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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

Hola! perdón por la tardanza. Y muchas gracias por sus comentarios!!! me ponen contenta :D

Justo estos días me encontré pensando en que realmente me agrada mi historia. Pienso que es genial jeje. Quizá haya muchas cosas que aun no sé narrar muy bien, pero lo intento. Transmitir esos sentimientos, que no se vean tan drásticos, sino fluidos, como los que pasan por la cabeza de cualquier persona normal.

Incluso por que no, sobreestimulados por el alto nivel hormonal que pueden tener los adolescentes a esa edad. Muchas veces los sentimientos se vuelven inmanejables.

Me tardé horrores para terminarlo, apenas lo acabé ayer por la noche, y luego de un par de correcciones ahora está aquí. El capítulo más largo que he escrito.

 

Capítulo XI: Via Lattea

Rommel yacía despatarrado sobre una cómoda silla de madera, de frente a una pequeña mesa redonda, que lo separaba de aquel rubio amigo suyo.

Miraba de un lado para otro, examinando el sitio donde se encontraban. Era una cafetería, adaptada en una casa antigua de estilo colonial que fue restaurada; tenía piso de duela y paredes forradas por un bonito papel tapiz azul marino de relieve semejante al terciopelo. A un lado de su mesa se abría un gran ventanal por el cual entraba una brisa fresca y agradable que acarreaba el olor inconfundible de los jazmines. Estas flores adornaban un pequeño jardín junto al mirador, donde crecían algunos arbolillos recortados en motitas o espiral y hermosas buganvilias trepadoras, rebosantes de coloridas flores magenta.

Pero sin duda, el aspecto que más engalanaba a este lugar, era la romántica temática nocturna que le otorgaban unas bellas estrellas color plateado de alfarería que colgaban desde el techo, siendo la única iluminación, el fuego tintineante de las velas.

 

No tenían mucho tiempo ahí sentados; disfrutando de una sonata de violín que se reproducía por las bocinas de un equipo de sonido, fuera del alcance de su vista. Cuando una muchacha un poco robusta de tez blanca, les recibió con una sonrisa radiante al momento de entregarles los menús.

-En seguida vengo a tomarles la orden-Con amabilidad les dijo, antes de retirarse.

 

“Via Lattea” era el nombre de aquella cafetería, lo exhibía en la carta, junto con el eslogan: “Café, smoothies, paninis & more”.

Tal como su nombre lo indicaba, vendían café, de muchas clasificaciones tan extrañas que Rommel jamás había escuchado en su vida, entre estas se hallaban: Doppio, Ristretto, Macchiato, Latte, Chai, Mate, Frapuccino, corto, largo y las cosas parecían empeorar cuando se combinaban entre sí: Tal era el caso de Latte Macchiato o Frapuccino doppio por mencionar algunas.

 

Cafés de cuarenta y siete pesos, paninis de sesenta y nueve… ¿Cómo era que se había metido en ese embrollo? Para empezar ¿Qué rayos era un panini?

Obviamente fue idea de Galen el haber ido allí, argumentando que siempre que caminaba por el establecimiento, añoraba poder ir acompañado de alguien y conocerlo. Pero Galen había sido un niño rico, estaba acostumbrado a ese tipo de lugares de mundo, y Rommel… Él hubiera sido muy feliz con haber ido a los tacos de la esquina.

 

-¿Están listos para ordenar? –La señorita había regresado, preparada para comenzar a anotar en su cuadernillo.

 

El trigueño miró a Galen de soslayo, quien lucía tan emocionado como un chiquillo sentado sobre el regazo de papá Noel en el supermercado, mientras decía:

-Sí, yo quisiera un Frapuccino ristretto vanilla lungo con nata montada- Se dirigió a Rommel, con una sonrisa discreta, al decir:- Es mi favorito–Y de nuevo a la señorita agregando:-Ah, y también un classic bagel, por favor.

 

El otro muchacho le devolvió el gesto con una sonrisa forzada, pensando en que no había entendido ni una pizca de lo que dijo, con la excepción quizá de “vanilla”, que creía significaba “vainilla”, aunque no estaba muy seguro. 

 

-Claro que sí-Dijo ella con un tono alegre, apenas terminó de anotar toda esa sarta de cosas que Galen había dicho -¿Y para usted joven? –Se refirió esta vez a Rommel.

 

-Yo quiero un Expresso –El aludido fingió seguridad en sus palabras, tratando de no hacer tan evidente que solamente había escogido lo más barato del menú.  

 

-¿No le gustaría algo para acompañar su bebida?

 

-No, no, así estoy bien –Respondió él haciendo una señal de negación con la cabeza.

 

-Muy bien, en seguida regreso –Dijo la sonriente joven antes de marcharse.

 

Galen miró fijamente entonces a su acompañante, que leía una y otra vez la sección de bocadillos salados. Por su comportamiento le resultaba obvio saber que, en efecto, su amigo tenía bastante hambre, pero no había pedido nada de comer, probablemente porque no traía consigo el dinero suficiente.  

 

-Oye, sé que tienes hambre… ¿Por qué no pides algo? Si es por el dinero, no te preocupes, yo te lo pago –Su voz salió quizá un poco más suave de lo que hubiera deseado.

 

-No, estoy bien-Se apresuró a decir el otro.

 

-De verdad, pide algo-Insistió Galen –Luego me lo pagas si quieres.

 

-Ya te dije que no-Contestó el otro con un notorio fastidio, provocando que su amigo dejara morir el asunto, y a su vez que se formara un silencio incomodo entre ambos, en el cual Rommel aprovechó para sacar de su chaqueta un encendedor de gas y un paquete de cigarrillos.

Sacó uno del empaque, sosteniéndolo entre sus labios, y exponiendo el cigarro al fuego de su encendedor, le dio una profunda calada que puso al rojo vivo la punta de la columna de tabaco.

 

-A veces me pregunto por qué la gente fuma –Galen rompió el silencio, pensativo, con su mirada fija sobre un gorrión que caminaba pausadamente por el jardín floreado.

 

Rommel permaneció callado, soltando el humo por la nariz, recargando su espalda contra el respaldo de la silla.

 

-Es algo que nunca he entendido –Prosiguió el rubio –Aspirar humo y soltarlo, es algo tan banal como beber agua y escupirla –Su acompañante entrecerró un poco sus ojos, pero el níveo no estaba mirándolo, ensimismado en aquel pequeño cuadro de naturaleza –Se me hace una estupidez, que la gente termine pagando por humo, haciéndose daño…

 

-Hay algo que se me hace más estúpido todavía –Musitó Rommel, posando su mirar sobre los irises azules de su compañero, manteniendo un semblante sereno.  

 

-¿Qué es? –Sentía autentica curiosidad, era muy interesante la manera en que ese lugar le invitaba a reflexionar de forma tan profunda sobre las cosas más nimias de la vida.

