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Mata si me quieres por gabinekochan

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Parte 4


En aquel momento, mi experiencia de seis meses en una agencia de detectives privados me vino muy bien, porque conocía todos los procedimientos. Y sabía como seguir a un hombre sin que me vieran. Me aproveche de la ayuda involuntaria de mi secretaria, dejando que me llenara los oídos de cotilleos. Así supe que contactos mantenían Weasley y Lisa Turpin dentro del colegio; de otra manera, no los hubiera descubierto.


Fuera del colegio, empecé a seguir a Weasley día y noche. No resulto tan difícil como parece para una persona con mi trabajo, ya que yo no tenía que fichar y estaba libre para ir y venir más o menor como quería. Cincuenta galeones, dados a la recepcionista de la planta baja, me costaban el hacer una llamada telefónica cada vez que Weasley salía del edificio.


Con todo esto, durante tres días no conseguí nada. Weasley paso la primera tarde en el campo de golf; la segunda, pescando en su barco con un amigo; y la tercera, jugando al golf otra vez. El cuarto día, salió del colegio a las once del mediodía, y se encontró con Lisa Turpin en un discreto restaurante del este de la ciudad. Y estuvieron allí hasta las dos, cuando, presumiblemente, ella volvió a la oficina.


En cuanto a Weasley, estuvo el resto de la tarde jugando de nuevo golf.


Por las noches, tuve algo más de suerte. La primera, asistió a una fiesta con Potter; pero las otras tres salió solo. Todas las veces fue en su coche hasta la pensión donde vivía Lisa, la recogió y salió de la ciudad hacia el sur. Su lugar de cita era una posada a unos quince kilómetros de la ciudad.


Las tres noches, los dos siguieron la misma pauta: tomaban unas copas, bailaban al ritmo de una canción; luego, desaparecían arriba, donde la dirección disponía de habitaciones para los clientes que buscaban intimidad. Después de una hora, más o menos, volvían a bajar, tomaban la penúltima copa, y regresaban a casa. El sábado por la tarde, después de seguir a Weasley hasta el club y verle salir a bordo de su barco, llame a Potter para proponerle que nos encontrásemos en algún sitio, con el fin de presentarle mi informe. Escogió un pequeño bar restaurante, a un kilometro de su casa.


Cuando estábamos sentados en una mesa con dos copas adelante, le dije:


-El viernes, a la hora de comer, ha sido la única vez que se han encontrado fuera del colegio durante el día. Pero su marido la vio el miércoles, el jueves y el viernes por la noche. Van a un sitio alejado de la ciudad. Toman unas copas, bailan un poco y, luego, pasan una hora en una habitación arriba.


Puso mala cara.


-¿Se ha formado una opinión sobre que siente mi marido por ella?


Conteste con sinceridad:


-Emocionalmente, no. Pero la chica debe poseer un irresistible atractivo físico para él. También mantuvieron una “reunión” en su despacho privado el miércoles, el jueves y el viernes.


Unas manchas rojas aparecieron en las mejillas de Potter y vacio su vaso de Whisky de un trago. Después, me dijo que pidiera otro. Nos trajeron un doble solo para él. Nada para mí, ya que todavía no había empezado el primero. Mientras esperábamos a que llegara su copa, dedujo con voz fría:


-Creo que tiene la intención de pasar el próximo fin de semana con ella. Quiere que yo vaya a nuestra casita que tenemos en el lago, el viernes, con el fin de vacaciones. No va a reunirse conmigo hasta el lunes.


-¿Piensa ir usted?


-¿Por qué no? Puedo acelerar la cosa dándole todas las facilidades.


El camarero interrumpió nuestra conversación momentánea al llegar con la segunda copa de Potter. Se tomo la mitad del Whiskey antes de decir:


-Si puede vigilarles muy de cerca durante todo el fin de semana, se lo agradeceré. Debe comprender que tengo que llegar a una conclusión pronto o me volveré loco.


-De acuerdo – acepte- Hare lo que pueda.


Lo dejamos así.


