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Atentamente Michy por Jonathan-Lovec

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Notas del capitulo:

La actualizacion la tengo rapido :) en este capitulo vemos más de Tyson y su relacion con el ya mencionado Marco. 

Capitulo 1. Segunda parte.

Suponía que su teléfono y el móvil estarían intervenidos, de otro modo él no hubiese hecho mención de las llamadas que realizaba a Alannah. Necesitaba saber que estaban bien tanto sus hijos como Madeleine.

Se puso nuevamente el saco y su gabardina. Metió todas las hojas en el sobre y lo llevó en su maletín. Pulsó el botón del elevador, la espera le hizo sentir cierta ansiedad que le fue desagradable. Pensaba en que había un gran puente entre vivir una experiencia como la suya y verla, pero una línea muy corta para cruzar la inquietud y la desesperación. Tyson no había experimentado aquel temor desde sus quince años. No sabía bien cómo es que debía llevarlo, porque una parte de él le decía que debía de resistirse, que la peor decisión era ceder, pero el ser padre le llevaba a ese rumbo equivoco y no pudo retroceder.

Subió al elevador, adentro estaban dos gemelos de unos ocho años y su madre. Tyson sonrió algo forzadamente, murmurando un “buenos días” que fue contestado educadamente por la joven madre. El detective observó de soslayo a los niños un par de veces, mientras ella, que lucía presionada por el tiempo veía el número que se iba marcando en la parte superior de la puerta, esperando diera al final el del estacionamiento. Pensó cómo es que reaccionaria ella si repentinamente le llegase una carta amenazadora a su puerta. Seguramente lloraría y llamaría inmediatamente a la policía, porque tenía a sus dos hijos junto a ella y los protegería a capa y espada. Pero la situación de Tyson no era tan sencilla. Daniel estaba en un campus de Washington D.C, a cuatro horas en carretera y su hija y Madeleine a setecientos kilómetros. Tyson imaginaba que mientras conducía hasta Staunton; Virginia, Michy podía hacer lo que quisiera con Alannah. Y aunque podía advertirles ¿Qué tal si también advertía a su psicópata? Eso solamente disponía a encerrarlo más en ese juego.

El ascensor se detuvo finalmente y los niños fueron llevados por la mano de su madre hasta una minivan. Tyson caminó con normalidad, dándose cuenta que podía ocultar sus temores de proponérselo. De soslayo observó las cámaras que de vez en cuando giraban. Se preguntó si su psicópata habría mandando a alguien a que dejase su mensaje, o si se había ocupado él mismo.

Su auto, que estaba estacionado en la fila seis, era una Pontiac G6 que había comprado el año pasado a un buen precio por conocer al dueño del consorcio. Subió, dejando su maletín en el asiento del copiloto y poniendo la llave en el contacto. Se preguntó a dónde es que se dirigía. Durante un minuto, en el trayecto hacia la salida, se quedó bloqueado. Desconcertado, pero rápidamente se dijo que necesitaba un móvil para llamar a sus hijos. Se dirigió a  una electrónica donde compró dos celulares en efectivo y volvió al auto. Condujo tres manzanas abajo y se detuvo cerca de un teléfono público donde marcó a su oficina, y dio la instrucción a su secretaria que no podría ir ya que saldría de la ciudad por asuntos personales y que le llamara si algo importante surgía. Colgó y regresó a su piso. ¿Habrá entrado en mi ausencia? ¿Qué tan bueno es eso? Tyson se dijo a si mismo que si su psicópata lo seguía se daría cuenta de cada uno de sus movimientos, y aun si no lo hacía ya debía tenerlos previstos. Así que aunque le rodeaba la idea de comprar un par de cámaras y ponerlas en su piso, para cuando se atreviera a volverle a invadir, supo que era muy posible que no entrase de nuevo, o que de algún modo se las ingeniaría para hacerlo sin que pudiese verle el rostro y detectarle. Resopló y pasó de aquella ingenuidad.

Cuando llegó a su apartamento se deshizo de la gabardina y el saco, dejándolos en el perchero. Puso ambos celulares a cargar y fue a su habitación. Lanzó el maletín sobre la cama al tiempo en que se dejaba caer sobre la misma. Dio un largo resoplido, como una protesta contra las manos sobre su rostro. Se quedó mucho tiempo allí, sin moverse, apenas con su respiración audible. Esta vez no quiso medir el tiempo trascurrido porque lo recordaba como una burla en la carta de su psicópata, y le era desagradable.

