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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

¡Hola!

¿Qué tal las fiestas?

Bueno, yo excelentemente bien. Aunque lo malo es que ya voy a entrar de vacaciones y bueno, ustedes saben... Tengo que concentrarme en mis estudios. Necesito titularme por promedio así que eso exige mi atención. Por lo que creo a partir de ahora quizá tardaré un poco más en actualizar (O_O Másss????? ...... u_u sí... más), ¡rayos!.

Bueno, pero no se preocupen. Siempre se puede sacar un poco de tiempo para todo, y más si me siento animada...

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Hablando de cosas menos tristes...

Muchas gracias por sus reviews!! sé que la actualización la subí un día dificil, por eso dobles gracias a quienes comentaron!

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Algunas palabras traen números, los aclararé en las notas finales

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Otra cosa es que no sé, me dieron ganas de agregar al principio algo de los personajes principales. Como sus fechas de cumpleaños, signos zodiacales, No sé que les parezca?

 

 

Capítulo XIX: De cucarachas y cosas peores.

 

«¡¿Pero qué me pasa?!—se reprochó Galen por enésima vez en el día, al haberse sorprendido a sí mismo olfateándose la axila para asegurarse de no oler mal—¡¿Por qué estoy tan nervioso de verlo?! ¡Ni que fuera la chava que me gusta!»

 

A unos pasos de la cocina, intentó convencerse de lo pésima que era la idea de enamorarse de un hombre, especialmente si este se trataba de su mejor amigo. Un chico que comía con los dedos mientras no lo mirabas; cuyo cabello se notaba jamás había tenido el gusto de conocer un peine; que diario traía sus tenis negros, sucios y agujereados dejando ver sus calcetas raídas, además de que llevaba siempre la misma vieja ropa empolvada, y lo que era peor, que quizá no se cambiaba nunca de ropa interior… ¿Y él se estaba enamorando de eso?

 

Sí, viéndolo de esa manera Rommel no sonaba ya tan atractivo.

 

«¿Ves? Sabía que sólo era una estupidez pasajera», sonrió alentado para sus adentros. 

 

Por desgracia esta sensación de alivio no estaba destinada a llegar para quedarse. No al menos después de que entrara a la cocina encontrándose a Rommel con la mirada.

 

Éste sólo estaba ahí sentado a la mesa, frente a su madre, platicando con ella. Aunque, había algo en él, algo diferente, pero que lo hacía ver muy bien. Traía puesta una camisa a cuadros azul marino de manga corta que resaltaba encantadoramente sus hombros anchos, además de que su cabello lucía limpio y recién cortado en un estilo algo exótico y moderno.

 

El corazón de Galen comenzó a acelerarse, la sangre le pigmentó las mejillas rápidamente y tuvo una sensación de revoloteo en el estómago. 

 

—Qué onda—Lo saludó Rommel al verlo—. Te tardaste un buen, ya hasta estaba pensando que te habías ido por el caño.

 

—Qué onda—respondió soltando una risilla nerviosa. Y, luego de saludar de beso a su madre y tita, se sentó junto a él.

 

—¿Cómo estás hoy, hijo? ¿Si te sentiste mejor con las medicinas? —Le preguntó su mamá— ¿Crees poder comer algo?

 

—Sí.

 

—Que bien, porque te preparé un caldo de pollo—Sonrió—. Espero que con esto que te sucedió ya hayas aprendido tu lección de no comer porquerías en la calle.

 

Él no dijo nada, sólo asintió resignado. El caldo de pollo de su mamá no se caracterizaba por ser especialmente sabroso, pero sabía que ella lo había hecho con amor —y cubitos de pollo, seguramente— por lo que se sintió agradecido.

 

Bendita fuera su madre, pensó por un momento, al mirarla ponerse de pie para ayudarte a su tía a servir la comida. Era la primera vez en mucho tiempo que la veía llevar ropa normal y el cabello suelto.

 

—¿Y en qué estás trabajando, Rommel? —preguntó casualmente su tita.

 

—Bueno, pos un trabajo, lo que se dice trabajo así como tal pss no tengo, ¿‘eda?. Es más bien que me pongo a hacer lo que me pongan en frente. Descargo tráileres, a veces vendo cosillas y así me la llevo.

 

—Se ve que eres un muchacho trabajador—dijo su madre, poniéndoles enfrente un plato servido con una humeante porción de espagueti con salsa ragú y albóndigas, excepto a Galen, a quien le dejó un tazón de caldo.

 

A éste último no le pasó desapercibido que habían puesto un plato en el lugar de Aarón, por lo que, esperanzado a que su hermano llegara tarde, tomó una cuchara y empezó a comer.

 

—Ojalá estuvieras con Galen en la escuela—comentó ahora su tita Adela.

 

—Estaríamos juntos casi todo el día—pensó él en voz alta.

 

—Sí, estaría chido.

 

*

 

Era muy gracioso ver a Rommel comer espagueti, con algunos de los gruesos fideos escapándosele por la comisura de los labios y con todo alrededor de su boca manchado de la salsa de tomate. Parecía un niño pequeño.

