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Nunca sabes que hay detrás de un armario por Keelop

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Notas del capitulo:

¡Buenas tardes!

Ya traigo la continuación, espero que estén disfrutando de la historia de Thiago y que lo sigan haciendo el tiempo que dure^^

Muchas gracias a los que le han dado una oportunidad a mi fic. Y, sobretodo, muchas gracias a aquellos que comentan dejando sus opiniones, son realmente importantes para conseguir que la historia fluya mejor.

Y sin querer reteneros más, aqui os dejo el capítulo, un poco más largo que los anteriores.

Espero que les guste^^

Esa noche que pasé en casa de mi mejor amigo no vi a Alex. Lucas dijo que no habría nadie en casa y así fue. A pesar de que por una parte me alegraba haber podido arreglar las cosas con Lucas, y eso no hubiera sido del todo posible si Alex estaba rondando por ahí, por otra sentía algo dentro de mí que no podía explicar. Ese sentimiento era difícil de catalogar, quizá era miedo, desesperación, o podía ser tristeza, o incluso celos. Todo ese remolino de sensaciones se debía a lo que se supone que iba a hacer Alex ese día, y yo no quería sentir eso, pero era algo inevitable. Lucas me había dicho que su hermano iba a pasar la noche con Emily, y eso solo podía significar una cosa. O al menos eso se suponía después de lo que había dicho él anoche, ¿no? Si ella era una tapadera, eso quería decir que mientras yo estaba en su casa durmiendo tranquilamente, o no tanto realmente, él estaba flirteando con otras, o puede que con otros. ¿Por qué me sentía así? Vale, me había gustado mucho lo de anoche y todo eso, pero aun así yo no tenía sentimientos más allá de la atracción sexual por él. Pero no podía evitarlo, y me daba mucha rabia. Después de lo que habíamos hecho el día anterior, de la complicidad, de las miradas, después de todo, el hecho de solo pensar en que él estuviera haciendo con otros lo mismo que conmigo me irritaba. Pero yo no quería sentir eso, no quería sentirme vulnerable ante él, ante lo que él me ofrecía y yo no era capaz de desaprovechar.

 

La mañana siguiente me desperté en el cuarto de mi mejor amigo. La forma de despertarme fue realmente poco agradable. Que un perro me lamiera la cara y me dejara un montón de restos de su saliva en mi cara no era mi idea perfecta para animarme a despertar. No, definitivamente no era así. Era Shiron, el precioso husky de mi mejor amigo. Después de abrir los ojos y ver su larguirucha cara mirándome no pude hacer otra cosa que sonreír. No soy capaz de enfadarme con un animal tan cariñoso y entregado a su familia. Después de darle un ligero beso en la cabeza y acariciarle un poco, él se fue trotando hasta el piso de abajo. Era igualito que un peluche, eso sí, un peluche grande, muy grande y pesado.

 

Tras ese corto recibimiento matutino, me desperecé en la cama supletoria del cuarto de mi mejor amigo. Que gusto daba poder estirarse tan cómodamente, de verdad. Una vez estuve medianamente despierto me giré, para encontrarme con que estaba solísimo en la habitación. Cuando estaba con el perro pensé que mi amigo seguía dormido y por eso no había escuchado ningún ruido, pero al parecer éste llevaba despierto un buen rato, porque su cama estaba ya hecha. Así que, ante la ausencia de mi amigo en el cuarto, me levanté y me dirigí al baño de su cuarto, no quería volver a pasar por algo tan vergonzoso como lo que había ocurrido el primer día de clase en el baño de mi mejor amigo.

 

Una vez me hube lavado la cara, y después de ducharme, me acerqué a la cama, para hacerla también, y así no perder más tiempo luego. Con la toalla aun rodeando mi cuerpo me dirigí al gran armario empotrado de Lucas, y busqué en uno de los cajones donde había ropa mía, bueno, más bien ropa que la madre de Lucas me había regalado y que había preferido dejar allí para cuando me quedara a dormir, justo como hoy. Me puse un traje de baño azul celeste y una camiseta básica blanca con mangas, no era necesario enseñar más brazo. Cuando ya estive vestido, me dediqué a colocar un poco el armario, Lucas era un desastre y siempre que iba allí, yo le ordenaba un poco la ropa. Me encantaban ese tipo de tareas domésticas, tanto hacer la cama, como limpiar, fregar… En los momentos en los que hacia ese tipo de quehaceres era cuando mejor pensaba, cuando más a salvo me sentía, cuando mis pensamientos me protegían del mundo real. Parece una gilipollez, pero para mí es así. Me gusta sentir lo que siento cuando estoy trabajando en las faenas de la casa. Seguramente si Adrián lo supiera, tendría motivos más que justificados, según él, para llamarme maricón.

 

Mientras iba bajando la escalera de la casa de Lucas, empecé a escuchar un montón de jaleo en la cocina. No sé si lo que más se oía en ese momento era las carcajadas de los acompañantes de mi amigo, el ruido de una sartén cayendo al suelo, la radio a casi todo volumen, o las maldiciones de mi anfitrión. Casi que optaba por lo último. Mi mejor amigo cuando quería era verdaderamente escandaloso. No pude evitar sonreír al imaginarme como estaría en ese momento, seguramente estaría peleándose con las tostadas, o con los huevos fritos y el bacon que solía hacerse para desayunar cada mañana. Lucas nunca cambiaria, siempre sería un descuidado. Aunque esa parte torpe de él tan solo lo hacía más irresistible, instaba a ayudarle en todo lo que necesitase, y en ese momento era cocinar. Y como su amigo, decidí acercarme a la cocina a ver qué era lo que pasaba y en que había que ayudarle.

 

Cuando estaba llegando a la cocina, cuyas puertas estaban abiertas de par en par, me quedé estupefacto. La imagen que se presentaba ante mí era increíble. Bueno, lo era al menos para mí. Después de la excitante noche del viernes, lo que menos me esperaba era encontrarme al buenorro que me había entrado en la discoteca gay en la casa de mi mejor amigo. Claro, que también estaba Alex, su mejor amigo, algo que tampoco me explicaba. No entendía como Alex podía manifestar tanto odio hacia los homosexuales y que en la intimidad se hubiera liado con uno, si es que no eran más, y su mejor amigo fuera uno. Creo que hay cosas que es mejor ni pensarlas. Pero, en realidad, lo que más me sorprendió de todo esto es el hecho de que Alex no ocultara a Enrique, es decir, a pesar de que fuera un tío con un cuerpo muy masculino y todo eso, ese chico tenía una pluma increíblemente llamativa. Era el típico chico que le da igual lo que los demás piensas, o al menos eso creía yo en ese momento, y, además, era un chico que se profesaba abiertamente gay.

 

La imagen que se mostraba ante mí era digna de ser pintada en un cuadro con la firma de artistas del talante de Van Gogh, o incluso de Velázquez., quizá hasta podría decirse de Dalí, por su surrealismo. Lucas estaba al lado de la vitrocerámica, con una sartén en la mano, apoyada sobre ésta. Lo más probable es que estuviera friendo algo. Mientras cocinaba bailaba al ritmo de la música que sonaba en ese momento, Bailando de Enrique Iglesias. Mi mejor amigo se contoneaba con mucha elegancia y gracia, pero a la vez lo hacía con cierta burla en los movimientos. Se reía a carcajadas, mientras que el chico que estaba a su lado hacia lo mismo, pero haciendo más el tonto, sin importarle hacer el ridículo. Enrique bailaba muy bien, como pude comprobar el viernes en la discoteca, y aunque en ese momento estuviera haciendo el paripé, lo hacía con tanta gracia que parecía que estaba ensayado. Se notaba que los dos estaban muy felices, bailando al unísono el hit del momento.

