Él no solía enfermarse.
Es decir, un catarro de vez en cuando sí, pero fiebre… no, definitivamente no recordaba cuando fue la última vez que tuvo fiebre. Y tampoco recordaba que se sintiera tan mal estar enfermo. Sentía como si su cabeza estuviese rellena de plomo, como si sus brazos estuvieran envueltos en cemento y como si su nariz fuera un grifo.
Aunque todo tenía su lado bueno, y estar enfermo no era la excepción: tenía días libres y su novio le cuidaba. O sea, más de lo normal.
Estaba tumbado de lado, en posición fetal, en la gran cama matrimonial de su cuarto, con las manos debajo de su cabeza y las piernas fuertemente encogidas, su pelo rubio se sentía húmedo y la piel de sus mejillas ardiente. Estaba enterrado bajo tres o cuatro mantas gruesas a pesar de estar muriéndose de calor, pues Loki había sido claro: tenía que “sudar” toda la fiebre, luego le ayudaría él mismo a bajar su temperatura.
-Clint, pajarito hermoso.- el colchón se hundió a su lado y unos labios acariciaron sus mejillas y unas manos le giraron, dejándole bocarriba. Manos que luego lo sentaron correctamente, con la espalda.- ¿Cómo te encuentras?- la voz susurró tiernamente.
-Mareado.- contestó con voz débil.
Odiaba verse débil ante los demás, solo con su amado Dios no sentía pena de dejarse ver tan… vulnerable. Sí, eso era, vulnerable.
-Te he hecho sopa de pollo.- Loki se acomodó a su lado y cogió el plato con el ligero líquido, llenó la cuchara y la acercó a la boca del de ojos claros, que la abrió y dejó que se la llenara.- ¿Está rica?
-Ya sabes que sí… Todo lo que cocinas está rico.- musitó después de tragarse la caliente y reconfortante comida.
Loki sonrió complacido y siguió dándole la comida con ternura. Cuando el plato quedó vacío lo volvió a acostar a la cama, acariciándole el pelo con ternura, susurrando palabras tiernas en su oído.
Otro punto positivo para el estar enfermo: su amante se comportaba de un modo tan amoroso que a veces pensaba que se lo habían cambiado por una copia.
-¿Quieres ir al salón y ver alguna película?- le preguntó.
-Claro amor.- sonrió con debilidad antes de cruzar los brazos en el cuello del asgardiano, que lo levantó con cuidado, llevándose con él un par de mantas para que el agente de S.H.I.E.L.D no cogiera frío.
Fue al salón y le dejó en el sofá, tumbándole y cubriéndole con las mantas, para luego ir a la cocina a por pizza del día anterior, la puso en un plato y volvió, sentándose en el suelo, dejando su cabeza cerca de la del arquero.
-¿Qué quieres ver?- le preguntó.
-¿La boda de mi mejor amigo?- musitó.
Porque Clint amaba las comedias románticas. Y Julia Roberts era una de sus actrices favoritas.
-De acuerdo.- con fluidos movimientos de manos puso el disco en el DVD y esperó que la película empezara.
Pero poco vio Loki.
Todo lo que llegó a ver fue cuando Julianne y George estaban en el restaurante. No quería quedarse dormido, por supuesto que no, pero llevaba ya dos días sin dormir más de una hora por estar cuidando a su pajarito durante el día y en la noche tenía que quedarse despierto para que el hechizo que hacía que su piel estuviera mucho más fría no se desvaneciera. Y claro, la magia requería energía.
Eso y que había tenido que cuidar de Peggy el día anterior pues Thor y Steve tenían una cita con el Presidente de los Estados Unidos. Ellos la habían tenido tres semanas atrás. La verdad es que el Sr. Presidente no parecía muy contento de tenerlo cenando con él, pero después de un intercambio de palabras entre él y su novio pareció verlo con mejores ojos.
-¿Tú también lucharías por mí, cariño?- preguntó Clint con voz gangosa, justo en el momento en que Julianne perseguía a Michael quien perseguía a su prometida.- ¿Cariño?- dijo al no recibir respuesta.- ¿Loki?- se incorporó lo suficiente hasta poder ver su plácido rostro al dormir. Sonrió con ternura, aunque algo triste al saberse culpable del cansancio del Dios.- Amor, despierta…- le sacudió suavemente el hombro.
