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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

¿Qué tal? estoy de regreso con este capítulo.

Estoy harta de la escuela, harta!!! >.<

 

¡¡¡¡¡ ADVERTENCIA!!!!!!

Como siempre, palabras fuertes. Uso de drogas, que más qué más... ah sí... SEXO.

Bueno, el capítulo está muy vulgar la verdad, pero la narración está más inclinada hacia "el chico malo".

 

Capítulo V: Cómo espantar a un lobo

 

La habitación estaba en silencio, El Lobo tenía la cabeza agachada mientras se fumaba lo que vendría a ser el quinto cigarrillo del día. Las palabras que le había dicho el chico rubio momentos antes le daban vueltas y vueltas en la cabeza cual carrusel. Cuando ese tipo le acababa de decir que él no se veía malo, seguramente para ganarse su simpatía y que lo dejara libre o porque estaba tan golpeado que ya no sabía lo que decía, fuese por la razón que fuese, él se había reído, pero dentro de su cabeza, un recuerdo muy desagradable se reprodujo como la película en una sala del cine.

 

Era la imagen de él siendo un niño, de frente a un corpulento hombre ebrio, en cuya mirada solo se le veía reflejado todo el odio y asco que sentía por él.  

-¡¿A esto le llamas comida?!-Le gritaba encolerizado el hombre de sus recuerdos, arrojando un plato servido hacia una pared, estallándose en una lluvia de vidrios rotos al instante. Y entonces agarró al niño de los cabellos tirándolo al piso –¡¡Eres tan mierda como lo fue tu madre!! –Berreó golpeándolo furibundo en la cara con una botella de tequila que había sobre una mesa. La botella se rompió con gran impacto, provocándole una profunda cortada que comenzó a sangrar de forma abundante empapándole la mitad del rostro.

-Y-ya p-por f-fa-vor p-pa-pá –Sollozaba el niño, sintiendo la sangre correr por su mejilla, llenándole la boca a un sabor a hierro –P-p-por fa-vo-or…

 

El lobo frunció el ceño al darle la última calada a su cigarro, sentía que este no le había sentado nada bien, pues empezaba a experimentar un terrible mareo. Le pareció además que el aire del cuarto estaba muy viciado. Supo que debía salir rápido de ahí si no quería quedar inconsciente, así que se levantó apresuradamente, lo cual casi le provoca un desmayo, su cuerpo se sentía tan débil, ¿hace cuánto que no comía? ¿Hacía uno o dos días? Realmente no recordaba, y bajo la mirada desconcertada del cautivo, abrió desesperadamente la puerta para desaparecer tras esta.

 

Caminó tambaleándose hacia la  cocina, con la sensación de que el piso se movía bajo sus pies. Allí la luz estaba encendida, aunque no había nadie. Sin importarle se sentó en una tina invertida que hacía las veces de silla, junto a la nueva mesa, que no era otra que la del secuestrado. 

Sobre ésta, había una bolsa llena de dulces, que recogieron aquella tarde en la plaza de armas después del altercado. Y sin pensarlo dos veces, comenzó a comérselos vorazmente hasta que ya no pudo más, entonces se quedó sentado ahí un buen rato, esperando a que sus mareos desaparecieran.

Comenzó a divagar un poco mientras tanto, sobre una conversación que hacía menos de una hora acababa de tener con Pakiuso, otro de los tipos de la banda, y seguramente el tipo con más cara de imbécil que pudo haber conocido en su vida.

Se trataba del chico secuestrado, Pakiuso le comentó que El Mosca -dígase el jefe- se había enterado que el “güerito” era el hermano de El Chacal. El Chacal, quien no sostenía ese apodo por nada, era conocido por ser toda una fichita en ese mundillo; Traficante de droga, violento secuestrador coludido con el crimen organizado, a grandes rasgos uno de los peores. Todavía no terminaba de creer que ese chico, que tenía una pinta bastante decente fuera el hermano de un sujeto tan desagradable como ese, pero si algo había aprendido El Lobo era que en esta vida se podía esperar de todo.

