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Exploración por Mai_Kusakabe

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Notas del capitulo:

Aquí vengo con el tercer capi~~

Voy a aprovechar para desearle a Odachi que se recupere pronto, que está enfermo y por eso esta semana no ha salido One Piece ^-^

Me veo en la obligación de hacer algo u.u

ADVERTENCIA: Este capítulo puede resultar bastante fuerte para algunas personas. No he sido muy específica, pero aún así os lo aviso, vais a encontrar gore y otra cosa que no sé muy bien con qué término definir, pero que también es bastante fuerte. Si a medida que leáis veis que os desagrada, dejadlo, porque la cosa solo va a más conforme el capítulo avanza.

En el próximo capítulo ya no habrá nada de esto aparte de una pequeñísima referencia, así que si dejáis de leer este no deberíais tener problemas con el próximo.

Dicho esto, no pienso aceptar quejas sobre el contenido, os he avisado.

Y ya, sin más, os dejo con el capítulo.

 

Parte tres: Felación

Leopoldo Mandos Tercero, Leo para los amigos y familiares, era el heredero de una de las familias más adineradas del North Blue que, a sus veintiún años de edad, estudiaba medicina en la academia más prestigiosa de todo aquel océano.

Aquel año había ido con sus queridos padres a pasar las vacaciones a White Beach, una isla del sur del North Blue de la que se decía que no tenía nada que envidiar a las afamadas islas paradisíacas del South Blue. Al igual que él, a White Beach habían acudido, con sus familias o en grupos de amigos, varios de sus también privilegiados compañeros de clase, entre ellos la hermosa Whitney Sheer, a quién Leo había decidido que convertiría en su esposa.

Ese día estaban todos sentados en las numerosas hamacas que rodeaban la enorme piscina de su lujoso hotel, pues en la playa había demasiados pobretones para el gusto de nadie, hablando y divirtiéndose mientras sus padres, también repartidos por varios puntos del patio del hotel, hablaban de cosas de adultos.

Entonces, para fastidio de Leo que había estado hablando de su viaje al West Blue el año pasado, la molesta y escandalosa Chery "seis dedos" dejó escapar una irritante y aguda risita, interrumpiéndolo.

-¿Qué pasa? -Preguntó uno de los chicos en tono de cansancio. Leo no se molestó en fijarse en quién era.

Riéndose de forma bastante desagradable, ella señaló sin discreción alguna a un punto un poco alejado en el considerable patio del hotel.

Leo y los demás siguieron la trayectoria de su dedo y el joven se encontró sin comprender por un momento lo que veían sus ojos: ahí, junto a una maleta y hablando con el encargado y vestido con una camiseta de manga corta amarilla y unos vaqueros azules estaba un adolescente alto, delgado y moreno con el que Leo era muy familiar. Se llamaba Trafalgar Law y era el compañero de habitación de Leo en la academia, un chico muy raro y que no parecía estar muy bien de la cabeza. Por lo que podían ver, el gerente parecía estar negándose a algo que el joven le decía.

-¿Qué hace ese aquí? -Alguien preguntó, expresando los pensamientos de todos.

-A lo mejor trabaja aquí -sugirió Whitney, y todos se rieron.

A diferencia de todos los demás en la academia, Trafalgar Law nunca hablaba de su familia, así que no habían tardado en deducir que debía provenir de un hogar pobre y todos, en especial Leo, se habían propuesto dejarle claro que con ellos no encajaba y demostrarle que eran mucho mejores que él.

El niñato no parecía darse por enterado.

-¿Vamos a saludarlo? -Propuso Leo, ansioso por vengarse de la que le había jugado el último día.

-¿A saludar a quién?

Leo se giró al escuchar la voz de su madre y vio que ella, junto a varios de los otros adultos incluyendo a su padre, se había acercado a su grupo.

-Ese chico de allí –comenzó a explicarse Leo, señalando desdeñosamente a Law, que seguía hablando con el encargado, ajeno a ellos. El encargado ahora parecía a punto de ir a perder los estribos –es el pobretón del que os he hablado.

Su madre hizo una mueca de desagrado.

-Estábamos pensando que tal vez trabaje aquí para ayudar a sus padres con el dinero –dijo encantadoramente Whitney, haciendo que los adultos se rieran más discretamente de lo que los jóvenes lo habían hecho.

-Entonces deberíais ir a saludar a vuestro compañero, cariño –dijo la señora Sheer, coincidiendo con su hija.

Un jadeo ahogado atrajo la atención de todos al padre de Chery, que se había puesto blanco como el papel y acababa de dar un paso hacia atrás.

-¿Qué pasa, querido? –Preguntó su mujer, preocupada por el repentino cambio en su marido.

-E-Ese hombre… -comenzó él, señalando a donde Trafalgar Law estaba.

Todos se giraron hacia allí y Leo vio que un hombre se había unido a Trafalgar y al encargado, que ahora estaba mortalmente pálido y parecía temblar a pesar del calor: se trataba de un hombre impresionantemente alto, de unos tres metros tal vez, rubio y de piel bronceada, que llevaba un espantoso y llamativo abrigo rosa de plumas, un pantalón pirata naranja estampado y unas gafas de sol rosas. El hombre sonreía ampliamente mientras le hablaba al encargado, con una mano apoyada en el hombro de un también sonriente Trafalgar Law.

