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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

Hola !! que tal ! Aquí les traigo este capítulo después de una súper estresante semana de clases llena de trabajos y calculo integral >_<

Debo admitir que iba a actualizar hasta el otro viernes, pero ver el review de NANU!! me animó mucho :) (Muchas gracias!!!)

Capítulo VII: Del sartén al fuego

 

El Lobo despertó varias horas después, acostado boca arriba sobre una cobija sucia extendida a ras del suelo, se sentía bastante desorientado y con un dolor de cabeza tan fuerte, que pensó que ésta iba a estallarle. Rodando sus ojos pesadamente miró a su alrededor, percatándose de que estaba dentro de un cuarto en la guarida.

 

-Sí que te tardaste en despertar –Escuchó que le dijo una voz conocida justo a un lado suyo.

Girando su cabeza, reconoció la figura del Mosca, sentado en una silla de plástico corriente, recargando sus brazos sobre sus muslos abiertos, mirándolo fijamente mientras se fumaba un cigarro.

 

El Lobo se incorporó exaltado, quedando sentado  sobre la colcha con sus manos firmemente apoyadas sobre el piso, para mirar al Mosca directo a los ojos, tal como este lo estaba haciendo.

Su compañero se levantó de la silla lentamente, caminó hacia donde él estaba, se sentó junto a él en la cobija, y dirigiéndole una sonrisa ladina le dijo:

 

-Alguna vez te habías preguntado, Lobo… ¿Qué es lo que más me gusta de ser el jefe? –Su voz sonaba ligeramente endurecida. El Mosca seguramente no estaba planeando una charla pacífica con él después de lo que pasó. -¿No?-

 

El mayor tomó un poco de aire, como intentando contener algo que vendría a salir como un huracán. Y tirando la ceniza de su cigarrillo en la colcha respondió:

 

-Para empezar, me gusta que me tengan respeto-Dijo desdeñosamente, acercándose un poco más al otro, quien comenzaba a tensar su cuerpo–Me gusta la lealtad, ¿sabes?

 

El Lobo sintió un pequeño escalofrío al sentir que El Mosca le tocaba el dorso de su mano, jugueteando un poco con sus dedos.

 

-Y me gustas tú –Le dijo mirando la mano bajo la suya. Suavemente, giró esa mano, que estaba tan tensa como su dueño, descubriendo la palma. Sabía que esa declaración había alterado mucho al chico junto a él, pero eso pareció no importarle cuando le quemó la parte interna de la muñeca con el cigarro.    

 

-Mmngg…-Emitió un gemido ahogado, que intentó acallar.

 

-Pero ODIO la traición… No, DETESTO la traición –Le susurró El Mosca con fiereza al oído, como confesándole un secreto, sin apartar el cigarro encendido de su piel.

 

-N-no, y-yo no traiciono… –Jadeó El Lobo con un hilillo de voz por el terrible dolor.

 

-Lo sé–Contestó el otro con una gran sonrisa, restregándole el cigarro en la muñeca, para apagarlo –Sólo quería recordártelo, para que no se te olvidara.

 

El otro chico se quedó callado mirando hacia abajo, con una leve mueca de dolor en el rostro. La quemada le ardía intensamente, y el dolor le recorría un poco hacía la mano. Por un momento notó que la herida le exudaba suero. Pero sabía que aquella agresión era solamente el principio...

 

El Mosca entonces lo sujetó por la barbilla, obligándole a mirarlo. Era la primera vez que alguien le hacía eso y fue realmente incomodo, deseaba empujarlo lejos, aunque sabía que ese gesto podría empeorar enormemente la situación, así que cedió.

-Detesto hacerte daño Lobo… -Le dijo suavizando un poco su tono de voz. –No tienes una puta idea de cuánto me lates…

La sola idea de gustarle a un hombre y que ese hombre fuera El Mosca le era muy desagradable, peor aún, estando en esa situación. Le comenzó a perturbar pensar que el otro intentaría forzarlo a hacer algo, esa especulación le hizo hacer una mueca de asco.

 

-¿Tanto asco te doy?-Lo cuestionó El Mosca, tenía sus ojos color miel, ligeramente rasgados, intensamente clavados en los suyos-¿Es porque me viste con El Nafta?