 

—¿Te gustó, verdad? —lo sondeó su madre con cierta simpatía.

 

—Sí, está re bueno señora, gracias.

 

—Estás todo manchado—le susurró él, pasándole una servilleta—. Por cierto, tu cabello… ¿te lo cortaste?

 

—Ah, sí—dijo Rommel sorbiendo una hebra de espagueti que le había quedado colgando hasta la barbilla, para luego limpiarse con la servilleta—. Fui a una escuela de peluqueros, de esas donde te cortan el pelo de a grapa (1). Creí que me iban a hacer un mugrero, pero hasta eso no… Aunque me siento raro…

 

—Me parece que te ves… bien—admitió el rubio avergonzado.

 

De pronto su madre chasqueó la lengua pensativa, mirando hacia el plato de Aarón mientras exclamaba a nadie en particular—: Pero dónde estará este muchacho, ¿qué no piensa comer aquí?

 

—Seguro ya no ha de tardar—la animó Adelita, sentándose en su lugar—. A lo mejor se quedó ahí bobeando con los amigos en la universidad, ya sabes cómo es él.   

 

«Sí, seguro, en “la universidad”», pensó Galen con ironía.

Aunque antes de que pudieran seguir sacando conclusiones, pudo escucharse claramente el sonido de una llave abriendo la puerta de la entrada, seguido del de unos pasos adentrándose hacia el recibidor.

 

—Ya llegué, jefa—Obviamente se trataba de su hermano quien acababa de llegar.

 

—Hola, hijo. Ven, siéntate para que comas.

 

A los pocos segundos, miraron a Aarón atravesando por el marco de la entrada a la cocina con su típico aire gallardo.

 

—Vaya, ¿pero qué tenemos aquí?—exclamó apenas advirtió la presencia de Rommel—, ¿por qué nadie me dijo que teníamos gato (2) nuevo?

 

—¡Aarón!—le llamó su tía de inmediato, dirigiéndole una mirada de advertencia, que éste ignoró olímpicamente, al tiempo que Galen lo atisbaba apretando los puños.

 

—Él es Rommel, el amigo de tu hermano. Y Rommel, él es mi otro hijo, Aarón—Su madre los presentó rápidamente, dirigiéndole a su invitado un mohín afligido en el que claramente podía leerse entre líneas “perdónalo, así es él”.

 

—“Miau”—Sonrió Rommel en son de paz. Y aunque Aarón le sonrió de vuelta, Galen sospechaba que las cosas no acabarían así de bien.

 

—Con que “Rommel” ¿uhm?, pero qué interesante—dijo Aarón, tomando asiendo en la cabecera de la mesa, justo como un rey—. Así que tú eres la “rata” (3) que nos estaba vaciando la alacena, ¿no es así?

 

Al escuchar esto, su madre inmediatamente se puso de pie, tomando el plato de Aarón y, lanzándole una mirada desaprobatoria, expresó—: Voy a calentarte esto, que de seguro ya se te enfrió.  

 

Su hermano ni siquiera volteó a verla, sus ojos entornados estaban ensartados en Rommel, esperando por su reacción. El antedicho sólo se había quedado serio, y Galen hizo temblar su cuchara con odio.

Se formó un silencio incomodo en la cocina

 

«”Voy a calentarte esto”, ¡¿es lo único que le pudo decir mi mamá?!», pensó el rubio observando la manera en la que su tita desaprobaba el comentario de su hermano negando con su cabeza.

 

—Pero—murmuró Rommel de pronto, frunciendo el ceño—… Entonces ¿soy un gato o una rata?, ya decídete, digo, no puedo ser ambos.

 

Aarón alzó una ceja como respuesta, a la vez que formaba en sus labios una sonrisilla ladina.

—¿Estás seguro que no puedes ser ambos? Después de todo, hay veces en que los gatos también son ratas. (4)

 

—¿Pero qué pretendes con todo esto? —exclamó Galen no pudiendo soportar seguir quedándose callado.

 

—¡Sí!—Lo secundó Rommel—Es obvio que no puedo ser una rata y un gato al mismo tiempo. Sé que hay unos monos araña o algo así, pero no creo que existan los gatos-rata.

 

Galen le sonrió abiertamente a su hermano, quien después de escuchar eso sólo frunció la nariz. Era la primera vez que agradecía que Rommel no tuviera ni la más mínima idea de lo que significaba una pregunta capciosa; o tal vez sí lo hacía y prefería hacerse el desentendido.

 

*

 

El restó de la comida prosiguió de forma tranquila. La tía de Galen había tratado de envolverlos en una plática amena aunque, con todo que Aarón no volvió a proferir ningún comentario inapropiado, Galen no pareció relajarse.

 

—Buen provecho—Fue éste el primero en levantarse—Ya terminaste tú también, ¿verdad Rommel?

 

El trigueño lo miró algo extrañado por la prisa que manifestaba, aunque igual asintió, dando cabida a que Galen recogiera ambos platos para llevarlos al fregadero.

