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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

Ola perdon por la tardanza, aqui está el capítulo 12, que por cierto ya había subido pero por una idiotez borre cuando intente editarle el nombre.

Gracias por los comentarios anteriores a Akatuzabe, Lady Storny y Jonathan-Lovec! No serán muchos reviews pero me animan mucho, gracias! :)

En este capítulo se mencionan cosas bastante fuertes.

Capítulo XII: Atrapado

 

Siempre le había parecido impresionante la manera en que el mañana inevitablemente acaba por convertirse en el ayer y la forma en que la vida se las arregla para entrelazar a ambos con un transitorio remache de tiempo llamado “presente”.

No había ejemplo más obvio que el caso del sitio donde se encontraba: una casona antigua en la calzada Anahuac frente a la Alameda Central, era la número 44 y en su experiencia, la más hermosa a la que había entrado.

 

 A juzgar por la arquitectura sobria, finamente toledana, podría haber asegurado que perteneció a alguna acaudalada familia española.

Una casa como esa contaba a simple vista una historia tan antigua como el propio México: vivencias de independencia, revolución, tiempos difíciles, abandono y deterioro, para finalmente haber terminado en lo que en ese momento era: “Via Lattea”…

 

Sí, se hallaba de nuevo en aquella cafetería, contemplando con indiferencia como los escasos rayos solares, que traspasaban el enorme ventanal de la estancia, descendían lentamente dejando la pieza en una oscuridad vespertina.  Y entonces pensó en la ironía de sí mismo, que  resultó ser parte del estado metamórfico del tiempo, donde las cosas comienzan de un modo y resultan en algo completamente diferente.

 

Simplemente, hacía cerca de una hora, no se le habría ocurrido sospechar que en ese momento se encontraría sentado solo frente a una pequeña mesa para dos, envidiando a las parejas que jubilosamente arribaban, deleitados por el ambiente romántico que les brindaban veladoras encendidas como centro de mesa y la agradable música en vivo desde el patio central, en cuyas notas se mezclaban los suaves acordes del teclado, la ronca voz de la guitarra, los agudos del violín y el erotismo del saxofón.

 

El muchacho lanzó al aire un largo suspiro, leyendo la hora en su reloj –que marcaba diez para las seis- solamente para poner un rostro desesperanzado.

Resultaba comprensible si se consideraba que yacía ahí sentado desde las cuatro treinta.

Suspiró de nuevo, melancólicamente, al recordar haberse puesto tan nervioso por aquella cita que tardó cerca de media hora en decidir si ir formal o casual, para después verse en el predicamento de escoger entre una camisa color vino u otra azul.

Aunque sin duda la parte más difícil fue intentar peinarse con un estilo rebelde y juvenil, frustrándose al ver que -debido a su cabello tan corto-  sólo consiguió verse como la fotografía de un certificado de secundaria. Luego, simplemente se roció –rayando en lo excesivo- la colonia más fina que tenía –aquella que sólo guardaba para ocasiones especiales- para después, saliendo apresuradamente de su casa, arrancar de camino, en un jardín cercano, la rosa roja con la que se espino los dedos y que ahora aferraba en su mano derecha.

 

Los primeros cincuenta minutos, paso de sentirse incomodo, a de verdad detestar la mirada que le dirigían algunas personas cuando lo volteaban a ver, pues era la misma que la gente le había dado cuando su padre los abandonó. Era esa mirada de lástima que decía: “Oh, pobre chico, parece que lo han dejado solo” “Pobrecillo, no desearía estar en sus zapatos”

 

Pero peor era una voz que provenía desde el fondo de su mente, era su propia voz que mordazmente susurraba: -“No me extraña, Galen: Era demasiado para ti” “¿Cómo pudiste pensar que ella se fijaría en una persona tan patética como tú? … Pero que estúpido eres”

 

Volteó hacia el frente, con la pequeña esperanza de ver a Melissa aparecer por la puerta, pero lo único que miró fue a la mesera acercarse a su mesa por quinta vez desde que llegó, sólo para preguntarle si deseaba ordenar alguna bebida.

 

-Un americano-Pidió irritado, casi al azar.

 

-Claro que sí, enseguida se lo traigo-Musitó ella con una sonrisa, aunque Galen sabía que detrás de esta sólo había un dejo de lástima.

 

-“¡ERES PATÉTICO!”-El sonido de esa voz interna le trepanó muy dentro hasta el cerebro, era tan fuerte en ese momento que podía escucharla pese a la vibrante música de los instrumentos –“¡NO TIENES AMIGOS, NO TIENES PEGUE, NI SIQUIERA TIENES PERSONALIDAD! ¡ERES UN IMBÉCIL! ¡HAZNOS UN FAVOR A TODOS Y DEJA QUE ALGUIEN MÁS SE SIENTE EN ESTA MESA!

 

Cerró los ojos consternado, deseaba acallar a esa cruel voz, pero en vez de esto sólo le dio la razón.

Había gente afuera, esperando por una mesa, gente que seguramente pasaría una velada maravillosa, a diferencia de él.

    

Exhaló nuevamente con fastidio, sonriendo amargamente al pensar que se había convertido en una máquina de suspiros. Pero es que no podía evitarlo; todo aquel día había sido tan horrible, empezando en la madrugada, cuando deseaba bañarse y descubrió que su hermano tenía ya ocupado el baño, debiendo esperarlo media hora para que, finalmente lo golpeara fuertemente en el rostro con la puerta al salir. 

 

En la escuela las cosas no transcurrieron mejor, Memo decidió hablar con él acerca del mugriento malandro –dígase Rommel- que ahora consideraba su amigo. Alegaba que “de respetarse un poco más a sí mismo no se juntaría con un tipo tan corriente”.

Quizá su “amigo” esperaba que Galen aceptara sus palabras como si de un excelente consejo se tratara, sin embargo, lejos de eso, sus comentarios parecieron haber despertado un lado de la personalidad del de los ojos ultramar que ciertamente pocos conocían; era un carácter sumamente cargado de agresividad, defensivo.

-¡¿Tú qué sabes de Rommel?! el sí es mi amigo, mucho más que tú, y me vale madre lo que pienses o no de él –Recordaba, ahora con cierto desconcierto, haberle dicho en un arranque, para finalmente darle la espalda e irse solo por su rumbo.

Él mismo se quedó atónito por su actitud, pero el hecho de que Memo hubiera dicho esas palabras contra Rommel lo había irritado de sobremanera; Ese muchacho “corriente” como Memo lo había llamado se trataba de su mejor amigo, y no dejaría que nadie lo sobajara.

 

En su rostro apesadumbrado se formó de pronto una sonrisa al recordar a su amigo hablando de Pennywise el payaso de McDonald’s, las hamburguesas de pene y todas esas tonterías que podía inventarse en un segundo.

 

Definitivamente el día anterior fue especial; aquella tarde casi podía palpar la seguridad emerger desde dentro de su persona, llegando a pensar incluso que era del tipo de chicos que podían atraer a alguien como Melissa.

Su boca exhaló de nuevo un suspiro acongojado apenas cruzó por su mente ese nombre; quizá era muy ingenuo de su parte pensar que Melissa llegaría después de hora y media. Si tan sólo hubiera tenido el celular cuando habló con ella, habría podido pasarle su número y…

 

Súbitamente cayó en cuenta de que ni siquiera conocía su propio número de celular.