Tyson no sabía a dónde lo iba a llevar aquello. Pensó en que no podía hacerse un perfil que le llevara hasta él, porque solamente tenía una carta que advertía su peligrosidad. No creía poder tantear parámetros de edad, podía si bien tener veinte años o cubrir los sesenta y eso no le ayudaba. Necesitaba de la edad. La forma en la que hacía mención era claramente una advertencia, cada párrafo rezaba que le conocía, que era capaz de hacer y demandar lo que le apeteciera. Tyson se removió incomodo.

No había nada que pudiera hurgar en el pasado para comprenderle siquiera un poco y predecir sus movimientos como lo hacía con él. No había un expediente del crimen de Jessica P. Williams donde se nombrara a un sospechoso. Y luego supuso que en realidad Michy no tenia relación con Jessica, solamente la debió de haber utilizado como mensajera.                                                       Pensó en las cámaras de los pasillos; podía pedirlas a seguridad pero preveía que él no dejaría una pista tan ingenua como aquella. Quizá al final habría mandado a alguien más a dejarle el sobre a su puerta. Se reprochó que no debía seguir recostado allí tergiversando posibilidades, que debía cubrirlas todas, pero entendía que estando en la mira de un psicópata era mejor hacerlo y no perder tiempo. Se reincorporó, como si alguien muy dentro de él le obligara, tanto que le dolió la cabeza y se le revolvió el estomago. Se presionó las sienes por un momento, frunciendo el ceño y protestando. Alcanzó de su maletín el sobre y sacó del mismo las hojas, extendiéndolas sobre la cama. Sabía que debía haber algo que le dijera por dónde partir.

>>Soy la sombra de su pasado y la sombra que opacará su futuro<<

Michy dejaba lo bastante claro, que, en los días que se sucedían le haría escabullirse a la incertidumbre y el temor, el desasosiego y la ansiedad; tal como le había golpeado la carta al terminar de leerla y darse cuenta que detrás de cada sombra, oculto en el umbral alguien le había observado; estudiando a detalle sus costumbres, sus gestos. El detective quería saber hasta qué punto le conocía.

Tyson resopló con fuerza y se puso de pie para ir hasta su estudio. Encendió la computadora y tomó una pluma negra y un bloc de notas, dejándolo en una hoja en blanco. Se recargó en la silla, masajeándose la nuca. Tenía una base de datos de todos los casos en los que había trabajado, solo y sirviendo al FBI. Primero debía excluir los más recientes. Unos cinco años. Consideraba que Michy era alguien que no dejaba nada al azar, alguien que había estado planeando durante años y por tanto, cinco le parecían lo justo para que una persona que buscara venganza planificara sin errores. Pero Tyson buscaba el error, porque como todo, debe tenerlo.

Consideró también hacer a un lado los casos donde no hubiese ninguna baja, pero tomó en cuenta que podía tratarse del hijo de algún criminal, así que esto, si bien podía ser cierto, le ponía en una búsqueda más extensa. Los casos en donde no hubiera bajas no abundaban como sus contrarios.

Comenzó desde los pequeños casos donde se había visto como agente cuando trabajaba en Virginia. Aun llevaba las hojas de la carta consigo, se dispuso a repasarlas y escribió en su bloc que debía ser alguien con dinero, que pudiese darse la libertad de viajar de New York a Staunton, Virginia y Washington D.C. Quizás solamente estaba suponiendo, pero era todo lo que tendría hasta el momento. Tal vez las cartas que llegaran a él en los próximos días le pudiesen decir algo de Michy, algo que quisiese ocultar, pero que saldría a relucir.

Repasó las características de los psicópatas, sabía que el suyo estaba en la columna de los organizados. Que tenia los medios para hacer y deshacer como desease; esto daba a que tenía un buen nivel económico. Dudaba que tuviese familia, o quizá solamente los utilizaba como una tapadera de su verdadero ser ante el mundo.