 

—Ven, me gustaría enseñarte algo allá afuera.

 

— ¿Qué ya se van, hijo?—Lo cuestionó su madre algo confundida, mirándolo prácticamente acarrear a su amigo rumbo al recibidor.

 

—Sí, ahorita volvemos más al rato.

 

—Bueno, con permiso. Provecho—Les deseó Rommel al salir de la cocina.

 

*

 

«¿De verdad este tipo es el Chacal?» se preguntó Rommel, antes de abandonar la casa, al mirar atrás, a donde Aarón, quien también lo estaba observando desde su asiento, dibujando una sonrisa divertida.  

 

“¡Ey, Lobo! ¿A qué no sabes quién resulto ser el güerito?” Recordó de pronto lo que Pakiuso —uno de los tipos de su antigua banda— le dijo aquel horrible día en que secuestraron a Galen “¿No sabes, verdad? el Mosca se enteró de que ese morrillo es el hermano del Chacal”

“¿Y quién chingados es el Chacal?”, inquirió él en ese momento.

 

“Es alguien a quien es mejor no conocer nunca”  

 

—No lo soporto—La voz de Galen lo devolvió nuevamente al presente.

 

—¿Qué?

 

—A Aarón. ¿Creerá que cae bien con todas las idioteces que dice?

 

—Sepa la bola—Rommel se encogió de hombros—. Pero ¿qué me querías enseñar?

 

—De hecho nada. Sólo que ya no quería seguir ahí con mi hermano.

 

—Ya.

 

—¿Te importa que nos quedemos por aquí en lo que se va?  

 

—Ok.

 

*

 

Terminaron sentándose sobre la pileta de uno de los lavaderos del patio de la vecindad.

Galen sentía que el aire libre le hacía bien. Y poco a poco dejó de pensar en Aarón, reparando cada vez más en la presencia tranquilizadora del joven junto a él, con quien conversaba, riendo de cuando en cuando.

 

Afuera soplaba una brisilla agradable. El olor de Rommel le acariciaba por momentos la nariz. Ese aroma que tan bien conocía, entremezclado con el de alguna colonia de hombre que no le había detectado antes.

 

Esa camisa, su cabello y la colonia, ¿acaso se había arreglado para él?, se preguntó ligeramente esperanzado, sabiendo de antemano que la respuesta era que no. Seguro sólo lo hizo para lucir bien ante su familia.

 

—Tengo ganas de comerme un pan—comentó Rommel de repente.

 

—Oh, es cierto. Eso me recuerda que hoy cuando volvía de la escuela, como a unas dos cuadras de la Anahuac, descubrí una cafetería que está en el jardín de una casa.

 

—Ah, sí. La de la mera esquina ¿verdad?

 

—Sí, esa. ¿Ya has ido?

 

—¡A huevo! Pss si la señora hace los mejores molletes de así como que de todo el mundo, güey. No’hombre están rete-que-sabrosos. Anda ¡y los tamales!, ay güey ya’hasta se me hizo agua la boca.

 

—Sí llegué ahí, aunque no pude probar nada de eso, tú sabes, porque ayer andaba enfermo.

 

—No, güey, neta que tienes que probarlos. Es que mira, así sin mamar, güey, los molletes están tan buenos que te cagas, güey. ¡Neta que sí te cagas!

 

—¿Qué? ¿Cómo que te cagas?—preguntó Galen perplejo, sin poder evitar imaginarse a alguien comiendo esos molletes, para después correr apresuradamente a sentarse al inodoro.

 

—Pos sí ya te dije—Se relamió un poco los labios—¡No, no, no! ¡Nada más de acordarme ya me dio hambre otra vez! Neta que esos son los molletes que han de servir en el cielo. Anda ya me imagino así en el cielo comiéndome uno de esos molletes, un tamal de asado, con un cafecito así de olla y una rebanada del pay de acá de la tiendita…

 

Galen sonrió ampliamente ante las divagaciones de su amigo. Le resultaba impresionante lo poco que se necesitaba para hacerlo feliz.

Y de pronto, entrando como en un sueño, se imaginó a sí mismo invitando a Rommel a comer uno de esos molletes y un pay; riendo y parloteando, a la vez que él contemplaba a su amigo sonreírle gustoso, mostrando sus dientes blancos y su colmillo chueco.

 

—¿Te gustaría ir el sábado?

 

—Amm… Estee… No… No creo que sea bueno que yo vaya —le respondió el trigueño poniéndose algo serio.

 

—¿Por qué? Yo voy a pagar—intentó convencerlo.

 

—Sí, suena tentador, sí—admitió Rommel torciendo una sonrisa—. Y estaría bien, pero no puedo entrar ahí. La señora me odia… Y con justa razón—agregó esto como pensando en voz alta.

 

—Pero se nota que esa señora es muy amable, hasta me regaló una charola de pan…

 

—¡Sí! Lo que pasó fue que… Bueno, haz de cuenta que tiene una nieta bien guapa, y pos me latió, y pues anduvimos… Bueno, de hecho no anduvimos, na’más fajábamos, pero un día la señora nos cachó en la movida y pues ándale que me echó al perro que tenían en el jardín de atrás y bueno… Ya te imaginaras.

