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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

Hola, queríd@s lectores (as)

 

No sé que era lo que estaba haciendo mal, pero este capítulo es la tercera vez que intento subirlo.

Las primeras veces puse una nota más efusiva, pero bueno... -_-

Como verán no tardé tanto esta vez y espero mantener el ritmo.

Este capítulo se trata de Aarón, así que es oscuro, mórbido y perturbadross.

Pese a todo, espero que les guste :) 

Capítulo XXXV: La historia de los compadres y otros cuentos.

 

El verano había entrado con fuerza al norte del país. Afuera, el radio anunciaba unos 39° a la sombra, con un sol radiante en medio de un cielo completamente despejado. Era la época de las cervezas bien frías y de unos buenos chapuzones en las albercas municipales. De esas dos opciones, Aarón habría descartado cortésmente la idea de ir a la alberca —tan sólo pensar en la orina diluida en el agua clorada le provocaba repugnancia— pero habría aceptado con gusto la invitación a las cervezas heladas y más si estas se acompañaban de un buen corte de carne término medio hecho al asador.

Para ese periodo de calor abrasante y ambiente veraniego su amigo el coronel Ahumada estaba siempre preparado en su casa de campo con una magnifica terraza provista de aire acondicionado, una sala acolchada, un bar completo, televisión de paga y una bella piscina con cascada. El hombre había puesto unos cortes grandes estilo New York de una pulgada en el asador mientras tomaba una cerveza que “sudaba” de frío. También Aarón estaba tomando una cerveza y al mismo tiempo disfrutaba de la música proveniente del equipo de sonido estéreo.

Ahumada era todo un as en la parrilla. No era ningún novato; tenía un juego completo de pinzas, espátulas y entre otros aditamentos para el asador que le gustaba presumir, además, calculaba con precisión el grado de cocción de la carne con un termómetro especial, así que sabía darle el punto exacto. Era también un experto en condimentos y marinadas, por lo que sus cortes siempre tenían una buena sazón.

Lo primero que sacó del asador fueron unas mazorcas dulces, que Aarón degustó mientras miraba con interés a una mariposa pequeña de color amarillo que se había acercado a la piscina a tomar algo de agua pero terminó forcejeando para evitar ahogarse, sin éxito. Su cadáver acabó flotando hasta la orilla poco después.

Luego salió la carne. Cuando el cuchillo la partía brotaba todavía de ella un poco de jugo y sangre. Estaba perfecta. Para acompañarla había guacamole, tortillas de maíz amarillo y unas salsas muy picantes verde y roja que Ahumada había hecho en el molcajete con chiles crudos. Esas salsas habían provocado que Aarón jadeara un poco enchilado y que tomara aún más empecinado de su cerveza, aunque parecía satisfecho con el sabor.

El ambiente estaba muy relajado. Aarón llevaba puesta una camisa blanca holgada y una bermuda, mientras que el hombre lucía su barriga cervecera detrás de una camiseta gris sudada del pecho y las axilas, unos shorts y unas sandalias.

—Pero que ricura—exclamó Ahumada cuando por fin se sentó sobre uno de los sillones mullidos y el aire lavado le pegó directo para refrescarlo.

—Como siempre te luciste—dijo Aarón, dando pie a que el viejo coronel comenzara a hablar entusiasmado sobre sus trucos como parrillero.

—El secreto es no avorazarse en meter la carne cuando acabas de prender el carbón, sino en esperar a que se amanse el fuego, como para todo lo que vale la pena en esta vida—dijo el hombre con su típico acento norteño.

Desde luego, el muchacho no pudo estar más de acuerdo. Aunque no postergó el tema más allá, en vez de ello habló de negocios. Recientemente había hecho una alianza comercial que beneficiaría enormemente la expansión de sus productos, aunque lamentablemente para llevarla a cabo había tenido que cortar lazos algo bruscamente con otro apreciable socio suyo.

Ahumada tenía unas ideas ya algo anticuadas para los negocios, pensaba Aarón, afortunadamente él estaba allí para aportar muchas estrategias frescas de mercado.

