- Sofía, ¿estás bien?... Te ves un poco pálida
Puse mi mejor cara y le dije que estaba bien, que solo había sido un mareo. Miré el helado en el piso, pensando que ahí también se encontraba mi corazón. Suspiré para darme ánimos y le hablé como pude.
- Me alegro por ti… Creo
Alicia, un poco preocupada, me ofreció su helado. Yo me negué, pero igual terminó dándomelo. “Es tan amable”, pensé, “…Nadie merece estar con ella…”
- Deberías conocerlo Sofía, es muy lindo
- ¿Qué? ¿Quién?
Alicia me sacó de mis pensamientos, volviendo a la conversación. Estaba sonrojada y hablaba bajito, sin dejar de sonreír.
- Miguel… Es todo un caballero… También es atento, gracioso y muy amable con todos
- Ah, ¿sí?
Algo dentro de mí se movió. Comencé a sentir rabia, además el dolor en el estómago lo empeoraba todo.
- ¡Sí!... Hasta es músico y tiene una banda
- Ah, suena genial
- Sofía, ¿qué te pasa?
- Nada
- Pero tienes una cara extraña…
- ¡Que no pasa nada!
Apreté ambos puños hasta que pensé que mis manos se romperían, no pasó, pero se rompió el cono del helado que sostenía en ese momento. “…Nadie merece salir con ella, excepto yo”, concreté en mi mente.
- Me tengo que ir Alicia, me está doliendo el estómago
Di media vuelta y comencé a caminar hacia mi casa dejando a mi amiga ahí parada sin entender nada.
Cuando estaba lo suficientemente alejada de su vista empecé a correr, tirando lo que quedaba de helado al suelo.
Esa tarde juré que iba a hacer algo al respecto. “Yo también puedo ser amable, y atenta…”, me decía mientras tomaba un baño. Todavía no sabía qué iba a hacer, pero estaba dispuesta a cualquier cosa que hiciera que Alicia se olvidara de ese tal Miguel.
Al día siguiente amaneció soleado.
- Este es mi día -, dije saliendo de mi casa hacia la escuela.
Estaba totalmente decidida a conquistar a Alicia.
Apenas entré al establecimiento comencé a saludar a todos con una sonrisa de oreja a oreja como una estúpida. Algunos me miraban raro, claro, porque no los conocía y los estaba saludando como si fueran mis mejores amigos, pero no me importó.
Seguí caminando hasta la sala de clases, donde ya había algunas personas a quienes saludé de inmediato.
- Hola Sofía, ¿acaso quieres algo? -, me preguntó Raquel, una de mis más antiguas compañeras.
- No, ¿por qué preguntas?
- Es que vienes acá saludando a todos… Huele un poco raro
- No, no pasa nada… Solo me levanté y me dije: Sofía, deberías ser más amable con la gente. Y ya está
Entonces entró Alicia a la sala. Venía con una inmensa mochila que se veía muy pesada y una maqueta de algún edificio conocido, pero que yo no reconocí.
- ¡Alicia! Yo te ayudo, dame eso
Tomé la mochila y la cargué. Sí que estaba pesada.
- Gracias Sofía
- No hay problema, pero ¿qué traes aquí? ¿ladrillos?
Entonces nos pusimos a conversar hasta que sonó la campana y comenzó la clase.
Cuando tocó el recreo, le pregunté a Alicia si quería un jugo o algo así. Ella aceptó medio extrañada con mi actitud, así que fuimos a comprar ese jugo.
En el camino, ella señaló algo que estaba pegado en el muro. Era un cartel que anunciaba un concurso.
- ¡Es el concurso de bandas! -, dijo Alicia.
- Así veo, suena interesante
- Sí, será interesante… La banda de Miguel participará
Y ahí estaba ese nombre de nuevo. Tragué saliva fastidiada.
- Qué bueno, creo que mi banda también lo hará -, dije.
Volteó a verme sorprendida.
- No sabía que tuvieras una banda Sofía
- ¿N-no te lo había dicho?... Tocamos desde hace mucho
- ¡No lo sabía! Increíble, ¿son buenos?
- Claro que sí, hemos ganado muchos concursos… ¡De seguro ganamos este!
- Genial... Entonces estarán ahí
- Sí, inscribiré a mi banda después
- Ok
Alicia siguió caminando por el pasillo. Yo me quedé pensando un rato, asimilando lo que acababa de decirle a mi mejor amiga que tenía una banda, la cual era realmente inexistente, y que además tocábamos genial y ganaríamos un concurso.
“Estoy en problemas… Serios problemas…”, pensé.
- ¡Sofía!
- ¿Qué?
Alicia, cuatro metros delante de mí, me miraba sonriente.
- ¿Y el jugo?
- Ah, sí… el jugo