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Nunca sabes que hay detrás de un armario por Keelop

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Notas del capitulo:

¡Ya está aqui!

Perdón por la tardanza, he estado un poco ocupada.

Este capitulo se centra sobretodo en la familia de Thiago y en su relacion con Lucas, espero que les guste.

 

 

Cuando me desperté el sábado, a las doce de la mañana, no había nadie en casa, como era lógico ya que solíamos comer los fines de semana en el restaurante para poder pasar el día allí, trabajando. Supongo que mis padres no me quisieron despertar al haber llegado tan tarde esa mañana. No era muy habitual que yo saliera de fiesta, así que era probable que quisieran darme un pequeño respiro para recuperar la energía consumida esa noche.

 

Ellos estaban muy orgullosos de mí, tanto por mis notas como por mi forma de ser, por mi familiaridad, por mi buena educación, bueno, por todo en general, como todos los padres, digo yo. A pesar del orgullo que en ellos despertaba, yo notaba que ellos estaban preocupados por mi falta de diversión, de tiempo de ocio, de entretenimiento. Ellos conocían a María y a Lucas, de hecho se llevaban tremendamente bien, tanto con ellos como con su familia, pero aún así yo no solía salir porque tenía mucho que estudiar y trabajar en el restaurante. Eso los preocupaba, porque solo tenía dieciséis años y estaba asumiendo tareas demasiado demandantes. No disfrutaba de mi juventud como debería y ese tiempo no lo recuperaría nunca, o eso me decían ellos de vez en cuando.

 

Había sido una noche productiva pero rara a la vez. En la misma noche había unido mis labios a los de otras dos personas distintas, dos personas que no estaban en mi corazón en ese momento, al menos no en el plano amoroso. Estaba feliz, el beso con Alex había despertado algo en mí, me había hecho sentir especial, y más después de saber que Emily no era más que una tapadera, una homosexual tapadera. Por otro lado, el beso con Paola había sido simple, al contrario de cómo pensé que sería besara una chica, el beso no me resultó forzado, ni repulsivo. Podría besar a una chica sin echar por tierra mi homosexualidad, seguramente el sexo si sería distinto, pero de momento no podía afirmarlo, y una parte de mi esperaba no poder afirmarlo nunca. Valía que hubiera besado a una chica, pero de ahí a tener relaciones sexuales con una, había un gran paso que no creo querer dar nunca.

 

Entre los pensamiento de la noche anterior, me levanté y me duché. Cuando salí de la pequeña ducha que había en el cuarto de baño, aun con la toalla en la cintura, me acerqué al espejo del baño y me miré, mi aspecto era el de siempre, la noche no parecía haberme pasado factura. Recordando todo lo que había pasado esos días, el comportamiento inicial de Alex y su repentino cambió de actitud, no pude evitar sentir cierto temor a que solo se tratase de una broma lo de Alex, aunque pensándolo bien no creo que nadie fuera a ir tan lejos por una broma, ¿no? Pero yo no tenía nada especial. Mis ojos eran de color miel, mi pelo era de color castaño claro con variantes rubias, que parecían reflejos hechos en una peluquería pero que eran naturales. Además mi piel era bastante blanca, aunque en esos momentos estaba un tanto bronceada debido al trabajo que había estado haciendo en verano como camarero en la terraza del restaurante. Esos eran rasgos muy comunes, facciones que no me hacían especial, ni deseable. Si hubiera tenido los ojos verdes como Alex, o azules como son los de Chris, o incluso marrones brillantes como los de Lucas, entonces si entendería  como alguien tan guapo y aparentemente inalcanzable como Alex se había fijado en mí. Pero, con mi apariencia tan común, y mi cuerpo pequeño y débil, apenas alcanzaba el metro sesenta y cinco, no lo entendía.

 

Alex tenía esa apariencia de chico deseado, sexy, rebelde, sensual… Era el chico perfecto, el hombre con el que toda chica soñaba. Y, él, en vez de estar teniendo relaciones con una mujer, estaba malgastando su tiempo en mí, estaba liándose conmigo. Encima es que no solo se había liado conmigo, también me había escuchado y aconsejado con lo de Lucas. No lo comprendía. Me había hecho sentir especial. Supongo que no debería pensar esto pero después de la noche anterior, de sus sonrisas, de Enrique, de sus besos, no pude evitar ignorar su comportamiento del primer día. Decidí olvidar su actitud inicial y darle una oportunidad, una oportunidad para conocerle, para volver a besarle, para volver a estar con él.

