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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

Hola hola. Tarde como ya se me está haciendo costumbre, pero aquí está.

Espero les guste :)

Bueno, he decidido algo, para quienes de verdad esperan con ansias los capítulos. Actualizaré el día martes. No puedo decir que cada martes pues estaría mintiendo, ni siquiera un martes si o uno no. No sé que martes, la verdad. Aproximadamente me tardo dos semanas o más en terminar un capítulo. Y es que lo malo es que subo un capítulo teniendo cero escrito del siguiente... Y... Y... bueno....

Los martes.... jeje (no lunes, no miercoles, o jueves... sino martes) si... lo decidi, los martes serán el día.    :)

 

MUCHAS GRACIAS A SUS REVIEWS!!!!!!! Me apuran a escribir y me dan felicidad :) gracias!!!

 

Capítulo XVI: El niño y el monstruo (Parte II)

 

 

-Ah, hola mi vida-Lo saludó su novia, retirándose sutilmente del abrazo de su acompañante –Mira, te quería presentar a un amigo.

 

-Ya lo conozco- Le informó él, echándole un vistazo, sin saber qué expresión debería poner en su rostro –Es mi hermano.

 

-Sí, nos conocemos desde que naciste, ¿verdad, chaparro? –Sonrió Aarón con petulancia.

 

-Sí-Galen se obligó a sí mismo a esbozar una sonrisa-No sabía que conocías a mi novia-Remarcó con firmeza las últimas dos palabras, sin despegarle la vista de encima.

 

-Y yo no sabía que tú tenías novia-Dijo el otro, girando su cabeza para comentarle a la chica con cierta connivencia: -Supongo que de ahora en delante tendré que llamarte cuñada, ¿no crees?

 

Ella sólo soltó una risilla tonta, antes de que su hermano volviera a abrir la boca para decir: - No me acostumbro a que mi hermano esté creciendo, creo que siempre lo he visto como un niño, digo, sobre todo si consideras que lo vi mojar la cama hasta que tuvo once años.

 

Apenas lo dijo, los ojos índigos del más chico se abrieron pasmados. No podía creer que realmente Aarón le había dicho eso a su novia, pensó, a la vez que tensaba cada músculo de su rostro, coloreándosele la piel con un rubor intenso, que se acrecentó especialmente cuando vio a Melissa alzar las cejas, poniendo una mueca de asco.

 

-Iiiugg... Estabas ya un poquito grande para hacerte pipí en la cama, ¿no? –Se burló su pareja.

 

Él mordió sus labios avergonzado, mirando como a su alrededor, las compañeras de Melissa, quienes estaban de entrometidas en el asunto, también habían comenzado a reír.

 

-Mi papá lo consentía demasiado- Habló Aarón nuevamente, utilizando un tono que pareció más mordaz que amigable -Tenemos tantas anécdotas, ¿verdad, güero? – Galen temió que volviera a “dejar escapar” otro hecho vergonzoso –Pero bueno, en otra ocasión será. Ahorita tengo que ver a unas personas muy importantes.

 

Melissa lució impresionada, evidentemente la deslumbraron los encantos de Aarón y, sin duda alguna, esto fue reciproco. A Galen nada de eso le hizo ninguna gracia, pues aunque Melissa era dos años mayor que él, era su novia, y era algo que su hermano -en teoría- tenía que respetar.

 

No pasó por alto que Aarón se despidió de ella de una forma sutilmente atrevida, acariciándole el cuello, al tiempo que le besaba lentamente en la mejilla, y luego pareció que susurró algo en su oído, algo que la hizo sonreír.

 

Después, separándose de la chica, viró su cuerpo hacia su hermano menor, dio un paso hacia él, adelantando bruscamente su hombro, como con la intención de propinarle un golpe en el abdomen, pero se detuvo abruptamente, haciéndole una finta.

El más chico adquirió una posición defensiva, cubriéndose del impacto que nunca llegó, mientras que Aarón se mofaba, revolviéndole los cabellos con un inusual gesto fraternal.

 

Las compañeras de Melissa se burlaron de nuevo, y él solamente vio con disgusto el caminar engreído con el que su hermano salía de vuelta a la calle, peguntándose cómo era posible que Aarón, su propia sangre, lo hubiera humillado dos veces frente a su novia y compañeras de trabajo.

 

-Tu hermano es súper divertido –Exhaló su pareja -Por cierto, muchas gracias, está lindísima.

 

A Galen le tomó un segundo o dos entender a qué se refería la chica con eso último, cayendo en cuenta de que aun traía la rosa de cristal sujeta en la mano derecha. No había planeado entregársela, pero como supuso que no se escuchaba muy bien que quería conservar una rosa que le había obsequiado otro hombre, estiró su brazo, desprendiéndose de ésta con pesar.

 

-… Oye-Pronunció serio-¿Me podrías explicar qué hacía Aarón aquí contigo?

 

-Ya te dije, tu hermano es mi amigo-Sonrió Melissa cínicamente, desviando la mirada hacia sus compañeras.

 

-… No parecía exactamente tu amigo –Le susurró él en voz baja.

 

-O sea, no-Respingó ella, quedándose con su sonrisa fingida para disimular ante las demás, mientras cuchicheaba entre dientes-Ni se te ocurra hacerme aquí un pancho-

 

Parecía que le importaba demasiado lo que pensaran esas tipas, y muy poco lo que él pudiera llegar a pensar o sentir. Y sí que estaba sintiendo muchas cosas; verla abrazada de su hermano y la manera en como después Aarón lo humilló le causó un fuerte coraje. Creía al menos merecer una explicación, no eso último.

 

Su cara debió de ser demasiado obvia, pues Melissa -tomándolo fuertemente del brazo para salir de aquel sitio- le aferró sus sienes con ambas manos, observando su expresión amargada. Luego, rodó los ojos con tedio, antes de decir: -Aach, ¿No me digas que te pusiste celoso?, o sea, ¿En serio, mi vida? ¿Estás celoso de tu hermano?

 

No hubo una respuesta, ni tampoco un cambio de semblante por parte del muchacho, quizá él estaba demasiado sensible ese día o tal vez estaba harto de que su hermano terminara por arruinarle la existencia.

 

-Sólo es un amigo-Su novia suavizo su voz notoriamente, estrechando el reducido espacio entre sus rostros. Rozando ligeramente los labios de Galen con los suyos, depositándole un pequeño beso fugaz sobre su labio inferior –Hoy tuve un día muy pesado, ¿me crees? –Masculló ya muy cerca de su oreja, deleitándose al sentir un sutil temblor proveniente del joven.