El lunes, no paso nada fuera de lo normal. El martes, Weasley salió del colegio a las dos de la tarde. Y sucedieron varias cosas. Primero, le seguí a una casa de empeños muggle donde permaneció unos quince minutos. Luego, se paro en una tienda de deportes también muggle en el centro de la ciudad; y finalmente, entro en una ferretería, irónicamente muggle igualmente. Solo de la última salió con un paquete visible. Media unos quince centímetros por quince, y pesaba tanto que tuvo que emplear ambas manos para cargarlo. Después de seguirle al colegio, fui a la casa de empeño. El propietario era un anciano arrugado, de unos setenta años.


-Policía- le dije, enseñando un carnet, en el que se decía que yo había sido bombero voluntario cuatro años antes. Pero se parecía al carnet que llevaban los detectives, siempre que no se examinara muy de cerca. Me lo guarde en el bolsillo antes de que el anciano pudiera verlo bien.


-Sí, señor- contesto el anciano prestamista.


-Un hombre ha entrado aquí hace aproximadamente una hora. Tendría unos treinta y dos años, pelo rojizo, delgado y bien vestido. Muy bronceado.


Asintió con la cabeza.


-Sí señor, creo que un tal señor McClellan. Un momento. – Examino un libro de registros – McClelland con d. John McClelland ¿Qué desea saber, agente?


-¿Qué es lo que le ha traído aquí?


-Compro una pistola: una treinta y dos de segunda mano. Parecía un señor respetable ¿Es un criminal, agente?


-Todavía no – dije lentamente – Puede que lo esté planeando – De la casa de empeños fui a la tienda de deportes y, después, a la ferretería. En la segunda, descubrí que Weasley había comprado una caja de balas calibre treinta y dos; y en la tercera, que había adquirido seis contrapesos de ventana y veinte metros de cadena.


 No saque ninguna conclusión precipitada. Volviendo al colegio, utilice la misma estrategia de hacía tiempo para conseguir que Lisa fuera a los archivos. Cuando me presente allí por segunda vez, ella parecía algo enfadada.


-¿Es que preguntas por esos expedientes solo para poder verme a solas?


Fingiendo vergüenza le dije – Me has pillado. Chica, quiero hablar contigo.


-¿Sobre qué?


-Acerca de nosotros ¿Por qué no podemos volver a salir juntos?


-Ya te he dicho la razón – dijo impaciente – Estoy saliendo con un hombre.


-Se con quien estas saliendo, querida. Todo el colegio lo sabe. ¿Por qué pierdes el tiempo con un hombre que nunca podrá llevarte a otro lugar mejor que un burdel de carretera?


-Tú no sabes nada – replico furiosa.


-Jamás se casara contigo, Lisa, porque por nada del mundo se divorciara.


Con los brazos en jarra y los puños cerrados, me miro histérica.


-¿Ah, con que si, eh? Pues, para que lo sepas, Ron me quiere ¡Va a divorciarse y después de casara conmigo!


No me quede muy convencido. Siempre había sospechado que Ron Weasley nunca se alejaría del dinero de su esposo. Ni se divorciaría de él, ni dejaría que él diera ese paso.


 


 Parte 5


 


Aquella noche, solo seguí a Weasley desde su casa durante el tiempo suficiente para asegurarme de que estaría fuera varias horas. Cuando recogió a Lisa, los dos se dirigieron hacia el sur; entonces volví al edificio de granito. Otra vez encontré a Potter solo.


Cuando nos sentamos en el salón, le pregunte:


-¿Tiene una ventana rota, por ejemplo, que no suba o baje?


-No, que yo sepa. ¿Por qué?


-¿Su marido ha comprado una pistola?


-No posee ninguna ¿A qué viene todo esto, Malfoy?


-La respuesta puede esperar un poco. Potter, hoy pinche a Turpin un poco, diciéndoles que era una estúpida por coquetear con su marido, ya que nunca la llevaría a otros lugares que no fueran posadas de carretera. Se puso furiosa, y me dijo que los dos estaban enamorados; y que él iba a divorciarse de usted y casarse con ella.


Palideció un poco.


-¿Usted cree que ella decía la verdad?


-Ella piensa que si. Pero su marido no va a divorciarse de usted. Ya que usted afirma que su marido no dispone de ninguna pistola, yo diría que compro una nueva para que los Aurores no pudieran asociarla a él. Y si ninguna de las ventanas de esta casa necesita arreglo, supongo que tiene la intención de poner peso en alguna parte para tirarlo al lago. En resumidas cuentas, sospecho que va a matarlo a usted, al indecente y poco civilizado estilo muggle para evitar problemas en el mundo mágico.