 

—Seguro que ya te acostaste con todas las chavas de por aquí—murmuró Galen, sin poder evitar que su frase fuera proferida con un evidente tono molesto.

 

—Nah, ¿cómo crees? Na’más tengo una para cada día de la semana—dijo en juego—Aunque, ya hablando bien, ya tengo un chiiiingo que no lo hago… Pero es que ni chanza he tenido…

 

—Cómprate una muñeca inflable—le dijo él, intentando ocultar un leve sonrojo desviando la vista hacia abajo.

 

—La neta no creo que se sienta ni parecido—respondió Rommel, siguiendo la mirada de Galen, a la coladera de abajo del lavadero.

 

Y fue entonces cuando ambos la vieron emerger desde el caño; una gran cucaracha café que, como esperando su momento estelar para hacer aparición, primero mostró sus enormes antenas delgadas, moviéndose en todas direcciones, antes de escabullir su viscoso cuerpo a través de una de las rendijas de la coladera.

 

—¡Puta!—exclamó el trigueño de pronto, frunciendo la nariz—. Ya decía yo que de repente olió como a cucaracha.

 

—Sí, huelen horrible… Pero qué raro que haya salido con todo y sol.

 

La observaron un momento más, pero luego, antes de que alguien pudiera decir otra cosa, atestiguaron la manera en la que un zapato aplastó al pequeño monstruo sin dudarlo, haciendo tronar su exoesqueleto como si se tratase de un sobre de cátsup.

 

 Galen miró hacia arriba, comprobando sin nota de sorpresa, que se trataba de nuevo de Aarón.

 

—¿Qué?—masculló éste, dirigiéndose al rubio, quien no parecía tener la intención de despegarle la mirada de encima.

 

—¿Qué quieres?

 

—¡Ufff! ¡Pero qué genio te cargas, hermanito!—Aarón fingió un tono ofendido, mostrando las palmas de sus manos, como símbolo de su inocuidad—. Yo que sólo venía a traerte esto—le mostró una caja de antibióticos que sacó del bolsillo de su chaqueta—. ¿Tanta prisa tenías de huir de mí que se te olvidaron, verdad?

 

—Ok, sí lo que digas, sólo dame eso, ¿quieres?—Galen torció la boca, extendiendo su mano 

 

—Desde luego—Su hermano le pasó la caja, aunque justo en el momento en que ésta alcanzó a tocar los dedos del más chico, la dejó caer—¡Ups!—Alzó las cejas con “aflicción”, al tiempo que Galen trató de recuperarla de un manotazo, sin conseguirlo.

La caja hubiera caído sobre la cucaracha despanzurrada de no haber sido por Rommel quien, haciendo uso de unos reflejos asombrosos, logró agarrarla en el aire.

 

—Vaya—Volvió a hablar Aarón, mirando a Rommel entregarle a Galen sus pastillas—. Nada mal, ¿eh? Creo que ya me he decidido respecto a ti, definitivamente eres un gato y no una rata.

 

—Órale, menos mal. Ya me estaba dando crisis de identidad—le dijo Rommel en un tono de broma algo forzado.

 

—Me caes bien, Rommel—Sonrió Aarón—. Se ve que tienes agallas.

 

—Ahm… eh… Gracias, supongo.

 

—Dime, ¿crees que te vendría bien un poco de dinero?

 

—Ah… Pues… No creo que haya alguien a quien le venga mal—respondió el chico con un dejo de desconcierto en la voz.

 

—Ya lo creo—concordó el moreno y, sin cambiar su expresión serena le dijo—: ¿Cómo ves quinientos pesos por comerte esa cucaracha?

 

Galen quedó por un instante boquiabierto, dirigiendo una cara de asombro y repulsión hacia su hermano; aunque una aún peor a Rommel cuando respondió:

—Que sean mil.

 

—Rommel, no…—trató de pedirle por lo bajo.

 

—Ok, te doy ahorita los mil si te la comes, y para que veas que va en serio, mira—lo interrumpió Aarón, sacando su cartera del bolsillo de su pantalón, extrayendo de esta dos billetes de quinientos, que le mostró sin reparos—: Aquí los traigo.

 

—Rommel—Galen lo llamó de nuevo, aunque este no pareció escucharlo. Sólo observaba los billetes de Aarón como hechizado.

 

—Ya estás—Rommel tardó un poco en contestar, bajándose de la pileta para poder acercarse a la cucaracha.

 

—Rommel, no. Déjalo, no vale la pena—Lo tomó del hombro esta vez, para llamar su atención.

 

—Güey, ya, tranquilo—susurró su amigo, estrechándole un poco la mano que sostenía su hombro, antes de deshacerse de ella—te aseguro que peores cosas me he comido.

 

¿Qué más podía hacer? Rommel ya había tomado su decisión, y Aarón lucía muy complacido por ello. «¿Qué Rommel no puede ver que Aarón sólo trata de humillarlo?», pensó muy frustrado.