 

El Lobo no lo soportó más, sentía el aliento del otro rozándole la nuca, haciéndolo estremecer, recordaba haber visto al Mosca y al Nafta teniendo sexo y la sensación que eso le produjo estuvo muy lejos de los celos. El sentimiento que sintió fue una combinación entre asombro, repulsión y miedo. Sí, miedo de algún día estar en el lugar del Nafta, con alguien sometiéndolo de esa manera, volviéndolo toda una mujercita…

Se quitó la mano que lo sujetaba bruscamente, levantándose en el acto y con una mirada llena de furia, sin pensar, le gritó:

 

-¡¡No me toques!! –El respeto y temor por el Mosca en ese momento desapareció.

 

Este también se levantó mirándolo con sorpresa, que pronto se convirtió en agresividad y sin titubear le propinó un fuerte golpe en la mejilla, que casi le hace perder el equilibrio, acto seguido, le asestó otro en la nariz haciéndolo sangrar. Al ver la sangre, El Mosca le dedicó una media sonrisa, sabiendo que de ser inteligente, el otro no le reñiría por los golpes, después de todo, él era el jefe de la pandilla y cualquiera que se atreviera a retarlo, estaba firmando su sentencia.

Por un instante, se sintió tan grande como el Empire State. Si quería, podía llamar a toda la banda y matar al Lobo a palos, sin importar que tan fuerte este fuera, o podía golpearlo él mismo hasta que no recordara ni su nombre, igual lo iba a hacer pagar por haber dejado escapar al rehén y más aún por haberlo rechazado.

 

Encorajinado, lo sujetó con una mano fuertemente de la muñeca herida y con la otra, lo jaló hacia sí tomándolo de los cabellos. Y casi pegándole los labios a la oreja le dijo susurrando: -Sí, me lates un chingo... ¿Pero sabes qué me late más? –El otro no respondió nada, sólo mantenía esa mirada furiosa de momentos antes –Ser el jefe. –Contestó su propia pregunta.

 

El jefe sin previo aviso, le dio un rodillazo en el vientre que le hizo arquearse, entonces lo lanzó violentamente contra el piso. El chico cayó de lado en un porrazo seco, metiendo las manos en el último segundo. Una vez en el suelo, El Mosca le dio de patadas en varias partes de la espalda, y en las costillas, aunque tenía en cuenta que pudo haberlo golpeado más fuerte todavía. El Lobo sentía mucho dolor y debilidad, pero predominaba sobre todo lo demás el coraje por la impotencia que sentía al no devolverle los golpes, pero sabía que jamás podría salir bien librado si él ponía a toda la banda en su contra, podían llegar a matarlo, eso lo tenía muy presente.

 

-Si yo quisiera, tú serías mi puta –Le dijo El Mosca de pronto, amenazante –Ahorita mismo estarías con la cabeza contra el colchón dándome el culo… Pero me parece más entretenido no tener que forzarte, yo sé que tú solito terminarás cayendo.

 

Por su parte, el otro no respondió nada, se sentía sucio sólo por el hecho de ser la fantasía sexual de ese tipo. Su mirada lo decía todo, podía estar intimidado, pero no lo aparentaba, su orgullo jamás se lo permitiría.

 

-¿Qué pasa, Lobito? –Cuestionó El Mosca con aires de superioridad-¿Me odias? –Lo sujetó por la nuca, donde su cabello estaba arremolinado en un mazacote de sangre y entonces, jalándolo con fuerza hacia su propio rostro, le arrancó un beso violento en los labios.

 

El corazón del más chico golpeteaba furiosamente contra su pecho, ni siquiera pudo reaccionar, fue cuestión de un instante en que los labios del otro lo atraparon en ese beso forzado, sintiendo los dientes del Mosca mordiendo su labio superior  con brusquedad, y su piercing acariciándolo rápidamente. Luego de esto, El Mosca lo aventó contra el suelo.

 

-Creo que es bastante obvio que no te toca moche, a ver si se te va quitando esa pinche actitud-Dijo El Mosca con cierta presunción –Ay me platicas cómo te va con tu viejo –Se jactó -Bueno, te veo de rato, putita –Lanzó un beso al aire al tiempo que abandonó la habitación.

 

El lobo todavía en el piso, se levantó rápidamente, y con el dorso de su mano, se restregó los labios furiosamente, intentando quitarse la sensación de ese horrible beso. Caminó hacia una de las deterioradas paredes del cuarto y con toda la fuerza de su ira estrelló su puño contra esta, imaginando por un instante, que estaba golpeando la sonriente cara del Mosca.

Inmediatamente, sintió la calidez de su sangre llenando sus nudillos, pero su enardecimiento no le permitió sentir el dolor. Cuando retiró su brazo, notó que había dejado un cráter del tamaño de su puño en la pared que proyectaba una grieta prominente hacia una ventana clausurada con periódico, pero que sin embargo dejaba pasar algo de luz del sol.