 

Y, allí también estaban Emily y Alex, juntos, como no. Ella sentada sobre la barra americana y él entre sus piernas, con su espalda apoyada en el estómago de ella. Ella, por su parte, estaba abrazándole por el cuello y tenía la cabeza hundida en su cuello, como si le estuviera besando. Rabia. Eso es lo que sentí. Se notaba que entre ellos había mucha complicidad, y yo tenía que admitirlo, estaba muy celoso. Pero no estaba celoso por las personas de quienes se trataba, sino por la complicidad, la situación, la participación de ambos en algo tan íntimo, tan cariñoso. Yo también quería poder estar así con alguien, sin miedo a que me rechazaran, sin temor a que me dieran la espalda o a que me juzgaran. La verdad es que, a pesar de que lo suyo solo era una tapadera, ellos hacían una muy buena pareja. Ambos parecían modelos.

 

Todos en esa habitación estaban riéndose, debía de haber pasado algo verdaderamente gracioso para que tantas risas inundaran la cocina, pero eso a mí ya no me importaba. Ni siquiera tenía ganas de ayudar a mi amigo con lo que estaba cocinando. Después de todo, si quería ayuda, ahí tenía seis manos que podían auxiliarle en caso de peligro en la cocina. Yo no pintaba nada allí, así que antes de que se dieran cuenta de mi presencia, tenía que irme. Pero, como era lógico y bastante común, las cosas nunca salen como uno quiere.

 

 Justo cuando me disponía a dar la vuelta para irme sigilosamente de esa casa, dos perros entraron corriendo y ladrando, tirándose sobre mí. Eso sí, esta vez sin lamerme la cara, en esta ocasión llevaron sus lenguas a mis manos. Un aplauso para estos perros. Me habían descubierto en la puerta de la cocina y ya no tenia escapatoria. Así que, aprovechando que Alex llamó a los perros y que estos acudieron a la llamada, me levanté y me dirigí a la cocina, posando mi mirada en los presentes. Alex y Emily estaban jugando con los perros, sin mirarme. Pero, los otros dos chicos de la habitación tenían sus ojos posados en mí, ambos sonrientes. Dos sonrisas completamente distintas, dos sonrisas que transmitían sentimientos absolutamente diferentes, eso sí, las dos eran igual de sinceras. La de mi mejor amigo trataba de decirme que se alegraba de que estuviera allí, estaba feliz por mi presencia y por nuestra reconciliación, igual que yo. La de Enrique me expresaba su diversión con la situación, pero también su felicidad por volver a verme, y yo también estaba feliz por volver a verle a él. El viernes me había animado sobremanera verle y conocerle, así que el tenerlo otra vez ante mí era interesante y gratificante, aunque tenía que fingir que no le conocía, para mi desgracia. Yo les devolví la sonrisa, acercándome a ellos y alejándome lo más posible de la pareja que ahora estaba en la mesa del comedor en esa misma habitación.

 

-¿Qué tal dormilón?- Oí que preguntaba Lucas sonriéndome con una intensidad mayor que la de hacia un minuto, si eso era posible. Yo también amplié mi sonrisa y me acerqué a él, apoyando la frente en su hombro. Los dos chicos se empezaron a reír por mi actitud y yo no pude hacer otra cosa que seguirles en su alegría mañanera.

 

-Estoy reventado.

 

-¿Qué poco aguante tienes no, enano? Pero si solo hemos visto tres películas y nos hemos ido a la cama pronto.-Me echó en cara Lucas alegremente. Yo, aun sin levantar la cabeza emití un ligero gruñido, manifestando mi evidente desacuerdo.

 

-Habla por ti. Tu solo has hecho eso. No sé si te acuerdas, pero mientras tu jugabas con mi hermana, yo estaba trabajando, atendiendo mesas sin parar, y eso es agotador.- Él siguió riéndose y llevé un dedo a su costado, haciéndole dar un pequeño saltito por mi inesperada reacción. Sabía sus puntos débiles, y él sabía los míos, así que si empezábamos una batalla era muy probable que los dos acabásemos igual de destrozados. ¿Sería eso también una forma de complicidad? Definitivamente yo así lo creo.- ¿Sabes? Creo que deberías intentar trabajar alguna vez y así empezarías a ver lo complicado que es.

 

-¡Oye, oye! Que yo trabajo mucho, mira el pedazo de desayuno que te acabo de preparar.- Me dijo mientras terminaba de servir los huevos y el bacon en los cinco platos que había en la encimera. Yo me reí y le di un abrazo desde el costado.

 

-Gracias. Eres el perfecto anfitrión.- Él correspondió mi abrazo con un único brazo, y al segundo se separó de mí, girándose rápidamente a mirar a Enrique, al que habíamos excluido un poco, pero que a pesar de ello, nos miraba sonriente.

 

-Perdón. Debería haberos presentado antes. Thiago, él es Quique el mejor amigo de mi hermano. Quique, él es Thiago, mi mejor amigo.-Gracias al cielo que en ese momento no se acercó para darme dos besos y supo comportarse, dándome la mano, en un apretón gracioso, fuerte y cargado de ironía, que acompañado con la sonrisa que me dirigía en ese momento, expresaba lo mucho que le divertía esto y las ganas que tenia de reírse ante la falta de conocimiento de mi vida de mi mejor amigo.

 

-Un placer Thiago- Dijo sonriendo ampliamente, mostrando otra dentadura perfecta. Guapos, sanos, altos, fuertes. Daba gusto con estos hombres.- ¿Sabes? Tengo la sensación de que ya te conozco.-Definitivamente ese comentario tan casual y desgastado me hizo reír. Parecía sacado de una película. Era uno de los tópicos que utilizaban los chicos para ligar y era gracioso como lo había dicho, dadas las circunstancias de nuestros encuentros. Antes de que yo pudiera decir algo, Lucas le dio una palmada en la clavícula y levantó un dedo delante de su cara, amenazándolo.

 

-¡Oye, Quique! A Thiago me lo dejas eh, él no es uno de los tíos que te ligas en las discotecas cada fin de semana.- Vale, comentario erróneo. Vuelve a intentarlo de nuevo Lucas, igual aciertas ahora. Y Quique y yo nos miramos, intentando contener la risa que amenazaba con escaparse. Menos mal que no lo notó y siguió hablando- Él es hetero y mi mejor amigo, así que no te acerques demasiado.- Esto último lo dijo en coña. O al menos eso nos dio a entender cuando se empezó a reír.  Sin embargo, aunque siguiendo la broma, al menos a medias, Enrique le contestó.

 

-¡Cielo, ya sabes que hasta el más hetero se volvería homosexual tras pasar tan solo una noche conmigo!- Y ambos empezaron a reírse, y yo, sin poder evitarlo, los coree. Se llevaban genial, de eso no había duda, y eso me hacía sentir bien, feliz, orgulloso de mi mejor amigo.- Pero aun así no te preocupes, Thiago es todo tuyo si eso es lo que quieres.- Obviamente todo lo decían entre risas, de coña.

 

-Pues claro. Todo mío, ¿A qué si Thiago?, ¿A que tú solo me quieres a mí?- Me dijo mientras me abrazaba, apretujándome contra él, haciendo un mohín. Su lado cariñoso era muy bonito, daba gusto sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo. Pero justo cuando iba a responder se nos unieron Alex y Emily, que como era obvio, ya que habían estado a tan solo unos metros de nosotros, habían escuchado todo. Lo noté sobretodo en la mirada divertida y retadora que Alex me dirigía, casi podía percibir en ella una pizca de desafío, como incitándome a decir cuánto le quería, y cuanto quería a su hermano. Yo decidí dejar pasar la mirada. Parece una tontería pero desde lo que había pasado el viernes, Alex ya no me atemorizaba, ahora me sentía muy a gusto en su presencia. Confiaba, al menos un poco, en él.

