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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

Hola!! No esperaba verlos tan rápido jeje. Pero bueno, no puedo decirle que no a un par de lectores tan fieles! :3

 

Este capítulo originalmente iba a estar más largo, pero bueno, lo partí a la mitad como el anterior, pues si no jamás hubiera podido actualizar hoy, sino dentro de -con bastante suerte- dentro de dos semanas...

 

Muchisimas gracias por sus reviews!! Cada uno, por si solo es muy especial para mi. Gracias!!! :)

 

Ahora sí. Notas del capítulo:

Tiene insinuaciones de Gore, como el de muslitos de perro.

 

Sin más preambulo, los invito a leer...

Capítulo XVII: Fuera de lugar

 

 

-Quítate la ropa –Ordenó la autoritaria voz de un infante.

 

El helado viento invernal se colaba a través de las rendijas de la puerta, produciendo un chiflido escalofriante. Afuera, una violenta tempestad hacia serpentear los troncos de los árboles, azotando fuertemente con gruesas gotas que caían al tejadillo.

 

Sobre el piso de madera del taller de herramientas, cayó un abrigo, un pantalón y una sudadera, todas de una talla muy pequeña. Galen, quien tendría para aquellos entonces apenas cuatro años de edad, había quedado medio desnudo, solamente arropado por su camisetita blanca interior y sus trusas.

 

-Tengo frío… ¿Y si mejor jugamos otra cosa? …

 

Su piel había palidecido por la temperatura, y estaba erizada, como sus dos pequeños pezones, notorios, como dos puntitos, a través de la delgada tela.

 

-¿Ves? Y luego te quejas de que nunca juego contigo-Le reprochó su hermano, un niño un poco mayor, sacando unas tijeras de una pequeña caja metálica, que había hurtado de su padre ya hacía tiempo –Aguántate, ¿Si? Además, acuérdate que no le dije a mi mamá que te volviste a hacer pipí en la cama, cochino… Yo nada más te digo que si te rajas, le voy a decir a mi mamá que te ponga un pañal. Y me va a hacer caso, porque a mí me quiere mucho más que a ti.

 

-¡No, por favor! ¡¡No quiero!!-Alzó la voz el más chico, consternado.

 

-Entonces hazme caso y súbete a la mesa.

 

El menor asintió con rapidez, trepando a la mesa de trabajo de su padre, utilizando unos botes de pintura como escalones. No se sentía a gusto con el juego secreto de Aarón, aunque prefería eso a que su mamá lo hiciera ir a la escuela usando pañal…

 

-Hermano… -Llamó una vez estuvo sentado en el borde, columpiando ansioso las piernas, que le quedaban colgando-¿Me prometes que si me vas a poder poner los ojos después?

 

Para el pequeño Galen sólo era un juego, aunque para Aarón las cosas resultaban ser un poco diferentes. Para Aarón era un experimento…

El castaño solía jugar solo la mayor parte del tiempo, aunque nadie realmente se había ocupado mucho en averiguar qué clase de juegos inventaba el niño para pasar el tiempo.

 

Nunca hubo un momento clave en el que Aarón tuviera una influencia maligna u algo parecido, sin embargo, por alguna razón u otra, jamás se vio afectado por el dolor o los sentimientos de los demás.

 

Y lo que empezó con actos simples, como quitarles las patas a los saltamontes y las alas a las moscas, se tornó cada vez en hechos más grotescos y perturbadores.

 

Le llegó a producir una sensación placentera reventarles los ojos a los ratones con una ajuga de coser y hacer vivisecciones a animales pequeños con un exacto. Aunque los perros eran, por mucho, su sujeto de pruebas favorito. Adoraba los gemidos de dolor que proferían cada vez que los pinchaba con el picahielos… Y ni hablar de su última obra de arte, “Freddy” el perrito chihuahua de la vecina, al que había secuestrado utilizando un pedazo de jamón como carnada, y al cual, después de una extenuante labor, logró sacarle los ojos, poniéndolos frente al cuerpo, para que, de ese modo pudiese “ver desde otro ángulo” la manera en que lo privaba de la existencia.

 

No obstante, pese a la satisfacción obtenida con “Freddy”, no pudo evitar sospechar que los ojos de este ya no podían vislumbrar nada luego de que los hubo extraído de su cuerpo… Las corneas se habían puesto tan opacas y resecas… Obviamente no podía preguntarle a “Freddy” si podía seguir viendo… Necesitaba un ser vivo con el que pudiera comunicarse de alguna manera, pero también que fuera estúpido para dejarse hacer lo que pretendía.

 

Por suerte, conocía al conejillo de indias perfecto. Su pequeño hermano, el “precioso niño güerito de ojos azules” a quien todo mundo le prestaba demasiada atención… No había nadie mejor para el trabajo: lo odiaba, podía hablar y era bastante estúpido. Era tan estúpido que sólo tuvo que decirle que quería tomar sus ojos prestados por un momento, para saber lo que se sentía tener ojos azules, y accedió.

Y sobre todo, era tan estúpido que pensaba que él jamás se atrevería a lastimarlo….

     

-Te lo prometo, ya he hecho esto –Dijo el niño, tomando algunos mechones del cabello rubio de su hermano, prosiguiendo a cortarlos con las tijeras.

 

-¿A quién se lo has hecho?

 

-Al perro de la vecina. Y salió muy bien.

