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EL MAL CAMINO por Galev

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Notas del capitulo:

He andado muy a la carrera, pero aquí está el nueve. :) espero que les guste, es el primer acercamiento.

Capítulo IX: Tolvanera

 

Aquel sábado cinco, el mes de febrero había decidido revelar a la ciudad el por qué le llamaban “loco”, abriendo la mañana con un tranquilo y fresco día de cielo despejado que cambió radicalmente a uno caluroso y abochornante, similar al de las costas, con fuertes vientos terrosos que acompañaban a grandes nubarrones grisáceos que opacaban el cielo.

 

Las intensas corrientes de aire, chiflaban al pasar entre los angostos callejones de la ciudad vieja, arrastrando basura y hojas secas de los árboles, que subían y se arremolinaban según la voluntad del viento. Por eso mismo, gran parte de la gente se hallaba resguardada en la tranquilidad de sus hogares, y la que no, desearía estarlo haciendo.

 

Pese al mal clima, un jovencito no muy alto, se encontraba recargado en una pared de la calle Treviño, esquina con Juárez, resguardándose de la tolvanera. El calor no parecía ser un impedimento para que estuviera utilizando una sudadera desteñida de color negro. Sus ojos serenos, de vez en cuando se posaban sobre cualquier persona que pasaba por la cuadra, sosteniendo en su mano izquierda una mochila abierta rota verde opaco, y con la otra fuertemente apretada, dentro de uno de los bolsillos de su sudadera, a una pequeña pero filosa navaja de mano.

 

Después de que terminara de pasar  apresuradamente una estudiante -asiéndose firmemente la falda contra sus muslos, al viejo buen estilo de Marilyn Monroe,  luchando contra el viento- por un buen lapso de tiempo, la cuadra pareció pertenecer a un pueblo fantasma. A juzgar de aquel muchacho solitario, solamente faltaba que una rodadora atravesara la calle.

 

Sin embargo, justo cuando pensó que aquel no estaba destinado a ser su día de suerte; miró que un camión amarillo se detuvo en la esquina, del lado de la Av. Juárez, dejando salir a un pasajero. Era un muchacho como de uno noventa,  regordete, de cabello claro y tez blanca, sus facciones eran finas y tenía las mejillas muy sonrosadas. Estaba escuchando música, sosteniendo un discman plateado muy bonito en la mano derecha, mientras que con la otra, en cuya muñeca resaltaba un bello reloj negro con caratula roja, cargaba una mochila que aparentemente estaba muy pesada.

 

Apresuradamente, este joven se adentró por la calle Treviño, pasando justo a un lado del otro chico, sin notarlo, puesto que en ese preciso momento, una basurita quiso hacerle una pesada jugarreta aterrizándole en uno de sus verdes ojos.

Sin perderlo de vista, el de la sudadera, por fin se movió de ahí, plantándose en la cabeza una máscara bestial que sacó de su mochila, caminando tras el chico, quien todavía batallaba para ver a través de la cortina de polvo.

 

Estando ya lo suficientemente cerca lo agarró bruscamente de por el cuello de su camisa, arrojándolo contra la pared, y apoyando el filo de la navaja contra su espalda bramó lo más ronco que pudo:

 -¡Órale, pendejo: dame todo lo que traes si no quieres valer madre!

 

Ante esto, y pese a su gran tamaño, el agredido se deshizo de su mochila y su discman, temblando patéticamente como un bebé de ratón, y entregándole estas cosas al ladrón se quedó un momento sin hacer nada, simplemente esperando a que el criminal lo dejara marcharse.

 

-Dame el reloj –Ordenó fieramente este último, mientras escudriñaba la mochila en busca de algo valioso, embolsándose una cartera y un celular, para después simplemente aventar el morral que cayó cerca de los pies del otro, desparramando todo su contenido.

 

-Por favor… No, déjame al menos el reloj… ¡Por favor! –Suplicó la víctima moviendo la cabeza con cierta desesperación.