Leo fue a hacer un comentario acerca de la falta de estilo de ese hombre cuando se dio cuenta de que todos los demás adultos del grupo, así como varios de los jóvenes, habían reaccionado de forma similar al padre de Chery, y que los demás parecían tan desconcertados como él.

-Ese es… Donquixote… Doflamingo… -susurró su madre, y Leo sintió cómo la sangre se le iba de la cara.

Tendría que vivir debajo de una piedra para no conocer ese nombre. Donquixote Doflamingo era un infame pirata que se había unido a los Shichibukai hacía cosa de un año y se decía que era el que estaba más loco de todos ellos, uno de los piratas más impredecibles y crueles del mundo. Y allí estaba, en aquella pacífica isla paradisíaca del North Blue, acompañando a Trafalgar Law.

-No me jodas… -dijo Leo, ignorando por una vez todas sus lecciones de modales frente a los alumnos.

Nadie dijo nada, ninguno de ellos atreviéndose a hablar, pero Leo sabía que él no era el único al que le pasó algo por la cabeza: Law nunca hablaba de sí mismo y ellos habían asumido que era pobre, pero, ¿y si, y si la razón por la que Trafalgar Law nunca había respondido a las preguntas que le hacían era porque estaba relacionado con uno de los hombres más peligrosos de todo el mundo?

Leo no se había sentido tan asustado en toda su vida. No le extrañaría volver a mearse encima. Ese tío era peligroso.

Un grito los hizo girarse a todos a la piscina.

-¡¿PERO QUÉ PASA AQUÍ?! –Gritó una mujer al tiempo en que se movía, algo que probablemente pretendía ser un baile, como un pato mareado, levantando brazos y piernas de forma totalmente descoordinada.

-¡¿Qué estás haciendo?! –Exclamó el que debía ser su marido, abochornado.

-¡¡YO NO HAGO NADA!! –Volvió a gritar ella con voz desesperada, sin dejar de moverse.

Hubo otro grito y otra mujer, algo alejada de la primera, comenzó a moverse igual que ella.

Asustados, todos los del grupo se levantaron, al igual que prácticamente todo el mundo en el patio, y salieron corriendo hacia las salidas, pero la gente que se acercaba a estas comenzaba a moverse también de forma extraña y, entre gritos, se unían a una burlesca y un tanto macabra coreografía, con más de uno tirándose, al parecer de forma involuntaria, al agua para seguir chapoteando el baile al tiempo en que trataba de no ahogarse.

En menos de un minuto todos los presentes, con excepción de Leo y sus amigos, se habían unido a aquel baile, acompañados por una escandalosa risa al tiempo en que Donquixote Doflamingo, en pie en medio de todo el caos, movía los dedos al ritmo de la coreografía, sin dejar de reírse en ningún momento.

-¿Pero qué pasa aquí…? –Susurró, aterrorizada, Whitney, abrazándose a sí misma mientras veía cómo sus padres tomaban parte en aquella mofa.

Leo era incapaz de hablar, paralizado como estaba por el terror y la humillación de ver a sus progenitores comportarse así, por muy en contra de su voluntad que fuera.

-Pasa que Doflamingo-ya es un poco teatrero –respondió una voz burlona que todos conocían muy bien.

Asustados, se giraron para ver a Trafalgar Law parado a un par de metros de ellos, sonriéndoles con autosuficiencia.

-¡Jodido psicópata! –Gritó uno de los chicos, enfurecido pero demasiado asustado como para acercársele. -¡¿A qué viene todo esto?!

Law se encogió de hombros.

-En un principio íbamos a pasar aquí la noche y a trocearos a vosotros, pero el encargado –hizo un gesto hacia el hombre, que estaba llorando desconsolado al tiempo en que bailaba –se ha negado a darme una habitación, confundiéndome de forma bastante maleducada con un trabajador de la calle.

-¡¡NO LO SABÍA!! –Gritó el encargado, desesperado. -¡¡DE VERDAD QUE NO!! ¡¡SOLTADME, PO-!! –Se silenció de repente y de su boca brotó, despedida por un chorro de sangre, su lengua amputada. Instantes después el cuerpo sin vida del hombre cayó, entre gritos de terror, desplomado al suelo.

Law hizo una mueca.

-Pero que numerero.

Las risas de Doflamingo aumentaron un momento antes de detenerse, y el rubio habló:

-No eres el más indicado para hablar, Law –lo reprendió, sonando juguetón. -¿Vas a empezar de una vez o lo hago yo?

Sin perder la sonrisa, Law se metió una mano en el bolsillo, comentando:

-No tengo aquí mi nodachi, así que esto tendrá que servir. –Y sacó el escalpelo con el que había amenazado a Leo unos días atrás.

Leo no entendía como, comparándolo con todo lo que allí estaba sucediendo, un escalpelo podría hacer algo remarcable, pero estaba demasiado asustado como para plantearse siquiera la posibilidad de burlarse de Law por ello.