 

-Tu cara de güero hediondo –Se burló su amigo, tumbándole la ceniza a su cigarro en un borde de la ventana. También era interesante la forma en que Rommel tenía el poder para arruinar cualquier tipo de plática intelectual.

 

-Claro… Olvidé que mi cara es una estupidez-Realmente deseaba ser sarcástico, pero por alguna razón terminó riéndose un poco. Aquello era ilógico, ni siquiera fue gracioso, ¿cómo le hacía para sacarle siempre una sonrisa?

 

En eso estaban cuando volvió la señorita; no lucía tan alegre como antes, de hecho, su rostro estaba contraído en una expresión apenada cuando se dirigió a Rommel: -Disculpe joven, pero no puede fumar aquí adentro –Apenas pronunció estas palabras la expresión del antedicho se endureció.

 

-Achís, ¿Y por qué no? –Inquirió este, reclamando –Ellos también están fumando, ¿por qué no les dices nada? –Apuntó hacia una de las mesas donde se encontraba un trio de hombres de edad, cada uno con su cigarrillo.

 

-Sí… mire, lo que pasa es que usted es menor de edad –Expresó ella un poco tensa –Y por regla del establecimiento se nos prohíbe la venta de cigarros a menores.

 

-Pero ustedes no me vendieron los cigarros, yo los traje –Se aferraba el muchacho, mientras que Galen veía la discusión como quien ve un partido de pingpong.

 

-Sí, pero el problema es que nos sancionan si ven a un menor fumando… y a mí me regañan-Admitió avergonzada –Perdón –El jovencito al escuchar esto último puso los ojos en blanco, lanzando un pesado suspiro.

 

-Ok-Tomó el cigarrillo entre sus dedos, arrojándolo por la ventana, arruinando un poco el encanto del jardín donde cayó y espantando al gorrión que Galen miraba momentos antes –¿Contenta?

 

La chica solo le brindó una sonrisa nerviosa, murmurando un “gracias” casi inaudible, para después, informarle al rubio con mayor seguridad: -Disculpe usted también las molestias joven, pero se nos terminaron los Bagels, ¿desea ordenar algo más?

 

-Ahm… Claro –Masculló- Quería preguntar, ¿de qué tamaño más o menos es la pizza grande?

 

-Más o menos así –La señorita separó sus manos una de otra al tanteo, a unos buenos cuarenta centímetros.

 

-Quisiera ordenar una de esas, mitad Gourmet y mitad de peperoni si se puede –Sonrió esta vez ampliamente viendo a Rommel al tiempo que agregaba –Es para compartir –De inmediato siendo el blanco de la mirada penetrante de su amigo.

 

-Claro, en seguida regreso –Les dijo cortésmente, retirándoles los menús antes de irse nuevamente.

 

El de tez blanca seguía mirando a Rommel, pero éste no parecía estar nada contento; golpeteaba los dedos de su mano derecha contra la mesa, con la vista clavada fuera de la ventana, en el cigarrillo aun encendido sobre el perfecto césped, que se consumía solo por acción de la tranquila brisa. Insufló su pecho, lanzando al aire un notorio suspiro.

-Que mamadas-Galen pudo escucharle refunfuñar, quedándose serio. Era bastante clara su ansiedad, seguro había algo que lo estaba incomodando y por eso quería fumar, pero el rubio no entendía qué podía ser.

 

Esa actitud de su amigo lo molestaba en ocasiones, así era siempre cuando algo lo disgustaba, simplemente se encasillaba en su mente y dejaba de poner atención a cualquier otra cosa. Era lo que hacía cuando le preguntaba algo que lo incomodaba: Rara vez tenía la decencia de contestar sin más explicaciones o daba una respuesta que no tenía nada que ver pero que los hacía reír, aunque si insistía generalmente se topaba con una pared. Así que en realidad podría decirse que no sabía mucho de la vida de Rommel, excepto lo que le tocó ver por sus propios ojos, y eso le desesperaba… A veces desearía que ese chico le mostrara al menos un poco de confianza... Tal vez con el tiempo…

Mientras tanto, pensó en algo qué decirle, alguna cosa interesante quizá, que le sacara de la cabeza que quería un cigarro.

 

-Hacía mucho que no salía con nadie –Se halló diciendo, sosegado, intentando hacer contacto visual con el de los ojos castaños. 

 

-Yo tampoco –Le respondió su amigo sin devolverle la mirada.

 

-Ya lo extrañaba

 

El otro no contestó nada, aunque si lo atisbó a los ojos como esperando a que continuara. Todavía golpeteaba un poco la mesa con los dedos, pero al menos ahora tenía su atención.  

 

-Antes solía ir mucho al teatro –Asomó una blanca sonrisa a través de sus labios rosáceos, recordando.

 

-Que chido –Murmuró su amigo–…Yo siempre he querido ir al teatro…–Hizo una breve pausa, posando sus ojos sobre la mesa cuando dijo:-…Y al cine…

 

El muchachito de los ojos ultramar fingió no estar impresionado, jamás había conocido a nadie que nunca hubiera ido al cine, por lo que hizo la nota mental de invitarlo pronto.

 

-... Se me antojaba ver la del fantasma de la ópera –Le confesó Rommel, quizá tratando de platicar sobre algo que sabía que a Galen le interesaba.

Este último de inmediato esbozó una sonrisa bonita, sorprendiéndose gratamente por el comentario de su amigo desaliñado. ¿Sabría sobre obras de teatro? Había mencionado una de sus favoritas, plagada de misterio, romance e imaginación desbordante.   

 

-Me encanta esa –Soltó contento, estaba a punto de decir algo más pero en ese momento, la mesera regresó con sus bebidas.

Para Galen, una gran copa transparente de malteada en cuyo interior había hielo de café con leche finamente triturado, adornado con crema batida y en la cima una cereza carmesí. Se veía verdaderamente apetitoso, además de que soltaba un agradable aroma a vainilla que mantuvo a Rommel embobado por un momento. Para este último, había una insignificante tacita de porcelana que contenía un hirviente café cargado de olor amargo.

 

-¡Achís! –Exclamó el trigueño por segunda vez en el día, dirigiéndose a la señorita -¿Y esta tacilla qué?    

 

-Amm… ¿algún problema con su expresso?-La mesera frunció el ceño, evidentemente mortificada, mientras colocaba sobre la mesa las cucharillas, azúcar, servilletas y crema en polvo.

 

-Pos’ sí, ¿Por qué está tan chiquillo?

 

Galen miró un momento a su acompañante, cayendo en cuenta que su amigo no tenía ni idea de lo que había pedido, deseaba decirle algo, pero Rommel se veía tan firme en lo que alegaba que el rubio por un instante imploró ser tragado por la tierra.

 

-Disculpe joven, pero en el menú dice que son cuatro onzas de café –Trató de explicarle ella; el  muchacho soltó un resoplido burlesco, mirando a Galen como si buscara su apoyo.

 

-Con lo que vino a salir ¿verdad?-Se mofó-¿Eso qué? ¿Qué tienen que ver las zonzas?