 

-Pero… -Murmuró Galen mirando algunas hebras de cabello caer sobre su regazo –“Freddy” ya lleva un tiempo perdido…

 

-Oh, cierto… -Aarón alzó los hombros, mientras se colocaba al cuello un estetoscopio y en las manos un par de guantes de látex, los cuales le quedaban algo grandes, pues seguramente los había conseguido husmeando entre las cosas de su madre –Tal vez le puse los ojos al revés, y se perdió.

 

-A mi pónmelos bien, por favor…

 

-Sí, sí. No te preocupes. Acuéstate.

 

El más chico obedeció con una fe ciega, extendiendo su cuerpo menudo sobre la superficie de la mesa.

Su pecho subía y bajaba con nerviosismo, Aarón se había puesto un cubrebocas, y colocó sin previo aviso el helado diafragma del estetoscopio a la altura de su corazón, aunque era imposible que escuchara algo ya que ni siquiera se había posicionado las olivas en los oídos.

 

-Tit… tit…. tit… -El niño en el papel de médico intentó imitar el sonido que haría un monitor de signos vitales registrando los latidos del corazón, al tiempo que lo cubría con una de las blancas sabanas secas, que habían lavado a escondidas, solamente dejando al descubierto sus hermosos ojos.

 

Muy concentrado en su labor, Aarón encendió la lámpara de escritorio sobre la mesa, dirigiendo su intensa luz hacia la cara del “paciente”, a modo de las que se encuentran en los quirófanos. Y sin dejar de imitar el sonido mecánico del monitor, prosiguió a sacar de la caja: varios tipos de pinzas pequeñas, cánulas para disección, tijeritas y un bisturí, los cuales acomodó en la mesa, a un lado de la cabeza de su hermanito.   

 

El pequeño volteó a mirar los instrumentos, tragando saliva. Su corazón se aceleró, empezando a latir mucho más rápido del ritmo que marcaba el otro. Y sus pupilas se contrajeron, encandiladas por la exposición a la luz, reflejando la silueta de su hermano, quien lucía ansioso por comenzar con el procedimiento.

 

-¡¡NO!!-Apretó sus ojos con fuerza al ver que el “doctor” tomó una alargada cánula puntiaguda, que acercó a su rostro sin titubear.

 

-Pss, pss, ps-Aarón pretendió tranquilizarlo utilizando el mismo sonido que hacía su madre para arrullarlo –Ya, ya, no grites. Confía en mí, no te va a doler, voy a usar anestesia, ¿ok? –Le dijo, acariciándole el pómulo suavemente.

 

Cuando Galen volvió a abrir los ojos, se encontró con la mirada marrón estoica de Aarón, quien sostenía sobre su coronilla un pesado bote de pintura, con el que, sin importarle el horrorizado rostro del niño, le propinó -con toda la fuerza que pudo- un golpe en la cabeza.

 

Quizás a Aarón, siendo un niño, se le hizo lógico pensar que -como salía en las caricaturas- un buen golpe en la cabeza podía fácilmente reemplazar a la anestesia general, pero se equivocó.

El impacto fue seguido por un agudo grito de dolor, y un chorro de sangre que brotó de la frente del más pequeño, en la línea donde le empezaba a nacer el cabello.

El rostro de Galen se empapaba de sangre a medida que lloraba con todo lo que sus pulmones le permitían. Trataba de incorporarse, pero le dolía tanto la cabeza…

 

Aarón por su parte, miró la escena con un poco de nerviosismo, y sosteniendo aún la lata de pintura entre sus manos pequeñas, se preparó para darle un golpe más… O dos… Los que fueran necesarios para dejarlo inconsciente… Ya no había marcha atrás…

 

Se acercó nuevamente a su hermanito -que tenía los ojos cerrados por el dolor y el llanto, asiéndose la zona del golpe con ambas manos- y entonces, mientras analizaba la mejor manera de abordarlo para golpearlo otra vez…

 

Reparó en unos pasos apresurados que venían desde el pasillo de servicio. Poco después, la puerta se abrió, dejando a entrar a Eleonora, la ama de llaves, quien de inmediato se dirigió al pequeño niño sangrante, al tiempo que Aarón escondía su “equipo de cirugías”.

 

-¿Pero qué pasó aquí? –Preguntó ella muy asustada, mirando al hermano mayor, quien fingiendo excelentemente una expresión angustiosa, movió su cabeza de lado a lado, desesperadamente.

 

-Se cayó… Estábamos jugando…

 

La sirvienta estaba demasiado preocupada por el niñito y no se concentró en las explicaciones. Su trabajo estaba en juego, los papás de los niños salieron esa tarde, por lo que seguramente la harían responsable de no vigilar bien a sus hijos. Con esto en mente, sólo cargó al pequeño, caminando carrereada hacia al interior de la casa.

 

Abrazado del perfumado cuello de Eleonora, Galen miró a su hermano, que permaneció un momento más adentro del taller, como una figura que cada vez se alejaba más… Quieto, viéndolo con un par de ojos vacíos, a la vez que sonreía…

 

Y entonces, sus facciones infantiles se desfiguraron por el resplandor de un relámpago cercano, que le otorgó por un instante… la cara del diablo…

 

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Eran aproximadamente las cinco de la madrugada, cuando Galen despertó sobre uno de los sillones de la sala, completamente empapado de sudor frío.