 

Le fue imposible a Galen mantenerse absorto en su enojo con Melissa estimulándolo de esa forma. Y era que últimamente se sentía como un perro en celo, cualquier roce podía llegar a estremecerlo, despertando al travieso amigo entre sus muslos. Ello quizá en parte porque desde hacía unos días, Melissa solamente se dedicaba a excitarlo, en vano, pues decidía no tener relaciones con él después -algo que no podía remediar masturbándose en su cuarto por la noche pues dormía junto a Aarón-.Y lo peor era que -aunque no los recordaba- estaba seguro de que presentaba sueños húmedos en la madrugada, viéndose obligado a tener que lavar sus sábanas a escondidas para borrar todo rastro de evidencia.

 

Cedió finalmente a sus caricias, dejándose besar apasionadamente en los labios, con tal ímpetu que únicamente se detuvieron cuando necesitaron recuperar el aliento. Sólo se preguntaba si aquella tarde Melissa andaría de humor para hacerlo con él, o si sería como las últimas veces en que después de negarle un obsequio por falta de dinero resultaba que ella tenía mucha prisa para regresar a su casa.

 

Comenzó a besarla nuevamente, ligeramente incomodo debido a una insistente sensación en la nuca que acabó por hacerlo girar la cabeza; sobresaltándose al haber encontrado, a unos pocos metros de distancia, a Rommel, quien lo clavaba con una mirada asesina sumamente atemorizante.

 

Apartó su cuerpo súbitamente del de la morena al verlo, dando la impresión de que el hecho que Rommel los hubiera sorprendido besándose lo ponía en una situación incómoda. Sin embargo, eso se disipó en el momento que Galen, ofreciéndole una sonrisa nerviosa, lo llamó.

 

Pero Rommel no sonrió de vuelta, sólo le dedicó un frio semblante antes de expresarle, con una voz seca y molesta: -Ya me voy –Para luego solamente caminar en dirección contraria, cumpliendo con su palabra.

 

Perplejo, Galen lo miró alejarse, corriendo tras él, como si de pronto Melissa hubiera dejado de existir: -¡¡Rommel!!-Le gritó, alcanzándolo casi llegando a la esquina–¡Espera!

 

Lo vio detenerse ante su suplica, virando hacia él con un rostro indiferente, haciendo gala de un timbre helado para decirle: -¿Qué?

 

-¿Qué pasó? ¿Por qué te vas así? –Galen no entendía esa mirada entre furiosa y herida que Rommel le estaba lanzando -¿Estás enojado conmigo?

 

-Imagino que esa es tu Melissa, ¿no?-El trigueño desvió su vista hacia la nada, torciendo la boca –Ja-Exclamó alzando el mentón con un gesto hosco-Ni siquiera ha pasado un mes de que terminamos.

 

-¿Qué?

 

-… Supongo que no tenías manera de saberlo –Murmuró–Melissa y yo anduvimos. 

 

Esas palabras le cayeron al rubio como balde de agua helada. ¿Aparte de haberse quedado paralizado, qué se supone que debería de hacer ahora? ¿Había algo que pudiera decir que no sonara estúpido?

 

-Y-yo…-Separó sutilmente sus labios para comenzar a balbucear, sin dejar de mover su cabeza de lado a lado, suspendiendo sus cejas arqueadas con aprehensión-N-No, no lo sabía.

 

Estaba pensando en algo más que decirle, pero entonces Rommel, quien pareció haberse fastidiado de sus tartajeos, lo cortó bruscamente.

 

-De todas las viejas que hay, y te tenías que fijar en… ella…

 

-Oye… ¡N-No lo sabía!-Galen alzó la voz, palpablemente mortificado. Aunque el otro, indiferente a esto, continuó.

 

-Aléjate de ella-Le ordenó contundente, marcando cierto dominio –Por tu propio bien.

 

-… ¿Qué?-Aquello le sonó como una amenaza, ¿cómo era posible? después de todo lo que había hecho por él y ahora resultaba que también le gustaba su novia.

 

-Ya te dije –Respondió el trigueño sin miramientos –Aléjate de ella.

 

-… Rommel…-Pronunció confundido, tentado a detenerlo nuevamente cuando lo miró dar medio giro con plan de retirarse.

 

-Nos vemos-Fue lo último que le dijo éste antes de emprender su camino de regreso, cruzando la calle, ulteriormente perdiéndosele de vista en uno de los callejones. 

 

La emoción que le dejó ese pequeño conflicto era horrible ¿Cómo demonios iba él a saber que Melissa fue novia de Rommel?

Lo que más resentía, era haber visto a su amigo tan enojado con él... Pero no era justo, él comenzó a andar con Melissa desde antes de saberlo, además, Rommel no tenía derecho de llegar a exigirle dejarla.    

 

Bastante atolondrado, sin idea de qué otra cosa hacer, volvió a con Melissa. Encontrándosela cruzada de brazos, con la boca fruncida, protruyendo los labios, al tiempo que repiqueteaba la suela de su zapatilla contra la banqueta. Todas estas señales le hicieron asumir que Rommel no era el único molesto con él ese día.

 

-¡Ah! ¡Qué bien que regresas!-Exclamó ella apenas lo tuvo cerca-¡O sea, no sabes cuánto me encantó que me dejaras sola para irte detrás de Rommel!

 

-¡No sé! ¡Lo siento! ¡Es que no sé por qué se molestó!-A estas alturas, Galen ya se notaba fastidiado.

 

-¡Vaya! ¡Pues ni siquiera sabía que lo conocías! ¡¡Seguro que ya te estuvo diciendo un montón de cosas de mí!!

 

-¡No! es sólo que ¡No sabía que habían sido algo!-Argumentó rápidamente-¡Estaba enojado, pero yo no lo sabía! ¡¿Cómo iba a saber lo de ustedes?!

 

-¡¡Pues claro que estaba enojado!!-Explotó la chica-¡¡Si no hace muchos días me pidió que regresara con él!!

 

-¡¿Uhh?!

 

¿Por qué las cosas se tenían que poner tan extrañas siempre? ¿Qué más no sabía? ¿También de rato se iba a enterar que era adoptado o algo así?