La chica sonrió tontamente, quizá pensando que el jovencito solamente estaba gastándole una vacilada. Galen la miró con algo de urgencia, interrumpiendo a Rommel -¿Nos permites un segundo?

 

-Ahm Claro-Asintió ella ya bastante cohibida.

 

Se aseguró de que la mesera se hubiera alejado ya lo suficiente para -pretendiendo poner una voz madura- informarle a su compañero:-Así es el expresso, esa es la medida –Luego, rodó los ojos hacia arriba, exprimiendo su cerebro en busca de una explicación rápida y simple –Has de cuenta que es café muy concentrado, por eso es poquito.

 

-No pss con razón está barato –Gruñó el castaño casi para sí mismo –Puras mamadas de ricos.

A Galen eso le causó algo de gracia, pero más que nada culpabilidad, ¿Acaso Rommel se sentía fuera de lugar? ¿Por eso tenía tanta ansiedad? Tal vez ya no estaba tamborileando los dedos contra la mesa, pero en su lugar, movía una pierna repetidamente.

 

Pensando en eso, lanzó un vistazo por la ventana, advirtiendo el descenso del sol, que junto a las nubes esponjosas, formaban una imagen armoniosa, crepuscular. Adentro: el cuarto comenzaba a oscurecerse; a su alrededor: muchas parejas comenzaron a ocupar las mesas vacías, sobre las que los meseros se encargaban de colocar una velita blanca encendida.  

 

Apenas si podía ver a Rommel, que torciendo la cara con un gesto infantil, afrontaba el sabor amargo de su café.

Fue en ese instante en que la señorita que les atendía, regresó fugazmente, sólo para llevarles una de esas velitas delgadas, encendiéndola con un cerillo de madera, para luego, de la misma manera fugaz, dejarlos solos nuevamente.

 

-Sabe feo-Exclamó el trigueño, tan sincero como siempre, mirando la tacita y luego a Galen, como si él pudiera hacer algo al respecto. Y claro que así era, este siempre parecía encontrar una solución para todo, Rommel lo sabía, pero Galen no confiaba tanto en sí mismo.

 

-¿Quieres probar del mío?-Ahí estaba la solución, Rommel asintió rápidamente cual niño chiquito y entonces tomando su cucharilla probó la bebida, que pareció gustarle bastante, pues no se conformó con tomar una sola cucharada, sino varias. Ya no lucía tan ansioso, más bien daba la impresión de estarse relajando; eso agradó mucho a Galen, quien ni siquiera había podido probar su orden. No le dio importancia, el hecho de ver a su amigo más cómodo lo reconfortó.

 

-Yo también me quedé con muchas ganas de ver bastantes obras de teatro –Habló el de los cabellos dorados, deseando retomar el tema anterior –De hecho hay una que siempre he querido ver.

 

-¿Cuál? –Le preguntó Rommel sin darle tregua al frapuccino.

 

-La de MacBeth

 

Su compañero se quedó pensativo, como buscando en los archiveros de su mente un recuerdo que sabía que poseía, murmurando: -… ¿Mac… Beth? Mac… -Repentinamente el muchacho abrió los ojos más que de costumbre, iluminado-¡Ah sí! Ya me acordé. Yo también la quería ver.

 

-¿En serio? -Galen se sintió momentáneamente lleno de ilusión, jamás había podido hablar de teatro con nadie de su edad, sus compañeros del salón eran tan incultos que solamente decían que eran cosas de maricas cada vez que intentaba sacar el tema.

 

-Sí, cuando estaba chiquito–Respondió el otro con naturalidad –Pero no me dejaron ir –Se encogió un poco de hombros- Aunque luego vi las películas.

 

-Bueno, ¿Y qué te parecieron? –Creía recordar que no era más de una película, pero aun así lo cuestionó expectante.

 

-Pues si daban un chingo de miedo-Exclamó llevándose a la boca  otra cucharada.  Su amigo de apariencia extranjera lo miraba fijamente asintiendo en cada palabra que Rommel pronunciaba.

 

-No, es que sí, güey… Pinche payaso, sí se veía bien diabólico. Estaba bien pasado de huevos ¿verdad?

 

-¿Ah? –La expresión en la cara de Galen cambió radicalmente.

 

-Sí güey, ¿nunca las viste? Eran de un pinche payaso que se comía a los niños, y no mames, haz de cuenta que se lo encontraban en todos pinches lados al cabrón –Soltó –Les salía de los drenajes y así, bien culero.

 

Galen solamente lo miró con un gesto liado, cerrando su boca que sin querer había dejado abierta.

-Amm… ¿De qué estás hablando? –Preguntó, pensando en qué clase de hongo alucinógeno le sirvieron en ese café.

 

-Pues del payaso ese… Mac… MacBeth… MacDonald o lo que sea –Contestó Rommel sin darle importancia alguna.

 

-Ahmm…- No pudo evitar abrir su boca nuevamente, quedándose algunos segundos en silencio–No… No… creo que te estás confundiendo con tres cosas muy diferentes –Dijo cuando por fin pudo salir de su conmoción –MacBeth es una obra literaria de William Shakespeare y tú estás hablando de las películas de “Eso” el payaso, inspiradas en el libro del mismo nombre, escrito por Stephen King, que no tiene NADA que ver con Ronald McDonald, el payaso de las hamburguesas, además…  

 

-En eso último te equivocas, fíjate –Lo interrumpió Rommel bruscamente –El payaso de las películas y el de las hamburguesas sí es el mismo payaso; es igualito.

 

-¿En qué? ¿¿En que son payasos?? –Aquello era absurdo, ¡absurdo! No podía creer que estuviera teniendo esa discusión con él. Trato de tranquilizarse, ¿cómo pudo pensar que Rommel podía saber de teatro? Si ni siquiera parecía saber diferenciar una película de terror de una estúpida cadena de hamburguesas.

 

-Sí, en eso y además, tú sabes cómo es la mercadología, te hacen pensar que estás viendo una cosa, cuando en realidad estás viendo otra. Tú piensas que te venden carne de res, pero en realidad es de rata o de perro, qué sé yo.

 

Nada tenía que ver una cosa con la otra, aunque de pronto, pese a su rostro serio, comenzó a sentirse divertido.

-Para empezar: El payaso del McDonald’s se llama: Ronald MCDONALD, como el restaurante ¿estamos de acuerdo?-Inquirió –Y “Eso” el payaso se llamaba PENNY WISE.

 

-...Vaya…-Suspiró su amigo, arqueando una ceja-Para ser tan listo eres muy ingenuo, de verdad ¿nunca se te ocurrió pensar en que el nombre está censurado?

 

-¿Qué?

 

-Pues sí, digo: nadie querría comer en unas hamburguesas que se llaman PENE –Contestó Rommel, con una cara de “es bastante obvio”.