 

Apenas abrió los ojos, fue asaltado por una intensa sensación nauseosa, que lo obligó a levantarse para salir corriendo en dirección al baño.

Elevó la tapa del inodoro con urgencia, vomitando dentro de éste todo lo que había cenado…

 

Esos tacos que comió junto a Melissa le cayeron terriblemente mal, tanto que por más de veinte minutos permaneció frente a la taza, arrodillado en una posición fetal, víctima de arqueos que, de vez en cuando, lo hacían devolver de nuevo.

Además de los vómitos, tenía un dolor insoportable en el estómago y peor aún en los intestinos… Su abdomen se había distendido demasiado, y fuertes cólicos lo aquejaban.

 

Difícilmente se logró incorporar del frío piso, para enjuagarse la boca. Abrumado por la horrible percepción de tener cubierto su campo visual de puntillos de colores, asiéndose de las paredes para evitar perder el equilibro.

 

Horas más tarde, el pobre chico a duras penas podía ponerse de pie. Su piel palidecida, que incluía sus labios resecos y contorno de ojos, contrastaba nefastamente con un par de ojeras obscuras y profundas bajo sus ojos cansados.

Tenía ya la garganta enrojecida por el ácido estomacal, estaba muy deshidratado, y lo peor era que apenas tomar un poco de agua le provocaba el vómito.

 

Con todo esto a cuestas, por supuesto le fue imposible asistir a la escuela. Y su mamá, quien primero que nada lo reprendió por comer “cochinadas” en la calle, lamentó mucho no poder cuidarlo durante el día debido a su trabajo. Sólo le quedó conformarse inyectándole un antiemético, con el afán de que al menos pudiera tomar suero sin devolverlo, pidiéndole a su tía, antes de irse, comprarle un antibiótico, cuyo nombre y dosis le dejó anotado en un papel junto a un poco de dinero.

 

-

 

Todo el resto de la mañana y parte de la tarde, el muchacho intentó guardar reposo acostado sobre su cama; aunque le fue muy difícil conciliar el sueño, pues, instantáneamente después de cerrar los parpados, su cerebro se encargaba de proyectarle desesperantes sueños bizarros producto de la alta fiebre que sufría.

 

En uno de estos sueños, Galen, siendo un niño, jugaba feliz, junto con una vasta camada de gatitos bebés, arriba de un hermoso y fresco pasto que crecía, cual terciopelo verde, en medio de un jardín floreado. Sin embargo, la atmosfera del sueño cambió radicalmente a una mucho más turbia en el momento en que su hermano apareció y comenzó a pisar a los indefensos animales, desperdigando sus tiernas entrañas con tal brutalidad que le hizo despertar sobresaltado.

 

En otro, él se hallaba parcialmente desnudo en un patio sucio, frente a un viejo fregadero de concreto erosionado, lavando unas sábanas que supuestamente había orinado, mientras que Rommel y su hermano platicaban entre ellos, mirándolo de vez en cuando, sólo para burlarse de su desgracia.

 

El rostro de Rommel mirándolo con desprecio fue la última imagen que plasmó su mente antes de salir de la inconsciencia, al haber sido cortada por un fuerte timbrazo que resonó muy cerca de su oído.

 

Agradeció mentalmente que la secuencia de pesadillas fuera interrumpida por el teléfono, extendiendo su brazo hacia el buró, a donde el aparato, sin siquiera levantar su cabeza de la almohada, tentaleando débilmente la superficie del mueble exasperadamente, hasta alcanzarlo.

 

-¿Bueno? –Contestó con una voz cansada, sin idea de lo que le esperaba.

 

-¡¿Dónde estás?! ¡¿Estabas dormido, verdad?! ¡¿Sabes qué hora es?! ¡¡Me tienes aquí como una estúpida afuera de la zapatería esperando a que llegues!!

 

-Melissa… -Trató de tranquilizarla, alejando ligeramente la bocina de su oreja para evitarse una lesión timpánica -… Pensé que no querías volver a verme…

-¡Vaya! ¡Pues qué fácil para ti! ¡Me enojé contigo y tú como si nada! ¡Se nota cuánto te importo!

-Melissa... –Él se asió fuertemente el vientre a la vez que intentaba incorporarse de la cama, mirando después su reloj que ya marcaba las diez para las cinco.

-¡Ayer todavía estaba esperando que me llamaras para disculparte y nada!

-… ¿Disculparme? –Galen todavía no acababa de entender la razón de su enojo… Y por lo que suponía, era inútil intentarlo en su actual estado, considerando que no había podido hacerlo el día anterior que sí estaba en sus cinco sentidos.

-Claro, disculparte –Bufó la chica del otro lado de la línea –Hablamos más al rato. Aquí te voy a estar esperando, ¿sí? Apúrate, y que no se te olvide el dinero de los zapatos.

-Oye espera, ¿Qué dinero? –Logró decirle antes de que ella cortara la llamada –… No creo poder ir, la verdad es que no me siento bien, me duele mucho el estómago, vomité mucho en la mañana y tengo fiebre… Pero ¿Tú estás bien? ¿No te enfermaste con los tacos?

-¡Claro que no! ¡Es por eso no te creo! ¡¡O sea, qué casualidad que cuando me tienes que dar el abono de los zapatos que me compraste te enfermas!!

