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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

Hola gente! 

Parece que ya tengo un poquito más de chanza para escribir :) 

Muchas gracias por su paciencia, animos y comentarios, realmente los aprecio como no tienen una idea!!

Me faltó contestar algunos reviews, no se preocupen, lo haré, no crean que me olvido! 

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Advertencias:

Gore gráfico, sangre y violación implicita al final del capítulo, si eso no te gusta, brincate los primeros 5 párrafos después del asterisco, gracias.

(se que es como un tipo spoiler, pero no quiero que las personas suceptibles terminen leyendo cosas que podrían afectarlas o un pedo así).

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Sin más preambulos, los invito a leer. :)

Capítulo XXVI: De vuelta a la realidad

 

Apenas despertó supo que algo no andaba bien. Tenía un dolor de cabeza insoportable, una molesta resequedad en la garganta, además de unas ganas de vomitar de los mil demonios, eso por decir lo menos. El cambio de posición de horizontal a vertical al levantarse le sentó muy mal. Aun así se obligó a incorporarse del suelo cubierto por zacate seco sobre el cual se había quedado dormido, para mirar a su alrededor. Lo primero que notó —y que lo entristeció— fue que Rommel había desaparecido, así como el bullicio de la fiesta, incluida la música y todo lo demás, sonidos que fueron reemplazados por el melodioso canto de los pájaros que despertaban para anunciar un nuevo día cuando el cielo a duras penas exhibía las primeras vetas blancuzcas del sol.

Confundido, Galen caminó atravesando la maraña de hierbajos secos y espinas de buganvilia para volver a donde la fiesta había alcanzado su punto cúspide la noche anterior, encontrándose con algunas personas que parecían hallarse en su misma condición, sentadas sobre el suelo contra la pared luciendo una pinta horrible. Ojeras, palidez, desgano; difícilmente unas sombras de lo que habían sido hacía sólo unas horas.

Por otro lado miró a unos muchachos que no parecían estar tan mal, los escuchó mascullar una que otra cosa en voz baja antes de que uno de ellos tomara una pila de sillas, acercándola lo más que pudo a la pared para treparse sobre ésta y de ahí, con una agilidad digna de un gato, escalar la barda para brincarla. A él le siguieron los demás jóvenes.

Él miró a su reloj con nerviosismo, las manecillas apuntaban las siete con cuarenta minutos. Y con la hora, el peso de saber que no había ido a dormir en toda la noche a su casa lo agobió. Sacó su celular, topándose tal como lo esperaba con unas veinte llamadas perdidas de su mamá. Le esperaba una zurra, de ello no le cabía duda.

«Ya nos tenemos que ir», escuchó a una de las muchachas que se encontraban recargadas contra la barda decirle a la otra, aunque ésta parecía encontrarse demasiado mal como para si quiera poder levantarse de donde estaba. Galen supuso que un poco de agua le vendría bien tanto a ella como a él, sin embargo, al intentar abrir el cancel que daba a la casa, lo encontró cerrado con llave.

—No vas a poder entrar, ya abrieron la tiendita, nos vamos a tener que brincar—le dijo un chico a su espalda. También le explicó que sin excepción, las fiestas de Mario se terminaban a las cinco de la mañana, pues les dejaba una hora libre para limpiar todo el desorden antes de que su abuelita se despertara, desayunara y abriera la tienda. De modo que todos los asistentes demasiado ebrios para poder irse, así como los que se quedaron dormidos, podían permanecer en el jardín, donde su abuelita no podía verlos, mientras se brincaban la barda.

«No es el mejor lugar para hacer un reventón, pero es lo que hay», le había comentado el muchacho mientras lo ayudaba a brincarse la barda, para terminar cayendo sobre la acera de calle.

Galen no sopesó mucho eso, lo que realmente ocupaba su mente en ese momento en que caminaba rumbo a su casa sintiendo un palpitar en la nuca, náuseas y el sabor del vómito en la base de la lengua, era Rommel. En aquellos besos apasionados; la lujuria con la que parecía querer devorarlo y finalmente su abandono.