 

-¿¿Ah?? ¿¿Cómo que… pene? –Bajó la voz al decir esa última palabra; el trigueño exhaló cansadamente, como si intentara explicarle algo a un niño tonto.

 

-Sí, por Peny: pene en inglés –Explicó.

 

-Eso es “peniS”-Lo corrigió el otro joven arrugando la frente.

 

-Por eso, “PeniS” es “peneS” en plural –Argumentó recalcando la “S” –Y peny pues es PENE –El rostro de Galen estaba colorado, pero ya no dijo nada, solamente lo miraba con una expresión que decía claramente “No puedo creer lo que estoy escuchando”.

Evidentemente a Rommel no le importó, porque continuó diciendo: -No vas a ir a un restaurante a pedir una “PENEburger” o una “malteada de pene”, o qué tal unas papas fritas con extra pene.

 

Para ese momento Galen no pudo soportarlo más, estalló en fuertes y continuas carcajadas que no tardaron en contagiar a Rommel. Trató con todo su ser aguantarse la risa, a sabiendas que las personas en las mesas conjuntas los estaban observando como si estuvieran locos, pero no pudo. El castaño tampoco ayudaba mucho.

-Me da más salsa de pene, por favor –Masculló entre risas, provocando que el control de su compañero y el suyo propio se fueran a la mierda.

 

Era tanta la risa, y demasiado lo especial de esta, que por un instante, olvidaron en donde se encontraban, riendo uno frente al otro, con sus rostros juveniles iluminados por el azaroso tintineo de la vela. Sus pechos llenos de una sensación de júbilo, cuando las últimas carcajadas les hacían mantener una respiración entrecortada.

 

Galen le sonreía a este chico que le respondía de la misma manera, dejándose envolver por la magia del momento, en un mundo alterno, donde sólo existían ellos dos, y donde el tiempo corría en cámara lenta, encontrándose sin pensarlo observando detalle a detalle del rostro adolescente de su amigo: tenía una sonrisa radiante, enmarcada por unos labios seductores, color bermellón, hermosos y por los dos hoyuelos discretos de sus mejillas… Y esos ojos… hechizantes, capaces de atraparte, dejándote completamente desarmado ante su mirada… Los ojos de un animal salvaje, misterioso y fuerte, pero también, inocente.

 

Rommel lo miraba de lleno a los ojos, que aparentaban reflejar un atardecer sobre el tranquilo mar caribe.  Parecía haberse dejado embrujar por la misma magia cautivadora; ya no estaba riendo, lucía hipnotizado por el color azul centelleante de los irises. Por un momento, se descubrió a sí mismo abandonando los ojos de su amigo, percatándose de aquella boca sonrosada y a Galen haciendo lo mismo.     

 

Dos segundos bastaron para desatar toda esa clase de pensamientos fuera de lugar, pensamientos absurdos, pero intensos. Un destello efímero en sus mentes que nunca debió de brillar, y que sin embargo lo hizo.

 

-Con permiso-La aguda voz de la señorita junto a la mesa les arrebató de su mundo, sorprendiéndolos. Traía una pizza enorme sobre una bandeja; hizo espacio en la mesa, para finalmente dejarla sobre esta -¿Algo más que deseen ordenar?

 

-No, gracias. Así estamos bien –Se adelantó a decir Galen. La joven solamente asintió con su cabeza, dispuesta a atender a otros comensales.

 

Ambos examinaron ansiosos a la apetitosa recién llegada. Era majestuosa, con sus orillas rebosantes de queso derretido. Tal como se había ordenado: una mitad sólo tenía peperoni y la otra era una mezcla de ingredientes suculentos -aceituna negra, espinaca, pimiento morrón rojo y tomate deshidratado-, si la vista era tentadora el olor que despedía era indescriptible.

 

Galen tomó la iniciativa de arrancar una rebanada gourmet, en serio tenía hambre, y no quería que volviera a suceder lo de su frapuccino, que apenas había podido empezar a degustar. Rommel le siguió, arrancando otra rebanada de peperoni, engulléndola rápidamente antes de que Galen pudiera siquiera darle un mordisco a la suya. El trigueño siempre lo devoraba todo como si no fuera a existir un mañana y Galen nunca se había atrevido a preguntarle la razón; sospechaba que rara vez comía en su propia casa.

Pensó que continuaría pronto con otra rebanada y otra más, pero no fue así, su amigo se contuvo, quedándose serio, tal vez estaba esperando a que Galen terminara de comer para tomar otra.

 

-¿Qué te pareció?

 

-Pues, creo que está mejor que las del tianguis –Masculló humildemente el de piel mestiza, desviando la mirada, distante.

 

-¿Te sucede algo? –Lo interrogó.

 

-… Sí-Rommel volvió a vislumbrarlo a los ojos, con una mirada escrutadora, irguiendo su espalda -Quiero saber la neta –Dijo-Quiero saber: ¿Por qué me tratas así?

 

El de tez clara se mostró confundido ante la pregunta, dudando un poco en replicar:

-… ¿Tratarte cómo?

 

Rommel no le quitó su insistente vista  de encima ni un sólo segundo.

-¿Por qué me tratas tan bien? Invitándome a tu casa a comer, curándome, invitándome a este lugar… ¿Qué es lo que quieres de mí?... Nunca podré pagarte nada y lo sabes…  

 

Galen dio cuatro parpadeos rápidos, se sentía choqueado, como si hubiera recibido un golpe en la sien. Miró fijamente a su amigo, que esperaba estoico por una respuesta… Tenía una respuesta, claro que la tenía, aunque quizá no era la respuesta que éste estaba esperando; provenía de una voz sutil dentro de su cabeza que decía: “¿No piensas que alguien pueda hacer algo por ti sin esperar nada a cambio… Sólo porque te quiere? ¿Acaso no te has dado cuenta que eres mi único amigo? … Desde que tú llegaste… ya no le lloro a mi padre…”

 

-¿Por qué te extraña tanto que alguien te trate bien?-Atinó a expresar –Me agradas ¿Tiene que haber algo más?

 

El de cabello castaño ablandó momentáneamente su mirada, sonrió ligeramente y dijo: -Supongo que no…

 

Esa sonrisa, esa sonrisa bonita otra vez, miró hacia otro lado, no quería sonrojarse… Y fue entonces  que la vio: Detrás de Rommel, había una muchacha preciosa que acababa de entrar a la cafetería, junto a dos amigas. Tenía un cabello negro, largo, brillante y ondulado, piel apiñonada, unos sublimes ojos color miel, circunscritos por unas largas pestañas rizadas y un delineador negro intenso, al estilo de una reina egipcia. Su rostro marfileño era tan perfecto como una escultura de Miguel Ángel, y su cuerpo… ¡Oh, su cuerpo! No le pedía nada a las supermodelos de las revistas… Esas curvas pronunciadas, esa cinturita de avispa… Tal vez el amor a primera vista existía, de hacerlo, seguramente se sentía más o menos así.  