 

Entre esos pensamientos, todos ellos dirigidos hacia Alex y su forma de actuar, terminé de prepararme. Me puse los vaqueros oscuros, la camiseta negra y las convers negras, la ropa que utilizaba para trabajar en el restaurante, y me dirigí hacia el negocio familiar, a tan solo un minuto de nuestro piso.

 

El restaurante tenía la entrada en una esquina. De hecho, una de las cosas que más me gustaba de nuestro restaurante era que se encontraba en una esquina. Además, la esquina daba a una gran calle peatonal, por lo que mis padres pudieron poner una terraza para que nuestros clientes pudieran comer fuera esos días que hacia un color tan sofocante, tanto era el calor que comer dentro se volvía en una verdadera tortura, a pesar de nuestro buen servicio de ventilación. No era un negocio muy grande, se parecía a una taberna del antiguo oeste, era entera de madera, tanto las paredes, como las mesas, la barra, y la puerta para acceder a los baños era de esas que no llegan ni al suelo ni al techo, de esas que son dos trozos de maderas separados que están unidos a la pared. La verdad es que a pesar de ser pequeño, era muy acogedor y la gente que iba a comer allí siempre nos daba las gracias por el excelente servicio y casi siempre volvía. La terraza era muy bonita también, había buen ambiente y  la calzada era tan grande que los clientes y los andantes no se incomodaban unos a otros, como pasaba en otros restaurantes de la zona.

 

Mi madre Tara era una excelente cocinera, sabia preparar un montón de recetas riquísimas. Daba gusto comer algo hecho por ella, que conste que no lo digo sólo yo por ser su hijo, de hecho casi todos elogian su maravillosa comida casera. Yo a veces no sé qué opino acerca del trabajo de mi madre, es decir, ella por la mañana nos hace los desayunos y se va al restaurante a trabajar en la cocina, luego tiene que hacer la comida y acordarse de hacernos la comida a nosotros, y luego volver a hacer la cena tanto para los comensales del restaurante como para nosotros. La verdad es que yo sabía cocinar algunas cosas que mi madre me había enseñado, y mi padre también sabía, aunque él bastante mejor que yo, pero, aun así, ella estaba pendiente tanto de nuestras necesidades como de atender las peticiones de los clientes. Su trabajo era duro y sacrificado. No podía faltar a trabajar, era el pilar fundamental del restaurante.

 

Por otro lado, mi padre Samuel se encargaba de la administración del restaurante, de comprar los productos, buscar proveedores, pagar las facturas, limpiar el restaurante, y un montón de cosas más. Además, en las horas de las comidas hacía de camarero, al menos al mediodía, ya que por la noche me encargaba yo de servir las comidas de mamá. El trabajo de Samuel también era muy sacrificado, estaba todo el día haciendo algo, no paraba de moverse de un lado a otro, casi no tenía tiempo ni de respirar.

 

Mi hermana pequeña Crystal era demasiado pequeña para ayudar en el restaurante así que cuando todos estábamos allí, ella se dedicaba a jugar o a hacer los deberes en el pequeño despacho de papá. De hecho, aunque tuviera una edad suficiente para ayudar, no creo que ninguno de nosotros la dejara si quiera intentarlo, era demasiado frágil. En la cocina casi no podía respirar, sobre todo cuando mamá cocinaba cosas que provocaban mucha humareda, tampoco podía limpiar porque el polvo tampoco la dejaba respirar bien y podía provocarle un episodio de asma. En definitiva, ella era demasiado frágil para cualquiera de los trabajos que se requerían en un restaurante.

 

Me alegraba de haberme despertado al menos a las doce, así podía ayudar a mis padres cuando el local empezara a llenarse de gente, como solía ocurrir los fines de semana sobre la una y media de la tarde. La verdad es que tener un restaurante en esa parte de la ciudad, a prácticamente tres calles de la playa era muy beneficioso, venían muchos turistas, sobretodo ingleses y estadounidenses. En esos momentos, en los que venían turistas al establecimiento familiar, me alegraba de estar en ese instituto de élite en el que nos enseñaban idiomas por un tubo. El inglés, como suele pasar, era obligatorio hablarlo con fluidez, y uno de los motivos por los que esto era requerido era porque muchos de los alumnos de esa institución recibían oportunidades, o así las llamaban así y yo no lo cuestionaba, para estudiar en el extranjero uno o dos cursos, en otras instituciones de élite del país al que el alumno fuera enviado.

