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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

Hola, que tal, aquí me tienen subiendo el capítulo 8 en lugar de estudiar para mi examen de matemáticas jajaja.

En este capítulo se podría decir que comienza la historia de verdad. Aquí también puede notarse más la personalidad de ambos.

Espero que les guste tanto como a mí! :)

 

Capítulo VIII: ¿Hace cuánto que no comes?

 

Era viernes por la tarde, su cuarto día sin salir, el reloj de la pared marcaba tres para las cuatro y se sentía terriblemente ansioso, tal como un insecto atrapado dentro de un frasco de vidrio. El hecho de que su madre y su tía lo obligaron a quedarse en casa desde el lunes contribuía en un cincuenta por ciento, y que no encontraba nada con qué entretenerse aportaba el otro cincuenta; no tenían televisión con cable, ni computadora, mucho menos internet. Su hermano Aarón tenía un game boy color, pero jamás se lo prestaba; de hecho, ni siquiera parecía importarle lo que le pasó.

Su tita, al contrario, intentaba animarlo preparándole tartaletas dulces, sin embargo, las deliciosas tartas no le quitaron la apatía, en especial porque su madre volcó su atención en él de una manera negativa, recordándole el por qué él nunca podría ser el hijo del cual ella pudiera estar orgullosa, al repetirle constantemente lo mucho que se parecía a su padre.

 

Por si fuera poco, las cosas se habían terminado de tensar más en su casa por culpa de Aarón, quien el martes, apareció con la imagen de la cabeza de un chacal con dos pistolas atravesadas  tatuado en su brazo izquierdo. Su madre se puso histérica, gritándole mil cosas, entre ellas que le terminaría sacando el tatuaje aunque fuera con un rallador de quesos, obviamente la situación culminó en pleito, con Aarón desapareciéndose todo el día y dejando a Galen como el chivo expiatorio, teniendo que aguantar el mal humor de ella.

 

Pasando a cosas más agradables, ese día por fin podría salir de la casa. Sabía que no lo dejarían andar solo por unos días, así que mintió nuevamente, como parecía ya estársele haciendo costumbre, diciéndole a su tita que iría con unos amigos a las maquinitas de la alameda. Galen hubiese deseado que eso fuera cierto, la realidad era que jamás veía a sus amigos por las tardes. Vivían muy lejos de con él, pero eran casi vecinos entre ellos, por lo que muchas veces salían sin invitarlo, argumentando que el plan de salir se daba espontáneamente mientras iban rumbo a sus casas en el camión. 

 

Antes de irse, cargó consigo unos cincuenta pesos, por si acaso le apetecía comprar algo en la calle y entonces, despidiéndose de su tía, salió de su encierro.

Lo primero que notó estando afuera fue un bello cielo azul adornado por nubes blancas que brillaban ligeramente doradas debido a los rayos del astro rey, además de que soplaba una sutil brisa que apenas si movía las hojas de los árboles, añadiendo que había poco movimiento de gente en la calle, otorgándole a la ciudad un aire relajado y tranquilo.

 

El día parecía ser tan perfecto y su emoción, de por fin estar fuera de su casa, era tan grande que comenzó a caminar sin ningún tipo de dirección ni sentido, por lo que cuando por fin prestó atención a donde se dirigía, sintió que era irónico que sus pies lo condujeran a la plaza de armas, el sitio donde sus últimas ilusiones se rompieron. Desalentado, se dispuso a dar la vuelta, pero en eso, una vista rápida a la plaza le apartó la idea de la cabeza.

 

Sentado sobre una banca estaba el chico de la chaqueta verde militar, tenía una expresión apesadumbrada, su ropa se veía muy sucia y su rostro muy golpeado. En sus manos sostenía un juego de ingenio, parecía como una flecha hueca de madera unida con unos aros metálicos pequeños, uno de esos tenía embonado otro aro más grande, con forma de corazón, pintado con una desgastada pintura carmín. Estaba tan concentrado que ni siquiera notó que Galen lo estaba mirando.

 

Éste al verlo, sintió como le dio un vuelco el pecho, quería hablar con él, darle las gracias, platicar de cualquier cosa, pero no sabía que decirle, frustrado pensó en pasar de largo, pero eso tampoco lo convencía, quería hablarle, y no podía hacerlo por su estúpida inseguridad… ¿Y si él lo ignoraba?, tal vez se había arrepentido de haberle ayudado, quizá lo golpearon por su culpa…

 

Siempre el miedo, el maldito miedo que gobernaba su vida, ese temor al rechazo, al abandono… ¿Qué mierda tenía que ver ese miedo con hablarle a ese chico? Por un momento se sintió tan enojado consigo mismo, por ser tan cobarde, que finalmente en un arrebato de enojo contra su propia introversión, caminó hacia él y con una vaga idea de lo que haría, se sentó en la misma banca.