 

-Sí-Melissa aplacó un poco el volumen de su voz-Quiso hablar conmigo la noche esa del café, cuando me fui… y ya cuando regresé no estabas-Dijo con un tono de reproche-Sí, cuando me abandonaste, y te fuiste sin despedirte ni nada.

 

-¡¿Qué?! Oye, ni siquiera sabía si ibas a regresar, sólo me dejaste ahí y te fuiste.

 

-¡¡Claro que iba a regresar!! ¡¡O sea, es mi casa, imbécil!!

 

Galen solamente la miró desconcertado y ella se aprovechó de eso para proseguir con su chantaje.

 

-¡¡Sí, ese día que yo te abrí mi corazón!! ¡¡Y tú sólo te aprovechaste y me usaste!! –Gritó a plena calle.

 

Las personas que transitaban por la acera, los empezaban a mirar sin disimulo, pero eso no parecía incomodar a Melissa. Todo fue de mal en peor cuando ella rompió en llanto, y las caras de los de alrededor claramente expresaron: “Pobre muchacha, ese tipo ha de ser un patán”.

Sí, de seguro estaban pensando que él era uno de esos desgraciados que solamente utilizaba a las mujeres para tener relaciones sexuales con ellas, pero que las abandonaba si se embarazaban.

 

Por un instante sintió que su corazón se estrujó sobrecogido -“No puede ser… Seguro piensan que soy una mierda”-Se dijo sucumbiendo ante la presión de los espectadores y sus propios sentimientos.

 

-L-Lo siento-Salió su voz entrecortada-De verdad no sabía que ibas a regresar, ni lo de Rommel… N-no quiero que pienses que soy un patán… Per… dóname…

 

Daba la impresión de que Galen empezaría a llorar de un momento a otro, lo delataban sus ojos  hinchados y vidriosos y su respiración agitada. Pretendió forzarse a parar, no pudiendo impedir que una lágrima resbalara por una de sus mejillas. Detestaba ser tan débil, llorando como un maricón frente a la gente y Melissa, quien solamente lo observaba con desprecio.

 

No era de extrañarse que ella odiara cuando los varones externaban sus sentimientos. Cientos de veces había escuchado a su padre gritándole a su hermano que los hombres no deberían de llorar, por tanto, su idea de una pareja ideal radicaba en alguien: rudo, fuerte, violento, fanático de los autos y el futbol, que oliera a sudor o gasolina, e inclusive que fuera mujeriego.

      

-Bueno, bueno, ya-Suspiró exasperada, cortando de golpe su numerito-Si tanto quieres que te perdone, pues empieza por invitarme a cenar.

 

-… S-sí está bien –Asintió Galen, tragando un poco de saliva para librarse del nudo en la garganta que se le había formado en ese rato-Pero no...

 

-Mira, voy por mis cosas –Lo interrumpió ella con una voz que denotaba fastidio, refiriéndose a su bolsa de mano que había dejado dentro de la zapatería, antes de darle la espalda–Espérame aquí.

 

-… No tengo mucho dinero-Concluyó el rubio tristemente para sí mismo, mirando hacia ningún lugar en especial.

 

Y mientras aguardaba, se preguntó dónde estaba ahora aquella chica alegre y cariñosa que conoció varias tardes atrás en Via Lattea…

 

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Terminaron yendo -por decisión de Melissa- a un estanquillo de tacos sudados ubicados en la esquina noroeste de la Alameda Central, donde la joven tomó asiento de inmediato junto a una de las tres mesas de lámina acomodadas sobre la banqueta.

Justamente se sentó bajo la sombra de un frondoso árbol, a un lado de la bella fuente de Neptuno -un gran cuerpo de agua tapizado por pequeños azulejos, cuyo nombre lo bien merecía por una enorme escultura del rey Neptuno, el cual, con su tridente en mano, se hallaba de pie sobre un carruaje tirado por sus dos fieles caballos- por tanto, en este sitio se disfrutaba de una brisa húmeda, aunque a la vez sutilmente bochornosa. 

 

Para sorpresa de Galen, Melissa ordenó una fanta y dos órdenes de tacos –de cinco tacos cada una- mientras que él, viendo el tamaño de las porciones, sólo decidió aventurarse a pedir una y un agua mineral.

 

-Y bueno, ¿qué te dijo de mí?-Lo cuestionó la chica apenas terminaron de ordenar.

 

-¿Quién?

 

-Ya, no te hagas, o sea, obvio que Rommel –Gruñó poniendo los ojos en blanco.

 

Galen se encogió de hombros antes de responderle: -No, pues nada, sólo que anduvieron-Aunque tenía en mente también sus últimas palabras: “Aléjate de ella… por tu propio bien”.

 

Al escucharlo ella frunció la nariz, estancando su la vista hacia los chorros de agua que brotaban de la fuente en dirección al cielo.

-No me quieras hacer tonta, ¿sí?, que sé muy bien que todos los hombres se solapan entre ellos.

 

-No, no es cierto. Además ¿Qué me habría tenido que decir? –Arguyó él –Digo, sólo lo vi como por cinco segundos.

 

-Pues no lo sé. Así es Rommel, él sabe manipular muy bien a las personas –Sesgó la boca, desdeñosa.

 

-No lo creo –Se sorprendió contradiciéndola-Rommel no es así.

 

-¿De verdad?-Melissa le dirigió una mirada retadora –Pues yo creo que no lo conoces. Porque si lo conocieras, sabrías que en lugar de conseguirse un trabajo digno, se la pasa robándole los celulares a la gente, y malbaratándolos.

 

Esas palabras lograron captar la atención del chico, que se quedó con la expresión de quien descubre algo obvio, tocando la pantalla de su celular a través del bolsillo de su pantalón.

 

-Supongo que no sabías que es un roba coches-El tono de Melissa de volvió cada vez más ácido-Y que no sabías que también extorsiona a los de las tienditas…

 

El muchacho clavó la mirada sobre la mesa, sin decir nada, dándole la oportunidad a Melissa de continuar.

 

-Una vez me llegue a enterar que le destrozó la quijada a un chavito, sólo porque sí… Bueno, qué se puede esperar de un maldito como él, digo, no por nada lo apodan “el Lobo”. Pero yo estaba como tú, ni siquiera sabía con qué clase de alimaña estaba saliendo.   