Suspiró y dejó las hojas sobre el escritorio. Fue hasta su habitación y tomó uno de los móviles que ya se habían terminado de cargar. Esperó a que se encendiera y marcó el número de su hija. Se escuchó un tono, dos tonos…Tyson se remojó los labios y fue a sentarse en uno de los banquillos de la cocina. Cuando creyó que tendría que insistir su hija le contestó, él captó la sorpresa debido a la hora que era.

-          Cariño…- Tyson sonrió para luego suspirar, aliviado de oír su voz.

-          ¿Ocurre algo? – preguntó Alannah, se escuchaba algo apurada y su padre reparó en que debía estar en la preparatoria.

-          No, no. No es nada, solamente quería…olvidaba que estabas en la escuela, creí que era sábado. Lo siento.- mintió, pasándose una mano por el rostro. Escuchó la risa cantarina de su hija al otro lado del móvil. Eso le tranquilizó las sensaciones pasadas causadas por la carta.

-          Está bien papá, aunque qué raro que confundas los días, eso no pasa contigo- dijo, incrédula pero divertida. Tyson sabia que aunque no le creyera del todo, tampoco se pondría a averiguar el por qué.

-          Bueno, ahora puedo asegurarme que no estás con uno de esos chicos, sin entrar a clases ¿cierto, Alannah?- enarcó una ceja, como si ella pudiese verlo.

-          Ahora mismo entro a clase ¿recuerdas la profesora de la que te hablé la semana pasada? – Alannah cambió su tono de voz a uno exhausto, Tyson resopló el aire en una risilla.

-          La recuerdo. Si.

-          Será otra clase aburrida. Bueno, papá, debo irme ¿Aun me llamarás por la noche? – preguntó, al tiempo en que daba un vistazo al aula por si llegaba la profesora. 

-          Claro, cariño. – >>o en su querida hija, a la que llama cada noche sin excepción antes de irse a la cama<< recordó con claridad, se planteó el llamar en otro momento, pero no cedió.

-          Bien, papá. Te quiero…- se despidió sin darle tiempo a que él lo hiciera

-          También te quiero, hija- susurró, colgando.

Dejó el móvil sobre la barra americana. Consideró lo que ocurriría al llamar a Daniel. Pocas veces le atendía, así que sus posibilidades descendían de un modo más que considerable si le hablaba en horario de clases. Sabía que tenía libre la hora de las once, así que pensó que podía esperar una hora. Exhaló. Se dijo a si mismo que debía encontrar la manera de que Daniel confiara nuevamente en él.  Se reprochó como tantas veces haber dejado pasar tanto tiempo entre ambos, porque si tan sólo hubiese insistido más, quizá Daniel le hubiese perdonado.

Apoyó sus manos juntas contra el mentón al tiempo en que miraba la cafetera a la mitad. Su ceño se frunció. Imaginó a alguien mirando con detenimiento cada rincón, repasando con los dedos el polvo en sus muebles, el número de archivos sobre su mesa central, la cantidad de libros acomodados en el librero y los títulos que abarcaba. Era alguien que podía conocerle hasta psicológicamente, alguien que le analizaba con recorren su apartamento. Un hombre que se daba el lujo de decirle que era una persona monótona y previsible.

Se levantó y tiró el café por el fregadero, solamente para poner a calentar más. Necesitaba otra taza y seguramente también necesitaba desayunar, pero justo en ese momento ni siquiera se planteó aquello. Tyson fue hasta la puerta, supuso que debía de intentar pensar como Michy. Miró cada mueble, repasó cada esquina y tocó con los dedos las paredes. Se imaginó que llevaba las manos en guantes de látex, que iba aseado y bien vestido, pero no de un modo llamativo. Debió de haber entrado desde que él salía al trabajo, porque conocía sus horarios. Todo lo vio como si fuese su primera vez en aquellas paredes. ¿Qué podría llamar su atención? Tyson no tenia retratos en sus paredes ni encima de sus burós, sin embargo, guardaba una fotografía de su familia cuando aún estaba casado con Madeleine. Tyson pensó en ella durante los tres primeros años de su divorcio. Ella era una mujer hermosa, de rasgos delicados pero de un carácter fuerte y al mismo tiempo dulce. Daniel había heredado el color verde grisáceo de sus ojos.                        Seguramente Michy había reparado en aquella fotografía, aunque la misma estaba entre las hojas de un viejo libro que guardaba en el segundo cajón de uno de los burós.