 

Luego de eso, como era lógico, todo le fue de mal en peor. Al llegar a su casa su madre lo regañó como nunca y Aarón se mofó; menos mal que su tita todavía no estaba en casa, sino también se hubiera sumado a la causa de arruinar su vida. Él entró al baño a vomitar algo amargo y amarillo que parecía bilis, una y otra y otra vez. Su madre le dio un alka-seltzer, cosa que también vomitó, por lo cual terminó inyectándolo de mala gana en un glúteo causándole dolor mientras Aarón continuaba burlándose.

 

—¿Ya viste a tu hijito, jefa? Todos los chupetones que trae en el cuello. Se nota que se la estaba pasando de lo lindo, revolcándose y marraneándosela acá bien cabrón mientras tú acá toda preocupada—le dijo su hermano a su mamá, contribuyendo con su granito de arena para hacerla enfadar aún más.

Su mamá comenzó a darle un sermón referente a que “esas cochinadas” no las hace “la gente decente”, que “así es como terminan todos los muchachos contagiados de herpes”, entre otras cosas que, gracias a Dios, no pudo continuar diciendo pues en ese momento su celular timbró y él contestó, no sin que su madre reclamara: “claro, ahora debes contestar, pero cuando yo te llamé…”

 

Él intentó ignorarla, alejándose de ella prácticamente cojeando por la furiosa inyección que acababa de aplicarle, mientras contestaba el teléfono tratando de poner una voz casual. Tenía la esperanza de que se tratara de Rommel, quien de alguna manera deseaba explicarle por qué se había marchado sin él, pero en cambio se decepcionó al oír la voz de Memo del otro lado. Su amigo de la escuela quería recordarle la salida al cine que ya le había mencionado.

—¿Hoy era lo del cine? —le preguntó extrañado, ante lo cual su madre inmediatamente exclamó “Ni creas que vas a ir”, a unos pocos metros de distancia.

Memo pareció entristecerse bastante cuando rechazó su invitación.

—Hoy es un día… un poco difícil ¿entiendes?—le dijo en voz baja, echándole una mirada asesina a Aarón quien lo había seguido, inclinando la cabeza sobre sus manos juntas, en modo angelical al decir: “Ay, pobrecito”

Al otro lado de la línea su amigo le había propuesto que salieran solos al cine el día siguiente.

—No sé si mañana pueda tampoco…

—Para mañana no se te van a quitar los chupetones—le susurró Aarón al oído.

—Déjame en paz, Aarón—él se alejó dándole un empujón.

—Es una lástima—le dijo Memo—. Ya me había hecho ilusiones de que vinieras.

A un lado del celular, Galen arqueó una ceja, pensando quizá en lo extraño que había sonado esa frase proviniendo de uno de sus amigos.

 

La conversación no se postergó mucho más y después de que colgaron, su mamá, antes de irse y como castigo, lo dejó haciendo el quehacer de la casa, a sabiendas de que se sentía mal. Desde luego, para ella la resaca no era ningún malestar por el cual debería sentirse acomedida de su hijo sino más bien algo que tenía bien merecido.

 

 

Aarón luego de un rato, que le pareció eterno, también lo dejó, llevándose con él toda su fastidiosa y hostigadora manera de ser. Algo que realmente representaba tal alivio para Galen, que había tenido que asegurarse que de verdad lo hubiera hecho asomándose por la ventana hasta que vio su espalda traspasar por la reja de la vecindad, doblando a la izquierda para perderse. Sólo entonces pudo tumbarse en uno de los sillones de la sala para descansar, mirando cómo el péndulo del reloj se movía de un lado al otro al compás de los segundos que pasaban y empezaba a dormitar cuando escuchó que tocaron a la puerta.

 

Molesto se levantó, sujetándose la cabeza que todavía sentía que le explotaría en cualquier momento y vio por la mirilla. La sorpresa que le causó ver casi hace que se le olvidaran sus malestares, aunque sólo fue cuestión de un segundo, porque todos y cada uno regresaron a sus respectivas posiciones tan rápido como se habían ido.

 

—Ouch, se ve que te pegó gachote la cruda—fue el “cordial saludo” que Rommel le dio apenas él le abrió.

—Gracias—Galen le dirigió una mirada de pocos amigos—. Pensé que nos iríamos juntos de la fiesta.   

—Sí, güey, yo también. Pero pues es que yo ya sabía que las fiestas del Mario se acaban a las cinco y pss te intenté despertar y na’más no pude—se encogió de hombros—. Sólo vine a traerte tu ropa que me prestaste—le dijo extendiendo su brazo para ofrecerle una bolsa marrón que parecía del supermercado.

