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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

Hola a todxs!

Este es el segundo intento por publicar el capítulo. La primer nota me había quedado súper emotiva jaja,pero cuando le di publicar la página me sacó de mi cuenta y valio madre xD

En fin, espero se encuentren super bien. 

Vamos a hacer esto rápido antes de que me saque de nuevo.

Vuelvo a promocionar mi twitter de artista. Ya tengo 2 dibujitos de Galen y subiré los dibujitos que hago al pie delcuaderno cuando escribo mi historia, para que vayan conociendo a los personajes.

https://twitter.com/GALEV_ 

Capítulo XLI: Papel negro y corazones

 

El zumbido estridente de la campana escolar marcó el final de las clases, proseguido por una súbita corriente de estudiantes que se dirigían hacia la salida del plantel.

Mientras Galen guardaba sus cuadernos en la mochila algunos de sus compañeros se despedían de él deseándole un feliz cumpleaños. Gesto que él agradecía de manera cordial con una sonrisa. Fue en ese momento que Memo, junto a sus otros amigos del salón, lo abordaron para invitarlo a comer un pastel en una plaza cercana.

Así fue que acompañado por ellos se reunió con Rommel, quien lo esperaba tras el portón naranja de la escuela, sujetando un gran presente entre sus manos. Nada más verlo a Galen le llamó la atención su vestimenta. Era un pantalón bastante holgado y una camisa negra de manga corta, igual de amplia, con estampados de calaveras y el número 13 que llevaba desabotonada, exponiendo su camiseta interior blanca. Le pareció que se veía horrible. Era el estilo de ropa que usaban los pandilleros de los barrios más peligrosos de la ciudad. Y de seguro los chicos de su salón pensaron lo mismo, ya que casi todos, con excepción de Memo, terminaron temerosos escondiéndose tras su espalda cuando se les aproximó.

Sin embargo, Rommel sin ser capaz de reparar en nadie más que en Galen, lo saludó, y le entregó el regalo que cargaba. Una gran caja forrada de papel bond negro sobre la cual había un vistoso moño color rojo.

—Feliz cumple, güe —le dijo con una sonrisa tan radiante que Galen sintió un cosquilleo en el estómago.

—Gracias—dijo él sonriendo a su vez.

Le preocupaba que después de lo que había sucedido en la parada del autobús el día anterior la interacción con Rommel se tornara un poco incomoda. Pero lo ponía contento ver que no. Todo parecía estar bien. O al menos quería convencerse a sí mismo de eso.

—Por cierto, mis amigos me compraron un pastel. Vamos a comerlo en la placita que está cerca ¿Te gustaría acompañarnos?

Al referirse a los demás señaló a los muchachos aun agazapados tras él. Los cuales al sentirse descubiertos alzaron una mano tímida a Rommel a modo de saludo.

El muchacho les devolvió el gesto con un asentimiento de cabeza. Y le dirigió una mirada a Memo, quien mantuvo sus ojos clavados en él desde que llegó.

—Simón, vamos—dijo.

 

 

*

 

El grupito de jóvenes caminó por unas cuantas cuadras bajo el sol, hasta llegar a una pequeña plazuela, donde ocuparon una modesta mesa de concreto techada. Fue ahí donde Memo colocó el pastel de chocolate que llevaba cargando, y clavó en él un par velas en forma de uno y seis para formar el número dieciséis. Y, una vez las velas estuvieron encendidas, todos a la cuenta de tres le cantaron a Galen “Las mañanitas”.

Luego de que el chico soplara las velas, y un par de los jóvenes intentara embarrarle la cara de betún, repartieron el pastel y lo acompañaron con una Coca-cola fría.

Mientras todos comían, Memo y Vicente se acercaron a Galen con la intención de entregarle un obsequio. El de Vicente era un rectángulo delgado y compacto, que resultó ser el libro “Juventud en Éxtasis” de Carlos Cuauhtémoc Sánchez. No era una lectura que le interesara, sin embargo, agradeció el detalle. Por otro lado, el regalo de Memo era una cajita pequeña, pesada y bien envuelta en un papel azul elegante con un moño dorado. En la tarjeta podía leerse: “Para Galen, de tu gran amigo, Memo”. Adentro había una botella grande de colonia.