—¿Qué te puedo decir, mijo? Confío en que estás llevando bien todo ese asunto—comentó el coronel—. Pero lamentablemente no todo nos está yendo bien. Que me volvieras un héroe en esta ciudad sólo me dio un poco de tiempo para sacarme de la mira de la federal, pero los pinches gringos todavía me traen de un ala. Mañana mismo salgo rumbo a Texas. Necesito contentarlos con algo, ¿sabes?—el hombre hizo la seña del dinero con su dedo pulgar e índice—. Así que te sugiero que tú también te vayas por un tiempo, en lo que se arreglan las cosas.

—Entiendo—asintió Aarón—. ¿Pero qué pasará con tu compadre?

Hacía dos días había salido en el periódico local que un hombre llamado Marcos Rangel de 53 años de edad había sido encontrado por las autoridades municipales cayéndose de borracho en un burdel de mala muerte. El hombre había sido identificado como el padre de la víctima hallada la semana antepasada por el perro héroe “Rocky”. El periódico además decía que el hombre no había querido dar declaración alguna con respecto a por qué había dejado a su hijo herido encerrado en su cuarto, pero que podría perder la custodia del mismo.

A Aarón no le podría importar menos ese hombre, pero sabía que podía echar varias cosas a perder si acaso se le ocurría abrir la boca.

—No te preocupes, puedes estar seguro de que no dirá nada—lo tranquilizó Ahumada.

—Vaya embrollo en el que nos metiste aquella vez—sonrió el muchacho—, sin embargo, nunca hablamos de lo que pasó con Rommel…

—¿Qué tiene Rommel?—preguntó el hombre haciéndose el desentendido.

—Oh, vamos—dijo Aarón con un tono amigable—. No tienes por qué ocultarme nada. 

El coronel no respondió de inmediato, sencillamente sonrió. Supuso que su amigo no podría quedarse con la duda con respecto a lo que sucedió hacia no muchos días atrás.

Todo había comenzado aquella vez con una llamada que él le hizo. Ya desde hacía tiempo venían planeando desaparecer a cierta banda que de cuando en cuando les traía problemas, pero no fue hasta que el muchacho consideró que era prudente que finalmente lo hicieron. Su practicidad en ocasiones lo asombraba. No sólo se deshicieron aquel día de la banda en cuestión, sino que además pudieron manipular a la prensa de tal forma que los reflectores estuvieron puestos en él durante un tiempo. Ahumada comenzaba a tener problemas con las fuerzas federales por sus implicaciones con el narcotráfico, así que haberse convertido en el héroe de la ciudad había creado una pantalla de humo muy conveniente que le confirió momentáneamente cierta inmunidad, aunque aquello no duraría demasiado…

Sin embargo dentro de aquella jugada, había una pieza clave que él definitivamente no tenía contemplada; se trataba del hecho de que Rommel estaba también presente en ese lugar. Rommel era el hijo de su compadre Marcos y había terminado herido por una bala perdida dejándolo en un estado crítico. Apenas Ahumada se enteró de ello, tomó a Rommel y escapó con él en un vehículo del ejército; movió cielo, mar y tierra para salvarle la vida y, una vez que el chico dio trazas de recuperación, lo dejó en casa de su compadre para que ahí pudiera el muchacho seguir mejorando, inclusive le había dado dinero a Marcos para que tuviera con qué pagarle al médico por si su hijo se volvía a poner mal, dinero que aparentemente Marcos utilizó para ir a embriagarse y con prostitutas.

—En su momento te lo dije, ¿no, chacalito? Rommel es mi ahijado. No podía dejar que se lo llevara la huesuda así no’más…

—Ahumada—Aarón arrastró su nombre dándole a su tono cierta insistencia—. ¿Me estás diciendo que sólo por eso tuvimos que contactar al mejor médico clandestino de la ciudad y movilizar a tantas influencias? Ciertamente perdí la cuenta de cuántos favores cobraste aquel día sólo para poder salvarle la vida… No estoy muy seguro de que puedas hacer eso por alguien más…

Ante ello el coronel Ahumada puso una media sonrisilla.

—Rommel es especial—dijo simplemente.

