Me arreglé lo mejor que pude para ir a desayunar. Joaquim me esperaba en la mesa, revisando su teléfono distraídamente.
- Perfecto – dijo mirándome a los ojos.
Tomé asiento y lo observé detenidamente. Hace un par de meses que vivíamos en la misma casa. Nuestros padres habían creído conveniente que termináramos la escuela en el extranjero; por eso habíamos dejado Europa en compañía de algunos empleados y nos habíamos instalado en una casa pequeña para mi gusto, pero cómoda para los dos.
- ¿Qué pasó? – me preguntó bebiendo un sorbo de jugo de naranja.
- Eres lindo Joaquim – cogí su mejilla y la acaricié suavemente.
- Tengo algo preparado para ti – informó tomando mi mano y colocándola sobre el mantel.
- ¿Enserio? ¿Y a dónde me vas a llevar? – Joaquim era un amor. Definitivamente era algo especial. Era mi cumpleaños, no podía ser de otra forma.
- Es una sorpresa – de repente sonó su teléfono móvil. Revisó la pantalla y contestó casi de inmediato.
- Hola. Apenas acabo de leer tu mensaje…si, estaba a punto de escribirte…hoy es difícil, sucede que tengo un asunto.
- ¿Asunto? – interrumpí fastidiado -. Dile que vas a salir conmigo – alcé la voz para que me oyeran al otro lado del teléfono. Seguramente era una de sus amigas nuevas.
Joaquim me lanzó una mirada asesina.
- Disculpa Sharon, es un asunto que tengo que atender. ¿Podemos dejarlo para mañana?...Sí, por mi está bien. Te llamo luego entonces.- colgó y se dirigió hacia mí - ¿Qué te pasa Johan?
- Si quieres salir con ella entonces vete. No te voy a quitar tu tiempo.
- ¿Vas a decir tonterías de nuevo? Mejor desayuna tranquilo. No estoy de humor para eso – hablaba tan concentrado en su tostada, sin importarle nada, me sentí herido.
- Ya no tengo apetito. Tampoco podré salir contigo hoy; tengo asuntos más importantes que atender.- me dirigí a la salida del comedor.
- ¿asi? – escuché decir a Joaquim lleno de furia -. Qué suerte. Ahora podré salir con Sharon. Gracias Johan, por librarme de ésta.
Subí las escaleras corriendo. Era un idiota, era obvio que yo no le importaba, a pesar de que lo amaba me trataba de esa forma. Me encerré en mi habitación. Tenía ganas de llorar, pero no lo iba a hacer, no derramaría una lágrima por el imbécil de Joaquim.
Ya en la tarde decidí que no lo necesitaba para pasar el mejor cumpleaños de mi vida. Me vestí y salí de la casa. En la puerta me encontré con él. Por un momento creí que me preguntaría a donde iba, que me llevaría al lugar sorpresa. Sin embargo no me dirigió la palabra y apenas me echo un vistazo antes de que cerrara la puerta de un golpe.
Casi nunca salía de la casa solo, anduve varias cuadras sin rumbo definido hasta que llegué a la parada de autobús. Subí al primer carro que vi; quería ir al lugar más cercano que tuviera algo bonito para ver. Esperaba que Joaquim me llamara, que me mandara un mensaje, algo. Transcurrió el resto del día sin noticias suyas. Finalmente terminé botado en un restaurante de comida rápida, medio muerto de hambre porque no había almorzado.
Nunca llamó ¿Era posible que realmente se olvidara de mí? Claro, era un idiota ¿De qué me sorprendía? No merecía nada de mí, ni siquiera mis pensamientos. Aún así no estaba molesto sino triste, decepcionado. Quizá solo se trataba de jugarme una broma y pronto se comunicaría conmigo. Igual no planeaba volver a casa todavía, a parte no sabía cómo hacerlo. No tenía idea de dónde diablos estaba ni cómo volver. ¿Si desaparecía para siempre? Seguramente Joaquim se arrepentiría de haber peleado conmigo.
Me dolían mucho los pies, pero continué caminando hasta llegar a un puente. La calle estaba prácticamente desierta, solo había una sombra apoyada en borde de concreto. Se movía, se subía al muro temerariamente. ¿Un suicidio?
- Oye, ten cuidado – exclamé al borde del infarto. Me faltaba el aire.
La silueta era de un chico, probablemente de mi edad. Era delgado, de cabello largo acomodado hacia un lado. Me miró con desgano a través de sus lentes.
- ¿Qué haces? ¿Acaso quieres matarte? – pregunté.
- No lo sé – respondió con un suspiro -. Solo estaba meditando. Lamento mucho si te asusté – bajó de un salto -. Me llamo Mikey y tú?