 

-No sé-Dijo Galen pensativo-No está bien lo que hace. Pero estoy seguro de que él debe de tener sus motivos para hacer todo eso…

 

-¿Crees que él de verdad te considera su amigo? Seguro está contigo porque le prestas dinero, o porque le das de comer. Ese tipo no quiere a nadie, los meses que estuvimos juntos fueron los peores de mi vida. Me gritaba, a cada rato me hacía escenitas de celos, lo último que le aguanté fue un día que me quiso tirar un golpe.

 

-¿Te intentó golpear?-La miró con extrañeza.

 

-Sí, nos peleábamos bien feo por sus celos. Me acuerdo que una vez estábamos platicando yo y un amigo afuera de mi casa, y en eso llegó Rommel y de la nada lo empezó a golpear, pero así horrible, como endemoniado, o sea, ¡está loco!

 

Y Melissa hubiera podido seguir con su lista de argumentos de por qué Rommel era una persona despreciable de no ser porque en ese momento les llevaron su orden a la mesa.

 

-Buen provecho-Les deseó el mesero, mientras que Galen analizaba el platillo con bastante recelo.

 

Sus tacos se veían tan flácidos y grasientos que prefirió haber cenado la clásica quesadilla en su casa.

En cambio, Melissa, de inmediato tomó un tenedor de plástico, con el que comenzó a picotearlos, cambiando su aspecto, ciertamente no para bien.

 

Sin muchas opciones, Galen probó sus alimentos, sintiendo cómo el aceite se le pegaba en el paladar, generándole la urgencia de beber su agua mineral. Ya había probado ese tipo de tacos y le gustaban, pero no esos… Definitivamente no esos…

 

-¿Sabes qué otra cosa es horrible de Rommel?-Melissa rompió el silencio, espulgándole el requesón a uno de sus tacos, dejando sola la tortilla despedazada.

 

-No-Respondió él, harto del tema.

 

-O sea, en lugar de responder “No”, tienes que responder “¿Qué?” porque si dices “No” suena como que no te importa –Le riñó ella, obligándolo prácticamente a que lo siguiente que saliera de su boca fuera:

-Bueno… ¿Qué?

 

-Es horrible que sea un mediocre que no hace nada por mejorar. O sea, no estudia y su papá le pega todo el tiempo y además le pide dinero, y él no hace nada. Yo en su lugar ya me hubiera ido de ahí, pero él no, no quiere ser nada de su vida, o sea, no tiene sueños ni nada. A mí me da mucha lástima, pobrecito, ¿no? Porque aparte de que no sabe hacer nada, nada más vive de lacra de lo que les saca a las personas. Así como a ti, que te digo que de seguro te pide dinero, o le das comida, pero por algo está contigo, o sea ¿si me entiendes?

 

Le lanzó esa pregunta, permaneciendo en silencio, quizá porque estaba esperando que el chico estuviese de acuerdo con sus argumentos -como siempre lo hacía- pero en vez de eso, se quedó sin palabras debido a la impresión que le causó la inesperada respuesta.

 

-Mira…-Dijo Galen pausadamente, intentando no denotar su fastidio–Así como te dije hace rato: de seguro Rommel tiene sus motivos para hacer todo lo que hace. Para no irse o qué sé yo, digo, a mí no me ha hecho nada, al contrario, conmigo se ha portado muy buena onda. Creo que es una persona noble, sincera y también muy fuerte, yo no sé qué le haya pasado en la vida para que haga lo que haga pero no me parece que sea mediocre, yo creo que él…

 

-Vaya-Los labios de la chica quedaron abiertos formando una perfecta “o”, que combinó divinamente con su semblante resentido-Pues me queda claro que ni siquiera te importó lo que te dije, porque lo defiendes como si estuvieras enamorado de él.

 

-¡¿Qué?! ¡No es cierto!-Replicó impulsivo –¡Es sólo que Rommel…!

 

-¡¿Sabes qué?! –Ella se levantó de golpe, haciendo un fuerte rechinido al arrastrar la silla de lámina, tomando su bolsa y la rosa de cristal consigo –¡¡Por mí puedes quedarte con él si quieres!! ¡¡Es más!! ¡¡Por mí sean novios que al cabo se ve que lo prefieres!!-Gritó esto último arrojando furiosamente la rosa contra el piso, que se hizo añicos apenas cayó.

 

Las personas en las otras mesas, los meseros, e inclusive gente que pasaba los habían volteado a ver. La lluvia de diminutos cristales salió volando en todas direcciones, mientras que ella, irguiéndose en una pose herida, se fue caminando rápidamente hacia el boulevard.

 

En la mesa sólo quedó el muchacho rubio, cuyos ojos se empezaron a cubrir por una densa capa de lágrimas, que cayeron haciendo un cauce por sus pálidas mejillas. No comprendía la actitud de Melissa, pero tampoco la de Rommel. Al comienzo de ese día él tenía una novia y un amigo, pero ahora pensaba que no podía contar con ninguno de los dos.

 

¿Qué si Melissa tenía razón y Rommel solamente lo estaba utilizando? Tal vez se equivocó horriblemente al contradecirla, y quizá Rommel no era quien él creía que era. Después de todo, Melissa lo conocía desde antes que él, ella no tendría por qué mentirle respecto a Rommel…  Se había comportado tan insensible, sin tomarle importancia a lo que ella estaba intentando hacerle ver… Ella quería lo mejor para él, en cambio Rommel sólo lo estaba utilizando para que le diera de comer… ¡Pero qué error tan grande! ¡Debía ir tras ella! ¡Pedirle una disculpa! ¡Su relación no podía terminarse por una tontería como esa!

 

Dejando un billete sobre la mesa, corrió lo más pronto que pudo para alcanzarla, deteniéndose antes de llegar al cruce de peatones, de frente a una delgada carretera, por la cual transitaban autos, que lo separaba de la banqueta en la que vislumbró a Melissa.

 

-¡¡Melissa!! –Dejó salir un grito ahogado -¡¡Melissa!! ¡¡Por favor espera!!

 

Ésta lo escuchó, lo supo pues le mandó una mirada rápida antes de voltearle la cara, llamando a un taxi con un movimiento de su brazo.

 

Galen sabía que no tendría tiempo de esperar a que la luz del semáforo se pusiera en rojo para poder cruzar, por lo que, apenas vio la oportunidad de atravesar la calle corriendo -antes de que lo atropellaran- lo hizo.     