Sólo le quedó mirar afligidamente, mientras que Rommel levantaba al repugnante insecto aplastado —al cual todavía se le podía ver moviendo ligeramente una de sus espinosas patas—por una de las antenas, para acercarlo peligrosamente hacia sí.

 

Seguro así de cerca olía bastante mal, pues por un instante el chico frunció la nariz y volteó un poco el rostro. Y entonces, como con la intención de no aplazar más aquel suplicio, apretó fuertemente los parpados y abrió su boca dispuesto a hacerlo.

 

—¡¡NO!!—Rommel abrió los ojos asombrado. Galen se había bajado de un brinco del lavadero y tomándole de la muñeca,  mandó a volar a la cucaracha de un tremendo manotazo.

 

—¡Eh, güey! ¡Qué pedo!—exclamó.

 

—¡Hasta parece que no sabes lo que comen esas cosas!—lo aferró aún con más fuerza de la muñeca, para impedirle ir de nuevo a por el insecto—, en serio, no lo hagas.

 

—Galen ya, tranquilo güey. No me va a pasar nada—intentaba zafarse—. Entiende, son mil varos.

 

—Mil varos que de nada te van a servir porque tendrán que llevarte al hospital.

 

—¡No voy a parar en el hospital por comerme una cucaracha!

 

—Claro que sí. Ni siquiera sabes si estaba envenenada. Se me hace raro que haya salido a esta hora, tal vez lo estaba. Y de ser así tendrían que hacerte un lavado de estómago—Galen notó como habiendo dicho esto, Rommel dejó de tratar de liberarse. Quizá haber mencionado el hospital le hizo dudar.

 

—Es bueno ver que tienes una novia que se preocupa tanto por ti, Rommel—resopló Aarón burlesco. Haciéndole notar a Galen el hecho de que todavía se encontraba haciendo contacto con su amigo, quien de inmediato se retiró—. Es una lástima—Chasqueó la langua—, esos mil pesos prácticamente ya eran tuyos.

 

Rommel no dijo nada, sólo se le escuchó bufar, mientras recorría el suelo con la vista, tratando de encontrar dónde cayó el bicho.

 

—Pero no te preocupes—agregó después—, se me acaba de ocurrir otro reto.

 

—¿Qué no tienes otra cosa mejor que hacer?—intervino Galen con fastidio.

 

—Ya, ¡shh!—lo acalló su amigo, colocándole una mano sobre el pecho—¿De qué se trata?

 

—Te daré los mil pesos si—asomó una amplia sonrisa maliciosa—… besas a Galen.

 

—¡¿Qué?!

 

Ambos muchachos se tensaron notoriamente. Galen desvió la mirada con un furioso sonrojo; al tanto que Rommel apretaba los dientes, mirando hacia abajo, a la coladera nuevamente —tal vez con la esperanza de que volviera a salir otra cucaracha—, no se veía que fuera una idea que le gustara.

 

—¡¿Pero qué carajo te pasa?! ¡¿Por qué siempre tienes que ser tan impertinente?!—bramó el rubio encorajinado—¡¿Por qué no mejor nos dejas en paz y…—Pero no pudo terminar la frase, debido a que un tacto cálido en su rostro lo interrumpió de tajo. Un par de manos ásperas que sujetaron ambos lados de su cabeza de una forma firme, pero a la vez cuidadosa, le hicieron voltear suavemente.

 

Su corazón dio un salto dentro de su pecho al encontrarse frente a su amigo, quien lo atisbaba con una chispa de decisión en sus ojos chocolate; que cerró antes de poco a poco ir acercando su rostro hacia el suyo, hasta que sus labios se fundieron en un pequeño beso.

 

¡Dios! ¿Qué sensación era aquella?, como un globo lleno de agua caliente que estalló de pronto, empapando cada parte de su cuerpo…

Los labios de Rommel sobre los suyos, ¿cuánto tiempo estuvieron ahí? ¿Un segundo? ¿Media hora? El tiempo parecía detenido, pero su corazón latía fuerte y desenfrenado, como una locomotora; todo era tan irreal… Sólo podía pensar en esos dulces y suaves labios besándolo y en ese embriagador olor a lluvia y sándalo…

 

Y de pronto, todo se terminó cuando Rommel se separó de él y giro su cabeza hacia Aarón a la vez que le extendía uno de sus brazos en dirección a él.

 

—Mi dinero—reclamó en tono triunfante.

 

Galen parpadeó un par de veces, saliendo violentamente de su trance, sólo para comprender que mientras que para él aquello abrió todo un mar de sentimientos y revelaciones, para Rommel sencillamente significó obtener el dinero que no pudo ganar cuando él le impidió comerse la cucaracha…

 

¡Pero qué idiota era! ¡Seguro Aarón estaría riéndose en ese momento para sus adentros!... Nunca se había sentido tan usado…

 

—¡¡ERES UN IMBÉCIL!!—Le gritó a Rommel, mientras éste recibía el dinero de su hermano, empujándolo hacia atrás con toda la fuerza y todo el coraje que emergió de él, antes de salir corriendo rumbo a la calle.