Durante casi un minuto me miro fijamente, sin ninguna expresión en la cara. Luego, se desplomo hacia adelante, justo al tiempo en que yo me inclinaba hacia él para evitar que chocara brutalmente contra el suelo. Lo acosté en el sofá y empecé a darle masajes en las muñecas.  Después de unos momentos, abrió sus ojos color esmeralda lentamente y me miro con tristeza.


-Tal vez te lo tenía que haber dicho más suavemente- retirando sus manos de las mías, se llevo una a la frente, tocando levemente su cicatriz. Con dolor, susurro:


-Por eso quiere que vaya solo a la casa ¡Para matarme! – Se quedo tumbado, son la diestra todavía en la frente, ensimismado. Levantándome, volví a mi silla. Al cabo de un rato, se incorporo, mas pálido que un muerto pero dominándose.


-Deseo estar un rato a solas – dijo a media voz - ¿Te importaría irte?


-No faltaba más – conteste inmediatamente – No te levantes Potter. Sé cómo salir. – Cuando me disponía a abandonar la habitación, me anuncio con voz apagada:


-Te llamare mañana al trabajo. Necesito tiempo para pensar.


Ya que Potter estaba al tanto de lo que quería saber, yo no tenía por qué continuar siguiendo a su marido. Por primera vez, en más de una semana, trabaje un día entero en la oficina. Él me telefoneo justo antes de las cinco.


-Quisiera verte esta noche – me pidió – En un lugar donde podamos estar solos.


-¿Qué te parece en mi apartamento?


Contesto que estaba de acuerdo y le di la dirección.


-Espérame sobre las ocho y media – acto seguido, colgó.


Mi apartamento solo tiene tres piezas; pero el salón comedor es amplio y cómodo, con una chimenea de ladrillo color negro, unos elegantes muebles modernos, y una alfombra de pelo largo que mide seis por cuatro metros. Después de cenar, lo limpie rápidamente, y comprobé mis provisiones de bebidas; luego, me duche y me vestí con  gran esmero, como en esos días de gloria donde ser un Malfoy era una bendición.  Hasta que acabe todos estos preparativos no me di cuenta de que estaba actuando como si esperara tener una noche de amor y copas, lo cual parecía improbable. Pero no por eso dejaba de imaginarlo.


Llego a las ocho y media en punto y me sorprendió descubrir que se había vestido en consonancia con mis subconscientes pensamientos. Nunca lo había visto con algo que no fuera un sencillo traje de calle; pero, aquella noche, lucía un traje oscuro a su talla, donde la tela dejaba ver ampliamente cada curva de su cuerpo, cada mínimo detalle aumentaba su hermosura conforme más le observaba. Al recibir su chaqueta, le sonreí y dije:


-Hace mucho tiempo que tanta belleza no honra este cuchitril.


Devolvió la sonrisa, algo forzada, y se dirigió al centro de la habitación. Mientras miraba a su alrededor con curiosidad Gryffindesca, tuve la impresión de que estaba tan nervioso que le costaba un gran esfuerzo contener sus temblores.


-¿Quieres tomar algo?


-Si, por favor – sonrió agradecido.


Prepare dos Whiskys dobles. Sin duda yo había acertado en lo de su nervios, ya que se termino su bebida antes de que yo llegara a beber un cuarto de la mía. Cuando termino su segunda copa, empezó a relajarse. -¿De qué querías hablarme? – pregunte, sirviéndole la tercera.


Se puso un poco colorado.


-De nada en especial. Es que no soportaba estar otra noche solo en casa. Me apetecía hablar de este horrible complot de Ron. Pero eso es solo una excusa. En realidad, no deseo charlar de nada en concreto.


-Pero no puedes borrarlo de tu mente. Tu marido planea matarte.


-Conseguiré olvidarlo durante estas horas. Anoche no pensé en otra cosa. Y llegue a una conclusión.


-¿Cuál?


-Le odio – contesto sin emoción – Todo el supuesto amor que sentía por él ha desaparecido. Quiero herirle como sea.


