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Hopeless por Khira

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Hopeless

por Khira

Capítulo 1. Again

El horrible sonido del despertador le dio los buenos días. Lo apagó de un manotazo y se acurrucó de nuevo en la cama, tapándose con el edredón hasta la nariz. Hacía bastante frío: el invierno estaba muy cerca, y por las mañanas se notaba todavía más. Se consoló pensando que era viernes.

Notó unas manos que le zarandeaban y se descubrió la cara soñolienta de nuevo.

- No perdono a…

- …los que me molestan mientras duermo… Nii-san… no te cansas de decir siempre lo mismo?

- Me estás llamando repetitivo?

- Siiiii!

- Ahora verás…

Rukawa cogió a su hermano por debajo de los hombros y lo metió en su cama para hacerle cosquillas. El chiquillo empezó a retorcerse de la risa y a suplicarle que parara. Fueron tales los gritos que al momento apareció su madre por la puerta de la habitación.

- Qué pasa aquí?!

- Kaede me está haciendo cosquillasssss!!

- Kaede, deja a Touya en paz!

- Es culpa suya por meterse conmigo – declaró Rukawa imperturbable mientras continuaba con la ‘tortura’.

- Socorroooo!

- Y ahora qué, chibito?

- No me llames chibitooo!

Finalmente Rukawa liberó a su hermano y bajaron los tres a desayunar.

- Me acompañas al cole con la bici? – preguntó Touya mientras se llenaba de nuevo el vaso de leche.

- No – contestó Rukawa aprovechando para quitarle la caja de cereales.

- Porfiii.

- Que no. Sabes que no puedo.

- Porfiiiiii!

- Quién es el repetitivo ahora?

- Mamá, dile a Kaede que me acompañe!

- No pueden ir dos personas en una bicicleta, Touya.

- Pero yo no iré sobre la bici, iré sobre él!

- QUE NOOO! – exclamaron Rukawa y su madre a la vez.

- Ey, devuélveme los cereales!

xXx

Un ratito después de la misma charla matutina de siempre Rukawa pedaleaba montado solo en su bicicleta a toda prisa hacia la escuela.

Al aproximarse a la entrada de Shohoku redujo la velocidad: no quería atropellar a nadie. Bueno, quizás al imbécil de Sakuragi. No, en realidad tampoco. El molesto pelirrojo cada vez se tomaba peor sus habituales encontronazos, incluso la semana pasada le dio una patada a la rueda trasera de la bicicleta cuando consideró que pasó demasiado cerca de él y le tiró al suelo. Sino fuera por la petición del entrenador Anzai le habría partido la cara ahí mismo, pero logró controlarse y soltar un simple ‘do'aho’. Pero bastó esa palabra para enfurecer a Sakuragi y a él tuvieron que controlarle sus amigos para que no le golpeara.

Rukawa sabía, o mejor dicho intuía, el porqué de la conducta últimamente tan agresiva del pelirrojo: habían pasado ya varios meses desde que se lesionara la espalda y aún seguía en rehabilitación. Aquello debía tenerle furioso, pero parecía que sólo descargaba su frustración con él. Y eso no le sorprendía, de hecho había sido así desde que se conocieron, así que debería estar acostumbrado.

Pero no. Es imposible acostumbrarse a los continuos desprecios de una persona, y Rukawa lo sabía mejor que nadie.

Cuando ya pensaba que había conseguido llegar al aparcamiento de bicis sin contratiempos escuchó una desagradable y conocida voz tras de si.

- Ey, zorro apestoso!

Rukawa se bajó de la bicicleta sin ni siquiera darse la vuelta, y empezó a colocarle el pitón.

- Maldito zorro! Me estás ignorando?

- …

La ira se apoderó rápidamente de Sakuragi y violentamente agarró de un brazo a Kaede para obligarle a girarse. A una distancia prudencial del pelirrojo estaban los cuatro amigos que siempre le acompañaban: Yohei, Takamiya, Noma y Ookusu.

- Que haces? – exclamó Rukawa soltándose.

- Mírame cuando te hablo! – gritó Sakuragi.

- Para que tengo que mirarle la cara a un doa’ho?

- No te atrevas a insultarme!

Sakuragi cogió a Rukawa de la chaqueta del uniforme y sus amigos se apresuraron a detenerle.

- Cálmate Hanamichi! – exclamó Yohei agarrándole de un brazo – Todos te están mirando!

Yohei tenía razón. Muchos grupitos de alumnos que se dirigían a la entrada del edificio principal se habían detenido y los contemplaban entre murmullos.

- Y si te ve Haruko? – preguntó Noma agarrándole del otro brazo.

- O peor, y si te ve algún profesor? – Takamiya miraba a su alrededor como esperando ver aparecer uno en cualquier momento.

Convencido más por la advertencia de Noma que por la de Takamiya, Sakuragi soltó al chico de aspecto zorruno, aún con chispas en los ojos.

- Te lo advierto, Rukawa. Ándate con cuidado conmigo porque si no te vas a arrepentir.