 

Sacó el aparato de uno de sus bolsillos de su pantalón, checando en sus contactos al único registrado. Supuso que probablemente el teléfono no traería saldo, pero decidió averiguarlo mandándole un mensaje de texto.

Con cierta emoción, utilizó la plumilla por primera vez sobre la pantalla táctil, escribiendo: “Hola ¿qué haces? Ayer se me olvidó preguntarte cuál es mi número de celular jeje xD” enviándole el mensaje sin problemas.

 

Justo estaba pensando -después de cinco minutos- que Rommel no respondería, cuando escuchó sonar el móvil. Apresuradamente leyó la respuesta: -“aki, de tdo un poco 0774611066670 ni me acordaba k no t lo abia dado jaja stoi leyendo el libro i  tu?”-

 

 “Aquí, siendo plantado como todo un imbécil” pensó, al tiempo que le enviaba: -“Estoy esperando a Melissa, pero pues ya se tardó como una hora :( Creo que no va a venir. ¿Qué te parece el libro? :D”- 

 

El otro muchacho le contestó con menos retraso esta vez: -“tu esperala a lo mejor se cayo y la traen con grua jajaja el libro sta bn hcido pero tngo ke lerlo con un dicionario sino no le enitendo”-

 

Galen rio discretamente al leer eso último, imaginando a su amigo muy concentrado buscando las palabras. Lo admitía: admiraba ese sentido de superación que tenía Rommel, de hecho, había varias cosas que admiraba de él; una de las que más, era que jamás lo veía desanimado.

Estaba seguro de que si Rommel hubiera estado en su situación sólo habría dicho algo como “bah, pues ella se lo pierde” antes de continuar con su vida. En cambio él estaba tan afectado que sentía que de un momento a otro podría quebrarse.

 

-“Ya me cansé de esperarla”- tecleó rápidamente –“creo que ya me voy a ir… :(“-Se lo envió al tiempo que la mesera le despachaba su café, del cual sólo tomó un pequeño sorbo quemándose la punta de la lengua.

Torció la boca con desagrado, por si no fuera suficiente el hecho de que la bebida estaba hirviendo, le había parecido tan amarga como una maldita cascara de limón.

 

Un minuto más tarde, el mensaje de regreso decía así:-“no seas joto k no vez k a lo mejor la morra todabia c sta arreglando cmo saves? asi tube io una ex ke se tardaba orrorez :S dale chanza veras que orita yega rodando”-Pese a su mal humor, Galen soltó repentinamente una carcajada al leer la respuesta de su amigo. Los errores de ortografía eran inconcebibles inclusive para un niño de primaria, pero le causó mucha gracia la parte en que su cita llegaría rodando.

 

-“¿Qué comiste hoy?”-Le escribió, deseando tenerlo junto a él en persona.

 

Rommel no tardó en contestarle-“3 hotdogs x 15 pesos :D”

 

El receptor sonrió debido a la carita feliz al final del texto, mandándole de vuelta: -“¿Y estaban buenos?”

 

-“No :P”-Había vuelto a hacer una carita, y él acababa de descubrir que eso le gustaba mucho. Por algún motivo Imaginaba a Rommel haciendo esos gestos, resultándole muy gracioso pues en persona no solía ser tan expresivo.

 

Comenzó a teclear de nuevo, pero antes de que terminara de escribir, una dulce voz conocida llamó su atención, haciéndole levantar su cabeza con brusquedad.

Sin poder dar crédito a lo que veía, distinguió a la esperada bella joven que acababa de entrar a la cafetería, informándole a la mesera que alguien ya la estaba esperando. Los ojos del muchacho brillaron de alegría, aunque su cuerpo parecía haberse paralizado. No podía creerlo, Rommel tenía razón, Melissa no lo había dejado plantado.

 

Quedó un momento embelesado ante su presencia; ella lucía radiante: traía su largo cabello oscuro alaciado cayendo sobre sus hombros como una fina manta de seda, su maquillaje en tonos naturales realzaba sus facciones finas, enmarcando perfectamente sus preciosos ojos miel con una sombra que se difuminaba entre un matiz discreto de dorado y un color oscuro. Sus labios seductores estaban cubiertos de gloss dándoles una apariencia más carnosa, sin contar la ropa que llevaba puesta: una blusa estrecha de color negro, sin mangas, abierta de la espalda, unos jeans ajustados de mezclilla que pronunciaban sus encantadoras curvas y unas zapatillas de tacón cubiertas por pequeñas gemas de bisutería.

 

Él alzó una mano dándose a notar, siendo percibido por la chica, quien comenzó a caminar hacia su dirección.

 

Cuando ella estuvo ya lo suficientemente cerca, Galen se levantó apresuradamente de su asiento para saludarla cortésmente con un beso en la mejilla. Ofreciéndole tímidamente la rosa que había cortado para ella.

 

Ella sonrió complacida por el tierno obsequio y por el hecho de que el muchacho caballerosamente le había  retirado una silla donde ella se sentó, acercándola a la mesa.

 

El nerviosismo del chico no tardó en evidenciarlo cuando, al tomar asiento, en un movimiento torpe, golpeó tan fuertemente la mesa que provocó que su taza de café se volcara, derramando todo el hirviente líquido.

Galen no pudo evitar ruborizarse embarazado, aunque daba gracias al espíritu santo porque en primer lugar ni una gota de la bebida había caído sobre la hermosa Melissa, y en segundo plano, porque tampoco había caído nada sobre él.

 

-Disculpa-Exclamó el chico, esbozando una sonrisa avergonzada, encogiéndose de hombros.

 

-No te preocupes-El apacible tono de voz de su Dulcinea lo tranquilizo-Oye, de verdad lo siento muchísimo por la tardanza. Me preocupaba que ya te hubieras ido-Expresó ella, acomodando su bolsa en el respaldo de la silla.

 

-No dudaba que vendrías-Mintió, era bueno en eso.

 

No pasó mucho antes de que la misma mesera de la tarde anterior, se acercara a frotar la mesa con un paño limpio.

Galen, quien la reconoció, le brindó una sonrisa amable a la chica regordeta que le sonrió de vuelta.

 

-Voy a querer un té rojo frappe-Ordenó Melissa sin esperar a que terminara de limpiar.

 

-Sí, permítame-Solicitó la joven teniendo que dejar el trapo de lado para poder sacar su pluma y cuadernillo. Sin embargo Melissa continuó hablando como si no la hubiera escuchado:

-No me lo vayas a traer con azúcar, y mucho menos con miel. Es más mejor tráeme unos sobres de Canderel, yo lo endulzo.

La mesera escribió rápidamente como pudo lo que ella exigió.

 

-¿Algo más que desee…

 

-No-Interrumpió Melissa-Me estoy cuidando-Dijo esto último mirándola con una mueca de asco de cabeza a pies, un gesto que su acompañante pareció no notar.

 

-A mí me podrías traer por favor un frappe doppio moka-Le pidió el chico.

 

-Claro, ¿lo quiere con crema batida y chipas de chocolate?

 

-Sí-Contestó el muchacho sonriente, asintiendo también con la cabeza.

 

La señorita se retiró dejando la mesa limpia, de camino a la cocina. Mientras que Melissa sacaba de su bolso una cigarrera de aluminio.

Abrió la caja dejando a la vista los cigarros, preguntándole simplemente: -¿Gustas uno?