 

-Melissa-Gimió agitadamente, acercándose a ella –Por favor, escúchame

 

Sin reparar en sus ojos llorosos, ni en la manera en la que se arriesgó para llegar a donde ella, la antedicha abrió la puerta del taxi  -que se había estacionado paralelamente a la cuadra mientras él cruzaba la calle- metiéndose al vehículo, dentro del cual, le cerró la puerta en la cara.

 

-Pero que patético-Refunfuño ella para sí, al ver que el chico, aun sin haberse dado por vencido, le tocaba la puerta.

 

El taxista miró al muchacho a través del espejo retrovisor, con un dejo de confusión en el rostro, finalmente acatando la orden de Melissa que sin una pizca de duda exclamó: -Dele ¿Qué está esperando?    

 

Rápidamente el auto se puso en marcha, dejándolo atrás, llorando con suma amargura.

 

El rechazo nunca se había sentido tan doloroso, ni su alma tan pesada, ¿Melissa lo perdonaría?... ¿Acaso era un idiota? ¿Por qué se había empeñado en defender lo indefendible? Él mismo sabía lo que Rommel podía llegar a hacer... ¡Pero lo quería! ¡Lo quería! ¡Lo quería demasiado! Tal vez a tal grado de no darle importancia a todo lo malo. ¿Por qué se había aferrado tanto a él?

Lo más probable era que Rommel de una forma u otra lo hiciera sentir como una persona normal y no como el niño retraído y triste que siempre fue... Pero Melissa tenía razón, si de verdad él lo estaba utilizando, ese lazo entre los dos ni siquiera era real...

 

¿A quién engañaba? Rommel lo usaba, pero Melissa también.

A Rommel le gustaba Melissa, pero Melissa odiaba a Rommel.

Y Galen sólo estaba en medio de los dos… Como el estúpido niño patético que mojaba la cama, de quien todos se burlaban…

 

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Regresó a su casa arrastrando los pies, sintiendo sus parpados hinchados y pegajosos.

Dejó sus llaves sobre el mueble de la entrada, dispuesto a darse un largo y refrescante baño, con la pequeña esperanza de que eso le quitara un poco el desconsuelo.

     

-Hola, ya llegué-Saludó rápidamente a su madre y tía que se encontraban en la cocina, cenando.

 

Debía admitirlo, era raro ver a su madre tan temprano en casa. Normalmente eso le habría entusiasmado más, sin embargo, debido a su rostro descompuesto por el llanto, trató de evadirla.

 

-Hijo, ven para acá-Le ordenó ella, sin pasar por alto el semblante del chico.

 

-¿Qué pasó?

 

-Siéntate, por favor-Le indicó tomar asiento en la silla frente a la cabecera de la mesa, en medio de ella y de su tía.

 

Así lo hizo, rogando que no lo comenzaran a cuestionar sobre “el amigo que lo visitaba” como algunos días anteriores. 

 

-¿Qué pasó, hijo? ¿Te hizo algo esa muchacha?

 

Debió suponer que por ahí iría la plática. Él ya les había comentado sobre Melissa, y pese a que siempre les decía cosas buenas sobre ella, su madre insistía en que no le terminaba de agradar. Según ella, sentía un mal presentimiento respecto a Melissa, pero qué podía ella saber ¡ni siquiera la conocía! 

 

-No, nada-Mintió.

 

-¿No?-Dijo la mujer con incredulidad-No me mientas, por favor, mírate nada más con qué cara vienes, hijo.

 

-Estoy bien –Suspiró con desgana –No tuve un buen día, es todo.

 

-Pues no has tenido muy buenos días a raíz de que sales con esa muchachita –Intervino su tía, mientras que su madre asentía con concordancia.

 

-Aunque me digas que no, yo sé que estás así por culpa de ella –Dijo esta vez su madre, desviando un poco sus ojos, bajo los cuales presentaba unas ojeras notorias-Hablé a tu escuela para ver si se apuraban para los trámites de tu beca, y me dijeron que ya la habías empezado a cobrar…

 

Galen abrió la boca ligeramente, mirando hacia la mesa, incapaz de mirar a su madre a los ojos.

 

-No te estoy reprochando nada, hijo-Volvió a hablar ella-No esperaba que me dieras ese dinero ni mucho menos, ese dinero es tuyo porque tú te lo has ganado con tu esfuerzo. Pero al menos esperaba que lo estuvieras guardando para meterte a la universidad. Y no que te lo estés gastando en una muchacha aprovechada.  

 

-Mamá-Dijo él apesadumbrado, irguiéndose en la silla-Entiendo que te preocupes por mí, pero no puedes decir nada de ella, porque no la conoces.

 

Notó como su madre y su tía intercambiaron mutuamente una sonrisa triste, antes de que la primera, suspirando tranquilamente le dijera: -Lo sé, sé que no la conozco. Pero sé cómo son ese tipo de muchachas –Hizo una breve pausa, en la cual tomó un poco de agua –Te puedo asegurar que es mayor que tú, es muy guapa y muy bonita, pero le gusta coquetear. Ya ni siquiera es virgen y seguro ya te dejó hacerlo con ella. Ahorita no está estudiando, o si lo hace lleva años reprobados. Trabaja, pero todo su dinero se le va en tonterías

 

¿Pero cómo podía saber su madre todo eso? Fue lo que pensó, parpadeando un par de veces.

 

-Mientras más vive uno, más ve, hijito. Acuérdate que más sabe el diablo por viejo que por diablo-Expresó su tía al advertir la expresión de asombro en su sobrino.

 

La plática no se extendió mucho más, aunque fue suficiente para que Galen se dedicara a armar todo un rompecabezas mental dentro de la regadera.

 

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Sí que se estuvo un buen rato en la ducha, pues cuando salió, su madre y tía ya se habían ido a dormir.

-“Pobre de mi madre”-Pensó, secándose el cuerpo con la toalla-“Siempre tan cansada…”-

 

Hubiera preferido haberse ido a dormir también, los ojos prácticamente se le estaban cerrando solos, ¡pero esa maldita tarea pendiente!

Debía escribir un cuento original. Normalmente no apestaba tanto para sacar ideas, aunque ya para esa hora estaba tan mentalmente agotado, que sabía que terminaría escribiendo una porquería.

 

Con un caminar apático, entró a su recamara, encontrándola como de esperarse, vacía. Miró entonces su cama con añoranza, parecía que le hablaba y le decía: “ven Galen, la almohada está fresca como te gusta…”

 

Agitó un poco la cabeza para evitar sucumbir -no debía dormirse todavía- e intentando escurrirle a su cerebro una idea que no sonara tonta, se plantó de un movimiento el short de su pijama, dirigiéndose de inmediato a la sala, donde había dejado sus cuadernos.