—Es esa la que siempre usas ¿No es cierto, Galen? —preguntó Memo cuando el chico la sacó de la caja para verla.

—Sí, pero no te hubieras molestado. Es algo cara, y más aún esta presentación —dijo Galen un poco apenado.

—Oh, vamos. No te fijes en eso. Mi intención sólo era regalarte algo que te gustara —Memo lo contempló con una sonrisa atractiva.

—¿Por qué no abres este también, Galen? —Rommel los interrumpió con brusquedad, colocando su propio regalo frente al chico. Ganándose en ese momento una mirada asesina por parte de Memo.

Ante eso, Galen dejo de lado la botella de perfume para enfocarse en la caja negra que tenía delante. Sonrió un poco al leer la tarjeta “Para alguien muy especial, de quien tú ya sábanas”. Y retiró con cuidado el papel que forraba el regalo para abrir la caja. Dentro encontró muchos retazos de papel de china rojos y negros, así como muchos globos rojos pequeños. Hasta el fondo halló dos cajas rectangulares, que al sacar vio que contenían figuras de acción de los Caballeros del Zodiaco. Uno era Shiryu de dragón, su caballero de bronce favorito y el otro era Shaka de virgo. Tiempo atrás Rommel le había comentado que Shaka le recordaba a él ya que tenía el cabello rubio y ojos azules, además de que era muy poderoso.

—¡Guao! ¡Están padrísimos! ¡Gracias! —exclamó muy contento.

Pero eso no era todo lo que había en la caja. Al escarbar entre el papel de china y globos pequeños logró divisar algo al fondo. Era un globo con forma de corazón, el cual estaba pegado en la base de la caja, junto a un sobre color rojo. No logró apreciar bien estas cosas ya que de inmediato volvió a cubrirlas con lo demás, con la intención de que nadie más las viera.

—El sobre que viene adentro es para que lo leas cuando estés solo —le susurró Rommel al oído y él asintió.

 

*

 

 

Poco después de eso Memo se acercó a ellos de nuevo para ofrecerles otra rebanada de la tarta. Pero al hacerlo fingió tropezar y embarró el pastel sobre la camisa de Rommel.

El muchacho de inmediato se puso de pie para contemplar el desastre. Era una camisa nueva y ahora tenía una gran mancha de chocolate.

—Ay, discúlpame. Fue un accidente —exclamó Memo simulando una voz arrepentida —. Pero por allá hay un baño. Vamos a que te limpies.

Rommel lo contempló molesto. Sin embargo, con el fin de evitar roces decidió hacerle caso y acompañarlo. Así, ambos muchachos caminaron envueltos en un silencio rígido hasta el baño.

Había un hombre custodiando la puerta. Cobraba dos pesos por persona para entrar y Memo pagó ambas entradas sin decir nada.

Adentro los baños estaban, de manera sorpresiva, bastante limpios. En las paredes había algunos garabatos y rayones, pero olía a Pinol.

Apenas entró Rommel se quitó la camisa para lavar la parte sucia en el lavabo, y mientras lo hacía Memo se tomó un instante para observarlo en camiseta. Reparó en su complexión. Pese a ser un chico delgado de su edad tenía unos brazos y torso marcados. Sin duda era bastante fuerte. Cómo se notaba que estaba acostumbrado a una vida mucho más ruda que la suya o la de cualquiera de sus compañeros de su escuela.

—Oye, Rommel ¿Sabías tú que Galen es el alumno que tiene el primer lugar de toda nuestra generación? —Memo rompió el silencio sacando ese tema.

—Sí. Es muy listo —respondió Rommel cortante, sin voltear a mirarlo.

—No sólo es muy listo. Él es muy culto y educado. Y por si fuera poco es una persona muy amable y sencilla. Que por lo mismo lamentablemente no es capaz de ver cuando alguien no está a su altura.

—Ah, órale —Rommel dejo de tallar su camisa para mirarlo — ¿Y quién está a su altura? ¿?

