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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

Hola gente!

Ha pasado un largo tiempo desde que actualicé esta historia por última vez. Y asímismo, tan pasado muchas cosas desde entonces.

No me queda más que agradecer que aun hay público que sigue mi historia, pese a la longitud de ésta y a todas las inconscistencias que he tenido para actualizar. Gracias :3 Son un amor!

Les comento que, aunque parezca un cuento dificil de creer, andaré más seguido por estos lares y en X (Antes Twitter) ya que pues digamos que está ocurriendo un cambio drástico en mi vida personal, sucitado en gran medida por mi propia voluntad, ya que quiero convertir esta pasión que tengo por escribir y dibujar en algo mucho más profundo.

Traigo varios proyectillos, entre ellos hacer un comic, y pues bueno, ahorita parecen locuras de una chava ya no tan chava, pero traigo mucha determinación. Entonces, pues les quería pedir de favor si es que aun no lo han hecho, seguirme en mi cuenta de X  @GALEV_ 

Prometo habrá sorpresas muy padres. Y bueno, sin más preámbulo, el capítulo.

 

Advertencias para este capítulo:

Esta fuertecito porque tiene menciones de una relación sexual no consentida, digase de una violación que ocurrió en el pasado.  

Capítulo XLII: Intimidad

 

Luego de que la canción terminara no puedo evitar sentir nostalgia. Le habría gustado que la magia en la que lo envolvieron las notas no lo abandonara nunca, y pudiera vivir eternamente en ese pequeño momento. Sin embargo, muy para su pesar, ni incluso eso podía durar para siempre.

De pronto Galen palpó el bolsillo de su pantalón.

—Mi celular no está —le dijo a Rommel — ¿Me lo devolviste, cierto?

El otro chico asintió.

—Sí, güey. De seguro lo dejaste en la mesa. Ven, vamos a buscarlo.

Ambos se pusieron en marcha para entrar a la casa de nuevo. Y al abrir la puerta Galen se topó frente a frente con Memo, quien estaba a su vez a punto de salir. Notó que en su mano llevaba consigo su celular extraviado y se alegró de inmediato.

—¡Mi teléfono! —exclamó.

—Sí. Allá lo dejaste. Lo tomé ya que no me gustaría que se te perdiera —dijo Memo al entregárselo.

Y luego de que Galen –sintiéndose muy aliviado— le diera las gracias el muchacho los dejó solos, adentrándose en el jardín para reencontrarse con los chicos de la escuela.

—Qué raro, ¿no? justo tenía que tenerlo aquel pendejo —dejo escapar Rommel, mirando a Memo de soslayo con suspicacia —. Seguro estaba viendo los mensajes que mandas y todo.

—Vamos, Rommel. No creo que Memo sea esa clase de persona.

—Sí, sí lo es Galen y me caga que lo defiendas tanto. Pero ya, mira, la neta no quiero que nos peleemos y menos por ese pendejo, así que tú ganas.

Rommel se cruzó de brazos resignado y dio la conversación por zanjada. Aunque en su rostro permaneció un dejo de disgusto.

—Vamos, Rommel. Olvida a Memo —Galen le habló con suavidad. Y luego se acercó a su oído para susurrarle —: Se me ha antojado de que nos perdamos detrás del jardín, así como la vez pasada, desde que supe que vendríamos aquí ¿Cómo ves? ¿No quieres?

Notó que decir esto no sólo atrajo la atención del otro, sino que además logró suavizarle ese ceño fruncido.

—Bueno, pero que conste que Memo no está invitado —dijo Rommel con una media sonrisa.

—No te preocupes. No planeaba hacerlo —él le dedicó una mirada pícara.

