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Ciego Por Tu Oscuridad por KuroAshi_ZxS

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Notas del capitulo:

One Piece es propiedad de Eiichiro Oda, si no quien sabe…

Lo prometido es deuda, espero les guste

Mil disculpas por las posibles faltas ortograficas jejeje soy horrible corrigiendo

Capitulo 1: Segundo Encuentro ¿En Verdad Eres Tú?

Diez años…

Diez largos años habían pasado desde la última vez que le había vuelto a ver. Nunca había oído olvidarle, por mas que pasase el tiempo y el ya fuese un adulto, su recuerdo aun seguía fresco en su mente como si tan solo hubiese sido ayer cuando se habían separado con la promesa de volverse a ver. Pero sobre todo, recordaba esa sonrisa tan radiante como el mismísimo sol, y a la vez tan cálida, que brindaban de su pecho un sentimiento tan cálido y extraño del cual nunca se habría esperado ser participe.

No sabia porque, pero esa sonrisa le era conocida de algún otro lugar, como si su inconsciente le indicase que había algo mas tras aquel duce gesto. Pero nada, no había conseguido pista alguna por más que lo pensase. Y aunque en cierto modo fuese algo imposible, aun creía que le volvería a ver, a pesar de que pasasen diez  inclusive veinte años más le encontraría. Estaba decidido a encontrarle, porque por mas que lo negase… sabia muy bien que el sentimiento que llevaba carcomiéndole el alma era ese ‘‘algo’’ del que por tanto había rehuido y negado, pero del cual ahora se aferraba mas que nada en el mundo.

A pesar de todo, la vida no había sido tan mala después de todo, ellos dos aun seguían juntos como en sus mejores tiempos. Cuando Kuina había cumplido la mayoría de edad, no había podido dejarle solo y, decidida, le sacó del orfanato seis mese después.

Ahora Zoro tenia 17, y ella 22, viviendo juntos en un pequeño pero humilde departamento a las afueras de la cuidad. Asistían a un dojo, mientras que el peli verde estaba en su último año de preparatoria y  trabajaba en este junto a su amiga de la infancia para pagar sus gastos. Pero en cambio a la actitud alegre que mostraba el joven espadachín con la chica y sus amigos más cercanos, con la demás gente era apreciado como el típico chico problema y antisocial.

Aunque en realidad no fuese así, Zoro prefería comportarse de ese modo para poder protegerse, creando de ese modo un barrare entre su mundo y el del resto de la personas. La vida le había enseñado a ser así, aunque cuando era pequeño fuese confiado y feliz, los problemas que habían surgido desde la muerte de sus padres hasta esos días le habían cambiado… l habían hecho madurar en cierta forma, pero eso no impedía que dejase lo mas importante tras: a sus amigos que, con el tiempo, se había convertido en una familia unida por un muto sentimiento de protección y no lazos de sangre. Una familia como la que siempre había soñado desde que había llegado a ese orfanato y que l había brindado las cosas mas importantes para poder salir adelante, aunque aun faltase alguien para verse completo por totalidad…

Un viernes, a unas cuadras de su escuela, se había encontrad con un grupo de matones en busca de venganza por un miembro de su equipo que había recibido una paliza de su parte con anterioridad. Sin mayor contratiempo les derroto, dirigiéndose con apuro a su salón de clases pero perdiéndose en el trayecto. Por fortuna había logrado llegar a tiempo, entrando minutos antes de que lo hiciera el profesor Mihawk, un respetado docente que impartía la clase de literatura y que gracias a su actitud fría y a su exigencia con sus trabajos y calificaciones se había ganado el miedo de gran parte del alumnado. Y, aunque ambos se llevasen mal, se respetaban mutuamente.

El pelinegro había llegado a su vida en un tiempo que fu critico para el, cuando la dudas y las desconfianzas le habían hecho llegar a un punto de locura por la realidad que estaba viviendo. En ese entonces, Mihawk l había brindado su apoyo y ayuda (aunque muy a su manera), logrado sacarle de ese pozo oscuro de angustias en el que el mismo se había sometido. Había sido el quien le había llevado al dojo de su propiedad, aquel lugar donde actualmente trabajaba y entrenaba a la par; un lugar donde había encontrado su verdadera pasión y a alguien del cual orgullosamente podía decirle ‘‘maestro’’. Se había sorprendido mucho al enterarse de que cuando entrase al instituto el seria uno de sus profesores, por no decir el que estaría a cargo de su salón, pero mas allá de eso… se había alegrado enormemente por tenerle junto a él, porque en Mihawk veía en el a uno de su primeros nakama, uno de sus primeros miembros de su familia… uno que había sido como un segundo padre para el.

Se sentó rápidamente en uno de los últimos asientos del aula junto a su amigo Luffy, un joven también pelinegro y con un carácter bastante extrovertido, quien le sonrió con algo de vergüenza y las mejillas ligeramente rojas, mientras que Zoro suspiraba con algo de incomodidad ante tl situación. El chico había sido como una especie de hermano menor para el desde que había llegad a la preparatoria, pero con lo que  no había contado había sido con su declaración. Luffy le había confesado que estaba enamorado de el hace apenas un par de días atrás, pero Zoro le había rechazado, no porque fuesen hombres, algo que nunca había sido un inconveniente par el, sino porque su corazón ya le pertenecía a alguien mas. Ese era el mismo motivo por el cual no le había contado el motivo de su eventual negación ante su propuesta, no había querido herirle mas de lo que ya lo había hecho diciéndole que no tenia ni nunca tendría una oportunidad con el.