 

-No gracias-Se negó el chico-Espero no te digan nada. Ayer me dijeron que estaba prohibido que los menores de edad fumáramos.

 

-¿Quién te dijo? ¿La gordita?-Cuestionó la chica con una sonrisa altiva-No te preocupes, conozco al gerente de aquí, así que: si estás conmigo no te dicen nada-Argumentó-Ándale, no me desaires, coge uno-Lo animó.

 

-No, es que no fumo-Intentó rehusarse.

 

-Ay cómo eres, acompáñame con uno nada más, ándale… Me choca fumar sola ¿por favor?-Ella insistió. Galen odiaba el cigarrillo, pero ¿cómo podía decirle que no a esa carita?

 

-Está bien-Contestó inseguro, cogiendo uno de los cigarros-Pero sólo te acompaño con este.

 

Ella no dijo nada más, lo miró sonriente al tiempo que sacaba de su bolsa un plateado encendedor de gas estilo zippo con el logo de guns n’ roses grabado al frente.

Encendió primero su cigarrillo y posteriormente le acercó la flama con la que Galen prendió el suyo.

 

-Pues para no fumar, lo haces bastante bien-Lo halagó ella sorprendida, mirándolo soltar el humo de forma natural.

 

-Mi padre me enseñó a fumar habano -Dijo él con un dejo de melancolía, cargado de orgullo hacia su progenitor.

 

-Me imagino. Se ve que eres un hombre bastante fino-Galen sonrió ante el comentario, mascullando suavemente un “gracias”. Le agradó sin duda la manera en que ella se había referido a él como un “hombre” y no como un chico-Me gustaría saber de dónde eres. Tu color de cabello y de ojos no se ven mucho por aquí

 

-Yo nací aquí, mi mamá también es de aquí. Mi padre es estadounidense-Respondió, aunque cambiando de tema preguntó:-¿Y vives muy lejos de aquí?

 

-No-Ella hizo una breve pausa para darle una calada a su cigarrillo, que sostenía delicadamente con su mano derecha –Vivo como a seis cuadras –Continuó una vez que exhaló el humo –Pero le pedí a una amiga que pasara por mí, porque no puedo caminar mucho con estos tacones y se tardó tanto que ya hasta estaba pensando en tomar un taxi.

 

Galen no supo que decir sobre su excusa, no entendía la razón por la que ella había tardado hora y media en llegar si vivía tan cerca, y menos la de colocarse unos zapatos con los que no podía caminar. Así que terminó por suponer que se trataba de esas cosas de chicas que los hombres jamás comprenderían y lo dejó así. 

 

-Nunca había conocido a nadie llamado Galen, ¿ese es tu nombre? o ¿es un apodo? –Comentó Melissa, sin prestarle la más mínima atención a la mesera que había regresado con sus bebidas, cuidadosamente acomodándolas sobre la mesa.

 

El joven agradeció al momento de recibir su café, revolviéndolo un poco con la pajilla -Realmente no me llamo Galen-Masculló como si de un secreto se tratara. Y cuando la señorita se hubo ido prosiguió –Oficialmente soy Galeno-Frunció los labios al revelar ese nombre que odiaba –Pero mi papá me decía Galen, todo el mundo de hecho y así me gusta.

 

-Te entiendo-Coincidió su cita-Yo también odio mi nombre: Melissa Cecilia, Melissa está bien, pero detesto Cecilia, no entiendo por qué a mi mamá se le ocurrió ponerme así.

 

El muchacho dibujó una sonrisa en su rostro. De primera impresión le pareció que la chica era una persona agradable, sincera y gentil. Pensar que estuvo a muy poco de haberse ido sin tener la suerte de estar en ese momento junto a ella, habría sido un grave error, pero para su fortuna, ahora tenía un amigo que lo bien aconsejaba.

 

La plática continuó activamente con Melissa a la cabeza, que daba la impresión de jamás quedarse sin tema de conversación o con espacios silenciosos entre sus saltos de tópico. Solamente deteniendo sus palabras cuando exhalaba el humo del tabaco, pero reanudando de forma inmediata; al tiempo que el joven frente a ella, la escuchaba atentamente, dejando que su cigarrillo se consumiera casi solo entre sus dedos. 

En un principio Galen esperó pacientemente a que ella le diera la oportunidad de participar en la conversación, pero al ver que eso no ocurría, se resignó a seguir en silencio el rumbo de su plática. 

Le habría agradado decir algo, pero suponía que ella estaba siendo tan parlanchina debido a que había encontrado confortable su presencia.

 

 

-… y pues nada más vivimos mi mamá, mi hermano y yo en la casa. Pero mi mamá nunca está, bueno se podría decir que yo tampoco porque pues trabajo y estudio, hago de todo yo creo. Mi hermano vive ahí también pero te juro que es rarísimo cuando lo veo, la verdad no sé qué rayos se la pasa haciendo todo el día…

 

A lo largo del monologo-conversación pudo enterarse de varias cosas acerca de ella, cosas como que: Su padre los abandonó, por lo que sólo vivía con su madre y su hermano mayor, aunque no tenía una buena relación con ninguno de los dos; Estaba trabajando en una zapatería cerca de la alameda, donde compraba sus -tan incomodos- zapatos y gastaba sus quincenas; Le gustaba el rock ochentero, pero odiaba varios grupos puesto que los relacionaba con su ex-novio, y al respecto, aparentemente ninguna de sus parejas había resultado no ser un patán; Estaba estudiando, pero le era muy difícil hacerlo y trabajar al mismo tiempo, habiendo ya tenido que repetir varias veces –primero de bachillerato- su semestre actual.

Soñaba con encontrar al hombre perfecto para ella –un chico amable y cariñoso que no la hiciera llorar- alguien a quien pudiera abrazar cariñosamente y entregarle todo su amor, a quien pudiera dedicar palabras dulces y compartir su felicidad.

 

A cada palabra que ella decía, Galen quedaba más y más prendado. Comenzaba a imaginar tontamente a ambos caminando juntos por la orilla de la playa, dejando sus huellas marcadas en la arena, besándose apasionadamente bajo un atardecer romántico; habiéndose él convertido en aquel caballero amable y cariñoso que ella tanto ansiaba, ese hombre a quien ella le dedicaría palabras dulces y su corazón, ese quien jamás la haría llorar, si no fuera de alegría.

 

Sonrió ilusionadamente debido a las hermosas visiones que proyectaba su inconsciente. Ansiaba poder vivirlo y ser él el que cumpliera el sueño de Melissa.

 

-Fíjate que yo-Decidió hablar el chico antes de ser interrumpido por un timbrazo de celular.

 

-Permíteme tantito-Le susurró Melissa, sacando de su bolso un pequeño teléfono Nokia, igual al de todo el mundo, pero decorado con piedritas y calcomanías, un detalle femenino que se inclinaba ligeramente a lo corriente.

 

La joven se vio entusiasmada al contestar y charlaba animosa, exclamando de vez en cuando frases como: “¡no puedo creerlo!” o “¡no me digas!” a través del auricular.