—¿Ah sí? ¿Por eso le llevaste rosas?—sonrió Aarón.

La pregunta pareció aterrizar en el hombre tan de improviso que provocó que se atragantara con su cerveza. Tosió un par de veces y luego adquirió un color sonrosado cual camarón cocido.

—Supongo que me atrapaste con eso—dijo resignado—. Pos sólo te diré que ese chiquillo y yo tenemos cierta historia, no’más.

Aarón afiló la mirada y sonrió aún más ampliamente. Hizo un silencio que se sintió muy correcto, le dio una mordida al taco y tomó de su cerveza. Entonces volvió su vista al hombre nuevamente y comentó:

—Una buena historia siempre es agradable de escuchar.

A lo cual Ahumada un poco abochornado se rascó la cabeza, poniendo una expresión tímida como la de un adolescente (gesto inquietante viniendo de él, en lo que Aarón respectaba).

—Pos bueno, es una historia larga, así que luego no te quejes de que no te lo advertí—dijo el hombre—. Empieza cuando yo era un huerco…

» Recuerdo que vivíamos en un pueblo, lejos de la ciuda’. Yo no daba trazas de ser nadie to’avía. Mi padre, un simple mecánico. Mi madre, costurera. Yo, un simple huerquillo enclenque.

Allí en el pueblo había una sola escuela y a esa iban los hijos de todos, desde los del más pudiente, hasta los del más jodido.

Había muchos huercos en ese pueblucho donde yo vivía. Pero había uno que estaba por encima de todos. Ese era Marcos Rangel. Era el más rápido, el más valiente, el más fuerte, simplemente era el mejor, sí, señor. Tenía un cuerpo esbelto pero trabajao por el campo. Una espalda fuerte y bien torneada por cargar cosas pesadas; hombros anchos y unas nalgas apretadas. No era raro que tuviera a todas las huercas suspirando por él… Y en secreto, a mí también.

Marcos era respetado por todos, tanto por huercos como por los adultos. Siempre tuvo autoridad el cabrón. Si Marcos decía que una cosa se hiciera, se hacía y punto. Igual si le ponía el ojo a una huerca, esta terminaba siendo de él hasta que le aburría.

En la escuela nos volvimos amigos. Nos hicimos los mejores amigos. Él haciendo sus chingaderas y yo de su achichintle. Así crecimos él y yo. Y una noche, me invitó a tomar una botella de tequila. Me confesó que su sueño era abandonar el pueblo donde estabanos. Él quería meterse a la militar y ser un caca grande del ejército. Entonces, él se desmayó de borracho, y yo me lo cogí. Yo creo que él nunca se dio cuenta de lo que le hice, pero yo jamás voy a olvidar esa noche. Nunca voy olvidar esos besotes que le robe, el sabor de esos labios, ni lo apretado de esas nalgas… De tan sólo acordarme se me para la verga…

Después, él y yo nos metimos a la milicia. Los dos empezamos como soldados rasos. Yo ascendí a ser soldado de primera y él sufrió una baja deshonrosa, por golpear a un superior. Marcos siempre fue violento, era parte de su encanto, pero hay que saber cuándo y sobre todo; con quién.

Así, deje de verlo muchos años, hasta que un día me dio por buscarlo. Él estaba en la cárcel. Lo habían metido ahí por matar a su mujer. Marcos ya no era ni sombra de aquel muchachito que yo conocí. Había ganado mucho peso y, en resumen, los años le sentaron muy mal. Pero aun así, decidí ayudarlo a salir de ahí, por el aprecio de los viejos tiempos. Y fue ahí en la cárcel cuando lo visité, que Marcos me dijo que yo “le había robado su sueño”. Porque mientras que yo era en ese momento Teniente, él sólo era un simple velador.

Sin embargo, poco después me enteré de que tenía un hijo. Cuando recién lo conocí apenas si podía dar crédito a mis ojos. El niño era igual al Marcos de mis recuerdos. Y supe entonces que volvía a estar enamorado. «

Cuando el relato terminó Aarón arqueó una ceja.

—Vaya—dijo—¿Quién diría que alguien como tú también puede tener su corazoncito?