—No lo sé. Sólo sé quién no.

Tras oír esta frase Rommel dio un par de pasos hacia él con un aire amenazante. Memo echó un vistazo a su mano derecha apretada en un fuerte puño y sonrió para sus adentros. Pensó que sólo tenía que picarlo un poco más y Rommel le daría un golpe. Eso era lo que pretendía. Sabía que aquello enfadaría tanto a Galen que terminarían discutiendo. A él sólo le dolería un momento, pero Rommel sería quien saldría perdiendo.

—Respóndeme algo, Memo: ¿Te gusta Galen? Hablas como si te gustara.

Su tono de voz era helado. Memo sonrió.

—¿Por qué no te pregunto yo a ti lo mismo? Ese regalo que le diste, bastante naquito por cierto, no parecía el que le darías a un simple amigo.

—Órale. Ya me di cuenta que te gusta andar de metiche en lo que no te pinches importa.

—Pero es cierto, ¿no? Quién te viera Rommel. Aparte de cholo y analfabeta eres jotito —Memo dejó que la última palabra se arrastrara en su lengua, como si fuera un caramelo que se debía saborear muy despacio.

Notó que el brazo de Rommel reaccionó dando un espasmo violento al escucharlo. Era obvio que quería golpearlo.

«Vamos, Rommel. Yo sé que quieres», pensó Memo ansioso.

—Te estás ganando unos buenos putazos, güey. Y na’ más te digo que yo sí te ando rompiendo la jeta por hocicón.

—¿Y luego? ¿Lo joto no te deja o qué?

Eso era todo. Vio el puño de Rommel alzarse con violencia. Memo tensó su quijada esperando un buen golpe. Pero este no llegó.

Se vieron durante un minuto fijamente. Tras el cual Rommel cerró los ojos y exhaló. Entonces dejó caer su mano a un costado de su cuerpo.

—¿Sabes, Memo? Neta que me das lástima, güey. Te sientes muy acá, pero estás celoso de , que según tú sólo soy un “cholo analfabeta”.

—¿Qué dijiste? —por primera vez en toda su discusión Memo lució alterado — ¿Celoso yo de ti? Sueña, pinche prieto.

Apenas dijo esto último Rommel soltó una risa burlesca.

—¿Prieto? ¿Neta es lo mejor que tienes? Porque obvio lo dice “el europeo”.

Memo no respondió nada esta vez. Sólo lo miró con furia contenida. Rommel aprovechó esto para colocarse la camisa. Caminó hacia la salida del baño, chocando su hombro contra el suyo. Y encontrándose sólo a un paso de la puerta le dijo sin voltear a mirarlo:

—Déjame darte un consejo, Memo. No te metas donde no te importa, porque puede que a la otra no me agarres de buenas. Nos vemos afuera, “jotito”.

Y con ello Rommel cruzó la puerta, dejando a Memo solo con su coraje.

Había sentido muchas ganas de golpearlo. Pero pensar que eso habría arruinado el cumpleaños de Galen lo contuvo. Ya tendría la oportunidad de hablar con Galen al respecto de lo que sucedió con Memo. Pero no ese día. Tenía preparadas algunas sorpresas para él y no había tiempo que perder.

 

*

 

Cuando volvió con Galen le dijo que Mario y él le habían organizado una fiesta en su casa. Así que debían irse ya para llegar ahí. Sin embargo, con lo que ninguno de los dos contó fue que los chicos del salón de Galen estuvieran interesados en acompañarlos. Se veían tan cohibidos al inicio con Rommel, pero al enterarse de que habría chicas sus semblantes cambiaron e insistieron en ir. Y, para sorpresa y pesar de Rommel, Memo también quiso unirse.

De esa forma fue como todos terminaron llegando con Mario.

Por la hora el ambiente se respiraba aun muy tranquilo. Tanto que en realidad no parecía una fiesta.

—Felicidades, Galen. Un cumpleaños más, un paso más cerca de tu muerte —fue la manera en que Mario lo recibió al verlo, mientras abría la reja de la tienda para dejarlos pasar a su casa.