Tyson siempre se había dicho a si mismo que en el mundo existían dos tipos de hombre: los escritores, que toda idea y deseo lo pasaban a papel. Eran mojigatos, se resistían, no tenían la sangre fría ni la elaborada calidad que se necesitaba para pertenecer a su contrarios: los asesinos, audaces, sin escrúpulos, inteligentes pero en su mayoría inestables. Pero por supuesto había un intermediario. Allí era donde se encontraba Tyson. No era el que deseaba ni el que ejercía, era quien analizaba los porqués. Supuso que la línea que dividía a uno del otro era delgada, y cualquiera podría caer, igual que él.

El olor a café le sacó de sus cavilaciones, y se sirvió en una taza, poniéndole como era su costumbre dos terrones de azúcar. Revisó la hora en su reloj de mano y le dio un largo sorbo al café después de soplarle para luego marcar el número de Daniel. Los tonos dieron una y otra vez de modo que, cuando el detective ya había resoplado dos veces y marcado tres por fin tuvo una respuesta. No fue la que hubiera querido oír; al parecer le había apagado el móvil. Eso le hizo suponer que estaba lo bastante bien como para seguir actuando caprichosamente pese al tiempo, y cedió a dejarle tranquilo guardándose el celular en el bolsillo del pantalón. Tomó de su taza y fue a su recamara donde se descalzó y se recostó sobre la cama. Era muy temprano y había dormido las pocas horas que siempre dormía, a veces menos a veces más, pero generalmente menos de cinco. Sacó del cajón el viejo libro de poemas de pasta azul. Había sido un regalo de Madeleine en sus primeros años de casados, Daniel había llegado muy pronto a sus vidas y entre su trabajo y la crianza de su primer hijo ellos habían dejado de lado mucho del romance que tuvieron en su noviazgo. Tyson realmente la amó aun incluso después del divorcio, pero ella se había cansado de la falta de él en la cama, de su ausencia cada vez más grande, de las falsas promesas. Y Daniel se había alejado con ella. Solamente Alannah estuvo siempre allí, le comprendía, Tyson amaba la inocencia que aun poseía. Finalmente, con el libro contra el pecho se quedó dormido al cerrar los ojos y recordar los errores que había cometido.

Supo que era tarde cuando la luz en su recamara era escasa. El ruido de los automóviles en la calle, los claxon y las personas hablando eran como un silbido extenso cuando recién despertó. La migraña, pensó. Y se puso de pie aun adormilado, sosteniéndose las sienes yendo hasta el baño. Tenía un vaso de vidrio que llenó hasta la mitad con agua del lavabo, mientras sacaba del botiquín una caja de Supramol y se pasaba una pastilla junto con un sorbo de agua. Casi de inmediato sintió su celular vibrar, era el que había estado usando hasta esa mañana. Revisó el número y soltó un suspiro, pudo no haber contestado, desviar la llamada o apagar el móvil, pero necesitaba un poco de lo que Marco dispondría para él. Ocupaba estar fuera de su apartamento, entre el desasosiego y la despreocupación que el joven mostraba hacia su alrededor todo el tiempo.                       Contestó justo antes de que se escuchara el último tono del otro lado de la línea.

-          Hey- murmuró como un saludo

-          ¿Ocupado señor? – jugueteó el joven como tenía por costumbre, hablando de usted, algo que hacia sonreír a Tyson.

-          Podría ser, ¿quieres probar?

-          Por supuesto. – rio- justo ahora me estoy desnudando, puede que si llega en unos quince minutos aun me encuentre en la ducha ¿quiere probar su suerte?- le devolvió, relamiéndose.

-          En quince minutos será- aceptó, comenzando a ir a la habitación para calzarse y cambiarse la camisa por una playera para estar más cómodo.

-          Los contaré-dijo antes de colgarle.

Marco tenía un pequeño piso no muy lejos del centro y que quedaba a unos diez minutos de la universidad, lo que le venía bien para no gastar en el subterráneo o sus mañanas en el tráfico diario. Además, las caminatas le agradaban.