 

Sin decir nada, él tomó la bolsa para contemplarla frunciendo el ceño, dirigiéndole luego una mirada insistente a Rommel, quien se rascó la nuca para sencillamente decirle:

 

—Hubiera estado mejor que la lavara, ¿eda’? Pero pss ahorita no tengo agua y pss bueno… No planeaba quitarte mucho tiempo güey, se ve que necesitas dormir y pss si puedes, toma agüita… ¿Sale?... Te cuidas, güe.

 

Lo observó, Rommel comenzaba a girarse un poco; estaba a punto de irse sin siquiera molestarse en empezar la conversación obligada entre ellos dos. No se lo permitiría.

 

—Espera—le dijo, logrando que Rommel permaneciera donde estaba, volviéndose lentamente de nuevo—. Yo…—flaqueó un poco, pero la imagen viva de los besos impresa en su cerebro lo obligó a mantenerse firme—. Necesitamos hablar… Podrías pasar a la casa, ¿por favor?

 

Fue obvia la manera en que Rommel se tensó ante sus palabras. Miró a Galen hacerse a un lado para dejarle pasar con recelo, antes de volver a hablar.

—¿Qué pasó o qué?

 

—Es sobre la fiesta…—masculló él, reparando en la forma indecisa con la cual el otro chico se adentraba a la casa.

 

Apenas terminó de cruzar, él cerró la puerta, mirando a Rommel quien parecía haber quedado atascado en el recibidor, con una conducta que denotaba que no tenía la más mínima intención de ponerse cómodo… Y él empezaba a tener un muy mal presentimiento…  

 

—La fiesta estuvo chidota, ¿apoco no?—exclamó su amigo, luciendo un poco más relajado, aunque Galen no estuvo seguro de que en verdad lo estuviera—. ¿Te fijaste que al final todas las viejas del chichi-nalga se encueraron? ¿Y sí viste a los tipos que estaban compitiendo por quién aguantaba más que le pellizcaran los pezones? Los de la banda tocaron pura rola chida, güey, estuvo de poquísima madre.

—Sí—asintió él, pensando en que el otro no hacía más que evadir la plática lo más posible—. Pero no es de eso de lo que quería que habláramos.

—¿Entonces?

Galen carraspeó un poco, sonrojándose ligeramente. Sin poder creer que de verdad tenía que ser tan directo.

—De ti y de mí… Lo que pasó anoche…

Y fue cuando Rommel, haciendo una expresión de absoluta extrañeza, hizo la pregunta que provocó que a Galen se le formara un vacío en el pecho:

—¿Qué pasó anoche?

 

Realmente tuvo la sensación de que la sangre abandonaba cada tejido de su cuerpo y se evaporaba. Aquello era peor que pensar que Rommel lo odiaba por lo que había sucedido, mucho peor, era indiferencia. El olvido representaba simplemente falta de reconocimiento hacia algo poco importante. Todas sus ilusiones, aquellos besos, aquellas caricias… Todo aparentemente desde el principio careció de significado…  

 

—¿No lo recuerdas?—profirió la pregunta con una voz casi ahogada debido al nudo en la garganta que acababa de formársele, mientras su amigo enfrente suyo sencillamente torció la boca, encogiéndose nuevamente de hombros para decir:

—No, güey. La neta ya del final haz de cuenta que me borraron la memoria. Me acuerdo que me encontré a Dany y nos empezamos a besar, pero ya después en blanco.

 

Las lágrimas le picaron detrás de los ojos al escucharlo. Sentía como si Rommel acabara de darle con esa explicación descuidada y simplona, una profunda puñalada. Tuvo ganas entonces de golpearlo por canalla, de arrojarlo nuevamente por los escalones y que esta vez sí le sucediera algo malo, pero en cambio apretó los puños con rabia, clavándose las uñas en la palma de la mano; mascullando con los dientes apretados, pero suficiente fuerza, algo que de verdad sentía y pensaba:

—Estás mintiendo.

—Chinga, ¿por qué dices eso?

—Porque estás mintiendo—repitió Galen muy molesto.