 

-¡¡Que me des el puto reloj!! –Gritó exasperado el asaltante, jaloneándolo de los cabellos fuertemente.

 

Con el susto, terminó cediendo, desabrochándose el reloj rápidamente, el cual le fue arrebatado de las manos antes de lo que se puede decir “no”. Y con esa misma rapidez, su agresor le dio un fuerte empujón, que lo hizo tropezar contra su propia mochila tirada y finalmente caer al suelo, frente a la pared. Luego de eso escuchó el trote del ladrón corriendo lejos de él, tan ligero como el mismo viento que desacomodaba sus cabellos despeinados y volaba unas hojas de papel regadas por la banqueta, llevándoselas tan lejos que seguramente terminarían siendo basura en la entrada de alguna lejana casa.    

 

 

Eran cerca de las cuatro y media, cuando Rommel  decidió tomarle la palabra al hermano del chacal acerca de ir a comer, ya que se sentía muy hambriento y no deseaba gastar lo poco que tenía en comida, además así como decía el buen Mawi, de la banda: “A amor y fortuna, resistencia ninguna”, y sí que era una gran fortuna tener comida gratis, y más que fuera tan deliciosa como la de la tita de Galen. De tan solo recordar lo que había comido el día anterior, comenzó a salivar y a adelantar el paso.

 

Mientras caminaba rumbo a la vecindad donde este vivía, pensaba que era extraño que una persona como Galen: que estudiaba, vivía en una casa que a él le parecía muy bonita, que era chico de familia, rubio de ojos azules, le hablara a él: un simple vándalo de la calle, que vestía ropa vieja y sucia de segunda mano, vivía en una casucha hedionda, no estudiaba, nunca traía un quinto en la bolsa y muchos “nunca” más.  

 

No tardó mucho en llegar al inmueble, al que entró dirigiéndose velozmente al número 11, subiendo por unas escaleras de cemento sin barandal. Una vez frente a la puerta, tocó tres veces esperando. Casi de inmediato, oyó unos pasos que se detuvieron frente a él, pero del otro lado. Seguramente Galen lo había visto por la mirilla, ya que detrás de la puerta escuchó que dijo: -Ahí voy, espera –Seguido de un sonido como el de un seguro abriéndose.

 

Cuando abrió la puerta, ladeando un poco su cabeza al tiempo que esbozaba una pequeña sonrisa saludó: -¡Hola! Veo que al final si decidiste venir.

 

-Pues… Tú dijiste… -Contestó Rommel algo apenado.

 

-Ya lo sé-Exclamó divertido por el nerviosismo del otro –De hecho, llegas justo a tiempo, porque mi tita se acaba de ir a su rosario.

 

-Oh… ¿Y estás tú solo?

 

-Sip, pásale-Sonrió el rubio.

 

Al entrar, Rommel se percató por primera vez de un mueble de reloj antiguo que tenían en la sala. El péndulo dorado se movía al ritmo del segundero produciendo un sonido que a éste le pareció ligeramente hipnótico.

 

-Puedes dejar aquí tu mochila-Comentó Galen sacándolo del ligero trance, mostrándole un perchero, donde pretendía que Rommel dejara la mochila que él mismo había olvidado que traía -Ahora hay pastel de atún

 

-¡¿Pastel de atún?!-Repitió Rommel sorprendido -¡¿Apoco se puede hacer eso?!

 

Galen se rio un poco, asumiendo que el otro suponía que se trataba de un pastel estilo tres leches pero de pescado, una idea nulamente apetitosa.

 

-Es como una empanada-Dijo observando el rostro de repulsión del otro –Ahorita vas a ver.

 

El anfitrión, como el día anterior, calentó la comida en un sartén, mientras Rommel se sentaba en una de las sillas de la cocina, y esperó que la costra de hojaldre del “pastel” estuviera dorada antes de servírselo en el plato.

Esta vez, el muchacho aguardó a que le diera los cubiertos para empezar a comer.

 

-¿Quieres algo de beber? –Ahora no lo olvidó-Hay coca-cola, sprite, fanta, agua de horchata de sobrecito, no sé qué quieras –Mencionó sacando dos vasos de vidrio de uno de los gabinetes.