-Es-estoy despierto-o.- dijo sacudiendo la cabeza, desperezándose un poco.
-No mi amor, no lo estás.- replicó con ternura.- Vamos a la cama, venga.- se sentó en el sofá.- Vamos Loki levanta.- le instigó, acariciándole el pelo. El de ojos verdes se levantó y le cogió de la mano, yendo ambos hacia el cuarto. Una vez dentro, Clint se metió debajo de las mantas, esperando a que el otro se metiera también. Y, en cuanto lo hizo, el rubio se pegó completamente a él, abrazándole con brazos y piernas, poniendo su cabeza en el huesudo hombro.- Loki… Siento que estés tan cansado por mi culpa.- sus mejillas se sonrojaron con fuerza, y no precisamente por la fiebre.
-¿Tu culpa?- dijo el de pelo negro.- No es tu culpa que estés enfermo Clinton, la culpa es del imbécil de Fury por mandarte a Mongolia.- dijo con el enfado pintando su voz.
-Pero…- intentó replicar, pero un dedo en sus labios se le impidió.
-Halconcito, no es tu culpa. Y ya.- le besó la frente a la vez que le acariciaba las mejillas.- Y ahora a dormir.- le dijo antes de cerrar la luz y de bajar las persianas para que el cuarto quedara en completa oscuridad.- Buenas noches.- musitó antes de caer en un profundo sueño.
-Te amo.- susurró antes de empezar a acariciarle el pelo, pues después de haber dormido casi tres días seguidos no tenía mucho sueño.
La primera vez que enfermó de gripe, Loki casi se volvió loco al verle con tan poca energía, teniendo en cuenta que Clint era como un niño de cinco años con hiperactividad y que solo se quedaba sin energía después de una gratificante sesión de sexo, pero ellos no habían tenido sexo aquellos días por lo que no sabía porque su pajarito estaba tumbado en el sofá sin hacer absolutamente nada de nada.
Ese día el rubio había aprendido que en Asgard, los Dioses más poderosos no se enfermaban, solo después de una batalla y si habían sido o muy malheridos o envenenados. Aunque bueno, el sistema inmunitario de Loki era muy diferente al del resto de Dioses así que él era casi inmortal a cualquier tipo de arma.
Con paciencia, el arquero le explico que los humanos enferman con facilidad, sobretodo si hace demasiado frío. Al oír aquello Loki soltó algo en asgardiano, pero por el tono de voz el menor pudo imaginarse que dijo algo sarcástico. Estuvo un día entero sin salir de la cama para nada más que ir al baño, sudando toda la fiebre, bajo el cuidado del peli-negro, que al verle tan desamparado le cumplió todos los caprichos. Después, en la noche, su pareja se tumbó a su lado y lo abrazó fuerte, justo como estaba haciendo en aquel preciso momento, dejando que su fría (¡Y vaya si estaba fría!) piel le refrescara y le bajara la temperatura.
Se acercó más a su compañero y un escalofrío recorrió su espalda cuando sus labios tocaron la fría mejilla en un casto beso. ¿No le había dicho Loki que el hechizo solo funcionaba cuando estaba despierto?
Abrió la luz de la mesita de noche y fue entonces cuando lo vio: el Dios se estaba poniendo azul: -¡Loki!- asustado lo despertó.- ¡Loki estás de color azul!- y al oír el nombre de aquel color, el mayor abrió los ojos de golpe, dejando ver unas orbes negras con los iris rojos. Loki se levantó y se encerró en el baño, respirando agitado: Clinton no podía verle de aquel modo.- ¿Amor? ¿Estás bien?
-Vuelve a la cama, Clint. Ahora vengo.- dijo respirando fuertemente, abriendo el agua caliente de le ducha y metiéndose debajo, viendo como el calor le devolvió su pálido tono de piel. Cuando salió, seco y con el pijama puesto se acostó con Clint.
-¿Qué pasó?- preguntó claramente preocupado.
-Nada pajarito.- le besó la frente y lo estrechó entre sus brazos con fuerza, no iba a permitir que le viera en su forma Jötun. No quería que se alejara de él. No sabría como seguir viviendo sin él.