 

Era la primera vez que estaba con la pandilla en esa situación, el problema más grande para su ansiedad, era que él nunca estuvo de acuerdo en el secuestro del chico, y estar involucrado en eso lo hacía sentir muy nervioso e incómodo. Al principio El Mosca les había dicho que sólo le iban a hacer pagar lo que pasó en la plaza de armas y luego lo soltarían, pero ahora, sabiendo que era el hermano de El Chacal había decidido mantenerlo como rehén para que este les soltara algo de pasta.

 

Las cosas se pusieron peor cuando El Mosca entró a la cocina, mientras hablaba por celular en un tono amenazante.

 

-¿Así que no te importa? –Le escuchó decir mientras se sentaba en una tina, igual y junto a él.

-No estoy jugando, jodido.

-A ver si muy machito cuando te lo mande a pedazos, puto de mierda –Después de decir esto, colgó el celular arrojándolo con ira.

 

-Hijo de su chingada madre –Resopló El Mosca furioso –Y tú ¿qué estás haciendo aquí? –Le cuestionó con el mismo tono enojado.

 

-Vine a comer-Respondió El Lobo, omitiendo todo lo demás -¿Qué pasó? –Preguntó, pese a que se imaginaba la respuesta.

 

-Ese pinche bastardo –Contestó El Mosca-Dijo que le valía madre lo que hiciera con su hermano.

 

-No me sorprende, dicen que no dudaría en matar a su madre si le llegara a estorbar –Comentó El Lobo.

 

-Pues ya veremos que hace cuando le empiece a mandar los dedos de su hermanito –Dijo El Mosca sonriente, a quien quizá le decían así porque una vez que se ensañaba con alguien era imposible quitárselo de encima.

 

A El Lobo, esa última frase le perturbó bastante, pero intentó no hacerlo notorio. Entonces dijo:

-Mañana tengo que irme temprano, antes de que mi padre regrese de la guardia.

 

-Ahh sí, tu viejo –Exclamó el otro, estirando la cabeza hacía atrás como con fastidio.

 

-Ya sabes cómo está el pedo.

El Mosca se le quedó mirando de repente, el coraje parecía habérsele pasado ya, y haciendo una sonrisa seductora respondió:

-Pues puedes venir a vivir conmigo...-Entonces acercándose un poco a él le dijo suavemente: - Yo si te trataría bien…

El lobo no estaba seguro, pero por un momento sintió que este le estaba coqueteando… Era imposible, porque hasta donde él sabía, El Mosca no era joto… Pese a eso, la idea de salir de la casa de su padre le agradaba bastante.

 

-Igual iría por mí el cabrón –Contestó con cierta decepción.

Fue entonces que El Mosca dijo algo que comenzó a asustarlo realmente: -¿Y si lo matamos?

-¿Estás jugando, verdad? –Le preguntó El Lobo sin poder ocultar su sorpresa.

-Nop, el día que tú me digas “mátalo”, lo mato con tal de que vengas conmigo, así de simple-Respondió sin titubear y él comprendió que hablaba muy en serio.

 

El Lobo se levantó rápidamente, agradecido por no haberse mareado de nuevo. No sabía que sentimiento le había dejado esa aseveración, por un lado, desde que tenía uso de razón deseaba que su padre desapareciera de la faz de la tierra, pero por otro lado, tenía mucho miedo de cargar sobre sus hombros la muerte de alguien, pese a que se tratara de la peor escoria del planeta.  Se alejó un poco del otro, que tenía unos tres o cuatro años más que él,  y que en ese momento, estaba quitándole la corcholata a una botella de cerveza oscura.

 

–Por cierto… ¿Siempre que vas a hacer con él? –Cambió el tema bruscamente, cuestionándolo con genuina curiosidad. 

 

El Mosca suspiró hondo y después de tomarle un trago a su cerveza le dijo: -Todavía no lo sé, no creo que ese tipo afloje… Pensaba mandárselo en pedacitos al Chacal, o mandarle primero un ojo, sería obvio que es de su carnal, por el color, digo, e irle enviando parte  por parte… pero no sé… No sé…

 

Fue finalmente eso lo que terminó por trastornarlo, El Mosca había dicho todo de una manera tan casual, como quien platica de fútbol con sus amigos, que realmente se le revolvió el estómago. Así que intentando guardar la compostura se alejó un poco rumbo al cuarto donde tenían al prisionero.