 

-Creo que me quedo con el agua de horchata aunque sea de sobrecito –Respondió el muchacho comiendo compulsivamente, aunque no tan voraz como lo había hecho el día anterior.

 

Galen sacó una jarra de plástico con hielos del refrigerador y poniendo los vasos sobre la mesa, los llenó. Entonces se sentó en la cabecera de la mesa, tomando uno de los vasos, del que empezó a tomar pequeños tragos.

 

-Y… ¿Cómo sigue tu quemada? –Preguntó tanteándolo.

 

-Pues… -Empezó Rommel como si fuera una mala noticia –Creo que sí se me va a podrir la mano… -Prosiguió tomándole un trago a su agua, haciendo una mueca de disgusto –Hoy me estaba saliendo así como pus…

 

-¿Y no te gustaría…?

 

-¡NO!-Gritó antes de que el rubio pudiera siquiera terminar la frase.

 

-Ni siquiera sabes lo que iba a decir-Exclamó Galen

 

-Sí sé, de lo del doctor ese… Ya te había dicho que no quiero

 

-No iba a decir eso –Le informó-Yo te podría curar la mano, he visto cómo lo hace mi mamá y no creo que sea tan difícil.

 

-¿No crees?-Preguntó desconfiado-Entonces nunca lo has hecho-Objetó

 

-Pues no, pero ¿Prefieres que se te pudra la mano? –Rebatió.

 

-Igual y no se me pudre-Dijo masticando y luego de tragar el bocado preguntó: - ¿cómo sé que no me quieres agarrar como tu hámster?

 

-” ¿Hámster? Creo que más bien quiso decir ratón de laboratorio”-Asumió Galen -Piensa lo que quieras –Resopló –Lo bueno es que es tu mano y no la mía.

 

Hubo cerca de unos quince minutos de silencio, en los que Rommel se comió hasta la última migaja del plato, y tomó hasta la última gota del vaso. Y entonces subiendo su cabeza para ver a Galen, abrió la boca para decir algo.

Este último pensó que diría que ya debía irse, como la vez pasada, sin embargo, lo que salió no era algo que se esperaba.

 

-Entonces ¿tú mamá trabaja en el H.U.? –Preguntó interesado.

 

-Sí –Contestó vacilante.

 

-¿Y está toda la noche allá?

 

-Parte de la noche, sí –Respondió Galen, sin entender hacia donde iban esas preguntas.

 

-Y… ¿Nunca ha visto nada extraño?

 

-¿Cómo extraño? ¿Cómo de que se roben a los bebés o algo así?

 

-No… Más extraño… -Respondió Rommel de pronto, a Galen simplemente le mataba la curiosidad.

 

-¿Cómo qué?

 

Rommel bajó un poco la voz y entonces dijo: -Es que dicen que ahí se aparecen cosas… Muertos y así… el chamuco.

 

-Ah, ¡eso! –Exclamó Galen, sintiéndose libre para dejar de imaginar cosas extrañas que pudieran suceder en el hospital.

 

Rommel lo miraba intrigado, y Galen recordó que debería de responder, por lo que dijo: -Pues, dice mi mamá que ella no ha visto ni sentido nada, pero que algunas enfermeras comentan que a veces en la noche sienten que les han tocado la mano y no hay nadie. O que escuchan a una mujer llorando en la sala de partos, cuando está solo, y cosas así.

 

-Que chido ¿no? –Dijo Rommel terminando de escucharlo al tiempo que Galen ponía una cara ceñuda, ofuscada.

 

-No es nada chido –Refutó –Seguro que nunca has visto nada, porque una vez que veas algo no te van a volver a quedar ganas –Expresó con una enorme seguridad en sus palabras.

 

-Por eso me gustaría ver que se siente-Dijo el otro muchacho –Pero tu si has visto ¿no?

 

-Pues… Sí… una vez-Respondió con seriedad, recordando aquella vez.