-… No… espera… No estoy mintiendo… Además, ¿no se supone que sólo eran quinientos pesos?

-¡¡Sí!! ¡¡Quinientos a la semana!! ¡¿Lo entiendes?!-Lo corrigió groseramente Melissa –¡¡¡O sea, ya los mandé pedir!!! ¡¡¡Si te ibas a echar para atrás me hubieras dicho antes!!! ¡¿¡Qué te pasa!?!

-… Perdóname… Te lo puedo dar mañana… o si quieres tú ven…

-¡¡¿Qué?!! ¡¡O sea!! ¡¡¡Tiene que ser hoy!!! ¡¿Cómo esperas que te perdone así?! ¡¡Si de verdad me quisieras como dices, vendrías aquí con todo y que según esto estas “enfermo”!!

-… Mi vida… es que… de verdad no me siento bien…

-¡¡Okay!! ¡¡No, muy bien!! ¡¡Pues para saber que no puedo contar contigo!! ¡¡Pero nada más te digo que hay muchos chavos que están detrás de mí y con los que no he andado porque estoy contigo, pero ya me estoy cansando!!! ¡¡¡Nos vemos!!! –Gritó encorajinada, a punto de cortar la llamada.

-¡No, espera!-La detuvo-… Ahorita voy… Sólo espérame quince minutos… ¿ok?

-¡Jhm! ¡Pues a ver si es cierto, aquí te voy a estar esperando! ¡¡No te tardes!!-Y seguidamente de haberle dicho esto, colgó.

 

Sin saber que más hacer, Galen dejó el celular sobre el buró nuevamente y descobijó por completo el colchón de su cama, dejando al descubierto un casi imperceptible agujero. Se apresuró a meter la mano, buscando empeñosamente hasta dar con un fajo de billetes, que representaba lo último que le quedaba ya de su beca, o al menos hasta los próximos tres meses siguientes.

 

Cerró el puño, aferrándose al dinero aprehensivamente  y, apretando los ojos, dijo en voz baja: -Perdóname mamá.

Se sentía mal por preferir entregarle el dinero a su novia, en vez de a su madre, y también por haber dejado caer en saco roto sus consejos, pero peor lo hacía sentir pensar que Melissa lo terminaría. ¡Qué razón tuvo en aquel momento ese viejo dicho que dice: “jalan más un par de tetas que un par carretas”!

 

Y Melissa era más que un par de tetas, ella era la chica más sensual que había conocido en la vida. Gracias a ella, pudo dejar a sus “amigos” de la escuela, quizá por vez primera, con la boca abierta, llenos de envidia al saber que era novio de esa “mamacita”. Lo recordaba bien, había sido dos días después de que se le declaró; ella fue a su escuela sólo para sacarlo de clases, pues tenía demasiadas ganas de coger y de unos zapatos Gucci -tal vez en realidad un poco más de estos últimos-, justamente los mismos carísimos zapatos que todavía ahora lo seguían desfalcando.

 

Pesadamente se despojó de su pijama, vistiéndose con lo que se hallaba más a la mano, una camiseta verde percudida y un pantalón de mezclilla cualquiera. Guardó su celular en el bolsillo, y recuperándose de un fuerte cólico que acababa de cesar, se dirigió hacia la puerta débilmente.

 

Tomó un respiro al abrirla, preparándose para recibir de lleno los ardientes y cegadores rayos del sol. Sorprendiéndole bastamente el haber descubierto tras de ésta a Rommel, quien, con los nudillos desplegados, se disponía a tocar la puerta.

 

-Am… Hola… Normalmente esperan a que toque antes de que me abran…

 

-Ah, hola… no pensé que fueras a venir –Galen lució un poco desconcertado.

 

-¿Por?

 

-Porque… Bueno… ayer se veía que estabas bastante enojado conmigo… -Respondió desanimado, desviando la vista hacia el suelo.

 

-Achís-Rommel frunció un poco el entrecejo, como si no pudiera entender a qué se refería, hasta que pareció caer en cuenta-Ahhhhh…  no, no güey. No estaba enojado contigo. Estaba enojado con el otro vato, el que me habló cuando estábamos allá… Digo, pss si yo mismo te dije que no tenías manera de saber que Melissa y yo anduvimos…

 

-Oh… bueno-Tal vez utilizó un tono algo seco, pero ya de por sí era un completo milagro que pudiera mantenerse en pie.

 

-Y qué pedo güey  ¿ibas a salir?

 

-Sí… -Murmuró, recargando levemente su cuerpo sobre el marco de la entrada, víctima de la presión arterial baja y fiebre ondulatoria, características de la enfermedad –Iba a ir con Melissa...

 

-Ahhh… Órale-Respondió Rommel no muy efusivo –Aunque… como que te ves algo jodido, ¿no?

 

El otro se obligó a esbozar una media sonrisa por el comentario, y agachando sutilmente la cabeza, soltó un suspiro casi involuntario.

 

-No sólo me veo… -Habló con una voz cansada-Me duele mucho el estómago, desde la madrugada…

 

-Mmm… Qué mal, y ¿por qué mejor no le dices que la ves otro día? porque pss si no te sientes bien…  

 

-Es que... sí debo ir, porque tengo que darle el dinero de unos zapatos que le regalé… Y a fuerza tiene que ser hoy -Argumentó, deseando que las cosas con Melissa fueran tan fáciles como Rommel las planteaba.