 

-Ya sabes que eres único para mí- Contesté yo, abrazándole también, mientras me reía. Lucas me coreo y, tanto Quique como Emily no tardaron en seguirle. Alex, sin embargo, se quedó callado, mirándome fijamente y cuando Lucas no le prestaba atención me guiñó un ojo de manera muy sugerente mientras se pasaba la lengua por los labios. Labios que yo había saboreado poco tiempo atrás. Ese movimiento tan erótico por parte de Alex hizo que sintiera un pinchazo en mi entrepierna. Un pinchazo de excitación que solo había sentido antes con él. Nunca con otra persona que no fuera él. Ni siquiera con Lucas, ni cuando me dio un beso en la frente, ni cuando me acarició la mano, ni cuando me abrazó. Definitivamente, y sin poder negarlo más, Alex era especial en mi vida.

 

Tras esa declaración de amor entre mi amigo y yo, Emily se acercó a darme dos besos y un abrazo muy fuerte. Lo hizo con tanta confianza que me recordó a María, a sus ataques de sentimentalismo y de mimos que la hacían lanzarse encima mío para abrazarme y besarme toda la cara. Si, cuando quería mi amiga era muy empalagosa. Pero eso no me disgustaba, al menos no del todo. Cuando Emily se alejó de mí, creí que Alex me saludaría, al menos por quedar bien delante de Lucas. ¿Sería lo lógico y más educado no? Pues no lo hizo. Pero, a pesar de las ganas que tenía de tocarle, de darle la mano al menos, no me molestó. Después del erotismo que me había transmitido, hacia ni un minuto, era imposible que me enfadara con él.

 

Siguiendo las órdenes de Lucas, cogimos cada uno un plato para ir a desayunar juntos a la mesa del comedor, donde me había fijado que había tostadas, cartones de zumo y de leche, así como vasos, tenedores, cuchillos, bueno, todo lo necesario para desayunar cómodamente. Alex y yo fuimos los últimos en ir a coger los platos. Yo intenté no mirarle al ir a coger mi plato, no sabía si aún estaría rojo por el calor que me había producido el movimiento de su lengua por sus labios, pero preferí evitar que él lo notase. Así que, sin mirarle y sintiendo su ojos clavados en mí, cogí mi plato y antes de que pudiera girarme para dirigirme a la mesa, noté su mano en la parte bajo de mi espalda, acariciándome levemente por encima de la ropa. Me quedé muy quieto, ¿qué debía hacer? No lo sabía. Pero dándome igual el estado de mi cara, y sin poder evitarlo, levanté mi mirada hacia él, intentando no mostrar ninguna expresión. Él estaba igual. Serio. Su mirada me intimidó un poco, pero sostuve la mía mientras sentía su mano meterse por dentro de mi traje de baño, no llevaba boxers así que su mano tocó directamente una de mis nalgas, me sonrió complacido al notar mi piel bajo su mano, y la apretó con fuerza, sin apartar nuestras miradas. Yo  me mordí fuertemente el labio para evitar emitir un gemido y que los demás notasen lo que entre nosotros se estaba cociendo. Mientras el acariciaba una de mis nalgas, nuestras miradas bajaron de nuestros ojos a nuestros labios casi al tiempo. Que ganas de probar otra vez esos deliciosos labios, tan tentadores, tan sensuales. Él también tenía ganas, se estaba conteniendo mucho y yo lo sabía. Así que, tras ese leve momento de intimidad, y dándose cuenta de donde estábamos, me soltó, dejándome con las ganas de más.

 

Una vez liberado, me giré, apoyando mi espalda sobre el borde de la encimera y me di cuenta de que las tres personas que se encontraban en el comedor sentados, estaban a su bola, sin prestarnos atención, cosa que en ese momento agradecí. Otra cosa que también agradecí es la presencia de la barra americana entre donde yo estaba y el comedor, de modo que si en algún momento alguno de los jóvenes ajenos a lo que había sucedido entre nosotros, se hubiera girado hacia donde estábamos, no habría visto nada más que la parte alta de nuestras espaldas. Que suerte.

 

Alex se giró apoyándose igual que yo contra la encimera, y esta vez sin mirarme, me cogía la mano con la suya en un leve roce que me hizo estremecer. Entrelazó sus dedos con los míos y yo le seguí en la caricia, apoyando el enlace de nuestros dedos, pero en vez de fortalecer el agarre, Alex movió sus dedos hacia arriba, soltándolos del enlace que nos unía, y los pasó, en un suave y agradable mimo, por la palma de mi mano. Un cosquilleo me recorrió el brazo y me llegó hasta la espina dorsal, consiguiendo que el bello de mis brazos se pusiera de punta. A este paso Alex iba a conseguir que me volviera loco, primero me da un apretón excitante en el culo y ahora me hace cosquillas con una cariñosa caricia en la mano. Este chico sabía muy bien lo que hacía, conocía los métodos rápidos para excitar a otra persona, y los estaba utilizando contra mi persona de una forma un tanto sutil.  Paseó sus dedos por mi brazo, hasta la parte opuesta al codo y se alejó de mí, encaminándose hacia la mesa del comedor, donde nos esperaban nuestros amigos. Pero, antes de alejarse, nuestras miradas se cruzaron y me lanzó una sonrisa cargada de tentativas, de deseo, de lujuria.

 

En la mesa me senté lo más alejado de él, evitando cualquier roce tonto y poco casual que provocara otro estremecimiento involuntario de mi cuerpo. Menos mal que nadie parecía haber notado lo que había pasado entre Alex y yo en la cocina, hubiera siso bochornoso y difícil de explicar. Puede que Lucas no tuviera nada en contra de los homosexuales, pero de ahí a que fuera capaz de aceptar que su mejor amigo y su hermano lo fueran, y que además se hubieran liado, había un gran paso que no creo que Lucas fuese a dar en ese momento.

 

Después de desayunar, hicimos lo propio lavando los platos. Bueno, lavarlos por decir algo, porque con el lavavajillas de mi rico amigo casi no hacía falta ni ponerlos en su interior para que los lavase, casi que lo hacía a distancia. Así que desde mi punto de vista, no podíamos decir que hubiéramos limpiado nosotros los platos, una máquina se encargó de ello por nosotros.

 

-¿Thiago, tienes que trabajar hoy verdad?- Me preguntó Lucas cuando terminamos de poner el lavavajillas. Alex, Emily y Quique se habían ido a la piscina hacia unos minutos y nosotros les habíamos dicho que más tarde iríamos.

 

-Pues sí. Ya sabes, los fines de semana son de trabajos forzosos- Dije yo riéndome tristemente. No me apetecía irme para nada, y por primera vez no era por estar sólo con Lucas. Quería conocer más a Enrique, quería pasar más tiempo con Alex, deseaba verle en bañador, mojado con el agua de esa piscina privada que tenían en el jardín. Tenía unas ganas inmensas de quedarme con ellos. Estaba seguro de que se lo pasarían genial, daba igual si yo estaba o no, mi presencia era secundaria, pero ellos se divertirían como niños pequeños mientras yo trabajaba. A ver, me alegra poder ayudar a mi familia, es algo bueno que debo hacer por mí, por los míos, por el restaurante. Pero, por primera vez deseaba tener el día libre de responsabilidades, deseaba gastar la tarde con gente de mi edad, jugando, haciendo el tonto y pasándomelo bien.