Tyson llegó un minuto antes hasta su piso. Tenía una copia de la llave y no hubo necesidad de llamarle. Cerró la puerta tras de sí sin hacer ruido alguno y fue quitándose el abrigo y el saco, dejándolos sobre uno de los sofás de cuero negro de la pequeña estancia. Escuchaba el ruido del agua en el cuarto del baño y fue sacándose la camisa y el cinto. Abrió la puerta y se descalzó antes de entrar. Apagó la luz y escuchó la risilla de Marco como una respuesta. Acabó de desnudarse y corrió la puerta de la ducha para entrar con él. El agua estaba caliente y el aroma a shampoo junto con el calor llenaba la habitación.

-          Puntual.- susurró Marco, dejándose hacer cuando Tyson le atrajo con fuerza de la nuca para llevarle hasta su boca. El jabón había caído de sus manos y el cuerpo lo llevaba en parte espumoso, eso invitaba más a las caricias del detective.

Jadeó entre el beso por cómo le presionaba la piel y la pasión con la que lo demandaba. Él le rodeó la espalda, acariciándole hasta llegar a sus brazos y apretándole. Finalmente Tyson le dejó ir, mirándole a los ojos entre la oscuridad y girándolo para ponerlo contra la pared.

-          Eh tenido un mal día.- le dijo, besándole el cuello y acariciándole las caderas.

-          ¿A si? – apenas y siseó, ladeando la cabeza para exponerse más.

-          Si- susurró al tiempo en que mordía en el omoplato derecho y su mano recorría sus abdominales.

Los labios del muchacho estaban entreabiertos y apoyaba las manos y la frente contra las baldosas. Tyson tuvo ganas de morderle los labios, tan fuerte hasta partírselos para que la sangre brotara y luego el agua caliente le hiciera sentir aun más el ardor. Le separó las piernas con una suya y le empujó a repegarse más contra la pared mientras le rodeaba.

-          Así me gustas- le habló al oído, mordiéndole el cartílago hasta escucharle gemir del placer, le dio un fuerte golpe en los glúteos con la palma de la mano, el sonido restalló en los tímpanos del joven que se revolvió, acalorado y excitado. Frotó entre sus nalgas su sexo que ya estaba duro, empujándolo a que el suyo se oprimiera ante la falta de espacio.

-          ¿Puede mirarme?- inquirió, tomando su mano para guiarle hasta su hombría y que le tocara, pero Tyson le apartó la misma y apretó sus testículos con fuerza.

-          Conozco todo de ti…- sintió un escalofrió llenar a Marco y rio contra su nuca- sé cómo te mueves aun en la oscuridad. Se como piensas en mi. Dime ¿tú puedes mirarme?

-          No- soltó una risilla a lo que Tyson volvió a golpearle con la palma, haciéndole resoplar el aire entre los dientes.

-          Gírate y me verás- le ordenó más que planteárselo. El chico obedeció, acercándose para mirarle a los ojos. Tyson sonrió divertido. Se había olvidado de lo de aquella mañana y ahora solamente quería empotrarlo contra las baldosas.

-          Le veo- su respiración cálida chocó contra los labios del detective y le empujó contra la pared. Tyson aunque un poco sorprendido le agradó tal arrebato que sólo le llevó a excitarse más. Su sexo estaba erguido y apretó a Marco de las caderas para rozarse contra él.

Entró en su boca agresivamente, arañando con sus dientes su lengua para succionarla con fuerza después, al tiempo en que rozaba su sexo con ímpetu.

-          ¿Sabes qué pienso hacerte?- dijo alejándose un momento de sus labios, mirándolo fijamente, como lo haría un cazador. Le alzó del mentón, mordiéndole la barbilla y bajando hasta su cuello.

-          Dígame…- jadeó, arañándole el hombro. Sus brazos eran fuertes y le sostenían alrededor de la cintura.

-          Te la meteré tan duro que desearás no haberme llamado- gruñó, succionándole la piel caliente hasta dejarle marcas repartidas por toda la extensión, y descendió más, llegando hasta sus pezones y mordisqueándolos.

-          No lo creo…- Marco jadeaba, el corazón le iba acelerado y mantenía la cabeza hacia atrás. Tyson sonrió, volviendo a marcar sobre su garganta; podía sentir como pasaba saliva. Hubiera querido verle más claramente, pero también le agradaba aquella absoluta oscuridad que les engullía porque favorecía a los sentidos y quería que Marco explorara aquellas sensaciones más intensamente.