 

*

 

El estrecho espacio entre las buganvilias que bordeaba el camino hacia la piscina se había vuelto inclusive más angosto desde la última vez que estuvieron ahí. La densa red de ramas espinosas con flores de un encendido color fucsia volvía casi imposible llegar. Pero al final lo consiguieron sólo con algunos pocos rasguños finos en los brazos. Un precio insignificante –en opinión de Galen— por lo que se obtenía a cambio, un pequeño paraíso terrenal apartado del bullicio y de cualquier mirada, donde podían estar a solas, sin temor a ser juzgados.

El lugar se conservaba tal como lo recordaban. Bordeado de árboles y flores exuberantes, cuyos aromas perfumaban la noche.

Galen se sentó en la orilla de la piscina vacía, dejando que sus pies colgaran dentro de esta, y Rommel lo acompañó. Al fondo se acumulaban capas de hojarasca amarilla como el cereal de maíz y pétalos deshidratados.

—Este lugar me trae recuerdos —dijo mirando a su alrededor.

—A mí también—le sonrió Rommel.

—Por cierto. Quería preguntártelo desde que te vi ¿Qué onda con tu ropa?

—Ah, ¿Esto? —el chico señaló su pantalón holgado y aquella camisa varias tallas más de lo que él debería usar — ¿Apoco no está chingona? Como el doctor ya sabía que estaba organizándote una fiesta me dio mil pesos, güey. Según él para que me comprara un pantalón y una camisa en el mall ¿Tú crees? Tanto dinero na’más pa’ eso. Además, en el mall no tienen de esto. Mejor me fui al tianguis y me compré dos pantalones y tres camisas así chidas como esta.

—Oh. No tenía idea de que te gustaba ese estilo de ropa —Galen no sabía cómo expresarle que en realidad le parecía que se veía mal.

—Sí. Lo que pasa es que nunca había tenido dinero para comprarme de verdad la ropa que me gustaba. Sólo lo que me alcanzaba ¿Crees que se me ve bien?

Por un momento Galen no supo que decir. Quería confesarle la verdad, pero la mirada iluminada llena de entusiasmo que Rommel tenía en ese momento lo hizo cambiar de opinión.

—Sí… La ropa está chingona —terminó mintiendo. Después de todo ¿Quién era él para arrebatarle eso?

—¿De veras?

—Sí, Rommi.

De pronto el otro muchacho lució sorprendido.

—¿Qué sucede? —quiso saber Galen.

Con una sonrisa tímida Rommel desvió su mirada al fondo de la alberca.

—No, nada… Es sólo que… No me habías dicho así antes…

Tras esto Galen se ruborizó al comprender lo que había hecho. Le había dicho “Rommi” sin pensarlo.

—Eh… ¡Perdón! A veces te digo así en mi mente… ¿Te molesta?

—¡No! No, para nada. De hecho, me… Me gusta… —aclaró con un leve rubor.

—¿De verdad?

—Sí… ¿Sabes? Yo también te llamo de repente de una forma en mi cabeza.

—¿En serio? ¿Cómo?

Hubo un silencio. Rommel dudó por un segundo antes de volver a sumir su vista de vuelta en un punto lejano. Entonces se dio valor y dijo:

—“Shaka”… Tú sabes, Shaka de virgo.

—¿Me dices “Shaka” en tu mente? —preguntó Galen incrédulo.

—¡Sí! Sólo a veces —admitió Rommel con un sonrojo inclusive más intenso — ¿No te gusta?

—¿Es broma? ¡Me encanta! —exclamó.

Luego de decir esto Galen recogió sus piernas para cruzarlas en una posición de loto y cerró los ojos.

—¿Me parezco? —preguntó estando así.

—Sólo te falta hacerte crecer el cabello como dos metros. Pero sí, eres mi Shaka de virgo.

Aprovechando que el chico tenía los parpados abajo Rommel se acercó a él y le dio un suave beso en los labios.

Divertido, Galen abrió sus ojos y lo llamó tramposo al tiempo que abrazaba su cuello con sus muñecas.

—¿Qué no lo viste venir, Shaka? —preguntó Rommel sonriente antes de volver a besarlo.

