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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

Hola!!

¿Cómo han estado? 

Esta vez decidí cambiar un poco el orden en que hago las cosas y subir el capítulo antes de contestar los reviews.  

Chicas (os) les cuento que poco a poco nos vamos acercando al final de la historia. Esto va siendo posible gracias a todos ustedes que me empujan a seguir adelante con este proyecto. Algunos de ustedes llevan aquí desde el mero principio, otros un poco menos pero todos están contribuyendo a que esto avance.

¡GRACIAS!

Capítulo XXXIV: Pláticas de hospital.


Rommel podía quizá lucir tranquilo, pero por dentro se sentía inquieto. Sabía que tendría que dar la cara a aquello que lo avergonzaba y ello lo intimidaba. De alguna manera él había presentido cuando la máscara de lobo se desprendió de su rostro aquella noche, que la vida lo arrinconaría y le restregaría sus crímenes algún día, aunque nunca pensó que cuando ello pasara se sentiría tan desdichado y vulnerable.


Su cuerpo nunca lo había traicionado tanto como entonces. El no comer bien durante mucho tiempo lo hizo acostumbrarse en cierta medida a que cuando se levantaba de golpe de algún sitio —algo que solía evitar— se sentía un poco mareado, pero de eso a sentir que no podía ponerse en pie sin que sus piernas se sintieran como gelatina era otra cosa. Según el doctor que le atendía en la mañana, ello se debía a la poca cantidad de glóbulos rojos en su sangre, producto de su desnutrición y a la pérdida de sangre que tuvo por el disparo. Fuera como fuera, le parecía una sensación espantosa, que aunada a la incomodidad que le acarreaba no traer su ropa sino una simple bata de hospital en todo momento lo volvía aun peor.


Lo molestaba tener que caminar para recuperar fuerzas y saber que medio mundo podía ver su trasero. También le molestaba que el enfermero que lo acompañaba a ir al baño lo mirara siempre con recelo, debido a que quizá pensaba que en cualquier momento Rommel intentaría volver a escapar.


Eran ese tipo de cosas las que le hicieron no contestar inmediatamente cuando el médico amigo de la mamá de Galen entró para verlo, preguntándole cómo le había ido ese día. Aunque terminó dándole la respuesta estándar: “bien”.


—Hace un poco de calor, ¿no crees?—dijo el hombre, tomando asiento en la silla junto a la camilla donde Rommel se hallaba sentado.


Al chico no le sorprendió que hablara del clima. Se preguntaba de qué otra cosa podría hablar con él en realidad. No lo conocía de nada y Rommel no se sentía especialmente platicador ni entusiasta.


Aunque el médico tenía razón. De verdad hacía calor. Después de todo, el mes de mayo había llegado para sosegar las mañanas frescas de abril con unas oleadas de calor sofocantes dignas de un preludio de verano. Era una lástima.


—Sí hace calor—concordó finalmente el chico, pasándose una mano por la frente para limpiarse una fina capa de sudor que se le había formado.


—Estamos teniendo problemas con los enfriadores—comentó el médico—… En esta ciudad no se puede vivir sin ellos, ¿no crees?


Rommel asintió sin mucho interés. Imaginaba que afuera el sol estaría cociendo los cofres de los autos, desfigurando el aire caliente sobre estos como pasaba en las películas sobre el desierto. Y el resto de la conversación siguió más o menos el mismo rumbo. De vez en cuando Adam le preguntaba sobre su estado de salud. Si ya no sentía molestias en la herida, o si estaba pudiendo descansar bien en general. El chico hasta ese momento había dejado que el médico guiara la conversación, sin involucrarse mucho, esperando el momento en que el hombre se decidiera a tocar el punto delicado por el cual estaba ahí, hasta que finalmente lo hizo.


—Imagino que Galen te comentó algo de lo que platicamos ayer.


—Simón…—contestó Rommel con un tono serio poco usual en él.