—Jódete, güey, tú no sabes lo que recuerdo y lo que no…

—Yo estaba mucho más ebrio que tú y yo sí lo recuerdo—lo interrumpió—En serio, no me digas que no te acuerdas cuando llegaste a donde estaba yo y empezaste a decirme que de ahora en adelante sólo seriamos tú y yo, los puros compas…

—No, no me acuerdo, pero pss que chingón que tú seas Superman y el alcohol no te pegue así—dijo Rommel tajantemente. En su voz se percibía que estaba a un paso de enfurecerse—¿Cuál es tu problema? ¿Me pelee contigo? ¿Qué hice según tú? Siempre me peleo cuando ando pedo, ¿y qué?

Galen dejó escapar una risa amarga de sus labios y después un suspiro de resignación.

—¿Que qué me hiciste?—estiró su cuello; señaló los chupetones y exclamó de sopetón—: Tú me hiciste esto.

—¡No mames!—vio el rostro de Rommel radicalmente deformarse por la ira, dando un paso hacia atrás—¡No jodas conmigo! ¡No es cierto!

—¡Sí es cierto!

—¡No, güey! ¡No te quieras pasar de vergas conmigo! ¡Tú quién sabe qué chingaderas estuviste haciendo anoche y ahora me quieres embarrar a mí! ¿Pero sabes qué? Jódete, no te va a salir—bruscamente le dio la espalda, alcanzando el pomo de la puerta, pero Galen lo pescó por el brazo.

—Nos besamos, no salgas con que no te acuerdas, por favor—su voz era un remedo de lo que solía ser, sus ojos estaban inundados de lágrimas a punto de derramar—. Al menos ten la decencia de admitirlo…

—Suéltame, pinche maricón—siseó Rommel con los dientes apretados, clavándole una mirada llena de odio y amenaza—. Ni se te ocurra volver a tocarme, ¿entendiste?

Ante esto, Galen lo soltó, sintiéndose sumamente herido. No sabía de dónde estaba sacando la fortaleza para sostenerle la mirada en ese momento, pero lo estaba haciendo. Inspeccionó su rostro; su boca estaba rígida, apenas parecía una línea recta y sus ojos sacaban chispas debajo de su ceño fruncido.

 

En su mente tomó fuerza el pensamiento de que Rommel lo golpearía. Al menos parecía tan dispuesto a hacerlo, que fue de verdad una sorpresa para él el ver que no lo hiciera. En vez de eso, unas palabras heladas brotaron de sus labios.

 

—Nos pusimos hasta las chanclas. Esa chingadera que te estabas tomando nos pegó bien culero a los dos. Si pasó lo que pasó fue todo por culpa de eso, fin de la historia ¿entiendes?

 

Finalmente. Galen desvió la mirada. Tenía claro que había logrado que Rommel admitiera que recordaba lo que habían hecho a costa de nada más y nada menos que su amistad. Sin embargo, no estaba seguro si haber fingido que nada había sucedido hubiera sido mejor. Su corazón se sentía tan pesado ahora que no existía nada que esconder; se sentía desnudo, temblando entre una multitud de ojos curiosos… Aunque sólo fueran un par de ojos.

 

—… Tú…—lo traicionaba su voz, no soportaba esa mirada furiosa sobre su persona.

—¿Yo qué?—lo interrogó Rommel fríamente.

 

Galen cerró los ojos, como deseando escapar de allí por un instante. Remontándose en su mente a la noche anterior. A los besos salvajes de Rommel, a sus caricias… A la forma en que su cuerpo buscaba fundirse con el suyo cada vez que lo embestía como si le estuviera haciendo el amor. Entonces él no era frío, su presencia se sentía cálida, amorosa y en sus ojos no había asco ni odio, sino deseo…   

 

Sólo con ello en la cabeza, pudo decir lo que dijo, sintiendo al hacerlo como si él mismo se acabara de tirar al vacío.

—… Yo te gusto…—fue lo que dijo.

—¡¿Qu-qué?! ¡Estás jodido! ¡¿Cómo se te ocurre decir esa pendejada?!—gritó Rommel envuelto en rabia y consternación, volviéndose para girar la perilla de la puerta, habiendo alcanzado a abrirla ligeramente cuando Galen volvió a cerrarla de golpe de un empujón.