 

-Voy para allá otra vez-Dijo de pronto El Lobo, cortante.

 

-Sale-Expresó para finalizar El Mosca, observando atentamente cada movimiento de El Lobo mientras desaparecía por el pasillo.

 

Este último tenía una horrible sensación instalada en su pecho que le subía por la garganta atrancándosele en un doloroso nudo. Era un sentimiento peor que el miedo, era pánico lo que sentía.

Al entrar al cuarto, la mirada de esos profundos ojos azules le volvió a revolver el estómago, al recordarle lo último que El Mosca le había dicho sobre el asunto. Estaba seguro de que el color se le había ido del rostro, la presión se lo estaba comiendo vivo. No quería tener nada que ver en el asesinato o mutilación de ese chico.

Apesadumbrado, se sentó nuevamente en el frío piso de la habitación, deseando poder hacer desaparecer estas angustias.

 

-T-tú no qui-eres ha-hacer e-esto, ¿v-verdad? –El sonido de la débil voz de ese chico lo sacó de ese tren de pensamientos.

 

El Lobo volteó a verlo con una culpabilidad absoluta reflejada en sus ojos, ¿qué tenía el hermano de El Chacal que lo hacía sentir así?, aquello era como la premisa antes de matar a un animal inocente, que sin deberla ni temerla, lleno de frío, se acurruca en tu regazo en busca de calor, pero lo único que consigue es terminar despanzurrado en una cruel mesa de disecciones.

No soportaba la mirada de ese chico, por un momento se sintió como el soldado que pinchó a cristo en un costado con su lanza, y sin poder controlarse, comenzó a temblar, allí, sentado abrazando sus piernas en una esquina, como queriéndose proteger de la culpabilidad.

 

-T-tra-tranquilo-Escuchó que le dijo el otro chico, él podía notar como temblaba. –P-por f-fa-vor… D-deja-me ir –Le dijo pese al ardor de su garganta.

 

-No puedo-Contestó El Lobo, deseando que aquello fuera mentira.

 

-Te-ten-go un plan-Exclamó el otro. –Por f-fa-vor es-cuchame.

 

-¡No puedo, mierda! ¡Entiende! –Le gritó enfurecido El Lobo ante la maraña de ideas en su cabeza. El otro se quedó un instante en silencio, pero luego volvió a insistir.

 

-A-al menos de-déjame es-stirarme un p-poco –Dijo el chico, quien tenía acalambrados casi todos sus músculos, al estar amarrado a la silla por horas. –T-tengo mucho do-lor. Di que… tengo q-que ir al b-baño o a-algo.

 

El Lobo lo pensó un momento y entonces le dijo levantándose: -…Déjame ver…

 

Salió nuevamente del cuarto, quedándose un instante recargado sobre la puerta que acababa de cerrar, intentando ordenar sus ideas que se hallaban ya muy confusas, luego cruzó la estancia comedor, donde estaba Pikiuso, Vinchuca , El Gorila y Mawi. Pakiuso estaba sentado en un sillón gris viejo y roído que seguramente sacaron de algún basurero,  comiendo como de costumbre unas fritangas grasosas, como si no pudiera estar más gordo, Vinchuca, que estaba sentado en el piso, tenía su cara granosa extasiada en un viaje mágico al que había ido con ayuda de la cocaína, el Gorila, con su enorme cuerpo moreno y Mawi, delgaducho, pálido y feo pero con una mirada inteligente,  también estaban en el piso, jugando póker de apuestas.

 

-¡Lobo! –Le gritó Vinchuca de repente, sobresaltándolo –¡Cuidado con los tiburones! –Tenía una mirada perdida en la nada, muy asustado mientras los demás solamente soltaron la carcajada.

-¡No mames! El cabrón ya está en altamar –Gritó Mawi burlándose.

-Ah la chingada, tiburones los que se ha de echar El Gorila –Se burló Pakiuso, escupiendo pedazos de fritanga entre cada risa, Mawi tampoco se aguantó reírse, pese a la cara agria del Gorila y el rostro indiferente del Lobo.