—Tú eras el de la máscara… Lo supe prácticamente desde que te vi llegar…


Un silencio tenso embriagó el ambiente. Rommel apretó los dientes sin abrir la boca. Su corazón martilló su pecho amedrentado. Lo hacía sentir aún más enfermo.


—Me diste una buena tunda—el hombre sonrió un poco incómodo.


De nuevo hubo silencio. El muchacho no supo qué se suponía que debía hacer. El médico sólo se le quedó mirando como esperando a que él contestara, pero al no obtener nada continuó:


—¿Pudieras contarme un poco sobre tus motivos para actuar?... Galen me comentó que tenías problemas de dinero…


No había rastro de hostilidad en sus palabras. De hecho, en realidad, a opinión de Rommel, el hombre estaba comportándose demasiado amable, sin embargo, no podía evitar que cada frase lo hiciera sentir más y más pequeño, hasta degradarlo al tamaño de una hormiga. Por un momento inclusive percibió que la camilla le quedaba grande. Era una horrible sensación para él, quien siempre se había sentido tan autosuficiente, estar de pronto en esa posición frágil de animal herido.


—… Bueno pss desde que tengo como seis años mi papá me puso a sacar dinero de donde pudiera para pagar sus pedas… Al principio vendía chicles y así, también estuve de cerillo en un supermercado un tiempo… Ya más grande me puse a ayudarles a los abarroteros, a acomodar cajas y esas cosas. Luego hace no tanto tuve una novia y la embaracé… Nos íbamos a casar y eso… Y su hermano me metió en una banda de rateros para que pudiera sacar más lana… Y disque me vendió una casa en abonos, pero luego mi novia me abandonó… Y ya no tuve hijo, ni novia, ni casa…, pero el hermano me seguía cobrando lo de la casa, pese a que yo le dije que ya no la quería… Pero le valió, y si no le pagaba me mandaba golpear… Y decía que me iba a matar y así… Y mi papá también quería dinero… Y entre los dos me estuvieron jodiendo la vida hasta ahorita porque al pinche vato hermano de mi ex lo mataron, lo bueno… Quiero decir: que malo que se haya muerto, ¿verdad? Pero a la vez que bueno, porque así ya no me va a estar jodiendo…


El hombre asintió ante la breve aunque concreta historia de Rommel.


—¿Qué pasa si no le das ese dinero a tu padre? ¿Te golpea?—Le preguntó.


El muchacho no contestó de inmediato, parecía darle vergüenza responder, aunque finalmente lo hizo sólo moviendo su cabeza de arriba abajo sin mirarlo directamente.


—Te seré sincero, Rommel. Me preocupa que Galen sepa y sea tu cómplice en todo esto de la banda y los asaltos. Con eso de que su mamá me comentó que se han vuelto muy unidos ustedes…


—No—rebatió el chico algo exaltado—. Galen nunca ha tenido nada que ver con lo que yo hago. Él siempre ha sido un buen chavo. Él se enteró de lo que yo hacía y no me juzgó, pero nunca ha estado de acuerdo…


—¿Por qué entonces él también estuvo involucrado en lo de la balacera que hubo?—preguntó el médico.


Rommel le contó que el Mosca había sido el cabecilla de la banda a la cual él perteneció y, por ende, el hermano de su ex. Le dijo que se había salido de la banda omitiendo los motivos y que había comenzado a asaltar por su cuenta, algo que había hecho enfurecer al tipo y que éste por lo tanto lo había mandado secuestrar, llevándose a Galen de paso sólo por el hecho de haberlo estado acompañando. Desde luego, había tenido que mentir un poco en la historia, pero qué más daba.


—Leí en el periódico que eran traficantes de droga y de órganos—dijo el médico.


—… Cuando yo estaba dentro sólo robábamos estéreos de coches y esas cosas… Ya no supe en qué más se metieron después…


El rostro de sospecha que el doctor le dirigió al escucharlo le hizo pensar que no le había creído del todo. Era lógico.