—¡Anoche sabías que estabas conmigo! ¡Respondiste mis besos! ¡Tú…! ¡Tú me tocaste como si quisieras hacerlo conmigo!

—¡No es verdad!—Rommel lo apartó hacia un lado con todas sus fuerzas, provocando que Galen saliera prácticamente disparado, estrellándose contra la coqueta de madera, sobre la cual había una bonita lámpara que acabó hecha añicos sobre el suelo.

 

Entre ambos se consolidó un agrio silencio, en el que aprovecharon para recobrar la respiración, inspirando y exhalando fuertemente el aire de sus pechos. Los ojos de Galen ya habían comenzado a vaciar sus lágrimas, pese a que él trataba infructuosamente de contrarrestarlo parpadeando rápidamente.

 

—¿Piensas que soy joto? ¿Eh? —Rommel se miraba intimidante, haciendo aquella pose retadora, con los brazos ligeramente separados del tronco, como si le invitara a pelear—. Tú eres el único joto de los dos, me das asco.

 

—¿Asco?—preguntó Galen con los ojos embebidos en lágrimas y venillas encarnadas, reflejando en ellos un profundo dolor—… Eso no era lo que parecía ayer… Ayer tú me respondiste, no tuvo nada que ver con lo que tomamos… Tú sientes lo mismo que yo, Rommel…

 

—¡¿Qu-qué?! ¡¿Qué yo qué?! ¡Ya quisieras! ¿Sabes qué, pendejo? Vete mucho a la verga que es donde te gusta estar, ahí te ves—De nuevo Rommel abrió la puerta, dispuesto a largarse de ahí para siempre, sin embargo, fue sorprendido otra vez por Galen, quien se lo impidió sujetándolo fuertemente del brazo—¡Pinche madre, suéltame! ¡Te dije que no me tocaras!—gritó encolerizado ahora—¡Te estás buscando que te rompa el pinche hocico!— lo amenazó alzando su mano cerrada en un puño.

 

—Adelante, hazlo... —Galen permaneció donde estaba, simplemente mirándolo. Se sentía extrañamente avalentonado.

 

Vio a Rommel apretar los dientes, bufando a través de estos como un animal enjaulado. En su rostro había una expresión de rabia al principio; su puño bien arriba, por encima de su cabeza. Parecía resuelto a darle una paliza, sin embargo, algo en él vaciló. Galen no habría sabido decir por qué. Quizá fue su mirada herida, cubierta de lágrimas que surcaban además amargamente su rostro golpeado o esos ojos azules suyos llenos de decisión… Lo que hubiera sido, dio la impresión de ablandarle un poco el corazón, haciendo que bajara lentamente el puño, hasta dejarlo nuevamente a un costado de su cuerpo.

 

—¿Por qué, Galen?—su voz ronca, como un susurro apagado, contrastó con la furia que había mostrado antes.

—Yo no pedí sentir esto… fue algo que simplemente sucedió—contestó él entre sollozos—... Sólo… pasó… me enamoré de ti…

—De un hombre…

—Sí…

—… Sólo… déjame irme…

—No.

—¿Por qué no? ¿Qué quieres?—la situación pareció haber rebasado a su amigo, o cómo pudiera llamársele ahora.

—Sólo quiero saber qué sientes.

—Estás pendejo. Tienes caca en la cabeza, ¿sabías eso?

—¡¿Qué sientes?!—gritó esta vez.

—¡Nada! ¡Siento que no soy joto, eso es lo que siento! ¡No soy como tú! ¡Yo sólo estaba pedo!

—¡No mientas!

—¡No estoy mintiendo!—Rommel logró zafar su brazo bruscamente—¡No soy maricón! ¡No sé qué mierdas quieres que te conteste! ¿Que me gustas? ¿Que quiero andar contigo? ¿Eso va a hacer que puedas cumplir conmigo como si fueras una mujer? ¿Que nos casemos? ¿Que te puedas embarazar? ¿Me vas a dar una familia? ¡¿Puedes darme una familia, Galen?!