Mientras tanto el jovencito daba pequeños tragos a su bebida, esperando pacientemente a que su acompañante terminara la llamada… Quizá esperó demasiado. El tiempo que Melissa gastó con el celular se extendió más de lo humanamente tolerable, por tanto, cuando él decidió apagar el cigarrillo contra el cenicero y la copa de su bebida estuvo vacía, con la excepción de pedazos grandes de hielo que no cabían por el popote, Galen estaba ya tan aburrido que había comenzado a divagar…

 

 

… A cientos de años luz de distancia, muy lejos del planeta Tierra tal como lo conocemos, dentro de un universo alterno, vulgarmente llamado “la mente de Galen”, había cruzado un cometa efímero lleno de unos cuantos pensamientos pragmáticos…

Sabía que Wolverine no era inmortal, pero no estaba nada lejos de serlo. Según la serie original de los X-Men’s, había ya sobrevivido a tantas cosas –incluida una bomba atómica- que se preguntaba: ¿Qué sucedería si alguien arrojara a Wolverine al espacio?... ¿moriría?… y de hacerlo… ¿Cuánto tiempo tardaría en morir?...

Sin embargo, había una pregunta probablemente aún más compleja: Se trataba de la lucha de dos titanes, y un solo vencedor. Quizá era la pregunta más enigmática que aquejaba a fanáticos de todas las edades… Si alguna vez se enfrentaran Goku y Superman… ¿Quién ganaría?... Desde hacía tiempo que analizaba el duelo en su cabeza, aunque jamás había llegado a una respuesta concreta.

 

Al especular sobre esas cosas, por segunda vez en el día deseó que Rommel hubiera estado ahí en ese momento. Esas eran del tipo de incógnitas pazguatas que solía resolver con él… Como aquella vez en su casa cuando surgió la gran interrogante: ¿Quién ganaría una carrera entre Batman y Meteoro? Sí, finalmente llegaron a la conclusión que sería Batman, pues él utilizaría otros vehículos aparte del Batimovil, aunque si sólo fuera el Batimovil contra el Mach 5, ganaría Meteoro, definitivamente…

 

Y sí… Así gastaban sus tardes…

 

Quizá sus pláticas no eran las más profundas del universo, pero sin duda, la sensación de haber encontrado a alguien con quien compartir cualquier idiotez que les pasara por la cabeza, era incomparable. Que con esa persona la plática fluyera como cuchillo caliente sobre mantequilla, provocando que el momento de despedirse se prolongara hasta el límite… En ese sentido, Rommel era incomparable.

 

-“¿Quién gana? ¿Súperman o Goku?”-Se halló enviándole, sin pensarlo, aquel mensaje.

 

Cabe resaltar que su amigo respondió, casi inmediatamente:

-“ovio ke goku wey”     

 

Su seguridad era clara, pero su argumento vago, por lo que el rubio, quien no estaba muy convencido de esto, escribió de vuelta: -“Pero Súperman puede hacer retroceder el tiempo :O”

 

De nuevo Rommel contestó rápidamente: -“goku tanvien solo k no kiere y goku tiene su forma supersayayin y superman no tiene una forma superkryptoniano” -Era risible que este chico pudiera escribir correctamente palabras como “supersayayin” o kryptoniano” pero no “también”.

 

-“Aunque Superman no necesita una forma superkryptoniana, puede meterse dentro del sol y no le pasa nada :P”-Envió el rubio, a lo que el otro mandó de vuelta:

-pero goku es mas fuerte xke el puede dstruir el sol d un kame hame ha y superman se la pela }:] si fue melisa?“

 

-“Sí”-Escribió, mirando de reojo a la antedicha que aún seguía charlando por el celular-“¿Sigues con el libro?”

 

-“nop stoi biendo las luchas hoy pelean el prro aguayo i la parka i xke se tardo tanto?”-

 

-“Chin no me acordaba, la quería ver… Pues dijo que sus zapatos le apretaban o algo así :S ¿Quién va ganando?”-

 

-“k importa se stan poneido una madriza x sierto no mames sus zapatos ke teinen ke ver? Jajaja si te voa ber manana?”

 

-“Quien sabe, no le entendí… algo de una amiga :/ Sí, mañana si te veo :D”-Estaba concentrado escribiendo antes de que la voz de su acompañante llamara su atención.

 

-Perdón, era una amiga –Informó Melissa -En serio que como habla-Exclamó-¿No te desesperan esas personas que hablan y hablan y jamás te dejan decir nada? –Galen estaba a punto de contestar algo, cuando ella continuó-Pues ella es de ese tipo de personas.

 

-“k bueno xke los hotdogs no valen madres D:”-Leyó el mensaje de Rommel que acababa de llegar, provocándole una risilla.

 

Del otro lado de la mesa, Melissa continuaba averiguando: -Hacía ya tiempo que no platicaba con ella, precisamente por eso que te digo que al menos a mí me desesperan muchísimo las personas que hablan tanto que tú quieres decir algo y no puedes porque pareciera que jamás se van a callar. Me alegra mucho notar que tú no eres así, se ve que eres una persona que sabe escuchar y tratar a los demás, no como muchos hombres que conozco, a ellos no les interesa tratar a otras personas solo quieren ir directo a la cama y así, o sea ¿sabes cómo es eso no? Hay muchos hombres que no saben tratar a las mujeres y son todos unos machistas, que piensan que la mujer no debería hacer muchas cosas. Tengo varios amigos, que dicen que no le gusta que las chavas fumen o que tomen frente a ellos, y la verdad ¿eso qué? Piensan que por decirlo son más hombres o ¿algo así? Te juro que no entiendo a ese tipo de personas, hay algo que se llama igualdad de género ¿no? Al menos yo digo que…

 

“bla, bla, bla” Fue lo único que Galen escuchó al cabo de un rato, a medida que el aburrido monologo comenzó a saturar su pobre mente. No se dio cuenta de cuando terminó enfocándose más en los mensajes que se enviaba con su amigo en lugar de la charla de su acompañante, no fue su intención realmente, aquello se dio sin esfuerzo, como un niño que prefiere salir a jugar a hacer la tarea.

 

- “no mams wey kreo ke matanron al perro :S” –Leyó en el último mensaje de Rommel.

 

-“¡¿Por qué?! No manches, ¡¿Cómo?!”

 

-“ps esk la parka le iso una yave i ai lo dejo en l piso i no c muebe :S lo sta chkando un dr enzima del ring”

 

“¡No manches, wey! Y me lo perdí :S”-Envió, pensando que debería de intentar prestarle más atención a la muchacha.

 

-… Y entonces yo le dije: “me encanta ese vestido, mensa” y ella nada más me miró y me dijo “ay, Melissa, pues yo creo que a ti no te queda porque estás muy morena”, pero yo siento que lo dijo con saña, ¿sabes cómo?...

 

Galen asintió, comprendiendo vagamente de lo que ésta hablaba, pero su atención volvió a desviarse completamente cuando el nuevo mensaje de Rommel llegó.

-“deja tu tanvien t perdiste ber a una vieja k salio k tenia la cara bn chistosa komo de cangrejo pero unss tetotas bien chingonas :D”

 

La cara de cangrejo casi lo mata de risa; evidentemente era ese el efecto más marcado que tenía su amigo en él.

Con una sonrisa en la boca se detuvo a contemplar la posibilidad que había de encontrar en algún lugar del mundo a una chica que fuera como Rommel… Una chica graciosa y simple, pero no tonta; ruda y fuerte, aunque a la vez protectora; con carácter y muy segura de sí misma, aunque sin llegar a ser opresora… Con  una presencia tranquilizante, que lo llenara de confianza…

Esta chica Rommel sería una mujer de piel trigueña, cabello castaño corto; estaría delgada, no obstante, contaría una complexión atlética. Quizá no tendría mucho busto o caderas, pero sin duda sería muy atractiva. Definitivamente… la chica más perfecta del mundo…

 

Se desconcertó enormemente al reconsiderar sus cavilaciones. No era una chica real a la que estas hacían alusión, sino a su amigo. Peor aún, por qué rayos tenía que estar pensando en Rommel de esa forma, cuando frente a él estaba la mujer más hermosa que hubiera visto en su vida.