 

 

*

 

—A chinga, ¿Qué pedo? ¿Por qué se puso así?—exclamó el trigueño apenas recobró el equilibrio.

 

—Ya. No le hagas caso. Si no puede aguantar un simple juego no es problema nuestro—respondió Aarón cínicamente.

 

—No sabía que fuera tan sensible.

 

—Sí lo es, aunque además a él siempre le ha encantado llamar la atención y que la gente haga lo que él quiere. ¿Por qué crees que no tiene más amigos? él mismo es quien termina por ahuyentarlos—le comentó y, poniendo otra de sus “encantadoras” sonrisas, agregó—: Pero bueno. Espero que esto no afecte su amistad.

 

—Nah, no creo; pero pss igual quiero hablar con él.

 

—Me parece bien—masculló—. Bueno, Rommel, de verdad me gustaría quedarme un momento más, pero todavía me quedan muchos pendientes por resolver—de pronto, lució algo apurado—. Aunque tengo que admitir que realmente me ha agradado conocerte. Nos vemos—Fue lo último que le dijo, antes de girar sobre sus talones, alzando una mano a modo de despedida.

 

—Adiós…

 

Y después de Aarón, Rommel también se retiró.

 

Tenía una leve noción de donde podría estar Galen…

 

*

 

Realmente no le fue muy difícil encontrarlo. Galen era predecible hasta cierto punto. Tan sólo caminaba, sus pies lo llevaban una y otra vez por los mismos lugares.

 

Lucía sereno, en una de las bancas de la Plaza de Armas —la misma banca donde hacía ya tiempo comenzó su amistad—.

Si no lo conociera, pensaría que se veía cansado, sin embargo, más bien supuso que estaba triste. Aunque no entendía el porqué.

 

 —Hola—le saludó vacilante, sentándose junto a él—¿Qué pasó, güey? ¿Por qué te fuiste así hasta acá?

 

Galen sólo lo miró por un momento, estrechando un poco sus ojos; Rommel pensó que no respondería, hasta que le escuchó decir con un tono resentido—: La verdad es que no manches. Esta vez si te pasaste ¿Por qué hiciste eso?

 

—¡Ay, güey, ni que hubiera hecho qué! Ya, no te pongas así. Tú sabes que sí necesito bastante el dinero.

 

—¡Pero es que te acababa de decir que no soporto a mi hermano! ¡Y de repente él viene y como si nada tú sólo vas y le sigues la corriente!... Yo…—La voz se le cortó de pronto—¡Creo que odio a mi hermano! ¡Sé que no debería de sentir esto, pero así es! ¡¡Lo odio!! ¡¡De verdad lo odio!!

 

Apretó fuertemente los puños. Esas palabras pesaban por el sentimiento que le imprimía a cada letra. Era coraje lo que le hacía temblar ligeramente su labio inferior y le enrojecía sus ojos expresivos que parecían a punto de soltar un par de lágrimas saladas.

 

—Bueno, ya, tranquilo güey—Rommel le colocó una mano en el hombro al darse cuenta de esto, en un pobre, pero sincero intento de darle ánimos—. Yo no tengo hermanos ni nada, pero entiendo cómo te sientes. No sé, discúlpame. Aunque mira, aquí está tu parte.

 

—No… Quédatelo—le dijo, tragando un poco de saliva, al ver que éste le estaba extendiendo uno de los billetes—. Eres un tonto…

 

—Pues sí, pero dos dos nada más. Aunque bueno, mínimo no me comí la cucaracha.

 

—¿Hubieras sido capaz de besarme después de comértela?—suspiró, esbozando por fin una pequeña sonrisa—aunque bueno, al menos así no hubieras olido tan feo.

 

—Ya, cálmate ¡Si bien que te gustó!

 

—¡Ja! ¡Ya quisieras!—Soltó una risilla.

 

Hubo un momento de silencio después de eso. Ninguno decía nada. Ambos se habían quedado pensativos mirando hacia ningún lado, y a todos al mismo tiempo.

 

No muy lejos de ahí, Galen advirtió la presencia de una muchacha que atendía un puesto de aguas frescas; coqueteando a su vez con uno de sus clientes.  Había algo raro en ella. Tenía la espalda y el cuello algo anchos, así como unas facciones bastante toscas y ¿Tenía manzana de adán?

 

Entornó un poco los ojos para mirarla mejor; fijándose bien, entendió que no se trataba de ninguna “ella”. Era un hombre vestido de mujer.

 

Esa fue la primera vez que vio un travesti.

 

Verlo ahí, le resultó algo impactante en algún sentido único e indescriptible.

 

—Oye…—dijo pensativo—¿Qué piensas tú que le pase a un gay por la cabeza?

 

—¿Qué le pasa a un gay por la cabeza?—repitió su amigo extrañado—. Pos obvio, ¿no?, que quiere que le den cabeza.

 

Galen sólo rio un poco forzado.