 

Galen quedó paralizado; aplastado por el peso de esa dosis de realidad que Rommel había dejado caer en cada pregunta. ¿Ser novios? ¿Casarse? ¿Embarazarse? Aunque sonara ridículo jamás contempló nada de esa forma. Nunca sopesó tan siquiera lo más mínimo que conllevaba introducirse a una relación homosexual. Su imaginación no lo había llevado a más allá de los besos, caricias y quizá un poco de masturbación mutua. Sin embargo Rommel parecía estar mucho más centrado en ese aspecto; sabía lo que quería… Y también —por más que le doliera admitirlo— lo que no quería… El único que parecía estar demasiado desubicado para darse cuenta de esto era él…

 

En su silencio se encontraba la respuesta. No estaba listo para contestar algo que sonara aunque sea un poco convincente, en vez de eso bajó la mirada avergonzado.

 

—… Eso pensé—musitó Rommel fríamente, echándole un vistazo antes de abrir la puerta—… Adiós, Galen.

 

Él no se esforzó en detenerlo esta vez. Escuchó a Rommel salir dando un portazo mientras las lágrimas le caían amargamente inundándole todo el rostro y el pecho de la camisa.

Y es que sabía, muy dentro de él, que Rommel no regresaría, quizá nunca más…

 

 

 

*

 

 

Sollozos. Llanto. Sufrimiento. Todo era parte de una misma cosa: el dolor.

Resonaba como un eco en las paredes oscuras de la habitación. Una habitación elegante donde dos sillones mullidos soportaban cada uno a un hombre. Como única luz, estaba el brillo casi mortuorio de una televisión, la cual iluminaba tenuemente las facciones de ambos. Un rostro masculino, avejentado y recio y otro, en contraste, joven, aunque con un semblante de desinterés.

 

Se trataba de la premier de un filme cinematográfico. En realidad era uno casero; la cinta se hallaba estelarizada por un joven desnudo, delgado que chorreaba sangre a borbotones de entre los labios. Parecía estar amarrado de manos y pies, tirado en el piso de un sucio almacén o sótano.

 

—Sonríe a la cámara, primor—la voz de un hombre salió de la televisión, desentonando con los lamentos que el muchacho soltaba. Y entonces apareció una mano en la escena, levantándole el mentón con fuerza—. Abre la boca—le ordenó, a lo cual el chico sólo comenzó a llorar con mayor ímpetu.

 

La cámara hizo entonces un giro brusco que dejó ver la parte baja del cuerpo de aquel segundo actor y camarógrafo. Su cintura morena desnuda, cubierta por vello corporal y púbico que rodeaba el pene erecto que aferraba con su mano. Entonces enfocó el rostro del chico nuevamente, realizando un acercamiento improvisado a su boca. La imagen temblaba terriblemente, pero pese a esto pudo apreciarse nítidamente cuando el muchacho despegó sus labios, que todos sus dientes acababan de serle extirpados, dejándole solamente sus encías sangrantes.

 

—Chúpamela—la palabra hizo eco por un segundo en la habitación. La imagen en el televisor mostraba al joven temblando como una hoja mientras acercaba su rostro al pene frente a su rostro y comenzaba la felación.

 

El hombre mayor se revolvió en el sillón, empezando a conducir su mano hacia su entrepierna. Alcanzando a tocarse un poco a través de la tela de sus pantalones. Era notoria la manera en que el video lo excitaba.

 

—Debiste haber sentido esa boquita, deliciosa… No es una cosa que se sienta todos los días—le dijo al otro, volteando a verlo por un segundo, sólo para mirar que el chico en el sillón contiguo simplemente puso los ojos en blanco, denotando aburrimiento.

 

—Sí, lo que tú digas—su respuesta fue dada con un tono de apatía clara.

 

—¿Qué te pasa? Pensé que te gustaban mis videos…—dijo el hombre adulto, tomando el control remoto para pausar el video que quedó paralizado en la imagen del rostro del chico ahora cubierto, además de sangre, de semen.

 

—Supongo que tienes razón… me gustaban—el muchacho golpeteó un cigarrillo sobre la mesa de centro antes de encenderlo entre sus labios, mirándolo a los ojos antes de agregar—. Antes de que perdieras el toque.

 

—No jodas—Se mofó el hombre hoscamente, arrugando su nariz de papa—. No será que eres tú el que perdió el buen gusto. ¿Qué tienen de malo mis videos según tú?