—Por lo que me dices no te quedó de otra más que robar para poder conseguir el dinero que te exigían esos dos. Pero ¿qué piensas hacer ahora que el hermano de tu ex está muerto y tu padre está desaparecido?


Rommel se incorporó un poco más de la cama.


—Pss… No sé… Me gustaría buscar un trabajo así bien, juntarme con una morra, casarme, tener unos hijos… Unos dos o tres tal vez…


El hombre lució sorprendido por un instante, luego se rió.


—Eres muy chico todavía para pensar en casarte y tener hijos, ¿no lo crees?—Le dijo.


—No, no creo. Conozco chavos que de mi edad o si mucho un año más grandes ya tienen familia—respondió Rommel.


—… Bueno, no lo dudo pero… En fin, el caso es que tú sí quieres dejar de robar y tener una vida tranquila, ¿no?


Desde luego Rommel asintió.


—Lo malo es que realmente no importa lo que quiera… Igual no me van a dejar—murmuró.


 —¿Por qué dices eso?—preguntó el doctor.


Rommel se encogió de hombros, dirigiéndole una mirada que sugería que pensaba que era algo obvio antes de decirle sin ánimo que sabía que lo ingresarían a una casa hogar, un hecho que notoriamente no sólo no le agradaba sino que además parecía deprimirlo. Le comentó además que pese a que Galen le había dicho que la idea de ir a una casa hogar se escuchaba mejor que vivir con su papá, él no estaba de acuerdo.


El médico le preguntó entonces si no tenía más familia, quizá algún abuelo o tío por parte de su mamá, a lo cual Rommel simplemente negó con la cabeza. Según él ya había estado en una situación similar cuando su mamá recién falleció y se encontraban investigando a su padre por violencia intrafamiliar. Aparentemente por unos meses estuvo acogido en una casa cuna, tiempo suficiente para que el muchacho aborreciera el lugar…


—Yo no quiero estar ahí, así que si me meten me voy a escapar, la neta…—dijo el chico dejándose llevar por las emociones—Prefiero vivir en la calle…


—No—exclamó el médico preocupado—. No sabes lo que dices, muchacho.


Temía que fuera a hacerlo, de verdad. Y cómo no; para el medico el joven frente a él era apenas un niño. Él había criado un hijo. Sabía lo que implicaba dejar a un niño solo… Sabía que hacerlo era algo tan grave como golpearlo… No supo en qué momento toda su percepción de Rommel y la de su propio hijo se mezclaron, pero fue algo que sucedió, al menos por un breve instante que resultó ser suficiente para hacerlo decir:


—Escucha, si necesitas un lugar donde quedarte, yo pudiera darte alojamiento por un tiempo, pero necesitas reflexionar mejor las cosas…


Claro que  se arrepintió prácticamente en el momento mismo en que acababa de decirlo. Aunque la mayor parte de este arrepentimiento se basó en el súbito cambio de expresión en el rostro de Rommel, quien pareció sentirse de alguna forma ofendido por las palabras.


El silencio incomodo que sucedió a ello pareció confirmar el hecho y le hizo decidir que ya era el momento de terminar con la visita.


Entonces, sin disimular demasiado se levantó de la silla donde estaba sentado y miró su reloj de pulsera, mascullando que ya era un poco tarde y que debía de irse.


*


Cuando Galen llegó ese día al cuarto de Rommel le alegró notar en su amigo un mejor semblante. El color de su piel ya no se miraba tan enfermizo; además que sus labios ya habían adquirido un tono rosado diferente al cenizo que habían tenido los primeros días y no estaban tan resecos. En pocas palabras, parecía estarse recuperando rápidamente.


Ya que Galen acababa de salir de la escuela aun llevaba puesto su uniforme —una camiseta blanca con cuello azul marino, un short del mismo color y tenis blancos, pues ese día había tenido educación física— y traía su mochila. Dejó en el piso ésta última al pie de la camilla y se acercó para saludar al chico.