 

Si Rommel había dicho algo después, no tuvo idea de lo que fue, por un cuarto de segundo los enigmáticos ojos de esa bellísima joven se posaron en los suyos, arrebatándole un suspiro… Era TAN bonita.

 

-Está… hermosa-Pensó sin quererlo en voz alta.

 

-¿Quién? –Lo cuestionó su amigo, intrigado por su boba actitud repentina.

 

-La chica detrás de ti… está hermosa –Apenas dijo eso, Rommel giró su cabeza descaradamente –¡No voltees!-Lo frenó en seco –Voltea disimuladamente, es la chica de la blusa roja.

 

Su amigo trigueño, giró su cabeza de la misma forma brusca en la que lo hizo antes, distinguiendo a una muchacha bastante obesa que justamente llevaba puesto un blusón rojo.

-Vaaayaaa-Exclamó impresionado-Creo que te gustan las gordas… Aunque esa parece un teletubbi, porque se tragó una tele entera-Se carcajeó.

 

Lo que sucedió fue que esta rechoncha muchacha acababa de interponer su cuerpo justo frente al amor platónico de Galen.

-No es ella-Exclamó éste, estirando su cuello con el afán de poder verla de nuevo, pese a la extensa pared humana que mermaba sus intenciones –Ella está detrás-Masculló, al tiempo que la vio perderse por un pasillo estrecho de la cafetería –… Rayos, ya se fue –Maldijo su suerte, deseaba contemplarla al menos un poco más. Mientras tanto, Rommel, quien aún seguía pensando que la chica bonita que Galen había dicho se trataba de la obesa, continuaba burlándose.

 

-Pues vas a tener muucho de dónde agarrarla –Aulló conteniendo la risa –Eso sí, no te voy a negar que tiene unas tetas enormes.

 

-No era ella –Repitió el rubio –Ella era hermosa… nunca había visto a una chica tan linda… -Suspiró, recordando súbitamente que había una chica en su salón con la que todo mundo quería salir, él incluido. Se llamaba Mariana Aguilar, y era tan bella y perfecta, que obviamente jamás se fijaría en él… Sin embargo, la muchacha que acababa de ver era tan hermosa, que la misma Mariana palidecía ante tal belleza… Acordarse de aquello le hizo cambiar su semblante enamorado a uno cargado de desilusión: Si estaba seguro de que Mariana Aguilar - con su belleza poco arriba del promedio- lo rechazaría, qué podía esperarse de esta semidiosa de tez bronceada, seguro lo batearía más lejos de lo que cae un cuadrangular.

 

-Amm… Y si tanto te latió ¿por qué no le llegas?-La agradable voz ronca del chico frente a él descarriló abruptamente su tren de pensamientos.

 

-… No…-Agitó la cabeza de un lado a otro-…No creo que funcione…

 

-¿Por qué no?-Lo cuestionó Rommel, extrañado.

 

-No creo poder… -Su vocecilla avergonzada salió de su boca apenas como un susurro-… No creo  gustarle… La verdad…

 

-¿Qué? ¿Por qué dices?

 

-Porque las chavas nunca se fijan en mí –Contestó en automático, arrepintiéndose en el acto. Si hubiera pensado al menos un poquito su respuesta, sabría que entre líneas podía leerse claramente “Por tanto nunca he tenido novia y soy virgen”. 

 

Las mejillas de Galen se encendieron enseguida, ruborizado. Se sentía patético… Buscó algún tipo de consuelo tomando otra rebanada de pizza, arrancándole de una mordida un gran pedazo que masticó lentamente.

Suponía que Rommel no tenía ese tipo de problemas, tan seguro de sí mismo hasta para decir tonterías. Posiblemente las mujeres lo asediaban día y noche, había tenido más de un millón de novias y obviamente, en definitiva no era virgen.  

 

-Entonces creo que ya va siendo hora que te deshagas de esa racha, ¿no?-Escuchó a Rommel decir –Digo –Exclamó-El “no” ya lo tienes...

 

El rubio llevó la vista a su copa de malteada, cuya cereza acababa de sumergirse hasta el fondo, meditando profundamente en lo que se le acababa de decir-… No sé –Repuso.  

 

-No creo que te rechace, la neta –Afirmó el otro-Y el “no” ya lo tienes. Si vas y te rechaza pss ni pedo, el “no” siempre lo tuviste… Pero qué tal que te diga que sí. Eso nunca lo sabrás si te quedas aquí.

 

-El “no” ya lo tengo…-Murmuró Galen, repitiendo reflexivo lo que Rommel había dicho. Él también era atractivo -pensó- bueno, tal vez no tanto-se retractó, menospreciándose,  como de costumbre- al menos tenía ojos bonitos -de eso si estaba convencido.

 

-Si yo fuera tú: ya estaría hablándole a ese tinaco –Lo alentó Rommel, mofándose en el proceso.

 

-Supongo que no tengo nada que perder –Sintió que bruscamente los latidos de su corazón  golpetearon fuertemente contra sus costillas cuando pronunció esto último… ¿De verdad lo iba a hacer?...

Meditó un poco más, mirando hacia su reloj, sin leer la hora, sólo como si se tratara de algún especie de talismán de buena fortuna…  SÍ, lo iba a hacer… Así fue como se había hecho amigo de Rommel, ¿qué no?

 

El rubio súbitamente se levantó de su asiento, con renovada seguridad –Voy a ir-Dijo, suspirando con nerviosismo. –Voy a hablarle –Reiteró, mirando al chico sentado frente a él, que al observarlo, agregó más seguridad a sus acciones simplemente levantando su dedo pulgar, como deseándole buena suerte.

 

Tomó aire nuevamente; por sus arterias se esparció la cálida y pulsátil sensación de la adrenalina. Sentía como su corazón agitado le recordaba en cada latido que estaba vivo,  hacía tanto tiempo que no experimentaba algo así que había comenzado a olvidarlo.

Exhaló,  aun teniendo en mente las palabras de su amigo y finalmente comenzó a encaminar su cuerpo a través del pasillo angosto por el que había visto a esa muchacha entrar momentos antes… Estaba dispuesto a encontrarla, antes de que comenzara a pensar en retractarse…

 

Rommel por su parte siguió a Galen con la mirada hasta perderlo de vista; entonces hizo un ademán de llevarse un cigarrillo a la boca, extrañaba su vicio, pero sabía que no podía fumar en ese sitio, así que sólo se conformó con tomar un profundo sorbo del Frapuccino, al tiempo que contemplaba la llamarada en la vela, danzarina a causa de un fresco vientecillo que traspasaba la ventana.

Olía a tierra mojada, era probable que se encontrara lloviendo cerca; seguro no tardaría en llegar la lluvia ahí también. Intuyó que no se equivocó, al escuchar las primeras gotas de agua caer sobre el techo; ese sonido le gustaba, porque la lluvia le gustaba.