Luego de eso Galen presentó a sus amigos de la escuela con él y la abuela de Mario, quien los saludó desde su mecedora.

Dentro de la casa, en el comedor había algunos pocos chicos y chicas jugando póquer. Galen los reconoció como los muchachos con los que jugó chichinalga un tiempo atrás. Todos lo saludaron con gusto y lo felicitaron. Él también se sintió contento de verlos. A decir verdad, cuando Rommel le dijo que Mario y él le habían preparado una fiesta se puso algo nervioso. No se imaginaba a quiénes podrían haber invitado.

Entonces reparó en unas letras doradas con brillantina colocadas sobre la pared que decían:

 

“Feliz. Cumpleaños. Galen.

Pásatela. Súper”

 

—¿Te gustan? —le preguntó Mario —Te las hizo Rommel. Yo sólo las pegué.

—Claro. Me encantan —respondió él con una sonrisa fascinada.

Quiso agradecerle a Rommel, pero no se encontraba ahí.

—Se quedó platicando con mi abuelita. Ella lo quiere mucho. Seguro le está regalando dulces y cosas —le informó Mario, adivinando sus intenciones. Entonces con un tono muy bajo preguntó —: ¿Qué tal va todo con Rommel? ¿Andan? ¿verdad?

Aquello lo tomó desprevenido. Rápidamente su rostro se cubrió con un furioso rubor.

—¿Q-qué? ¿T-te lo dijo Rommel?

—No. Me lo acabas de confirmar tú, bobo —Mario puso una casi imperceptible sonrisa —. Aunque lo supuse. Hace mucho que Rommel no le ponía tanto empeño a una relación —. De reojo miró el regalo que Galen cargaba y las letras —. Debo admitir que me pone un poco celoso.

—Lo siento —Galen no supo que más decir.

—No seas tonto, Galen. Hace mucho que no veo a Rommel más que como un amigo que quiero mucho. Sólo deseo que sea feliz. Que por una vez en su vida lo sea…

Después de decir eso Mario lo dejó para ir a la cocina. Y a modo de matar el tiempo él y sus amigos de la escuela se integraron al grupo que jugaba póquer. Casi todos parecían entusiasmados por las chicas que había ahí. Sólo Memo lucía algo serio. Trató de acercarse a él en un par de ocasiones para conversar. Pero sus intentos desistieron cuando Rommel se sumó también al juego.

 

*

 

Al caer la tarde poco a poco más personas comenzaron a llegar. A algunos Galen los ubicó de la fiesta anterior, pero en su mayoría eran desconocidos. Unos cuantos vestían como Rommel. Otros traían ropas y un “look” oscuro, más similar al de Mario. Mientras que también había quienes usaban estilos de Rock Metal. Por lo que pronto la sala fue llenándose de una población variada.

Entre toda la gente que entró resaltaron cuatro muchachos que traían cargando instrumentos musicales. A quienes Rommel y Mario ayudaron a llevar al jardín unas bocinas, cables y otras cajas de sonido. Eran los integrantes de la banda que tocó la vez pasada. Todos usaban un cabello largo y alborotado que cubría sus ojos. Y junto a ellos iban caminando un par de chicas. Una de ellas era Dani. Galen ofuscó el ceño al reconocerla. Esta vez su cabello no era azul sino violeta con las puntas rosas, pero era ella. 

Lo molestó mucho verla intercambiar algunas palabras con Rommel y más aquella sonrisa boba que éste puso antes de que ambos se perdieran rumbo al jardín.  Algo que evidenció cuando el chico volvió para sentarse de nuevo a su lado.

—Veo que vino Dani —susurró a su oído con una nota de enfado.

—Sí, ahí anda, güey —Rommel también susurró a su oído.

—Sí. Vi que ahí andaba y también que estabas muy contento de platicar con ella ¿Sigues viéndola?

Miró a Rommel suspirar con pesadez.