 

-Si es que eres el hijo perfecto, yo cuando sea mayor quiero tener un hijo como tú. Y lo voy a llamar Thiago Junior, ¿te parece bien?- Me dijo Lucas sonriéndome ampliamente. Yo le devolví la sonrisa.

 

-Creo que eso es algo que deberías consultar con la futura madre de tus hijos. No creo que a ninguna mujer le guste eso de Thiago Junior- Le reproché graciosamente mientras él me hacía un mohín- pero que si a ti te hace ilusión a mí también, ¡eh!

 

-Pues decidido. Y si la futura madre de mis hijos no quiere poner ese nombre, entonces ya no tendremos hijos.- Dijo decidido mientras se cruzaba de brazos tontamente, igual que un niño, causando que una risita saliera de mí. Menudo amigo tan infantil tenía.

 

-¿Y qué pasaría si ninguna mujer quisiera?- Pregunté yo con cierta curiosidad por la posible respuesta. Un tema de conversación tonto, pero eficaz para no caer en la rutina.

 

-Pues tendré que adoptar. Seré un padre soltero muy feliz-Me dijo sonriendo- Creo que es mejor ser padre soltero. Imagínatelo, yo soltero con un hijo. Todas las mujeres querrían estar conmigo.

 

-Señor ego ha regresado. Por favor, apártense no vaya a ser que los aplaste.-Dije yo hablándole a un público invisible, mientras hacía ademanes graciosos con las manos, como los guardias de tráfico ordenando circular a los coches. Él solo sonrió más, y yo me uní a esa sonrisa.

 

-Bueno- Continuó él hablando con un gesto pensativo. A ver por donde me salía ahora mi amigo- Siempre podría volverme gay. Un hombre entendería por qué quiero ponerle ese nombre a mi bebé, así que seguro que lo aceptaría- Y se empezó a reír, dejándome estupefacto. No me había hecho gracia, la verdad. Creo que hasta me había sentado mal, y no sé por qué. No me gustaba que hablara tan a la ligera sobre las relaciones homosexuales, o sobre las ventajas de ser gay cuando no lo era y no sabía cómo iba la cosa realmente. Quizá yo tampoco lo supiera del todo, pero no me gustaba que mi mejor amigo dijera esas cosas. Yo estaría encantado de que él fuera gay, quizá así se fijaría en mí.

 

-Creo que deberíamos ir a la piscina con los demás. Ya hace rato que nos esperan, ¿no?- Cambié de tema, intentando que mi enfado no se reflejara ni en mi cara, ni en mi voz. Él asintió conforme. Yo ya llevaba el traje de baño así que ya estaba preparado, pero Lucas no. Así que él se dirigió a cambiarse a su cuarto y yo decidí ir primero a la piscina, me apetecía ver a Alex otra vez sin que Lucas estuviera presente.

 

En la piscina estaban Emily, Quique y Alex. Aunque solo Emily y Quique se estaban bañando, Alex estaba recostado en una de las tumbonas que tenían, a unos cuantos metros de la piscina.  Cuando vi a Alex solo, no pude evitar acercarme a él, sentándome en la tumbona seguida a la suya, separadas por apenas cincuenta centímetros la una de la otra, espacio suficiente para que cupiera una mesita pequeña donde poner una bebida o un plato. Me senté con el cuerpo girado hacia él, mientras que él tenía la vista fija en el libro que estaba leyendo. Lo escruté con la mirada sin poder hacer otra cosa. Sus abdominales duros y firmes se movían arriba y abajo con cada respiración que el moreno daba, sus piernas, una estirada y otra flexionada, estaban perfectamente depiladas, dando una sensación de pulcritud impresionante, y su traje de baño rojo y negro se le pegaba al cuerpo, marcando su cintura y sus muslos. El traje de baño hacia juego con su impresionante tatuaje del brazo. Nunca me habían gustado mucho los tatuajes, pero, desde luego, ése lograba despertar muchos sentimientos en mí, sentimientos tales como excitación y deseo. Quería tocar ese trozo de piel cubierta por tinta de colores, quería besarle también.

 

-¿No te piensas quitar la camiseta?- La pregunta de Alex me sacó de mis pensamientos. Dirigí mi mirada a su rostro, pero él no había apartado su vista del libro en ningún momento. En ese momento me sentí como un pervertido, analizando su anatomía como si quisiera tocarle por todos lados, aunque esa suposición no iba muy desencaminada. Así que ante su pregunta, y dejando de lado mi vergüenza, me quité la camiseta y la dejé en la butaca. Cuando lo hice no me miró, y eso me molestó. Yo me lo había comido con la mirada y él ni siquiera había hecho amago de querer ver mi anatomía, a pesar de la pregunta. Aunque nuestros físicos eran incomparables me habría gustado que él también me mirase con el mismo deseo que yo le miraba.

 

-No sabía que leyeras-Vale Thiago, empezamos mal. ¿Cómo se me ocurría hacer esa pregunta? Ahora se va a pensar que creo que es tonto, y no lo creía, bueno al menos no del todo, es decir, igual pensaba que era un poco bruto con los estudios y los libros. Bueno, en realidad no sabía que pensaba de él. Él me miró, por primera vez desde que había salido a la piscina, enarcando una ceja, y yo desvié la mirada avergonzado. Es que hasta con esa cara de borde se me hacía irresistible.

 

-Igual es que no sabes nada- Me echó en cara, sin dejar de mirarme, con un tono neutral que casi rozaba la indiferencia hacia mi persona. Vale que mi comentario no fuera muy inteligente y todo eso, pero tampoco hacía falta que me dijera eso, por muy cierto que fuera. Y me dolió, y eso me hizo sentir estúpido, pero no pude evitarlo. Me dolió como pocas cosas me habían dolido antes. Puede que no supiera nada de él, es verdad, pero eso no era porque yo no quisiera. Aunque tampoco tenía el conocimiento de lo mucho que quería saber cosas de él, al menos no hasta ese momento.

 

-Tienes razón, lo siento- Contesté yo, y sin mirarle más, me levanté y me fui hacia la piscina, con la cabeza gacha. No trató de frenarme, y eso también dolió. Mi corazón parecía una bomba a punto de estallar, parecía que acabara de correr doce kilómetros sin parar y mi corazón estuviera pagando las consecuencias. Me sentía mal, y quería que ese malestar desapareciera. Así que cuando llegué a la piscina me zambullí como queriendo hundirme en esa agua que me llegaba hasta la barbilla en esa zona. Deseaba fusionarme con el agua y desaparecer de allí. No quería tener que volver a enfrentarme a eso ojos verdes que me desafiaban constantemente.

 

Cuando finalmente salí a la superficie, a pesar de mis esfuerzos por mantenerme allí, me fijé en Alex, había vuelto su vista al libro, como si nada hubiese pasado, como si nuestra breve discusión hubiera sido indiferente para él. Y tuve ganas de patearle, aun a sabiendas de que su fuerza física duplicaba la mía, quise ser capaz de hacerle daño. Entre tanto pensamiento vi como Lucas salía al jardín, con tan solo un traje de baño puesto. No estaba tan bueno como Alex, pero definitivamente tenía una anatomía espectacular, tenía los bíceps, tríceps y cuádriceps muy definidos, y los abdominales ya empezaban a marcarse sobre su estómago. Sus cuerpos daban mucha envidia. Era normal que tuvieran tantos pretendientes con esos cuerpos, hasta yo era uno de ellos.