-Anda güey… ¿Y es mucho dinero? Porque igual y que lo pague ella hoy y mañana se lo repones… -De nuevo, el trigueño intentó brindarle una solución.

-Pues son quinientos pesos… -Contestó, provocando consecutivamente que se formara una mueca desencajada en el rostro de su amigo, quien sin ningún tipo de reparo, rápidamente exclamó:

-¡Ah cabrón! no mames güey, están bien caros.

-Sí… y son quinientos cada semana… -Torció la boca.

-¡¿Ah?! Oye no chingues ¿Pss qué hacen? ¿Con esos vuelas o qué?

Galen estaba por responderle algo, pero en vez de eso, cerró los ojos repentinamente, tensando los músculos de su cuello. De un momento a otro, había sido atacado por un terrible dolor punzante, que lo atravesaba de extremo a extremo, como una profunda daga que se le enterraba en el abdomen. Era tan intensa aquella sensación, que lo hizo doblarse a la mitad, abrazándose instintivamente. 

 

-¿Güey?-Lo llamó su amigo, aproximándose a él para mirarlo fijamente -¿Qué tienes?

 

La frente del rubio jovencito estaba cubierta por una fina capa de sudor cristalino, como el rocío matutino que cae sobre las flores del desierto. La piel de sus mejillas daba la impresión de estar inyectada de sangre, e inclusive, sus bonitos ojos azules lucían menos brillantes que de costumbre… 

 

-… No… No nada-Dijo Galen con dificultad, lidiando con el dolor y las fuertes, pero a la vez lentas palpitaciones de su corazón, que le causaban cierto embotamiento de cabeza.

 

Ni siquiera notó en qué momento Rommel se las arregló para pasar uno de sus brazos alrededor de su cuello, ayudándolo a mantenerse en pie. Su debilidad creciente sólo le permitió percatarse de un tacto fresco y gentil que se posó sobre su frente, abandonándolo tan pronto como llegó.

 

-Estás ardiendo… -Escuchó un poco lejana la voz del chico junto a él.

 

-… No… No es nada… Ya me tengo que ir, le dije a Melissa que llegaría en quince minutos…

 

-Pero no puedes ir así, estás de la verga. Llámale y dile que no puedes ir –La voz de Rommel se tornó seria y autoritaria.

 

-… No… Melissa necesita el dinero ya…

 

-No te voy a dejar ir, güey –Declaró su amigo, comenzando a conducirlo hacia el interior de la casa, pese a que Galen oponía un poco de resistencia –Ella tiene que entender que no siempre se puede.

 

-… Rommel… Por favor… No te pongas en ese plan… Si no le llevo el dinero… Ella me va a terminar… -Insistió débilmente, dejándose llevar por el otro, de camino hacia la sala.

 

-No, no mames güey. Ni siquiera puedes estar parado.

 

-¿Qué? –Galen lo miró confuso, notando que Rommel lo acababa de soltar, extendiendo la palma de su mano sobre su frente, antes de darle un ligero empujoncito.

 

Para su asombro, sólo eso le bastó para perder el equilibrio y caer sentado sobre el sillón tras de él. No quería admitirlo pero Rommel tenía razón, si ni siquiera podía mantenerse erguido, cómo esperaba llegar caminando hasta la zapatería, con el sol inclemente cocinándole lentamente la cabeza a cada paso.

 

Aun así insistió, luchando contra la astenia al tratar de levantarse, pero volviendo a ser empujado hacia atrás por su amigo.

 

-Rommel…

 

Melissa jamás lo perdonaría si la dejaba plantada, debía ir… ¡Debía ir!…

 

Su sentido lógico e inteligente intentaba salir a la luz, gritándole, en medio de un caos de ideas y sentimientos, que se abstuviera de tanto esfuerzo por una mujer que, hasta donde él sabía, tal vez incluso lo engañaba con su hermano…

Sin embargo, la otra gran parte de su ser, tenía la pequeña esperanza de que el comportamiento frío de su novia fuera algo pasajero, algo que -con suerte- ella dejaría de hacer si veía que él no era como todos los demás. Que podía hacer cualquier cosa por ella. Que él era ese caballero de brillante armadura que ella había descrito aquella tarde en “Via Lattea”, aquel con quien caminaría por la playa, dejando sus huellas en la arena… Ese quien no la haría llorar por nada del mundo y que la trataría como una princesa, pese a que ya le hubiera entregado su virginidad a algún otro idiota que no la supo valorar… Y él estaba dispuesto a todo, si con eso ella volvía a ser aquella niña dulce de sonrisa preciosa, a quien no le importaba que él fuera torpe y tirara su café en la primera cita…

 

-… Rommel… Melissa no me va a perdonar… Déjame voy… por favor…-Bajó el perfil, dejando que unos cuantos cabellos ocultaran sus ojos, que comenzaban a cubrirse de lágrimas.

 

Ni siquiera quería ver hacia arriba y toparse inopinadamente con la mirada que claramente podía sentir de parte de Rommel.

 

-Ya… este… Mira, pues… -Lo escuchó intentar expresarle algo, soltando un suspiro calladamente, antes de proseguir; mientras que él combatía contra las lágrimas, que aparentaban querer revelarse ante su condición de hombre -… Si quieres deja yo le hablo a Melissa y le digo que estás enfermo.