La mañana había pasado aburrida y monótona, sin nada fuera d lo común, hasta que al fin había llegado la hora de la salida y del tan anhelado fin de semana. El peli verde recogió sus cosas con lentitud, algo abatid y cansad. En cierto modo, estaba harto de aquel ‘‘estilo de vida que llevaba, de tener que verse envuelto normalmente en peleas y problemas con gente extremadamente peligrosa sin que él lo buscase siquiera. Pero no le quedaba otra opción si quería mantener a su hogar y a su familia sana y salva, en especial a cierta peli azul, quien se había ganado muchos enemigos por defenderlo. Por eso es que ahora él se sentía con el deber de devolverle el favor, porque a pesa de que Kuina fuese mayor en edad, él era el ‘‘hombre’’ de la casa. Se lo debía, como un mínimo a todo l que había hecho desde que se habían conocido e aquel orfanato.

Salió del instituto con una calma habitual en el, sin sospechar siquiera que el peligro asechaba a tan solo unos metros de él. Como ya era el fin de la semana escolar, había decidido guardar su dinero del pasaje e irse caminando hasta su hogar, cometiendo uno de los peores errores que podría haber hecho en su vida.

Cuando a iba a un poco mas de trayecto recorrido,  se vi repentinamente rodeado de un grupo de delincuentes, entre los cuales reconoció a algunos de los que habían intentado noquearle esa misma mañana. Con una rápida combinación de golpes y patadas, logro vencer a gran parte de ellos, pero a su misma vez su número aumentaba cada vez más. Con horror, vio que algunos de ellos era criminales buscados y otros reconocidos miembros de una de las mas poderosas e influyentes ‘‘mafias’’ de la cuidad. En un descuido, uno de ellos logro hacerle un profundo corte con una katana, un tajo lateral que descendía desde el pectoral izquierdo hasta la zona de la cadera derecha.

Cayó al suelo, sintiendo su cuerpo cada vez mas pesado por la falta de sangre provocada por una herida de tal magnitud. Antes de perder totalmente la inconciencia, logro ver la llegad de un auto negro, del cual descendieron cinco personas ataviadas con formales trajes oscuros, que a simple vista se veían que eran costosos y finos. Uno de ellos se empezó a acercar hasta el, dejando que los demás vencieran al resto de los intrusos con una facilidad y rapidez poco creíble para una persona normal. Aquel hombre se agacho hasta su lado mientras le sonreía con dulzura, siendo su rostro tapado levemente por el ala del sombrero negro que llevaba.

-Sanji…- musito antes de caer definitivamente, mientras esa sonrisa se grababa a fuego en su mente y en sus recuerdos

Despertó horas después, con un terrible dolor en todo su cuerpo, especialmente en su zona abdominal. Luego de poder orientarse y ver mejor, se dio cuenta que se encontraba en una lujosa y espaciosa habitación. Estaba delicadamente decorado con muebles caros y finos, las paredes pintadas con tonos sobrios y unos enormes ventanales que estaban cubiertos por unas cortinas que, según su parecer, eran de seda carmín, al igual que las sabanas de la cama en la cual descansaba en esos instantes. Intento incorporarse a pesar del dolor punzante que sentía, cuando una mano detuvo sus movimientos. Miro a la persona que es encontraba a su lado: un hombre moreno de edad aproximada a la suya, de cabellos negro, con tatuajes en sus brazos semi desnudos y aretes de oro. Usaba una bata blanca y le veía con severidad, como un doctor a un paciente que n acataba las ordenes encomendadas.

-no deberías moverte, tu estado es aun grave- comento con voz serena y calmada, mientras volvía a acostarle- estuviste a punto de morir, chico. Incluso me atrevería a decir quede no ser por tu entrenado cuerpo ya estarías muerto. Descansa por ahora y recupérate. Se nota a primera vista que no eres de los que acatan órdenes, pero deberías seguirlas si no quieres que se te infecte ese corte.

Zoro bajo la cabeza, asintiendo levemente. Estaba desilusionado, por un momento había pensado que podría haber sido ‘‘el’’, pero tal parecía que todo había sido producto de su estado de gravedad y perdida de sangre. Sintió la puerta de la habitación abrirse y, sin ánimos demás, mantuvo la cabeza gacha hasta que la voz del recién llegado le saco de sus cavilaciones internas, devolviéndole nuevamente la esperanza.

-buen trabajo, Law, pero me gustaría que nos dejases solo por un tiempo- dijo con voz suave y pausada, que hizo al peli verde volver a levantar la vista con un brillo de alegría inundando sus oscuros y penetrantes ojos.

Era un chico rubio de aparentemente  tan solo unos veinte años, que llevaba la parte derecha tapada por un largo flequillo de su dorado cabello y hermosos ojos azules. Vestía un traje y un sombrero a juego negro, el mismo sombrero que creía haber visto junto con aquella sonrisa que había cautivado su corazón tiempo atrás… y de la cual se había enamorado

Era el, ya no tenia duda alguna.

-Sa… ¿Sanji?-pregunto, con lágrimas amenazando de escapar de sus negras orbes

-te dije que nos volveríamos a ver… Zoro….-

Tsusuku (o tal vez no xD)

Notas finales:

Espero les haya gustado y nos leemos

Kuro-chan


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