—Galen ¿Ves esto? ¿Ves la fiesta? A los chavos de la banda y todo. Quizá no lo parece, pero neta que estoy haciendo todo lo que puedo para que te la pases chido en tu cumple. Así que ya, güey. Olvídate de ella. Sólo vino porque es prima de uno de los de la banda. Confía en mí. No te pongas celoso ¿Está bien?

Él meditó por un momento. Recordó su regalo preparado con esmero. El globo de corazón en el fondo de la caja. Las letras doradas con brillantina. Todos esos detalles eran sólo para él. Para nadie más. Reparar en ello lo hizo sentir tonto por sus celos.

—Tienes razón. Lo siento. Me está gustando la fiesta. Creo que va muy bien —le dijo más calmado.

—Y eso que aun no empieza lo chido. Te tengo una sorpresa.

Tuvo ganas de saber más detalles, pero en ese momento su celular comenzó a sonar. Miró la pantalla con fastidio. Era el doctor Adam. Esperaba fuera algo importante. Le pareció que había interrumpido algo.

Al contestar escuchó la voz del médico detrás de la línea. Quería hablar con Rommel así que le pasó el teléfono.

—Es el Doctor Adam. Dijo que dejaste tu celular en la casa.

Rommel lo tomó y se puso el auricular en la oreja.

—Hola, Doc. Sí, se me olvidó allá. No, no vamos a tomar nada de alcohol, se lo prometo. Sí, ya sé. No, deje le pregunto —el chico se separó un momento para preguntarle —: ¿Galen, que si te vas a quedar a dormir con nosotros?

Él asintió.

—Dice que sí —dijo y entonces comenzó a alejarse con el celular.

Aprovechando esto Memo, quien había quedado un poco al margen, se dirigió a él.

—¿Era algún familiar de Rommel? —preguntó.

—No. Es un médico amigo de mi familia. Ahorita Rommel está viviendo con él. De momento es su tutor legal.

—Oye, me alegra mucho escuchar eso. Suena a que su vida es más estable ahora —Memo dibujó una sonrisa amable, aunque por dentro le habría gustado hacer a Rommel desaparecer.

—Sí. Yo también me alegro mucho por él. Y también me alegra que ustedes se lleven mejor —Galen lo miró dedicándole su propia sonrisa sincera —. Era lo que yo quería. Que mis dos mejores amigos pudieran congeniar.

Por un momento ambos se miraron a los ojos. Memo tragó saliva. Los ojos del chico eran tan profundos y cristalinos. Semejaban un par de pozas azules de agua dulce y apacible. Y sus labios, curveados en esa sonrisa pura, se veían tan tersos que le provocaban el deseo de besarlos. Al admirarlo así no le cupo la menor duda. Galen era el chico perfecto para él. Le gustaba su fino rostro, su piel de porcelana, la manera en que su mirada reflejaba ternura y melancolía al mismo tiempo. Pero, si sus sospechas eran ciertas, era Rommel quien ahora era dueño de sus besos. Ese maldito perro callejero. De verdad lo detestaba ¿Cómo osaba arrebatarle algo tan maravilloso con sus mugrientas manos? Aquello lo enojaba tanto que deseó hacerle daño.

 

*

 

A los pocos minutos Rommel apareció de nuevo e interrumpió la platica entre los chicos para entregarle a Galen su celular. Con fastidio Memo no desaprovechó la oportunidad de mirarlo con desprecio, obteniendo como respuesta unos ojos retadores. Más Galen, sin haberse percatado de la pelea muda entre ambos, le preguntó a Rommel sobre la llamada.

—El Doc sólo quería decirme que le tocó quedarse de guardia en la noche. Entonces no va a llegar a dormir a la casa. Pero dijo que nos dejó dinero por si queremos comprar una pizza.

Galen asintió un par de veces y, como en automático, los ojos de ambos chicos se cruzaron en una pequeña mirada de complicidad.

Para cualquier otra persona ajena a ellos dos el gesto habría pasado desapercibido. Pero Memo estaba bastante atento a todos sus movimientos y pudo leer el mensaje escondido entre líneas de inmediato «Esa noche tendrían la casa sola para los dos».

«Pues ya veremos si te resulta tan fácil, pinche prieto», pensó con coraje.