 

Se animó a coger otro trozo de pizza, ahora tibio y no hirviente como llegó. Después de consumirlo arrebatadamente, se sintió saciado, sin embargo, decidió coger otro; acababa de darle una mordida, cuando escuchó el timbrazo de un celular -su celular-, torció la boca, no había mucha gente que conociera su número, y tenía una  noción de quien podría ser.

Sin mucho entusiasmo, tomó su mochila del piso, donde la había dejado al llegar, y abriendo el primer cierre desvencijado de la misma encontró su teléfono; revisó el número en la pantalla, confirmando sus sospechas y dejándolo sonar un par de veces más, contestó:

 

-¿Qué quieres?

 

-¿Por qué ya no has venido? –Lo interrogó la voz del otro lado de la línea.

 

-¿Por qué crees?-Contestó.

 

-Por lo del moche ¿no?-No hubo una respuesta por parte de Rommel, éste solamente espero a que esta voz continuara hablando, y así lo hizo: -Me fallaste cabrón, tú lo sabes…

 

-¿Eso es todo?-Cuestionó el muchacho, cortante.

 

-No –Se escuchó un largo suspiro del otro lado del auricular –Quiero que regreses. Sé que te conviene.

 

-No, tú no tienes puta idea de lo que me conviene o no –Le dijo Rommel con rabia palpable, frunciendo los labios; recordando por un momento el beso, ese maldito y asqueroso beso forzado.

 

-No Lobo, el que no tiene puta idea de qué chingados le conviene eres tú –Refutó el otro a través del celular –El negocio es diferente ahora, olvídate de los moches de las tienditas y esas mamadas –Se oía contento, podía detectarse en su voz –Esto sí es grande –Hizo una breve pausa, Rommel supuso que para esa hora el Mosca estaría tomándose una cerveza –Quiero que formes parte…

 

-No –Alzó un poco la voz, sosegándola nuevamente, tomando en cuenta donde se encontraba –No quiero formar parte de nada que tenga que ver contigo.

 

-Eso dices ahorita –Respondió-Pero te aseguro que andas bien ahogado con tu jefe, ¿o me lo vas a negar? –Dio justo en el blanco-Es más puto, te apuesto lo que quieras, en que en este momento no traes más de cincuenta pesos en la bolsa –Dos veces.

 

-Vete a la mierda –Estaba a punto de colgar, cuando volvió a escuchar su voz.

  

-Voy a estar en mi casa-Le dijo cínicamente-Ahí estaré cuando vengas.

 

Rommel cortó la llamada, deseando haber podido aventar el artefacto contra la pared y hacerlo trizas. Frustrado, se sostuvo el mentón en una de sus palmas, mirando llover afuera, apoyando el codo sobre la mesa, mientras que con su otra mano, taladraba sus dedos contra la superficie de madera, denotando su preocupación. Podría decirse que esa llamada fue como recibir un baño de agua helada que lo despertó atropelladamente de vuelta a la realidad. Odiaba admitirlo, pero El Mosca tenía razón, ni trabajando por su cuenta podía juntar bien la cuota que su padre le había impuesto, solamente en la banda era capaz de lograrlo ¿Cómo? pues muy sencillo: robando automóviles, extorsionando... No tenía idea en que novedad estaba metiendo El Mosca a la banda, pero nunca nada de lo que éste hacía le daba buena espina…

 

Volvió su vista hacia enfrente, vislumbrando que Galen no muy lejos, caminaba de regreso. Traía un talante inexpresivo, por lo que pensó que tal vez la gorda sí lo había rechazado después de todo.

Al llegar, se sentó sin decir nada, con su cabeza gacha hacia la mesa, notándose ligeramente concentrado en las gotas de cera frías que habían caído desde la vela. Luego, alzó su mirada a Rommel, abriendo su boca como a punto de decir algo, pero arrepintiéndose de inmediato volcó su atención a la cera nuevamente.

 

Rommel pensó en decirle algo que lo animara, pero no se le ocurrió nada, así que tomó otra rebanada de pizza, terminándose la mitad de peperoni.

 

–Me dijo… -Galen emitió sus primeras palabras, desconcertado –Me dijo… ¡Me dijo que sí! –Exclamó avivado, levantando su rostro que se adornaba por una sonrisa boba – Dijo que quiere salir conmigo… mañana –Su voz sonaba como si no pudiera dar crédito a lo que decía –Ella… dijo que le guste… Qué raro…

 

-Amm… Entonces… ¿me imagino que no te voy a ver mañana? –Rommel intentó aclarar sin mostrar interés alguno.

 

-Se llama Melissa-Comentó Galen con el mismo semblante alegre.

 

-Ajá, era justamente lo que pregunté… -Resopló el otro en un tono sarcástico –Espera-Arrugó un poco el entrecejo -¿Melissa qué?

 

-Ahh… No sé, ¿por qué? –Respondió el rubio.

 

-No, no… Por nada.

 

Cuando la señorita se acercó a ellos para limpiar la mesa, Galen pidió la cuenta; notando sorprendido que la pizza ya no existía. Echó un vistazo rápido a su compañero que solamente se hizo el desentendido. Este traía un celular en la mano, igual al de su hermano Aarón, sólo que la caratula seguía siendo del color azul original.

 

-No sabía que tenías celular.

 

-Ah, sí…

 

-Yo quiero uno –Expresó sinceramente, recordando que él era uno de los pocos de su salón que todavía no tenían un móvil.

Recién lo dijo, miró curioso que el otro joven comenzó a esculcar dentro de su mochila y cuando por fin pudo encontrar lo que estaba buscando, extendió su mano hacia Galen, entregándoselo: un celular color azul cobalto, en cuya parte frontal mostraba la marca Ericsson en fondo negro.

 

-Wow, que loco-Exclamó al abrir la cubierta descapotable, descubriendo una pantalla táctil.

 

-¿Lo quieres? –Cuestionó Rommel. Claro que lo quería, era el celular más genial que había visto –Lo estoy vendiendo.

 

-¿A cuánto? –Preguntó solamente por cortesía. Se veía caro, esperaba escuchar como mínimo dos mil pesos.

 

-A quinientos –Le dijo.

 

-¿En serio? Se ve mucho más caro –Galen estaba impresionado, no imaginaba cómo podría sacarle dinero vendiéndolo a ese precio.

 

-Sí, es que quiero venderlo rápido, ¿Qué pues? ¿Si lo vas a querer?

 

-Sí –Respondió sin dudarlo ni un poco, pensando en que era una magnifica elección gastar sus últimos ahorros en ese teléfono.

 

-Bien-El mestizo ahora sacó de la mochila el cargador del aparato, colocándolo sobre la mesa.

 

-¿Me pasas tu número?

 

-Ammm… bueno-Dijo, mordiéndose dudoso el labio inferior y antes que Galen buscara algo donde anotar: le arrebató el celular de las manos, encendiéndolo para registrar su número, devolviéndoselo apenas terminó.