 

Tomó su celular, estaba dispuesto a escribir algo gracioso cuando un tacto cálido y sorpresivo se posó sobre su entrepierna, sobresaltándolo tanto que soltó el aparato, provocando que cayera sobre la mesa de un golpe seco.

 

-Ya no me estás prestando atención –Le dijo Melissa con un tono acaramelado. Se había desprovisto de una de sus zapatillas, aprovechando su pie desnudo para acariciar el bulto creciente bajo la tela de su pantalón.

 

Galen la miró pasmado, reprimiendo un gemido que se esforzaba por salir. Sin duda, era de las últimas cosas que esperó le sucedieran esa tarde.

Melissa movía con hábil técnica su pie, rozando su pene cautivo, estimulándolo.

 

-Me gustaría que dejaras ese celular de lado –Masculló ella con una media sonrisa seductora –Me hace sentir mejor saber que tengo toda tu atención para mí sola.

 

Él por su parte sabía que una cafetería no era el lugar adecuado; quiso decirle que se detuviera, antes de que alguien se percatada de lo que estaba sucediendo, pero no pudo. Podía sentir como a cada caricia, una nueva palpitación en su miembro lo llenaba de sangre, nublándole la mente. Eran oleadas de placer en su cuerpo necesitado de cariño.

 

-Vamos a mi casa ¿Sí?-De alguna manera Melissa se las había ingeniado para hablarle al oído -¿Qué te parece si ahí terminamos nuestra cita?-Su aliento le suscitó un estremecimiento involuntario, como un escalofrío que le recorría por la espalda, bajando por sus glúteos, pasando por sus testículos, endureciendo sus pezones rosáceos.

Él ya estaba a su merced, su rostro ruborizado de excitación. Estaba ansioso de probar sus labios, tocarle los senos, hacerle el amor.

 

Ella lamió suavemente el lóbulo de su oreja, separándose lentamente de esta para depositar sobre sus labios un beso lujurioso que él respondió como un animal hambriento devorando su boca.

 

-Vámonos ya-Masculló ella entre besos, apartándose de él con un movimiento súbito, para luego, tomando su bolso, levantarse de la silla, invitándolo a hacer lo mismo. 

 

Con su respiración aun entrecortada, Galen sacó de su cartera un billete de cien que dejó sobre la mesa. No esperó a recibir su cambio, cuando ya estaba saliendo con ella a tomar un taxi.

 

Todo el camino, ella se dedicó a besar cada centímetro de su rostro imberbe, mordisquear el ángulo de su cuello, pasando la mano por el pecho del chico sin desaprovechar los instantes en que el taxista no miraba por el espejo retrovisor.

 

Hasta que finalmente el auto se detuvo frente a una horrible vecindad.

En esta, todas las casas se cubrían de enormes grietas en las paredes despostilladas, llenas de grafitis.

 

-Ven-Le susurró la chica al oído, saliendo del auto, a Galen que pagó apresuradamente.

Hecho esto, Melissa lo tomó de la mano, guiándolo por un escueto pasillo oscuro hasta un portón azul oxidado.

 

Tal vez algún presentimiento murmuró de pronto que se fuera; no era tanto por la hora o el malogrado barrio, ni siquiera por aquella oración escrita sobre la pared frente a la casa que decía: “AQUÍ TE MUERES”. No… Lo que más le hizo mella fue aquel grafiti realista que dibujaba la cabeza cercenada de un puerco rojo, con sus ojos vacíos inyectados de sangre, cuyo hocico abierto protruía hacia afuera una larga y viscosa lengua.

 

Pero no, ni siquiera ese puerco podía acallar a su pene palpitante, sediento de roce, y a su cuerpo sensibilizado. Los besos de Melissa se convirtieron en la perdición de su raciocinio, tanto que cuando acordó ya estaba dentro de esa casa desvistiéndose… Todavía podía ver por la puerta a ese cerdo sádico que lo miraba deshacerse de su ropa, lo miraba como riéndose de él… Y sólo dejo de verlo cuando de un golpe grave Melissa cerró la puerta de la casa.

 

 

 

La puerta se abrió violentamente, estrellando la pared descascarillada contra la que hizo un fuerte ruido.

 

Sobresaltado, Rommel apagó el pequeño televisor, situado arriba de un viejo buró apolillado, caminando hacia la puerta, por donde se asomaba la inmensa barriga que entró, dándole paso a un apestoso hombre moreno, corpulento, de facciones hoscas, cutis demacrado y prominente nariz gordinflona… Su padre.

 

-¿Tú qué? ¿Viendo las novelas como las pinches viejas?-Gruñó éste al verlo, con su mal humor habitual. Traía cargando consigo dos pares de voluminosas bolsas blancas de plástico –Haber pendejo, sirve de algo y llévate eso pa’ dentro.

 

-¿Qué es esto?-Preguntó el muchacho al recibir las bolsas, sintiendo a través de ellas, un contenido gelatinoso, caliente.

 

-Cinco kilos de carne de puerco, fresquecita. Si ‘orita acabamos de matar al marrano –Respondió su padre, quien acababa de quitarse la camisa, dejando a la intemperie su hedionda camiseta percudida.

Se sentó en un remedo de sillón, roto y decolorado que tenían casi a la entrada, acomodándose sobre la cuneta que se formaba en el asiento de este, el cual justamente tenía ya la forma de su trasero. Subió los pies al descansabrazos, aventando de un movimiento sus zapatos acartonados, exponiendo sus malolientes calcetines. -¡Órale, muévete! Si no se va a cocinar sola la pinche carne-Bufó, encendiendo la televisión.   

 

Rommel lo miró con indiferencia, antes de dirigirse a la cocina. Colocando las bolsas sobre la mesa -a la cual le faltaba una pata, defecto que fue reemplazado por una pila de bloques de concreto- para luego sacar de esta, una mediana bolsa transparente que dejaba ver los trozos de carne aguada, saturada de gruesos pliegues de cebo, nadando en una laguna de líquidos glutinosos, sanguinolentos. Casi podía ver que la carne en cualquier momento comenzaría a palpitar.        

 

Omitiendo eso, el muchacho vació media bolsa sobre un gran caso, solo para toparse con pedazos de piel con pelo en aquella “carne de primera”.

La espulgó manteniendo una mueca de repulsión en la cara, quitándole grandes trozos de cebo flácido, los antedichos colgajos de piel velluda, además de algunas hojas, ramas y un escarabajo muerto… Se notaba el procedimiento estrictamente higiénico utilizado durante la obtención de la carne. 

 

Examinó lo que había en la otra bolsa, con la leve esperanza de que estas no contuvieran cosas tan asquerosas.

Lo que había adentro era una bolsa transparente igual a la anterior, pero con vísceras, una cebolla, medio kilo de tortillas, un bote de manteca de puerco y un paquete con seis latas de cerveza clara. En las demás bolsas sólo había paquetes de cerveza, botellas de tequila, ron y mezcal de quinta.