 

-Es que yo ya le dije, y no me cree… Piensa que es una excusa para no llevarle el dinero…-No pudo suprimir a tiempo un sollozo que acompañó la mitad de sus palabras.

 

-Nah, préstame el celular, y pos si tanto quiere el dinero pss yo se lo llevo, no hay pedo.

 

Recién terminó la frase, Galen lo atisbó intensamente, tragando un poco de saliva, con lo que intentó reprimir otros sollozos, asintiendo como un niño.

 

-Sí… Gracias-Hubiera preferido haberle dicho algo más, pero su mente no estaba tan sagaz para pensar en algo mejor. Así que, sólo le entregó el celular y esperó a que él marcara.

 

Rommel sujetó el aparato, viendo la pantalla fijamente por unos instantes, pareciendo indeciso; luego, mirando a su amigo, que todavía tenía los ojos un poco llorosos, exhaló pesadamente comenzando a marcar el número de memoria.

 

No esperó mucho, antes de que una voz aguda y furiosa le contestara rudamente-: ¡¿Y ahora qué quieres?!

 

-Amm… Hola…-Obviamente Melissa no esperaba escuchar la voz ronca del chico, en vez de la de Galen, porque, cambiando drásticamente su tono, preguntó altanera:

 

-¿Quién eres?

 

-Rommel –Dijo sin mucho entusiasmo- Mira, antes de que digas cualquier cosa, sólo quería decirte que Galen no va a poder ir contigo, porque está muy enfermo.

 

-¿Ah sí? ¡Jhm! ¿Por qué no me sorprende? –Increpó irritada - ¿Tan cobarde es que no me puede ver a la cara para pedirme perdón?

 

-¿Ah? Mira, no sé de qué estás hablando. Sólo quería decirte eso y…

 

-Todavía estoy esperando que tú también me pidas una disculpa-Lo interrumpió Melissa bruscamente.

 

Él guardó silencio por un momento, rodando los ojos con cierto fastidio e intuyendo que ya era hora de terminar con la llamada. Aunque antes de hacerlo, atisbó de soslayo a Galen, quien de pronto palideció, llevándose ambas manos a la boca. Rommel sospechó que tenía nauseas, pero no estuvo seguro hasta que lo vio levantarse urgentemente, dirigiéndose a tropiezos rumbo al baño, una vez dentro del cual se encerró dando un sonoro portazo.

 

Obviamente su amigo había ido a vomitar. Realmente estaba muy enfermo y a Melissa ni siquiera parecía importarte en lo más mínimo. No había que ser muy listo para caer en cuenta que ella solamente le estaba sacando el dinero, y lo peor era que, aún en su deplorable condición, Galen continuaba preocupándose tanto por ella como por sus berrinches de niña caprichosa.

 

-Deja de jugar con él, te lo advierto-Le soltó, ignorando por completo lo último que ella dijo, utilizando una voz profunda y cargada de amenaza.

 

-¡Ay, por Dios! ¡No seas ridículo! Tú y yo sabemos perfectamente que sólo eres un mojigato y no tienes ningún poder para amenazarme. Además, si a alguien podemos echarle la culpa de que esté o no jugando con tu amiguito, es a ti. Porque si aquella noche no te hubieras comportado como todo un imbécil, ahorita estaríamos sólo tú y yo, sin nadie de por medio.

 

-¡Ah chinga! Estás pero si bien jodida si piensas que me voy a tragar que es mi culpa que seas una… -Se quedó con la palabra atorada en la garganta, recordando aquella promesa que le hizo a su madre antes de su muerte, de jamás faltarle el respeto a ninguna mujer.

 

-¡Vaya! ¿Qué ibas a decirme? O sea, sabía que tu cerebro no te daba para más, pero esto es patético –Melissa se jactó sarcásticamente-En fin, espero que ya te hayan informado que mi hermano declaró que la deuda que tienes con él no está saldada, y que quiere su dinero de vuelta cuando antes.

 

-Ah, sí. Ya me dijo ayer el Patitas. Sabía que algo tenías tú que ver... –Exhaló cansado-¿Te digo algo? Si esa es tu manera de que regrese contigo, no está funcionando.

 

-Velo de esta manera: Si vuelves yo gano, y si no, al menos ganaré la satisfacción de verte completamente arruinado…

 

-Muy bien. Ahora, si eso era todo, entonces ahí los vidrios –Refunfuñó bastante molesto, a punto de colgar.

 

-¡Espera! –Lo frenó ella, tomándose unos pocos segundos antes de decirle con una voz lastimera -… Te extraño…

 

Rommel arqueó una ceja y, sin molestarse en brindarle un comentario de despedida, lanzó un resoplido de fastidio y colgó, mascullando para sí mismo-: Pinches viejas…

Estaba completamente convencido de que de existir algún tipo de método para retroceder en el tiempo, habría viajado, si con eso pudiera cambiar el haberla conocido.

 

Ella no había hecho más que traerle más problemas a su, ya de por sí, difícil existencia. Y no cualquier tipo de problemas… Según el Mosca, desde luego “bien aconsejado” por su pequeña hermanita, Rommel era acreedor a una deuda con él, una deuda que le exigía pagarle en menos de un mes, más de cuatrocientos mil pesos en efectivo.