Después de esto se escuchó desde lejos, en el jardín, la voz amplificada por un micrófono de un muchacho joven. El cual, con un tono perfectamente modulado, como el que tendría un locutor de radio, anunció:

—Nosotros somos “Los Monstruos Reales” e invitamos a toda la gente guapa que nos acompaña a que salga al jardín para celebrar a nuestro cumpleañero. Ese eres tú Galen. Así que ven, te estamos esperando.

De inmediato, tras escucharlo toda la gente que había en la sala y el comedor dejó lo que estaba haciendo para caminar rumbo a la salida que daba al jardín.

—Vamos —dijo Rommel y, sin perder tiempo, sujetó a Galen de la muñeca para conducirlo afuera.

Mientras se alejaban Memo los siguió con su mirada. Le pareció obvio que la verdadera intención de Rommel había sido tomarlo de la mano, pero no se atrevió debido a la gente. Se preguntó si el tutor de Rommel sabría lo que sucedía entre ellos dos, aunque dedujo que no.

—Vamos afuera, Memo  —José Luis, uno de sus amigos, lo llamó.

Los otros chicos lo esperaban también. Él se disponía a acompañarlos cuando en ese momento se percató que Galen había dejado su celular en la mesa. Seguro se había olvidado de él por la premura de irse. Ver ahí el teléfono le hizo pensar en algo.

—Adelántense. Ya voy yo —le pidió a sus amigos.

Y cuando todos se fueron, miró a todas partes para asegurarse que nadie lo observaba. Entonces estiró la mano y tomó el celular.

 

*

 

Afuera el jardín ya estaba oscuro y la banda se había instalado casi al fondo, sobre una tarima de madera no muy alta. Frente a ellos se encontraba una pequeña mesa, sobre la cual descansaba un gran y vistoso pastel redondo de dos pisos con el betún negro y dieciséis pequeñas velas rojas. 

Cuando Galen apareció, el chico del micrófono le dijo que se colocara frente al pastel y le pidió a los invitados que le recibieran con un fuerte aplauso.

El sonido del chocar de palmas y vitoreo fue impetuoso debido a la enorme cantidad de gente que se había juntado ya para ese momento. Galen no sabía quienes eran todos ellos, pero sin duda hacían que la fiesta se sintiera muy animada.

Entre Mario y Rommel se encargaron de encender las velas del pastel con rapidez. Y las llamas flotaron en la oscuridad semejando un cúmulo de luciérnagas. Fue en ese instante que a la cuenta de tres golpes de la baqueta sobre el platillo de la batería los integrantes de la banda musical pusieron en marcha sus instrumentos para comenzar a tocar “las mañanitas”. Lo hicieron a un ritmo de Rock Metal con una voz gutural y acordes espontáneos de guitarra eléctrica que encantaron a todos los presentes. Sobre todo a Galen, quien deleitado entre la música, el pastel y la gente a su alrededor, sopló las velas deseando que Rommel y él pudieran vivir más momentos alegres juntos.

Cuando la canción terminó Galen cortó la primera rebanada del pastel. El pan era de un rojo escarlata muy intenso. Rommel le comentó, mientras le ayudaba a cortar las demás para repartirlo a la gente, que Mario había insistido en que su fiesta de cumpleaños tenía que tener una temática de color. Así que llegaron al acuerdo de elegir un color cada uno. Él escogió el rojo por ser un color tanto alegre como elegante y Mario el negro por ser su favorito.

Una vez todos los invitados tuvieron su rebanada y comían el pastel, el vocalista de la banda le cedió el micrófono a Mario para que él, como el anfitrión dijera algunas palabras. Este último tomó el micrófono sin inmutarse y miró al público con su típica expresión de apatía.

 —Galen, como te dije hace rato, cada vez que cumplimos años estamos un poco más cerca de morir. Creo que nacimos para morir y eso es todo. Así que deseo puedas disfrutar cada día de tu vida, porque el tiempo gastado nunca jamás se repetirá. Quise simbolizar esto coloreando de rojo el pan del pastel con la sangre de animales. Espero lo disfruten.

