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Amor Yaoi
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Samaín por neomina

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Notas del capitulo:

Al igual que el anterior, este pequeño relato también está basado en una leyenda, esta vez, sobre los hombres-lobo.

Como la historia es muy breve y no llega al mínimo de palabras que Amor Yaoi exige para publicar, la pondré dos veces, porque no se me ocurre qué contar para rellenar :P

 

               Era un día de otoño; a esa hora en la que el día deja de ser día para ceder su puesto a la noche oscura. Cargaban los últimos troncos en el carro para volver a casa por un serpenteante sendero custodiado por enormes árboles centenarios.

                Aún no habían recorrido la mitad del camino cuando el más joven echó de menos su hacha.

                -Sigue tú –dijo mientras comenzaba a desandar el camino.

                -¿No quieres que te acompañe, Mu? –ofreció el otro-. Esa bestia parece más hambrienta que nunca estos días.

                -No es necesario, Kanon –agradeció-. Pero me llevaré esto –agitaba en su mano un grueso garrote que había tomado de la parte posterior del carro, mostrándoselo a su compañero-. En seguida te alcanzo –gritó mientras desaparecía corriendo en la espesura.

                Continuó su marcha despacio; aguardando la vuelta de su amigo. Había avanzado poco más de un kilómetro cuando un lobo enorme salió de la oscuridad. Saltó sobre él y lo tiró al suelo. Ambos rodaron por tierra y forcejearon. La bestia le mordió un brazo y se llevó entre los dientes un trozo de su carne junto con un jirón de su camisa encarnada. Para defenderse, el joven dobló la rodilla y la hundió en el costillar del animal que lanzó un aullido de dolor y, olvidándose de su presa, se escabulló entre las sombras de la noche.

                Arrancaba un pedazo de su ropa para venderse la herida cuando escuchó unos pasos acercarse veloces. Mu llegaba a la carrera.

                -¿Qué te ha sucedido? –preguntó entre resuellos; tomando aire con los brazos en jarras.

                -Ese maldito lobo me atacó –murmuró mientras daba vueltas a un retazo de tela alrededor de su antebrazo y, en pocas palabras, relató su encuentro con la bestia-. ¿Y tu hacha? –inquirió al no ver nada en las manos del recién llegado.

                -No pude encontrarla –respondió restando importancia al asunto.

                -Pues vámonos ya de aquí –apremió-. No quisiera otra visita  inesperada.

                -No te preocupes –lo tranquilizó entretanto lo ayudaba a hacer un nudo con los extremos del improvisado vendaje-. No creo que vuelvas a verlo esta noche –sonrió.

                Mientras lo decía, Kanon vio que entre sus incisivos colgaba un pequeño hilo encarnado.

 

 

FIN

 

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               Era un día de otoño; a esa hora en la que el día deja de ser día para ceder su puesto a la noche oscura. Cargaban los últimos troncos en el carro para volver a casa por un serpenteante sendero custodiado por enormes árboles centenarios.

                Aún no habían recorrido la mitad del camino cuando el más joven echó de menos su hacha.

                -Sigue tú –dijo mientras comenzaba a desandar el camino.

                -¿No quieres que te acompañe, Mu? –ofreció el otro-. Esa bestia parece más hambrienta que nunca estos días.

                -No es necesario, Kanon –agradeció-. Pero me llevaré esto –agitaba en su mano un grueso garrote que había tomado de la parte posterior del carro, mostrándoselo a su compañero-. En seguida te alcanzo –gritó mientras desaparecía corriendo en la espesura.

                Continuó su marcha despacio; aguardando la vuelta de su amigo. Había avanzado poco más de un kilómetro cuando un lobo enorme salió de la oscuridad. Saltó sobre él y lo tiró al suelo. Ambos rodaron por tierra y forcejearon. La bestia le mordió un brazo y se llevó entre los dientes un trozo de su carne junto con un jirón de su camisa encarnada. Para defenderse, el joven dobló la rodilla y la hundió en el costillar del animal que lanzó un aullido de dolor y, olvidándose de su presa, se escabulló entre las sombras de la noche.

                Arrancaba un pedazo de su ropa para venderse la herida cuando escuchó unos pasos acercarse veloces. Mu llegaba a la carrera.

                -¿Qué te ha sucedido? –preguntó entre resuellos; tomando aire con los brazos en jarras.

                -Ese maldito lobo me atacó –murmuró mientras daba vueltas a un retazo de tela alrededor de su antebrazo y, en pocas palabras, relató su encuentro con la bestia-. ¿Y tu hacha? –inquirió al no ver nada en las manos del recién llegado.

                -No pude encontrarla –respondió restando importancia al asunto.

                -Pues vámonos ya de aquí –apremió-. No quisiera otra visita  inesperada.

                -No te preocupes –lo tranquilizó entretanto lo ayudaba a hacer un nudo con los extremos del improvisado vendaje-. No creo que vuelvas a verlo esta noche –sonrió.

                Mientras lo decía, Kanon vio que entre sus incisivos colgaba un pequeño hilo encarnado.

 

 

FIN

 

Notas finales:

¿Sorpresa? XD


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