 

—Pero ¿Por qué la pregunta?—inquirió después, haciendo que el rubio apuntara disimuladamente con su dedo al puesto de aguas—. ¡Ah! lo dices por Paquito—exclamó al mirar—. O Vanessa, para los amigos.

 

—¿Vanessa?

 

—Sí, ya ves que algunos tienen como que hasta un nombre “escénico” o una mamada así—frunció el ceño—. Según esto no todos son jotos, pero para mí que ahí se andan dando.

 

—¿No te agradan los gays?

 

—¡Para nada!—respondió de inmediato, poniendo una mueca de asco—. Todos son una bola de cerdos mañosos. Nada más andan viendo a ver que te agarran.   

 

—No, no creo que todos sean así—Galen sintió la necesidad de rebatir—¿Qué te hace pensar eso?

 

—¿Y qué te hace pensar que no?

 

—Pues—Titubeó, notando la manera en la que Rommel había comenzado a tensarse—… Por ejemplo hoy. ¿Ya ves que te dije que fui a la cafetería esa de la abuelita? Pero no te dije que fui con un amigo de la escuela…

 

—¿No habrás ido con uno de esos tipos ojetes de la otra vez?—Lo interrumpió el otro con una nota de enfado en la voz.

 

—Este… Sí. Pero bueno, de hecho se disculpó conmigo, y también contigo (me dijo que te dijera). Pero ese no es el punto. Hoy él me contó que es gay; estuvimos platicando un rato y, no sé, por lo que pude ver, él no es así como tú dices.

 

—¡¡Ay, güey!!—Exclamó enojado—Y seguro le creíste, ¿no? En serio que a veces te pasas de inocente. ¡Claro que no te va a decir que es un pervertido! Nada más va a estar esperando, y en cuanto te descuides ¡Tómala! ¡Te va a querer picar el uyuyuy!

 

—¡¿Qué te pasa?!—Resopló ofendido—¡Ni siquiera lo conoces! ¡Él es un chavo normal! ¡Como o como  yo!

 

—¡¡No!! ¡¡Como yo: MADRES!! ¡NO MAMES! ¡A MI NO ME ANDES COMPARANDO CON ESOS HIJOS DE SU CHINGADA MADRE! ¡¿ENTENDISTE?! —Le gritó furioso, poniéndose de pie.

 

—¡Eh, güey! ¡¿Qué tienes?! ¡Cálmate!—Le gritó él también.

 

—¡¡No!! ¡¡Pues es que por qué chingados me empiezas a decir eso que como yo!!—Rugió encabritado, sacudiendo el pecho violentamente en cada respiración—¡¿No serás tú el joto y por eso me estás diciendo todo esto?!  

 

—¿Te das cuenta que eres tú el que me acaba de dar un beso, verdad?—le soltó él con un tono mordaz.

 

—Ya te dije que fue porque necesito el PINCHE dinero—masculló Rommel con los dientes apretados, como intentando contener su ira.

 

—¡¿Y ahora esa va a ser tu excusa para todo?!

 

—¿Qué? ¿Cómo que todo? ¿De qué chingados estás hablando?

 

—¡¿Cómo que “cómo que todo”?!—Galen se exasperó aún más—¡¡El celular que me vendiste!! ¡¡Era robado!!

 

—¡¡A chinga!! ¡¡Pues no te había visto quejándote antes!!

 

—¡¡Me enteré antier!!

 

—¡¡Pues de todas maneras no mames!! ¡¡Porque tú ya sabías a que me dedicaba yo desde antes!!—le recordó hecho una furia—¡¡Así que ahora no me estés chingando, que yo clarito te advertí desde el principio que no te convenía estar conmigo!!

 

—Sí, que acomedido—Agregó el rubio, quien al parecer todavía tenía ganas de seguir discutiendo—. Así como me advertiste que no anduviera con Melissa, ¿verdad? ¡Pues como todavía te late!

 

—¡Uy, sí! ¡A mi esa vieja me late un chorro! ¡¡PERO PARA PURA CHINGADA!! ¡Si te lo advertí, es porque es una cabrona! ¿Pero da igual, no? ¡Pal’caso que me hiciste!

 

—¡¿Y tú eres muy diferente de ella, no?!

 

Esa última frase, pareció haberse salido del límite pues, después de que la hubo dicho, Rommel respiró hondo, dirigiéndole una mirada asesina; tensando sus puños como aguantando tirarle un golpe.

 

—¿Sabes qué güey?—le dijo finalmente, con palpable ira tras sus palabras—¡Vete a la verga!

 

Y entonces Galen lo miró girar su cuerpo, e irse.

 

*

 

¿Ahí acababa todo? ¿Ese hecho marcaba el final de su amistad?

 

Por unos momentos, Galen únicamente se limitó a observar la espalda de Rommel, alejándose cada vez más, hasta que se perdió de vista.

 

Se sentía furioso. Sabía que las cosas no hubieran terminado así de no haberse dejado llevar por el enojo. ¿Pero cómo contenerse con todo ese enjambre se sentimientos a flor de piel?