—Me hace falta elevar mi cosmos, Rommi —masculló Galen entre un beso y otro.

—Si quieres yo te ayudo.

La voz de Rommel salió como un suspiro. Y entonces sus manos se escabulleron bajo su playera, para acariciar la piel de su espalda sin tela de por medio. Galen echó un poco su cabeza hacia un lado, dejando escapar un pequeño gemido. Pero consciente del lugar donde se encontraban lo frenó colocándole las manos sobre los hombros.

—Espera. Aquí no. Alguien podría descubrirnos.

 

*

  

Sin que nadie los mirara salieron de la casa de Mario y tomaron un taxi para que los llevara a donde vivía el Doctor Adam. El chofer condujo por la ruta recta del Boulevard Independencia y, ayudados por el tráfico ligero de las diez de la noche, llegaron ahí en menos de veinte minutos.  

Nada más el auto los dejó y cruzaron la puerta de la entrada, los muchachos comenzaron a besarse desesperados.

—¿Estás seguro de que no hay nadie? —preguntó Galen sin aliento.

—Casi. Espera —dijo Rommel y gritó hacia las escaleras —: ¡Doctor! ¡Doc! ¡Ya llegamos! ¡Doc!

Pasaron unos segundos. No hubo respuesta.

—Ahora sí estoy seguro —le informó. Aunque apenas Galen iba a volver a besarlo dijo —: Espera. Primero quiero meterme a bañar. Estuve todo el día de arriba para abajo, siento que estoy todo sudado.

—Bien. Te espero.

—O puedes acompañarme y nos bañamos juntos —Rommel utilizó un tono seductor.

—No… Aquí te espero —él desvió un poco su mirada, apenado. No había sabido expresarle el por qué, pero pensar en ellos, desnudos juntos bajo el chorro del agua lo hacía sentir vulnerable.

Por fortuna el otro chico no insistió. Se metió al baño y él mientras tanto lo esperó en su habitación. Para pasar el tiempo se sentó sobre la cama y volvió a abrir su regalo. Observó la figura de Shaka con una sonrisa y decidió sacar el sobre que se encontraba hasta el fondo. Una vez lo tuvo en sus manos notó que por fuera estaba en blanco y pensó que eso le confería cierto aire misterioso. La gran curiosidad lo obligó a abrirlo, y al hacerlo se topó con una carta escrita a puño y letra.

«Hola, Galen. No sé muy bien qué decir xD. Nunca he sido bueno para las cosas románticas y eso. Así que pensé que sería mejor si lo expresaba de esta manera», ponía Rommel, y tras unos cuantos renglones en blanco retomaba con lo siguiente:  

«Hacía algún tiempo existía un gran lobo solitario. Sobre su lomo podían vislumbrarse un sinnúmero de cicatrices, una arriba de la otra, pues las personas lo herían constantemente. Lo hacían porque creían que era malvado y cada vez que algo malo ocurría lo culpaban a él. Hasta que él terminó marchándose para adentrarse en un inmenso bosque alejado, donde nadie podría lastimarlo nunca más.

Ahí los árboles eran tan frondosos que no llegaba hasta abajo la luz del sol. Todo estaba demasiado oscuro. Y en un inicio la oscuridad lo asustaba, pero después terminó por volverse su única amiga.

La oscuridad ahí era realmente poderosa. Tenía tantos brazos como árboles había y bocas como estrellas. A su lado el lobo se sentía seguro, aunque triste, porque a ella sólo le interesaba destruir cosas y quería que él también lo hiciera. Ella le hizo prometerle que siempre la protegería. Y durante muchos años así fue.

Cada vez que una persona entraba al bosque, él le mostraba sus colmillos, le gruñía y se encargaba de alejarla. La oscuridad tenía miedo de que alguien encendiera una luz ahí dentro y él cuidaría de su única amiga, aunque se sintiera vacío por dentro.