El chico levantó el brazo izquierdo, con la palma mirando hacia abajo.

-Room.

Una extraña película azul se expandió desde su mano, rodeando a todo el grupo de amigos aunque sin que Leo hubiese sentido realmente nada cuando esta lo había tocado.

¿Es que aquel loco también tenía una Akuma no Mi?

Entonces, dejando caer de nuevo el brazo izquierdo, levantó el escalpelo con la otra mano e hizo un movimiento cortarte con él.

Leo, de nuevo, no sintió nada, pero las reanudadas risas de Doflamingo y los gritos que llenaron el lugar hicieron que bajara la cabeza y viera, para su completo horror, que su cuerpo, al igual que los de sus amigos, flotaba en el aire partido en varios trozos limpiamente separados.

Fue entonces cuando comenzó a gritar, mientras Trafalgar Law recolocaba una y otra vez las partes de su cuerpo con movimientos de sus manos y esa siniestra sonrisa en su rostro, entremezclándolo con sus amigos y con varios objetos que habían estado en el rango de aquella película azul que había formado una esfera.

Pareció que había pasado una eternidad cuando se sintió caer al suelo en diferentes puntos del cuerpo, formando un montón que era mezcla de llorosas cabezas apiladas sobre todo lo demás que había compuesto sus cuerpos.

Y fue entonces cuando se percató del silencio.

Ya no gritaba nadie, lo único que se escuchaban eran los gemidos ahogados de sus amigos al gritar, y un olor cobrizo ocupó su olfato. Miró a su alrededor, y fue incapaz de emitir sonido alguno cuando su boca se abrió en un silencioso grito al contemplar el mar de cuerpos sangrientos y desmembrados en que se había convertido el patio del hotel, todos sus ocupantes a excepción de los jóvenes, cubriéndolo, muertos e irreconocibles a cómo habían sido. Incluidos sus padres.

Y en su posición Leo no podía más que llorar y observar, horrorizado, la escena que aún avanzaba frente a él.

Donquixote Doflamingo había dejado de reírse y se acercaba ahora a Trafalgar Law, que se había vuelto a guardar el escalpelo en uno de los bolsillos de su pantalón.

-¿Ya te sientes mejor? –Preguntó, sonriendo, el hombre rubio.

Law se encogió de hombros.

-Me ha venido bien.

Riéndose, Doflamingo agarró a Law de la nuca y Leo no encontró fuerzas para asquearse cuando el hombre se agachó y beso al joven con fuerza, quien le devolvió el beso del mismo modo.

-¿Te doy la siguiente lección? –Sugirió Doflamingo al separarse un poco, sin soltarlo.

-¿Aquí? –Preguntó Law. Doflamingo asintió sin perder la sonrisa. –Bueno.

El rubio lo soltó y se dirigió a una de las, ahora vacías, tumbonas junto a la piscina, sentándose en ella con las piernas separadas, las rodillas dobladas y los pies apoyados en el suelo.

Entonces Leo sintió como si unos hilos invisibles se enredasen en su pelo y tirasen de su cabeza, elevándola en el aire y dejándola en una posición en la que tenía una perspectiva muy buena de la tumbona. Distraídamente, antes de que sus ojos volvieran solos a la escena, se percató de que las cabezas de sus amigos flotaban también en el aire como la suya.

No encontró la voluntad de desviar la mirada cuando Law se subió a la tumbona, arrodillándose entre las piernas abiertas de Doflamingo y besando de nuevo al hombre, sus manos bajando por la parte de su pecho que dejaban al descubierto el abrigo y la camisa abierta que el rubio llevaba bajo este hasta llegar al pantalón naranja, cuya cremallera abrió sin dejar de besarlo. Law se separó y bajó la cabeza para besar el cuello de Doflamingo y bajar de ahí por el mismo trayecto que habían seguido sus manos, hasta encontrar la polla erecta del rubio.

Una de las manos de Doflamingo se había enredado en el pelo de Law y parecía animarlo, pero sin forzarlo a moverse de ninguna forma.

-Eso es, con confianza –lo escuchó decir, momentos antes de gemir cuando la punta de su polla desapareció dentro de la boca de Law.

Él contempló, con fascinado horror y repulsión, cómo Trafalgar Law recorría con la lengua y los labios la polla de Donquixote Doflamingo, cómo trataba de meterse tanta de esta como podía en la boca y cómo, al mismo tiempo, lo acariciaba con las manos, arrancándole gemidos de placer al hombre que desentonaban por completo con el macabro escenario que habían elegido.

Y fue con esa misma mezcla de emociones que Leo observó el cuerpo de Doflamingo tensarse, la mano en el pelo de Law aumentando su presa, y lo escuchó gemir, hasta casi gritar, al tiempo en que se corría en la boca de Law, que parecía tratar de tragarse todo lo que el hombre tenía para dar. Con esa escena frente a sus ojos fue también con la que Leo sintió miles de hilos rodeando su cuerpo y comenzando a tirar de él, cada uno en una dirección diferente, arrancándole un desgarrador grito que se mezclo con los de sus amigos instantes antes de que todo se volviera negro.

Continuará


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