 

 -De paso a mi casa te doy el dinero

 

-Me lo pagas luego no hay pedo.

 

-Vamos a mi casa –Insistió, había una sorpresa que quería darle.

 

Rommel se encogió de hombros. Galen pagó la cuenta dejando un billete de doscientos en la bandeja de pago, haciéndole un gesto para salir de la cafetería al otro chico, el cual le entregó disimuladamente un arrugado billete de cincuenta.

 

Serían como las siete, no era tan tarde, pero si lo suficiente para que ambos empezaran a experimentar cierta urgencia por irse. 

El rubio deseó haber podido permanecer ahí más tiempo, bajo la luz de las velas que iluminaba su rostro y el de su amigo, disfrutando del ambiente y del bendito olor a tierra mojada, quizá también, ¿por qué no? platicarle más a Rommel sobre Melissa, aunque a éste pareciera no importarle el tema en lo absoluto…

 

Al salir de la cafetería, corrieron juntos por las banquetas empapadas, como dos siluetas fantasmales en las calles solitarias por la lluvia.

Se detuvieron al llegar a una parada de autobús, bajo una marquesina angosta -donde a duras penas cabían los dos juntos- justo frente al Boulevard;  ahí esperarían un camión, taxi o cualquier otro transporte que pudiera llevarlos a casa.    

 

-Me gusta la lluvia-Susurró Galen casi para sí. Sus cabellos rubios caían en mechones sedosos que goteaban sobre la piel tersa de su frente.

 

-A mí también –Rommel le contestó con el mismo tono suave.

 

Galen se estremeció de pronto, comenzaba a sentir mucho frío. Las lluvias de febrero tornaban el clima cálido y seco, en uno helado y húmedo.   

 

-Si mi mamá me viera llegando así, todo mojado, yo creo que no me la acabo con ella-Profirió haciendo una mueca graciosa –Lo bueno es que llega hasta las diez.

 

-Lo bueno-Secundó su amigo, acercándose más a él, al tratar de evitar una gotera en el tejadillo que comenzó a caer sobre su hombro izquierdo –Oye-Lo llamó meditabundo-¿Tu familia sabe que voy a tu casa a comer?... Digo, porque se han de fijar que faltan cosas ¿no?

 

-No, no saben –Respondió-Les dije que me da mucha hambre en las tardes.

 

-Ah, ¿y si te creyeron?

 

-Sí. Mi tita me dijo que por mi edad es normal  y mi mamá que me voy a poner gordo –Se rio.

 

De nuevo volvió a estremecerse, se frotó los brazos intentando darse un poco de calor. No contaba con que la temperatura fuera a descender tan bruscamente. En la tarde casi llegaron a estar a 35°C y ahora sentía como si se hubiera metido en un refrigerador.

Su camiseta mojada se untaba a su cuerpo, dándole la sensación de llevar puesto un trozo de hielo que le congelaba la piel. Para terminar de empeorar las cosas: una corriente de aire comenzó a soplar inclemente contra su espina dorsal causando que temblara sutilmente.

 

Miró a Rommel con detenimiento, éste ni siquiera aparentaba tener una pizca de frío; mantenía su talante de siempre, tan cerca de él que pudo haberlo tocado. Estaba seguro que ese muchacho emanaba un reconfortante calor corporal. Si tan sólo pudiera abrazarlo, llegar a él y acurrucarse contra ese pecho caliente.

No supo por qué -tal vez debido a su persistente mirada- pero Rommel también se limitó a observarlo. Su cabello empapado le cubría la frente, así de mojado como estaba daba la impresión de traerlo más largo y su rostro, quizá, de ser más rebelde de lo que normalmente era.

 

Justo cuando pensó que iba a estornudar, vio extrañado que Rommel se deshacía de su chaqueta, quedando solamente cubierto por una camiseta interior negra. Viró su rostro en dirección contraria suya, con un gesto inexpresivo, mientras estiraba su brazo cediéndole la prenda.

 

-Ten, se ve que estas muy puñetas –Dijo simplemente, con su vista perdida en la luz verde de un semáforo del boulevard.

 

El rostro del rubio se tornó molesto, el comentario le pareció ofensivo, no obstante, aun así –de mala manera- decidió tomarla, tenía más frío que ganas de discutir.

Enfadado, se la puso bruscamente sintiendo de inmediato un un gran alivio. Dentro, la chaqueta albergaba el calor de su dueño, una calidez tan tranquilizante que borró su enojo por completo. La tela estaba impregnada con su aroma; era un olor muy diferente al suyo, si hubiese tenido que describirlo, diría que se trataba de una mezcla muy tenue de tierra húmeda, sándalo y una esencia dulce, como a vainilla.

Cortó de golpe sus pensamientos, desconcertado por el rumbo que estos comenzaban a tomar. No entendía qué le sucedía, a veces su mente se empeñaba en divagar y tocar temas realmente extraños.

 

-¿A qué horas va a pasar el pinche camión? –Exclamó el trigueño

 

-O un taxi, ya lo que sea-Complementó él, mirando frustrado que todo taxi que pasaba estaba ocupado.

 

Comenzaba a suponer que terminarían caminando a casa bajo la lluvia, cuando divisó un par de luces paralelas a la lejanía; se trataba de un camión que se acercaba a baja velocidad por el carril de la acera.

 

-Ahí viene un camión-Dijo Galen alentado, jamás había estado tan contento por ver un autobús.

 

Hicieron la parada sin pensarlo, pudiendo ver a medida que se aproximaba  que  dentro iba lleno de gente. Venía arrastrando el agua que se formaba en el pavimento, por lo que ambos chicos se alejaron un poco de la orilla, temerosos de que el chofer decidiera no detenerse a recoger más pasajeros y solamente terminara por mojarlos más de lo que ya estaban.

 

Para su buena suerte eso no sucedió, el transporte se detuvo junto a ellos, abriendo de golpe la portezuela. 

-oye, ¿traes un poco de cambio?-Le susurró Rommel a su amigo, mientras subían por la escalera metálica, aporreada. Galen no le respondió nada y resignado pagó ambos pasajes.

 

No era de extrañarse que a esa hora y más por el clima, todos los asientos estuvieran ocupados, y desde luego, que el chofer no esperara a que pudieran aferrarse del pasamanos para arrancar.

Quedaron de pie, uno a un lado del otro.

Rommel que hasta ese momento venía con un semblante sereno soltó espontáneamente una risilla.

 

-¿Qué? –Lo cuestionó el rubio con curiosidad.

 

El otro puso una mueca graciosa, y con cierto tono de complicidad le cuchicheó al oído: -Que nos venimos parados –Se rio entre dientes.

 

Galen no entendió el albur, por lo que solamente lo miró con extrañeza.

 

-Ay nada ya, olvídalo-Refunfuñó-Se me olvidaba que antes eras riquillo.

  

-¿Qué tiene que ver eso con que venimos de pie?