Indudablemente Marcos –su padre- era un adicto a la comida grasosa, a lo barato y al alcohol.

Bien podía comer cualquier cosa; en ese aspecto podría decirse que era más cerdo que ser humano, irónicamente era un cerdo que comía cerdo, como los cerdos. Aunque en realidad nadie habría podido explicar la razón por la que Marcos era tan cerdo mejor que el propio Rommel.

 

Los recuerdos más dolorosos de su vida, estaban atados a Marcos de una manera u otra, y no solamente por la vieja herida mal curada en su ceja por la que casi pierde el ojo derecho… Eran los los gritos de su madre que  rogaban por al menos ser violada en la intimidad y no frente a su hijo… Su madre, una joven mujer de sonrisa partida a golpes… Su cuerpo, un lienzo de moretones y cardenales…  

Su padre era un hombre repugnante en más de un sentido. Pero al igual que su alma, con los años, su cuerpo también se había degradado, habiéndose convertido en una porquería humana…

 

Rommel en ocasiones quedaba asombrado por la capacidad de resignación de las prostitutas con las que se acostaba su padre en el cuarto contiguo al suyo, siendo tomadas por horribles hombres como él, denigrando sus cuerpos de esa manera… Pero su madre jamás fue ninguna prostituta, pese a que Marcos se empeñara en decir lo contrario.

El único pecado de esa mujer, fue dejarse enamorar por una lacra asquerosa como ese puerco, que robó su inocencia y la embarazó a los quince años.  

 

El muchacho encendió la estufa, colocando sobre la hornilla el cazo, al cual vertió un cucharon de manteca de puerco, a sabiendas de que de esa manera, su padre quedaría satisfecho, y no le reclamaría por dejar la carne tan reseca.

Con saña agregó otros dos cucharones más a la ya de por sí grasienta carne. Le gustaba imaginar que algún día Marcos empezaría a tener un ataque cardiaco después de la cena… La grasa bombeada por sus arterias, recorrería su cuerpo como petróleo, producto de tanto veneno que le gustaba ingerir. Para esas fechas su hígado estaría también ya tan cirrótico que no habría nada que se pudiera hacer por él… Moriría gritándole por ayuda, mientras que él sencillamente miraría la escena con diversión.

 

-“Muérete maldito cerdo de mierda, muérete”-Alucinaba decirle en aquel momento, al tiempo que una sonrisa casi diabólica se formaba en sus labios.  

 

No obstante, en ese momento, una diminuta gota de manteca saltó desde el cazo, quemándole un poco el dorso de su mano, trayéndolo súbitamente de nuevo a la realidad.

Lamió un poco la quemada, repugnándose por el ligero sabor a puerco… Detestaba ese sabor, odiaba todo lo que tenía que ver con el marrano… La manteca, el olor, la carne, las vísceras, los cueros, el chicharrón… todo… Era siempre lo único que Marcos llevaba, además de botellas de alcohol, esto último nunca podía faltar en la casa…

Él jamás comía en la casa, aunque eso le significara no comer en lo absoluto… Le asqueaba estar en la casa… aborrecía la comida de Marcos, y aborrecía al propio Marcos, pero más se aborrecía a sí mismo por no poder hacer nada contra él…

 

-¡¿Qué?! ¡¿Ya mero?! Apúrate, que tengo un chingo de hambre-Le exigió el susodicho  entrando a la cocina.

 

El hombre se sentó sobre una silla de metal corriente frente a la mesa. Sacó de la bolsa de las vísceras una lata de cerveza que abrió con premura, comenzando a beber.

-Mañana voy a hacer una reunión aquí-Comentó su padre, mirando la delgada espalda de su hijo-y quiero que nos atiendas como Dios manda.

 

El joven al escuchar esto, apretó furiosamente la garganta, mirando fijamente el bullir de la manteca hirviendo.

Las “reuniones” que tenía su padre en la casa con sus compadres, eran para él comparables con cualquiera de los nueve círculos del infierno…

 

Los cuatro compadres de Marcos, no eran muy diferentes a él. Empezando de lo horrible a lo verdaderamente atroz, comenzaría por hablar de Nacho, un sujeto hediondo, de rostro cacarizo, un carnicero clandestino que se dedicaba a estafar a la gente vendiéndole carne de perro y marranos alimentados con basura y sus propios desechos; era ahí donde su padre compraba la asquerosa carne que llevaba a la casa; también estaba “El oso” Camacho, el hombre más velludo que había conocido en la vida, tenía unas cejas tan enormes como un par de atizadores, y una espalda tan peluda como un oso  -de ahí su apodo-, no parecía saber nada sobre el uso del jabón o la pasta dental, además, por lo que había escuchado en reuniones, a él le gustaba forzar a las mujeres a tener sexo con él, además de preferir sin duda a muchachitas menores de edad; Mariano “El Marrano” Ramírez, un hombre tan moreno que parecía de raza negra, con un par de ojeras excavabas en su rostro flácido, era vendedor de ropa en el tianguis, aunque también padrote de una casa de citas en la calle 22 y tratante de blancas, pero sin duda de todo ese montículo de estiércol, el que sobresalía y por mucho era el Coronel Ahumada, un alto rango del Ejército Mexicano, que se valía de su autoridad para pasar por debajo de la ley acciones tan horribles como varias de las anécdotas que le había escuchado contar en las borracheras.

 

Una de las que más narraba –pese a que no era la peor que le había escuchado- fue de cuando, durante un tiempo, él estuvo encargado de los cadetes de la escuela médico militar, donde los torturaba con castigos injustos, obligándolos a hacer trabajos bajo condiciones infrahumanas.

Gustaba de humillarlos frente a sus compañeros, pateándolos en los testículos sin ninguna razón aparente. Aunque se ensañaba mucho más con los jóvenes de muy altas calificaciones -porque sabía que ellos tarde o temprano pondrían en riesgo su puesto- encargándose personalmente de que desertaran o bien los boicoteaba de tal manera que recibieran una baja deshonrosa.

El más infame de los abusos, fue protagonizado por Felipe Castillo, un joven prometedor de 19 años, llevaba un promedio perfecto por lo que estaba de boca en boca como el mejor alumno que había tenido la escuela en muchas generaciones. Sin embargo, un golpe de mala suerte, lo convirtió en blanco del Coronel Ahumada.

Al principio éste intentó por todos los medios que desertara, pero al ver que sus intentos fracasaban, el Coronel decidió tomar medidas más drásticas; y una tarde trágica de noviembre, el cuerpo del muchacho fue hallado sin vida, detrás de uno de los blancos del campo de tiro… El cadáver acribillado estaba amordazado, atado de pies y manos a un poste tras el mismo… Fue un caso muy sonado, especialmente porque los supuestos culpables resultaron ser un grupo de estudiantes muy brillantes; desde luego, el Coronel Ahumada fue uno de los testigos, de hecho, probablemente jamás se habría podido encontrar a los culpables de no haber sido por él.

 

Entre risotadas, contaba esta anécdota el Coronel, era una de sus favoritas. Solía relatar ese tipo de cosas al final, cuando sus compadres ya estaban tan ebrios que no podían siquiera articular dos palabras.

Normalmente confesaba esa historia o parecidas, antes de comenzarles a mostrar las nuevas fotografías y videos que de las violaciones que el efectuaba, incluyendo las de su propia hija y esposa.