 

—Nada, supongo. Es sólo que ¿Siempre tienes que arrancarles los dientes con las pinzas y hacerlos chuparte la verga? Digo, ¿nunca puede haber algo diferente?— expresó el muchacho, dándole una calada a su cigarro el cual dejó sobre un cenicero para después soltar el humo por encima de su cabeza—. No sé, cuando dijiste que tenías un video nuevo, me esperaba algo de verdad nuevo. Algo, tú sabes, fresco, además—agregó—, ¿no pudiste conseguir al menos a un tipo un poco mejor parecido? Discúlpame que te lo diga pero sencillamente creo que ya no tienes la misma calidad creativa que mostrabas en tus inicios.

 

—Ay, Chacalito, pero sí de de’veras que parece que a ti no se te escapa nada—Exclamó el mayor haciendo que su golpeado acento norteño resonara, como de costumbre en cada hueco del cuarto,  levantándose de su asiento para estirarse —. Quizá tengas razón y ya me esté haciendo viejo para esas mamadas.

 

—Es una posibilidad—susurró el Chacal fríamente—. Aunque también puede ser que sólo andes falto de inspiración.

 

—Pos ahora que lo mencionas, igual y sí—suspiró el hombre, encendiendo la luz indirecta del estudio antes de apagar el televisor—. Tú ya te diste cuenta, el chavito que grabé, el que dices tú que estaba feo, fue lo mejorcito que conseguí. Ya no he encontrado morritos sabrosos como me gustan ahí en la militar. Quizá eso tenga que ver, ¿no crees?

 

—Yo creo que bastante—Sonrió el otro—. Al menos, no sé cómo funcione contigo, pero yo no podría hacerlo con una vieja que se me haga pinche.

 

—Es fácil para ti decirlo. Las chavitas se te acercan solitas. En cambio a mí que sólo soy un vejestorio… No sabes por lo que paso para conseguirlos… —El hombre se dejó caer nuevamente sobre el sillón con un aire triste.

 

El joven entonces lanzó al aire una sonora carcajada —Ay, no, por favor, Ahumada, no hay necesidad de ser tan dramático.

 

—Ríete si quieres. Na’más acuérdate quién soy, y lo que soy capaz de hacer.

 

El muchacho dejó de reír casi en el acto, aunque una sonrisa cínica aún adornaba su rostro.

—Sólo me rio porque pienso que has estado yéndote por el camino difícil todo este tiempo—volvió a darle una calada a su cigarro, pese a la mirada contrariada del hombre a su lado—. Déjame conseguirte a la próxima estrella de tu video—masculló antes de soltar el humo, restaurando su sonrisa diablesca.  

 

—¿Qué? ¿Acaso ya tienes a alguien en mente?—Ahumada pareció recobrar el ánimo.

 

—Oh, sí.

 

—¿Ah sí? ¿Quién es él? ¿Cómo es?

 

—Veamos—el Chacal meditó un poco—… Es como te gustan… Es blanco, güero, tiene los ojos azules, bonitos.

 

—¡Mmmmm…! ¿Y cómo qué edad tiene?

 

—Creo que tiene quince.

 

—… Es un poco más grande de lo que me gustan, pero igual creo que podría pasar si está lindo de la cara. ¿Cómo es su cuerpo? ¿Tiene musculatura?

 

—Si tiene la cara bonita, y del cuerpo pues está delgadito, no se le nota mucho musculo.   

 

—¿Ya le salió vello en la cara?—preguntó intrigado Ahumada, como si se tratase de las características de un nuevo y codiciado juguete.

 

—La verdad no sé, no pareciera.

 

—¿Y dices que es güerito, verdad? Ya me imaginé sus pezones… Han de ser rosados, y su culito…—el hombre comenzó a salivar, se notó por la forma en que se relamió los labios una y otra vez—¿Quién es? ¿Cómo se llama?—Exigió saber—. ¿Podrías tomarle una fotografía antes de traérmelo?

 

—Sí, será fácil—dijo el Chacal sin desaparecer su sonrisa—. Se llama Galen y… es… mi hermano…

 

 

Notas finales:

Muchas gracias por todo su apoyo, me hacen muy feliz!!! :D

Lo más probable es que el capítulo siguiente esté listo para principios de enero o acercandose la fecha.

De antemano les deseo muy feliz navidad y año nuevo :) 

L@s quiero un montón!

Gracias por leerme! 

 


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