-Cállate puto-Exclamó el aludido, para luego, volteando a ver al Lobo, decir:- ¡Eh, pinche Lobo! Ya deja a ese pendejo y vente a las apuestas.

-Seh, igual creo que lo vamos a matar –Le dijo Mawi, destapando la última carta oculta, que resultó ser el joto de corazones.

-Hijo de tu puta madre –Gruñó El Gorila aventándole a Mawi un billete de cien por haber perdido el juego.

 

-Ahorita no puedo, ¿dónde está El Mosca? –Preguntó El Lobo sin emoción alguna, mientras que Vinchuca seguía hablando solo, exclamando frases sin sentido al aire, seguro estaba teniendo un mal viaje.

 

-Pues igual y está dormido –Respondió Mawi barajando las cartas con la habilidad de un dealer profesional.

 

Sin decir palabra alguna, El Lobo salió de la estancia por el marco ruinoso de una pared donde originalmente hubo una puerta de vaivén.

Ya en el pasillo, a unas dos puertas de donde acababa de salir, había una puerta de madera deteriorada, recubierta con una pintura añeja y descascarillada de color azul cielo que daba la apariencia de estar en las últimas, como el cautivo, cuatro habitaciones atrás. Con esto en mente, la abrió, dejando al descubierto un espectáculo del que hubiera deseado nunca haber sido testigo.

 

En medio de la habitación, justo frente a sus ojos, sobre un raído colchón viejo, se encontraba El Nafta boca abajo, empinado y completamente desnudo. Tras él, medio vestido, pero con los pantalones abajo, estaba El Mosca, quien abriéndole las nalgas, metía y sacaba el pene de su ano en un vaivén lujurioso. Sus caras tenían una expresión excitada que cambiaron a una de exaltación al verlo abrir la puerta, sin embargo no se detuvieron.

El Lobo cerró la puerta lo más rápido que pudo, tuvo menos de un segundo para ver, pero fue suficiente para grabar esa imagen en su mente. Su corazón palpitaba con fuerza dentro de su pecho y sus mejillas ruborizadas le quemaban como el fuego. Sospechaba un poco de El Mosca, por sus comentarios pero no tenía idea de lo de El Nafta…

 

-¡¿Qué quieres, puto?!-Escuchó la voz de El Mosca gritándole desde adentro del cuarto.

 

-…. ¡Sólo quería decirte que…!-Comenzó a gritarle desde el otro lado, pero El Mosca lo interrumpió abruptamente con otro grito.

 

-¡Pásale cabrón que no te escucho ni una mierda!

El Lobo pareció dudarlo un poco, pero entró de todas formas, con sus mejillas encendidas como dos focos rojos.

Allí estaba otra vez esa escena, El Nafta con su cara hundida en el colchón, dejando al Mosca hacerle sexo anal, gimiendo por lo bajo. El Lobo se quedó de nuevo atónito, estaba apretando sus glúteos, tan fuerte como si quisiera sellarlos.

 

-¿Querías decirme algo no?-De nuevo la voz de El Mosca lo sacó del shock, así que intentando lo mejor posible volver a sus cabales le dijo:

 

-El güey quiere ir al baño…

 

-Pues ponle una botella y ya, pendejo –Resopló El Mosca, sus testículos duros auguraban que ya estaba muy cerca del orgasmo.

 

-… No quiere orinar… -Volvió a hablar, con la mirada clavada en una esquina como una estaca y una expresión tan incómoda que apenas podía con ella.

 

-Pues que cague y ya… a mi ¿qué? –Respondió el otro con su respiración agitada.

 

-No mames. Deja lo saco al patio a hacer –Le Dijo el Lobo.

 

-Lobo, has lo que quieras pero ya lár-gate-Ordenó entre gemidos.

 

No se lo tuvo que decir dos veces, apenas lo hizo, El Lobo salió del cuarto disparado como el corcho de una botella de champagne.

Notas finales:

No escribí un lemon, ni era mi intención hacerlo. Parece no tener razón de ser, pero si lo tiene. 

Muchas gracias por los reviews, hacen que mi pesada semana de clases se compence!!!! gracias!!!!!


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