 

Cuando iba llegando al restaurante me fijé en la terraza, apenas había tres de las ocho mesas ocupadas por señores mayores que solían ir a tomar un café o unas rabas, todos ellos eran vecinos nuestros. Mi padre salió a la vez que yo entraba, y al pasar por su lado me dirigió una enorme sonrisa, como era propio en él. En el interior del restaurante no había ningún cliente, como era normal con esa temperatura, pero quien si estaba era mi hermana, sentada en una de esas mesas de madera bebiéndose un mosto, sonriendo, enseñando el agujero que le había aparecido en la dentadura tras caérsele un colmillo de leche que ella misma había anunciado con un grito que decía ‘’viene el ratoncito Pérez’’. Ella estaba sentada de cara a mí, estaba sentada en la mesa con alguien más, parecían estar jugando a las cartas. Si, seguro que eran las cartas, a mi hermana le encantaba que jugaran con ella a juegos como chinchón, tute, brisca o cinquillo, en eso había salido tanto a mi como a mi padre, de hecho eran muchas las tardes de vacaciones que los tres nos pasábamos jugando a cualquier juego con la baraja, picándonos entre nosotros y riéndonos como cosa mala, sin poder evitarlo.

 

Conforme me iba avanzando creí empezar a reconocer a la persona que estaba con mi hermana, esas espaldas anchas y definidas, ese pelo rubio despeinado… No cabía duda de quién era, pero sobretodo terminé de confirmarlo cuando mi hermana al levantar la mirada reparó en mi presencia y, ampliando la sonrisa, se lanzó del asiento y vino corriendo hacia mí para abrazarme diciendo feliz:

 

-¡Mira Thiago, ha venido Lucas! Estamos jugando a las cartas, te unes tú también, ¿no? Porfa, porfa- Lo sabía, inconfundible su esencia, su cuerpo, su todo. Mientras la abrazaba, tras tratar de no mirarle, sin poder evitarlo, levanté la mirada, intentando que pareciera carente de expresión, pero cuando nuestros ojos se encontraron no pude hacer nada para que mis ojos no mostraran la tristeza que me embargaba por estar en malos términos con él. Los ojos de Lucas  expresaban su dolor y su arrepentimiento, pero también su decepción y su enfado. Entendía que estuviera tanto enfadado, como dolido, como todo lo demás, pero verle ahí, en mi restaurante, mirándome de esa forma, era demasiado. No me sentía lo suficientemente preparado para pedirle perdón y para perdonarle. El día anterior nos habíamos dicho cosas que nos hicieron mucho daño, y eso era algo inusual entre nosotros, nuestras discusiones no iban más allá de una pelea por quién había ganado a quien en una partida de la play o en una carrera de natación, nunca nada serio que mereciera la pena mencionar. Pero, la conversación que debíamos tener la dejaría para más adelante, por ahora íbamos a jugar con Crystal.

 

-Claro que me apunto enana, ¿acaso lo dudabas?- Le dije yo a mi niña dándole un beso en la frente mientras la cogía en brazos para llevarla a la mesa. Mi hermana pesaba muy poco, y no solo por su edad, tantas enfermedades habían pasado factura en su débil cuerpecito.

 

Tras coger una coca cola del bar me dirigí a la mesa donde mi hermana y mi mejor amigo estaban preparando una futura partida en la que yo también participaría.  Cuando llegué, me senté al lado de Lucas, como siempre hacíamos, ya que también solía venir a jugar María con nosotros, y a mis chicas las gustaba sentarse juntas. Lucas hizo lo propio y me dejó sitio en el banco de madera. Se notaba que ambos estábamos nerviosos, no sabíamos cómo actuar. Si mi hermana no hubiera estado delante ahora mismo estaríamos gritándonos, a punto de darnos de ostias seguramente. Pero yo decidí pasar de la palpable tensión del ambiente y empezamos jugar tranquilamente. Conforme pasaba la partida, la tirantez del ambiente empezaba a desaparecer y, Lucas y yo incluso empezamos a bromear como antes, picando a mi hermana sobretodo.