 

-¿Disfrutando de las vistas, gatito?- Me preguntó Enrique desde mi derecha, no sabía cuánto tiempo llevaba ahí pero seguramente había visto hasta el resbalar de mis babas por esos monumentos que teníamos en frente. La verdad es que él tampoco se quedaba atrás, era muy alto y su cuerpo parecía hecho de piedra, era mucho más grande que los otros dos, era como un oso, pero sin pelo ya que también se había depilado. ¿Acaso todos los gays lo hacían? Ya estaba otra vez catalogando a Alex como gay, cuando en realidad no sabía si lo era o no.-Oye, no te tomes enserio a Alex, a veces dice muchas tonterías, o se pasa con sus comentarios. Pero es un buen tío, de verdad.-Continuo hablando, mientras me acariciaba levemente la mejilla, y yo le sonreí, me caía bien, ya lo había descubierto el viernes, pero ahora, a la luz del día, seguía siendo muy majo.

 

-Gracias. Esta vez creo que ha sido culpa mía, pero bueno. ¿Qué más da no?- Dije yo intentando quitarle importancia al asunto, a pesar de que mi rostro mostraba mis verdaderos sentimientos. Tristeza, decepción y vergüenza.

 

-Da igual de quien fuera la culpa, pero nunca debes dejar que nadie te borre la sonrisa de tu cara. Tienes una sonrisa preciosa y deberías mostrársela siempre al mundo.-Yo le miré incrédulo. De todo lo que me podía decir, eso era lo que menos me esperaba.-Me da igual lo que haya hecho el corto de mi amigo, pero no puedes dejar que tu felicidad dependa de nadie, minino.-Terminó su discurso Enrique con una gran sonrisa.  Yo no pude evitar sonreír también, pero esta vez la alegría se percibía en mi rostro. Me recordó a Chris el primer día de clase, en el baño, ambos supieron que decir en el momento indicado, avivando mis ganas de sonreír y de estar feliz.-Oye, y que sepas que si mi amigo no te trata como te mereces, siempre puedes venir a mí. Te aseguro que soy un buen amante.- Me dijo en bromas, riéndose y yo le coree. Que capacidad para hacerme sonreír tienen algunos

 

-Gracias Enrique. Y estoy seguro de que lo eres- Le sonreí yo. Y después de asegurarme que Lucas no miraba, ya que estaba poniéndoles la comida a Krug y Shiron, me acerqué a Quique y le di un beso en la mejilla. Él me sonrió y me pasó la mano por la cintura, rodeándome con un brazo, bajo el agua. Yo nunca había sido una persona a la que el contacto físico le gustara sobremanera, pero ese día, con esas personas, no me importaba que me abrazaran o besaran. De hecho, me sentía bien al sentir como buscaban tener cierto contacto conmigo, me hacia sentir querido y respaldado.- ¿Sabes? Igual es un poco raro, dado que a penas nos conocemos, pero siento que eres especial. O sea, me refiero a que puedo confiar en ti y eso- Dije yo aclarándolo, y riéndome por mi dificultar al explicar mis sentimientos.

 

-Yo siento lo mismo, pequeño. Y aunque Alex sea mi mejor amigo, no dudes en acudir a mí en cualquier momento, por cualquier cosa-Me dio un beso él esta vez, sin apartar el brazo de mi cuerpo- Además, siempre he querido tener un hermano pequeño- Me dijo con una enorme sonrisa y yo la acompañé.

 

-Pues ya tienes uno- Le dije yo, dándole un abrazo. Cuando levanté la vista, me di cuenta que Alex no estaba en el jardín, y mi camiseta tampoco estaba en la tumbona. ¿La habría cogido él por algo? Me daba la impresión de que la respuesta a esa pregunta era afirmativa. Me enfadé, después de haberme echado en cara que no sabia nada de él, ¿Cómo se atrevía a coger algo mío sin mi permiso? Eso no era justo. Así que sin pensarlo demasiado, y más bien guiado por la ira del momento, salí del agua, cuando Lucas entraba, le dije que me iba a llamar a mis padres, a ver a que hora tenía que estar en casa y no dijo nada más. Nada más salir, eché un vistazo a los demás, Lucas había entrado al agua con una pelota de balonmano y se disponían a jugar, los tres que ahí estaban, a pasársela.

 

Lo primero que hice al volver a entrar a la casa de mi mejor amigo fue ir al salón y a la sala de música, pero en ninguna de las dos estaba la persona que estaba buscando. Así que me dirigí al pasillo principal de casa, donde estaba la escalera y la puerta de la cocina, y vi mi camiseta, colgada de la puerta de la cocina, que estaba cerrada. Me acerqué a cogerla y cuando llegué hasta ella dudé. ¿Si había dejado ahí la camiseta, significaba que él estaba dentro esperando a que yo entrara? Me mordí el labio al pensar en esa posibilidad. Joder, estaba enfadado por lo de antes, pero tenia muchas ganas de besarle, de tocarle, de sentirle. ¿Y si dejaba el orgullo e lado esta vez y me dejaba llevar por el deseo? Posé la mano sobre el pomo de la puerta, tras coger la camiseta y ponérmela, y la abrí suavemente, sin hacer ruido. Alex estaba delante de la nevera, de espaldas a mí, buscando algo en su interior. No había notado mi presencia en la puerta, y por un momento me sentí tentado a dar la vuelta y salir de la estancia, pero el verle ahí con solo el bañador, de espaldas a mí, me hizo darme cuenta de que me daba igual todo, que solo quería volver a estar con él.

 

Entré sigilosamente, cerrando la puerta tras de mí con el seguro, para evitar interrupciones innecesarias. Él seguía de espaldas, pero ahora estaba haciendo algo sobre la encimera contigua a la nevera, pero en ningún momento se había girado ni había reparado en mi presencia. Me acerqué a él despacio, paso a paso, debatiendo que hacer cuando lo tuviera a unos centímetros. No quería contenerme pero, ¿y si él no quería que le tocara? Después del comentario de antes no sé que pensar sobre nuestra extraña relación. Bueno, decidido, si él no quiere que le toque, pues que me pare y ya está, me voy y punto. Así que entre esos pensamientos, me planté detrás de él a tan solo medio metro, con su gran espalda a la altura de mi boca, sus fuertes hombros delante de mis ojos, incitándome a tocarle, a morderle. Tragué hondo antes de dar el siguiente paso.

 

 Mientras él se servía la limonada que había sacado de la nevera en un vaso, yo pasé mis temblorosas manos por su espalda hacia su torso, dejándolas reposar una encima de otra sobre sus abdominales, pegando mi cuerpo completamente al suyo, como había hecho él el viernes en la ducha, y apoyé mi frente entre sus omoplatos. Cuando pasé mis brazos alrededor de su cuerpo noté como Alex dio un respingo, por la sorpresa probablemente. Antes de darle tiempo ha reaccionar, decidí seguir tomando la iniciativa y le di un beso un poco debajo de donde tenía apoyada la frente, mientras paseaba las manos que estaban sobre su estómago por todo su torso, llevando una a sus pectorales y la otra dejándola vagar por la zona de los abdominales. Su cuerpo era duro, duro y suave, y eso me gustaba. Así, mientras le acariciaba, empecé a repartir beso por la parte alta de su espalda, por sus hombros y por su nuca. Le daba suaves besos, no me atrevía a hacer nada más de momento, era demasiado pronto para mí. Pero eso era suficiente para sacarle roncos suspiros de su garganta, por lo menos parecía estar disfrutando del contacto que yo había iniciado entre nosotros.