 

El otro muchacho pareció no notar su presencia, demasiado concentrado en el juego y probablemente en muchos otros pensamientos que le hacían mantener una expresión triste.

 

-Me gustan ese tipo de juegos –Le dijo Galen con el pulso acelerado ya que le costaba mucho hablarle a personas nuevas.

 

Para su sorpresa, el otro lo miró de pronto, reconociéndolo, y volviendo su vista al juego dijo:

 

-A mí no, detesto esta basura… No entiendo cómo se supone que debo sacar esto si esta cosa ni siquiera cabe aquí… -Sacudió enojadamente el corazón, que intentaba hacer pasar a través de los aros, donde era obvio que jamás entraría.

 

-No debes forzarlo –Respondió Galen mirando como intentaba resolverlo –Si no sólo se romperá

 

-Ya me desesperé –Le contestó el muchacho soltando el corazón rojo, que tintineó al golpear con los demás aros.

 

-Mira, préstamelo –Dijo él estirando su mano para coger el juego y el dueño simplemente lo dejó tomarlo.

 

Una vez en sus manos, lo inspeccionó minuciosamente, era un poco más complejo que los que solía realizar, y sí que había resuelto muchos. Intentó pasar el corazón por uno de los aros, pero no funcionó. Frunció un poco el ceño, pese a que le resultaba divertido, no tanto por el juego, sino por lo bizarro de la situación.

 

-¿Verdad que no se puede? –Le habló el chico mirándolo batallar igual que él.

 

-Sí se puede… De hecho, se me hace que ya sé cómo –Contestó pensando en voz alta Galen y pasando el aro de corazón por una rendija perforada a través de la flecha de madera, comenzó a probar algunos movimientos. Sentía como el chico lo observaba y eso lo distraía un poco, pero intentaba  concentrarse.

 

Luego de una serie de movimientos, por fin pudo liberar el corazón, cosa que a él le produjo algo de orgullo propio y al otro mucho asombro.

 

-¿Ves? Ya lo saqué –Le dijo mostrándole el corazón completamente liberado.

-¡Achís!-Exclamó El Lobo algo incrédulo -¿Cómo le hiciste?

-Mira-Contestó Galen, volviendo a meter la figura donde estaba en un principio –Ahora sólo lo metes por aquí –Dijo atravesando la flecha de madera con el corazón de metal.

 

El muchacho lo miraba detenidamente, esta vez intentando no perderse ni el más mínimo detalle.

-Tiene que pasar por acá, pero de ladito –Hablaba mientras lo hacía –Viene para acá, lo vuelves a pasar por aquí, y ya está.-Volvió a mostrarle el corazón.

 

-A ver, presta-Ordenó apresurado el de cabello castaño, arrebatándole su juego. Volvió a meter el corazón donde estaba, hizo bien el primer movimiento y después lo introdujo por otro lado de donde no podía sacarlo.

 

-No, es que no era por ahí –Le dijo Galen acercándose más a él, moviendo el aro de corazón al punto antes de que el otro chico se equivocara –Tienes que meterlo por aquí, pero de lado.

 

-Es que no te entiendo que pedos quieres decir con que de lado-Exclamó ligeramente desesperado a lo que Galen pacientemente ladeó ligeramente el corazón, para hacerlo pasar al otro aro.

 

El trigueño entonces, examinando detenidamente el juego, pasó el corazón a través de la flecha nuevamente.

 

-Vas bien

Luego, acomodó el corazón y sacando primero la curvatura logró liberarlo.

 

-Órale, que chido- Fue lo primero que dijo el muchacho asombrado, y contemplando nuevamente el juego comentó: -Vaya, ¿cómo le harán para hacer estas cosas?

Realmente Galen nunca se había preguntado eso por lo que contestó: -No sé… Aunque es una buena pregunta.

-Es que si uno batalla para resolverlas imagínate hacerlas… Ha de estar cabrón, ¿no?  

-Pues… gente sin quehacer yo creo –Respondió con una sonrisa.