 

Tomó asiento en uno de los sillones, sin hacer nada, sólo buscando la inspiración, que se negaba a hacer acto de presencia. Cada vez que quería imaginar algo, sólo venía a su cabeza la imagen de Rommel enojado, Aarón abrazando a Melissa y la voz de ésta diciendo tantas cosas…

 

Por si fuera poco, nunca se había dado cuenta de lo irritante que podía llegar a ser, en la quietud de la noche, el tic tac del mueble de reloj ¿De verdad siempre se escuchaba tan fuerte el péndulo?... Se convenció prontamente de que nadie podría concentrarse con ese ruido infernal, por lo que, llevando sus cuadernos consigo, volvió a su recamara, creyendo que su hermano llegaría a altas horas de la noche, como de costumbre.

 

Le pareció buena idea hacer su tarea sentado sobre su cama, iluminado por la media luz de la lámpara sobre el buró. 

 

En eso estaba, cuando escuchó el portón de la casa abrirse y cerrarse quedamente, y a continuación unos pasos gráciles que cruzaron por la estancia, hasta la habitación donde se encontraba.

 

En un instante Aarón ya estaba entrando en la pieza, arrojando un maletín al suelo sin cuidado alguno. Sus ojos castaños lo observaron de repente, de forma aguda, hasta que Galen, comenzando a sentirse incómodo, lo saludó.

 

-Quiuvo

 

Aarón curvó sus labios, dibujando una sonrisa extraña; luego bajó el perfil, riendo con disimulo.

 

-¿Sabes? me diste una grata sorpresa hoy-Dijo-Es que, en serio… ¿tú y Melissa?

 

-Sí, ya ves. –Galen hizo caso omiso del tono burlesco de su hermano-¿De dónde conoces tú a Melissa?

 

-Ah, ya sabes, de un reven… Bueno, una fiesta. Porque ¿Si sabes lo qué es eso, no?

 

-… Sí, sí lo sé... –Pronunció el rubio con tedio, y estrujando los labios, declaró con cierto resentimiento-: No tenías por qué haberle dicho eso de mí.

 

-¿Qué? ¿Lo de que mojabas la cama?

 

-Sí… eso.

 

-Tienes razón-Asintió el mayor con cinismo, ampliando su sonrisa, sin rastro alguno de arrepentimiento-No tenía por qué.

 

Atufado, Galen soltó un resoplido, volviendo la vista hacia su cuaderno, el cual abrió bruscamente.

 

-Es un secreto, no tenías ningún derecho de decirle.

 

-¿De veras?-Preguntó Aarón con falso asombro.

 

-Sí ¿Cómo se te puede ocurrir que no lo es?-No pudo contenerse más-Es que ¿Por qué siempre me haces eso? Siempre como intentando humillarme y hacerme sentir mal

 

Para acentuar su enfado, su hermano mayor lo ignoró por completo, pretendiendo estar absorto al desvestirse.

 

-¿Acaso hice algo para que me trataras así?-Continuó el rubio-En serio dime ¿Te he ofendido o hecho algo para que me trates así?

 

El aludido se sentó en su propio lecho, recargando ambas manos sobre el colchón mullido; se encorvó un poco, bajando el perfil, de pronto soltando una carcajada cínica, que detuvo antes de voltearlo a ver con una mueca divertida.

 

-No-Respondió-No últimamente.

 

-¿No últimamente? Mira, ya en serio, dejémonos de cosas. Si tienes algo que reclamarme, de una vez dímelo y ya.-Galen ya estaba perdiendo la calma. No se hallaba de humor para tolerar los jueguitos de poder de Aarón.

 

Éste último miró tranquilamente el creciente enojo de su hermano, como si se tratara de un espectáculo circense del cual le fuera extremadamente difícil no burlarse y,  llevándose una mano a la boca -conteniendo una nueva carcajada, que amenazaba con salir repentinamente- dijo:

 

-Ojalá pudieras ver lo imbécil que te ves tratando de ponérteme al tiro… Está bien, no te culpo, siempre fuiste un niñito mimado… Todo el tiempo restregándome en la cara cómo te quería más a ti mi papá, pero dime nada más: ¿Dónde está él ahora? –Se tomó un momento para hacer énfasis -¡Oh, es cierto! ¡No está! Te abandonó. Te dejó aquí para que te pudras en esta mierda.

 

Galen quedó boquiabierto, evidentemente sin poder dar crédito a lo que Aarón acababa de decir

 

-… Entonces es cierto-Dijo cuando por fin salió un poco de su conmoción-¡Me detestas! ¿Cómo pude pensar que ayudabas a la gente?-Estaba atando cabos sueltos, alterándose debido a lo que creía empezar a entender -… ¿En qué rayos estás metido?

 

Frente a él, lo primero que hizo su hermano fue encogerse de hombros con una tremenda desfachatez.

 

-En la universidad, güey –También elevó el mentón, dándose aires de superioridad-Pregúntale a cualquiera.

 

-¿Qué tal si le pregunto a mi mamá si sabe que tienes una pistola? –Galen comenzó a arrepentirse de haber dicho esto en el momento mismo en que acababa de hacerlo.

 

De los labios de Aarón de inmediato desapareció su, hasta ese momento, imperturbable sonrisa.  Algo andaba mal. La atmosfera en la habitación se tornó pesada y sofocante, acompañada por un denso manto de silencio.

 

Lo que aconteció después fue completamente inesperado. En menos de lo que dura un parpadeo, Aarón se abalanzó contra Galen, empujándolo fuertemente  hacia la cama donde se encontraba.

 

Firmemente lo acorraló con la mano extendida sobre su pecho, a altura de sus clavículas, inmovilizándolo rápidamente con el peso de su propio cuerpo.

Las pupilas de su hermano lo ensartaban como a una brocheta, fulgurando con un dejo de malignidad.  Su cuerpo alcanzaba a tapar casi en totalidad la tenue luz de la lámpara, dándole a sus facciones un contraste obscuro.

 

El menor apretó los parpados con fuerza, esperando recibir una paliza. Aunque en vez de esto, sintió consternado como su hermano colocó su dedo índice y pulgar alrededor de una de sus órbitas oculares, abriéndole ese ojo a la fuerza.