 

-Por tu cara se ve que estuvo feo –Le dijo Rommel examinando su expresión.

 

-Algo así…

 

-¿Y qué fue?-Preguntó intrigado.

 

Galen tenía cierta aversión a contar su única experiencia sobrenatural, en parte por lo desagradable que fue, pero más que nada debido a que las personas a quienes se las había relatado, terminaban burlándose de él, haciendo comentarios estúpidos al respecto.

 

-Te vas a reír-Expresó desanimado.

 

-Claro que no, cuenta–Dijo.

 

-No, estoy seguro de que te vas a burlar, todos se burlan.

 

-¿por qué me habría de reír? –Preguntó-Digo, se supone que esas cosas dan miedo no risa.

    

-Es que siempre que lo cuento siempre se ríen, pero para mí no fue nada gracioso –Le dijo Galen intentando hacerlo desistir, sin embargo, lo único que lograba era incrementar la curiosidad que sentía el otro chico.

 

-Estoy seguro de que no me voy a reír

 

-¿Cómo me aseguras que no te vas a reír? –Cuestionó

 

El muchacho torció ligeramente la boca hacia un lado, y movió los ojos hacia abajo, como buscando la respuesta en el plato vacío. Luego de meditarlo un poco, levantó la vista nuevamente y abriendo su boca en un círculo casi perfecto dijo:

 

-Hagamos un trato: Tú me cuentas eso que te sucedió, y yo te dejo curarme la mano.

 

-No entiendo cómo se supone que eso me asegura que no te rías –Contestó no muy convencido.

 

-Porque estoy seguro de que me va a doler, y la verdad no creo poderme reír si algo me está doliendo.

 

-…Ok –Respondió Galen, quien sentía la imperiosa necesidad de curarle eso ya que no podía concebir que en el mundo hubiera alguien que no le importara traer una herida así. –Espérame aquí.

 

Dejó ahí al muchacho, dirigiéndose a la recamara de su madre donde había un botiquín de emergencias.

Intentando acordarse de los pasos que debería seguir para desbridarle la herida, recordó a un viejo gato de color blanco que a veces se posaba en el balcón de su cuarto en su antigua casa, maullando por comida. Ese gato seguro que era muy bravo, pues muchas veces llegaba herido. De hecho, se le venía a la mente una ocasión en que se le ocurrió la “maravillosa” idea de curarle una pata infectada con merthiolate y cómo después de aquello sus brazos se convirtieron en dos lienzos de arañazos.

 

Una vez que encontró la caja en el buró, la tomó entre sus manos y se devolvió nuevamente a la cocina, donde Rommel lo esperaba un poco impaciente, tamborileando sus dedos contra la mesa, se había quitado su chaqueta verde de siempre, luciendo una camiseta blanca percudida que se pegaba a su delgado cuerpo.

 

Galen notó que tenía un torso en triangulo, que le otorgaba una figura absolutamente masculina, además de unos músculos ligeramente marcados que acentuaban muy bien su pecho, brazos y hombros. Sin embargo la piel visible estaba marcada por algunos moretones y cicatrices de viejas heridas. Por un segundo no pudo evitar compararlo con el gato peleonero de su casa anterior, riendo internamente al preguntarse si intentaría arañarlo al igual que este.

 

-Déjame ver –Fue lo primero que dijo al regresar, tomando la muñeca inflamada del otro muchacho con cierto cuidado, examinándolo bajo la luz del foco de 60 watts tras la pantalla del ventilador de techo.

 

La herida se notaba peor que el día anterior -si es que eso era posible- casi tan roja como una manzana red delicious, abultada y de centro amarillo húmedo.

 

-Hay que lavarte bien esto –Dijo –Vamos al fregadero –Ordenó con la autoridad de cualquier médico.

 

-No me vayas a lavar con jabón de trastes –Lo condicionó el otro una vez que estuvieron los dos frente a la tarja.