El Lobo se rio un poco seguramente porque no se esperaba esa respuesta, aunque después se puso serio y repentinamente le lanzó una pregunta: -Oye…  ¿Por qué me estás hablando?

 

Galen no supo muy bien que responder. Sabía que quería hablarle porque se sentía en deuda por su ayuda, no quería ni imaginarse lo que hubiera sucedido de no haber estado él ahí. Pero había algo más, algo mucho más profundo, algo que ni siquiera se atrevía a admitir ante él mismo y eso era que El Lobo en algún aspecto que le era imposible identificar, le recordaba al hombre que más odiaba, pero a la vez al que más amaba en el mundo. Su padre…

 

-Pues…-Se concentró en no tartamudear –Me pareció que eres chido, quería tratarte.

 

-Mmm…-Suspiró el otro pensativo -No creo que te convenga tratarme...

 

Luego de decirle eso, el chico se levantó rápidamente de la banca y con una mirada un poco contrariada le habló de nuevo:

 

-Lo que hice por ti, no sé, olvídalo, haz de cuenta que no me conoces –Le dijo apresurado, pero Galen notó que algo parecía andar mal con él.

 

Se percató que este joven repentinamente había perdido el color en la piel, además, parecía estar temblando ligeramente, y cuando intentó caminar para alejarse casi se cae al piso. Galen también se levantó, caminando tras él.

 

-Oye, ¿estás bien?-Preguntó extrañado

 

-Sí, déjame –La respuesta del otro no coincidía con su expresión.

 

-Se ve que no te sientes bien –Dijo Galen olvidándose un poco del nerviosismo que, hasta hace no mucho, sentía.

 

-Estoy bien… sólo siento como si la sangre se me hubiera quedado en los pies

 

-¿ya comiste?-Cuestionó pensando en que quizá podía ser una baja de azúcar.

 

-No… -Contestó débilmente

 

-… ¿Hace cuánto que no comes?

 

El Lobo rodó sus ojos como intentando buscar un recuerdo lejano, y al cabo de unos momentos respondió:

-Mmm… No sé… Hace como… tres días creo… -Dijo por fin, con naturalidad.

 

-¿Tres días?-Preguntó impresionado –Eso no está bien, con razón te andas desmayando…

 

-Pues igual nadie te preguntó –Resopló el Lobo tomando a mal el comentario.

 

-Oye, no sé, perdón pero es cierto –Le dijo Galen, mientras se cuestionaba a si mismo acerca de si era buena idea lo próximo que diría.

 

-No es como si ahorita pudiera hacer algo al respecto

 

Y repentinamente, se halló diciéndole lo que estaba pensando en si decir o no: -Te invito a comer conmigo.

 

-¿Qué?

 

-Te invito a comer a mi casa-Volvió a repetir con un poco más de seguridad.

 

-Mmmm… -Se quedó callado, realmente parecía estarlo considerando-… No, mejor no, nel…

 

-Oh vamos, que más da –Insistió Galen un poco confundido por su propia actitud, aunque sabía que de verdad tenía una posibilidad de convencerlo y así saldar ese sentimiento de deuda que lo ataba a él.

 

Por un momento, le pareció escuchar el rugido proveniente del estómago del otro chico, este se sujetó el abdomen con fuerza, era bastante obvio que pensar en comer le provocaba eso. Galen sonrió un poco al comprender que si el Lobo de verdad no quisiera acompañarlo ya se habría ido, en cambio, seguía ahí, milagrosamente de pie junto a él, reflexionando muy probablemente en ir.

 

-… No sé… ¿Por qué querrías…? ¿Cómo sé que no es una trampa?... no… no confío...

 

-Oye –Comenzó-Confiaste en mí cuando me ayudaste, ¿no?

El otro lo miró intensamente, muy pensativo. Todavía estaba muy dudoso acerca de qué hacer, sin embargo, lo siguiente que dijo Galen pareció influir enormemente en su decisión.

 

-Mi tita hizo bisteces de res en salsa pasilla y papa al horno –Apenas lo comentó, el estómago del muchacho respondió mucho antes de lo que pudiera hacerlo su boca.

 

-Ok, ok, bueno… pero ya deja de rogarme -Expresó éste algo altanero a lo que Galen solamente puso los ojos en blanco mientras le decía: -Sígueme.

 

No dijeron palabra alguna durante todo el camino aunque tampoco tardaron mucho en llegar, una vez frente a la casa, Galen sacó su llave, abrió la puerta y se asomó para ver si había alguien, al ver que estaba sola, invitó a su acompañante a pasar, quien lo hizo con algo de nerviosismo y recelo.