Ahumada era un tipo repulsivo con voz dominante que, por si fuera poco, tenía el poder de sacar de la cárcel a violadores y asesinos y meter a inocentes en su lugar.

 

Rommel jamás podría olvidar que dos meses después de que murió su madre -tendría él cinco años para entonces- en una de esas malditas reuniones, cuando ya todos los hombres estaban tan borrachos que dejaron de saber de sí, vomitando y orinando por todo el patio. El desgraciado del Coronel Ahumada lo obligó a sentarse sobre su regazo y comenzó a tocar sus partes íntimas con lujuria.

 

-¿Y dónde están mis camisas?-Le preguntó su padre soltando un largo eructo -¿Eh? Te estoy hablando pendejo

 

Sin voltear a verlo, Rommel, quien estaba invirtiendo los trozos de  carne con unas pinzas de pan, le dijo: -Ahí están tendidas afuera.

 

-¿Ah sí? ¿Y qué están haciendo ahí?-Exclamó el hombre, levantándose bruscamente del asiento –¿Las acabas de lavar, verdad?

 

El muchacho permaneciendo callado, continuó con su labor de supervisar el cazo y encendió otra hornilla para calentar las tortillas, como haciendo de cuenta que su padre no le dijo nada.

 

-¿Las acabas de lavar, verdad imbécil?

 

-Si ya lo sabe, para que pregunta-Respondió Rommel altanero, frunciendo la boca, aun con el recuerdo de aquel momento ultrajante.

 

-Cuidadito como me hablas, culero-Le dijo en un tono amenazante, caminando hacia él –Tuviste dos putos días para lavar esas camisas ¿pues qué chingados te la pasas haciendo todo el pinche rato?

 

Su padre quedó ahí de pie, muy cerca de él, que giró levemente su cuerpo para contestarle: -Pues acuérdese que también trabajo.

 

-¿Ah sí? –Rommel sintió como su padre se aproximó aún más-Que hablando de eso. No se me olvida que ya estamos a viernes y tú a mí no me has traído mi dinero.

 

El cuerpo del joven comenzó a tensarse, como esperando un golpe cuando le dijo: -Todavía no lo tengo. No me han pagado.

 

Esa fue la gota que colmó la mínima paciencia de Marcos, quien con tosquedad aferró el brazo más próximo del muchacho con su mano, prosiguiendo a zangolotearlo.

-¡¿Piensas que a mí me importa un carajo?! ¡¡Tú a mí me das mi dinero sí o sí!! –Le gritó embravecido.

 

Se quedaron viendo las caras por un breve instante. Los ojos de su progenitor echaban chispas, estaba furioso, sólo quería el dinero, dinero, dinero. Su hijo se había convertido en su pequeña mina de oro para sacar para sus tragos, pero eso no quitaba que lo odiaba, detestaba a Rommel, lo odiaba porque fue parte de lo inesperado. Un bebé no deseado por el que sus padres lo obligaron a casarse con Margarita, por culpa de ella y del maldito bebé tuvo que dejar su futuro truncado… Pudo haber sido como su compadre, el Coronel Ahumada, tener poder y dinero, pero no, porque ellos arruinaron su vida…

 

“… Sí… Todo fue culpa de ellos… Ellos arruinaron su vida…”

 

En un arranque tomó ambos brazos de su hijo y lo deshizo a la fuerza de su chaqueta, dejando expuesta su camiseta pegada al estrecho cuerpo de este.

En los hombros desnudos del chico se distinguían claramente las cicatrices profundas de aquellas tantas veces que  había desatado su ira contra él.

 

Entonces esculcó arrebatadamente dentro de los bolsillos de la chaqueta, dando con un pequeño fajo de billetes que le provocaron un ligero brillo maligno en las pupilas.

 

-¡¿Y qué es esto?!-Le escupió en la cara, acorralándolo contra la estufa encendida, pero el hecho de que el muchacho no le respondiera más que con una mirada llena de furia avivó su enardecimiento, que manifestó estrangulando el delgado cuello con una de sus manos.

 

-¡¡Contéstame, hijo de puta!! ¡¿Querías hacerme pendejo?!-Aulló como un energúmeno, enrabiado por la mirada fija que su hijo le profería-¡¡CONTESTAME!!-Apretó aún más su cuello, empujándolo a tal grado que la camiseta del muchacho comenzó a tocar la flama de la estufa.

 

Lo estaba quemando, Rommel sintió el agudo dolor en su espalda lumbar a través de su camiseta de algodón que empezaba a deshacerse, pero no quería darle el gusto a ese maldito cerdo de verlo hacer alguna mueca.

El chico intentó separarse del grotesco agarre en su cuello, cuando sintió que la presión ejercida por la mano de su padre comenzó a ahogarlo de verdad.

 

-¡¡¡CONTESTAME!!! ¡¡ ¿QUERÍAS HACERME PENDEJO?!! –Cada vez apretaba con más fuerza su cuello.

 

-N-No... –Respondió por fin el muchacho, con una voz sofocada –N-no p-pa-pá…

 

-Ese tono me gusta más –Repuso el hombre, liberándolo de su agarre.

 

Por fin libre, desesperadamente, el muchacho inhaló varias bocanadas de aire, tosiendo un par de veces, separándose de la estufa que ya le había dejado una gran quemadura en la espalda baja, comenzándosele a formar una gran ampolla de bordes carmín.

 

-Pero te creíste muy listo, ¿no es así? –Masculló su padre, quien parecía estar un poco más calmado, dando la finta de querer regresar a la mesa, pero en vez de eso, simplemente giró su enorme cuerpo para darle un puñetazo a su hijo sobre la cara. Este golpe lo hizo salir volando, golpeándose la cabeza contra la tarja al caer.

 

Una vez en el piso, el menor lo miró con sorpresa y furia… Si había miedo en esos ojos, Marcos no pudo verlo.  Rommel era muy pequeño en comparación de su cuerpo adulto, y aun así se mostraba tan orgulloso… eso era lo que más alimentaba su ira.

Si tenía que quitarle a golpes esa maldita mirada suya, lo haría, aunque terminara por matarlo…

 

-Esos ojos-Gruñó encabritado –Esos malditos ojos-Esos malditos ojos que silenciosamente le informaban que jamás sería sumiso ante él -¡APRENDERÁS A HACER LO QUE YO TE DIGO!-Arremetió contra él con una patada.

 

El muchacho se cubrió la cabeza con sus brazos, Marcos había terminado perdiendo el control –de nuevo- y no sabía cuánto duraría esta vez la paliza…

 

Finalmente, después de una serie de embravecidas patadas y golpes, Rommel quitó esa mirada de sus ojos… Principalmente porque cayó desmayado, pero eso le bastó a su padre, que dejó de golpearlo…

 

Al filo de la inconsciencia, por un segundo -a pesar los gritos que soltó su padre por la carne que terminó quemándose-  un único pensamiento cálido inundó la mente de Rommel…

Aquella única vez en que sintió tranquilidad aun pese a todo lo malo, aquella en que pudo por un instante dejar de largo todos sus problemas, no se trataba de un día lejano, de hecho, había sido el día anterior… Cuando pensó que Galen se durmió sobre su pecho, escuchando los latidos de su corazón… Galen no quería hacerle daño… Galen era extraño… porque no era malo… él… él tal vez era… demasiado bueno…

 

 

Irónicamente, los pensamientos de Galen estaban recurriendo a ese mismo recuerdo.