Le dijo que quizá no podría quedarse mucho pues al día siguiente presentaría un examen semestral de física para el cual debía estudiar y también resolver un problemario. Rommel le contestó que no había problema, aunque dio la impresión de que sí tenía un problema cuando se enteró que Memo estudiaría junto con él.


Quizá no había sido buena idea comentarle acerca de Memo, pensó Galen, pero tampoco creía que fuera algo que tuviera que esconder. Sólo era un amigo de la escuela. Que sí, últimamente convivía mucho con él en los recesos y en las clases, y por ende llegaba a mencionarlo cuando hablaba con Rommel acerca de su día, pero no le parecía que fuera para tanto.


Igual no repararon mucho en eso, ya que Rommel tenía algo aparentemente más importante que preguntarle.


—Oye, güey—le dijo—¿el doctor es puto?


—¿Mande?—preguntó Galen un poco extrañado.


—Que si el doctor es puto—repitió Rommel.


—¿Qué doctor?


—Pss el doctor este, el amigo de tu mamá, güey.


Galen frunció el entrecejo.


—No, bueno, no creo, ¿por qué?


—Pos porque me invitó a que me fuera a vivir a su casa—respondió Rommel.


De pronto hubo un breve mutis. El rubio meditó un poco lo que su amigo acababa de decirle y entonces contestó sin más:


—¿Neta? oye, pues eso estaría bien, ¿no? Así no tendrías que ir a la casa hogar a la que no quieres ir.


—¿Qué? No, no voy a irme a vivir con ese tipo. Se me hace muy de puto que me haya dicho eso.


—¿Por qué?—preguntó Galen confundido.


—Pss no sé, güey, todos los vatos que alguna vez me han ofrecido su casa resulta que son jotos y me quieren coger.


Galen rodó los ojos.


—El doctor no es gay. Él estuvo casado  y no es un secreto que a él le gusta mi mamá…


—¿Y eso qué, güey? Casarse no les quita lo joto, créeme.


Hasta cierto punto Galen concordó con él en eso, aunque por otro lado sintió que Rommel estaba exagerando.


—Yo ya he ido y tiene una casa bastante grande, obvio tendrías tu propio cuarto, digo, no es como si fueras a compartir una cama con él. Además, se vive el día aquí en el hospital.


—Pero en las noches sí está ahí—rebatió su amigo.


El rubio estrechó la mirada y preguntó con perspicacia: —¿Tienes miedo de que te viole o algo así?


—Pos sí, güey, no mames—exclamó Rommel—¿Qué si de pronto me le antojo al cabrón o algo?


Esa última frase provocó que Galen soltara una carcajada espontanea, ya que no esperaba algo así, aunque recomponiéndose, le dijo al chico en la camilla que el doctor no era gay y que estaba completamente seguro de que aun siéndolo jamás se atrevería a hacer algo tan ruin. Ello pareció tranquilizar a su amigo, quien en respuesta dijo:


—Bueno, pss es que si es así como dices pss igual y sí le tomaría la palabra, porque neta no quiero vivir en el pinche disque albergue ese, pero güey, si resulta que me fuera a vivir a su casa y que termino con un pito metido en la cola y/o en la boca te voy a partir la madre, ¿entiendes?


Volvió Galen a rodar los ojos.


—Sí, lo que digas, don irresistible.


En realidad, ninguno de los dos sabía si de verdad era posible que el doctor acogiera a Rommel en vez de un organismo gubernamental aunque sólo se tratara de algo temporal, pero de ser así Galen suponía que podía significar algo bueno para su amigo quien parecía ciertamente odiar la idea de ingresar a una casa hogar... Fuera como fuera, a Galen al menos aquello le daba un poco de esperanza de que no todo el mundo estaba en su contra…

Notas finales:

Sé que los hice esperar demasiado por un capítulo corto. Afortunadamente, el siguiente ya cuenta con algunas páginas y espero no demorarme demasiado en poder subirlo.

Como dije antes, les agradezco mucho sus animos y su perseverancia.

Mi objetivo: Que nos leamos antes de navidad, y haré todo lo posible por cumplirlo.

 


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