-          ¿Disculpa?- le tomó de la quijada con fuerza, apretando. El chico sonrió, excitado ante la brusquedad

-          Me gusta, detective.- jadeó, sin quitar sus ojos aguamarina de los de Tyson. Él le hizo retroceder para detenerse antes de llegar a las llaves de la ducha. Ladeó la cabeza y fue relajando la mano para acariciar la longitud de su cuello.

-          ¿Nadie te ah hecho mención de lo osado que eres, Marco? – se inclinó hacia él, le pasaba por unos diez centímetros. El joven se relamió, conteniendo una risilla.

-          Quizás- jugó, acariciando sus abdominales.

-          Acabemos con el juego ¿o prefieres divertirte?- inquirió, apretándole la garganta y lamiéndole los labios provocativamente.

-          Divertirme- jadeó, atrayéndole él mismo de la nuca, pero Tyson le sostuvo ambas manos con la suya libre y lo impactó con fuerza contra las baldosas, satisfecho con el gruñido que escapó de su boca por la sorpresa y el dolor. Podía imaginar el calor en sus mejillas y la ansiedad en sus ojos entrecerrados.

La lengua ávida del mayor se empujó entre sus labios. Inició un feroz juego, tal cual fuese una guerra al tiempo en que apretaba más. Notaba como se le dificultaba respirar al estar debajo de la caída del agua, su mano bloqueándole y su boca quitándole el aliento. Le mordió tan fuerte que el chico gimió, sintió su impulso de alejarse, pero no se lo permitió, y le partió los jugosos labios hasta saborear y oler la sangre. Le separó las piernas y le soltó de su agarre solamente para penetrarlo de golpe, con tal rudeza que Marco gimió del dolor mientras intentaba apenas conseguir aliento.

-          Sé cuanto lo estas disfrutando. – Tyson le habló contra el hombro, apoyando las manos contra las baldosas para impulsarse y no teniendo consideraciones se movió rápidamente en su interior.

-          ¡No!…no- gemía echando la cabeza atrás. Aun mareado por el reciente ahogo pero excitado como nunca antes. Había rodeado con una pierna sobre la cadera del detective, y eso, era una prueba inequívoca de que solamente negaba lo obvio; Tyson sabía que buscaba provocarle para que le atacara con más rudeza y a él le gustaba otorgarle ese placer que también era el suyo.

-          Dímelo- le ordenó, aupándolo para tenerlo a horcajadas. Marco tenía un buen cuerpo. Era fuerte, de músculos firmes y torneados, de modo que aunque pesaba lo suyo Tyson podía con él. – me lo dirás- jadeó. Sus testículos chocaban una y otra vez contra sus nalgas. El joven estaba tan enfebrecido que realmente no cavilaba, sólo disfrutaba de la experiencia.- Marco- gruñó su nombre, mordiéndole las clavículas. Sus dedos le presionaban de tal forma la piel que le quedarían marcas rojizas.

-          Tyson ahhh…tú…aahh, fuerte- gimió con fuerza, olvidándose de llamarle de usted y arañándole la nuca y revolviéndole los cabellos rubios le besó con ansias. Quiso tener el control de su boca y él se lo permitió. Lo penetró con más ganas. El peso le estaba cansando, pero sabía cuánto le estaba gustando a Marco. – vamos a la ¡jhmm! cama- jadeó, sus ojos miraban los suyos y no dudó en partirle los labios como Tyson lo había hecho con él. El mayor sonrió, empalándolo hasta el fondo. Conocía su cuerpo, sabia la forma para llegar a él de la manera más excitante. De modo que, Tyson podía hacer lo que gustara con ese chico porque le pertenecía exclusivamente.

No le respondió, pero continuó penetrándole unos minutos más hasta sentirlo casi llegar, entonces salió de su interior. Lo retuvo aun así contra la pared, besándolo y apretando su pierna aun contra sus caderas. Alcanzó con la mano libre la llave para cerrarla y lo haló consigo hasta la recamara en donde le empujó sobre la cama. Allí en la habitación la luz se colaba por las ventanas y le permitía verle con un poco más de claridad que entre la impasible oscuridad del baño donde sólo distinguía su mirar cuando estaba al roce. Se alejó un poco de él, lo suficiente para guardar la imagen de su cuerpo desnudo y empapado sobre la cama, donde las sabanas estaban revueltas debajo.