 

-¡Claro que no! –Desmintió ofendido –Tenemos jabón neutro

 

El dueño de la casa tomó un poco de jabón líquido y abrió el grifo del agua, lavándose primero sus propias manos. Luego, le ordenó a Rommel que metiera la muñeca bajo el chorro del agua, y cuando lo hizo, sirviéndose más jabón en sus manos, Galen comenzó a lavarle la herida, de la cual comenzó a salir un poco de pus amarilla. Al ver eso, Galen soltó un arqueo involuntario ya que le pareció asqueroso, pero no se detuvo. Pensando en que siendo médico, como él quería ser, tendría que soportar esas y muchísimas cosas más asquerosas.

 

Por su parte Rommel solamente sabía que eso le estaba doliendo muchísimo, pero intentaba acallar sus quejidos en el fondo de su garganta lo mejor que podía, mientras pensaba que esperaba que el relato de Galen no fuera una estupidez.

 

-Listo –Dijo Galen de pronto, cerrando la llave del agua y pasándole una servilleta de cocina para que se secara lo invitó a sentarse nuevamente a la mesa, donde comenzó a sacar las cosas del botiquín.

 

Cuando el muchacho se sentó, miró las cosas que había sacado Galen y supo que escuchar el relato le dolería más de lo que él pensaba, por lo que suspirando pesadamente, antes de arrepentirse, colocó el dorso de su mano sobre la mesa, exponiendo la herida.

 

-Lo que me sucedió ocurrió en mi antigua casa–Empezó a hablar el rubio, cumpliendo su parte del trato –Antes teníamos una casa muy bonita en paseo de cumbres…

 

Mientras hablaba, Galen empapaba un algodón con agua oxigenada que posteriormente frotó en la herida del otro con la delicadeza de un jugador de fútbol americano.

 

-¿Viviste en cumbres?-Preguntó Rommel asombrado pese al dolor efervescente.

 

-Sí… -Afirmó desanimado-Mis papás, mi hermano y yo… -Esperó un momento, mirando como el agua seguía burbujeando en la herida  y prosiguió –Mi papá era de Estados Unidos, pero vivía aquí con nosotros, hasta que un día se fue y ya no regresó.

 

-… Mmm… Que mal pedo y ¿no supiste por qué?-Le preguntó su primer “paciente” humano, mientras él empapaba otro algodón con una sustancia anaranjada oscura que parecía ser yodo.

 

-Pues, me dijo mi mamá que tenía muchas deudas con la hacienda de allá –Respondió tallándole con el algodón, dejándole la piel pintada de naranja, para después limpiársela con un poco de agua destilada que tenía en un frasco de vidrio. –Aunque yo recuerdo que unos tres días antes de que mi papá se fuera, una noche vi algo muy extraño…

 

Fue hace como dos años, el clima estaba peor que como está ahorita y recuerdo que se fue la luz. Mi mamá me mando a buscar una lámpara que estaba dentro del buró de mi papá. Estaba muy oscuro, pero conocía muy bien la casa como para tropezarme con algo, por lo que no llevaba ninguna veladora...

Cuando abrí la puerta de ese cuarto, sentí como me dio  la bienvenida con una brisa fría, también se sentía un ambiente muy tenso ahí adentro. Pero en ese momento no me importó, caminé hacia el buró de mi padre, a un lado de la cama matrimonial y mientras buscaba la lámpara… No sé muy bien cómo explicarlo, como cuando sientes que hay alguien a tu lado… No sé… Respirando, viéndote…

Y cuando encontré la lámpara… Juro por Dios Rommel, que jamás hubiera hecho lo que hice de haber sabido lo que vería.- 

 

A medida que lo narraba, la frente de Galen comenzaba a cubrirse por una delgada capa de sudor frío, que corroboraban su miedo junto con sus pupilas dilatadas, como dos canicas negras.