 

En un momento de la partida en el que solo estábamos jugando mi hermana y yo, porque Lucas había perdido, no pude evitar volver a ponerme nervioso. Lucas no apartaba la mirada de mí, parecía estar examinado todo mi ser, como si quisiera ver más allá de mí, como si quisiera investigar mi alma, mi corazón y mi mente. Era bastante incómodo y raro, nunca le había visto mirarme tan fijamente y era extraño. Entonces pasó algo que nunca pensé que pasaría, Lucas me pasó un brazo por los hombros, simulando un semiabrazo y me acercó a él, dándome un beso en la frente. Yo estaba alucinando, nunca habíamos sido excesivamente cariñosos entre nosotros, es decir, había habido abrazos sí, pero nunca besos, eso era más de chicas, ¿no? Antes de que pusiera pensar nada más y dando gracias porque mi hermana no se estuviera fijando en nosotros, que bochorno me hubiera producido la gatuna mirada de mi hermana sobre nosotros en ese momento, Lucas se separó otra vez y sin dejar de mirarme me soltó un leve ‘’Lo siento mucho’’. Yo no podía ni mirarle, que vergüenza. El chico que me gustaba me acababa de dar un beso en la frente, mi mejor amigo había dado el paso que creí que ninguno de los dos se iba a atrever a dar y había pedido perdón primero. ¡Y vaya forma más persuasiva de hacerlo! Estaba claro que después de esto no iba a poder evitar perdonarle, dando exactamente igual lo que él hubiera hecho. Estaba feliz, así que, aun con su brazo sobre mis hombros, solo que ahora su cabeza estaba bastante más lejos que antes, me giré con una sonrisa pintada en los labios, una amplia sonrisa como la que antes había estado invadiendo el rostro de mi hermana, y le dije ‘’Yo también lo siento’’. Esta vez, él también sonrió, sonreímos juntos y él me paso una mano por el pelo, revolviéndomelo. Todo volvía a ser como siempre, aunque eso todavía no había acabado, si bien estaba aceptado el perdón, ahora teníamos que hablarlo y aclararlo.

 

Tras unas partidas más, y después de comer con mi hermana y mi mejor amigo, mi padre me llamó para avisarme que tenía que empezar a trabajar, que la gente ya llegaba. Antes de irme Lucas me dijo que quería hablar conmigo luego, sin falta, yo asentí, totalmente de acuerdo. Así pasamos la tarde, mi hermana jugando con Lucas a un montón de juegos y yo sirviendo mesas de extranjeros deseosos de una buena paella española. Bueno, de paella y de muchos más platos que mi buenísima madre preparaba para los clientes.

 

Cuando dieron las seis todos los comensales habían acabado de comer y ya se habían ido, tan solo quedaban aquellos que habían venido a tomar una cerveza o un café. Yo decidí dar un respiro a mi padre, que se le notaba cansado, y ocuparme de los clientes que había. Una vez estuvieron todos servidos, volví a la mesa donde se encontraban Lucas y Crystal, echando un pulso chino, en el que Lucas muchas veces se dejaba ganar por mi hermana. Esta vez no me senté, me apoyé en el banco que estaba sentada mi hermana, sonriendo como un tonto al verlos jugar. Tenía que reconocer que Lucas era genial, majo, guapo, atento y se le daban bien los niños, lo tenía todo. Siempre he pensado que Lucas seria el padre perfecto, el novio perfecto, el amante perfecto. Él era capaz de mostrar sus sentimientos en público sin tener miedo a ser juzgado, le daba igual lo que pensaran de él y defendía lo suyo con garras y dientes. La verdad es que yo a veces sentía cierta envidia de él. Pero no envidia mala, si no envidia sana, de la que no duele y por la que no haría daño. Yo quería que él fuera feliz, daba igual si con una mujer, con un hombre, conmigo… Pero yo siempre he sabido que quiero formar parte de su felicidad, quiero ser partícipe de ella, así como quiero apoyarle en su tristeza. Quería ser su mejor amigo siempre, no quería fastidiar lo que habíamos construido en esos años juntos. Él era especial para todos y yo era especial para él. Le quería como a poca gente había querido en mi vida.

 

-Thiago, ¿te apetece quedarte a dormir esta noche en casa? No hay nadie y podemos ver una película y cenar pizza.- Oí como me preguntaba Lucas con una sonrisa. Yo accedí rápidamente, tenía muchas ganas de pasar la noche con él después de haber discutido, podríamos arreglarlo sin problemas. Y si volvíamos a discutir siempre podía ir a dormir con Alex, ¿no? Espera, espera. No, yo no había pensado eso. Esto era el colmo. ¿Todavía no he terminado de reconciliarme con mi mejor amigo y ya estoy pensando en meterme en la cama de su hermano? Definitivamente no me merezco a ninguno de los dos. Les estaba engañando a los dos. Me había liado con Alex sintiendo cosas por su hermano, eso no era nada honrado. Y, no le había dicho nada a Lucas acerca del beso con Alex, aunque no fuera solo un secreto mío, sentía que debía decírselo, que debía ser sincero. Sin la sinceridad las relaciones no eran nada. Pero, era imposible decirle a Lucas lo que había pasado con su hermano.