 

Se quedó unos momentos admirando el color del iris de su hermano, tan azul como el mismo cielo. Comenzaba a murmurar algunas cosas ininteligibles a oídos de Galen, hasta que con una voz más clara, calmadamente expresó:

 

-Si tan solo no nos hubieran interrumpido aquella vez, ya tendría tus ojos azules… Pero pensándolo bien, tal vez no es demasiado tarde para intentarlo…

 

El pecho desnudo del más chico se agitó con fuerza. Inclusive podía escucharse su respiración alterada… Sintió miedo, pese a que no comprendió de qué estaba hablando Aarón, como si por contexto hubiese entendido que aquello se trataba de una seria amenaza…

 

Finalmente, su hermano dejó de oprimir su pecho contra el colchón, dedicándole una blanca sonrisa, antes de darle una fuerte bofetada, al tiempo que decía: -Pendejo-En un tono despectivo.

 

Liberó su cuerpo, devolviéndose a su propia cama, apagando la luz.

 

Galen no tuvo que pensarlo mucho; recogiendo sus cosas, se apresuró a salir de la habitación despavorido.

 

Prendió las luces entrando a la cocina, donde tomó asiento en una de las sillas junto a la mesa. Por alguna razón desconocida para él, sólo empezó a actuar como si nada hubiera sucedido, abriendo su cuaderno en automático, como un robot.

 

Llegó a la página donde iba a escribir su tarea, extrañándose por el hecho de encontrarse con algo ya escrito ahí. No era su letra, era demasiado fea para ser su letra, y ni hablar de la ortografía.

 

Ensanchó los ojos al caer en cuenta de que Rommel había escrito algo para él.                Era el cuento que debía escribir para su tarea. No podía creer que realmente su amigo se había tomado en serio cuando le dijo que le hiciera la tarea.

 

Sintió una enorme curiosidad por saber qué clase de cuento se le habría ocurrido.

 

-El niño y el monstruo-Leyó el título en voz alta, y continuó:

 

“De la cruza de un jabalí y un conejo, salió un temible y extraño ser, que ni siquiera se parecía a ninguno de los dos; era un monstruo feroz, con cabeza de lobo y cuerpo de león. Tenía unas terribles fauces llenas de enormes dientes afilados, un par de cuernos negros, largos y puntiagudos saliéndole del cráneo, unos ojos amarillos con angostas pupilas tan negras como las tinieblas. Sus patas delanteras eran alargadas y se articulaban de manera extraña, no eran muy gruesas, aunque se miraban fuertes e intimidantes ya que terminaban en forma de unas letales  garras curveadas, como agujas de sutura, pero del tamaño de un brazo humano.

 

Esta bestia nació en cautiverio, dentro de una pequeña jaula, donde había permanecido toda su vida, con la excepción de cuando salía a escena en la función del circo al cual pertenecía.

 

Todos los días, la bestia era azotada por su entrenador y abucheada por el público, así que lo único que sabía hacer era temerle a las personas, algo que manifestaba gruñendo y atacando, con la esperanza de que la dejaran en paz.

 

Un día, durante un acto, sucedió algo imprevisto: un niño pequeño, sentado en primera fila, comenzó a gritar y lloriquear fuertemente: “¡Dejen a la bestia! ¡Ya no le peguen, por favor! ¡Déjenla en paz!”

La función continuó pese a sus ruegos, y cuando por fin terminó y volvieron a enjaular al pobre animal, el mismo niño de antes fue a admirarlo en la jaula.

 

El monstruo, acostumbrado a la crueldad de la gente, comenzó a gruñir y arañar los barrotes intentando intimidarlo.  Sin embargo, el chiquillo ni siquiera se movió un poco, sólo lo miraba con tristeza, pues sabía que lo le gustaba estar encerrado.

 

Se arriesgó, entonces, confiando en la inocencia de los animales, a acercarle la bolsa de palomitas que traía consigo. A lo que el monstruo receloso comenzó a olfatear, se notaba que tenía hambre… Hasta que finalmente las palomitas lo tentaron tanto, que sus ganas de comerlas fueron más grandes que su miedo.

 

Se acercó lentamente y las tomó entre sus garras, llevándolas adentro de su jaula, donde comenzó a devorarlas vorazmente.

Cuando terminó, la bestia lo observó pidiéndole más con la mirada. Pero el niño, que ya no tenía más, sólo le ofreció una sonrisa y dijo: “Lo siento amigo, ya no tengo más. Pero te prometo que mañana vengo”

 

Y tal como lo prometió, el niño fue a visitarlo al día siguiente, después del espectáculo para llevarle más palomitas, un poco de pan y algo de jamón.

Así día tras día, el niño visitó a la fiera, ofreciéndole comida. Hasta que llegó el momento en que el monstruo lo dejó tocar su pelaje y disfrutó de sus cariños.

 

Pero un mal día, luego de que el espectáculo del monstruo hubo culminado y yacía encerrado, un error en el acto de malabarismo con fuego ocasionó que la carpa comenzara a incendiarse.

 

Entre todo el pánico, la audiencia salió apresurada, junto con el elenco y los animales, todos menos la bestia que estaba encerrada en su jaula.

 

En sus brillantes ojos amarillos sólo se reflejaban las llamas. Asustado, se agazapó en un rincón esperando su muerte.

 

Y fue entonces que lo vio al pequeño niño, que lo acompañó durante días, acercándose a la jaula con desesperación.

Con sus pequeñas manitas intentó forzar el viejo candado de la puerta, sin éxito.

 

Poco a poco, el aire se fue viciando con humo negro. Si no hacía algo pronto ambos terminarían muertos.

 

El monstruo entonces, contempló con resignación el hecho de que el niño abandonó la tienda.

 

Era lo mejor, pensó el monstruo, el mundo no necesitaba de un ser tan abominable.

 

Pero entonces, miró con asombro al pequeño niño que había regresado, trayendo cargada una enorme piedra que apenas podía sostener.

Sostuvo esa piedra por encima de su cabeza y empezó a tirar varios golpes al seguro que finalmente se venció.

 

Agradecido, el animal lo dejó montar sobre su lomo, llevándolo a galope lejos de las llamas.

 Ya estando lo suficientemente alejados, ambos descansaron sobre un largo y fresco pastizal, sólo contemplando como el fuego rápidamente consumía el circo.