 

Rommel giró los ojos, resoplando, como si Galen hubiera demostrado no ser capaz de entender algo tan sencillo como que dos más dos son cuatro. Este último terminó muy confundido, no quería parecer un idiota frente a él, quizá tendría que preguntarte a alguno de sus amigos… o a su hermano -no, mejor a él no-.

 

Poco a poco, las continuas paradas del camión provocaron que el interior de la unidad fuera llenándose cada vez más de pasajeros, hasta que llegó el momento en que ambos terminaron a milímetros de distancia.

Los movimientos violentos del autobús, ocasionaban que la gente de pie a su alrededor, los empujara el uno contra el otro.

 

Galen sentía como el pecho de su amigo golpeteaba sutilmente contra su oreja izquierda; al principio se concentró en reducir la frecuencia de los roces, no obstante, una sacudida repentina hizo que pegara su rostro contra el pecho de Rommel. Nervioso, miró de reojo el rostro del trigueño, buscando quizá algún signo de incomodidad; a éste no parecía molestarle, lucía muy tranquilo, vigilando el camino. Era mucho más cómodo estar de esa manera, a tener que forzarse a no tocarlo y entonces simplemente se dejó llevar, recargando su cabeza completamente en él.

 

Estar así, le permitía escuchar los latidos de su corazón, era un sonido rítmico y relajante, su calor era tan agradable que su mente terminó muy lejos de ese camión y los pasajeros. Estaba seguro que su propio corazón también palpitaba a prisa. Y por un momento se encontró preguntándose si estar así con alguien más sería tan apacible, tal vez, con una chica podría sentirse mejor, o quizá todas las personas tenían el potencial para provocar ese tipo de sensaciones. Fuese lo que fuese, se  sentía bien…

 

Súbitamente un par de golpecitos bruscos lo sacaron de su trance. Levantó su cabeza desconcertado, topándose con la mirada ceñuda de Rommel sobre sus ojos.

 

-Pinche madre, llevo rato hablándote –Escuchó que le dijo-Se te va a pasar la parada, güey.

 

-¿Qué?- Se separó sobresaltado del cuerpo del otro, sus mejillas ardían con notorio sonrojo, ya ni siquiera había tanta gente de pie para justificar tal proximidad.  Aparentemente se distrajo tanto que dejó de tomarle importancia al camino. De inmediato reaccionó –¡Espere! ¡Bajan!

 

-Vamos-Llamó a Rommel todavía muy avergonzado, mientras el autobús desaceleraba –Tengo que darte el dinero.

-O como tú quieras-Agregó observando que su acompañante permanecía estático y que por su lenguaje corporal daba la impresión de estar debatiéndose internamente en si acompañarlo o no.

 

El castaño asintió solamente y caminó hacia la salida, seguido por Galen. De un brinco, bajó los escalones, esquivando un charco de la acera. Y cuando su amigo bajó también, se dirigieron juntos hacia la vecindad donde este vivía.

 

Ya no estaba lloviendo y en el cielo se había despejado un gran círculo azulado rodeado de nubes por donde se asomaba una bella luna brillante. Sólo esporádicamente caían delgadas gotas de agua sobre el pavimento húmedo, pero eran mínimas, además, el ambiente ya no se percibía frío como momentos antes, sino fresco. Podría decirse que la tarde, había culminado en una bonita y apacible noche.

 

-Espérame aquí-Le pidió Galen una vez que estuvieron frente a la vecindad, corriendo apresuradamente hacia su casa. 

 

Rommel lo esperó afuera, hasta que lo vio regresar con una bolsa de plástico llena en una mano y la chaqueta verde en la otra.

 

-Toma-Le entregó su chaqueta –Puse el dinero en uno de los bolsillos.

 

-Gracias –Le contestó al ponérsela.

 

-También esto-Ahora le entregó la bolsa.

 

Su amigo la tomó confuso, abriéndola con interés para mirar que dentro había un libro y una bolsa de pan.

 

-¿Y esto?

 

-Es el libro de “eso” el payaso, para que sepas la historia de Ronald McDonald-Se rio un poco –Y una concha de chocolate, porque sé que te gustan.

 

Después que dijo eso, habría deseado tomarle una fotografía a la cara de Rommel; éste estaba tan sorprendido por el regalo que entreabrió sus labios ligeramente, pestañeó rápidamente un par de veces y posteriormente -relajando un poco sus facciones- esbozó una sonrisa cálida.

 

-Oye, pero me voy a tardar toda la vida leyendo esto, no manches parece la biblia.

 

-No creo que tardes tanto –Opinó Galen-Yo lo acabé en tres días.    

 

-Ok-Contestó el otro, riéndose un poco, descubriendo su colmillo sobresaliente-Ya me voy pues, güey.

 

-Sip, deséame suerte mañana con Melissa –Mencionó al recordar que el día siguiente no lo vería debido a la cita que tenía con ella, lo que ocasionó que el nerviosismo que sentía en un principio regresara.

 

-Simón –Respondió –Mucha suerte.   

 

-Gracias, nos vemos.

 

-Adiós –Se despidió el joven de la chaqueta verde antes de que ambos tomaran sus respectivos caminos.

 

El rubio entró a su casa silbando -estaba muy contento- por mucho ese día se había convertido en el mejor que había tenido en los últimos dos años. Estaba confiado de haber encontrado en Rommel un buen amigo, ese día además, la chica más hermosa que había visto en su vida le dijo que sí quería salir con él, y por si fuera poco, ahora era dueño del mejor celular del mundo. Sentía que no podía desear nada más.

 

-¿Pues dónde andabas mijito? –Le preguntó su tía, que recién acababa de salir de la ducha, al verlo -No me avisaste que ibas a salir.

 

-Perdón, tita. Es que salí con un amigo –Su corazón dio un vuelco de alegría al percatarse que por primera vez en mucho tiempo no estaba mintiendo al decir eso.

 

-¿Es el mismo amigo que invitas a comer cuando no estoy?-Galen la miró fijamente, desconcertado. La sangre se le fue hasta los pies al escucharla decir eso. ¿Lo sabía? ¿Por qué? ¿Cómo lo supo?

 

-¿Eh…? ¿P-por qué dice que v-viene a comer, tía? –Se puso extremadamente nervioso… no estaba seguro de que fuera una suposición de ella, o que realmente supiera la verdad.

 

-Porque lo sé-Contestó la anciana, posando su mirada gélida sobre los orbes azules de su sobrino –Me lo contó una de las vecinas.

 

Él tragó saliva… Ella lo sabía... Descubrió su mentira… Y no se veía contenta…  

Notas finales:

¿Qué les pareció? A mí me gustó bastante, espero tmbien a ustedes.

 

Se agradecen comentarios y sugerencias ! Ya que me inspiran más rápido a seguir escribiendo :)

 

PD: Seguro tardaré para cantinuar a partir de ahora pues estoy en trabajos y examenes.

Me resulta dificil encontrar un momento para escribir ... u.u pero aseguro que continuare !

 


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