Reflexione sobre eso unos instantes, definitivamente Potter había cambiado con los años, ya no era el santo que llevaba justica a cada maldito rincón del mundo; justo ahora, era una persona dolida, capaz de hacer lo necesario para vengarse.


-¿Y cómo vas a herirle?


Me sonrió lentamente. Todo su nerviosismo anterior había desaparecido, para ser sustituido por una somnolencia ligeramente alcohólica.


-¿Cuál es la mejor forma en que pueda dañarlo… y pasarlo bien al mismo tiempo?


Nuestras miradas se cruzaron y le devolví la sonrisa. Aparentemente, después de todo, mis instintos preparativos para la noche no eran descartados. Poniendo mi copa sobre la mesa, fui al sofá donde él se encontraba sentado. Harry también dejo su copa y se volvió hacia mí. Sus labios alcanzaron los míos incluso antes de que pudiera abrazarlo.


Mi suposición de que la infidelidad de Weasley se debía a la frigidez de su esposo fue la suposición mas errona de mi vida. No pude comprender que buscaba aquel en otras mujeres cuando tenía esperándole en su hogar una verdadera brasa. Su piel nívea y suave, sus gemidos expectantes de placer, su disposición a ser tomado sin temor, los besos desenfrenados que solo avivaban mas la pasión, sus hermosas piernas alrededor de mi cintura mientras yacíamos en la alfombra, su necesidad de afecto, su olor penetrante y su voz que gritaba mi nombre sin cesar. Era una combinación totalmente adictiva y peligrosa. 


Harry decidió irse a medianoche. Jamás había pasado una velada tan agradablemente agotadora. Mientras esperábamos su taxi, de repente me dio un beso tierno y sin ninguna pasión.


-¿Ha sido esto totalmente un interludio, Draco? – Pregunto - ¿O encierra para ti algún significado?


-Claro que sí. Mi cabeza no deja de dar vueltas – baje los ojos para mirarlo y abrí la boca pero él la cerro con los dedos.


-No digas nada. No quiero oír una disculpa de soltero; y no te creería si dijeras que me amas.


-No iba a darte ninguna justificación.


-De todas formas no quiero oír nada esta noche. Consultemos el tema con la almohada.


Pero no pude dormir. Me quede despierto la mayor parte de la noche, imaginando las futuras perspectivas que las horas anteriores habían hecho posible. No trate de engañarme a mí mismo, pensando que me había enamorado  de Harry tras unas relaciones tan cortas. Pero podría llegar a estarlo en la práctica ¿Qué más desearía un hombre de él? La belleza, la pasión y el dinero. Sobre todo lo último. Fue lo suficiente para que un soltero como yo se planteara la idea del matrimonio. Resultaría bonito ser el presidente de Daylight Potter, trabajar tres horas al día, y pasar el resto del tiempo en ese magnífico barco de Ronald Weasley.


 


 Parte Seis


 


Debería haber adivinado que existiría alguna pega para una perspectiva tan agradable como la que estuve imaginando. La noche siguiente, Harry me dijo suavemente en qué consistía esa dificultad.


Me llamo de nuevo a la oficina, justo antes de las cinco, y apareció en mi apartamento a las ocho y media. La primera parte de la noche siguió la misma pauta de la anterior.


-Eso de que estas enamorado ¿Lo has dicho en serio?- pregunte mientras estábamos sentados juntos en el sofá, tomando una copa. Solo pudo mirarme con tranquilidad con sus ojos verdes.


-No bromeo con el amor


-¿Es la clase de pasión que acaba en el matrimonio?


Me sonrió.


-¿Es eso una declaración o solo una pregunta?


-Probablemente las dos cosas.


Su cara se puso seria.


-Puede acabar en matrimonio si tú me corresponder. No quiero otro esposo infiel.


-Soy un hombre monógamo.


-Eso no es suficiente, Draco ¿me quieres?


Puse su cabeza en mi hombro, hundí la cara entre su pelo azabache y afirme:


-Te quiero.


-¿Totalmente?


-Con toda mi alma.


Se quedo en silencio unos instantes. Luego, casi como hablando consigo mismo, dijo:


-Casarte conmigo supondría una gran oportunidad para ti: dinero, posición social y el puesto de Ron, si lo quieres.