—Pues ya ves. Ahora lo sabes—respondió Ahumada algo apenado.

—Ahora entiendo por qué mataste al soldado que le disparó a Rommel…

—Tú sabes, mi querido amigo, que soy capaz de perdonar algunas afrentas en mi contra. Pero a mi Rommel, que no me le toquen ni un solo cabello.

Aarón reconoció que era verdad. Recordaba haber estado allí, junto a Ahumada grabando en video el momento en que el coronel le cortaba al soldado vivo las piernas para dárselas de comer a unos cerdos que tenía en su rancho. La imagen viva en su cerebro le daba placer, como a cualquier persona le daría dicha mirar una puesta de sol.

 

 

 

Cuando terminaron de comer Ahumada se levantó para ofrecerle a Aarón un vaso de nieve de garrafa del cual él se sirvió. Era un fanático de la nieve de nuez y había comprado varios litros que guardaba en un gran congelador. Pero ya que Aarón no era un gran fan de ésta (ni de ningún postre a decir verdad) declinó la oferta educadamente. Lo suyo eran los sabores más bien amargos, por lo que se contentó con otra cerveza.

Y una vez que el sol comenzó a descender y los pájaros a revolotear por el cielo en bandadas para resguardarse en los árboles cercanos, Ahumada le dijo que tenía un video nuevo de su creación que no podía esperar más para mostrarle. Entonces con premura sacó su cámara y la conectó por medio de unos cables a la televisión.

—Esta vez intenté cambiar la dinámica del video, a ver qué te parece—le dijo volviendo a tomar asiento en el sillón, apuntando el control a la televisión oprimiendo el botón de “play”.

De inmediato, en la pantalla del televisor se divisó la imagen de un piso cubierto por una tela blanca con algunos pétalos de rosa esparcidos sobre él y de fondo se escuchaba una sosegada melodía de flauta de pan. En medio de toda la escena se encontraba un muchacho de espalda, su tez era muy blanca y su cabello parecía haber sido pintado de dorado con alguna especie de aerosol industrial, pero quizá, lo que más destacaba de él, era el par de alas de ángel con plumas blancas que tenía cocidas con hilo a la espalda. La piel colindante estaba muy roja e inflamada.

De pronto, el joven volteó a la cámara. La imagen hizo un zoom a sus ojos azules asustados y a sus temblorosos labios color cereza.

Aarón no tardó en asociar aquellas marcadas características físicas con una figura familiar para él.

En el video, Ahumada le arrancaba las alas al muchacho, salpicando de sangre la tela blanca del piso, mientras lo violaba. Sorprendentemente la imagen no temblaba como en sus videos anteriores. Debió de haberse comprado un tripié, supuso Aarón, quien de pronto había tenido que luchar contra el impulso de apartar la vista.

Sucedía que había de pronto comenzó a experimentar una fuerte presión dentro de la cabeza a la cual le acompañaba un silbido molesto en el oído. Había una imagen en su cerebro que quería emerger y superponerse a la del video, y el sonido de los jadeos y gritos del chiquillo ultrajado sólo estaba ayudando a que esto sucediera.

Por un momento se transportó a otro lugar, la escena en su cabeza se veía tan nítida como había ocurrido esa vez hacía años. Casi pudo tocar la puerta entreabierta que apareció frente él… Pero no lo hizo… Adentro se escuchaban gemidos. Era la habitación donde dormían su padre y su madre… También se escuchaba el rechinar de la cama como endemoniada.

Por mera inercia se había asomado a mirar. La nívea espalda sudorosa de su padre acaparaba casi toda la escena… No le permitía ver a la persona con la que estaba, pero él sabía que no se trataba de su madre… No, no era ella, su madre estaba trabajando a esa hora… Él sabía quién era esa persona… Lo supo desde antes de que su padre se moviera y pudiera verla…

Cabellos rubios, ojos azules; sus dientes blancos se entreveían tras unos sonrientes labios rosados y en su rostro se dibujaba la sucia expresión de una golfa…

Sintió la furia comenzar a borbotearle la sangre y la visión empañársele de un color rojo turbio... Pero entonces, la voz de Ahumada volvió a situarlo en la realidad. Aparentemente quería saber qué le había parecido su nueva obra, a lo cual Aarón recomponiéndose contestó que todo había sido sencillamente intenso, una respuesta que dio la impresión de agradar al hombre.