 

Entonces sorprendido comprendió que ya era de día, y olvidándose por un momento de la furia sacó apresuradamente de la bolsa de su chaqueta un reloj de muñeca plateado y brillante que él mismo se había encargado de hurtar del chico rubio el día anterior.

Al mirarlo, leyó las nueve de la mañana, y con auténtica preocupación se tapó la boca con su mano herida.

 

-¡Mierda!-Exclamó angustiado al salir corriendo del cuarto y de la guarida, dirigiéndose a su casa.

 

Su padre, quien estaba trabajando como velador en un edificio normalmente regresaba a las ocho y media, aunque había días en que regresaba hasta las diez u otras en las que no volvía hasta el día siguiente, sin embargo, nunca debía arriesgarse a averiguarlo. El temperamento de ese hombre era impredecible  y detestaba no encontrarlo al volver, así como que le desafiara su autoridad. Era realmente una persona muy violenta, agresiva. Había ocasiones, en las que lo golpeaba inclusive sin ninguna razón aparente o por cosas sumamente tontas. El Mosca no era nada comparado con él. Por eso, corriendo camino a su casa, deseaba con toda su alma no tener que enfrentar que ese hombre estuviera ya ahí…

 

 

Afuera hacía un lindo día, estaba soleado pero a la vez algo ventoso, el cielo azul estaba ligeramente cubierto de nubes blancas que caminaban rápidamente junto con la brisa. Los árboles también ondeaban sus copas al compás del aire fresco que les desprendía una que otra hoja. Sin embargo aunque quisiera, Galen no podía ver el exterior ya que se encontraba dentro del imponente, pero a la vez algo viejo y descuidado hospital universitario.

No veía el sol, pero en cambio, miraba con curiosidad la sala de urgencias donde se hallaba recostado sobre una camilla.

 

Su tía Adelita estaba sentada en una silla a junto a él, leyendo un libro titulado “Caldo de Pollo para el Alma de la Mujer”. El doctor Adam Gutiérrez, Urgenciologo y muy amigo de su madre, ya lo había examinado, en busca de lesiones viscerales y otro tipo de cosas que Galen fingía entender bien. Igual le sacaron sangre y realizaron una radiografía, además de que le estaban administrando un suero vitaminado, combinado con algún analgésico, antiinflamatorio y antihistamínico… En realidad, Galen presentía que no necesitaba todo eso, pero su mamá estaba demasiado preocupada por su salud, así que no opuso resistencia para ir al hospital, también sentía que el doctor Adam pensaba igual que él, sin embargo, apoyaría a su madre en todo lo que le fuera posible, ya que era bastante obvio que estaba enamorado de ella.

 

A Galen le hubiese agradado bastante que ella le hiciera caso a ese hombre con quien él se entendía tan bien, pero su madre parecía pensar de otra forma, ciclada en el mal rato que pasó gracias a su padre, ni siquiera le abría la puerta a una pequeña posibilidad de intentarlo.

Después de un rato, su madre fue a visitarlo, dándole la buena noticia de que, como esperaba, el doctor Adam ya lo había “dado de alta” al no encontrar algo fuera de lo normal en su cuerpo, además de los visibles golpes y contusiones.   

 

Pese a eso, por los siguientes tres días, su mamá lo forzó a reposar y no lo dejó salir de la casa, más que para ir a la escuela, donde sus compañeros y pocos amigos no pararon de cuestionarlo acerca de que le sucedió, a lo que él contestaba mintiendo lo que le decía a todo aquel quien le preguntaba: “me asaltaron”. Su tita también tenía la misma actitud que su mamá, así que debía reposar pese a que ella no estuviera.

Esos tres días fueron terriblemente aburridos, aunque debía admitir que le ayudaron a recuperarse bastante rápido de las lesiones. Al cuarto día todavía tenía la ligera marca de los moretones en la cara, pero ya no estaba inflamada por lo que casi se le veía normal.

 

A lo largo de los días, el recuerdo del mal rato que pasó secuestrado fue abandonando poco a poco su mente, no obstante, algo que no podía olvidar, era al Lobo… No podía evitarlo,  lo recordaba constantemente, pensando en qué habría sido de él después de ayudarlo, se preguntaba si algún día volvería a verlo y pagarle el favor… Aunque le daba la impresión de que no tardaría mucho en encontrárselo de nuevo…

Notas finales:

Este capítulo se llama del sarten al fuego por el lobo que aparenta ir de un sitio horrible (con el mosca) a otro peor (con su papá).

Espero que les haya gustado ! :)


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