 

-Ven pasa a la cocina –Dijo caminando hacia ese lugar, prendiendo la luz.

 

Su cocina era pequeña, con unos pocos gabinetes blancos sobre una pared beige, lucía muy limpia y ordenada, pese al reducido espacio. Los sartenes en la pared sobre la estufa, estaban acomodados por tamaño. Tenían un refrigerador blanco donde había, pegados con imanes, algunos dibujos que parecían hechos por niños pequeños y una que otra fotografía. A un lado de este, tenían una mesa de madera cubierta por un mantel a cuadros, con cuatro sillas alrededor.    

 

-Vaya –Exclamó el otro al entrar –Que grande cocina

 

Galen solamente se rio un poco nervioso, pues no supo que contestar, pensando que su cocina era de menos de una cuarta parte de la que había en su otra casa.

 

-Siéntate, por favor –Expresó el anfitrión amablemente, mientras veía dentro del refrigerador en los recipientes donde solían guardar el recalentado, sacando uno.

 

El muchacho obedeció, se notaba un poco cohibido, miraba para todos lados como si nunca hubiera visto una cocina. Galen lo veía de vez en cuando, mientras calentaba la comida en un sartén al fuego de la estufa.

 

-… ¿Puedo agarrar uno de estos?-Preguntó El Lobo señalándole los panes de dulce que tenían en una panera de vidrio transparente sobre la mesa.

 

-Um… claro-Respondió, y antes de que pudiera decirle que en el fregadero podía lavarse las manos, el chico sacó rápidamente una concha de chocolate, que devoró de sólo tres mordidas, empujándola con sus dos manos hacia adentro de su boca, desesperado. -… Oye… Tranquilo… Ya te voy a servir… –Le dijo Galen al ver esto, jamás había visto a una persona tan hambrienta.

 

Entonces, poniendo la comida en el plato, inmediatamente se la sirvió en la mesa. Acto seguido, buscó los cubiertos en el cajón, y tomando un cuchillo y un tenedor, pasándoselos al chico mencionó:

 

-Aquí están los cubiertos-Sin embargo, para su sorpresa, este ya estaba comiendo con los dedos.

El Lobo se le quedó viendo con un rostro azorado y haciendo una pequeña mueca avergonzada tomó los cubiertos diciendo:

-Ah… Um… Gracias... –Y comenzó a utilizar el tenedor.

-… ¿No quieres… servilletas? –Preguntó el anfitrión mirando sus manos sucias.

-Ajá –Fue la única respuesta.

 

Galen le entregó unas cinco servilletas, y se sentó en la silla de la cabecera, junto a él, mirándolo comer como todo un marrano.

 

-Me llamo Galen-Dijo este, rompiendo el silencio-¿Cuál es tu nombre?

 

El otro chico subió su cabeza para verlo y todavía masticando contestó: -Rommel

 

-Mi tita cocina delicioso –Rommel solamente asintió con su cabeza rápidamente dándole la razón mientras le rascaba al plato lo poquito que quedó pegado.

 

-¿Quieres más?

-…S…Sí –Musitó con algo de pena-…No, no te creas… ¿me das otro pan?

-Sí, sólo no agarres la otra concha… si no mi tita se va a enojar-Contestó ligeramente avergonzado por eso último que dijo.

 

Rommel estiró su brazo para tomar un bigote de pan, acción que dejó al descubierto una herida en su muñeca que todo el tiempo estuvo cubierta por la manga de su chaqueta. Parecía una quemada circular no muy bien circunscrita, donde el tejido estaba terriblemente inflamado. Galen notó que en el centro tenía una llaga de carne viva supurante, alrededor había piel fruncida de un tono amarillento y aún más a la periferia podía verse claramente mucho enrojecimiento.      

 

-¿Qué tienes ahí? –No pudo evitar preguntarle un poco asqueado, apuntándole con el dedo.

 

-Ah ¿esto? –Dijo el otro con un tono despreocupado, mirándose –Me quemé, todavía no se me cura.

 

-Se ve infectada, ¿No te duele?

 

-Sólo si la muevo mucho

 

Galen se quedó callado un breve instante, como pensando en lo siguiente que iba a decir, y cuando habló, lo hizo con una seriedad digna de una película de suspenso:

 

-Se te va a podrir la mano.

 

-No mames –Exclamó el otro con una sonrisa incrédula.