 

-… Cuando encontré la lámpara, alumbré la cama de mis padres… Y del lado en que mi papá se dormía, había… Había dos cerdos horribles, eran de un color rojo oscuro, y me estaban viendo con unos ojos tan… vacíos… No sé… no fue tanto lo que vi… Sino el sentimiento que me produjeron al verlos, yo… yo sentí que había visto al diablo… No sé… Algo… algo horrible… En eso llegó la luz, y desaparecieron… Pero…  

 

<¿Qué no era esa una canción?: “b34; b35; Los cochinitos ya están en la cama, muchos besitos les dio su mamá… b34; b35;”>

 

Recordaba las viejas burlas de sus amigos, quienes no solamente no le creyeron, sino que aparte les resultó muy gracioso mofarse.

 

<¿De cuál te fumaste, eh?>

 

Ellos decían que estaba loco, porque nunca fue el mismo desde lo que sucedió con su papá, siempre ensimismado en su mundo… Se había convertido en una persona realmente extraña…

 

-…Pero… -Pero solamente se desconectaba del mundo, era como dormir, sólo que son los ojos abiertos...

 

Y a veces lloraba…

 

Repentinamente un grito de dolor le hizo prestar atención en lo que hacía. Se percató de que Rommel le había retirado la muñeca de sus manos, asiéndola fuertemente en la suya propia  mostrando una mueca de sufrimiento.

 

-L-lo siento… ¿Te lastimé?

 

-N-no te preocupes…-Contestó el chico y mirándolo fijamente mencionó: -¿Ves? No me reí…

 

-Creo que funcionó lo que dijiste –Dijo abriendo una gasa estéril.

 

-Nah, de todos modos no me hubiera reído–Comentó viendo al otro chico cortar unas tiras de tela adhesiva blanca.

 

-Me prestas la mano, ya es lo último –Le pidió suavemente, sin saber que contestar respecto a lo otro. Y con cuidado le cubrió la herida con la gasa, fijándola con la tela adhesiva para terminar la curación. –Ya está.

 

Dicho esto, Rommel se miró la muñeca y con cierta solemnidad expresó: -Vaya, creo que si la harías de médico.

 

A Galen ese halago le cayó de sorpresa, no pudiendo evitar sonrojarse un poco. Rommel lo desconocía totalmente, pero esas palabras para él resultaron incluso mejores que un “gracias”.

 

-Si todo sale bien –Dijo suprimiendo su emoción-Se te va a cicatrizar bien eso.

 

-Bien-Respondió Rommel colocándose nuevamente su chaqueta desgastada, y mirando por la ventana de la cocina asumió que ya era algo tarde por lo que dijo: -Oye, se me hace que ya me tengo que ir…

 

-Ok –Contestó Galen guardando las cosas al tiempo que Rommel tomaba su mochila del perchero.

 

E igual que el día anterior, lo acompañó a la puerta.

 

-Antes de que te vayas sólo quería decirte que… –Dijo Galen haciendo un pequeño mutis <”Gracias por no haberte reído”> pensó inmediatamente, pero en cambio salió: -tienes que quitarte la gasa de vez en cuando, hasta que se te haga la costra, si no se te va a hacer junto con eso, y se abrirá cuando te la quites.

 

-Ok, gracias-Murmuró el otro con una expresión pensativa.

 

-Entonces nos estamos viendo –Se despidió Galen, una vez dejándolo salir de su casa.

 

-Oye –Mencionó Rommel y entonces dijo algo que lo hizo sonreír sinceramente–Sólo quería que supieras que no soy tan ojete para reírme de algo así de serio.

 

-Gracias-Dijo tímidamente.

 

-Bueno, nos vemos-Se despidió dándole una mirada rápida.

 

-Adiós

 

Entonces, Galen lo miró alejarse mientras pensaba que Rommel había sido la única persona que consideraba que su relato era algo serio… Además de la única persona que conocía que olía a tierra mojada… Y que eso era muy raro…

Notas finales:

Eso de B34; y B35; eran notitas musicales en el codigo ascii, y como verán no salieron. Que triste, ni modo.

Muchas gracias por leer, muchas gracias por los comentarios que me han hecho, me ponen muy contenta!!!!

PD: Me gustaria saber como agregar más de un genero y advertencia al fic. es que no sé como hacerle y ya le he intentado :(


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