Pero un día miró una estrella descender al bosque desde el firmamento. Su luz era sumamente brillante, tanto que su amiga la oscuridad muy asustada le pidió protegerla. Él persiguió a la estrella hasta que la miró caer en un lago y hundirse. La estrella se había ido hasta el fondo.

Tanto el lobo como la oscuridad se asomaron intrigados desde la orilla. Creyeron que ese había sido el final. Pero al poco tiempo observaron con asombro que del lago emergió un niño que irradiaba una intensa luz. Aun incluso más brillante que la de la estrella que cayó del cielo. Y de alguna forma ellos entendieron que la estrella se había convertido en este niño. Su cabello era dorado como el Sol y sus ojos de un azul celeste como el cielo despejado de la mañana.

Al verlo la oscuridad aterrorizada salió despavorida. Le suplicaba a su amigo el lobo que la salvara. Bajo los rayos de luz su cuerpo se tornó diminuto, como el de un insecto. Y para no desaparecer por completo se escondió bajo una roca. El lobo desesperado le ladró al niño y le gruñó con fuerza tratando de asustarlo. Pero sin importar cuanto lo intentara el niño no parecía intimidado. Sólo lo miró con compasión. Se acercó despacio para acariciar su cabeza con ternura y beso su nariz.

En ese momento el lobo sintió como todo el dolor, el miedo y la tristeza se desvanecían y eran reemplazados por una inmensa calidez. Desde entonces el lobo acompañó al niño. Y mientras lo hacía la oscuridad permanecía oculta. A su lado nadie lo lastimaría, porque ellos se cuidarían mutuamente»

«Creo que no es necesario explicarlo, pero para mí eres ese “niño” que me hace sentir de esa forma», decía el último renglón.

Al terminar de leer la carta Galen sintió por un momento el picor de las lágrimas detrás de los ojos y abrazó la carta con fuerza contra su pecho, dibujando en su rostro una sonrisa temblorosa. Aquellas palabras lo habían hecho sentir tan conmovido. Tan feliz. Más pronto se sintió también sobresaltado, cuando sin previo aviso reparó en Rommel mirándolo desde el marco de la puerta. Éste sólo traía puesta una toalla enredada a su cintura, y de inmediato le gritó:

—¡¿Qué haces, güey?! ¡Te dije que leyeras la carta en tu casa!

Corrió hacia él para intentar arrebatársela, aunque Galen lo esquivó, para luego decirle en un tono jocoso:

—No. Tú dijiste que la leyera cuando estuviera solo y ahorita lo estaba. Además ¿Qué tiene de malo? Digo, somos novios, ¿No, Rommi?

—Pos sí, güey, pero ¿Por qué no la pudiste leer en tu casa? — Rommel desvió su vista con un furioso sonrojo — … ¿Al menos te gustó?

Galen se acercó a él.

—¿Tú qué crees? —le dijo con un tono picaresco antes de plantarle un pequeño beso en los labios.

—No sé ¿Por qué no me lo dejas más claro? —Rommel lo besó esta vez. Sus labios se sentían ansiosos.

Galen respondió el beso con fogosidad. Y entre caricias terminaron en la cama sin dejar los besos. Por lo general era en ese momento cuando Rommel tomaba el papel activo. Solía hacerlo acostarse para echársele encima, pero en esta ocasión Galen no tenía esos planes.

—Espera —le dijo separándose de él para ponerse en pie.

—¿Qué pasó? —el otro chico lo contempló desde la cama confundido.

—No sé… Es sólo que… Hoy tengo ganas de intentar algo diferente —Galen humedeció un poco sus labios con su lengua.

—¿Ah, sí? ¿Cómo qué?

En respuesta él se quitó el cinto y tomando un extremo en cada mano lo estiró frente a su rostro, como si de un látigo se tratara.

—No lo sé… Hoy es mi cumpleaños y creo que tengo ganas de castigar a un lobito que se porta muy mal —puso una sonrisa que pretendía ser seductora.