-Oye, no hace falta que pregones tus mercancías. Te quiero a ti, no a los productos secundarios.


-¿De veras?


Le cogí la barbilla y levante su cara hacia arriba.


-¿Qué quieres decir con eso?


-Nada. Solo que hay un inconveniente: ya tengo marido. Debemos eliminar a Ron.


Solté su barbilla dejando caer mi mano.


-No tenía la intención de convertirte en bígamo. Es un problema de fácil solución. Nos casaremos después de que te divorcies de Ronald.


-No tengo intención de divorciarme.


-¿Cómo?


-Quiero que le mates.


Me enderece, perplejo.


-¡Matarle! ¿Por qué?


Con una voz repentinamente tan llena de veneno que casi silbaba, exclamo:


-Porque le odio. Deseo hacerle lo que me iba a hacer a mí. Quiero verle morir, y asegurarme de que sabe que yo lo planee.


Lo mire con la boca abierta. Un poco estúpidamente dije:


-Pero el divorcio es tan sencillo, amor. Tienes todas las pruebas.


-No me conoces muy bien; después de la guerra, jamás hago las cosas a medias. A Ron le di todo el amor que había dentro de mí. Ahora se ha ganado todo el odio que soy capaz de sentir. Si quieres que yo sea tu esposo, tendrás que matarle. Porque no me vas a conseguir de otra forma.


No estaba más enamorado de mí que yo de él. Se me ofrecía a sí mismo, y las cosas materiales que lo acompañaban, a cambio de la venganza. Es cierto que no hay peor cosa, aparte del infierno, que un hombre como Potter despreciado. Me levante y tome un trago de Whisky; luego, prepare una nueva copa para los dos.


-Así que no es amor. Es simplemente odio por Ron.


-Te he dicho que te quiero – afirmo tranquilamente- Jamás veras ningún síntoma de que no sea así, incluso si llegamos a vivir cien años – sonrió y añadió con un deje de burla en su voz – A cambio espero que nunca me hagas sentir que te casaste conmigo solo para conseguir la sinecura de Ron, y no por mí mismo.


Era inútil seguir discutiéndolo. Estaba claro, por su expresión, que era una oportunidad de esas que “O lo tomas o lo dejas”.


-Nunca he cometido un delito grave. Aunque he sido culpable de algunos menores en el pasado. Esto es al que tendré que pensar despacio, el apellido Malfoy se encuentra en demasía manchado por errores estúpidos.


-Entonces volveré a casa para que tengas tiempo de recapacitar. Mañana es miércoles; y el viernes me voy a la casa de campo. Eso no te deja mucho tiempo para planear los detalles.


Era la segunda noche en que no conseguía dormir. Ni siquiera me acosté hasta casi la hora de levantarme. Pase todas las horas yendo y viniendo por la habitación, fumando cigarrillos y sopesando las ventajas de ser un asesino rio contras de ser pobre, en vergüenza y relativamente sin pecado. Después de considerar los pros y los contras, llegue a una decisión a las seis y media. Luego, dormí un rato, volví a levantarme, me duche y afeite, tome tres tazas de café solo y fui a la oficina.


Harry me telefoneo como siempre, justo antes de la hora de cerrar.


-¿Has decidido algo?


-Si ¿Quieres pasar por casa esta noche a la misma hora?


-¿Vas a decirme que si o que no?


-Te contestare cuando te vea.


-¿Por qué no me lo dices ahora? Si es que no, me ahorro un viaje y tú no malgastas una botella de Whisky.


Decidí que era hora de que él descubriese que no iba a ser un marido sumiso toda mi vida.


-Ven a las ocho y media – le ordene y colgué.


Como siempre, llego al a hora en punto. Al entrar, no me beso. Se quedo justo al lado de la puerta principal, estudiándome fríamente.


-¿Y?


-Tú ganas. Le matare.


Inmediatamente, se echo a mis brazos. Sus labios buscaron los míos con el ardor que había demostrado la primera noche.


-Te quiero, cariño –susurro mientras me veía - Jamás te arrepentirás de esto ¡Te amare como jamás han amado a ningún hombre!


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