 

Esa noche esperamos a que mis padres cerraran el restaurante a las doce, les pedimos permiso a mis padres para quedarme a dormir y accedieron sin el menor problema, la casa de Lucas era como mi segunda casa después de todo. Tras cerrar el restaurante, Lucas y yo fuimos al Telepizza a pedir dos menús y después nos dirigimos a su casa, a tres manzanas del Telepizza.

 

Por lo que me había dicho Lucas en el camino, ya que habíamos preferido dejar el tema crucial para cuando estuviéramos en su casa, no estaban ni siquiera los cocineros en la casa. Era bastante inusual que no hubiera nadie en esa casa, pero todo cobró sentido cuando me dijo que la hija de los cocineros se iba a casar el domingo siguiente y todos tenían la semana libre para hacer lo que quisieran. Algo así como unas pequeñas vacaciones. Lucas también me avisó que estaba invitado a la boda, que Regina me había dejado una invitación, al parecer estaba segura de que me vería el viernes por la tarde, pero me fui tan rápido que no la dio tiempo a darme la invitación. Me arrepentí inmediatamente de no haber pasado a saludarla, se había molestado en llevarme la invitación con la ilusión de verme y yo me había ido antes de que pudiera hacerlo. Lucas me tranquilizó diciéndome que no pasaba nada, que el domingo ya compensaría ese pequeño ‘’lapsus’’.

 

Cuando llegamos, como era previsible, la casa estaba a oscuras completamente, los perros de Lucas ya estaban durmiendo tranquilamente en sus respectivas casetas, o al menos eso parecía, ya que ninguno vino corriendo a saludarnos. Una pena, tenía muchas ganas de ver a mis bebés preferidos. Por un momento agradecí que Alex no estuviera en casa, así no tendríamos que lidiar con otro posible conflicto entre alguno de nosotros.

 

Decidimos poner una película en el salón, ya que la pantalla plana enorme era espectacular, y en ella se veían las películas casi mejor que en el cine. Optamos por ver películas chorras como Scary Movie o Ali G. Estuvimos viendo películas tres horas, y a las tres Lucas decidió sacar el tema que tanto nos había amargado esos días. Mientras ambos estábamos sentados en el sofá, uno al lado de otro, él habló.

 

-Oye Thiago, siento mucho lo que ha pasado.- Me miró con cara de arrepentimiento. Yo le pregunté que qué era exactamente lo que sentía y él me dejo algo sorprendido cuando me dijo.- Cuando llegamos a casa después de la noche de fiesta, me encontré con Alex esperándome en la puerta de mi cuarto. Estuvimos hablando y me pidió perdón, yo también lo hice. Le había desacreditado, le había llamado violento delante de ti, eso no es propio de mí, ya lo sabes- Me dijo mirándome a los ojos intentando que le comprendiera.- pero en ese momento no pensé lo que decía. Después de lo que te dijo el lunes delante de mí, en mi cuarto, me enfadé muchísimo, ya te lo dije. Él no era quien para tratarse así de mal, y menos delante de mí, eres mi mejor amigo, no quiero que te hagan daño. Me daba miedo pensar que él fuera capaz de dañarte. Joder, me siento tan mal por haber pensado así de él.- Me dijo pasándose la mano por el pelo, despeinándose- Es el mejor hermano del mundo para mí, ¿sabes? Puede que su comportamiento ese día no fuera bueno, pero él es así y yo le quiero como es.- Casi creí que, por primera vez en mi vida, iba a ver llorar a Lucas. Pero me equivoqué.

 

-Ya lo sé. Os queréis muchísimo. Siento si por mi culpa habéis discutido. Yo no quería que pasara nada entre vosotros, en serio- Dije yo agarrándole la mano. No sé de donde saqué el valor para hacer eso, pero lo hice, y él no intentó evitarlo, para alivio mío.