 

No era culpa de Rommel odiar a los gays, aunque a él eso lo lastimaba. Y lo lastimaba porque, de una u otra forma comenzaba a sentirse identificado con esas personas. Con los gays, con el travesti… Esas personas vivían día a día la misma sensación que justo él estaba viviendo entonces… El rechazo…

 

Quería odiar a Rommel, pero era imposible. ¡¿Por qué ese jodido beso tuvo que sentirse tan bien?! ¡¿Qué mierdas hizo él para merecer estar en esa situación?! Rommel era el único chico que le había gustado, pero eso era más que suficiente para llevarlo a ese nivel de desconsuelo.

 

No podía reprimir más sus lágrimas, estas abandonaron sus ojos a la fuerza, trazando un cause por sus mejillas. Sintió su sabor salado en su boca cuando llegaron a ella; echó su cabeza hacia atrás, moviendo violentamente los hombros.

 

Se le venían a su mente tantas imágenes. La bonita sonrisa de Rommel.

 

«¿Sabes lo que eres? Eres un fenómeno. ¿Entiendes que nunca te voy a querer, verdad? y menos ahora que eres uno de esos cerdos mañosos», le habló de pronto la voz de su subconsciente, cruel, como siempre, aunque no era su propia voz esta vez, sino la de Rommel.

 

Un líquido denso y caliente le corrió por los nudillos. Era su propia sangre que brotó al haber golpeado la banca con todas sus fuerzas.

 

Miró hacía delante, con su puño sangrante recargado a un lado de su regazo. Ahí estaba “Vanessa” tras su puesto de aguas y su cliente, mirándolo con sorpresa.

 

Decidió irse ya. Suficiente ridículo había hecho para un sólo día, pensó.

 

*

 

Volvió a su casa cuando por fin se calmó, antes habiéndose lavado el rostro con agua fría en el lavadero para no evidenciar su llanto; escondiendo su mano herida dentro del bolsillo de su pantalón.

 

Aunque apenas arribar, su tía le pasó su celular —que había dejado cargando sobre su buró desde la noche anterior—, expresándole algo nerviosa—: Ay mijito, ¡Qué bueno que llegas! ¡Ten! ¡Tú cosa ha estado sonando desde que se fueron, y ni tu mamá ni yo le sabemos picar!

 

Dicho y hecho, el celular volvió a timbrar cuando lo tomó.

Pensó que quizá era Rommel el que le hablaba para arreglar su malentendido, pero eso no tenía lógica, su tía le acababa de decir que empezó a sonar desde que ambos se fueron.

Entonces miró a su reloj y suspiró. Sólo existía una persona que le hablaba a esa hora.

 

—¿Bueno?

 

—Nada más te hablaba para saber si vas a venir hoy—era Melissa desde luego—A ver si no se te ocurría “estar enfermo” otra vez.

 

—¿Sigues pensando que inventé todo, verdad?—preguntó sin asombro. Aunque eso le recordaba que todavía no se tomaba las pastillas.

 

—¿Importa? yo aún sigo esperando que me traigas el dinero.

 

—¿Cómo?

 

—¡Ay, o sea! ¿Qué estás sordo? ¡Que aún sigo esperando que me traigas el dinero!—exclamó ella.

 

—No entiendo, ayer te lo mandé con Rommel.

 

—¡O sea! ¿No pudiste haber escogido una “peor” persona para confiar?—le preguntó sarcásticamente—porque ¿adivina qué? No me trajo nada.

 

—¡¿Cómo que no te llevó nada?!—Galen empezó a caminar rumbo a su habitación, con la intención de que su tita no se preocupara.

 

—Yo te dije que no se podía confiar en él, pero no me quisiste hacer caso ¿verdad? No hay otra explicación, Rommel te robó tu dinero.

 

—No… Rommel no sería capaz de…

 

—¡Rommel te robó! ¡O sea! ¡Y tanto que lo estuviste defendiendo! Confiaste en él y ¿qué hizo? Te demostró que, como ya te había dicho yo, él no quiere a nadie—dijo antes de que él pudiera terminar.

 

Se notaba que gozaba restregándole en la cara que ella tenía la razón…

Notas finales:

Significados:

(1) De a grapa = gratis

(2) No se refiere al animal. Éste empleo de la palabra “gato” viene del lenguaje “tumbero” –de la cárcel, vamos—, una manera muy despreciativa, algo arraigada ahora en el habla popular, para referirse a un “sirviente”, o a alguien que está por debajo de quien lo dice, básicamente se refiere a una persona que hace lo que sea para vivir y que no tiene dignidad.

(3) En esta parte Aarón hace un uso doble de la palabra, le dice que es la “rata” que les estaba vaciando la alacena refiriendose a la rata (el animal) que es una plaga en algunas casas, pero también dandole a entender que es un ratero, digase, un ladrón.  

(4) Esta frase parece un juego, pero no lo es, indirectamente le dijo: que los sirvientes también pueden ser ladrones.


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Bueno, creo que eso es todo.

Espero les haya gustado el capítulo ! :)

Nos vemos un martes!

 


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