 

Si el animal hubiera sido capaz de sonreír, de seguro en ese instante lo estaría haciendo, al desprenderse de aquel lugar que por tantos años lo había hecho vivir miserable.

 

-Sabes-Le dijo el pequeño comenzando a acariciarle suavemente el oscuro pelaje-Desde que te vi, supe que en el fondo tú y yo somos iguales… Que no hay nadie que se preocupe por nosotros, que estamos solos…

 

El niño decía la verdad, desde que tenía uso de razón, no conocía otra forma de vivir que no fuera la de pedir limosna y vender dulces en la calle. Jamás conoció a sus padres, y la gente que llegaba a conocer solía abusar de él.

 

La fiera, adormilada por sus cariños, se preguntaba cómo podía ser que un niño tan noble estuviera tan solo y triste. Y antes de quedarse dormido, decidió que pasara lo que pasara, protegería a ese niño con su vida y jamás lo dejaría solo…”

 

Galen terminó de leer el cuento, no pudiendo evitar dibujar una sonrisa en su rostro, pensando en que le había gustado descubrir ese lado inocente de Rommel.

Algo le decía que él se había basado en la amistad que ellos tenían para escribir eso. Se sintió inmensamente halagado de que su amigo lo mirara de esa forma, aunque a la vez se puso triste al comprender que él mismo se identificara como un monstruo.

Meditó un poco en lo que había sucedido ese día, reviviendo entristecidamente la imagen de la rosa de cristal que terminó hecha pedazos sobre la banqueta debido al arrebato de Melissa… Sintiéndose realmente mal por haber llegado a pensar que Rommel sólo fingía ser su amigo para que le diera de comer…

Y antes de cerrar su cuaderno para irse a dormir al sillón de la sala, escribió algo que brotó espontáneamente de su corazón.

“Y el niño se prometió que haría todo lo posible para hacer feliz a su nuevo mejor amigo…”

 

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Se dice que los monstruos no existen, que son sólo parte del folclor y de los cuentos para niños. Lo que estas personas no saben, es que los monstruos tienen su casa mucho más cerca de lo que ellos creen…

Ellos de verdad existen, y salen por la noche, sólo que no tienen cuernos, ni garras, ni figuras demoniacas. Ellos solamente salen cuando las personas los dejan… Y pobres de los desafortunados que se crucen en el camino de estos monstruos…

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Serían cerca de la una de la madrugada, donde, refugiado tras un árbol y la obscuridad de una calle sin arbotantes, se hallaba un esbelto joven.

Una máscara de lobo se encargaba de cubrir su rostro. Esperaba con hambre su próxima presa, quien no tardó en arribar.

Era un hombre alto, de mediana edad, estaría apenas si pisando los cuarenta. Vestía de manera elegante y formal, llevaba puesta una fina corbata azul sobre una impecable camisa blanca. Evidentemente se trataba de un médico, pues cargaba una bata blanca sobre un brazo, además de un maletín. Mientras caminaba, distraído, buscaba las llaves de su auto dentro de los bolsillos de su pantalón.

A medida que se acercaba a su vehículo -un Grand Marquis color hueso- la figura que acechaba se aproximaba hacia su espalda con sigilo. Éste empuñaba una vieja navaja sin filo en la mano derecha, con la que pretendía intimidar a su víctima.

Se sentía cansado y muy molesto, sólo quería terminar rápido e irse. Quizá fue debido a eso que el enmascarado cometió la equivocación de precipitarse para emboscar, ya que su víctima pudo divisarlo a través del reflejo de la ventana en el automóvil.

Ni siquiera pudo llegar a colocarse completamente detrás del hombre, ya que éste, repentinamente, giró su cuerpo con ímpetu intentando propinarle un golpe con el maletín en la cara.

El impacto no fue muy certero, pero alcanzó a golpear la máscara, desprendiéndosela completamente al dueño y dejando al descubierto su identidad. Sólo era un jovencito, de facciones muy finas… No le fue necesario observarlo mucho para que su cerebro guardara la imagen, como una especie de retrato mental, enfocándose principalmente en una cicatriz que tenía sobre el ojo… Jamás olvidaría, esa cicatriz…

Después del -casi- exitoso primer golpe, el joven pareció desconcertado, por lo que el médico, confiado, le lanzó otro.

Para su infortunio, el malandro lo esquivó ágilmente y, con envidiables reflejos, lo tomó por la camisa, jalándolo hacia él, causándole que perdiera el equilibrio, por lo que cayó al suelo, aterrándose completamente su pulcra vestimenta.

Teniéndolo a su merced, este joven le propinó una serie de patadas en el estómago, a tal grado de causarle tanto dolor que le fue imposible volver a ponerse de pie.

El agresor, colocándose en cuclillas, lo sujetó por los cabellos, zangoloteándole la cabeza mientras exclamaba: -¡Pa’que no te quieras pasar de listo! ¡Ándale! ¡Dame todo lo que traigas! ¡¡RÁPIDO!!

El médico, sin otra opción más que obedecer, le entregó al vándalo su cartera y el celular, temiendo que, por haber visto su rostro, el chico decidiera poner fin al acto ilícito acabando con su vida.

Pero no fue así; tampoco le pidió las llaves de su auto. Apenas le entregó esas cosas, el muchacho se echó a correr, dejándolo ahí, solo, golpeado y confundido…

Dentro de su cabeza sólo se formulaba la pregunta del millón de dólares: “¿Por qué rayos si no sé pelear me le pongo al tiro?”

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El asaltante por su parte, no podía dejar de pensar en que su rostro se sentía pesado y desnudo… El monstruo había salido a la luz y había alguien que sabía cómo era…

Sin embargo, el sentimiento aquel casi se le fue de la mente cuando vio el interior de la cartera. Adentro tenía más de cinco mil pesos en efectivo, lo equivalente a más de un mes de lo que normalmente estaba obligado a pagarle a su padre.

Suspiró al sentir un gran alivio, como una gran laja de piedra que abandonaba su espalda…

Aunque el sentimiento de enfado que cargaba desde en la tarde no lo había abandonado del todo…

¿Por qué ese chico se había convertido en algo tan importante para él...?

Notas finales:

Y bueno, por eso el título el niño y el monstruo.

Muchas gracias por leerme y sus comentarios!!!!! Espero que halla sido de su agrado u.u

Si esto fuera una serie de anime, este capítulo marcaría el final de una temporada (introducción) podemos decir que ahora sí ahí viene lo bueno... :)


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