 

-No Thiago, no es tu culpa. No te disculpes por ello.- Se apresuró a aclarar. Y entonces empezó a acariciarme la mano con la suya. Eso sí que me sorprendió. Cada vez había menos barreras entre nosotros, estábamos conectando un montón.- Lo que te quería decir es que anoche, cuando volví. Él me pidió perdón, pero no solo eso- Yo le miré preguntándole con la mirada y él prosiguió, sin dejar de acariciar mi mano.- Me habló de ti. Me dijo que le pareció mal lo que hice ayer y yo me puse borde con él. Él no es quien para decirme como debo tratarte cuando él no te trató tan mal el lunes. Pero me hizo darme cuenta de algo- Yo le mire interrogante otra vez, instándole a seguir hablando- Eres mi mejor amigo Thiago, el primer mejor amigo que he tenido en mi vida. Nunca nadie me había comprendido y aceptado como tú. Nunca he confiado en nadie como en ti. Y, aunque no lo suela decir, te quiero muchísimo.- Yo abrí la boca, sorprendido, para decirle que yo también. Pero antes de que pudiera si quiera intentarlo, él me frenó.- Déjame terminar, por favor. Yo ayer te hice sentir mal. No soy tu niñero, ni tu guardaespaldas. Soy tu mejor amigo, tu respaldo. Yo siempre voy a estar allí tanto cuando me necesites como cuando no lo hagas. Pero desde el lunes te he tratado como a un niño, y he creído que necesitabas mi protección contantemente, cuando tú lo que necesitas es a mi como amigo, como un verdadero amigo. Siento eso y siento haberte hecho sentir desplazado por haberme visto con Chris. Él me cae bien, muy bien, pero no se comparaba con lo genial que me caes tú. Mi hermano me ha hecho darme cuenta de que te estoy subestimando. Eres un hombre, como yo, y no necesitas una niñera.-Terminó Lucas aun acariciando mi mano suavemente. No esperaba una confesión así. Alex era genial, me daba igual que se hubiera metido en mi relación con Lucas, porque era muy probable que si él no hubiera hablado con Lucas, Lucas no se hubiera acercado a hablar. Quizá ahora yo tenía un ángel de la guarda personal. Eso no me molestaría en absoluto.

 

-Yo también te quiero mucho Lucas. Y, tienes razón en lo que has dicho, yo te necesito a ti, como mi mejor amigo, como siempre has estado. Supongo que me puse celoso la verte con Chris, me hizo sentir amenazado y, ya sabes que no llevo bien que se acerquen a lo que considero mío, y tu puesto de mejor amigo está ocupado oficialmente- Dije yo sonriendo pero sin separar mi mano de la suya. Él se rio y afirmó rápidamente. – Yo también siento como te traté anoche. Eres muy bueno conmigo y te preocupas mucho, pero yo ayer me pasé. Estaba enfadado y creo que perdí los nervios un poco. No quería decir lo que dije, en serio. Eres un buen amigo.- Aclaré yo, por si acaso aún se sentía ofendido por mi comentario malintencionado.

 

-No pasa nada.-Me dijo sonriendo, una sonrisa que acompañó a sus palabras en el mensaje. Seguíamos tomados de la mano, dándonos caricias de vez en cuando. Un contacto nada sexual, meramente amistoso.- Entonces, ¿todo solucionado no?- Yo asentí efusivamente, como recordaba haber hecho la noche anterior con Alex antes del beso.- Pues nada de más celos tontos.- Ambos empezamos a reírnos. Para los dos nuestra relación era importante, especial.  Entre nosotros había una comunicación no verbal, el lenguaje a veces era innecesario, salvo cuando nos poníamos gilipollas como esos últimos días. Creo que en ese momento me di cuenta de que Lucas era realmente mi mejor amigo, y que quizá estaba confundiendo mis sentimientos. Quizá él para mí solo era mi mejor amigo, no estaba enamorado. Cuando nos habíamos dado la mano no había sentido ni la mitad de lo que sentí cuando Alex me puso las manos sobre las caderas aquella noche. ¿Y si era yo quién estaba intentando forzarme a sentir algo por Lucas? ¿Y si había confundido la amistad con el amor? Deseaba pensar que fuera así.

 

Tras esa pequeña conversación, decidimos irnos a dormir a su cuarto. Sacamos la cama supletoria y nos echamos a dormir. Pero no sin antes darnos un gran abrazo, un abrazo que a partir del lunes pasó a llamarse el abrazo de la reconciliación. Volvía a tenerlo entre mis brazos, mi mejor amigo, mi apoyo incondicional. Mío y de nadie más.

Notas finales:

Con este capitulo alcanzamos las 100 paginas de word, ya era hora despues de tantas horas escribiendo jajaja.

Espero que les haya gustado y que comenten.

¡Nos leemos!


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