 

Tanto estrés lo estaba volviendo loco. Su mente era un absoluto desastre. No importaba para dónde viera o lo que hiciera, todas las salidas parecían estrecharse cada vez más, dejándolo atrapado y solo. Esos últimos días inclusive, contemplaba mucho la posibilidad de desertar de todo… Sencillamente dejar de pelear… Rendirse a los golpes y a las adversidades y… estar muerto…

 

-Galen… -Le llamó aun con el coraje escociéndole en la garganta, tocando unas pocas veces a la puerta tras la cual estaba -¿Estás bien?

 

-… S-sí… y-ya salgo-Apenas se escuchó desde adentro su voz entrecortada y ligeramente enronquecida.

 

-¿Puedes caminar?

 

-Sí… S-sí puedo n-no te preocupes… -Contestó, simultáneamente a que abría la puerta, permitiendo ver su aún más pálida figura y rostro demacrado.

 

Sin pensarlo mucho, Rommel pasó de nuevo uno de los brazos del muchacho alrededor de su cuello, para ayudarlo a iniciar la marcha hacia el sillón.

 

-… Rommel… -Murmuró débilmente, dejándose caer sentado sobre el mueble -¿Ya comiste?

 

El antedicho, que hasta ese momento sólo había mantenido una expresión seria, formó en sus labios una delgada sonrisa casi inexistente, contestándole lo más amable que pudo -: Sí güey, gracias.

 

Le parecía que Galen en ocasiones se pasaba de buena persona. Siempre pensando en los demás antes de en sí mismo. Era demasiado comprensivo y amable, no cabía duda de por qué le había tomado tanto afecto. Él era una de las contadas personas que lo trataban con cariño y respeto, sin mencionar que era con la única con la que se sentía cómodo.

 

Precisamente por eso, lo enfurecía tanto saber que Melissa solamente lo estaba utilizando, aprovechándose de sus nobles sentimientos.

No olvidaba aquella noche. Luego de la última buena paliza que le propinó su padre y de que él se hubo ido de casa del Mosca, Melissa lo alcanzó corriendo, suplicándole su perdón. Según ella, tenía más claro que nunca que jamás debieron de haberse separado, pues se había dado cuenta de que él “era el amor de su vida”. Pero cuando él se negó rotundamente a regresar, alejándose de ella, Melissa sólo dejó atrás sus lágrimas, gritándole encolerizada: “¡¡Te juro que te vas a arrepentir!! ¡¡Nadie me da a mí un ‘no’ por respuesta!!”

 

-Toma-Dijo Galen, trayéndolo de vuelta al presente; estirando su brazo para entregarle el dinero –Llévate las llaves, mira, están sobre ese mueble… -Señaló con la cabeza.

 

-Ok, ahorita vengo pues-Respondió Rommel recibiendo el dinero, encaminándose después por el llavero.

 

Melissa no se merecía ese dinero, de aquello estuvo cien por ciento seguro el trigueño. Habría deseado hacer cambiar a su amigo de opinión… Pero sabía que no podía competir contra esas curvas o ese par de tetas…

 

Le echó un vistazo al rubio mientras cruzaba la puerta, notando la manera en la que éste lo contemplaba esperanzado, y entonces se fue.

 

Era la primera vez que Galen le había confiado a alguien tanto dinero y las llaves de su casa. No obstante, eso no lo hizo sentir intranquilo, al contrario, Rommel le quitó un gran peso de los hombros.

 

Aunque por otro lado -nada que ver con Rommel- le parecía que su tita ya se había tardado mucho en la farmacia del seguro. Tenía entendido que allí siempre se hacían largas filas, pero eso ya estaba rayando en lo excesivo…

 

-“¡Genial! Todo mi día hecho mierda por culpa de unos tacos cocinados en manteca rancia”-Pensó frustrado, abrazando uno de los cojines de la sala en su estómago, al tiempo que se medio recostaba sobre el asiento, en escuadra, conservando sus pies en el piso y recargando la cabeza en el descansabrazos.

 

Acababa de ponerse -relativamente- a gusto, cuando el sonido del cerrojo de la entrada le hizo girar la cabeza rápidamente hacia esa dirección. Infirió que se trataba de su tía, pero le sorprendió ver a Rommel entrar nuevamente. Ni siquiera habían pasado cinco minutos de que se fue…

 

-Hola, ya volví… –Dijo éste en un volumen bajo, contemplando su rostro asombrado.

 

-Regresaste muy rápido-Murmuró él, haciendo una mueca al incorporar su tronco lánguidamente, hasta quedar sentado de nuevo.

 

-Bueno, sí…-Rommel rodó su vista por el piso, quizá un poco nervioso-Es que no fui con Melissa…

 

Eso era evidente, pero quería saber -¿Por qué?

 

-Um… No sé… No podía dejarte aquí solo… -Fue lo único que le dio en respuesta, poniendo una expresión extraña.

 

Más extraña aún era su actitud nerviosa. Quizá era algo contagioso pues él también comenzó a sentirse de ese modo.

Agradecía infinitamente la preocupación de Rommel, especialmente porque era la primera vez que se portaba tan atento, pero necesitaba hacerle llegar el dinero a su novia… Si era que deseaba continuar llamándola de esa manera.