 

Aprovechando que yo seguía acariciándole y besándole, él dejó lo que estaba haciendo en la encimera y dejó que sus brazos cayeran cada uno a un lado de su cuerpo, cediéndome a mí el control esta vez. Continué repartiendo besos por su espalda, y seguí paseando mis manos por su torso, sin atreverme a hacer nada más, pero debatiéndome internamente si debía hacerlo. Y, tras unos minutos de roces por mi parte y suspiros por la suya, me decidí a dar el siguiente paso. Dirigí una de mis manos a uno de sus pezones y le pellizqué, provocando que un ligero gemido saliera de la boca de mi acompañante, que echó la cabeza hacia atrás permitiendo mayor acceso a su cuello, para poder besarlo y succionarlo. Me hacia empezado a excitar, y al escuchar ese estrangulado gemido salir de su boca no pude evitar morderle el hombre suavemente, evitando hacerle daño. Cuando terminé de estimular uno de sus pezones, pasé al otro, con delicadeza, mientras repartía pequeños mordiscos por su hombro y su cuello, consiguiendo más quejidos roncos de su parte.

 

Que ganas tenía de besarle, pero no sabía como abordarle para conseguir un beso, él estaba de espaldas y yo no tenía la fuerza suficiente para hacerle girar. ¡Cuantas desventajas da ser el pequeño! Pero, como leyendo mis pensamientos, antes de que yo pudiera si quiera insinuarle que quería un beso, Alex se giró con una enorme sonrisa en el rostro y estampó sus labios contra los míos en un beso hambriento, demandante, que nada tenía que ver con ese primer beso suave y lleno de temor, temor a no hacerlo bien o a no gustar, temor a no sentir lo que debía. Yo respondí rápidamente a ese deseado beso mientras entrelazaba mi dedos en su pelo, tirando un poco de él hacia atrás, haciendo que Alex se separara un poco de mí, dejando nuestras bocas unidas por un hilito de saliva que no tardó mucho en desaparecer, ya que volví a tirar del pelo hacia delante para iniciar otro beso aún más demandante que el anterior. Alex llevó ambas manos a mi trasero, apretándolo fuertemente por encima del bañador. Nuestros cuerpos estaban completamente pegados, tanto que podíamos notar la excitación del otro por encima de la ropa. Continuamos besándonos, acariciándonos, acercándonos más si era posible.

 

La intensidad subía, y en un momento de excitación máxima, Alex me levantó agarrándome por el trasero, mientras respirábamos fuertemente, y me sentó en la encimera, sacándome un gemido al colarse entre mis piernas, uniendo nuestras intimidades una vez más, pero no piel contra piel, si no ropa contra ropa. Yo rodeé sus caderas con mis piernas y su cuello con mis brazos, pegándome a él como si de un koala me tratase, mientras que él metía sus manos por debajo de mi camiseta, llevando sus dedos a mis pezones e imitando lo que yo había hecho anteriormente con los suyos. Emití un fuerte gemido que murió en los labios de mi compañero. Él me levantó la camiseta, queriendo quitármela y yo no me negué. Levanté mis manos y separamos nuestros labios, al menos un momento, para poder quitarme esa molesta prenda que no permitía que nuestros torsos se tocasen directamente. Al segundo después volvimos a unir nuestros labios, juntando nuestros pechos, ahora desnudos y yo, guiado por la excitación que me embargaba, bajé una de mis manos hacia su intimidad, provocando que un fuerte gemido saliera de sus labios.

 

Le acaricié por encima del traje de baño, notando su gran miembro, bastante duro ya. Era la primera vez que yo hacia algo como eso y me estaba gustando, quería hacerle disfrutar y quería disfrutarlo yo también. Mientras yo le acariciaba por encima del traje de baño, él pasaba sus manos por mi espalda y por mi cuello, y me mordía el labio inferior con ganas, mientras emitía leves jadeos.

 

-¡Joder enano, me vas a matar!-Me dijo excitado mientras separaba sus labios de los míos y empezaba a besarme, succionarme y morderme el cuello. Y, entonces empecé a jadear yo, echando mi cabeza hacia atrás, pero sin apartar mi mano de la única prenda que cubría el cuerpo de mi acompañante. Así, dejándome llevar, otra vez, por la excitación del momento, metí mi mano, suavemente, por dentro de su traje de baño, rozando la punta de su miembro con dos dedos. Alex dio un respingo y echó su cadera hacia delante, provocando una fricción entre nuestras erecciones aún cubiertas por la ropa- Como me…ahh- Intentó terminar su frase mientras yo bajaba toda la mano por su gran extensión, llegando a tocarle los testículos delicadamente- Mmmh, como aah, como me pones, joder- Terminó de decir entre jadeos, yo noté como mis mejillas se tornaban de color rojo, pero, aún así, no paré de rozar su miembro con solo dos dedos.- No pares, por favor pequeño- Me dijo sonriéndome pícaramente, tras separarse levemente de mi cuello para mirarme a los ojos, los de ambos entrecerrados por la excitación del momento. Yo negué, sin ser capaz de emitir palabra alguna. Estaba claro que no iba a parar, quería que ese contacto durara para siempre, quería oírle decirme lo mucho que le gustaba, lo mucho que le ponía. Sonreí tontamente al acordarme de lo que acababa de oír y eché mi cabeza hacia atrás de nuevo, respirando entrecortadamente. Él al ver mi movimiento, volvió a hundir su cara en mi cuello, al que ahora tenia un acceso mucho mayor que antes.

 

En un momento, él me mordió fuertemente el cuello y yo agarré fuertemente su erección, provocando que ambos emitiéramos un fuerte gemido. Mientras él seguía mordiendo y lamiendo mi cuello, yo empecé a pasear mi mano por su erección, de arriba a abajo, aumentando el ritmo al notar como él movía sus caderas en busca de más contacto. Yo, que aun seguía rodeando su cuerpo con mis piernas, me acerqué más a él, de manera que sentía su salvaje movimiento también sobre mi erección aun con mi mano de por medio. Nuestras respiraciones estaban agitadas, y nuestros pechos, desnudos y pegados completamente el uno al otro, subían y bajaban con vehemencia.

 

Sin poder evitarlo, agarré, con la mano que tenia sobre su cuello, su pelo, para separarle de mi cuello y volver a estampar sus labios contra los míos. Llevado por el instinto y sin esperar a que Alex diera el primer paso, metí mi lengua en su boca, explorando toda su cavidad. Él no se quedó atrás y junto su lengua a la mía, empezando una húmeda batalla que pasaba de una boca a otra. Me encantaba el sabor de sus labios. Me encantaban esas peleas húmedas entre nosotros, que, además de excitación, destilaban cariño y deseos de algo más.

 

Yo seguí paseando mis manos por su cuerpo, una por su pelo, despeinándolo, y la otra por su erección, masturbándolo. Aumentábamos la intensidad conforme pasaban los minutos. Los besos, alternándose con lamidas o mordidas de labios, tanto por su parte como por la mía. Cada vez estábamos más excitados, y yo empecé a mover mis piernas, bajándolas y subiéndolas por su espalda y su trasero, mientras lo atraía más a mí. Alex decidió imitarme, y entre beso y beso, bajo su mano a mi bañador, metiéndola por completo en su interior. Yo sentí un  cosquilleo recorrerme la espalda, haciéndome estremecer, al notar como la palma de su mano acariciaba mi pene, suavemente. Yo aumenté la intensidad del movimiento de mi mano sobre su miembro, intentando que él también lo hiciera. Él hizo caso omiso de mis reclamos de atención sexual y siguió paseando la palma de la mano por mi miembro, lentamente, sin llegar a tocarme plenamente, solamente acariciándome levemente.

 

-Alex-Dije en un susurro ronco, suave y entrecortado, parando el movimiento de la mano y el beso, pero sin apartar mis labios de los suyos. Le miré con los ojos entrecerrados, encontrándome con unos ojos abiertos, que transmitían una lujuria incontrolada y desenfrenada.