- Yo soy Johan – de verdad ese chico se veía mal. Por un momento me dio pena -. ¿Qué te pasa? ¿Por qué estas triste?
- Es algo muy complicado – explicó con pesar. Se apoyó en el muro nuevamente -. Es…No sé si quiera hablar de eso.
- No puede ser tan malo. Yo tengo problemas también. Escucha.
Enseguida le conté mi tragedia con Joaquim de inicio a fin. Todavía esperaba su llamada.
- ¿Y por qué no le dices lo que sientes? Yo creo que esa sería la solución. Saber de una vez por todas lo que él siente.
- No, jamás. Ya me imagino lo que haría, seguramente se burlaría de mí. Maldito Joaquim.
- Sí, el amor es complicado. ¿Sabes? A mí me gusta el novio de mi hermano – comentó mirando al horizonte. ¿El novio de su hermano? Eso sí que minimizaba mi sufrimiento -. Es horrible…soy de lo peor.
- Tranquilízate – tomé su mano creyendo que sí, era horrible, pero tampoco podía decírselo…a menos que quisiera que se tirara del puente -. ¿Has pasado a mayores con él?
- ¿Qué? Noo... Me odia. Estamos en la misma clase, pero nunca me habla. Solo habla con mi hermano. El ya terminó la escuela, pero se conocen no sé cómo. Se llama Frank. Ahora debe estar en mi casa. Seguramente se quedará a dormir. Por eso salí sin que nadie se diera cuenta. No quiero verlos.
- No estés triste, Mikey, ya verás que todo…
- Johan ¿Qué haces en este lugar? Es hora de volver a casa – era la voz de Joaquim. Finalmente me había encontrado.
Estaba parado unos metros más allá, guapísimo. Llevaba puesta la casaca que me encantaba. Quise abrazarlo y besarlo. No. Era más de las diez de la noche. Muy tarde.
- Estoy con mi amigo Mikey – respondí cogiéndolo del brazo.
- Este sitio es peligroso. ¿Quieres que te roben? Sube al auto.
- No.
- Johan sube al auto, por favor –Era William, el hijo de su mayordomo; su lazarillo. Hacía todo lo que Joaquim le pidiera. Seguramente me había seguido desde que salí de casa. Maldito. Qué vergüenza.
- Déjame. No voy a subir. Me voy a quedar con Mikey – informé. De repente sentí la fuerza de Joaquim sobre mi brazo. Me jalaba. Opuse resistencia. Me llevaba a rastras hasta el carro. Finalmente me lanzó de un empujón al asiento del auto.
- Idiota, ¡Idiota!
- ¡Cállate!
Lo hice. Crucé los brazos y cerré los ojos. Quería llorar de la cólera. No merecía todo ese maltrato. Era el peor cumpleaños de mi vida, el peor. Sentí las lágrimas asomarse sobre mis pestañas. Intenté pensar en otra cosa. Estaba exhausto. Solo quería dormir. El chofer se detuvo. Habíamos llegado a casa.
- Bajemos – dijo Joaquim tomando mi mano -. Ven conmigo Johan.
Estábamos frente a un parque, grande, bonito. No entendía. Busque en la expresión de Joaquim alguna respuesta, pero solo encontré paz.
- ¿Ya no estás molesto? – pregunté con un hilo de voz.
- Te observaba mientras fingías dormir y se me pasó. Vamos al pasto.
Nos sentamos cerca a un árbol. Joaquim llevaba una caja pequeña consigo. La abrió y saco un pastel. Un pastel de cumpleaños.
- ¿Es mío?
- Sí. No has pedido tu deseo – sonrió. Lo único que deseaba era él. Pedía lo mismo todos los años.
- Pensé que sería el peor día de mi vida.
- Yo también. Tomaste el bus. ¿Cómo pensabas volver?
- No sé…
Acarició mis cabellos con ternura. Quería morir.
- ¿Cantaras Happy Birthday para mí?
- No, prefiero tomar veneno.
- ¡Joaquim!
- Happy Birthday to You
Happy Birthday to You
Happy Birthday to Johan…
Cantó, en voz bajita. Lo hizo por mí.
- Eso es todo – concluyó – ¿Feliz?
- Te adoro.
Me lancé sobre él lleno de amor. Caímos en el pasto. No pude contenerme y comenzé a besarlo. Era tan lindo. Tomó mis brazos y repentinamente sonó su teléfono. Me hice a un lado sin soltar su mano. Joaquim me sonrió y miró la pantalla del móvil. Era un mensaje:
Como te fue con tu amigo, Jolly?
Espero que ya no esté molesto contigo.
Te quiero mi amor. Besos.