-          ¿Detective?- jadeó el chico. Su mano izquierda había bajado hasta su sexo para comenzarse a acariciar ante la urgencia del tacto.

-          No seamos impacientes- le dijo, aunque el mismo ya quería penetrarlo nuevamente, pero el jugueteo era parte de la excitación.

Marco gimió en protesta, bombeando su pene con más fuerza, arriba y abajo; apretando el glande entre sus dedos. Tenía absorbido a Tyson con la imagen. Entonces se reincorporó para atraerlo, buscando besarlo, pero él lo empujó de vuelta, dejando todo su peso sobre él y atrapando sus manos en una suya sobre su cabeza. Le devoró en un beso feroz, rasgó con sus colmillos los laterales de sus labios y la lengua hasta hacerlo gemir y buscar apartarse. Cruzaba lo que sabía soportaba porque quería volverlo más y más masoquista. Sabia cuan loco volvía eso a Marco.

Se acomodo entre sus piernas, subiendo una sobre su hombro y entró en su cuerpo con salvajismo, soltándole las manos entonces. No estaba seguro si le había hecho sangrar, pero la idea le hizo sonreír.

-          ¡Tyson¡, ¡Tyson¡, ¡Tyson¡

-          Esa manera de gritarlo…es tan irreverente- jadeó contra su boca. El aliento quemaba tanto como su piel y los músculos de su interior que le iban apretando con fuerza.

Marco sonrió jadeante, sin poder ni querer contenerse. Le clavó las uñas en la ancha espalda, arañándole y sin quitar la mirada de la suya.

-          Tú…eres tan…

-          ¿Tan?- le instó a seguir sin dejar de penetrarlo. El sonido de sus cuerpos chocando era algo delicioso.

El menor le atrajo nuevamente, besándolo, sintiendo que estaba cerca del clímax. Su sexo revotaba contra su abdomen con cada movimiento, Tyson lo capturó en su mano para bombearlo con fuerza, como si buscase lastimarle más que otorgarle placer.

-          Más… ¡hmmmm! ¡Oh! Tyson- las palabras se barrieron en un sonoro gemido y el semen escapó abundante y en chorros en la mano del detective, manchando ambos cuerpos. Marco se revolvió del placer aun bajo el abrazo posesivo del detective, que lo embistió un par de veces más hasta sentir su propio orgasmo invadiéndole, empujándose hasta el fondo de sus entrañas y clavándole los dientes en su hombro al morderle para gruñir, le escuchó a él gemir al brote de su semilla quemarle el interior, seguramente por las heridas que le habría causado. – mmm… siempre tan callado- susurró, exhausto y con los ojos entrecerrados, llenos aun de pasión. Tyson le besó con menos brutalidad de la que acostumbraba, eran sus >>besos castos post sexo<< les llamaba Marco.

-          ¿Cómo estás?- preguntó con una sonrisa burlesca, dejándole bajar su pierna y acariciándole el muslo. Su cuerpo aun temblaba por el orgasmo.  

-          Lleno de semen- rio, cansado, mirándolo un momento y luego desviándola a su hombro- te eh sangrado- le informó, tocándole la herida en su cuello. Era un pequeño aruño, nada comparado con lo que Tyson había hecho.

-          Justo, supongamos- dijo, tocándose y luego recostándose a su lado para atraerlo. Marco le besó de modo superficial, apretándole el antebrazo. – y lleno de semen estas perfecto- le dijo, bostezando y cubriéndose con el dorso de la mano, luego rodeándole, acariciándole la espalda.

Marco sonrió, volviendo a cerrar los ojos y dejándose hacer por las caricias.

-          ¿Te quedarás? – le preguntó en un susurro.

-          Me quedaré- contestó besándole la frente y halando de la sabana que había acabado en sus pies, para cubrirse. 

 

Notas finales:

¿qué les parecio? ¿Comentarios? ¿Criticas? espero que me den un poco de su opinion :) 


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