 

-Estoy bien… Pero Melissa…

 

-… Güey-Lo cortó apagadamente el trigueño, torciendo levemente la boca, como si estuviera por hacer algo que no le agradaba. Además de que sus ojos revelaban cierta aflicción –Mira… Melissa… Em… Ella no… Rayos, creo que tienes que saberlo…

 

Galen contrajo los labios, temiendo saber lo que Rommel diría; era algo que él ya suponía, algo bastante obvio en verdad y que, sin embargo, no creía estar preparado para escuchar en voz alta.

 

-Melissa sólo te está usando… Ella no te quiere… -Terminó. Igual de sincero que siempre... Como si la verdad no doliera… Como si sus palabras no le hubieran caído como una bomba…

 

El ambiente se enfrió por un momento. El rubio posó su mirada sobre los roídos tenis negros del otro. Sentía que el alma se le había hecho girones… ¿Por qué era tan difícil escuchar la verdad?...

   

-… Lo sé... –Respondió al cabo de un rato, con los ojos enrojecidos e impregnados de lágrimas –Sé que no me quiere, Rommel… Ya lo sé... Si no le comprara nada ella me cambiaría en un dos por tres…

 

-… ¿Entonces por qué…?

 

-Porque me siento muy solo-Lo interrumpió, lanzando las palabras tal cual las enviaba su cerebro, sin ningún tipo de filtro. Las lágrimas cayeron por sus mejillas, y ocultó su rostro entre sus manos, soltando fuertes sollozos –Estoy solo... Me duele mucho porque no tengo a nadie… ¡Creo que jamás superé lo de mi papá!

 

Tenía que admitirlo, no se trataba de Melissa… Todo el tiempo había sido su padre… Tapar ese hueco que él dejó al irse….

De alguna manera tenía sentido para él… En su pecho se abría un gran vacío… Era mucho más fácil tener a Melissa a su lado, que tener a su padre nuevamente. Y jamás había indagado en eso, porque jamás quiso enfrentarlo… ¿Pero enfrentar qué? ¿Que su papá le mintió todo el tiempo? Que le mintió cuando encontraba en él apoyo que nadie más le daba, porque su hermano se había encargado de que todos en la escuela conocieran que él, Galen, un niño de nueve años todavía mojaba la cama, por culpa de las malditas pesadillas…

 

-Galen…

 

-¿P-por qué me dejó? Siem-pre me decía que… él me que-ría-Su voz se quebraba a medida que sucumbía ante el llanto… No podía más… Dos años fingiendo estar bien. El vaso había estado a punto de desbordarse varias veces –¡Me dejó so-lo! ¡Lo ex-traño mu-cho! ¡Lo extra-ño muucho!

 

Y había explotado… Justo delante de él… Seguro pensaba que era un marica… Una niñita… ¿Se burlaría como los niños de su escuela? ¡Qué más daba! Ya no había retorno. No podía contener las lágrimas, ni los sollozos, que le hacían subir y bajar los hombros acongojadamente. Sentía que se ahogaba en su propio dolor…

 

-Ya, ya. No llores…-Escuchó la voz de su amigo susurrándole muy cerca de su oído, a la vez que la calidez de sus brazos lo envolvían, reconfortantes –Cálmate…

 

Abrazó firmemente cuerpo de Rommel, quien se había sentado a su lado. Posó su rostro en el filo de su clavícula izquierda, aspirando el olor que emanaba de su ropa… El olor de la tierra mojada que desde siempre lo había cautivado. Los rítmicos latidos de su corazón...

 

-… Lo… siento…-Gimió agotado-… Yo… a veces me gustaría… morirme, no sé…

 

-Cállate –La palabra hizo eco dentro del pecho al cual se aferraba.

 

-… Ni si-quiera amigos tengo… N-no estarían con-migo ni aun-que les pagara… Soy… M-mi hermano tiene razón… Soy… Soy patético.

 

Habiendo oído esto, inesperadamente Rommel deshizo el abrazo, separándolo de su cuerpo y lanzándole una expresión ofendida.

 

-… Deja de decir que estás solo, ¿quieres?-Giró su rostro para esconder su mirada de reproche-… Como si yo no existiera o fuera nada para ti…

 

-No –Corrigió inmediatamente –No pienses eso… Tú… Eres… Eres como que todo…

 

-Pero piensas que también te estoy usando, ¿verdad?

 

-… No lo sé… -Se encogió de hombros -… ¿Cómo podría saberlo?

 

-Ni idea-Rommel se incorporó rápidamente, dándole la espalda, visiblemente incomodado por su respuesta tan sincera.

 

Él también se puso de pie. Detestaba su manera de evadirlo. Estaba harto de la incertidumbre. Necesitaba saber… Si él era el único que se sentía así…

 

-¿Me quieres?

 

-¿Qué? –Su amigo volteó a encararlo con una mirada contrariada –Es bastante obvio que sí… -Musitó, apenas con un hilillo de voz.

 

-Demuéstramelo –Galen susurró convencido. Y volvió a aproximar su cuerpo al del otro, acortando un poco la distancia entre sus rostros.

 

-¿Cómo?

 

-… Dame un beso –Pidió casi en secreto. Encontrándose con la mirada muy abierta del chico junto a él, cuyos pómulos habían adquirido un furioso tono carmín.

 

-¡¿Qué?!

 

Notas finales:

Estoy nerviosa, muy nerviosa realmente, de saber sus opiniones. La historia ha dado un cambio drástico y necesito conocer su sentir!!! :O


Espero, sinceramente, no decepcionarl@s :S

Gracias! :D

 

 


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