 

-No, no estoy jugando –Respondió Galen-Mi mamá es enfermera en el hospital universitario y hay gente así, que llega con algo infectado, y no le hace caso… Y luego los tienen que amputar.

 

Rommel se rio un poco nervioso, posiblemente pensando en que Galen quería asustarlo.

 

-El otro día mi mamá nos contó de un chavo de como diecisiete años que le tuvieron que amputar el pie, por una cosa infectada que tenía en una uña que nunca se atendió.

 

-No estés mamando –Dijo Rommel, su tono de voz se escuchaba ligeramente alterado.

 

-Pues tú sabes –Soltó Galen, intentando sonar frío.

 

-… Pero… -Comenzó el Lobo – ¿Y luego qué hago?

 

-No sé… pues ve al seguro –Respondió como si fuera lo más lógico del mundo.

 

-… No… tengo seguro…

 

Galen se le quedó mirando como si estuviera loco y con cierto aire sabiondo le dijo: -Puedes usar el de tu escuela.

 

El otro simplemente echó la mirada hacia abajo, avergonzado y como no queriendo decirlo contestó: -… No… No voy a la escuela…

 

Al escuchar esto, el rubio se sintió tan mal ya que sin querer lo había humillado. También se sintió tonto al pensar más a fondo las cosas, si este chico no tenía ni para comer, mucho menos para la escuela…

-Lo siento –Expresó sinceramente, pues entendió que solamente lo había alarmado sin poder hacer nada para ayudarlo.

 

“Espera un momento…” Recordó súbitamente.

 

-Conozco a un médico del universitario… Podríamos ir a que te cure eso-Exclamó Galen feliz de haber encontrado una solución. Pero a Rommel no pareció agradarle mucho la idea porque de inmediato agitó bruscamente su cabeza en negación.

 

-¡No!- Rechazó endureciendo repentinamente sus facciones –No quiero que me hagan nada, odio los hospitales.

 

-Pero, no es como si te fueran a hacer daño –Replicó confundido por la respuesta del otro.

 

-Ya me tengo que ir –Lo cortó de inmediato Rommel quien mirando por la ventana de la cocina, se levantó de la silla rápidamente.

 

-Ok –Respondió, levantándose también.

 

Galen lo encaminó hacia la puerta, especulando que quizá sus comentarios hicieron enfadar a su invitado. Sentía que al abrirle la puerta y dejarlo ir, lo más probable era que no lo volviera a ver, por eso pensó que ese era el momento apropiado para darle las gracias por todo.

Sin embargo, cuando abrió la puerta y el otro chico salió, inmediatamente este le habló de nuevo, sacando algo de la bolsa de su chaqueta desgastada.

 

-Toma –Dijo entregándole esto en la mano, que no era nada menos que su reloj robado –Pensaba empeñarlo, lo siento…

 

-Así que tú lo tenías-Él por su parte, no pudo evitar sonreír abiertamente, aquello era lo mejor que le había pasado en toda la semana –¡Gracias! ¡Gracias! –Expresó muy contento.

 

-Bueno… Ahora si ya me voy

 

-Espera –Lo detuvo Galen todavía muy animado –Sólo quería decirte que, no sé, si no has comido o tienes hambre, cualquier día puedes venir como a esta hora.

 

Rommel pareció un poco extrañado por lo que el otro le acababa de decir, probablemente pensaba que era demasiado bueno para ser verdad, pero al mirar los ojos azules de Galen de inmediato entendió que estaba hablando en serio.

 

-Ya veremos- Le sonrió gentilmente por primera vez, mostrando unos bonitos dientes blancos  donde resaltaba un colmillo ligeramente sobrepuesto que le daba una apariencia un tanto salvaje.

-Adiós… -Se despidió el chico al tiempo que Galen pensaba que era extraño que ese defecto, lejos de parecerle antiestético, le resultara agradable a la vista.

 

-Adiós

 

Sonrió tontamente al caer en cuenta que él fue la primera persona que invitó a comer a su casa después de mudarse ahí… Y que no le había ofrecido nada de beber…

Notas finales:

Bueno, se me hace complicado actualizar el viernes, por lo que creo que empezaré a hacerlo los lunes o domingos. Espero no atrasarme mucho con la historia.

Es mucho trabajo el que tengo que hacer para poder actualizar una vez a la semana, por lo que, sinceramente les pido que si les gusta la historia me incentiven con un review, es muy bonito ver que a alguien le gusta lo que escribo ^_^


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