Rommel lo contempló con la boca entreabierta, tratando quizá de asimilar lo que sucedía, hasta que pareció entenderlo. Entonces él mismo, dibujando en su rostro una sonrisa traviesa, expresó con una voz sensual:

—Ah ¿sí? ¿Y qué piensa hacerme, señor cazador? He hecho tantas cosas malas que ya ni me acuerdo de todas…

Galen tragó saliva, nervioso. Había escuchado por sus amigos del salón sobre videos pornográficos con juegos de roles. Pensó que sería una buena idea para variar y tomar un papel dominante en su relación, más no tenía idea de que llevar la fantasía a la realidad lo haría sentir así de extraño. Pese a ello decidió continuar. Se acercó a Rommel y colocándole la palma de la mano sobre el pecho lo empujó para dejarlo tendido sobre el colchón.

—Lo primero que haré será esto.

Aprovechó su nueva posición para escalar sobre él y sentarse en su cintura. Luego, desde arriba, le sujetó las muñecas para hacerles un nudo laxo con el cinto y guiarlas por encima de su cabeza. Reparó en que mientras él hacía eso Rommel lo contempló con un dejo de asombro.

—¿Está todo bien? —preguntó Galen.

—¡S-sí! Está bien, es sólo que, no sé, es la primera vez que hacemos esto…

—¿Quieres dejarlo?

—No. Está bien. Tú síguele, mi Shaka de virgo… ¿O debería decir “Señor cazador”? —rio Rommel un poco nervioso.

—Bueno… —Galen lo besó en los labios y entonces se pasó a su oreja, que comenzó a morder con suavidad, mientras le susurró —: ¿Por qué no me dices a cuántas abuelitas te has comido?

Rommel se estremeció en la cama, soltando un pequeño gemido antes de responderle —: N-no sé ya perdí la cuenta…

—Ya veo, entonces te declaras culpable… —dijo Galen antes de incorporarse un poco, con una media sonrisa sensual.

Y aprovechando que el otro chico sólo traía una toalla cubriendo su cintura, deslizó su mano por debajo para tocar su muslo directamente y comenzar a acariciarlo con ahínco. El cuerpo de Rommel se contrajo levemente. Su piel se sentía suave y fresca, sólo el hecho de tocarla encendió su libido de inmediato.

—No te muevas —le pidió, abriéndose paso para quedar entre sus muslos un poco flexionados.

Luego, se inclinó sobre él para besarlo. Le pareció un poco extraño que Rommel respondió a sus besos con un poco menos de energía de la que acostumbraba, casi con cierta timidez. Pero atribuyó esto al rol más pasivo en el que lo había situado.

—Me gustas mucho —le susurró al oído.

—Y tú a mí —contestó el otro muchacho de inmediato.

En ese momento Galen se percató de que él aún conservaba su ropa puesta y comenzó a deshacerse de ella, dejándola al borde de la cama. Y cuando estuvo desnudo, se recostó sobre el cuerpo de Rommel, sin recargarse del todo. Buscó sus labios para besarlo y de manera apremiada sujetó las varas duras en que se habían transformado sus miembros y comenzó a frotarlos con una de sus manos.

El chico bajo su cuerpo ahogó un gemido en su boca y se separó de él para tomar aire. El sonido de sus respiraciones irregulares y el del insistente de chapaleo que producía la mano que con ahínco se movía de arriba hacia abajo, impregnó la atmosfera de la habitación con un fuerte erotismo.

Aquello se sentía muy bien. Ambos chicos se derretían en gemidos. Pero a Galen esto no parecía serle suficiente. Su cuerpo se movió casi por sí mismo y con su mano izquierda sujetó y cargó el muslo derecho de Rommel, hasta que su pierna quedó abrazada a su espalda.