 

Acababa de perder su virginidad, y ahora descansaba su cabeza sobre el pecho de la chica, encontrándose él escuchando los rápidos latidos de ese corazón.

 

Podría decirse que su primera vez estuvo bien, aunque había algunas cosas que estaban haciendo algo de revuelo dentro de su mente.

Una de ellas, era que desde siempre escuchó que la primera vez de las personas era un acontecimiento muy especial y lleno de emotividad… En cambio, a él… No le pareció la gran cosa… Sin duda fue satisfactorio, pero, no fue lo que él esperaba. Tal vez había escuchado tanto sobre eso que se creó una falsa ilusión de, además de que pensaba que seguramente no lo había hecho bien pues no tardó casi nada después de penetrarla cuando ya estaba eyaculando dentro de ella.

Otra de las cosas fue que sabía que ya era un poco noche, por eso mismo le había comentado a Melissa que debía irse, siendo su respuesta: que ella esperaba que se quedara ahí toda la noche y si no, que al menos la acompañara una hora más, estando así como estaban en ese momento, desnudos, entrelazados.

 

La tercera era que así como lo pensó el día anterior en el camión, mientras recargaba su rostro sobre el pecho de Rommel -escuchando las fuertes y rítmicas palpitaciones de su corazón- estar de esa manera con una chica era muy diferente… Eso habría estado bien, si con la chica hubiera sentido algo más intenso, pero no…

 

-¿En qué piensas?-Le preguntó la joven besándole la oreja.

 

-No… en nada-Murmuró

 

-¿Te gustó hacerlo conmigo?

 

-Sí-Acababa de decir cuando de pronto un fuerte ruido los sobresaltó

 

Era el sonido de la puerta de la entrada al abrirse, siendo detenida de golpe por un seguro de cadena, el cual Melissa había colocado, considerando que eso pudiera llegar a pasar.

Después de varios intentos, se escuchó que golpeaban a la puerta salvajemente.

 

-¡¡MELISSA!! –Oyeron desde afuera.

 

-Chin, es mi hermano. Ven, escóndete-Exclamó la chica levantándose apresuradamente, ordenándole seguirla hasta el baño de la casa donde lo encerró –Espera aquí, ¿sí? Viene nada más de entrada por salida –Le dijo, con los gritos de su hermano, llamándola, de fondo.

 

-AHÍ VOOOOYYY –Oyó desde dentro del baño.

 

Melissa simplemente se puso un camisón y quitó el seguro de la puerta, dejando entrar al individuo.

 

-¿Por qué chingados le pones el seguro a la puerta y por qué estás encuerada? ¿Tenías a alguien aquí? –Desde el baño, Galen escuchó las preguntas del hermano de Melissa. Su voz se le hacía demasiado familiar, aunque no estaba muy seguro.

 

-Pues porque estoy sola, tarado –Respondió ella-¿Qué quieres? Pensé que habías dicho que ya no ibas a vivir aquí.

 

-No, ya no, pero ‘orita la casa de la banda no es segura –Esa voz áspera otra vez… Ahora estaba seguro de que la conocía.

 

-¿Y luego?

 

-Igual y viene El Lobo

 

“No puede ser” Pensó Galen al escuchar eso último… Sabía que esa voz ya la había escuchado en alguna parte. La frase “Te dije que te las ibas a ver negras, “güerito”” resonó rápidamente en su cerebro.

Sí, estaba casi cien por ciento convencido de que se trataba de él: el odioso tipo que lo tuvo secuestrado, aquel al que le llamaban “El Mosca”…

 

Al furtivo, la escena le pareció inverosímil, como sacada de alguna película de comedia. Él allí desnudo en aquel baño –que por cierto olía bastante mal- temblando por culpa del frío piso bajo sus pies descalzos, aunque se ponía mejor, ahora también temeroso de ser descubierto por ese desquiciado… Pero cómo demonios iba a saber que una persona tan hermosa como Melissa  tendría por hermano a semejante mierda…

 

-¿A dónde vas?-Preguntó la voz de ella

 

-Pues al baño, pendeja ¿qué no ves?-Eso último lo escuchó acompañado de unos pasos firmes que se aproximaban…

 

Galen se quedó pasmado, rogando que Melissa lo detuviera o hiciera algo, cosa que no ocurrió “Mierda, mierda, va a descubrirme ¡va a descubrirme!” no paraba de pensar, distinguiendo con genuino temor que los pasos se frenaron justo frente a la puerta.

 

El Mosca, del otro lado de ésta comenzó a girar el pomo lentamente, abriéndose paso hacia la oscuridad del baño.

Dio un par de pasos ciegos hacia adentro, buscando a tientas el interruptor, que encontró rápidamente encendiendo la bombilla que había en el centro del techo, dejándolo al descubierto…

 

El rostro del recién llegado cambió radicalmente al verlo, se miró sorprendido, pero a la vez enfurecido viéndolo ahí, estático, como asombrado por haber sido descubierto… Frente a él… se asomaba el mojón más grande que había visto en su vida flotando en el inodoro.

 

-¡¡Pinche cagona!!-Con una mueca de desagrado tiró de la cadena, mirando desaparecer al desgraciado, para después, aromatizar el aire con una fragancia en aerosol.

 

Entonces se sentó en la taza, mientras que Galen, a un lado de él, pero detrás de la cortina de baño, intentaba permanecer quieto, tratando de no respirar si quiera.

 

Cuando la pestilencia fue suprimida por el aromatizante, dentro del cuarto de baño salió a relucir otra fragancia… No era un olor desagradable sino al contrario, era uno exquisito y encantador, el olor de una colonia fina. El Mosca lo sabía, había olido muchos perfumes en su vida, corrientes y finos, y el fijador de esa loción no era nada corriente.

 

Por un momento cerró los ojos deleitado por el aroma, imaginaba a un hombre de edad y con mucho dinero. Definitivamente su hermana, la pequeña puta, no tenía un pelo de mal gusto… Todos los hombres con los que ella se acostaba estaban forrados de billetes o bien tenían un cuerpo maravilloso… En esto último, podía incluirse a El Lobo.

Lanzó un suspiro al recordar a El Lobo, ese muchacho que desde la primera vez que lo vio, supo que debía de ser suyo y no de la imbécil de su hermana... Y cómo no, si tenía un rostro precioso, varonil, hermoso; un cuerpo demasiado delgado, por culpa de su padre, pero muy ardiente sin duda… Habría dado lo que fuera por que en algún momento El Lobo dejara de lado sus tabúes contra los homosexuales y accediera a ser suyo… Suyo y de nadie más, pero no quería forzarlo, aunque se sintiera tan desesperado por desearlo tanto y no poderlo tener nunca…

 

Pero ¿En qué estaba antes de pensar en El Lobo? Oh, sí, en el hombre maduro de la colonia cara que se encontraba detrás de la cortina de baño.

 

El Mosca no tenía idea de que quien se encontraba tras la cortina no era un adinerado hombre, sino el mismo “güerito” que se le escapó la vez pasada. De haberlo sabido, en ese momento Galen ya no estaría en una sola pieza.

 

-Sé que estás ahí-Suspiró El Mosca divertido, provocando que a Galen se le erizara de golpe toda su piel –Puedo oler tu loción…

 

 

Notas finales:

Gracias por leer mi historia! espero les haya gustado el capítulo!

 

 


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