 

-¿Qué pasa pequeño?-Me preguntó con una sonrisa de lado, irónica y demandante de calor, de sexo, de contacto. Yo le devolví la sonrisa, una leve sonrisa. Decidido, llevé mi mano libre a su mejilla, pasándola por ella, por su frente, por sus labios, tirando del inferior hacia abajo. Él se rio levemente, y yo amplié mi sonrisa. Tenia una risa muy bonita, suave y dulce, transmitía un montón de sentimientos que yo quería aceptar y compartir con él.

 

-No me hagas decirlo, tonto- Le dije yo cariñosamente dando un pequeño golpe en el hombro, mientras que le apretaba el sexo, suavemente, con la mano que tenía dentro de su bañador. Él emitió un gemido ante el apretón, e hizo lo mismo con el mío, riéndose levemente ante mi quejido ronco. Yo empecé a mover la mano contra su miembro nuevamente, pasando el otro brazo sobre su cuello y volviendo a unir nuestros labios, entre gemidos. Él también empezó a mover la mano contra mi erección, aumentando el ritmo al mismo tiempo que yo lo hacía.

 

Entre beso y beso, entre roce y roce, entre gemido y gemido, ambos nos corrimos. Primero yo, y seguidamente él. Nuestros gemidos murieron en la boca del otro, en un intento de acallar la sonora culminación de nuestro encuentro. No nos separamos al instante, nos besamos durante unos minutos más. Aun desde nuestras posiciones, nos lavamos las manos en el grifo que estaba a nuestra derecha y nos las secamos. Alex seguía entre mis piernas, con sus manos apoyadas en mi cadera. No parecía tener la intención de separarse de mí, así qué posé mis brazos en sus caderas también, colándolas entre sus brazos y su cuerpo. Estábamos dándonos una especie de abrazo, yo ya había soltado mis pierna, que ahora yacían cada una colgando de la encimera, al lado de las piernas de mi acompañante, y tras acabar el beso que nos estábamos dando, apoyé mi frente sobre la suya, mirándole a los ojos, sonriente. Paseábamos nuestras manos por nuestros costados, en suaves caricias. Él me miraba sonriente también, la amargura que había inundado su rostro en la piscina se había disipado completamente, pero yo no podía olvidar su actitud y no pude evitar preguntar.

 

-Oye Alex-Dije llamándole la atención, carraspeando al notar la boca seca. Él, pasando su nariz por mi mejilla, en una caricia que me hizo estremecer, me hizo un ruidito que me dio a entender que me escuchaba y que continuara- Lo de antes, ¿Qué ha..

 

-Lo siento-Me interrumpió Alex separando su cara de la mía para mirarme a los ojos. Ahora tenía una mueca rara en el rostro. No supe identificarla, igual era arrepentimiento o tristeza. Yo le miré interrogante, insultándole a explicarme el por qué de esa actuación. Él pareció entender, porque continuó hablando- Me puse celoso cuando dijiste que Lucas era único para ti. Yo pensaba que yo era el único-Me dijo medio en serio, medio bromeando. Yo le miré estupefacto, no me esperaba eso para nada. Eso era una tontería, ¿no? Es obvio que Lucas es único e irrepetible para mí, pero de una manera distinta de lo que lo es Alex. Alex había sido mi primer beso, y mi primer contacto sexual había sido con él también. Le había dado algo que nunca le había dado a nadie, creo que eso lo hacía único también.-Además, evitaste mirarme en el desayuno-Dijo después de darme un beso en el cuello. Y siguió subiendo hasta mis labios, repartiéndome besos por toda la piel que podía. Cuando estaba a punto de llegar a mis labios paró para añadir algo.- Y a mí no me gusta que me eviten.- Y me besó de nuevo. Primero un pico y luego un beso en condiciones, pero sin lengua. Un beso cariñoso y sensual. No sabía que Alex fuera tan celoso, pero me encantaba que fuera así. Me hacia sentir importante, como si no quisiera perderme. Aunque no teníamos nada serio, me gustaba pensar que Alex me quería solo para él.

 

-Es que no quiero que Lucas note nada-Aclaré yo rápidamente. Él pareció enfadarse cuando oyó eso, pero no dejó de acariciar mis caderas.- Tu hermano me conoce muy bien, no quiero que se dé cuenta de cómo te miro.- Espera, ¿acababa de reconocer que yo le miraba de alguna manera especial?- O sea, me refiero, que no quiero que piense que soy gay y que me gustas.- Ales me sonrió.

 

-¿Así que te gusto?- Preguntó tontamente mi acompañante. Yo sonreí ante su tono de arrogancia fingida.

 

-Si no me gustases no habría hecho esto contigo, ¿no?-Pregunté yo, dándole un leve pico. Él rio, pero se apresuró a contestar.

 

-Pequeño, hay mucha gente que hace cosas más fuertes que lo que tú has hecho conmigo, con gente que ni siquiera le gusta- Me respondió Alex tranquilamente, pasando su mano por mi mejilla. Yo hice un mohín.

 

-Pero yo no soy así- Aclaré yo rápidamente, y me di cuenta de algo que me hizo rabiar-
¿Y tú que? ¿Haces este tipo de cosas con gente que no te gusta? ¿Acaso yo te gusto?

 

-Yo si he hecho este tipo de cosas con gente que no me gustaba- Se sinceró Alex. Y yo no pude evitar sentir como si me hubieran dado una patada en el estómago- No te voy a mentir, Thiago. He estado con gente que no me gustaba, supongo que en ciertos momentos todos necesitamos tener relaciones sexuales casuales, sin compromiso.- Siguió hablando. Cada palabra que decía era como una daga dirigida a mi corazón, a mi orgullo. ¿Y si había estado esa noche con otro? ¿Y si eso significaba que yo no le gustaba? ¿Y si solo estaba jugando conmigo? Mi mirada se entristeció y yo no fui capaz de hacer nada para recomponerla. A estas alturas ya no sabía lo que sentía por Alex. Estaba claro que algo tenia que sentir por él,
¿Pero qué era? Yo nunca había sentido algo así por nadie, y nunca había sido muy bueno en eso de identificar sentimientos. Él pareció notar el cambio radical que había sufrido mi rostro y siguió hablando- Ey, pequeño. No pongas esa cara-Me dijo dándome un beso en la frente, pero yo no pude cambiar mi expresión. Estaba dolido, y él todavía no había afirmado que yo le gustaba. Por un momento sentí que iba a llorar, que mis lágrimas me iban a traicionar e iban a salir por mis ojos, delatándome, haciéndome sentir débil frente a esa persona que, desde hacia unos días y aunque yo no quería admitirlo, tenía la capacidad para destruirme, para herirme.

 

-¿Entonces yo soy uno más en esa lista?- Pregunté de nuevo apartando mis manos de su cuerpo y alejándome de él todo lo que mi  cuerpo y la situación me permitía. Él me miró interrogante y dándose cuenta de lo que insinuaba se apresuró a contestar.

 

-No Thiago, tú no eres uno más en esa lista.- Por un momento sentí que toda la presión que había acumulado en esos cinco minutos de conversación se iba desvaneciendo lentamente.- Te aseguro que si simplemente hubiera querido tener relaciones sexuales con alguien, me habría ido a buscar a alguien a un bar.- Aclaró tirando de mí para adelante, acercándome a él de nuevo. Y yo pasé los brazos alrededor de su cuello, sin tener ninguna intención de volver a separarme de él.