Estando así, con Rommel en esa posición lo excitó mucho más. Lo hacía imaginar que estaba a punto de tomarlo y la idea lo volvió loco.

Aferró aún más su cuerpo contra el suyo, sujetándolo por la cintura, para empezar a mecerse un poco de adelante a atrás. Y después dejó que su mano vagara por su muslo hasta aquel glúteo que había quedado más expuesto.

Galen notó que, al igual que el resto de su cuerpo, esa parte de él tenía un tacto firme, pero al mismo tiempo demasiado íntimo. Su piel se tornaba delicada mientras más al centro, el cual poseía un magnetismo primitivo difícil de ignorar. Un magnetismo que lo hacía dejarse llevar como a un animal siguiendo sus más básicos instintos de preservación.

Y así fue como, sin anticipar nada, con los ojos cerrados y los labios clavados en el ángulo de su cuello, comenzó a imaginar que lo penetraba. Que entraba y salía de lo más íntimo de su cuerpo en ese encuentro vigoroso, arropado por la sensación del peso cálido de su pierna sobre la espalda. Y en el frenesí, el vaivén de sus caderas se tornó mucho más enérgico, mucho más ansioso y apasionado…

Sin embargo, aun a cuestas de su estupor, Galen pudo notar que algo no iba bien cuando reparó en el hecho de que la erección de Rommel había comenzado a desvanecerse en su mano pese a no haber alcanzado al clímax todavía. Y que pudo sentir un leve temblor sacudiendo el cuerpo bajo el suyo.

—¿Rommi? —le llamó preocupado, separándose de él para contemplarlo.

El otro chico había cubierto su rostro con sus antebrazos y se miraba muy tenso.

—¿Q-qué fue lo que pasó? —preguntó confundido.

—Nada —contestó Rommel tajante, aunque el temblor de su cuerpo no respaldaba a sus palabras.

—¿Qué pasa? —insistió Galen.

—¡Nada! —Rommel se deshizo del cinturón que supuestamente apresaba sus manos, echándolo de lado, y luego se incorporó de golpe en la cama, para quedar sentado en la orilla, dándole la espalda.

—Por favor, eso no me parece que sea nada—señaló el de tez clara tomando un lugar junto a él — ¿Qué pasa?

Lo observó con cuidado. Rommel tenía los ojos clavados en el piso y un dejo de disgusto le fruncía un poco el ceño.

—La neta no es algo que quería tener que decirte—expresó después de un largo suspiro, cerrando los puños con fuerza sobre su regazo —: Porque me da vergüenza, aunque, más que nada, me da un chingo rabia…

Tras decir esto permaneció callado por unos instantes, tiempo que usó para mirar de manera perdida la pared frente a él, antes de animarse a hablar de nuevo.

—Es que… Hace años, cuando estaba niño, después de que falleció mi mamá, mi jefe empezó a llevar con mucha frecuencia a sus amigos a la casa. Siempre que se junta con esos viejos a tomar se hace un pinche desmadre… Se ponen hasta la chingada, güey y hacen muchas pendejadas…  Y una noche uno de ellos, aprovechando que todos ya estaban bien pinches ebrios, fue a buscarme a mi cuarto y —Cerró aún más los puños —… Me… me hizo varias cosas que yo no quería. Y… no sé… En verdad perdón, pero creo que con todo esto del juego me acordé. No dejaba de venir a mi mente eso.

Sus palabras tomaron a Galen por sorpresa, quien quedó pasmado procesando lo que se le acababa de decir. Aquellas palabras le sacudieron el cerebro como si alguien le hubiera dado un puñetazo en la quijada. Imaginó a un Rommel siendo un niño muy pequeño llorando y gritando mientras su pequeño cuerpo era ultrajado por aquel bastardo y apretó sus nudillos con fuerza lleno por un naciente sentimiento de odio.

—¿Quién es ese imbécil? ¿Dónde está? —exigió saber. Quería ir a partirle la cara con un bate de beisbol.

