás colegas, intentando calmar a su angustiado corazón al ver que la primera explosión había ocurrido cerca del gimnasio donde su pelirrojo se encontraba dando clase. Estaba aterrado y confuso, intentando reprimir sus impulsos y salir corriendo en busca de su pareja. Pero sabía que no podía darse aquel lujo, lo sabía mejor que nadie.
Su deber era estar allí y conservar la calma, no podía dejar a aquellos chicos a su suerte solo por un capricho suyo. Debía permanecer alerta por cualquier eventualidad o ataque enemigo, rezar con todas sus fuerzas que Roronoa hubiese podido encontrar a su jefe sin mayores contratiempos.
Si Sanji tenía razón, si todo lo que había predicho se estaba cumpliendo en aquellos instantes, lo mejor que podían hacer en aquella situación era que el peliverde se encontrase bajo la protección del rubio. Roronoa se había hecho fuerte, eso no odia negarlo, pero si eran “ellos” quienes estaban dando el aviso de guerra, el cocinero era el único capacitado para poder mantenerlos a todos a salvo.
Busco con la mirada algún avistamiento de su jefe o de alguno de los chicos, mas no pudo encontrar a nadie, al menos cerca suyo. Suspiro más tranquilo al divisar una cabellera roja tan conocida para él, pero aquella tranquilidad que había tenido al ver a Akagami a salvo le había durado poco.
El polvo de las explosiones se había disuelto casi por completo gracias a la fresca brisa primaveral, dejando a la vista un ejército completo de hombres armados hasta prácticamente los dientes, tapando cualquier vía de escape y dejándolos a ellos y a todos los miembros de aquella escuela a la merced del enemigo a su totalidad.
Al afinar mejor la vista se dio cuenta de que las armas que traían en su poder no eran más ni menos que espadas, ballestas, pistolas, cañones y alguna que otra bazuca. Armas que, bajo ningún tipo de contexto, podrían relacionarse con esta época.
-así que también te has dado cuenta ¿no es así, Mihawk san?-le pregunto una voz conocida a sus espaldas, con un toque más que visible de miedo en su voz-
El pelinegro se giró rápidamente hacia donde provenía aquella voz, topándose de frente con Robin. La verdad, no se sorprendía de verla allí en aquellos instantes; después de todo, y gracias a las influencias del rubio, ella había empezado a trabajar en la biblioteca de la escuela hace tan solo una semana atrás.
-sí, me he dado cuenta-contesto el espadachín, mirando serio lo que pronto seria el campo de la batalla más decisiva que tendrían en toda su vida- basta con solo mirar las armas que tienen en su posesión. Además sus vestimentas, y el patrón de las explosiones-siguió con su explicación, viendo asentir a la morena, completamente de acuerdo con cada una de sus palabras-son piratas, y no cualquiera. De esto era lo que nos había comentado Sanji, y la hora de pelear, al fin ha legado…-
Mientras esta conversación tenía lugar, en otro sitio más apartado se encontraban Zoro y sus compañeros. El espadachín se mantenía sereno, a pesar del extraño sentimiento que sentía en bullir en su cuerpo al haber, luego de mucho tiempo, utilizar el arte de la espada.
Sonrió, completamente feliz al sentir la adrenalina recorrer sus venas y el deseo de combatir, de probarse una y otra vez ante el enemigo; de luchar con todas sus fuerzas. En el instante en que había vuelto a utilizar una de sus más conocidas técnicas había sentido a Wadou Ichimonji como una parte más de su cuerpo…como si desde hacía muchos años que conociera esa katana, y que ahora se volvían a reencontrar y unir fuerzas para salir victoriosos de aquel combate…
Acaricio la funda de su katana con cariño, sonriendo aún más ante los recuerdos que pasaban en aquellos instantes por su mente: cientos de batallas, peleas vencidas, celebraciones junto a sus amigos, a sus nakama…Y ahora, gracias a este ataque, estaba un paso más cerca de volver a aquellos tiempos de felicidad que hace tantos tiempo le habían sido arrebatados injustamente…
-Zo-Zoro… ¿Cómo demonios hiciste eso?-le pregunto la pellirroja, aun sin poder creerse del todo lo que había hecho su compañero con tan solo una espada-
El peliverde se giró con lentitud, clavando su oscura vista en la de sus amigos.
Tanto Nami como Luffy y Usopp tragaron saliva, nerviosos. Aquel chico no parecía ser su amigo de la infancia, aquel que conocían tan bien y con el que habían pasado tan buenos momentos. No, no parecía ser el mismo, eso ya lo habían notado desde que habían empezado a correr tras él, creyendo que por su nulo sentido de la orientación, se había separado del grupo.
No, eso ya lo habían notado. El chico que se encontraba frente a ellos poseía una seguridad impresionante, tanto así, que el verle frente a frente inclusive les hacía dudar de que el Zoro que conocían, fuera el mismo con el que siempre habían compartido.
-no hay momento de explicaciones, chicos-les llamo una voz a tan solo unos metros de distancia- ya habrá tiempo para ello luego, pero por ahora síganme. Aquí estamos demasiado expuestos al enemigo, y no puedo dejar que mis alumnos corran peligro, menos por mi causa-
-¡Sanji!-exclamo con alegría el peliverde, al ver a su amado completamente a salvo. Mas, su voz cambió radicalmente, al darse cuenta de las últimas palabras del rubio-no me digas que…-no pudo terminar su frase, apenas podía acabar de creerse que “eso” al fin estaba ocurriendo…-
Tsusuku (o tal vez no XD)