 

-¿Entonces que buscas en mí?- Pregunté curioso, sin saber realmente si quería una respuesta a esa pregunta. Nos mirábamos a los ojos, intensamente. Pero antes de contestar, él bajo su mirada a mis labios y la volvió a subir a mis ojos, relamiéndose los labios.

 

-No lo sé realmente- Esa respuesta me dejó un poco tocado. La alegría que había sentido hacía un momento desapareció rápidamente.

 

 No pude aguantarle la mirada y giré la cara hacia la nevera. La verdad es que me estaba comportando como un verdadero hipócrita. Si la situación hubiera sido al revés y él hubiera sido quien realizara esa pregunta, ¿Cuál seria mi respuesta? Sinceramente creo que seria la misma, solo que yo no hubiera sido capaz de admitirlo como él había hecho. Él era valiente y yo, al contrario, huía de mis sentimientos. Me había dolido esa respuesta, pero yo tampoco sabia que esperaba de él, es decir, una relación formal quedaba descartada, ninguno de los dos era abiertamente gay y no podíamos ir pregonando que éramos pareja, además no estábamos enamorados ni nada. ¿Y una relación sexual? No, yo tampoco buscaba eso. Yo era virgen y no quería tener sexo así porque si. Nuestros encuentros habían sido únicamente sexuales, es verdad, pero yo no quería que nuestra relación se basase en eso, ni si quiera sabia si yo sería capaz de tener mi primera vez con él o si llegado el momento me echaría para atrás. ¿Y ser amigos? ¿Amigos con derechos? No, pasaría lo mismo que si tuviéramos una relación meramente sexual y yo tenía claro que eso no era lo mío. Otra cosa que tenía clara era que no quería dejar de besarle, de tocarle. Yo quería mantener lo que sea que tuviera con él porque nunca me había sentido tan bien, tan lleno de ganas de salir, de divertirme, de tocar a otra persona. Así que, por una vez, seria yo quien hiciera algo que quisiera. Así que, volviendo mi cara hacia él de nuevo, con una amplia sonrisa le dije:

 

-¿Qué te parece si lo descubrimos juntos?- Alex sonrió igual que yo, y sin esperar más me besó. Un beso capaz de transmitir todo lo que estábamos sintiendo en ese momento, las ganas de estar juntos pero sin estarlo, las ganas de acariciarnos constantemente, las ganas de probar algo que nunca habíamos probado, pero sobretodo las ganas de averiguar que buscábamos el uno del otro. Y como si él beso no hubiera sido suficiente respuesta, Alex contestó.

 

-Me encantaría- Alex me dio un leve pico, seguido por unos cuantos besos en la mejilla cuyo sonido se vio opacado por una leve risa que salió de mis labios.- Pero que quede claro que eres solo mío-Me contestó serio y yo no pude evitar reírme, a carcajada limpia.

 

-¿En serio crees que yo me iba a ir con otro?- Pregunté incrédulo, y le di un beso antes de seguir hablando- Nunca había besado a nadie hasta que llegaste tú a mi vida. ¿Te piensas que ahora voy a andar besándome con otros?

 

-Bueno, visto así, tiene bastante sentido- Dijo él también riéndose. Ambos reímos juntos.- No sabes como me gusta saber que he sido la primera persona en besarte.- Nos besamos de nuevo, sonriendo como críos- Y tampoco sabes como me pone saber que he sido la primera persona que te ha visto correrte- Me lamió los labios y yo me sonroje- y la primera que te ha oído hacerlo- Mordisco en los labios seguido de una caricia por encima del traje de baño. Si seguía así iba a conseguir que otra excitación surgiera en el interior de mi bañador, y no creo que tuviéramos el tiempo suficiente para solucionarlo, así que dándole un último beso, le hice separarse de mí y me bajé de la encimera.

 

-Creo que deberíamos irnos. Ya llevamos dentro media hora y me tengo que ir a trabajar- Dije yo mirándole fijamente. No quería irme, quería seguir besándole, quería seguir sintiendo sus labios sobre los míos, acariciándoles, probándoles. Él no parecía tampoco por la labor de moverse, así que le abracé pasando brazos por la parte baja de su espalda, apoyando el lado derecho de mi cara sobre su pecho. Él me pasó los brazos por los hombros, acercándome más a él, apoyando su mentón en mi cabeza. Era un gesto tierno y cariñoso. Sentía sus brazos fuertes abrazándome, me encontraba muy cómodo allí, sintiéndole tan cerca. Además, no llevábamos las camisetas, así que el contacto era mucho mayor, mucho más placentero.

 

-¿Así que trabajas?- Me preguntó mi nuevo amante, curioso.

 

-En el restaurante de mis padres. Ayudándoles, ya sabes.-Dije yo, aún sin separarme. Y noté como asentía, conforme con mi explicación.

 

Unos minutos después nos separamos, sonriéndonos ampliamente. Parecíamos dos enamorados, y aunque no lo éramos, al menos no en ese momento, no nos avergonzábamos de parecerlo. Cuando llegamos a la puerta cerrada, Alex me dio un beso en la frente y nos separamos completamente, para que si alguien nos viera no  sospechara nada. Y, nos dirigimos a la piscina.

 

-Oye, Alex-Le llamé

 

-¿Si?- Preguntó parándose un momento, y yo le imité.

 

-Gracias.

 

-¿Por qué me das las gracias hoy?- Preguntó pícaramente, aunque también un poco curioso. Y yo sonreí de nuevo.

 

-Por hablar con Lucas. Estoy seguro que si no hubieras hablado con él, ahora mismo él y yo no nos hablaríamos.- Le expliqué dándole un momento la mano. Él me miró sonriendo también.

 

-No tienes que darme las gracias por eso. Lucas es mi hermano pequeño y tengo que guiarle cuando se equivoca, ¿no crees?- Me preguntó pasando un brazo por mis hombros y acercándome hacia él en un semiabrazo.

 

-Claro. Por un hermano lo que sea- Le dije yo sonriendo, aunque un poco decepcionado por no ser yo el motivo de su intervención en nuestra disputo, pero a la vez alegre por su condición de hermano responsable y dedicado.

 

-Pero no es solo por él- Me aclaró Alex.- Sé lo importante que es para ti mi hermano y no quiero que vuestra amistad se eché a perder por una tontería como esa-Me dio un beso en la cabeza.- Los buenos amigos son muy importantes, y se nota que vosotros lo sois.- Después de darme otro beso en la frente, se separó de mí y me sonrió. Este chico era genial. Guapo, alto, fuerte, majo, con carácter…

 

-Aún así, muchas gracias. Nos has ayudado mucho-Terminé yo la conversación, volviendo a encaminarme a la piscina.

 

Cuando llegamos, los tres jóvenes que ahí habíamos dejado seguían jugando a la pelota, sin haber sido conscientes de lo que había pasado minutos atrás en la cocina. Después de decirles que yo me iba a las doce y media, Alex y yo nos unimos al juego. Hacia tiempo que no me lo pasaba tan bien y lo disfruté un montón. Pero, poco después dieron las doce y media, y tras vestirme me despedí de los presentes. A Emily y a Enrique les di dos besos, a Alex la mano, aprovechando para acariciarle levemente la palma de la mano, y a Lucas le di un gran abrazo. Me hubiera gusta darle un beso y un abrazo a Alex, pero creo que hubiera sido difícil de explicar, así que me contuve.

 

Después de irme, me dirigí al restaurante a pasarme toda la tarde trabajando. Eso sí, con una sonrisa de oreja a oreja, tan grande como nunca.

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer.

Me gustaria que dejasen sus comentarios sobre lo que opinan, o sobre lo que os gustaria que pasase. Bueno, sois libres de decir lo que pensais y pedir lo que querais.

¡Un saludo.Nos leemos!


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