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Estación de tren
Londres. Estación King's Cross. 1 de Septiembre de 2019
Los Malfoy caminaban apresuradamente por la estación, llevando el equipaje de Scorpius. Faltaban 10 minutos para la salida del Expreso de Hogwarts, por lo cual se podían notar indicios aquí y allá de magos y brujas en la misma situación que ellos, o al menos un ojo experto podría haberlo notado.
— Apresúrate, Scorp. Sino te dejará el tren y tendrás que trabajar con tu padre todo el año escolar. -Decía una divertida Astoria a su hijo, mientras Draco empujaba el baúl del chico con cara de pocos amigos.
— ¡Oh, no! —Exclamó Scorpius, en tono dramático— ¿9 meses con Padre? Me haría preparar pociones de Amortensia hasta que mi varita se volviera color rosa —y acto seguido, echó a reír siendo imitado por su madre. Demás está decir que a Draco no le hizo ni pizca de gracia la mención de la endemoniada poción.
Habían pasado un par de semanas desde que los recuerdos lo habían pillado desprevenido en Madame Malkins. Draco se había pasado todo el viaje hasta casa sumido en sus pensamientos, devanándose los sesos en busca de una razón para que su Amortensia oliera a algo relacionado con Potter. Al día siguiente, pidió a Scorpius volver al laboratorio de Breuvages Magiques a preparar una séptima poción. Puso como excusa que intentaba probar algo que se le había ocurrido, pero la verdad era que necesitaba oler de nuevo el brebaje, para cerciorarse de que su memoria no le estaba jugando malas pasadas.
Deliberadamente colocó el triple de la cantidad necesaria de Ginkgo, la hierba activadora de memorias, en un intento desesperado de encontrar motivos que fueran más allá de su primera conversación con Potter. Cuando la poción estuvo preparada Draco la olió, evocando las mismas memorias que en la tienda de túnicas del callejón, e incluso extendidas, pues pudo recordar con claridad todas y cada una de las palabras intercambiadas con aquel muchacho esmirriado y de pelo alborotado. El olor a tela que había percibido en la Amortensia pertenecía sin lugar a dudas al olor de las túnicas nuevas para ir a Hogwarts. Pero ¿por qué su Amortensia olía a tela? Draco aún no había dado con la respuesta. Y de paso, aún quedaban otros dos olores no identificados.
De vuelta en la estación King's Cross, los Malfoy empujaban juntos el carrito con el baúl de Scorpius, dirigiéndose hacia la división entre los andenes nueve y diez. Atravesaron la barrera mágica y se encontraron de inmediato en el andén 9 y 3/4, que estaba a reventar. Draco se encaminó hacia el tren, seguido por Scorpius y Astoria, cuando la locomotora expidió una humareda espesa y un pitido, en señal del último llamado de abordaje. Draco quedó envuelto completamente por el humo, y al disiparse un poco sus ojos vislumbraron a lo lejos una cabeza negro azabache, seguida por 2 cabezas pelirrojas y 2 castañas. Los Potter.
Inmediatamente, un vívido recuerdo asaltó su mente, paralizándolo en seco.
De pie junto a su esposa, Draco sostuvo el hombro de su hijo firmemente, mientras le daba consejos acerca de su nueva vida como estudiante.
— Y no creas nada de lo que te digan acerca de tu apellido. Eres un Malfoy, y debes sentirte orgulloso —decía el rubio por enésima vez hacía su primogénito.
— Sí, Padre. Ya lo sé. Puedes estar tranquilo —respondió el pequeño Scorpius, en tono resignado.
— Bien. No olvides escribirnos luego de la selección.
— Sí, Padre —repitió el chico.
Draco sonrió orgulloso, apreciando el excepcional parecido de su hijo con él. Astoria, en cambio, adoptó una postura rígida y señaló con la cabeza hacia un punto a lo lejos.
— ¿No son esos los Potter?
El hombre alzó la vista, y en efecto, allí estaban. Potter, Weasley y Granger, acompañados de sus respectivas familias. Al parecer una chica Weasley y un chico Potter comenzarían el 1er año junto a su hijo. Draco captó un vistazo de Potter y sus miradas se cruzaron un instante, asintió cortésmente, y se alejo con su familia rumbo al tren.
— Draco, querido, ¿ocurre algo?
La voz de Astoria lo trajo de vuelta a la realidad. Scorpius estaba ya de pie en la puerta del vagón, despidiéndose de su madre e intentando despedirse de su padre. Draco le dio un rápido abrazo a su hijo y le dejó partir con sus amigos, aún sorprendido por el recuerdo de hacía un momento. El tren comenzó a andar, y Draco lo miró alejarse hasta perderse en la lejanía.
Aún aturdido buscó a Potter con la mirada, y lo encontró a unos cuantos metros, conversando animadamente con Weasley y Granger. La Weasley menor ya no estaba con ellos, y Draco sabía de buena fuente que entre Potter y ella ya no había nada. Al parecer la pelirroja prefirió su carrera como coach de las Holyhead Harpies a salvar su matrimonio, y sólo se veían para llevar y recoger del Expreso a los tres hijos que tienen en común. Por un segundo, un breve segundo, le pareció que Potter lo estaba mirando, pero sabía que eso no era posible. Decidió olvidarse de sus tontas percepciones, y volvió a observar la salida del tren.
— ¿Será posible...? ¡Maldito Potter! ¿Qué demonios está pasando conmigo? —se preguntó en voz baja, sin dejar de ver el punto donde la antigua locomotora había desaparecido.