“Me está amenazando?”, pensó Rukawa sorprendido.

- Mmpf – se limitó a murmurar antes de comenzar a caminar hacia su salón.

Hanamichi y la gundam se quedaron mirando como Rukawa se marchaba tranquilamente.

- Oye, a que ha venido eso, Hanamichi? – preguntó Yohei preocupado por la actitud que había visto en su amigo.

- El qué?

- Le has amenazado!

- Y qué?

- Como que y qué?

- Hanamichi, últimamente no te reconocemos… - intervino Takamiya.

- Dejadme en paz! – exclamó Sakuragi – Yo soy el mismo de siempre – añadió antes de partir también hacia su salón.

Sus amigos no pudieron hacer más que observarle partir preocupados.

xXx

El día se hizo muy largo. Las clases, el almuerzo, más clases, el entrenamiento… Si bien ahora las prácticas de baloncesto eran más tranquilas sin la presencia de Sakuragi, tenía que reconocer que también se habían vuelto bastante aburridas. Añoraba las constantes y divertidas peleas entre el pelirrojo y Akagi, y la siempre amable intervención de Kogure. A pesar de que los exámenes finales se acercaban, Mitsui seguía entrenando con el equipo, y sus piques con Miyagi, el nuevo capitán, eran lo único que animaba un poco el ambiente.

Recordó el incidente con Sakuragi de esa mañana. Por qué aquel idiota se había puesto de esa manera? Mejor dicho, a que había venido todo aquello? Él apenas acababa de llegar a la escuela y ya tenía al pelirrojo detrás insultándole.

Aquello era desesperante.

Era ya de noche cuando regresaba a su casa. Se detuvo frente a la puerta del garaje y bajó de la bicicleta de un salto. Después de rodar la llave colocó ambas manos bajo la cancela y la levantó.

Nada más hacerlo se le cayó el alma a los pies.

“No…”, pensó desesperado al ver el viejo Mitsubishi rojo de su padre en el interior del garaje, “No puede ser…”.

Como un autómata metió dentro la bicicleta y bajó la cancela de nuevo. De pronto reaccionó y salió corriendo hacia la puerta principal de la casa; entró y efectivamente lo primero que vio fue los zapatos de su padre. Sin apenas darse cuenta, seguramente por la costumbre, se descalzó él también y siguió corriendo hasta la sala de estar.

Ahí estaba. Sentado tranquilamente en el sofá, bebiendo un refresco y charlando animadamente con su madre.

Como si nada hubiera pasado.

- Qué haces aquí…?! – exclamó con voz entrecortada.

Aquella evidentemente no era forma de dirigirse a un padre, pero en su casa hacía tiempo que se habían perdido las maneras. Sus padres levantaron la vista sorprendidos, pues no se habían dado cuenta de su presencia. Dejaron los refrescos en la mesita y se levantaron.

- Hola Kaede – saludó su padre con voz suave acercándose – Cómo estás?

Rukawa alucinaba. Aquel hombre casi les había matado a él y a su madre la última vez que estuvo en la casa y ahora le preguntaba que cómo estaba?!

- Qué haces aquí? – repitió amenazante.

- He vuelto con vosotros. Tu madre y yo nos hemos reconciliado.

Abrió los ojos como platos, y miró a su madre buscando una respuesta, un gesto, algo que le indicara que se había visto obligada a dejar entrar a ese monstruo de nuevo, pero ésta sólo asintió con una leve sonrisa. Aquello le enfureció.

- ERES ESTÚPIDA O QUE TE PASA??!

- Kaede, no le hables así a tu madre! – advirtió Kaoru Rukawa con el puño apretado, pero sin moverse.

- Y TÚ VETE A LA MIERDA! – gritó una vez más antes de girarse para salir de ahí corriendo.

- Pe-perdónale… – oyó decir a su madre apurada mientras empezaba a subir las escaleras – Es sólo que le ha cogido por sorpresa…

“No te entiendo, mamá. De veras que no te entiendo”.

Bufó y entró en su habitación dejando oír un sonoro portazo. Iba a tirarse sobre la cama cuando vio que ya estaba ocupada.

- Touya… - murmuró.

Touya se incorporó y se quedó sentado en la cama de su hermano mayor, mirando al suelo.

- Porqué le ha dejado volver? – preguntó en voz baja.

- No lo sé… - respondió Rukawa mientras se sentaba a su lado.

- Llegó hace un rato… mamá le dejo pasar y se fueron a hablar a la cocina… luego vino a mi cuarto y me dijo que a partir de ahora seríamos una familia… Le odio! – exclamó, sus pequeños puños agarrando fuertemente la sábana.

- Tranquilo… - susurró el chico de ojos azules abrazándole – Estaremos bien…

- No me mientas… no cuando sabes que no es verdad lo que dices…

- …

Rukawa no supo que decirle. Touya tenía razón, le estaba mintiendo.

Con su padre en casa era imposible que estuvieran bien por mucho tiempo.


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