Apenas dijo la última frase el barullo que había en el jardín se extinguió por completo. Inclusive la música instrumental que tocaba la banda como acompañamiento cesó. Todos estaban mirando su rebanada a medio comer con espanto.

—Era una broma. Vamos, amo a los animales, jamás podría hacerles daño. Ahora sé que piensan que soy un psicópata—volvió a hablar Mario, sacando en los presentes de inmediato un suspiro de alivio.

—¡Pinche Mario puto, ya me la estaba creyendo, güey! —le gritó Rommel.

—Pero si tu me ayudaste a prepararlo —Mario se llevó una mano a la cara, dejando ver una nota de frustración en su rostro por lo general impávido, y luego de eso mucha gente rio.

—Esperamos todos hayan disfrutado de su sangriento pastel —dijo el vocalista de la banda con un tono jovial después de que pasara el alboroto —, porque ahora abriremos con una rola que va dedicada nada más y nada menos que al chico del cumpleaños. Galen, nos dijo por ahí un pajarito que te fascina oír esta rola. Así que, amigo, esta va para ti. No es otra que “Clávame mejor los dientes” de Jaguares.

Al terminar su frase un silencio solemne abrió la puerta a un jugueteo sensual de cuerdas de la guitarra eléctrica y el percutir romántico de la batería. Sonidos que se fundieron como dos amantes con las notas graves profundas del bajo y la voz suave aterciopelada del joven vocalista para dar lugar a una melodía tan intima que parecía acariciar el alma.

 

“Nada de lo que hagas tú

Me hará dejar de quererte

Cada vez que tú te vas,

Jamás te vas sólo te pierdes”

 

Galen escuchó el inicio de la canción algo confuso. Le pareció que tenía una letra y un ritmo lindos, pero no sabía de dónde habían sacado los chicos de la banda que aquella era su canción favorita. Al menos no hasta que Rommel, acercándose lo suficiente a él, le susurró a su oído:

—No podía decírselo a los chavos de la banda directamente, pero esa canción me gusta mucho y quería dedicártela a ti.

El corazón le dio un vuelco acelerado dentro de su pecho al escucharlo, y comenzó a palpitar con emoción. Un sutil sonrojo entintó sus mejillas de un pálido color carmín y su boca se curveó sin pensarlo en una sonrisa.

La felicidad se escabulló por cada fibra de su ser en ese momento. Jamás pensó que Rommel lo sorprendería de aquella forma.

—Es perfecta. Me encanta —masculló en su oído.

—Tú me encantas a mí —Rommel le dijo a su vez, con una voz tan baja que casi fue inaudible, aun pese a la cercanía en la que se encontraban.

Decir que aquella frase repentina le hizo perder el aliento habría sido poco. Ni hablar de su corazón que cautivado había comenzado a latir con aun más entusiasmo. De inmediato buscó su mirada. Y, mientras la melodía de fondo como una aurora delgada en la noche endulzaba la atmósfera, vio los ojos del otro muchacho. Se veían tan claros en ese momento. Parecían dos gemas brillantes que lo envolvían con su calidez. Eso y sus labios apretados en una sonrisa tímida le avocaron ternura. Lo hicieron desear abrazarlo, besarlo. Entrelazar sus bocas y dejar que las notas dulces, aunque al mismo tiempo seductoras de la canción hicieran vibrar las fibras más delgadas y cercanas a sus almas.

 

“Si se trata de jugar

Tus labios son más inteligentes”

 

—Tú también me encantas, Rommel —murmuró.

Vio al chico estremecerse al sentir su aliento en su oreja y sonrojarse un poco.

 

“Clávame mejor los dientes

Clávame mejor los dientes”

 

Poco a poco la canción fue desvaneciéndose hasta terminar como una reminiscencia esparcida en el velo nocturno. Y un fuerte estallido de aplausos y bullicio le siguieron.

Notas finales:

Eso es todo. Fue un capítulo todo rosita para como estamos acostumbrados, pero apoco no se merecían ya algo bonito estos niños?

 

Cuidense mucho *Los amo*

Espero volver en septiembre jiji 


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