—No importa —exclamó Rommel negando con la cabeza —. Perdóname, Galen. No quería arruinar este momento. Sólo quería que tuvieras un feliz cumpleaños… No esto…

—No ¿De qué estás hablando?… Yo soy quien lo siente, no tenía idea de que te haría recordar algo así—Galen se cubrió el rostro con sus manos —. Soy un estúpido.

Se sentía terrible. Creía que todo había sucedido por aquella tonta necesidad por no sentirse la mujer de su relación. Era por ello que buscó colocar a Rommel en aquella posición, pasando de largo su evidente incomodidad.  

—No me pidas perdón —Rommel estiró su mano, para con suavidad hacerlo mover una de sus manos que aun ocultaba su rostro, y descubrir uno de sus vidriosos ojos azules —. Tú no sabías… Yo no te lo había dicho… Tú sabes… No me gusta que nadie sepa eso de mí… Y mucho menos tú… Es algo que me hace sentir mal… Sucio.

—No sientas eso, por favor—Le pidió restregándose la mano en el parpado, para arrancarse las lágrimas —. Tú no eres nada de eso… El sucio es el maldito asqueroso que te hizo eso. Me enoja y me duele mucho pensar que alguien te lastimó tanto alguna vez. Y aparte me da coraje conmigo mismo que fui yo el que te hiciera recordar eso—inclinó su cabeza para besarle la mano y comenzar a llorar con ímpetu.

—Galen… Galen… Shakita… Tranquilo, tranquilo… Basta —Rommel acercó su rostro hacia el suyo. Tanto que su aliento le rozó sus labios enrojecidos por el llanto —Basta —susurró una vez más con suavidad, antes de depositarle en su boca un beso muy suave  —. Es tu cumpleaños, ¿recuerdas? No quiero que digan que hice llorar al cumpleañero…

—Sólo estoy un año más cerca de mi muerte, como dijo Mario —dijo Galen entre sollozos.

—Ay, que se pique la cola el güey, cómo chinga con eso—repuso el otro muchacho e inclinó la cabeza para volver a plantarle en los labios otro pequeño beso, al cual Galen contestó con un beso tan suave como una caricia.

Del otro lado de sus labios Galen podía sentir al niño herido que era Rommel en aquel entonces. Quiso abrazarlo por medio de sus besos, tomarlo en sus brazos y acurrucarlo. Y fundir su alma con la suya para curar cualquier llaga que estuviera lastimando su corazón.

En ese momento comprendió con una mayor claridad a lo que Rommel se refería el día anterior en la parada del autobús. Cuando le dijo que lo quería. No se refería a un cariño cualquiera. Era el cariño de dos almas que orbitan una alrededor de la otra, deseando fundirse en una sola. El día anterior todos aquellos confusos pensamientos no le habían permitido decirle a Rommel que él sentía lo mismo, pero sí era así. Se moría por su amor, por su cariño.

Quería que Rommel lo supiera. Mirar sus ojos llorosos luego de no obtener ninguna respuesta de su parte lo había hecho sentir miserable, como un imbécil. Por lo que, abriendo un poco su boca iba a decírselo “Rommel… Yo también te quiero”. Pero se frenó en seco. El sonido del pomo de la puerta al girar lo hizo voltear la cabeza con brusquedad y mirar que la puerta de la recamara se abrió sin previo aviso.

Tras esta apareció la figura del Doctor Adam, quien de manera radical cambió la expresión de su rostro a una desencajada.

Los había atrapado…

Notas finales:

Espero les haya gustado el capítulo.

Plis, me gustaría saber sus opiniones con sus review. Neta he andado muy bajoneada y leerlos siempre me anima mucho. 

Seguro para este momento ya posteé en X un contenido relacionado con la historia el cual se los dedico a ustedes como un obsequio con mucho cariño.

Nos vemos el 6 de abril (aprox) con la continuación.

Cuidense !


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