Entonces, sin más, Aarón se levantó de su asiento excusándose para ir al baño y ahí frente al lavabo, viéndose al espejo que le devolvió una mirada soez, se echó agua en el rostro y continuó haciéndolo hasta que todo rastro de aquel recuerdo se esfumó de su mente… 

 

*

 

Más tarde, el muchacho llegó a casa. Al entrar a su habitación se apresuró a sacar una maleta de entre sus cosas. Ahumada le había insistido en que debía marcharse de ahí y él no pensaba quedarse a averiguar qué era lo que sucedería si no lo hacía. Sin cuidado comenzó a colocar algo de ropa dentro y unos zapatos. Pretendía viajar ligero.

Después, saliendo por el cancel que daba al jardín se dirigió rumbo al cuarto que fungía como taller en la parte trasera, introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta. Un aroma nauseabundo a carne podrida le dio la bienvenida.

Él encendió la luz. Sobre la mesa del taller había restos de comida a medio comer, y un par de cucarachas salieron corriendo al sentirse expuestas. Detrás de la mesa se encontraba la figura famélica de su padre amordazado y amarrado a la silla donde había estado desde hacía un largo tiempo.

Los ojos del hombre a duras penas se posaron sobre él, temerosos. Estaba deshidratado y posiblemente estaba sufriendo de una sepsis debido a las ulceras de presión que se le habían abierto en ambos glúteos a consecuencia de la posición. 

Si lo hubiera desenmordazado Aarón estaba seguro de que su padre habría suplicado por agua. Tenía los labios agrietados y blancuzcos. Pero Aarón no pensaba darle agua ese día. Aarón tenía una línea tensa por boca en ese momento. No había rastro de su sonrisa característica. No había rastro de su buen humor que le hacía generalmente tararear una canción alegre. No. En vez de eso había silencio.

El silencio era tan profundo que permitía escuchar perfectamente sus pisadas al irse acercando y a los grillos de afuera produciendo su típico canto dirigido hacia las hembras.

Frente a su padre Aarón lo observó un momento. El hombre posiblemente habría llorado de haber tenido lágrimas que derramar, pero estaba tan débil que ni siquiera podía sostenerle la mirada. De haber podido verlo, habría notado en el muchacho unos ojos fríos y muy crueles.

—Papá—lo llamó con un susurro, al tiempo que desenfundaba sin titubear la pistola que traía guardada en su chaqueta. El metal del arma poseía un brillo mortífero que se intensificó cuando el cañón apuntó en dirección del hombre —… Recordé por qué te odiaba…—masculló.

Entonces todo se repitió de nuevo…

… La escena en su cabeza se veía tan nítida como había ocurrido esa vez hacía años…

… Casi pudo tocar la puerta entreabierta que apareció frente él… Pero no lo hizo…

… Adentro se escuchaban gemidos…

… Era la habitación donde dormían su padre y su madre…

… Se escuchaba el rechinar de la cama como endemoniada…

… Se había asomado a mirar…

… La nívea espalda sudorosa de su padre acaparaba casi toda la escena…

… No le permitía ver a la persona con la que estaba…

… Pero él sabía quién era esa persona…

… No era su madre…

… Cabellos rubios, ojos azules…

… La sucia expresión de una golfa…

… Esa persona…

… Era…

… Galen…

El sonido de un disparo estalló rasgando el aterciopelado manto de la noche y los grillos momentáneamente dejaron de cantar…

Notas finales:

Les dije que estaba perturbador. Sólo espero que no tan perturbador como para que se vayan corriendo sin mirar atrás y a contárselo a quien más confianza le tienen... No porfa, no me abandonen...

Quedo atenta a sus comentarios. Espero podamos interactuar un poco en la sección de reviews.

 

¡Les deseo tengan un excelente inicio de semana!


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